sábado, 9 de abril de 2011

“LA DESESPERANZA COTIDIANA Y EL PÁNICO SOCIAL DE LA VIDA MISMA EN “SINFONÍA DEL CAOS” DEL POETA ANDRE CRUCHAGA” (*)


Alfonso Velis Tobar, poeta, ensayista, catedrático, El Salvador-Canadá




“LA DESESPERANZA COTIDIANA Y EL PÁNICO SOCIAL DE LA VIDA MISMA
EN “SINFONÍA DEL CAOS” DEL POETA ANDRE CRUCHAGA” (*)
A manera de Prologo



Por Alfonso Velis Tobar
Carleton University MA.
El Salvador-Canadá.




El poemario “Sinfonía del Caos” del poeta salvadoreño Andre Cruchaga, titulado en su Primera parte “La noche, red de abismos” y su segunda: “El País, sangre en mi voz”, cincuenta textos poéticos en su conjunto total. Este es una lectura analítica, un análisis sociológico, conceptual, critico del contenido a partir de su temática, del significado y las circunstancias histórico-vivenciales que enmarcan su discurso poético. Poesía fresca renace desde las elucubraciones de una conciencia enfrentada a los pormenores y asombros de la vida misma, realidad que nos golpea, que punza los ojos entre los avatares de la vida, las heridas del sueño y del alma: “Debajo de la vida, la muerte renace cada día con su borrosa porcelana de quebrados vientos.”, exclama espontáneamente el poeta. Hay mucha plasticidad en estos versos, reflejando un espíritu de angustia y desesperación. Donde cada día es una imagen infernal que nos rodea de poros que sangran la ternura y hasta los pájaros mueren de nostalgia ante la ecología del tiempo y la verde natura que se resquebraja. Cada día es un instante inesperado de incertidumbres donde la muerte presenta diversos nombres y formas de morir, entre espejos misteriosos que refractan esa polilla del tiempo que nos devuelve pálidos tormentos y asombros inesperados.
Hemos vivido y vivimos tiempos difíciles y seguiremos viviendo en nuestra tierra, vivimos, soñamos una patria con luminosidad y a sus alrededores ronda el desahucio, la muerte que acecha, el hambre que azota y la miseria que asusta, vienen tomándose por asalto violento, volviendo intransitable hasta las calles, hasta los mismos perros callejeros, sin sentido humano respiran y deambulan agónicamente sus ladridos desesperanzadores. Es cuando el poeta clama: “Pero las calles de mi país te salpican con sus cuerpos mutilados y te comen los cadáveres y las cloacas”. Un país de elegías, encantos y desencantos, de llantos y quebrantos, ante los espectros estupefactos, los cadáveres que ya no se ocultan a la luz del día, como perros tirados en la calle. E imagen de desintegración social que roe los ojos, deshumanizándose los sentidos, distorsionándose las entrañas y los pájaros cantan sus espantos. El poeta se conduele ante el porvenir inesperado de su país, en “alas de gemidos, delirantes quejas”. Una ciudad un tanto moribunda, donde “la saliva de la noche borra hasta los parpados”. Aquí hay un espíritu muy contemplativo que canta con tristeza el más mínimo detalle: Ahora hay un País donde la tempestad del hambre. /Azota y patea en su levadura de guitarra. /Ahora hay un País de violines inmóviles, /Haciendo del día una lanza de campanas. /Ahora hay un País con oscuras goteras, /En sus ventanas gime la gruta de la noche. /Ahora hay un País de podrido océano: tierra de orgías. /Ahora hay un País de insaciable desvelo. /Ahora hay un País, simplemente, de armada miseria.”
