sábado, 21 de abril de 2007

Distinguidas carrasperas_Poema de Federico Hernández Aguilar

Fotografía: Federico Hernández Aguilar





Distinguidas carrasperas



Hay quien tose
—recurso de flemas incluido—
bajo la timidez de una ventana,
como jodiendo,
como por gusto.

Y tose con elegancia,
con discreto y amable desenfado,
como extrayendo mariposas del esófago,
sin voluptuosidades abdominales
o posturas forzadas.

Cualquier excusa es buena:
la impertinencia del vicio vecino,
el polvillo de un libro arrinconado,
la pluma de un faisán que se venga,
un mal trago de vino tinto,
el irritante perfume de la Sra. Von Krause...

No es útil pedir pañuelos
porque no hay gripe de por medio
o infecciones de músico precoz.
La mano —cerrada en puño,
convenientemente— basta
para demostrar a los distinguidos comensales
que se puede toser con gallardía,
propiedad y buen gusto.

La invitación al banquete
incluye no comer,pero es imprescindible atragantarse.
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Lección de muerte_Poema de Lilian Serpas

Fotografía: Lilian Serpas




Lección de muerte


...Por un ayer extático y remoto
muero viviendo a pausas con la vida;
más exhumo en mi piel igual al loto,
que del cieno en la flor, busca salida...

Si un flagelo de agobio consumida,
como una aspiración busco lo ignoto;
y porque en muerte vivo dividida,
mi tiempo, en lo fugaz es mundo: roto...

De la vida en breve itinerario
-con mi lección de muerte abriendo puertas-
al átomo de Dios; más sin horario

-como trampa dantesca de un infierno-
de este mundo de tragedias reyertas,
sólo afirma mi espíritu, ¡lo eterno...!



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Estamento nocturno_Poema de David Escobar Galindo

Fotografía: David Escobar Galindo



Estamento nocturno



Despréndese la noche
desde su astro más solo,
y cae sobre el miedo de los techos quebrados.
Noche de las esencias como espíritus de aire,
que beben en los ojos abiertos de las bestias.

Se despierta la noche, caída sobre el llano.
Grita por el sonámbulo parado en la ventana.
Pero el silencio es uno: su inocencia mayor
cierra un abrazo de agua bebida o anhelada.

Todos duermen: los pobres,
los ricos, los ausentes,
los árboles de grueso perfume abandonado,
y hasta la piedra sorda con que la casa irrumpe
en el polvo blanquísimo, soledad muerta en vida,
y hasta donde comienza la luz dueña del humo,
ánima respirable de los seres dormidos.

Igual que la epidemia
que agiganta los ojos,
este sabor deshecho
de la armonía que habla
va siendo una gemela
libertad en la sangre
una manera grávida de aprender el sonido
porque tantas personas anónimas confluyen
a una sola medida de temblor en el tiempo:
el pensador recorre cada sombra derruida,
penetra en los armarios y en los aparadores,
sopla sobre el ahogo de las ropas usadas,
pone ceniza de oro en la boca de un niño.

Estado de pureza granítica es el aire,
velocidad de seres humanos sin conciencia
de su heroísmo lento como el sol sin pestañas,
y en ese espacio escribe
mi mano este rescoldo:
la personificada
tortura del espíritu...

Ya los antepasados revuelan por la noche,
con sus máscaras de agua silbante y vanidosa;
en la quietud del campo se rebela un candil,
prende fuego a las nubes de insectos espaciales.
Rompe un sol inocente su huevo prematuro:
ha caído otra lluvia
de sal sobre esta página.
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viernes, 20 de abril de 2007

La siguanaba_Poema de Claudia Hérodier

Fotografía: Claudia Hérodier




La siguanaba



Países: vulgaridades sonoras,
silentes, pestilentes.
Países: sombras que a cada lado
se acomodan tratando de obligar
a la vida a que los piense
y los desee como únicos valores.
Hojas secas, tostadas a fuerza
de energía sintética.
Países que por pretender programar
desde unos huesos el futuro,
cierran un juego sin encarnar mas
que la nada.
Vienen luciendo sus pájaras
Casandra, Pandora y la Siguanaba.
Países: no hay ya tablero
para mover tus piezas y,
aunque lo hubiera,
Casandra se limpia los dientes filudos
con una astilla de Troya,
Pandora tiene vacía la caja
y la esperanza no existe,
y la Siguanaba...
¡Ah, la Si-gua-na-ba!
De tanto ir a caballo, llego también a Troya,
justo en la noche de todos los incendios.
Queda solo un camino:
recobrar lo auténtico y tirarlo a la pira.
De esas llamas sacaré collares...
Solo que esta vez, ¡irán a sus orígenes!
Junio l9/90 Managua
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Laberinto de los espejos_Poema de André Cruchaga

Fotografía: André Cruchaga




Laberinto de los espejos



Ocúltate del siniestro pájaro
Que te asedia a las horas más inesperadas…
Enrique Gómez Correa


El aire turba los pensamientos ante el sonido de las piedras,
Mientras lianas de fantasmas nos asisten
Con abrazos de ciegos brebajes.
Las epifanías transcurren oscuramente
Donde el musgo germina sus andrajos.
Entre tanta imagen de la vida:
Imágenes esféricas, atribuladas,
Sombras a la deriva aleteando en la esperanza,
La vida le debe a la vigilia
Y a las leyes del mundo.
En la zozobra salta la altitud de la fe;
Los fieles dibujan un amor invicto,
Pero la carne tañe otros destinos otra luz que se apaga.

Sacrificial es este fuego de todos los días:
Agónico estertor de la demencia humana,
Frágil sueño entre la ceniza de la noche,
Dios ahí como luz errante,
Envuelto en silencio, sobreviviente también,
Del clamor de la vida, viendo los golpes
Desde la transparencia de su omnipotencia.
Estamos expuestos a la congoja,
Sombra del sueño;
Nada es la luz en la doliente herida,
Si no es para desvelarla,
Fragua de un himno desgarrado,
Luto de obstinado terror.
Hay salmos y proverbios para enaltecer la noche:
Huracanes de buitres, ebrias líneas de papel
Profanando las ventanas
Como cadáver oculto en la caverna
De las manos.

Debajo de la vida, la muerte renace cada día,
Con su borrosa porcelana de quebrados vientos:
Sepia es el zarpazo, horrible el tizne
De los tabancos, la presencia desnuda
De las aceras.
Debajo de la piel nombres destejidos,
Demasiada ceniza en las barbas,
Las banderas y el nombre de los santos desteñidos.
Dentro de los poros, los pájaros,
La herida genésica debatiendo
Entre antiguos sonidos, negros soles
Sobre el sonido de glaciales estupefactos.
Aquí la muerte presente en los nombres,
Aquí la muerte entre los dedos de la madera:
Olvida nombres, ruge, martilla como el mar.
Muerde con sus dientes de ballena,
Corta los cabellos con su silenciosa
Lengua de azufre.
La vida pierde sus zapatos. Como tantas cosas,
La cubre un puñado ligero de polvo,
Una losa y, después,
Sólo el silencio del abismo
Y las flores ateridas de la noche…
Barataria, 2007