jueves, 8 de mayo de 2025

EL ESPEJO COMO RESURRECCIÓN E IDENTIDAD, EL AUGURIO REVELADO DEL ANHELO DEFINITIVO

 




EL ESPEJO COMO RESURRECCIÓN E IDENTIDAD, EL AUGURIO REVELADO DEL ANHELO DEFINITIVO

 

 

 

Escucho el eco de una palabra que resonó

antes que la palpitación del oído golpeara, y se estremece

la caja roja del corazón simple como un cuchillo.

JUAN JOSÉ SAER

 

Un bosque se abre en la memoria y el olor a resina es útil al corazón.

Vi las esferas del sudor y los insectos en la dulzura;

luego, el crepúsculo en sus ojos;

después, el cardo hirviendo ante el centeno y la fatiga de los pájaros perseguidos por la luz.

ANTONIO GAMONEDA

 

 

La transfiguración del entorno al poema constituye una conquista del poeta. Y sin que desee hacer una evocación simbolista, entre alma y naturaleza se trata del yo del poeta frente a una existencia externa. José Siles González, poeta consumado cuya poesía va del aquí a lo trascendente, de la herencia de lo terrenal a una escritura que va más allá de su propia voz. Como una especie de vidente se adentra en diversos espejos, místicos, mántricos, alumbrados. Su libro: «Espejo de monos alumbrados»,[1] es una obra que deslía su experiencia de vida, asociando y evocando realidades, ese mundo de ideas y sueños del cual no escapamos porque estamos ligados a él indisolublemente. Al respecto, C. M. Bowra considera a Verlaine, Baudelaire y Mallarmé como la vanguardia de ese movimiento, que incluye a todos los poetas que «intentaron manifestar una experiencia sobrenatural con el lenguaje de las cosas visibles, y en los que casi cada palabra es un símbolo, ya que está utilizada no según su uso corriente, sino por la asociación que evoca con una realidad más allá de los sentidos».[2]

Espejo de monos alumbrados, está constituido por cinco apartados, el primero se corresponde con el título del poemario. No sé si esta primera parte tenga que ver con el eslabón perdido en el contexto de la evolución humana convertida en lo que somos hoy en día. Existen múltiples propuestas para explicar este fenómeno, una de las cuales fue planteada por el genial filósofo y etnobotánico Terence Mckenna[3] en su teoría conocida como «The Stoned Ape» («El mono dopado»). En ella Mckenna propone a la psilocibina, la sustancia activa en los hongos alucinógenos y que pertenece a la clase de las «triptaminas», como la principal responsable de este salto evolutivo. Según esa versión, uno de los grupos de homínidos consumió, buscando alimento, hongos alucinógenos. La consecuencia fue la aceleración en el desarrollo de la corteza cerebral, lo cual eventualmente derivó en el nacimiento del lenguaje, consagrándose así un salto neuroevolutivo. «El mono alumbrado y su evolución», título del primer poema, nos remonta precisamente a esa teoría de Mackenna, el desarrollo progresivo de habilidades del primate a lo humano. Y no es de extrañar porque Siles, más allá de la poesía es un hombre de ciencia; traer esos postulados teóricos a la poesía en particular demuestra que no existen barreras entre cielo y tierra. El poema de Siles dice así: «bajo los efectos de una atávica sustancia / alucinógena, / tal vez el más original manjar / probado por los dioses, / nada más descender de los árboles, / creyéndose por fin todo un erectus, / se erigió, además de bípedo, / en rey de la tierra / con erguidos aires de / pensador griego, / y, gracias a los efectos / de exóticos hongos, / algo se iluminó en sus adentros, / llegando a disfrutar / varios días en un minuto, /miles de años antes de la existencia» … (Siles: El mono alumbrado y la evolución, pág. 15).

Tenemos por otro lado el espejo, palabra clave en este entramado poético, el espejo poema a través del cual vemos ese proceso de evolución y, a menudo de degradación de la humanidad. El espejo ha sido un recurso recurrente en la literatura a lo largo de los siglos, utilizado por escritores para explorar temas de identidad, autorreflexión, dualidad y realidad. A través de diversos enfoques y contextos, el espejo puede ofrecer una profunda introspección sobre los personajes y la narrativa; en el espejo suelen enfrentarse a una contemplación de sí mismos, de sus decisiones y de su papel en la historia. El espejo refleja no solo su apariencia física sino también sus emociones, conflictos internos y evolución. Por ejemplo, en «El retrato de Dorian Gray» de Oscar Wilde, el espejo y el retrato sirven como conductos para la exploración; el espejo también puede simbolizar la autorreflexión y el análisis de uno mismo. En la literatura, los momentos frente al espejo a menudo marcan puntos críticos en los que los personajes deben enfrentarse a sus propias verdades y engaños. Estos momentos pueden ser catalizadores para el cambio o para el reconocimiento de aspectos ocultos de su personalidad. En «Madame Bovary» de Gustave Flaubert, Emma Bovary usa el espejo para enfrentarse a su descontento con su vida.

El espejo también puede cuestionar la naturaleza de la realidad y la percepción. En la literatura, los espejos pueden distorsionar la realidad, presentando versiones alternativas de los eventos y personajes. Este recurso permite a los escritores jugar con la percepción del lector, creando historias que exploran el límite entre la realidad y la ilusión. En «El Aleph» de Borges, el espejo sirve como un elemento que desafía la percepción y la comprensión del infinito y lo absoluto. representar la verdad, la sabiduría o incluso la vanidad. en «Blancanieves» de los Hermanos Grimm, el espejo mágico es un símbolo de la verdad y la obsesión por la belleza. Desde ese ese espejo Siles hace una crítica mordaz, al menos es lo que creo ver en siguiente fragmento: «Algunos chimpancés de Nashville  / babean con el country, viendo / bambolearse las tetas de Dolly Parton, / aunque los simios más ebrios del Bronx prefieren otros alivios, / como el reguetón o el rap; /mientras, los gorilas de Rio de Janeiro se chiflan / y casi mueren por la samba en sus favelas de culto, / sin darles tiempo a deleitarse, mientras deliran, / esquivando la pequeña bala / de una bonita pistola azul, / disparada con toda la alevosía desde infierno / por la voz rota de Tom Waits.» (Siles: Los monos colocados y su infructuosa búsqueda de armonía, pág. 16).

El segundo acápite de este poemario, intitulado: «Manadero de místicos mántricos,» a ciertos personajes, hechos históricos y a algunas posturas filosóficas, como el caso de Martin Heidegger. Para saber hacia dónde nos lleva el poeta, veamos que nos dice el diccionario al respecto de la mística[4] se define como algo relacionado con la vida espiritual y contemplativa que busca la unión con la divinidad, o con el misticismo, una doctrina religiosa y filosófica que enfatiza la experiencia directa y personal de lo sagrado. Y lo mántrico[5] que deriva de "mantra", que en sánscrito significa "pensamiento" o "instrumento mental". En el contexto de las religiones hindú y budista, los mantras son sonidos o palabras sagradas que se recitan para diversos fines, como invocar a la divinidad o para la meditación.

En la búsqueda, el hallazgo del rastrojo, la contemplación, la verdad en cuyo sendero se encuentra la verdad; luego, en «El sosiego nocturno del limonero en su eterno retorno», el poeta le da vida con cierto halo de misticismo al árbol: «… en ese instante de incorpóreo silencio, / una flor de azahar despliega sus alas blancas, / emanando el aroma del fruto / mientras la piel del limón, que pierde su resplandor, / contempla el desmayo lento del azahar / sin reproches, sin gimoteos, / sin desasirse de su frágil nostalgia / en tanto la niebla sitia al limonero, / mitigando en su nocturna guardia / el fulgor de las profecías» … (Siles: El sosiego nocturno del limonero en su eterno retorno, pág. 38). La clave de este apartado del poemario se cifra en dos referencias esenciales: la que lo vincula a una tradición literaria y la que lo presenta como un espacio-producto elaborado artísticamente. En efecto, como más adelante indicará el poeta hablar de mística y mantra en poesía es hablar de los ojos que lo contemplan, de las lecturas que han configurado esa mirada y del gozo estético derivado de la conciencia.