El poeta entre dientes blasfema, vocifera, habla solo, se conduele de un país, ante la desdicha de su historia, que no ha conocido la felicidad de sus encantos, ni la de su belleza natural, una historia manejada por el poder de chacales y buitres y otras aves de rapiña que aletean a la expectativa y al asalto de su presa. “De que madera se hizo este país que la polilla lo deshace”. Imagen de una realidad falsa y exótica, aparentemente respirable entre el consumismo, la alienación, la enajenación del poder imperial, del dólar con derroche para unos o del bolsillo quebrado y roto para otros entre la lipidia de sus ensueños. Esta punzante realidad donde “El cable y la TV. No sirven para el entendimiento. Desde ahí se reparte la violencia y se aprende a matar impunemente.”(La vida es menos la vida). Claro vivimos una cultura de violencia, el cine y la televisión bombardeando violencia, los medios de comunicación al servicio de sus interese criados, de un obsoleto sistema incapaz de dar bienestar al pueblo, injusto sistema que engendra violencia en todo sentido y por todos lados de estos veintiún mil kilómetros cuadrados vivimos esa violencia, de sangre, de aprieta canuto, de dame un campito que nos convierte en un país de mente estoica, grotesco en su imagen de hormiguero vivencial, de fondo el pueblo luchando por sobrevivir, es sudor sufrido y valiente para soportar esta realidad de luces y rótulos en ingles, vivimos un aparente progreso de luces, colores, escaleras electrónicas. Porque “Jamás ha habitado el sol de la prosperidad a esta tierra.” Porque no hay para el poeta ni siquiera un halito de esperanza, porque ésta ha sido siempre una especie de “cuerpo sin alma”. Porque “En mi país, el caos es pan y silencio”. Esa es mi patria de los dol(o)(a)res, país de falsas “sonrisas”, expuesto a la amenaza de las catástrofes naturales, de la radioactividad expandida en los espacios de la muerte, de los terremotos sociales, donde chisporrotean, martillos, yunques y sus volcanes apagados, del temblor en los huesos, de los diluvios invernales, de los desastres climáticos que arrastran la vida a los barrancos, de las gripes nucleares y donde surgen las bellezas del arte. Y así vemos que “Cada día cruzamos un laberinto de banderas transnacionales”. Estas calles de mi país respiran a diario aires lúgubres, de una ciudad con sus estertores ciegos y poluciones donde los pulmones de la noche envejecen de soledad, de temores y neurosis. “Y en la zozobra salta la altitud de la fe”. Entre piedras delirantes y sombras de ficción imaginaria, entre los velos de una injusta realidad virtual que nos engaña: “En mi país, el caos es pan y silencio.”
Esas elucubraciones de conciencia que plasman el alma del poeta Andre Cruchaga, que contempla y siente la patria misma perdida como niebla de la historia. De una historia donde todo ha sido dolor y muerte violenta entre lentas agonías, convulsos quejidos, pujos sociales y económicos. Por ello el poeta se pregunta con razón incomprensible: ¿Es que acaso no tenemos derecho a la alegría? Porque “Jamás la historia ha sido otra cosa, sino esqueleto, plegaria de la fe, espejo de la niebla”. Ante este devenir de cuchillos, de mordaza social, de sometimientos, de nostalgias y amenazas; y ya no es el respiro, de aquella atmosfera de guerra vivida dos décadas atrás, de psicosis por represiones militares o de escuadrones de la muerte decapitándote hasta el alma y donde el pueblo mismo con justa razón y valentía, supo sacar las uñas para lanzar una lucha liberadora, para hacerse respetar en su voluntad democrática y de conciencia libertaria; ahora es otra mordaza en que nos enclaustra la postguerra que vivimos, el de la inseguridad, el pueblo siempre paga el pato de los desordenes, de la hostilidad retrograda, donde impera el gozo de los explotadores, viviendo bien hartos, a costillas del sacrificio y la explotación de los más humildes, cuya fuerza de trabajo(cuando lo tienen) son salarios de hambre, de desnutrición y desnudez fantasmal. Esto es un caos social de ambientes cotidianos que nuestra patria plasma en repentinas muertes.
