André Cruchaga, Chalatenango, El Salvador
Roberto Armijo: Poeta de la soledad y el exilio
Quiero comenzar estas digresiones sobre la poesía de Roberto Armijo (Chalatenango, El Salvador, 1937-1997) con dos conceptos básicos: soledad y exilio. La soledad como concepto de martirio, de sacrificio pero también de heroísmo. La experiencia de la soledad tiene una serie de componentes psicológicos, aunque aquí me refiero a la soledad como condición y como experiencia que deriva en tristeza. En la sociedad hay una construcción social de este fenómeno que en el artista y en este caso en el poeta Armijo son evidentes y marcan su derrotero.
Dentro de las perspectivas conceptuales bajo las cuales se ha abordado el estudio de la soledad destacan la filosófica, la social, antropológica y psicológica. [1] Desde la filosofía la soledad es condición de la autoconciencia, ‘la soledad está arraigada en la realidad primaria del individuo’[2] pero también postulado esencial del existencialismo como condición ontológica es que el “ser humano tiene como condición de vida la permanente contradicción entre la separatividad física y la necesidad de vinculación afectiva”[3] Tan arraigada está la soledad en el poeta que nos dice: Sólo son los ángeles / del vino que estrujan sus esponjas / y nos llevan a instantáneos laberintos / donde arden las lumbradas del vómito. / Solo es el vacío, / lo inasible que nos besa los ojos, / siluetas de ceniza que nos beben por instantes / la tristeza. /…Solo es la sorpresa, / el júbilo; / después la soledad, / el horror que nos besó, la piel, / que es latido en los cabellos, / que se nos mete en los trajes, / en la cartera, / en los zapatos,/ niebla que nos invaden el alba / y nos vuelven tristes, / con una sensación que llega y no se sabe / si es tristeza... [4]
Si bien los estudiosos de este fenómeno afirman que la soledad es provocada por disrupciones en el sistema de apego, [5] lo cierto es que en el caso de este poeta la soledad fue parte de su entorno pueblerino y rural de Chalatenango; la soledad fue inherente a su especificidad de hombre. A mi modo de ver esta condición le valió para centrar su pensamiento en el estudio y ejercicio ensayístico y poético. Así tenemos: “La noche ciega al corazón que canta”, donde el poeta empieza a esbozar esa condición que en su obra final se hará más patente. Veamos: I. Son cuatro inviernos de agonía hermana./ De amanecer el corazón abierto./ Quisiera ser, pero el futuro incierto/Me ensombrece la senda del mañana./ Cuatro años de penumbra cotidiana./ De presentir vivir, viviendo muerto./ De abrir el corazón, sentirlo yerto,/ Sin escuchar su musical campana./ El dolor es espina en mi sonrisa./ Aunque nací para cantar, presiento/Ser un gorrión fugaz hacia la brisa./ Esta acerba dolencia me acongoja./ Soy un árbol que lento se deshoja/ Y voy de paso con mi hermano el viento. [6] Soledad y dolor serán el rostro de su palabra, el manantial ebrio de su memoria, la lengua ensangrentada de su alfabeto, la ventana bajo la cual se deja ver su alma contrita, su alma herida sobre los tumbos de la muerte. En la parte enyística destaca para este propósito, “T.S. Elliot, el poeta más solitario del mundo contemporáneo”, donde capitaliza de alguna manera la soledad que llena habitaciones: luz y tristeza como formas aladas de los pájaros en su propia música vacía.
El poeta no deja de sorprendernos en su desgarramiento y contrito (en versos de Cernuda) nos dice: Cómo llenarte, soledad, / sino contigo misma... Y continua: Tú, verdad solitaria, / transparente pasión, mi soledad de siempre, / eres inmenso abrazo; / el sol, el mar, / la oscuridad, la estepa,/ el hombre y su deseo, / la airada muchedumbre, / ¿qué son sino tú misma?[7] Armijo por su parte dirá al igual que en su tiempo lo hizo José de Esproceda con su poema: mi alma yace en soledad profunda,[…] Mi corazón hirviéndome palpita…“Soledad del alma”, (J. E. Espronceda). “…caminaba atontado/—acota Armijo— como un niño en la oscuridad de la calle/ hablaba solo/ le hablaba a las piedras de los parques/ me arrecostaba en la hierba a imaginarme/ un mundo poblado de rosas por tus pies descalzos/ y de repente la bruma y la nieve/ sobre mi cabeza de caballo…”
En Armijo como seguramente en otros poetas, la soledad no es un mero tema obsesivo si bien se constituye como parte de su poética; tampoco es mera moda existencial para lanzar bocanadas de ceniza, la soledad es una condición profunda del poeta que desde luego sabe ponerle alas, como lo pidiera e hiciera en su momento Alejandra Pizarnik. Tampoco debe verse como evasión de la realidad. Todo lo contrario, en esta condición el poeta asume con verdadero estoicismo toda esa realidad que se nos presenta descarnada y a menudo inmutable. En Armijo también las preocupaciones políticas e ideológicas abonaron a su condición y a participar en su genuino compromiso con sus valores.
