Rafael Mendoza, El Salvador
Rafael
Mendoza, (El Salvador,1943). Es un poeta
fundamental de la literatura salvadoreña, centroamericana e hispanoamericana,
como uno de los fundadores de la Vanguardia salvadoreña, junto con otros poetas
que han hecho meritoria labor. Rafael Mendoza aspira a condensar su expresión
en su espacio y tiempo sin estridencias más que la emoción dilatada, lírica en su acepción más estricta.
Durante mucho tiempo fue coeditor de la Revista Literaria “Cinco negritos”, la
que marcó sin duda un hito en nuestro quehacer cultural. Poeta reflexivo y
hondo. Cultiva, además de la poesía, otros géneros. Previo y tras la guerra
civil, su poética ha estado marcada por esos acontecimientos históricos. Desde luego, el componente político en su poesía adquiere resonancia y peculiaridades que no se repiten en otros poetas. Levanta el verso como quien lo hace con una antorcha. El poeta Mendoza tiene, pues, una experiencia de vida riquísima. Es sonetista consumado.
En la
entrega siguiente, vemos al poeta Mendoza con la brillantes que siempre le
caracteriza. Cultor, por lo demás, de las formas clásicas de la poesía. (André
Cruchaga, 01.VI.20013)
ANTOLOGÍA
CREPUSCULO CON DEVOLUCIONES LÚDICAS
El horizonte puede ser la mejor
compañía cuando se vive solo
tropezando con espectros que saltan a la superficie desde
sus (circunstancias
y nos reclaman por no agradecerles lo
oportunos que parecen ser.
Después de todo son felices en su
equilibrio ejemplar
cumplen sus propósitos de año nuevo
contestan su correspondencia
no meten ruido entre los sueños ajenos.
Por tanto, vale la pena escaparse por
esa hendidura interespacial
con los barcos las nubes las escaladas
de los troveros inmortales
las derrotas recién lavadas y las ganas
cotidianas
de caer en el pecadillo del rey David
con cualquier voluntaria accesible y vulgar.
Entendamos que esto apenas es un apunte
que a lo mejor
nadie se atreverá a rescatar cuando
suba la marea, la profetizada.
Para mientras, me parece que debo
seguir entreteniéndome
con adivinar el curso de esos azacuanes
migratorios
y los caracolitos que devuelve a la
playa por las noches
el viejo camarada Neftalí
bajo los astros que tiritan cada vez
menos azules a lo lejos.
BRINDIS CON FANTASMA AL
ATARDECER
Como todas las
tardes
y con el mismo
aire de solemnidad
alzo mi vaso de
cerveza frente a los cascos chamuscados
de mis naves.
Bebo a solas.
Con la vista
clavada en la espuma de mi bebida
blanco velamen
liberado en almas de trigal.
En mi mente las
olas baten viejas agendas
desmemoriando
nombres que alguna vez tuvieron música
y decidieron
retornar a los seres de donde los rapté.
Al otro lado de
estas costas
Gorgias Markos mi
amigo cantará
tras la jornada
de la vendimia
y las mozas
colectoras se regazarán entre los viñedos
para dejarse
alcanzar por sus amantes.
¡Ah delicia de
ambrosías que esos mozos muy pronto
libarán
de los rosados y
secretos labios a sus ansias brindados!
Pasa la niña de
los higos de regreso a su casa.
El viejo
guardafaro sube cabizbajo
dejando la estela
de su pipa y despertando con ella
la imagen de mi
padre.
Al oro del
atardecer las sombras
vuelven sumisas a
posarse en las alturas
y los ecos de
antiquísimas batallas
al épico crujir.
Todo pues parece
tan normal
en este rincón
olvidado del mundo.
Y sin embargo tú
Luzmila L.
has hecho surgir
este pequeño discurso frente a un mar
que jamás te
acariciará
como acaricias tú
mi soledad.
Sea entonces por
ti fantasma amado
mi brindis en
este véspero bajo las Pléyades
que se aprestan a
salir de su escondite
a contemplarse en
el inmenso espejo azul.
(En algún lugar del Mediterráneo, 2000).
GUAGUANCÓ
Veo la isla desde aquí.
Hermosa. Verde. Flaca
pero limpia.
Es la única que respira
pureza.
La única que mantiene sus
bosques
sus tortugas y sus caimanes
y también sus lanzas apuntando
al monstruo
que merodea amenazante.
Veo su resplandor desde aquí.