Aunque a veces el mundo se deshace como la arena, pensando en Blake, lo cierto es, según Siles, «Aún quedan rosas originales y cosmopolitas en la vasta pradera del pensamiento», de lo cual tengo mis reservas, el poeta de manera osada nos dice: «… no hay murallas que limiten su horizonte, / ni cadenas que aprisionen su verdad, / en cada mirada, en cada susurro, en cada suspiro / Por fin late la libertad del ser al recapacitar.» En la siguiente estrofa del poema citado, el poeta adopta una postura de escepticismo como desvirtuando lo antes expresado. Veamos: «Pero en la sombra prosigue el acecho de un riesgo, / el adoctrinamiento enroscándose como una serpiente, / buscando sigilosa y tenaz el emponzoñado adocenamiento / del frágil sueño de la conciencia, / y sin sosiego ni cuidado alguno / acabar marchitando los pétalos más bellos y peculiares / de una rosa original y cosmopolita,» … Siles: Aún quedan rosas originales y cosmopolitas, pág. 40).

He aquí el centro neurálgico de la poesía de siles y en particular de este libro: la experiencia vital transfigurada que se hace visible en la palabra. Hay un ensimismamiento e intuyo que es el de la vigilia, del mantra que trasciende la identidad de la condición humana. Pareciera que Siles habla a solas entre la muchedumbre y hasta cierto punto derriba el mito para confraternizar con él, ecos de una cultura perdida, tal sus palabras. Es indiscutible el legado dejado por la antigüedad y la insoportable crudeza de la verdad. «Allá, donde no hay lecciones por impartir, / ni dioses que adorar, / ni pecados que confesar, / ni poemas que escribir, / ni conocimientos pendientes, / ni casas que ocupar, / ni dones que otorgar, / ni cuentas que confiscar» … (Siles: La insoportable crudeza de la Verdad, pág. 61).

Interesante resulta en esta segunda parte, el recurso de la referencialidad literaria con la cual se hacen referencia o alusión a otras obras, autores, eventos históricos, mitos, leyendas o incluso elementos culturales y sociales. Esta referencialidad puede manifestarse de diversas maneras, tales como citas, alusiones, parodias, y reescrituras. Estas referencias nos permiten enriquecer el texto, crear un diálogo intertextual, rendir homenaje, o incluso subvertir o criticar las obras originales. Lo podemos ver en poemas como: El Templo de la Verdad en Pattaya, héroes y dioses y dioses del Olimpo, Nefertiti, El dorado exilio del rey de Punicia, Dionisos, y la Oda al dasein pasional de Hanna Arendt Y Martin Heidegger. Todo este entramado sirve de sustento para construir el poema, invocando, retrotrayendo esos pasajes, personajes acontecimientos. Entre citas (epígrafes) y alusiones, Siles elabora su polifonía. Conviene agregar ejemplos clásicos de este recurso: «Don Quijote de la Mancha» de Miguel de Cervantes, «Ulyses de James Joyce», «Cien años de soledad» de Gabriel García Márquez, «La Odisea» de Homero.

Cierra esta segunda parte del libro con dos poemas interesantes: «Del Vacío de la Nada a la Nada del Vacío» y «Oda al dasein pasional de Hanna Arendt Y Martin Heidegger». El poeta, aunque se decanta por el amor de Martín y Hanna, no deja de palpitar en esa vertiente del existencialismo. Nos habla de la Nada y el dasein.[6] En su forma más auténtica de existir está enraizada en su contexto y a las relaciones con otros seres. Sólo se puede dimensionar esta obra de Siles si la contextualizamos desde este punto referencial. La comprensión del ser del dasein requiere una consideración de su temporalidad, es decir, de cómo su existencia se desarrolla a través del tiempo. El dasein experimenta su ser como un ser-en-el-tiempo, y esta experiencia temporal influye en su comprensión de sí mismo y de su mundo. Asociado a lo dicho está la Nada, pero la Nada no existe desde el punto de vista de la física. Este concepto es paradójico y desafiante, Sartre argumenta que la conciencia humana está caracterizada por la capacidad de negar y de crear la nada, lo que permite a los individuos trascender su existencia factual y ejercer su libertad. Atenidos a esto, el poeta nos dice: «Piensas en tu incapacidad para entender nada / de la Nada, / y te sientes muy cerca de todos los vacíos / sin norte. / Y, sin aviso previo, / caes sin red al abismo de los recuerdos[7] (Siles: Del Vacío de la Nada a la Nada del Vacío, pág. 62). Cierro esta parte con un fragmento revelador: «En la Selva Negra, Heidegger, treinta y cinco / años después de ser engendrado por un hombre / mucho más coherente y sencillo; / un casi humilde tonelero católico, / sacristán y devoto / de la piadosa y embriagante / sangre de cristo en barril; / le susurró cosas íntimas de Platón a una / Joven judía, casi niña, de Hannover, / una tal Hanna Arendt, quien, ávida de trascendencia / y despiadadamente sedienta de anhelo, / se dejó invadir por ese amor mágico y tabú / al que suelen aspirar los superdotados / ungidos por las quimeras del escándalo.» Siles: Oda al dasein pasional de Hanna Arendt Y Martin Heidegger, pág. 64). Y «en el final de su historia se enlazan como testigos mudos» …

          «Griegos, si aún recordarais algo de lo que fuisteis: ¡Saltad!» constituye la tercera parte del poemario. Vuelven los mantras danzando en su caligrafía. Emergen Homero y Heráclito en el imaginario del poeta, el confín de los primeros tiempos al presente; en la ebriedad onírica, las brumas y la evocación pericliana como para desentrañar los fantasmas de aquél: «Pericles aspiraba a desentrañar / a través de su propio fantasma, / en aquel lúgubre sueño, / su vida, enigmas de sombras, / y recordar lo más encantador de su torpe existencia, / pero su vida era tan sombría, / que el sueño se le fue de las manos / y sólo consiguió producir / una atroz serie de escenas donde, / lo funesto y fúnebre acaparaban / un escenario desolador / en irreversible descomposición.» (Siles: Onírica y fallida evocación pericliana, pág. 76).

          Cualquier acercamiento a ese poeta alicantino deberá basarse, aunque sea a manera de conjetura en una consideración de todos aquellos lugares desde donde parecen entramarse y disociarse las ramas de su pensamiento. Siles sintoniza con el pasado (la herencia griega en nuestra cultura occidental) y el presente literario, con todo lo que supone intercomunicabilidad; es decir, la evidencia de un profundo diálogo transtextual. Para ejemplificarlo tomemos el siguiente texto: «Recordar, es desentrañar la maraña, / donde las crudezas más bárbaras / cubren su violencia con ropajes de escalofrió sintético, / allá donde los espejismos son todo / porque no hay más entelequia / que resista el tacto del frío / y sucumba al brillo lacerante del hielo / como el reflejo de una / simple y fugaz cerilla desvaneciéndose en el frío / …una vida polar perdida.» (Siles: Donde el otoño me lleve, pág. 80). el poeta se torna un peregrino y construye su propia epopeya, la geografía que abre los caminos de la memoria, la historia incendiada de sepultureros, a veces los tugurios cobijando la vida, su mórbido espíritu.

          Desde la poesía nórdica antigua, Siles nos trae a las Valquirias[8] e instala su curioso proceso de meditación. «Recuerdo entre los pegajosos / sudores de aquella noche en vela: / un atardecer de color poniente / con el sol ya agotado / pero aún dorando / el líquido derramado en tu piel / mientras, enteramente enervada, / tus curvas / se alzaban convexas y majestuosas / como la Cleopatra de Elizabeth /con los pezones empinados / y la mirada guerrillera, / sin tregua ni cuartel, indomable y atigrada, / poseída por un único propósito: / la caza mayor del deleite más vandálico. / Así, mi dulce y algo rústica / Valquiria, adoradora de Odin, / te recuerdo sin sombra de melancolía: / despertando entre el paisanaje / el atavismo / más ardiente y mestizo / del deseo original.» (Siles: Valquiria despertando al húmedo poniente, pág. 91). Todo esto es curioso porque estamos hablando de mantra-movimiento, que a su vez se vuelve mantra y tiempo, en los que encontramos reflexión, recreación. En buena parte de poemas de Siles, encontramos una condensación muy simbólica e ideológica, el espejo, la identidad, la revelación. El lector advierte que dentro del poema se venerando una especie de «mise en abîme»[9] «En el sentido de la noche en Atenas», pág. 96, en el proceso de creación ocupan lugar importante los sueños y fantasmas también, fundamentan lo fundamentan el lenguaje y los lugares enunciados: «La noche, casi resignada, se deja / caer sobre un triclinio en la cima / de una acrópolis cercada / por violentos espartanos / y moribundos apestados. / La noche, tras mucho meditar / no halla respuesta a tanta penumbra. / Aunque ha sido abandonada por un sol / lento y empachado de luz, / harto de estar siempre atento / para cumplir con su más universal / oficio de astro: brillar sin tregua, / parir gigantescos destellos / para que resplandezca el alba ateniense / cuajando de ecos cotidianos / emitidos por aves, gatos, perros y sofistas / en las calles, templos y plazas de la humillada polis» …

