Marcelo castaneda, joven poeta salvadoreño
Fogata
Su lengua de hierba solía perfumar mis soles
a las tres de la tarde
venía con la lluvia y mordía con el trueno
y su pezón como tempestad
volcaba travesuras blancas en mi lengua
unidos en la soledad y el exilio
aprendimos a sembrar volcanes en las colchas
a beber fuego de nuestras pieles
arrugadas por besos y oquedades
a crear dulces rompecabezas de poros
y la constricción de nuestras piernas violentas
soplando las tardes con verdor de fogata
Hombre Muerto
Cae sobre su propia mirada
se mira las uñas
cubiertas de huesos y fotografías
de tanto buscarse en horas antiguas
cubre de penas sus mejillas
en vano intenta espantar
al lobo que le acecha en las pupilas
busca caricias nuevas para untarse
en las huellas dejadas por el vestido roto
de una mujer con nombre
el hombre piensa que tal vez ya está muerto
y es la muerte la que se ha atrasado
con el correo o con los obituarios
cansado
lo observo
me quito las preguntas del rostro
aparto las páginas de mi propia mirada
y otra vez dudo
del hombre que me mira en el espejo
si estoy vivo o es un cadáver
asustado
salgo a buscarla
[ a ella ]
o en su defecto
a escribirle un telegrama a la muerte
Dolor
Duelen las hojas
las algas agudas de mi tristeza pantanosa
dolor en los segundos
saltando de agujas feroces
en las sogas suicidas
traicionadas
por algún cobarde cansado de la vida
duele la tierra en la que no nos sepultamos
duelen hasta los niños alegres
que zurcen el azul del cielo con sus vientres
duele mi existencia
mi camino fracasado
buscando mendrugos
a la orilla de tu olvido
*Cortesía del poeta René Chacón
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