jueves, 11 de mayo de 2023

GNOSEOLOGÍA POÉTICA: EL LENGUAJE DESCOYUNTADO NOMBRA LA TORSIÓN

 

Metáfora del desconcierto-André Cruchaga


GNOSEOLOGÍA POÉTICA: EL LENGUAJE DESCOYUNTADO NOMBRA LA TORSIÓN

 

Dr. D. Enrique Ortiz Aguirre

 

 

La metáfora es un procedimiento intelectual por cuyo

medio conseguimos aprender lo que se halla más lejos

 de nuestra potencia intelectual… Es la metáfora un

suplemento a nuestro brazo intelectivo y representa,

en lógica, lo que la caña de pescar o el fusil.

JOSÉ ORTEGA Y GASSET

 

 

El poeta André Cruchaga no es solo un poeta en la indiscutible madurez de su creación, sino un prolífico escritor cuya genialidad reside tanto en la profundísima originalidad de su voz cuanto en un peculiar modo de interpretar la tradición. Con este asombroso poemario, Metáfora del desconcierto, profundiza nuevamente una poética surreal desde un imaginismo innovador, capaz de conducir el lenguaje hacia dimensiones otras que nombran espacios en derredor imposibles de referir desde concepciones del razonamiento convencional. En puridad, con Metáfora del desconcierto el poeta le devuelve su naturaleza al lenguaje poético, toda una gramática para articular el pensamiento poético. Sin duda, la poesía de André es tan torrencial como proteica, tan poliédrica como fundacional, pero su auténtica esencia descansa en la exploración de un lenguaje que permite, al mismo tiempo, decir lo otro y comprender/aprender lo otro. No puede concebirse lo otro simplemente como lo ajeno, lo extraño, aquello que no puede identificarse con el sujeto, sino -muy al contrario- que se habita lo otro que corresponde a nuestra dimensión más humana inaccesible desde la racionalidad convencional; por tanto, ese magma no convencional que nutre una realidad compleja, variopinta, se conoce y se nombra desde la peculiaridad de un lenguaje articulado mediante la construcción de imágenes insólitas.

El predicamento surrealista, atemporal, se adapta al siglo XXI para mantener la consigna bretoniana: "el vertiginoso descenso en el interior del espíritu"; por ello, la poesía de Cruchaga no dibuja mundos externos, evasivos, ajenos, sino que constituye una experiencia humana total, profundamente introspectiva sin renunciar a la dimensión desintegradora que también forma parte de la naturaleza humana. De este modo, Metáfora del desconcierto no puede considerarse una propuesta estética sin más, ya que la poética cruchaguiana se articula en la totalidad. De ahí que nos encontremos ante una estética ética, ante una exploración del ser humano individual en una reivindicación de la poesía como fuerza liberadora de lo humano en perfecta identificación con lo vital. Nuevamente, el anverso y el reverso se funden para confundirse en una poética de la piel, tan introspectiva y replegada hacia lo más íntimo (el lenguaje de lo inconfesable que nos identifica) como en contacto permanente con un exterior desestructurador de lo humano, necesitado de una forma de expresión alucinada generadora de conocimiento mediante otro tipo de racionalidad: de nuevo, el pensamiento mediante la emoción torrencial, la racionalidad dinámica de lo irracional semoviente para irradiar luz en las geografías más inhóspitas de lo humano.