          «Sinfonía de hachas y hogueras: versos de alumbrados ajusticiados» corresponde al título de la cuarta parte del presente poemario. Empecemos por dilucidar el concepto de «sinfonía» en contexto de los poemas. Podemos decir que implica la idea de una combinación orquestada de elementos diversos que, aunque pueden parecer caóticos o dispares, forman un todo cohesivo y significativo. Las hachas son herramientas asociadas con la destrucción y la transformación. En la poesía, pueden simbolizar la ruptura de viejas estructuras, la lucha contra obstáculos o la necesidad de cambio. La imagen de las hachas puede sugerir violencia, esfuerzo y resistencia, pero también puede implicar la posibilidad de renovación y construcción a través de la destrucción. A su vez, Las hogueras son fuentes de luz y calor, y en poesía suelen simbolizar purificación, pasión y destrucción. Las hogueras pueden representar la quema de viejas ideas, la lucha ferviente por la verdad y la justicia, o el proceso de transformación a través del fuego. Además, las hogueras evocan un sentido de comunidad y ritual, donde la gente se reúne en torno al fuego para compartir historias y experiencias.

          Con el panorama anterior, en el poema intitulado: «Ideas para rediles ideales», pág. 105, el poeta nos sumerge en una intensa y dramática destrucción, es la metáfora que da lugar a una realidad de confrontación y transformación, el desuso, las masas que convergen y, a menudo se encapsulan. «Ideas / Superficiales / donde todo es corteza / cáscara envolviendo realidades paralelas / donde no existe nada más allá del simulacro, / Ellos precisan de una seguridad quimérica / cubriendo sus pieles con capas de limo adoctrinantes / donde todo se despeja apelando a la santa apariencia / y a un miedo colectivo a la verdad / acabando, finalmente, inmersos en masas adictas / de las ideas sublimes, casi eternas / ideas de cartón / aparentes / Ideas para rediles ideales / con la afectación de los fluctuantes.» Si se quiere, hay una realidad delirante en todo esto. Siles nos pone el tapete sobre la mesa: «Redimir todo lo pasado en el hombre y transformarlo» como diría Nietzsche.[10] «El prometeico y prometedor vínculo del ser humano con el conocimiento se presenta, histórico o intrínseco, casi tautológico, evidente, y así lo han puesto de manifiesto numerosos poetas y filósofos desde la antigüedad.»

          En «Oda a los profetas de la corrección» y «Oda a los pescuezos más rebeldes de Castilla», Siles nos deja saber lo siguiente: crítica contra aquellos profetas que carecen de valores y mantras negativos. Las palabras tienen un poder inmenso, y los mantras, sean positivos o negativos, pueden influir profundamente en nuestras vidas. Un mantra es una frase o conjunto de palabras que se repite para influir en la mente humana. La palabra en seudo profetas, distante en mi opinión de Fuente Sagrada[11] se puede abordar desde varios ámbitos y períodos históricos, pueden derivar en impactos emocionales fuertes con consecuencias psicológicas e incluso físicas. Ante la destrucción que ocasionan el poeta a través de su palabra desvela y desanda, el camino, no como recta final sino como sentimiento de verdad y vida. En la primera oda, «Oda a los profetas de la corrección», pág. 107, nos remite a nosotros mismos como fuente doctrinal: «Desde el Atlas encadenado hasta la Fuente Sagrada, / tus ideas desafían las sombras de una vulgaridad / poblada de expresiones tan mezquinas como advenedizas, / casi complacientes con toda suerte de cadenas / que atando corto el alma de las palabras / transforman cada frase en un acechante polvorín, / siempre a punto de estallar» …

          «Oda a los pescuezos más rebeldes de Castilla» constituye una reflexión profunda sobre la vida, una crítica hacia el espíritu negro de nuestro mundo, donde los líderes del bien hacer han desaparecido para adentrarnos en el poder del mal en calidad de víctimas; y aquí la desigualdad social, política, cultural, económica… Siles, no vuelve la espalda a la realidad del quehacer poético. Transita las calles de la historia, se asoma a la trivializada e insoportable realidad «real» con la que fraterniza. Frente a este mundo de adoctrinamientos seculares, intenta llevar a su habitar una posible armonía con su entorno cultural, Intenta, y lo consigue, con este poemario. En este orden de ideas se alza su voz: «En el rugido del cosmos, entre estrellas destinadas / al abismo, resuena el eco de los siglos murmurando / desde el espíritu negro del universo, donde las almas condenadas, / cumplen un eterno suplicio, la más grande tortura. // En la mañana de un día de abril cualquiera / fluyendo la hecatombe de los comuneros en la carnicería del tiempo, / donde la luz de la verdad vuela a lomos del viento / alcanzando Villalar, justo, para rendir la bandera, / se erige el cadalso para cortar las cabezas del movimiento / comunal: Juan de Padilla, Juan Bravo, Francisco Maldonado.» (Pág. 108).

Esta cuarta parte tiene varias claves para la reflexión, desde la Utopía de Tomas Moro, Sir Walter Raleigh, El Dorado, Proust y podría seguir la lista, algunos personajes más que como profetas demonios, explotadores y asesinos. En este punto me quedo con: «La decapitación sin aspavientos ni descontrol del autor de la Utopía».[12] (Pág. 110). «En tiempos turbulentos, entre copas frondosas de árboles, / y profundas raíces que alcanzan los entresijos de la ti erra / brilla el inverosímil recato de un condenado muerte, /  Thomas Moro, tras escribir su Utopía / bien ajustadas sus muñecas y cabeza / al cepo donde en lo alto de la Torre de Londres inmovilizan, / a todos los que, aun a riesgo de sus vidas, /  insisten tercamente en mantener el decoro / negándose a tragar sapos y culebras, / comulgar con ruedas de molino, / o cubrir su arte de indolencias y desidias inmerecidas.»

En esta cuarta parte, casi al final, Siles nos recuerda que los sueños demasiado fugaces no suelen ser reales y que los seres humanos, elevados a pro-hombres no lo son del todo, llevan mantras oscuros. Como parte de esa historia de la América conquistada, vilipendiada y saqueada a la que perteneció Darío, está la muerte de Almagro[13] «irrumpe la muerte en la intimidad obscena / de la celda, sin apenas un reproche/ del condenado que, orgulloso, anhelaba su decapitación / en ceremonia pública y frente a su enemigo, / su paisano más amado: Pizarro.» En otra estrofa el poeta se refiere la doble muerte de este personaje. «Diego Almagro, sin embargo, / Sí fue ajusticiado después de estrangulado / en el cadalso instalado en la Plaza Mayor, / y atado e inerme despojado de hálito / ante Pizarro, el destino se cumple, / decapitando a un cuerpo / que, aunque dicen es Diego de Almagro, / apenas representa poco más que un fardo» … Siles: La doble ejecución en Cuzco de Diego de Almagro, pág. 117). La base histórica de este poemario es importante por cuanto destaca en su línea poética el nivel de conciencia del poeta, desvela el descrédito de muchos personajes de nuestra historia pasada y presente, revela excepcionalmente, personas y hechos históricos, desnombra las incidencias, búsqueda en todo caso, existencial u ontológica a la manera heideggeriana. La la hoguera y a la decapitación siguen hoy en día, actualizadas esas prácticas de tortura para aniquilar al adversario y la disidencia y a menudo eufemísticamente, la compasiva innovación para ajusticiar las brujas del siglo XXI.