El poeta lírico —dice Octavio Paz—entabla un diálogo con el mundo; en ese diálogo hay dos situaciones extremas; una, de soledad; otra, de comunión. El poeta siempre intenta comulgar, unirse (reunirse, mejor dicho), con su objeto; su propia alma, la amada de Dios, la naturaleza... La poesía mueve al poeta hacia lo desconocido. (xvii)[8] Se completa así la propuesta poética esencial del libro: La poesía es la forma de la vida y se compone de conocimiento, salvación, poder y abandono. La vida como la poesía es un tramado de conocimiento, poder, salvación y abandono. [9]. Aleixandre lo testimonia y radiografía en los siguientes versos: ¡Cuán solos!/ Miramos por los cristales. Las ropas, caídas;/ el aire, pesado; el agua, sonando. Y el cuarto,/ helado en este duro invierno que, fuera, es distinto.[10] sí, en el exterior es distinto a como en su interior el poeta se devana. En Armijo la existencia tiene extraños ojos y resplandores de pesarosos caminos, su vivir lo concibe, siempre, en su contenida respiración, porque a fin de cuentas “la soledad no miente” a través de la pupila herida.
“Yo soy así como la tarde, —expresa el poeta—a veces;/ sonrío, lloro, me entristezco y canto./ Mis amigos dicen que soy triste/ que tengo languidez de alas en la voz/ y cansancio de estrellas en los ojos”…(Elegía al corazón enfermo) y más adelante en: La noche ciega al corazón que canta, agrega: “Esperar, esperar lo que no llega./ Andar, andar bajo la noche ciega./ ¡La noche ciega al corazón que canta!” [11] Toda esta poesía es anterior a su exilio, pero ya en él persistirá ese tuétano imprecando su voz dolorida.
Dejemos de lado la soledad y pasemos al segundo ingrediente. El exilio a su vez lo vamos a entender aquí como el estado de estar lejos de la propia tierra (ya sea ciudad o nación) y puede definirse como la expatriación, voluntaria o forzada, de un individuo. Éste es doloroso en cualesquiera de sus manifestaciones: descarna y oscurece; se llora con el alma rota, los jardines de la sangre se tornan hojarasca, en definitiva cambia la vida de las personas, pero también como el caso de muchos poetas entre ellos Rafael Alberti, Armijo enriqueció su escritura evocando el país lejano. En buena parte de su obra poética “expresa la desesperación y desarraigo inicial, hasta un optimismo visionario, aún lejos del reencuentro real.” A menudo resulta incierto y enigma el viento y azarosa la hospitalidad tal lo expresa Benedetti: Un viento misionero sacude las persianas/ no sé qué jueves trae/ no sé qué noche lleva/ ni siquiera el dialecto que propone/…[12]
Brigitte Leguen [13] —nos dice al respecto—Cada escritor, cada poeta, que en un momento determinado de su existencia ha vivido la dolorosa experiencia del exilio y ha intentado expresar a través de su obra la condición del proscrito, de «el que sale» sin ninguna promesa de regreso, vuelve a repetir, conscientemente o no, los gestos y el discurso de otros exiliados pertenecientes a otro tiempo y a otro lugar. Como dijo Saint John Perse «l'exil vient de loin» y si existe un «estado de exilio» existe igualmente un discurso del exilio que se remonta históricamente a la antigüedad'.