Es de notar que el poeta Andre Cruchaga evoca a cada instante los letargos sueños, las pesadillas y de transfondo la historia con el batallar de la patria, donde las ansia de emigrar son otros sueños, pero es como huir de la misma terrible pesadilla de la que nunca jamás despiertas y ni viviéndola con ojos bien abiertos y oídos ciegos entre los estertores que esculpen el pánico destino de la patria, porque esta realidad nos tiene como robotizados, hipnotizados como en un trance de muerte que agoniza. Donde “los delincuentes caminan a prueba de balas” y “Borran sus, titulares disparos y gritos”. Siento que aquí no hay lirismo estético en estos versos de Cruchaga, aquí hay angustia a secas, pesares, miedos latentes, onirismo desenfrenado…. Aquí se pasea la sombra de la muerte por las noches y el poeta parece platicar con ella en sus monólogos y es que uno poeta suele platicar con la muerte, la presiente, la imagina hasta sus extremos, en uno o en la alquimia de otros cuerpos. Aquí a la orilla de esta patria “Cuando sabemos que alguien puede matarte en la puerta de tu casa y seguir el hilo de la calle.” (Destino sin patria). Noto en algunas situaciones en esta poética aires surrealistas, con su temblor sombrío y la sonrisa que brota en mueca nerviosa, con gesto de payaso, que irradia alegría de carcajada teatral, pero vibra en las tristezas el corazón humano. Viene ese insistir del poeta ajotándole la muerte por las noches y no hay sosiegos de paz, ni serenidad en ninguna hora del día y de la noche. “En la escuela me enseñaron que la Patria, /Era un río cristalino, /Un sendero de anhelos, /Un recodo de apacibles montañas; /Pero no me explicaron los miedos, /El abismo, el suspiro agónico del crepúsculo, / Las espinas del libre mercado. Todas esas situaciones y circunstancias vivenciales son típicas en poemas como: “Persistencia de la muerte”, “El país (casi una elegía), “En medio de esta noche”, “El suelo a través de las ventanas”, “Registro memorioso”), y que luego “Se rompió la geografía en lagrimas”. En fin esa desesperación constante del poeta ante las vicisitudes de la vida que es menos vida, donde las casas, las cosas, las calles, rondan de fantasmas y féretros quejumbrosos. “Esta es un puñal, noche de ojos:/Gángsteres sobre el viento mordiendo los sueños/Del transeúnte. Losas ciñen los pies. /Ángeles malévolos haciendo la muerte.” Y ante lo vitrales oscuros la droga, el crimen organizado a la orden del día, manejados por los que planifican el dolor, la mafia que anda de traje y de corbata, la estocada de muerte y de odio al acecho, la vigilia y la psicosis del pánico, su delirio de rodillas, la bur(r)ocracia que se colma de holguras. Y esta patria nuestra con sus avatares inesperados, con un futuro incierto que nos hace flotar en la locura. Aquí donde todo puede suceder en lo cotidiano de la vida y sucede pues porque “estar vivo a menudo es tener miedo.”
En ese tono el poeta no se cansa de evocar con insistencia constante, estos fríos de desamparo, en un país donde nadie se siente seguro, sin esperanzas, ni protegido por seguros de salud, ni seguros de vida, ni siquiera seguros por la seguridad social del Estado como para brindar, en toda sociedad civilizada un mejor desarrollo de vida para el pueblo, todo es un caos como reflejo de esta lucha de clases, de esta lucha por sobrevivir cada día, aquí sálvese quien pueda. ¡Cuídate vos dentro de esta jungla llena de fieras que acechan con intereses creados! ¡En este potrero con relinchos de caballo, de mugidos y quejidos constantes! ¡Cuídate vos porque parece ser que mañana no te vea! Esta es nuestra patria sin destino ni gloria, más solo la gloria de los miles de héroes muertos, que cayeron por el ideal de hacer una patria mejor. Una patria con un “futuro luminoso” como la soñaba mi hermano el poeta Alfonso Hernández que cayó combatiendo porque un día los prados cantaran por el buen porvenir de esta patria.
Pero siendo objetivos con la lectura de esta poesía y leída con detenimiento, si bien es cierto, en este fluir de la conciencia del poeta Cruchaga, vemos tajantemente, que no hay una acusación directa y contundente, a los detractores causantes de este caos que él plantea, con su sinfonía de llagas, dolores sociales y colores matizados. Todo como producto de un sistema que históricamente traemos de arrastre por unos cuantos siglos, con la conformación de una burguesía criolla, que por generaciones y que desde la conquista misma, desde la imposición del colonialismo invasor heredamos, queriendo borrar lo autóctono de nuestra sangre y que hasta hoy no pudieron; pero ahora es un nuevo neocolonialismo que soportamos, que a sus antojos nos arrastra en sus mareas y olas sin legarnos nada a cambio, un imperio parasitario y saqueador, un mundo con transnacionales, para todos dividido, resultado producto de la postguerra en la cual estamos embarcados.