«Tomando ron bajo las estrellas en la popa del líricus», es título de la última parte de este poemario. La poesía, con su capacidad de capturar la esencia de los sentimientos y emociones, ha sido un testigo constante de los hechos históricos. Desde las épicas antiguas hasta nuestros días, los poetas han utilizado la palabra para narrar y reflexionar sobre los acontecimientos que han marcado a la humanidad. A través de ésta, los hechos históricos se transforman en relatos vívidos que trascienden el tiempo y el espacio. La poesía puede verse como denuncia social y política: Muchos poetas han utilizado su arte para denunciar injusticias y provocar cambios sociales. La poesía de Pablo Neruda, por ejemplo, es rica en contenido político y social. En su obra «Canto General», Neruda relata la historia de América Latina, desde la colonización hasta los movimientos de independencia, utilizando su voz poética para dar vida a los hechos históricos y alentar la lucha por la justicia. Debemos acotar que la poesía está vinculada a la memoria histórica; la poesía también juega un papel crucial en su preservación. A través del poema, el poeta puede mantener vivos los recuerdos de eventos significativos, asegurando que no sean olvidados. La obra de poetas como Anna Akhmatova, que escribió sobre los horrores de Stalin y la persecución en la Unión Soviética, es un testimonio de cómo la poesía puede ser un acto de resistencia y memoria. Siles no es ajeno a ello y en particular en esta obra.

Si bien los hechos pueden no ser políticos, aunque lo son, no escapan de lo social. Tomemos, por ejemplo, el poema: «Recuerdos de la pantera urbana y cosmopolita que recitaba ‘La tripulación del Liricus´ en el café cantante del muelle 23». Seguramente este texto deviene de La leyenda del Liricus[14]  que se remonta a los tiempos en que los mares eran vastos y misteriosos, llenos de peligros y tesoros ocultos. Este majestuoso barco surcaba los océanos con una tripulación valiente y diversa, cada miembro aportando habilidades únicas que eran esenciales para la supervivencia y el éxito de sus viajes. De este poema, destaco dos estrofas:

«La pantera urbana y cosmopolita jamás llegó / a comer magdalenas con las adolescentes / adoctrinadas por Marcel, / no lo precisaba, dado que declamaba / con su voz grave y firme de contralto, / más propia de una cantante de ópera, / ciertamente algo áspera…portuaria, / que de una vedette de café cantante, / los versos del poemario que un viejo / tripulante del Líricus le regalara / cuando apenas era una niña.» La otra dice: «Fue bendecida en la pila escrupulosamente pura / donde se alivia el pecado de hermosura / y recitaba con la firmeza / de la que endereza sobre la marcha / el rumbo de la entonación / del poemario “Los tripulantes del Líricus” / intuyendo que la dotación / al completo de aquel navío / hundido hacía décadas en el Cabo de Hornos, / especialmente, los más viejos y beodos, / la escuchaban con la atención / exclusiva de aquellas almas malditas, / espíritus de náufragos deslizándose fantasmagóricamente / por el escenario del Café Cantante del puerto 23, / ahogados justo donde copulan el Pacífico y el Atlántico.» (Siles, pág.132).

No obstante, el desconcierto y la perplejidad de cara a la realidad vivida o evocada, Roland Barthes nos advertía que la multiplicación de las escrituras es un hecho moderno que obliga al escritor a elegir, que hace de la forma (y contenido) una conducta y provoca una ética de la escritura […] No hay literatura sin una moral del lenguaje. La poética de Siles bucea en diferentes hechos históricos para ampliar el conocimiento, mismas que rebasan sistemáticamente la anécdota, igual que superan, como hemos repetido, el carácter metapoético ocasional. Concluyo con unas palabras de María Zambrano: la cuestión ética en lo que respecta a la poesía moderna no solo se resuelve, sino que nace, a partir de la entrega total, del compromiso del poeta con las palabras y con la búsqueda de una realidad superior, será la búsqueda de la «verdad». Mientras tanto el dolor sigue ahí de bruces frente a Satanás en medio del hipo de los monos que describe el poeta con su grandilocuencia de bárbaros. De hecho, son: «Identidades fugitivas y depredadoras / persiguiendo con esmerada avidez / todo lo que no son / y escapando de sí mismas / …para llegar a ser / asumiendo la intensidad del hierro al rojo vivo / que estampa la marca de unas ideas / adquiridas en las últimas rebajas / de los grandes almacenes / de identidades.»

 

 

André Cruchaga,

Barataria, El Salvador, 08.05.2025.

 



[1] Siles, José. Espejo de monos alumbrados. EDICIONES VITRUVIO, Colección Baños del Carmen,

nº 1039. 1ª. Edición 2025.

[2] La cita corresponde al ensayo: Proyecciones del paisaje interior simbolista en tres poetas de vanguardia: Vallejo, Borges, Neruda. Pág. 16

[3] Terence Kemp McKenna (16 de noviembre de 1946 - 3 de abril de 2000) fue un etnobotánico y místico estadounidense que abogó por el uso responsable de las plantas psicodélicas naturales.

[4] https://dle.rae.es/m%C3%ADstico, la definición para efecto de este trabajo se ha extrapolado lo que consigna la RAE.

[6] Es el término que utiliza Heidegger para referirse a la existencia humana en su forma más auténtica. A diferencia de otros seres, el dasein tiene la capacidad de reflexionar sobre su propia existencia y cuestionar su ser. Esta capacidad de auto-reflexión y auto-cuestionamiento es lo que distingue al dasein de otros entes y lo convierte en el foco de la ontología heideggeriana.

[7] El subrayado es mío y se utilizado para destacar la paradoja del vavío y la Nada.

[8] Las valquirias o valkirias (del nórdico antiguo: valkyrja, 'selectoras de caídos en el combate') son dísir, entidades femeninas menores que servían a Odín bajo el mando de Freyja, en la mitología nórdica. Su propósito era elegir a los más heroicos de aquellos caídos en batalla y llevarlos al Valhalla donde se convertían en einherjar. Esto era necesario, ya que Odín precisaba guerreros para que luchasen a su lado en la batalla del fin del mundo, el Ragnarök.

[9] mise en abîme, expresión acuñada por André Gide. Y se refiere a: La puesta en abismo y la interpretación La puesta en abismo añade una dimensión de complejidad a la obra, invitando al espectador o lector a reflexionar sobre los niveles de realidad y representación. También se puede utilizar para comentar la obra en sí o para criticar las convenciones artísticas.

Este dispositivo es particularmente popular en las obras posmodernas, donde se utiliza para deconstruir las ideas tradicionales de autoría y verdad.

[10] Friedrich Nietzsche, lo expresó de esta manera: Como poeta, descifrador de enigmas y redentor del azar, les enseñé a trabajar en el porvenir y redimir creando todo lo que fue. Redimir todo lo pasado en el hombre y transformar creando todo «Así fue», hasta que la voluntad proclamara:

[11] En el ámbito religioso, «fuente sangrada»se relaciona con el sacrificio de figuras sagradas, como en el cristianismo, donde se hace referencia a la sangre de Cristo como fuente de redención y salvación. La sangre derramada por Jesús durante su crucifixión se considera una "fuente sangrada" de vida eterna y perdón para aquellos que creen en él. expresión «fuente sangrada» se remonta a las antiguas civilizaciones, donde la sangre ha sido siempre un símbolo de vida y muerte. En las culturas mesoamericanas, por ejemplo, los sacrificios humanos eran practicados para apaciguar a los dioses y asegurar la fertilidad y la prosperidad de la comunidad. La sangre derramada en estos rituales se consideraba sagrada y vital para el equilibrio del universo. La poesía ha explorado la "fuente sangrada" para expresar dolor, pasión y sacrificio. Poetas de distintas épocas han recurrido a esta imagen para transmitir la intensidad de sus sentimientos y la lucha interna del ser humano.

 

 

 

[12] Tomás Moro, dejó un gran legado. canonizado como santo por la Iglesia Católica en 1935. Su vida y obra han sido honradas y celebradas como ejemplo de integridad moral y defensa de los principios religiosos. La influencia de Moro en el pensamiento político y filosófico moderno es incuestionable. Utopía sigue siendo una obra de referencia en estudios sobre teoría política, justicia social y organización comunitaria. Su vida y sacrificio han inspirado a generaciones de pensadores, escritores y activistas que buscan un mundo más justo y equitativo.  sigue siendo un faro de inspiración para quienes buscan construir un mundo mejor basado en los principios de equidad y paz.