…recordar —agrega Luguen[14]—forma parte de la actividad habitual del proscrito pero esta acción adquiere entonces mayor amplitud. El sueño se convierte en viaje iniciático, experiencia risueña, acceso al paraíso perdido. Ya no se trata de rememorar con nostalgia sino de recrear e incluso de reinventar el recuerdo a la deriva. Víctor Hugo escribe «qui délivre le mot, délivre la pensée» y cuando habla de «pensamiento» o de «idea» se puede entender también «imagen» y sobre todo imagen poética.
Luego viene el tema del retorno anhelado que en otros poetas caso Cavafis hace evidente con su poema a Ítaca: …ten siempre en la memoria a Itaca./ Llegar alli es tu meta. / Mas no apresures el viaje. / Mejor que se extienda largos años. / Y en tu vejez arribes a la isla / con cuanto hayas ganado en el camino, / sin esperar que Itaca te enriquezca»./…; en Armijo se puede ver en el siguiente fragmento. “Apenas respiraba el crucigrama de la noche/ Comenzaba a preparar el viaje/ él se llenaba de tierra/ porque el mar era gaviota/ noche inmensa/ pececillos/ navaja de frío cortando nariz orejas/ dedos gordos morados/ Sólo el cisne marino a veces chillando en la madrugada/ Siempre el torbellino rumoroso de sal/ reventando las uñas/mordiendo pelos orejas”[15]
En 1961, siendo trabajador de la Universidad de El Salvador, fue capturado y tenido preso por considerársele sospechoso de actividades subversivas. Ante un recurso de exhibición personal fue liberado. Armijo viajó con una beca a Francia y ahí Miguel Ángel Asturias lo introdujo en la vida de la docencia parisina. Su exilio como lo acota Luis Alvarenga [16] supuso cambios en su vida personal, cambios que para bien o para mal abrieron y restañaron heridas. En la oscuridad golpeó con ternura; en la luz, “hirió las mañanas con sus versos decantados y prometeicos.
Ya al final de su ciclo vital, en el Hospital de la Citè París, 1996, escribió Poemas de ninguna parte (Poèmes de Nulle Part)[17] entre los cuales destaca: “Regreso a oír los pinos de Chalatenango/ y sólo veo piedras y más piedras/ El río Padre corre delgado y sinuoso/ sobre paisajes abruptos/bajo un sol de desierto/ ¿Dónde están pregunto los pinos/ sonoros de la infancia?/… Ahora sólo piedras y más piedras/ se acabaron para siempre los/ pinos de Chalatenango.” Sin duda como se puede intuir es un doloroso retorno desde la memoria, su corazón sumergido en la propia agonía no tiene más que reunir el inventario de su tristeza.
Barataria, 13.VIII.2008
[1] Montero, María Moreno, et. al. La soledad como un fenómeno psicológico: un análisis conceptual. Universidad Autónoma del Estado de México.
[2]Op. cit. Montero, pág.19.
[3] Mijuzkovic, BL. Loneliss. Libra, San Diego, 1985. Citado por Montero.
[4] Poema, Embriaguez.
[5] Op. cit. Montero…pág.19
[6] Soneto perteneciente a Tríptico doloroso del libro: La noche ciega al corazón que canta.
[7] Cernuda, Luis. Cómo llenarte soledad, poema.
[8] Patricio Eufraccio Solano (monografía) La palabra erguida, Universidad Complutense de Madrid.
[9]Patricio Eufraccio Solano, op cit.
[10]Vicente Aleixandre, el sueño (poema).
[11] Armijo, Roberto. En busca de Ítaca. Obra escogida, El Salvador, 2007
[12] Mario Benedetti, viento del exilio, poema.
[13] Brigitte Leguen. el sentimiento del exilio en dos poetas alejados de su patria: el Duque de Rivas y Víctor Hugo.
[14] Brigitte Leguen, op cit.
[15] Armijo, Roberto. Cuando se enciendan las lámparas en Obra escogida, 2007. La cita obedece a que este poema está referido a Ulyses e Ítaca (Armijo y El Salvador)
[16] Alvarenga, Luis. Prólogo a En busca de Ítaca. Obra escogida, El Salvador, 2007. El poeta Alvarenga, es un acucioso investigador y compilador de la obra de Roberto Armijo.
[17] Armijo, Roberto, op cit.
Roberto Armijo: Poeta de la soledad y el exilio
Soy así…No he cambiado mi rutina…
¿Cuántas veces sentado bajo el cielo
Le he dicho a Dios que soy enfermo y triste?