Según generalidades estéticas en estos momentos sentimos en el fluir de la conciencia de la mayoría de poetas y escritores salvadoreños, implícita una especie de acoso desesperado, de asco ante lo que nos rodea, de sufrimiento y caos de frustración moral. Dos años atrás los sectores populares pensamos con esperanza muy felices (sigo con esa esperanza), con el nuevo gobierno revolucionario, sentimos una nueva estrella al ganar el poder político, pero evaluando si las promesas han avanzado, no vemos claro, que se despunte a nuevos horizontes, la violencia, la injusticia social sigue igual, el pueblo no ha palpado cambios de bienestar, que difiera del antiguo régimen Pro-oligárquico liberal que solo pudo someternos con descaro, a una política muy subordinada al imperialismo y sucumbirnos más en la miseria, al permitir la dolarizaron de nuestra economía, volvernos más dependientes, permitiendo bases militares para su estrategias de vigilancia desde nuestro suelo, presionando a presidentes títeres para enviar a morir a humildes soldados en la guerra de Irak donde nuestra patria, no tiene vela en ese entierro
y poniendo nuestro lenguaje romántico en riesgo, nuestra identidad nacional ante la descarada penetración neocolonialista. El imperio al deportar a cientos de jóvenes genero mas violencia, convirtiéndose en bandas criminales (“Maras”), producto de la misma crisis económica, la desintegración social, ola del crimen organizado, de la mafia y el narcotráfico, herencia del anterior y nefasto régimen reaccionario. Esta situación favorece más al enemigo de clase (la oligarquía) cuyo fin desesperado, es desestabilizar al gobierno popular revolucionario y tomar de nuevo las riendas del poder para que todo siga igual, en esta sinfonía del caos social en el cual estamos inmersos.
Creo que esta es la hora de que este gobierno revolucionario, en quien hemos sembrado esperanzas, junto a los sectores progresistas, los políticos, las organizaciones de masa, los sectores productivos del pueblo, los campesinos, los obreros, los sectores educativos, los intelectuales, los propulsores de la cultura oficial y oficiosa, los poetas y los escritores somos los llamados a edificar una nueva moral, una política consecuente del tiempo presente para tratar de aliviar o terminar con este “Caos”, el pueblo debe sentir un cambio de bienestar social y económico. Para tratar de edificar una nueva realidad de justicia social, para rescatar nuestra cultura, para edificar una nueva poética (literatura), dentro de una verdadera cultura que reaccione como “Cultura de Resistencia”, frente a la cultura privilegio de una clase y contra la cultura Neo colonizadora del imperio. Todas esas situaciones y circunstancias de fondo traen a colación mental, la lectura de “Sinfonía del Caos”, del poeta Cruchaga, lo importante, es que su discurso poético, insita a pensar en los problemas sociales y económicos, que por ende nos llevan a este caos y no porque a partir de la visión poética de Andre Cruchaga, ni siquiera se insinúe, se haga alusión a esos álgidos problemas que vivimos, pero hay algo de efecto en esa imagen de “caos”, en sus vivencias existenciales. La poesía como arte no resuelve los problemas sociales, ni ayuda a transformar una realidad que enfrentemos, pero siendo una forma de la conciencia social, la poesía en efecto habla, contribuye a reflejar esos problemas del caos al que nos han llevado los que manejan el poder de sus bacanales glorias y gozos terrenales; los poderosos del capital, la oligarquía, que ni siquiera para si mismo, son capaces de modernizar su capital (me pregunto, si podemos hablar de “modernidad”, en este medio, pues la única modernidad que yo conozco, es solo la del atraso en el cual