Esta revolución de la Esperanza…
Silvia Elena Regalado
18 marzo 09
Silvia Elena Regalado
18 marzo 09
I
Los pueblos luchan siempre. Las luchas de los pueblos son tan sencillamente cotidianas. Luchar por esa leche que necesita el hijo, los libros de la hija, el agua y los cimientos de una casa. La lucha se lanza hacia la calle, dentro de cada hogar, al ritmo del corazón. En la lucha crece el alma, se resume la sangre y los sueños se abren hasta encontrar sus rostros.
Luchar es el camino y la circunstancia donde la vida despierta. Somos uno, entre miles de posibilidades. Uno que crece con el tejido de la madre. Uno que rompe los nudos en busca de su luz. Somos uno y lloramos mientras grita la vida y mientras el amor nos vuelve hóspitos, potables, habitables.
Somos la lucha misma, nadie viene a imponernos otra causa. Venimos de ese hilo de las primeras voces y del primer silencio, del Dios que nunca duerme, que teje la vigilia y teje el sueño. Somos como su mano, poderosos. Somos como su voz, de todo y de cada ser que suma el universo.
Raíces y alas. Fuegos que entre las aguas paren su firmamento. Vida y muerte para volver infinitamente hacia la vida: Somos desde todos los tiempos, Esperanza.
Luchar es el camino y la circunstancia donde la vida despierta. Somos uno, entre miles de posibilidades. Uno que crece con el tejido de la madre. Uno que rompe los nudos en busca de su luz. Somos uno y lloramos mientras grita la vida y mientras el amor nos vuelve hóspitos, potables, habitables.
Somos la lucha misma, nadie viene a imponernos otra causa. Venimos de ese hilo de las primeras voces y del primer silencio, del Dios que nunca duerme, que teje la vigilia y teje el sueño. Somos como su mano, poderosos. Somos como su voz, de todo y de cada ser que suma el universo.
Raíces y alas. Fuegos que entre las aguas paren su firmamento. Vida y muerte para volver infinitamente hacia la vida: Somos desde todos los tiempos, Esperanza.
II
(A las y los mejores que, esa noche del 15 de marzo, regresaron…)
Dicen que regresaron.
Todos habían vuelto.
Se fueron confundiendo entre los otros rostros
La misma alegría de gritar y abrazarse
Nadie notó la diferencia
Todo era natural
Volvieron con sus nombres
Sus cuerpos estremecidos
Heridos de su amor
Desbordados de sueños
Brotaron de la risa
De las lágrimas
Todos los vimos
Todos sentimos
Ese profundo peso de su paso
Pudimos tomar sus manos nueva y eternamente
Sentirnos y sentirlos tan vivos como nunca
Reían como niñas y niños
Otra vez esa luz
Ese sueño en la sangre
Esa otra libertad de la Esperanza
de ser vida en la muerte.
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Silvia Elena Regalado, poeta. Directora de la Unidad de Cultura "Roberto Armijo" de la Universidad Tecnológica de El Salvador.
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