Sale de las sacras osamentas
de sus hijos más amados.
Sale en cantos en obras de
amor
en más cantos en más obras
de amor y sacrificio.
Veo la isla desde aquí.
No sé si los cíclopes que
moran en tierra firme
se explicarán tanta belleza,
pero yo
cada vez que la veo agarro
fuerzas
para seguir en mi balsa de
versos
y ya casi sin amigos
tratando de salvarme del
naufragio
de este sistema neoliberal.
POSTAL A GIOCONDA BELLI
Si por casualidad, señora,
se entera de que una vez entré a su casa en Managua,
déjeme explicarle que ello obedeció
a la urgente necesidad de un teléfono
y que lo hice con
la venia de su jardinero
actitud refrendada por el amable recibimiento
de su ama de llaves.
Fue una oportunidad que jamás imaginé tener
(y que la empedernida amante
de la poesía de usted que es mi esposa,
envidia hasta la fecha).
En realidad,
no sé que me sorprendió más:
si el pórtico de modesto señorío,
el himno que himnaba el sol dentro del ámbito,
el diseño interior de equilibrados triángulos
o la escalera dominando el centro de ese mundo,
poeta,
tan a la medida de usted,.
De paso he de aclararle que no fue mi intención
asustar a los ángeles guardianes de aquel recinto
quienes salieron volando por la ventana
bajo la cual se encuentra el aparato ansiado.
Espero que tan sacras entidades
no hayan tardado mucho en regresar.
Debió ser duro para ellos encontrarse tan solos
en ausencia de su hermana mayor
y encima de eso ser sorprendidos por un intruso
que no llevaba un libro de su propia factura
para identificarse en el oficio.
Por tanto, poetísima, hágame usted el favor
de transmitirles a los tales
mis más sinceras disculpas.
Rafael Mendoza
(el viejo).
Managua,
diciembre 2001.
SOLO POR
EL DEBER DE INFORMAR
Cada mañana me visita la sirena azul
la única que se ha atrevido a escupirles la cara
a los mascarones de proa en tránsito.
Amo el color de los estambres que pueblan su cabeza
ese encendido tornasol madreperlado
su cintura zodiacal tan sensitiva
su diminuta concha nácar.
Viene y no nos decimos nada.
Simplemente nos vemos el uno al otro
casi como mortales casi
como protagonistas de la rutina.
Si.
Amo a la Sirena Azul. Señora
de los suicidas excelsos.
Y el hipocampo lo sabe.
DEL
MAR Y SUS VOCES
Si te hubieras quedado conmigo,
si no te hubiera importado más la ruta de los
cormoranes
hubiera podido enseñarte a escuchar las voces
del mar
a distinguir los siete tonos que emergen de sus
dominios.
Son terribles las voces del mar.
Cuando hay tormentas nos increpan,
suenan a culpas.
Si en calma están las aguas, son gemidos
que parecen provenir de almas perdidas
en busca de su paz.
Y casi siempre, al atardecer,
es la palabra creadora
que sigue nombrando nuevos mundos dados a luz
más allá de la Osa Mayor.
Si te hubieras quedado conmigo
en este puerto borrado de todas las cartas de
navegación.
Hoy el amanecer sería tan distinto.
Yo podría escuchar todas las voces del mar
tranquilamente
y no tu adiós interrumpiéndolas hasta la
eternidad.
Si te hubieras quedado conmigo.
Si no te hubiera importado más la ruta de los
cormoranes
que los cormoranes mismos.
Si hubieras sido una con el mar
sus voces
y mi voz.
Cinco
tanguemas (poemas con aire de tango)
A Alejandra Olmos
MAS ALLA DE ESTE
TROPICO DE FIEBRES
Si al frío de
esta noche le doliera el silencio
como me duele
el miedo de volverte a encontrar,
desandaría a
riesgo de enloquecer los páramos
que mi canción
anduvo por enseñarte a amar.
Cansado ya,
cansado de verbos y adjetivos
con que tu voz
se mofa de mi resignación,
me asalta la
tristeza de que no haya otro mundo
más allá de
este trópico de fiebres en que estoy.
A mi no me
perdonan tu dios ni los inviernos,
que año tras
año atisban por el mismo balcón,
el haberte
olvidado en las notas cristales
de la más
primavera estación que brilló.
Me torturan los
garfios agudos de tu risa
en el final
peldaño de aquel tardío tren,
que me dejó en
la vieja estación del olvido
atado a la
cadena de un beso que no fue.