¿Cómo lograr esta sintaxis del milagro? Evidentemente, Metáfora del desconcierto encierra un lenguaje milagroso, ancestral y visionario que, en parte nombra lo soterrado, convoca el significado mítico y anticipador de la palabra poética en un magma del misterio que designa el arcano del hombre pero la clave de lo totalizador reside en la conciliación de contrarios y, singularmente, en la capacidad transformadora de la metáfora para esgrimir el lenguaje de las imágenes, no solo para describir lo ignoto sino para recrearlo frente a los ojos atónitos del lector, entregado a una lengua torrencial que se articula mediante la yuxtaposición de imágenes. Este poemario de Cruchaga deviene ejercicio liberador para polemizar frente a los convencionalismos, enemigos de lo humano. Así, cada artefacto participa de una respiración cósmica que desde su lejanía sideral invoca lo insondable de las profundidades más humanas; palabra, imagen, respiración, vigilia, sueño, desnudez y armadura se diluyen en los dominios de la exacerbación de lo humano. Todo ello pretende vencer la dimensión de lo aparente para habitar lo esencial; esa poesía que ilumina (en su evidencia gnoseológica que la convierte en forma de conocimiento) tanto como quema (en su naturaleza vivencial dinamizada en significantes metamorfoseados en imágenes insólitas para vehicular una racionalidad otra) en su celebración mística, en el canto desgarrado de la fusión entre lo poético y lo humano. El pensamiento surreal, pues, comunica los opuestos en el universo de lo imaginario y lo real como elementos complementarios que se sustancian en el alejamiento entre los términos que esgrimen las metáforas inmensas de la entropía. La intensidad del alejamiento semántico entre los términos de las imágenes entronca con el lenguaje mismo del espíritu y tensiona al lenguaje poético desde la combinación de versos y de prosa poética en lo híbrido como intersticio que comunica las diferentes dimensiones; así, lo poético y el lenguaje del mito, en los umbrales de la significación, se confunden con los neologismos y los vocablos más rabiosamente actuales (Tuit en “Desmesura”; rap en “En medio de huesos”…); el vacío y el silencio se tornan significantes en “Extrañezas”, “Siempre he sido extraño habitante”, “Lazo de silencio”, “Como el cuerpo de una campana”, “Del lado del sonido ahuecado”, “Justo aquí se guarda silencio” o “En las aguas interiores”; se convierte en central y en profundamente lúcido el pensamiento lateral en “Permanentes incendios”, “Estado de paranoia” o “En el homicidio de la razón”; el amor y el erotismo conectan con el origen y con el acabamiento en  “El amor se me va”, “Ya en la piel se insinúa”, “Podríamos morir en un beso”, “Fábula del ahogo”, “Entre los dos cuerpos, un río” o “Sobre el agua que se cierne”; arroja luz lo sombrío, se reivindica lo secreto plegándose en su propio sortilegio en “Ojal de sombra”, “Cerradura de la sombra”, “Ante la demasía de la oscuridad”, “Aquí los adoquines oscuros”, “No sé por qué las sombras”, “Suelo escapar de las zonas oscuras”, “En la oscuridad de las aceras”, “En la sombra”, “A mitad de la noche”, “Que me trague la noche” o “Encuentro con la noche”; la negación se hace militante, afirmativa, en “Ahí no se escucha voz”, “No quiero”, “El país se nos niega”, “Cada bolsillo se nos llena”, “No quiero un país de sal”, “Mientras la ciudad y sus calles” o “Y al parecer el viento borra”; pero -sobre todo- el existencialismo desgarrador habita lo gnoseológico (como el dolor poético cesarvallejiano) en la mayoría de estos geniales artefactos (entre otros, en “Al filo del ahogo”, “Testimonio sin reparo”, “Subsuelo del país”; “Nada tiene sentido”, “Travesía de la memoria”, “Mudo aprendiz”, “No hay nada infalible”, “Breve historia de mis manos”, “Biografía del tiempo”, “Sobre el nicho mojado, “Sobresaltos del sueño”, “Firmamento de la noche”, “Siguen los sueños decapitados”, “Pez de sangre”, “Estado desvalimiento”, “Igual que la hojarasca del viento”, “Todo es tiempo”, “En la fila de los desamparados”, “Siempre escribí esa otra manera”, “Nací con una madurez a cuestas”, “Hay una extraña manera”, “Antes, el reverso de los jardines”, “Este país tiene paredes”, “La noche otra vez”, “Beatitud de viejas consignas”, “Por si acaso el viento”, “En los huesos todavía”, “Entre la niebla de los autores”, “En medio del vestigio”, “Encima de tus brazos”, “Siempre estamos con ese golpe”,  “Después de los trajines envejezco”, “Siempre hay un deseo de olvido”, “Consumidas las distancias”, “Con un diluvio de peces”, “esas manos que he visto siempre”, “Cadáveres de agua”, “Jaula de recuerdos”, “Y entonces, en la mueca del país”, “Labor del sueño”, “En el umbral de la puerta”, o “En la aurora del hierro”). “Travesía del desequilibrio”, de tintes huidobrianos, es un poema central del libro que aborda poéticamente un aquí relacional, cambiante, poliédrico y propone el desequilibrio como postura auténtica de lo humano.

Este conjunto de artefactos conforma un surrealismo renovado, una experiencia radical de lo poético, absolutamente novedoso y hondamente latinoamericano en su perfecta aleación entre la influencia europea (del mejor surrealismo francés; sonríe y se ilumina Pierre Unik, pórtico de este asombro torrencial) y el acento centroamericano enmarcado en los mejores mimbres de la América latina. Sea como fuere, el tejido riquísimo de intertextualidades, la polifonía coral aquiescente se conjura en la entropía para construir una de las voces más singulares de América.

Se celebra como un milagro asomarse de nuevo a este vértigo, a esta sublimidad cruchaguiana que se convierte en espejo y en prospección de lo más profundamente humano.

 

Dr. D. Enrique Ortiz Aguirre

Catedrático de Literatura

PDI Universidad Complutense de Madrid

Abril de 2023