vivimos), incapaz de competir con el imperio, quien arrastra a los países más pobres, volviéndonos más manejables, mas dependientes a sus antojos e intereses, a causa del subdesarrollo del capital mismo, sino también por el subdesarrollo mismo de nuestra cultura. Entonces la poesía como una forma de la conciencia social, debe ser capaz de reflejar todo ese mal estado de cosas del sistema, todo consiste en cómo debe plantearse el discurso poético dentro de esta situación actual que enfrentamos y no se niega que algo hay en los versos de Cruchaga. Incluso para él: “El País ahora es ficción: Nada asegura claridad firme, /Cuando su aliento desvanece el pan, /Y la vida convoca, fiero engaño, / A subir borrosas escaleras…
En Síntesis esta primera parte “La noche, red de abismos” de diez y seis poemas, no es un espejo real que refracte los agudos problemas humanos y sociales que solemos padecer. De transfondo se refleja una realidad resquebrajada por el deformado manejo que padece el sistema y como resultado de los rastrojos de la guerra que finalizo con los acuerdos de paz en 1992. Aunque fue una guerra por la lucha del pan y la justicia, pero el pan sigue faltando y la miseria esta sentada en la mesa de los pobres. Aquí en mi país, como declama el inmortal poeta Rafael Alberti: “No se puede dormir y si se duerme, / El sueño es una cárcel clavados los cerrojos”. Porque de una u otra manera, con guerra o sin guerra, no se puede dormir ni vivir con tranquilidad, porque vivimos en desvelos, porque rondan en silencio las horas del crimen, dice el poeta Cruchaga, los demonios y esos “Ángeles malévolos haciendo la muerte”. En un geográfico destino computarizado de autores materiales con macabros pensamientos y planes criminales, con la fuerza bruta del poder que impera y dadivas que someten a su antojo, vidas, sistema y recursos naturales, que se debieran aprovechar en beneficio del pueblo mismo. Fuerzas del mal que nos exprimen, que nos sacan los ojos cual malignos cuervos que sin descaro actúan, con el riesgo de llevarnos al caos de una sinfonía con melodías dolorosas y partituras más trágicas y desalentadoras, aquí en nuestro diminuto país que es muy “grande para la desesperanza”.
Entramos a su segunda parte “El País, sangre en mi voz” que comprende 35 textos. Se abre con “Diario de un poeta”, poema sinfónico de gran unidad temática en sus 25 unidades que lo integran. Y seguido por otros diez poemas de tonos individuales, más no por ello, hay en su conjunto coherencia interna en su temática principal. Esta parte a partir del titulo mismo, es otro arrebato del caos humano, otra continuada red de abismos sin sentido y laberintos de macabra soledad, anotando las circunstancias del diario vivir del poeta. Es el otro infierno terrenal enmarcado en el otro espejismo de una realidad virtual dolorosa, de una ilusión óptica muy peligrosa, de mugre con encantos surrealistas, de sangre y voces que se derraman al acecho y es que la tensión de la noche es un detritus lamentable donde se refracta “La carcajada del asesino Sosteniendo en su taza de café una pistola. El País tiembla en su cuarto oscuro.”
Y en el poeta también hay instantes que reclama y rescata a la memoria de la vida hasta la presencia de sus amigos poetas: Susana Giraudo, en sus alas laboriosas, del amigo Heriberto Montano©, lo sentimos en su poema “Mudanza reverdecida”, la sensibilidad humana de Cruchaga clama el recuerdo doloroso del hermano que se fue con la juventud infinita del sueño eterno: “Por eso, la mano de Heriberto es verde: -¡Presencia es! Aquí esta frente a la luz. ¿Eco? No. —Entraña desgarrada entre la neblina: —Liberada alma en flor—, Frente a la caverna del poder: —Sombría raíz del suelo. Aquí está Heriberto. ¿Está aquí?”