ROBERTO ARMIJO
¿Cuántas veces sentado bajo el cielo
Le he dicho a Dios que soy enfermo y triste?
ROBERTO ARMIJO
Quiero comenzar estas digresiones sobre la poesía de Roberto Armijo (Chalatenango, El Salvador, 1937-1997) con dos conceptos básicos: soledad y exilio. La soledad como concepto de martirio, de sacrificio pero también de heroísmo. La experiencia de la soledad tiene una serie de componentes psicológicos, aunque aquí me refiero a la soledad como condición y como experiencia que deriva en tristeza. En la sociedad hay una construcción social de este fenómeno que en el artista y en este caso en el poeta Armijo son evidentes y marcan su derrotero.
Dentro de las perspectivas conceptuales bajo las cuales se ha abordado el estudio de la soledad destacan la filosófica, la social, antropológica y psicológica. [1] Desde la filosofía la soledad es condición de la autoconciencia, ‘la soledad está arraigada en la realidad primaria del individuo’[2] pero también postulado esencial del existencialismo como condición ontológica es que el “ser humano tiene como condición de vida la permanente contradicción entre la separatividad física y la necesidad de vinculación afectiva”[3] Tan arraigada está la soledad en el poeta que nos dice: Sólo son los ángeles / del vino que estrujan sus esponjas / y nos llevan a instantáneos laberintos / donde arden las lumbradas del vómito. / Solo es el vacío, / lo inasible que nos besa los ojos, / siluetas de ceniza que nos beben por instantes / la tristeza. /…Solo es la sorpresa, / el júbilo; / después la soledad, / el horror que nos besó, la piel, / que es latido en los cabellos, / que se nos mete en los trajes, / en la cartera, / en los zapatos,/ niebla que nos invaden el alba / y nos vuelven tristes, / con una sensación que llega y no se sabe / si es tristeza... [4]
Si bien los estudiosos de este fenómeno afirman que la soledad es provocada por disrupciones en el sistema de apego, [5] lo cierto es que en el caso de este poeta la soledad fue parte de su entorno pueblerino y rural de Chalatenango; la soledad fue inherente a su especificidad de hombre. A mi modo de ver esta condición le valió para centrar su pensamiento en el estudio y ejercicio ensayístico y poético. Así tenemos: “La noche ciega al corazón que canta”, donde el poeta empieza a esbozar esa condición que en su obra final se hará más patente. Veamos: I. Son cuatro inviernos de agonía hermana./ De amanecer el corazón abierto./ Quisiera ser, pero el futuro incierto/Me ensombrece la senda del mañana./ Cuatro años de penumbra cotidiana./ De presentir vivir, viviendo muerto./ De abrir el corazón, sentirlo yerto,/ Sin escuchar su musical campana./ El dolor es espina en mi sonrisa./ Aunque nací para cantar, presiento/Ser un gorrión fugaz hacia la brisa./ Esta acerba dolencia me acongoja./ Soy un árbol que lento se deshoja/ Y voy de paso con mi hermano el viento. [6] Soledad y dolor serán el rostro de su palabra, el manantial ebrio de su memoria, la lengua ensangrentada de su alfabeto, la ventana bajo la cual se deja ver su alma contrita, su alma herida sobre los tumbos de la muerte. En la parte enyística destaca para este propósito, “T.S. Elliot, el poeta más solitario del mundo contemporáneo”, donde capitaliza de alguna manera la soledad que llena habitaciones: luz y tristeza como formas aladas de los pájaros en su propia música vacía.
