jueves, 16 de julio de 2009

Días y revelaciones vitales en la novelística de Manuel Marín-Miguel Fajardo Korea

Poeta Miguel Fajardo Korea, Costa Rica



Días y revelaciones vitales en
la novelística de Manuel Marín
Lic. Miguel Fajardo KoreaPremio Nacional de Educación de Costa Rica, 2008miguelfajardokorea@hotmail.com






La producción narrativa del costarricense Manuel Marín Oconitrillo (Guanacaste, 1970) continúa creciendo. Inicia con su cuentario “Cerrando el círculo”, 1993; “Fábula de los oráculos”, 1997; “Confabulaciones”, 2007; “De bestiis”, 2007 y, ahora, suma su segunda novela “El día de la tercera revelación”, 2009. Casi todas sus obras han sido editadas en Europa por la afamada editorial Lulu.com

Manuel Marín Oconitrillo es un notable narrador costarricense. Nació en Cañas, Guanacaste, Costa Rica. Estudió música, con énfasis en canto en la Universidad Nacional y en Universidad de Costa Rica. Posee un respetable trabajo de alta proyección internacional. Reside en Alemania desde el 2000, donde es miembro de la Ópera de Colonia. Su repertorio incluye conciertos y oratorios. Desde ese contexto, ha dado a conocer valores de la música y la poesía iberoamericanas, tanto en discos y recitales, como en programas de radio y televisión.

“El círculo imposible” (Lulu.com: 2008) es un libro de ensayo que contiene un acercamiento a la narrativa de Manuel Marín, bajo la autoría de Julieta Dobles, Herbert Espinoza, Mauricio Vargas y Miguel Fajardo.

“El día de la tercera revelación” (2009: 209 páginas), cuyo título es de una gran riqueza semiótica, desde otras instancias discursivas, tanto místicas como religiosas, es una novela editada en Inglaterra y está compuesta de 10 capítulos. Su título es absolutamente nominal y está pleno de simbolizaciones. Dicho incipit es un condensador de sentido, donde se van redescubriendo las intrigas y los apasionamientos interiores de los personajes en relieve.

Esta novela maneja dos planos narrativos: por una parte, la muerte de la abuela y, por otra, las travesías polifónicas del narrador. Las categorías omniscientes y protagonistas son los hilos conductores del discurso novelístico.

En mi criterio, otro de los aportes de esta novela, es que posibilita una lectura de cuadros o escenas, focalizados con diversidad de contextos y nudos de expresión, lo cual le confiere otra faceta discursiva, ya que diversifica su corpus, con temas centrados en la corporalidad, la máscara, la nostalgia, la ceniza, la soledad, el machismo, la casa, la burocracia, los amantes, los incendios, la duda, Dios, el sexo, los burdeles, las meretrices, el amor, el tiempo, el diablo, las recetas, los mitos, las leyendas, la ceniza o los disvalores, entre otros.

La obra establece una inespecificidad en los acontecimientos. Es decir, la novela gira desde el acá de un espacio geográfico nostálgico, primigenio, que se desea recuperar como es la Villa a la orilla de las cañas del río, que debe leerse como CAÑAS, por ello, en esta novela, Cañas se universaliza como geografía novelística. En este espacio, se encuentran los orígenes del narrador. Es una topología del regreso.

Paralelamente, existe un allá ubicuo, cuyas diversas menciones incluyen espacios como Nicoya, Puntarenas, China, Barcelona, Alemania, Rusia o Francia, entre otros. Esa inespecificidad le confiere un continuo movimiento y cambios espaciales y actanciales a los tonos discursivos abordados. Por lo tanto, la ubicuidad geo-espacial es otro de los presupuestos estéticos que incorpora el novelista guanacasteco.

La muerte de la abuela Claudia es el plano narrativo central. De hecho, Antonio se convierte en su confidente y es la voz que le da expresividad y relata, desde sus propias incertidumbres y temores, la intensa historia de la abuela. Es él quien conoce las tres revelaciones de la abuela. El lector deberá descubrirlas cuando lea el libro.

El recordar selectivo y la incorporación de los sueños son dos de las técnicas sobre la cual se vehiculiza el discurso en esta segunda novela de Manuel Marín. Las idas y regresos del narrador han ido atesorando facetas vitales desde la villa situada a la orilla de las cañas del río.