Es notoria la constante persistencia de la muerte, la muerte violenta evocada a cada instante y ya no es la muerte en vigilia de la noche, es la muerte a pausas, es la muerte a plena luz del día, de la que aparentemente se quiere huir y ésta te persigue a toda hora, te acorrala inesperadamente y quizás en estos instantes está sucediendo en alguna esquina tenebrosa o callejón o en las calles, de mi país la muerte violenta y uno quisiera como tener alas de mariposa o de pájaro para cruzar otros aires más placenteros, paradisíacos, sin fronteras ni pasaportes: “En un callado suspiro se traspasan los espejos. Se necesitan alas verdes. Ser pájaro. Ser mariposa. Esta tierra es sorda a los sueños. A la inocente sed de los pabilos. A la verdad transparente del espejo. Pero no al ruido de la muerte. Y es la evocación trasnochada de la muerte y sus quehaceres: “A cada rato jugamos a los ojos de la muerte”. / “Aparece la obscenidad de la muerte” / “Cerca de mí siempre la muerte”. Aquí no hay esperanza en el lugar que te dio el primer suspiro o agoniza en la choza más humilde un pobre cristiano, realidad de la que se quiere huir como desesperado por sus asombros mortales: “El País tiembla con sus pupilas destrozadas. Este País, donde Lázaro, sueña sin cuerpo. Y el sudor se confunde con la orina…” Hay relación entre la Primera parte con la Segunda, en cuanto a la tensión que vive el alma humana en ambiente como de campo de concentración, inseguro, que a diario vivimos y se despierta quizás para salir a morir y uno ¿no sabe dónde?, ¿ni cuándo?, ¿ni cómo?, ¿ni por qué?, porque la muerte, te puede salir al paso y de repente te ciega la vida: “La inseguridad multiplica sus voces: Uno está en fuga permanente. Uno sale y camina para morir. Cerca de mí siempre la muerte: Sudario de esta vida sin defensa propia.”… Son los mismos versos dispersos que hemos escogido como ejemplos, que en su significado metafórico cuyos latidos hablan por si solos esa palpitación de muertes incesantes: “En el País aúlla la muerte.”/ “O la muerte, surco de moscas precipitándose”/ “Noche de náuseas frente al crimen”. /“Ahora hay un País con sábanas fúnebres.”/ Ahora hay un País con la tos del agua ensangrentada”. / “Sordera del verano en la mordaza cotidiana”. En un país donde pregonamos por la paz del cementerio, la paz de la desdicha, la paz de los poderosos, la paz de los que tienen que comer y viven en paz con su Dios y con su estomago, pero vigilantes, pistola en mano, capataces mayores para dar guerra defendiendo sus vienes terrenales, para no perder los privilegios de su paz porque: “La Paz viene acompañada con la muerte: / A pesar del lenguaje de la Paz, /El crimen nos deslumbra en las comidas: Carcome la niñez y respira en los adultos”.
En conclusión, en el caso, si bien es cierto en “Sinfonía del caos”, de Andre Cruchaga, tanto la Primera Parte: “La Noche, red de abismos”, como la Segunda: “El País, Sangre en mi voz”, en ambos el fondo temático es “la noche”. Con objetividad vemos tajantemente para enfatizar, que directamente no se acusa, ni siquiera se señala, quiénes son los propiciadores del caos social en el cual vivimos o hacia cuál vamos, y por culpa de qué factores injustos del sistema, estamos jodidos, inmersos en esta sinfonía del caos, propiciadores del dolor; y no se le puede pedir más a Cruchaga, como vuelvo a repetir, es una poesía existencial muy contemplativa de la realidad que nos rodea. Y para glosar su titulo, mi país, sangre en arena, pero en el fondo el poeta lo ama intensamente. Es la angustia desde el corazón de un poeta que a veces ironiza y expresa con sarcasmo sentimientos de desahogo, esa angustia de todos y que el poeta hace suya con toda ansiedad en su conciencia nihilista, todo por hacer un mundo de mejor complacencia humana, más agradable, más fructífero, más primaveral lleno de flores ¡Quién no quisiera un mundo feliz para todos de justicia, de igualdad social, de paz soñadora, de progreso verdadero!, entonces clama: “El País es así. Hay que quererlo, / Cambiarlo, hacerlo nido de pájaros, / Pleno de césped, visible a los ojos: / Plural hacia la luz —bosque de entendimientos / Y no viento del luto, ni cuerpo mutilado. /Hay que hacerlo con luminosa mirada /Y