El poeta no deja de sorprendernos en su desgarramiento y contrito (en versos de Cernuda) nos dice: Cómo llenarte, soledad, / sino contigo misma... Y continua: Tú, verdad solitaria, / transparente pasión, mi soledad de siempre, / eres inmenso abrazo; / el sol, el mar, / la oscuridad, la estepa,/ el hombre y su deseo, / la airada muchedumbre, / ¿qué son sino tú misma?[7] Armijo por su parte dirá al igual que en su tiempo lo hizo José de Esproceda con su poema: mi alma yace en soledad profunda,[…] Mi corazón hirviéndome palpita…“Soledad del alma”, (J. E. Espronceda). “…caminaba atontado/—acota Armijo— como un niño en la oscuridad de la calle/ hablaba solo/ le hablaba a las piedras de los parques/ me arrecostaba en la hierba a imaginarme/ un mundo poblado de rosas por tus pies descalzos/ y de repente la bruma y la nieve/ sobre mi cabeza de caballo…”
En Armijo como seguramente en otros poetas, la soledad no es un mero tema obsesivo si bien se constituye como parte de su poética; tampoco es mera moda existencial para lanzar bocanadas de ceniza, la soledad es una condición profunda del poeta que desde luego sabe ponerle alas, como lo pidiera e hiciera en su momento Alejandra Pizarnik. Tampoco debe verse como evasión de la realidad. Todo lo contrario, en esta condición el poeta asume con verdadero estoicismo toda esa realidad que se nos presenta descarnada y a menudo inmutable. En Armijo también las preocupaciones políticas e ideológicas abonaron a su condición y a participar en su genuino compromiso con sus valores.
El poeta lírico —dice Octavio Paz—entabla un diálogo con el mundo; en ese diálogo hay dos situaciones extremas; una, de soledad; otra, de comunión. El poeta siempre intenta comulgar, unirse (reunirse, mejor dicho), con su objeto; su propia alma, la amada de Dios, la naturaleza... La poesía mueve al poeta hacia lo desconocido. (xvii)[8] Se completa así la propuesta poética esencial del libro: La poesía es la forma de la vida y se compone de conocimiento, salvación, poder y abandono. La vida como la poesía es un tramado de conocimiento, poder, salvación y abandono. [9]. Aleixandre lo testimonia y radiografía en los siguientes versos: ¡Cuán solos!/ Miramos por los cristales. Las ropas, caídas;/ el aire, pesado; el agua, sonando. Y el cuarto,/ helado en este duro invierno que, fuera, es distinto.[10] sí, en el exterior es distinto a como en su interior el poeta se devana. En Armijo la existencia tiene extraños ojos y resplandores de pesarosos caminos, su vivir lo concibe, siempre, en su contenida respiración, porque a fin de cuentas “la soledad no miente” a través de la pupila herida.
“Yo soy así como la tarde, —expresa el poeta—a veces;/ sonrío, lloro, me entristezco y canto./ Mis amigos dicen que soy triste/ que tengo languidez de alas en la voz/ y cansancio de estrellas en los ojos”…(Elegía al corazón enfermo) y más adelante en: La noche ciega al corazón que canta, agrega: “Esperar, esperar lo que no llega./ Andar, andar bajo la noche ciega./ ¡La noche ciega al corazón que canta!” [11] Toda esta poesía es anterior a su exilio, pero ya en él persistirá ese tuétano imprecando su voz dolorida.
Dejemos de lado la soledad y pasemos al segundo ingrediente. El exilio a su vez lo vamos a entender aquí como el estado de estar lejos de la propia tierra (ya sea ciudad o nación) y puede definirse como la expatriación, voluntaria o forzada, de un individuo. Éste es doloroso en cualesquiera de sus manifestaciones: descarna y oscurece; se llora con el alma rota, los jardines de la sangre se tornan hojarasca, en definitiva cambia la vida de las personas, pero también como el caso de muchos poetas entre ellos Rafael Alberti, Armijo enriqueció su escritura evocando el país lejano. En buena parte de su obra poética “expresa la desesperación y desarraigo inicial, hasta un optimismo visionario, aún lejos del reencuentro real.” A menudo resulta incierto y enigma el viento y azarosa la hospitalidad tal lo expresa Benedetti: Un viento misionero sacude las persianas/ no sé qué jueves trae/ no sé qué noche lleva/ ni siquiera el dialecto que propone/…[12]
Brigitte Leguen [13] —nos dice al respecto—Cada escritor, cada poeta, que en un momento determinado de su existencia ha vivido la dolorosa experiencia del exilio y ha intentado expresar a través de su obra la condición del proscrito, de «el que sale» sin ninguna promesa de regreso, vuelve a repetir, conscientemente o no, los gestos y el discurso de otros exiliados pertenecientes a otro tiempo y a otro lugar. Como dijo Saint John Perse «l'exil vient de loin» y si existe un «estado de exilio» existe igualmente un discurso del exilio que se remonta históricamente a la antigüedad'.