 

[13] Uno de los capítulos más destacados de la vida de Almagro fue su alianza con Francisco Pizarro. Juntos emprendieron la audaz expedición que culminó en la conquista del Imperio Inca. A pesar de las dificultades y los conflictos internos, los dos conquistadores lograron subyugar a los Incas y establecer el dominio español en la región. Sin embargo, esta asociación también estuvo marcada por la rivalidad y las disputas sobre la distribución de las riquezas y territorios conquistados. La relación entre Almagro y Pizarro se deterioró rápidamente tras la conquista del Imperio Inca. Las disputas sobre la división de los territorios y el poder llevaron a una guerra civil entre los conquistadores. Almagro fue capturado tras la batalla de Las Salinas en 1538 y fue ejecutado poco después. Su muerte marcó el fin de una era de exploración y conquista, dejando tras de sí un legado complejo y controvertido.

 

 

[14] el alma artística del Liricus residía en Sofía "La Musa" López, quien llenaba el barco con música, poesía y relatos de tierras lejanas. Sofía tenía un talento natural para el entretenimiento y su presencia ayudaba a mantener alto el ánimo de la tripulación durante los largos días en el mar. Sus canciones y cuentos se convirtieron en parte de la tradición del Liricus, recordando a todos que, aunque la vida en el océano era dura, también podía ser inspiradora y hermosa. El Liricus no solo era un barco, sino una comunidad de individuos excepcionales, cada uno de ellos fundamental para la gloria y la supervivencia en las vastas y misteriosas aguas del océano. Juntos, enfrentaban desafíos, descubrían nuevos horizontes y forjaban leyendas que perdurarían en la memoria de todos los que escucharan hablar del magnífico Liricus y su valiente tripulación.

 


sábado, 19 de abril de 2025

UN MUNDO DE ASEDIOS Y DESPOJOS EN LA OBRA JORGE CANALES

 



UN MUNDO DE ASEDIOS Y DESPOJOS

EN LA OBRA JORGE CANALES

 

 

 

nos observan de reojo,
nos acusan de irrealistas delirantes

MARTHA KORNBLITH

 

 

En El Salvador, supongo que también en otras partes del planeta, a menudo se les da poco valor a los logros de una persona, de ahí la sentencia de Jesús, que el poeta Canales la retoma y la hace suya… «nadie es profeta en su propia tierra» en Lucas 4:24 y Mateo 13:57. Jesús, reitero, utilizó esta expresión para referirse a la dificultad de ser aceptado en el propio lugar de origen. Dicho lo anterior como referencia: «Nadie es Poeta en su Tierra» de Jorge Canales Ed. Universitaria, El Salvador, 2021) quiero comenzar este periplo, recordando dos versos de Frank Kermode: «No se espera de los críticos, como se espera de los poetas/ que nos ayuden a hallar el sentido de nuestra vida.» Donde las contradicciones históricas nos permitan encontrar un punto de inflexión entre memoria y tiempo, redivivo. El poeta adopta conscientemente su propia expresividad iluminativa y la trasciende a través de su instrumento de trabajo: la palabra. Sabemos que el proceso de creación es complejo en sí mismo, en un país con perennes convulsiones pero que está ahí en las convicciones espirituales del poeta. Y lo es más cuando desde la brevedad hay que hacer visible al lector, la acción y el suceso que se narra. Sin duda es un proceso intrincado de creación, a este respecto. David Lagmanovich, dice: «cinco factores que condicionan tanto el proceso de creación como el resultado textual: el autor siente un impulso, una urgencia que responde a la necesidad de contar algo utilizando un modelo de narración caracterizado por la concisión y la autonomía. Y añade que la razón última y la finalidad fundamental en este proceso es la alegría de la creación, es decir, un autor escribe microrrelatos porque procura experimentar y transmitir con la mayor intensidad posible el placer que proporciona la literatura” (“El microrrelato hispánico…» 88-91). En la brevedad, el mundo ficcional es sumamente complejo. Pero ello, siempre nos permite el asombro y, consecuentemente, la reflexión. Hablamos de un texto, estrictamente referencial, siguiendo la línea de Van Dick y Chico Rico. Por lo mismo se requiere de un lector competente, un destinatario que tenga la capacidad de armar su propio correlato. El discurso poético-narrativo así lo demanda.

La narrativa breve, llámesele microrrelato o microcuento, minicuento, minificción, requiere de tanta pericia, como la necesaria en las obras extensas. Al igual que Guillermo Siles, prefiero el concepto por el que él opta: microrrelato, debido a su aparente neutralidad y generalidad para abarcar esta enorme variedad de formas discursivas. La tradición literaria de este género en particular, me atrevo a decir, que es sumamente reciente en descubrirse, no así en cultivarse. (Dolores Koch, 1981). De ello da cuenta cuando aborda a tres escritores hispanoamericanos (Torri, Arreola y Monterroso). (Dolores Koch, “El micro-relato en México: Julio Torri, Juan José Arreola, Augusto Monterroso y Avilés Fabila”, Hispamérica, 30 (1981).

Asintiendo que no es un género canónico, los gérmenes de este lo encontramos en la robustez del modernismo, con Darío (1988, Azul). El poema en prosa conviene decirlo, para teóricos y críticos contemporáneos, no es otra cosa que una obra narrativa en pequeño y como tal, tiene sus características definitorias y ficcionales. Podemos afirmar que los referentes remotos con los cuales nos encontramos en los microrrelatos de Jorge Canales, son los poetas del modernismo hispanoamericano. Claro que aquí caben Lugones y Velarde, Gutiérrez Nájera y Martí, sólo para mencionar a los más representativos. Recordemos que el modernismo fue el que refundó y consolidó estas nuevas formas expresivas, que luego abanderó la vanguardia y la posmodernidad.

El microrrelato de Jorge Canales, obedece a la estética de la pos-vanguardia, escritura que, a su vez, deviene del universo del simbolismo: la misma, es un laboratorio de expresión con incursiones arriesgadas y fecundas en nuevos territorios, tal la apreciación de Selena Millares (Del simbolismo al surrealismo: las prosas de las vanguardias hispánicas, Madrid, 2013.) Es digno reconocer que el microrrelato, fue el semillero del boom latino americano. Más allá, sin duda, de cualquier aspiración estética y estilística, vemos en el libro, no la mera obsesión por el lenguaje, ni siquiera la experimentación radical, sino la comunicación y la comunión con los demás. Es en realidad, una poesía narrativa que busca un interlocutor más que una torre de marfil que abrigara al poeta del resto del mundo. Me parece que su objetivo esencial es reflejar el estado de cosas de la realidad, sin soslayar sus sentimientos y emociones.

Los versos y relatos de Jorge Canales, nos muestran su poder de síntesis, e incluso el poder de la fantasía, de otro lado, la película es diferente porque su contenido tiene tácitas implicaciones sociales y políticas, como es el caso de la «Condena»: «El poeta fue condenado por maldecir la palabra. Lo exiliaron al infierno de la palabra.» Ahí, es el lector el que tiene que hacer sus propias inferencias a partir de cuatro palabras Clave, como son: condenado, exilio, infierno y palabra. Cada palabra, entonces, nos da la posibilidad de múltiples interpretaciones. Además, es pertinente señalar que, en este caso, la escritura de Jorge Canales se libera de las ataduras tradicionales del verso y la narrativa tradicional; con ello nos da una visión diferente de la creación literaria, es decir, una manera diferente de ver la realidad. Su originalidad lo sitúa fuera de los límites, al margen de escuelas y canon. «Lo que nos encontramos en (Canales), no es una representación de la realidad sino una ficción como la realidad creada por Baudelaire en sus poemas, y las cuales se convierten en una realidad dentro del poema.»

La palabra por naturaleza es demoledora y arma crítica para desatontar este mundo de perversión y alienaciones. Estos poemas y estos microrrelatos, algo así como fusión de fronteras, (poetizar la narración y viceversa), rompe con los límites genéricos, tal como lo hicieron en su momento, poetas como Jaime Sabines, Juan Gelman, Roque Dalton, Nicanor Parra, Ernesto Cardenal, Roberto Fernández Retamar. En este contexto, Jorge Canales recurre reiteradamente al tema de la locura, y «puede (como dice Abraham Andreu Gómez, en El genio creativo: radiografía de poetas a través de la locura), que el «genio» sea un «estado de enfermedad mental», como dijo Poe o que la locura sea «lo más sublime de la inteligencia». Puede que los poetas se parezcan a ese albatros de Baudelaire al que «sus alas de gigante le impiden volar». O puede que el único impedimento sea que el poeta, a veces, coquetea con la locura. «La locura y el gran ingenio son casi aliados / y tenue es la frontera que marca sus condados», escribía John Dryden tras la restauración inglesa. Un pareado que aplaude Michael Drayton al escribir esto sobre Kit Marlowe: «Pues conservaba esa sutil demencia / Que es de un poeta idónea pertenencia».