labios de guitarra. / Así sabremos mejor nuestro destino…” El Caos de injusticia social que vivimos tiene su base en los problemas de la infraestructura económica del sistema. Y una manera de hacer más hermoso a El Salvador, es cambiando de raíces este obsoleto sistema de infelicidad y desigualdades que nos ha llevado desde la colonización y sometimiento por siglos a una férrea lucha de clases hasta hoy y por ende a esta injusticia social. Ya que la realidad salvadoreña es un tanto compleja, trágica y quizás puede ser hasta un tanto confusa para interpretarla o sentirla en este momento para algunos creadores o poetas. Traigo a colación al respecto unas reflexiones del poeta Roberto Armijo a propósito de este concepto del caos: ¿Por qué? ¿Acaso la poesía es limitada para redondear y asir un entorno turbulento?” Y en mi experiencia personal como creador de poesía me sigo preguntando con Armijo: ¿Es incapacidad del poeta no lograr que su palabra eleve a categoría lirica el caos de un presente histórico caótico? Sobre todo frente a un mundo exterior que nos golpea y nos acicatea constantemente el alma creadora. Y para Cruchada esto: “Del clamor de la vida, viendo los golpes”, en esta realidad. Mientras en alguna esquina alguien desolla estómagos de una cuchillada a un pobre cristiano. El Salvador es un dramático dilema y que urge enfrentar para erradicarlo o se puede empeorar y a que factores se debe esta perenne crisis de caos y es lo que debería aclamar el poeta y a veces uno tiene que arriesgarse aunque se lo impida el vuelo. Por ello el poeta habla muy quedito al oído para sí solo, muy disimuladamente sabe ver, escuchar desde el misterio mismo de la palabra, es realidad que palpa desesperadamente y que también por añadidura humana al poeta sensible a esos problemas, nada le duele más como su sufrido País, el único terruño de nuestros sueños que nos vio nacer..

AVT. Canadá, London, Ontario, en fecha del martirio de Monseñor Romero, Marzo/24/ 2011.

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*- Andre Cruchaga (Poeta salvadoreño, 1957) Profesor Docente de Humanidades y desempeña una excelente labor como Coordinador de su publicación virtual Arte poética, promoviendo y expandiendo la hispanidad poética internacionalmente a través de su consultada “Antología Universal de la Poesía”, en “Rostros y Versos” de su “Arte Poética”. Ha publicado poesía en los idiomas portugués y Frances. Ganador de cinco premios en los Juegos Florales Salvadoreños (1985-2005) y ha sido Finalista. Primer Concurso Internacional de Poesía “Paseo en Verso”, México, 2004/2005. Tiene en su haber creador los siguientes libros: “Alegoría de la palabra”(1992), “Fantasía del Agua”(1992), “Fuego de la Intimidad”(1993), “Espejo del Invierno”(1993), “Memoria de Maylhurts”(1993), “Visión de la muerte”(1994), “Antigua Soledad”(1994), “Insomnio Navegante”(1991), “Césped sobre el fuego”(1995), “Fugitiva Luz de los Espejos”(1995), “Fantasía del Bosque”(1996), “Enigma del tiempo”(1996), “Roja Vigilia”(1997), “Querencia del follaje”(1998), “Rumor de Pájaros”(2002), “Oscuridad sin Fecha”(2006), “Pie en tierra”(2007)Poeta en Barataria, (2010), Viajar de la ceniza (2010), Sublimación de la noche (2010) y agregamos “Sinfonía del Caos”. Ha publicado en Revistas y páginas literarias nacionales y extranjeras. Ha sido incluido en la “Antología de la Nueva Poesía Hispanoamericana” (Perú, 2005) Para mayor detalle y comprensión en la obra del poeta Andre Cruchaga y de su prologuista poeta Alfonso Velis Tobar, como de otros poetas y escritores nacionales e internacionales se puede consultar andrecruchaga@artepoetica.net.

Heriberto Montano (1950- 2006) Escritor y poeta salvadoreño, docente universitario, murió joven padeciendo rara enfermedad. Miembro del Taller “Francisco Díaz”. Publico “Breve Canción de vida por el ausente” (2005). “Gato encerrado” (2003) “La luna de mi canción” (2003). Su ultimo poemario póstumo fue “La ciudad y la neblina” (2006), inspirados en su ciudad natal Santa Tecla. Su poesía fue traducida al ruso, árabe e italiano.

Véase de Roberto Armijo: “Algunas Reflexiones sobre la Poesía Salvadoreña”. Bulzoni Editore. Roma, 1990. Pág. 42.

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