…recordar —agrega Luguen[14]—forma parte de la actividad habitual del proscrito pero esta acción adquiere entonces mayor amplitud. El sueño se convierte en viaje iniciático, experiencia risueña, acceso al paraíso perdido. Ya no se trata de rememorar con nostalgia sino de recrear e incluso de reinventar el recuerdo a la deriva. Víctor Hugo escribe «qui délivre le mot, délivre la pensée» y cuando habla de «pensamiento» o de «idea» se puede entender también «imagen» y sobre todo imagen poética.
Luego viene el tema del retorno anhelado que en otros poetas caso Cavafis hace evidente con su poema a Ítaca: …ten siempre en la memoria a Itaca./ Llegar alli es tu meta. / Mas no apresures el viaje. / Mejor que se extienda largos años. / Y en tu vejez arribes a la isla / con cuanto hayas ganado en el camino, / sin esperar que Itaca te enriquezca»./…; en Armijo se puede ver en el siguiente fragmento. “Apenas respiraba el crucigrama de la noche/ Comenzaba a preparar el viaje/ él se llenaba de tierra/ porque el mar era gaviota/ noche inmensa/ pececillos/ navaja de frío cortando nariz orejas/ dedos gordos morados/ Sólo el cisne marino a veces chillando en la madrugada/ Siempre el torbellino rumoroso de sal/ reventando las uñas/mordiendo pelos orejas”[15]
En 1961, siendo trabajador de la Universidad de El Salvador, fue capturado y tenido preso por considerársele sospechoso de actividades subversivas. Ante un recurso de exhibición personal fue liberado. Armijo viajó con una beca a Francia y ahí Miguel Ángel Asturias lo introdujo en la vida de la docencia parisina. Su exilio como lo acota Luis Alvarenga [16] supuso cambios en su vida personal, cambios que para bien o para mal abrieron y restañaron heridas. En la oscuridad golpeó con ternura; en la luz, “hirió las mañanas con sus versos decantados y prometeicos.
Ya al final de su ciclo vital, en el Hospital de la Citè París, 1996, escribió Poemas de ninguna parte (Poèmes de Nulle Part)[17] entre los cuales destaca: “Regreso a oír los pinos de Chalatenango/ y sólo veo piedras y más piedras/ El río Padre corre delgado y sinuoso/ sobre paisajes abruptos/bajo un sol de desierto/ ¿Dónde están pregunto los pinos/ sonoros de la infancia?/… Ahora sólo piedras y más piedras/ se acabaron para siempre los/ pinos de Chalatenango.” Sin duda como se puede intuir es un doloroso retorno desde la memoria, su corazón sumergido en la propia agonía no tiene más que reunir el inventario de su tristeza.
Barataria, 13.VIII.2008
[1] Montero, María Moreno, et. al. La soledad como un fenómeno psicológico: un análisis conceptual. Universidad Autónoma del Estado de México.
[2]Op. cit. Montero, pág.19.
[3] Mijuzkovic, BL. Loneliss. Libra, San Diego, 1985. Citado por Montero.
[4] Poema, Embriaguez.
[5] Op. cit. Montero…pág.19
[6] Soneto perteneciente a Tríptico doloroso del libro: La noche ciega al corazón que canta.
[7] Cernuda, Luis. Cómo llenarte soledad, poema.
[8] Patricio Eufraccio Solano (monografía) La palabra erguida, Universidad Complutense de Madrid.
[9]Patricio Eufraccio Solano, op cit.
[10]Vicente Aleixandre, el sueño (poema).
[11] Armijo, Roberto. En busca de Ítaca. Obra escogida, El Salvador, 2007
[12] Mario Benedetti, viento del exilio, poema.
[13] Brigitte Leguen. el sentimiento del exilio en dos poetas alejados de su patria: el Duque de Rivas y Víctor Hugo.
[14] Brigitte Leguen, op cit.
[15] Armijo, Roberto. Cuando se enciendan las lámparas en Obra escogida, 2007. La cita obedece a que este poema está referido a Ulyses e Ítaca (Armijo y El Salvador)
[16] Alvarenga, Luis. Prólogo a En busca de Ítaca. Obra escogida, El Salvador, 2007. El poeta Alvarenga, es un acucioso investigador y compilador de la obra de Roberto Armijo.
[17] Armijo, Roberto, op cit.
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