Por tal razón, la novela es circular desde la óptica del recordar selectivo, pues inicia y concluye con el mismo acontecimiento: la muerte de la abuela, después de una vida longeva. Mediante el recordar selectivo, Antonio teje su discurso sobre la traza vital de la abuela Claudia: “No pude sentir su peso, infinitamente más liviano al de pocas horas atrás, como si lo que tuviera ahora entre mis brazos fuera solo su recuerdo” (p. 209). En ese sentido, es importante esta novela de Manuel Marín, por cuanto la vida de la abuela Claudia se construye o reconstruye como un texto familiar, en una época histórica cuando se manejaban otros presupuestos éticos.

Dedica especial reconocimiento a la llegada de la cultura china y, de hecho, la historia de Mei Li es uno de sus puntos decisivos de la presencia china dentro de la cultura, tanto guanacasteca como costarricense.

Por otra parte, la novela aborda la existencia de prácticas patriarcales y es a los lectores a quienes les corresponde confrontar dicho discurso con la realidad cotidiana. Se habla sobre DIOS y se incorpora diversos intertextos bíblicos e interdiscursos religiosos. En un momento, al final de la novela se afirma “no puedes amar a tu Dios, si no te amas a ti mismo”.

Como contraparte, la mujer del diablo ocupa un cuadro discursivo con un planteamiento erótico y sexual, que puede leerse desde la página 109 hasta la 111.

En este “dossier” o archivo, que es la novela de Manuel, se aborda el tema de las dudas existenciales: “Si el universo es infinito, ¿cómo es que sí tuvo principio, y si tuvo principio, cómo es que no tiene final, por ser infinito, como la eternidad” (p. 63).

Se tematiza, además, sobre el laberinto de los trámites burocráticos que alguna vez nos ha correspondido enfrentar en alguna institución gubernamental, donde, a veces, los desplantes de indiferencia en la tramitología están a la orden del día, cuando nos piden sellos, firmas, un visto bueno, etc.

El nudo de expresión de los amantes, como una voz en la memoria, ocupa un gran espacio en esta obra de Marín. De hecho, la primera revelación de la abuela se centra en ese tópico. Como la obra es un viaje a la recuperación de los recuerdos, dicho tema se contextualiza en otra época diferente de la actual; por ello, las connotaciones semánticas de dicho término son fuertes.

En otro orden, el sexo, como objeto, centraliza numerosas disquisiciones discursivas. La carnalidad, la eroticidad, la corporalidad y el sexismo son vectores en la relación de semiosis de dichos conceptos. Su abordaje es un tono reflexivo para que se adquiera concienciación de lo negativo que es focalizar una relación amorosa, únicamente en el plano sexo-objeto, toda vez que, en la plena condición humana, debemos ser sujetos y no objetos de placer.

Es importante mencionar la relación dicotómica casa/cuerpo dentro de la simbólica cultural: “Todo allí la recordaba, la habitación se había vuelto parte de ella haciéndome sentir en su vientre, una parte de la casa que tenía vida propia y se regía por sus propios caprichos” (p. 152). Aquí sucede una simbiosis, en la que el texto se visualiza y, por otra parte, la imagen se textualiza.

Los personajes de esta novela experimentan una gran soledad “como humanos hacemos solo aproximaciones” (p. 111). Asimismo, se insertan referencias sobres mitos y leyendas (pp.56-57); la receta del cocodrilo a la creole (p. 61); pasajes de los rosarios (p.206-207). Lingüísticamente interesantes los ocho términos que incorpora del náhual, a saber: papalotl, papalote; cihuatlaixnamic, amante; ilamatli, mujer adulta; namictli, esposo; oquichhuac, mujer casada; mixiquic, mujer embarazada; quetzalcihuiatl, mujer hermosa.

En síntesis, EL DÍA DE LA TERCERA REVALACIÓN, segunda novela del escritor costarricense Manuel Marín (1970) es un texto que establece un notable aporte a la narrativa centroamericana, por ello, merece la atención de los lectores de cualquier parte, interesados en encontrarse con otros abordajes del discurso narrativo en esta época de glocalización, en el buen decir de Néstor García Canclini.

Manuel Marín entiende que se puede construir la guanacastequidad como una toma de conciencia estética de sus orígenes, del núcleo estelar de la sociedad: la familia, y lo establece a partir de un espacio geográfico que lo reinspira, la Villa a la orilla de las cañas del río, en la memoria histórica del Guanacaste Eterno.

Lic. Miguel Fajardo Korea
Costa Rica, invierno 2009

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