Parafraseando a Flannery O’Connor puedo afirmar que El principio del conocimiento humano se da a través de los sentidos, y el escritor empieza donde empieza la percepción humana. El escritor atrae por medio de los sentidos, y no se puede atraer a los sentidos con abstraccionesPara la mayoría de la gente es mucho más fácil expresar una idea abstracta que describir un objeto que está viendo realmente. Pero el mundo nuestro está lleno de materia, lo tangible, que es lo que los escritores que empiezan están poco dispuestos a tratar. Están interesados principalmente en las ideas abstractas (…) en lugar de todos esos detalles concretos de la vida que hacen real el misterio de nuestra situación en la tierra («Naturaleza y finalidad de la narrativa», en El negro artificial y otros escritos, Madrid, Ediciones Encuentro, 2000, p. 285.) Jorge Canales, diestro en estos menesteres lo sabe. Su acuciosidad lo lleva a abordar los grandes temas sociales que aquejan al ser humano: la inequidad social, económica, cultural, por ejemplo, con un lenguaje absoluto, lindando a veces en lo mejor de la greguería de Gómez de la Serna, o Luis Buñuel. Su lenguaje onírico nos muestra la crueldad y una intensa carga anticlerical, Véanse poemas como «La calle Arce» y «La Loca». Su ímpetu creador le permite explorar situaciones nuevas y ello le atribuye un alto grado de originalidad. Como el caso de André Gide, Canales permanece fiel a los auténticos impulsos de su experiencia creadora.

Tanto sus poemas como sus microrrelatos poseen rasgos sobresalientes, tal la marcada atención al detalle, al matiz, siempre significativos y reveladores. Bastará leer unos cuantos textos (para el caso, «El loco II» y «Cosas del hambre»), de Jorge Canales, para repensar la importancia del detalle en la narración o el poema. De esta forma, con gran precisión narrativa y sin prisa, construye las situaciones, los personajes y su concreto y particular entorno.

Existe un narrador en tercera persona que observa y le da vida al curso de los acontecimientos, ensimismado en dejar constancia de realidades habituales del ser humano en el contexto social. Tomemos para el caso, el microrrelato «EL LOCO», que literalmente dice: «En el Parque Colón, el loco arrastra latas, desprecios y muecas. Entre espectros de voces desova respuestas cíclicas, hastío de infatigables relojes y telarañas rotas. Cuerdo, perdió la luz de las manos; loco, encontró los pies para andar los laberintos de sus fantasmas.» Modo que combinado con un ocasional uso del singulativo o iterativo siempre en un periodo sumamente limitado de la narración, permite que los personajes asuman momentáneamente proporciones exageradas o aspectos inusuales.

En el caso de «Nadie es Poeta en su Tierra», el autor nos plantea la vida y todos los espejos doloridos del tiempo, la realidad humana y sus entramados sociales, y no el mero concepto de vida, que nos ubicaría en un plano etéreo. Tiene, además, este libro, la virtud de registrar todos aquellos textos que han sido ganadores en certámenes literarios en España. Su calidad es innegable y, por supuesto, irrefutable.

Jorge Canales, maestro en estos menesteres, aborda con prodigiosa versatilidad los diferentes temas de la vida en sociedad, lo trágico y lo onírico, tanto desde el plano de la poesía como en este género del microrrelato. Cada poema o prosa tiene como referente una realidad que muchas veces pasa desapercibida por el ojo común. El poeta juega con las palabras y les da vida, las remite a un mundo luminoso, las habita con su sangre. Técnicamente, maneja con maestría tanto la «autodiégesis» e incluso la «metadiégesis» como la omnisciencia (en ocasiones selectiva, siempre invisible, que le permite penetrar y profundizar en una variedad de personajes); es además muy hábil combinando «diégesis» y «mimesis», con el fin de esconder o remarcar puntos de vista, esclarecer momentos o significados, graduar la información, mantener el suspenso o el misterio, e impedir que el lector se acomode en una sola posibilidad, en un tiempo preciso o en un espacio o situación predeterminada. Su dominio de los recursos narrativos le posibilita crear estructuras novedosas, donde nada es previsible (siempre hay giros imprevistos y profundidades sorprendentes, tal el microrrelato «El Poeta»). En este sentido, me recuerda «Continuidad de los parques», de Julio Cortázar. Es como si voláramos en un espacio desamparado y, luego, en algún punto, otra vez el desamparo, como en el «Viaje redondo», de Arqueles Vela, o incluso, algunos textos de José Emilio Pacheco, de Juan Emar, Vallejo, Felisberto Hernández.

Otro de los microrrelatos geniales de este libro y que apoya mi tesis anterior es: «ALMAS EN PENA», el cual dice textualmente: «Una niña exiliada de las vísceras de una marginal era ala de su madre Mercedes Locura.  Juntas volaban con sus ojos endemoniados. La calle, como siempre, se burlaba de sus cabelleras atormentadas por la intemperie. La niña llevaba en su laberinto una mueca con vestido de roturas y remiendos. Maldecía la eternidad del desprecio. Maldecía la miseria atrapada entre el fastidio y el cemento de la calle congelada.»Como vemos, en este minicuento, la brevedad sin embargo encadena perfectamente las imágenes de personajes y desarrollo de la acción condensada, con un lenguaje, además, preciso. Surge —según los estudiosos de este género— de la adaptación de los medios expresivos de otros géneros, a través del tamiz de la estética posmoderna; por tanto, parodia, ironía y fragmentación son rasgos notables en ella. Y agregaría, tal lo dicho por don Juan de Mairena, «la prosa no debe escribirse demasiado en serio. Cuando ella se olvida del humor —bueno o malo—, se da en el ridículo de una oratoria extemporánea.»(Citado por Selena Millares).

Como es menester, un poeta comprometido con su oficio, piensa en el tema de la muerte, (no como herencia quevediana, ni como mero enigma, sino como fenómeno que deviene de los problemas estructurales de nuestro país), tal el caso de Jorge Canales. Los textos poéticos, aquí, funcionan como el intermezzo de la obra en conjunto. Y es justamente un poema, «El loco», como una especie de manifiesto, el que nos adentra en el libro: «El que siembra pájaros en sus amaneceres sin puertas/ y dibuja fantasmas en la risa.» Canales concibe la escritura como un acto de libertad, “sin puertas”. El yo lírico, aquí, está circunscrito a las circunstancias, el que cuenta «cuenta charcos de sangre en la calle». Canales, describe la existencia y, al hacerlo, lo hace con absoluta convicción y profundidad. Es la objetivación del mundo, esa realidad que nos devuelve al mundo real. Esas fotografías residuales de la vida.

Por otra parte, en la escritura de Jorge Canales está presente la historia del país. Su narrativa poética, de cara con la realidad, se reviste entonces de un tono trágico, desmitificador.  Canales asocia el contexto político social con la oscuridad y la tristeza que suscitan las tumbas y sus muertos. Siendo, a mi juicio, otra forma de tiranía, tan cruel como los lamentos del abandono, o la sangre que abriga las calles.

«La anciana», es un poema conmovedor y demoledor. Es la ciudad y el sufrimiento de su gente. La niebla y su mar terroso, la fotografía rota, arrancada de la conciencia. Pero las calles de San Salvador son así, una lágrima perennemente hundida en la conciencia, una hechicería de desvanes zurcidos por la inclemencia, por la indiferencia, el menosprecio, restos delirantes de la historia. La deixis personal, local y temporal nos sitúa de inmediato en una elocución polifónica y por lo mismo, también testimonial.

Uno regresa del mercado («Rituales del pan») es otro microrrelato insobornable. Leer este poema-relato, nos hace pensar en la historia salvadoreña; inmediatamente nos remite a la construcción de una tradición patriótica: la dignidad o el hambre, desarmado, sólo con los sueños. Resulta interesante, constatar cómo se configura la fraternidad que autoriza al «yo» a decir «nosotros», a hablar apropiándose de la voz del colectivo, es decir del pueblo. «La poesía llama a la fraternidad y da sentido al cúmulo de acontecimientos que se suceden».