Y allende las
augustas cabelleras del trigo,
que en el campo
se mecen, para mi ya no hay sol.
Y sin embargo
el frío de esta noche no puede
entender como
duele, cuando duele el amor.
CÓMO PINTAR LA AURORA
Cuando digan las rosas tus sílabas alondras
al viento que
se cruza frente a mi ventanal,
sabré que la distancia pudo más que las fuerzas
de tus alas gaviotas, y que no volverás.
Soñé que llegarías por fin una mañana
toda madreperlada, desde el fondo del mar,
desenredando alegre tus cabellos de diosa,
cabalgando en la ondina de una aurora triunfal.
Refugiado en mis miedos de renovados filos
organizo batallas contra la soledad
que tu nombre dejara a un costado del frío,
del frío que hoy es mío como de nadie más.
Y ahora que me asisten tus recuerdos más tercos,
cómo increpar al fuego que no nos abrigó;
cómo pintar la aurora con inéditos vésperos
que no tengan tus labios pronunciando el adiós.
Tal vez tras el deshielo de esta tristeza encuentre
el alma que animaba mi ser antes de ti.
Y si te la llevaste en la piel, mala suerte.
Quédatela. Yo puedo sin ella revivir.
EL GATO DEL RECUERDO
El gato del recuerdo
me engatusó la calma
y tañiste en mi
mente tu agudo diapasón.
Lejos sonó una vieja
guitarra desbarriada
y la risa sin
dientes de algún clown se apagó.
A veces cuando
asaltas a sí mis emociones
quisiera que un dios
cierto me borrara de ti.
Pero el clásico mito
nada puede hacer por que sueltes
el odio con que
quieres estar atada a mi.
Y en noches así,
inútiles, carentes de sonatas
o cargadas de
líricas excusas del dolor
¡Cómo pesan las alas cuando remontan sueños!
!Cómo hieren las finas aristas del rencor!
Pero por suerte el
pájaro transparente que llevo
revoloteando siempre
dentro de mí, al cantar,
desarma a tu
fantasma, cuando como hoy ataca
y lo regresa al
hielo del que logró escapar.
Y por eso es que el
gato del recuerdo no logra,
por más que haga el
intento, llenar mi soledad
con las gárgolas
fieras que suelen criar las penas
de un amor que no
pudo salvar su dignidad.
DONDE
YACEN LOS VERSOS
Al final de los trenes solo tu nombre queda
aguardando un otoño que pudo ya empezar.
Desde alguna metáfora que no da a ningún sueño
él creerá que lo nombran y deseará volar.
Aunque el hielo interponga sus acerados filos
en todos los recuerdos que quedan de los dos,
deseo que tus noches sean
tan sólo un tránsito
a la luz, que no sufras el eco de mi voz.
Verás por las ventanas del cuarto que fue cómplice
de nuestras insaciables jornadas de pasión,
aquel banco del parque donde por vez primera
sentí que tu mirada desgarró mi razón.
Y la vieja Araucaria marcada con las fechas
de todos los encuentros nuestros, proyectará
su sombra sobre el piso donde yacen los versos,
aquellos tristes versos que no recordarás.
Los versos que nacieron con el más duro estío,
como espigas en piedras, pero que el sol salvó.
Ojalá que te abrigues con ellos, aunque ignores
que en esos versos muertos también me morí yo.
POR LAS
MISMAS PALABRAS
Vendrás de mis
recuerdos un jueves por la tarde.
Y yo desde mis
viernes te sentiré llegar.
Removerás cenizas
del fuego que encendiste
ayer, pero que nunca nos volverá a quemar.
El tiempo
transcurrido se instalará de nuevo
entre las azaleas
del parque en que esperé
durante largas
noches borrarte de mi mente
como viviendo un
tango que no tiene final.
Verás en la
hojarasca con que el otoño alfombra
los días ayer
nuestros desde el mismo balcón,
las huellas de otros
seres que amándose transitan
por las mismas
palabras que dijimos los dos.
Las tímidas palabras
primeras del encuentro,
o quizás las maduras
palabras del amor
que exige desnudarse
de prejuicios y darse
con la libertad
plena que suelta la pasión.
Vendrás de mis
recuerdos exacta de adjetivos
exacta de canciones
y con tu exacta voz
pronunciarás mi
nombre, como quien llama a su alma
pero yo estaré
lejos, asido a otro calor.
(Septiembre 2011 – Enero 2013)