Fotografía: portal de Embajada de El salvador En Madrid.
BREVE MUESTRA DEL SONETO SALVADOREÑO (Segunda Parte)
ARPA BÍBLICA
Cuando en los pueblos la maldad domina,
y la nación raquítica y menguada
a su completa perdición camina
como la Roma de la edad pasada;
cuando el ojo de Dios ya no ilumina
las tablas de la Ley, con su mirada,
porque todo es horror, vergüenza y ruina
y nada queda de su alteza, nada,
el bardo, como el Justo del Calvario,
aunque pierda su voz en el desierto
cual pierde su perfume el incensario,
¡ay! ¡con la mano el corazón cubierto,
debe clamar, cual clama el campanario,
con profundo dolor tocando a muerto!
(Calixto Velado, ÍNDICE ANTOLÓGICO DE LA POESÍA SALVADOREÑA)
VIENTOS DE OCTUBRE
¡Salud, vientos de octubre, bien venidos!
¡Al romper en alegre sinfonía,
Recordáis con tristeza el alma mía
Tiempos mejores para siempre idos!
La cometa de vuelos atrevidos,
Pintoresca y triunfante, que ascendía,
Y una puesta de sol, que era una orgía
De luces y matices encendidos…
Mirándose en el río gemebundo
Los cocoteros de sonante palma
Con su verde abanico siempre abierto…
Las golondrinas aturdiendo el huerto:
¡Sólo flores y luces en el mundo,
Sólo cantos y sueños en el alma!
(Vicente Acosta, ÍNDICE ANTOLÓGICO DE LA POESÍA SALVADOREÑA)
FUNERAL
Llegas a los umbrales del misterio,
magnífico señor en tu Pegaso.
¡Pues bien! No es un capricho del acaso
el final del terrestre cautiverio.
Que hay algo más allá del cementerio,
y esa gloria que dejas a tu paso
es un sol que se apaga en el ocaso
para llevar su luz a otro hemisferio.
Pero al darte mi adiós de despedida
el alma siento de dolor transida
cual si decirte adiós fuera perderte;
y es que el cobarde corazón olvida
que en el idioma sideral es Vida
el verdadero nombre de la muerte.
(Francisco Herrera Velado, ÍNDICE ANTOLÓGICO DE LA POESÍA SALVADOREÑA)
EL SILENCIO DE LA ROCA
La roca es un orgullo silencioso,
Que surcan líneas de senil rudeza.
Como férrea armadura es su firmeza,
Ante el mar resonante y tumultuoso.
Las olas, en el blanco desdeñoso,
Ensayan bruscamente su destreza;
Mas en vano, la impávida fiereza
De la roca es un reto victorioso.
Su silencio es de luz, sabiduría
De soledad, de fuerza y energía,
Que fatiga las olas encrespadas…
Así callad vosotras, sed discretas
Almas de luz y de dolor, poetas,
En las noches del mar desesperadas.
(José Valdés, ÍNDICE ANTOLÓGICO DE LA POESÍA SALVADOREÑA)
ESTE DOLOR INMENSO
Este dolor inmenso que te has vuelto,
esta piedra en el pecho establecida,
esta página sangrándome la vida,
este amargo sabor a mar revuelto,
esta brasa en el pecho establecida
que me galopa como potro suelto,
esta avispa de aguijón resuelto,
esta uña escarbándome la herida,
se apoderan de mí de tal manera
que ya no sé decir si soy el mismo
o soy sólo este amor en que me empeño,
que ya no acierto a discernir siquiera
si mi sueño se llena de tu abismo
o si lleno tu abismo con mi sueño.
(Pedro Geoffroy Rivas, ÍNDICE ANTOLÓGICO DE LA POESÍA SALVADOREÑA)
DESIGNIO
A Alfonso
Adherida a tu ser, a ti adherida
Como tu misma piel, como tu acento,
Apagada por ti, por ti encendida,
Arteria, entraña, fibra, ligamento.
Quién sabe por qué arcano filamento,
Por qué ignoto designio fui fundida
A tu esencia vital en tal medida
Que estoy en ti como tu propio aliento.
En mí se cumple el bíblico suceso
De manera total pues soy astilla
Que salió de tu carne y de tu hueso…
Mi nombre lo proclama: soy tu arcilla
Y navego en tu sangre como un beso
Sin tiempo, sin distancia y sin orilla.
(Elisa Huezo Paredes, ÍNDICE ANTOLÓGICO DE LA POESÍA SALVADOREÑA)
DOLOR TREMENDO
Pienso en los niños pobres de mi tierra…
En Colorado Spring no hay gente mala.
Cómo quieren al perro y a su perra,
¡son los mejores muebles de la sala!
Aquí perros con suéter y bufandas,
con la alegría azul sobre los ojos.
Allá en mi tierra bajo jacarandas
niños pobres sacándose los piojos…
Aquí toman los perros desayuno
con leche, tostaditas, granizado.
¡Desconocen la pena del ayuno!
Qué tremendo, tremendo este dolor:
¡Vive mejor un perro en Colorado
que un niño pobre allá en El Salvador!
(Oswaldo escobar Velado, ÍNDICE ANTOLÓGICO DE LA POESÍA SALVADOREÑA)
TESTAMENTO
Un día he de morir y no me asusta.
Y entonces cuando me hayan sepultado
—y ojalá que del alma bien curado—
quiero una recompensa más que justa.
Quiero que, por Destino, en esa adusta
ceremonia del cuerpo soterrado,
una mujer —aquella que me ha dado
el alma que a mi cuerpo más se ajusta—
si no es mucho pedir en ese trance,
esa mujer sin lágrimas ni duelo
una rosa de amor ponga a mi alcance.
Ese es mi testamento. Ese mi anhelo.
Para que así mi rosa amor afiance.
Para que así mi rosa llegue al cielo.
(Rolando Elías, CELEBRACIÓN DE LA ROSA, CONCULTURA,1999, Volumen 59)
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