Otro de sus poemas, reflejo hostil de nuestra patria, es «La vida es una flecha», la cópula no es por la vertiginosidad, la metonimia nos ayuda a entender aquí el objeto con la materia, lo insólito del mundo en sólo ese objeto: «A las doce de la noche. / Con sus guadañas de odio/ Las jaurías de la muerte/ Cercenaban las puertas/ Las abrían al terror. / En el llanto de la sangre/ Las súplicas, impotentes, se ahogaban.» Estos versos como vemos nos remontan a un momento de nuestra historia. Aún la siento en la piel. Aun esos hechos zarandean mi conciencia. Con todo, lo grandioso de la existencia, son los sueños, acotaba Neruda.

Seguidamente el poeta consistente con su imaginario poético nos declara: «Miradas de silencio y miedo/ Bajo luciérnagas muertas/ Cicatrizaban cruces negras/ En la memoria de las paredes/ De esos cuartuchos de adobe y esperanzas.» En efecto, su libro Antológico, tanto como otros trabajos suyos —poseen, a pesar de sus diferentes entonaciones, una misma coherencia interna que pone de manifiesto lo que esa poesía tiene de inevitable suspicacia, su movimiento en un sentido unívoco, lo que posee de destino necesariamente con resonancias cósmicas.

 La obra de Jorge canales, (prosa y verso), como vemos en este libro, y en otros de su autoría, es esencialmente dolorosa y a la vez de sanación: sus profundas certidumbres lo alejan de cualquier escepticismo. La política y lo político, alcanzan en el poeta, la raíz esencial de su infinito. Muchos de sus personajes se mueven entre los laberintos de la chatarra y remolinos de un bosque de abandonos.

«Nadie es Poeta en su Tierra» es un libro indispensable en la literatura salvadoreña. A través de él contemplamos (no con parsimonia) y no desde afuera, las explosiones múltiples que diseminan el sentido por todas las grietas y fisuras de la realidad nuestra; nos interpela permanentemente para hacernos entrar en ese mundo grotesco y pervertido; nos sacude interiormente abriendo un abismo donde incluso la propia convicción se ve amenazada porque sabemos de lo que el poeta habla. Porque es posible la memoria aun con tanta desesperanza, porque de una u otra manera los recuerdos y pensamientos se agolpan, porque le dan contenido al corazón, porque aquí no hay vaguedades sino sentidas reflexiones.

Lo interesante de esta obra de Jorge Canales es la realidad punzante que nos muestra, poeta testigo de los vacíos y de este mundo que se ha vuelto despiadado y que suscita angustias estrafalarias como una casa deshabitada o un traje hueco. El hedor de lo inhóspito dispara tumbas asfixiantes, nos salpican las imágenes horribles que bracean en el agua: el dolor, la ruina, la vida y su nublada agonía. En «El niño, la mariposa y el grillo», no dice: «Bajo la mesa del barrio marginal juega un niño con una mariposa y un grillo. Su madre le canta mientras embolsa miserias de cocaína. Su padre llega borracho, la insulta y golpea. El niño, entre lágrimas y sollozos, libera la mariposa y decapita al grillo».

Tenemos, pues, en este libro del poeta Jorge Canales, motivos suficientes para repensar la realidad y la escritura: Una literatura que no se vincula al ser humano carece de construcción de memoria. Leo y veo al poeta con esas grietas doloridas, extendiéndose en su mirada. Entonces, todo se hace transitable, aun el pájaro que se duele sobre una estatua. Celebro con absoluta complacencia, la mirada creadora del poeta Jorge Canales, su pensamiento vanguardista, su búsqueda de la libertad, a través de la escritura. Su fuente de conocimiento será siempre la realidad histórica y moral de este país, tal como lo señala Enrico Mario Santi. (El laberinto de la soledad, Octavio Paz.) En su creación literaria encontramos esa necesidad de romper con las monotonías del yo poético, para instalarse con su alma vibrante en el narrador testigo que desata las aguas esenciales de los agujeros históricos. El gozo de leer a Jorge Canales es inmenso. Siempre es necesario leer y repensar su mundo poético-narrativo en presente, no en pasado. A diferencia del niño que dejó de liberar luciérnagas, (El niño y las luciérnagas), el poeta, siempre desatará ese bello ímpetu de los pájaros a la hora de exorcizar el mundo con su vuelo.

 

André Cruchaga


miércoles, 2 de abril de 2025

UNA BANDERA DE PLUMAS ANTE EL ARDOR Y REBELIÓN DE LAS PALABRAS O EL RESPONSO DE UN LOCO QUE SIEMBRA PÁJAROS

 

Jorge Canales


UNA BANDERA DE PLUMAS ANTE EL ARDOR Y REBELIÓN DE LAS PALABRAS

O EL RESPONSO DE UN LOCO

QUE SIEMBRA PÁJAROS

 

 

Es la hora en que las ventanas se escapan de la casa para ir a encenderse

al extremo del mundo donde va a despuntar nuestro mundo.

RENÉ CHAR

 

Los espejos mienten para volver a mirarse
En nuestros ojos.

RAÚL HENAO

 

 

 

La poesía en su valor más universal nos conduce siempre a los ámbitos de la memoria, sin negar los tiempos de silencio, o esa búsqueda de horizontes esperanzados, mismos que abren las ventanas del alma, y que bullen como un rictus en el ojo húmedo de la página. En su ensayo, La poesía entre el silencio y el pecado, la escritora Ana Blandiana,[1] expresa: «me refiero a la evolución de la poesía como un ideal, concebido como una intensificación del poder de sugestión, en el que decir lo menos posible para sugerir lo más posible puede convertirse en no decir nada para sugerirlo todo. Un ideal absurdo en la medida en que implica, para su cumplimiento, la desaparición de la poesía. Y un ideal, también, que, por mucho que quiera acercarse a él, ningún poeta alcanzará nunca, porque ninguno aceptará renunciar a sus palabras. El sufrimiento y el arte del poeta consisten en vivir en el filo entre esas palabras y la nada.» veamos qué es lo nos dice Jorge Canales: «Soy el loco que un día se irá abrazado con la palabra locura / después de esperar la muerte sólo para darle la hora.» (Canales: EL LOCO, 2025). En este poema hay una aspiración de anulación, una escena casi de sepultura.

La obra que aquí nos ocupa posee diferentes tonalidades, desde la ironía y la crítica social hasta cierto intimismo. Es en todo caso, una poética versátil, sus palabras resuenan con intensidad, la emoción que solo se ve en poetas comprometidos con el oficio de ser poetas. Resulta un riesgo leer desde la superficialidad, hay que oír a lo subterráneo, a lo que no dice literalmente el poema: tomemos el poema dedicado a Ovidio Villafuerte, dos versos son contundentes: «Se leía la palabra lucha / pero era difícil no incinerarse con el sol.» resulta que el poeta en cuestión era un soldado de la lucha, no un perro faldero del capitalismo. Aspiración y experiencia frente al oprobio. La poesía de Jorge Canales siempre resulta una suerte de conciencia radical, donde lo múltiple y lo mutable convergen. Así él le otorga existencia plena al poema.

Las diversas construcciones que el poeta realiza, resultantes de su interacción con el entorno, con sus vivencias, constituye la parte fundacional del poema, es decir, los espacios imaginarios en la poesía que nutre y desemboca en «experiencia vital» Las tensiones que suscita el tiempo, el entorno, la inmersión en el mundo de los sueños (casi como un enclaustramiento), los descensos, ascensos, en el momento de la escritura, es lo que le da a la poesía y al poeta una perspectiva unívoca. Estos imaginarios (espacios psicológicos) se organizar al punto de constituir la experiencia del poeta. Canales capta a través de su poesía la esencia de este tiempo de cambios y retrocesos políticos y los nuevos desafíos a los que la sociedad debe responder. La palabra en él es pertinente y oportuna: «Despiden los grafitis su voz ahumada / sobre las paredes descascaradas de miedo. / No respiraré más su aroma de leyenda / para distraer el mal de hambre / palpitante en estas palabras de nadie.» Canales: LA GARCA, 2025). Machado, Goethe y Cernuda comparten un ideal: el deber que tiene el poeta de exponer, en conceptos claros, la luz del poema. El poeta Canales va en esta línea, conocer de las circunstancias y la precariedad de un país.

Sentimientos e imaginarios, como elementos tensionales, conforman esos espacios que a continuación, procuro delinear. Generalmente para el poeta hay un lugar mítico, todo aquel bagaje que deviene de su infancia como elemento acumulador y nutriente en la conformación del poema y una poética; también, el espacio (dentro de ese imaginario) que ocupa el entorno como referente de escritura; y, finalmente, lo íntimo y cotidiano como especies individuales. Así tenemos, en palabras de A. Colinas, que «la mejor poesía no es la que refleja la realidad, sino la que la trasciende». El poeta parte, como refiere (Susana A. Fernández), en sus versos, de una realidad concreta, porque su propósito es desvelar el significado último de dicha realidad. Conocer el contexto en el que se escribe es importante, porque tras la poesía existe una realidad a la que el poeta debe responder y transgredir y ello no disminuye la dimensión estética del poema. El lector a su vez debe descifrar los mensajes subversivos, esos que el poeta desea transmitir, como es el caso en Silueta de un sueño: «Muchas veces, la saliva del grito / lucha bajo sudor de cartones y latas de esperanza. /Una anciana arropa sus uñas con arcilla de cebolla. / (Canales: SILUETA DE UN SUEÑO, 2025).

Según Jaeger, citado por María Araceli Laurence[2] en Análisis comparativo del mito de Prometeo según Esquilo y Hesíodo en la tragedia como poética alcanza su mayor fuerza popular al ejercer sobre los espectadores una viva impresión ya que concentraba el destino del hombre en el breve e impresionante curso de los acontecimientos que se desarrollan frente a los ojos y oídos de los espectadores. «En una historia trágica como es una dictadura la relación entre el poeta y la historia es infinitamente más fuerte que en la sociedad de consumo que tiene otra problemática e ignora la poesía, mientras que el poeta se queda indiferente ante ella aun cuando no puede permanecer indiferente ante el sufrimiento. En general, para el poeta o el artista, el dolor es una materia prima infinitamente más valiosa que la felicidad y el bienestar.» la poesía entonces no viene desde lo alto ni de un milagro sino de la comunión con lo que sucede y que se trasmite a través de sentimientos y emociones. Veamos al respecto lo que el poeta nos expresa: Viene uno / con heridas / de palabras oscuras / ensalivadas por fieras / o quizá demonios / y es tristeza / y sobran sonrisas vacías / y dagas necrofílicas / en los labios de estas noches. Canales: UN SUEÑO SOBRE EL PECHO, 2025). La poesía puede ser un arma contundente para despertar o lavar conciencias, pero no para limpiar un Sistema, dado que el poder es una bestia magnífica, tal como lo expresa Michel Foucault[3] convengamos entonces que «la literatura y la historia tienen en común la materia prima que es la memoria».

Solo atendiendo a esas circunstancias se podrá contextualizar un poemario como «Izando la bandera con una pluma», escrito en un período muy particular, determina su importancia en la trayectoria del poeta Jorge Canales. Solo atendiendo a ello se podrá contextualizar un poemario como el que nos ocupa, donde las palabras poseen un poder amenazante, una acumulación de realidades, esa liturgia que se consagra en el espíritu humano: «Duele está calle de tinta y palabras... / nadie entiende la conversación de un loco con nadie. / Nadie ve las manos vacías del mendigo sin nadie. / Nadie siente la sed de un arbusto de nadie / ni la tristeza de los días con nadie.» (Canales: LLUVIA YSAL, 2025). Nosotros como bien lo expresa Juan Manuel Roca en Biografía de Nadie[4] «El ángel del barrio con las alas estropeadas / recorre el techo de las casas limpiando residuos» …

Un poeta es como cualquier hombre, pero cualquier hombre no es un poeta, dijo Raúl González Tuñón[5] alguna vez. La producción del poeta Jorge Canales (1957) va más allá de su intensidad textual, el poeta responde a una precariedad de la sociedad y a una actitud, cuya clave reside en la escritura misma: «escritura del verbo —del génesis— o escritura del silencio —del suicidio—», pero escritura consciente, como del desbordamiento, del infinito. En este sentido, la poética de Canales representa un intento de equilibrio, «un pulso con algunos límites de ese marco: con lo silencioso, lo invisible, lo primigenio y lo que se manifiesta externo, inasible y foráneo.» «El abandono es una sombra omnipresente / en los poros y cabellos de las paradojas. / Este calabozo es testigo de mi muerte. / La única aliada es la locura.» (Canales: LIL MILAGRO, 2025). El poema en cuestión lleva necesariamente a un poema de Chema Cuéllar, Hoy huele mal esta celda y se siente la humedad en el aire. / Las paredes desnudas. Al ras del suelo. / Cuando me puse la camisa, estaba helada como si la muerte se hubiera / Detenido a descansar[6]

El espejo roto (tal uno de sus poemas) lo lleva a arterias de silencio por analogía a la anulación, a la muerte. implica la posibilidad de no ser, el sinsentido en el discurso del entendimiento humano. Se impone el habla del fenecimiento, lo simbólico, la referencia para el interlocutor. Al estallar el mundo en añicos cambia todo en una intrincada visión del mundo actual. El lenguaje nos permite acceder a ese conocimiento que el poeta esboza, a veces a la impotencia del sentido, es decir a la hegemonía del sujeto vista desde las palabras y las cosas, lo que nombra el poeta no está separado del mundo.[7] Hay por el contrario una ligazón con la que se construye la ficción y la realidad. … «desde cadáveres de espejos, / transeúntes de la desesperación, / sogas listas para ahorcar la muerte.» (Canales: LECTURA URBANA, 2025). Está, pues, la literatura como espejo, o los espejos en la poesía que usualmente denotan profundidad y complejidad en el mensaje. En otros casos puede servir como metáfora del tiempo y la memoria. Asimismo, se emplea para simbolizar dualidades y contrastes, como la diferencia entre apariencia y realidad, vida o muerte. En otros casos nos su uso nos permite explorar la belleza y la vanidad.

          La construcción del poema (de versos) que el poeta Canales realiza demanda una concreción programática y pragmática, clave del enigma de este poemario. A ratos encontramos una fractura entre lenguaje y realidad, quizás por el ámbito en los que el poeta transita, lugares donde se despliega la vista en toda su magnitud; imágenes, metáforas, comparaciones dan fe de ello. Solo entonces caemos en la cuenta de que frente a nosotros hay una verdad con grietas a la que debemos apelar. Tenemos que la escritura «el oficio es infernal.» el poeta en su marcha puede vislumbrar y plasmar a partir de las palabras lo aparentemente irrepresentable, inexpresable. En este sentido dejemos que el poeta nos de fe de su indagación existencial, misma que le da sentido a su obra. «Rostros de niños / cubiertos con máscaras de telarañas / buscan infructuosamente un arcoíris. / Con corazón de sueño: / tinta y palabra alzan su voz / frente a la muerte.» Canales: MÁSCARAS DE TELARAÑAS, 2025). Más allá de lo aquí expresado están los instantes meditativos del poeta y los modos definitivos de su expresión.

 

 

 

 

André Cruchaga,

Barataria, El Salvador, 06.03.2025.



[1] Puede leerse el artículo completo en https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=4092634

[2] María Araceli Laurence. Análisis comparativo del mito de Prometeo según Esquilo y Hesíodo. Fuente: ucm.es Espéculo. Revista de estudios literarios, Universidad Complutense de Madrid.

 [3] Michel Foucault. El poder, una bestia magnífica. (Sobre el poder, la prisión y la vida). 1. Edición, Siglo Veintiuno Editores, 2012. Traducción de Horacio Pons.

[4] Juan Manuel Roca. Biografía de Nadie (Antología personal), Visor, Madrid, 2016.

[5] Juan Gelman en prólogo a LA ROSA BINDADA. Puede verse en el siguiente enlace: file:///C:/Users/andre/Documents/La%20rosa%20blindada%20-%20Raul%20Gonzalez%20Tunon.pdf

[6] José María Cuéllar. Poesía reunida. Editorial Universitaria, El Salvador, 2016.

[7] Foucault, 1999