miércoles, 11 de abril de 2012

Poesía Salvadoreña Contemporánea


Carmen González Huguet, El Salvador




Poesía Salvadoreña Contemporánea (1)




Por Carmen González Huguet (2)
San Salvador, El Salvador




El fenómeno histórico que signa los últimos treinta y cinco años de la literatura salvadoreña es indudablemente el conflicto social que desembocó en la guerra civil y que polarizó a la nación entera. Al inicio de esta etapa ocurrió la muerte de los más prominentes poetas de la generación que consolidó un primer canon de literatura nacional: Claudia Lars (1899-1974), Raúl Contreras (1896-1973), Pedro Geoffroy Rivas (1908-1979), Vicente Rosales y Rosales (1894-1980), Serafín Quiteño (1906-1987), Hugo Lindo (1917-1985) y Lilian Serpas (1905-1985), entre otros. Este recambio, por demás natural, ocurrió en una etapa de gran efervescencia política iniciada con el secuestro y asesinato del empresario Ernesto Regalado Dueñas, en 1972; hecho ligado al origen del Ejército Revolucionario del Pueblo, uno de los cinco grupos que después formaron el Frente "Farabundo Martí" para la Liberación Nacional, FMLN. Ese mismo año, la Universidad de El Salvador (UES) fue ocupada por el ejército, lo que marcó el declive de ese importante centro de estudios, imbuido de las mismas contradicciones que ya dividían a la sociedad entera. Antes de la invasión, en la editorial universitaria se publicaron algunos de los libros fundamentales de la literatura salvadoreña, como las Obras escogidas de Salarrué (1969-1970), un primer intento de recopilación que incluye su único poemario Mundo nomasito (republicado en edición aparte en 1975). Dicha editorial fue dirigida por Ítalo López Vallecillos, quien publicó además las Obras Escogidas de Claudia Lars, con prólogo de Matilde Elena López, la Antología general de la poesía de El Salvador, de José Roberto Cea, el importante poema Los nietos del jaguar de Pedro Geoffroy Rivas, y muchos más. El otro poema fundacional de Geoffroy, Vida, pasión y muerte del antihombre, así como sus trabajos lingüísticos, vieron la luz por la misma época en la Dirección de Publicaciones. En esta etapa, los integrantes de la Generación Comprometida nacidos alrededor de los años treinta estaban en plena etapa de madurez y producción: Rafael Góchez Sosa (1927-1986), Álvaro Menéndez Leal (1931-2000), Ítalo López Vallecillos (1932-1986), Mercedes Durand (1933-1999), Irma Lanzas (1933), Waldo Chávez Velasco (1933-2005), Eugenio Martínez Orantes (1932-2005), Manlio Argueta (1935), Roberto Armijo (1937-1997), José Roberto Cea (1939) y Roque Dalton (1935-1975), entre otros. Fue la primera generación poética que pasó por las aulas universitarias, y desde ahí combinaron el quehacer poético y el trabajo sostenido en diversas disciplinas académicas. Además de ser el más depurado poeta lírico de su generación, como lo atestiguan sus poemarios Biografía del hombre triste, Imágenes sobre el otoño, Puro asombro, Inventario de soledad y Espejo (inédito), Ítalo López Vallecillos fue un destacado investigador histórico (El periodismo en El Salvador, Gerardo Barrios y su tiempo, La influencia de México en la Independencia de Centroamérica, La insurrección popular campesina de 1932 y La dictadura del general Maximiliano Hernández Martínez), amén de dirigir tres de las más importantes editoriales universitarias centroamericanas: la de la UES; UCA Editores de la Universidad Centroamericana "José Simeón Cañas", y la Editorial Universitaria Centroamericana, EDUCA, durante su exilio en San José de Costa Rica. Otros miembros de la Generación Comprometida se volcaron a diversos géneros, como Menéndez Leal, quien escribió teatro y cuento. Entre sus obras poéticas más relevantes, destacan: Los júbilos sencillos, Banderola de señales, Silva de varia música, Antología inédita, Antología heroica y Bip bip bip haikús. Expulsado de la academia militar, incursionó en el periodismo radial y la docencia universitaria. Irreverente, subversivo, polémico incluso, el mejor personaje de Álvaro Menén Desleal, como se firmó muchas veces, fue él mismo. Manlio Argueta es conocido sobre todo como novelista, pero en su obra poética temprana destacan Un hombre por la patria, El animal entre las patas y En el costado de la luz. Roberto Armijo publicó La noche ciega al corazón que canta, Seis poemas y una elegía, y participó en la antología colectiva De aquí en adelante junto con Manlio Argueta, Tirso Canales, José Roberto Cea y Alfonso Quijada Urías. Foto GrupoDe ese grupo, Argueta y Armijo se radicaron en el extranjero. Armijo partió becado a Francia en 1971 y Argueta, al exilio en Costa Rica a partir de 1972. Quijada Urías marchó a Nicaragua en 1981. Sólo Tirso Canales y José Roberto Cea continuaron trabajando en el país en forma ininterrumpida. Debido a su larga permanencia en el extranjero, la obra poética de Armijo, por lo demás muy importante, ha sido conocida tarde y mal en El Salvador.
Entre ambos grupos hubo otros escritores: Oswaldo Escobar Velado (1919-1961) muerto prematuramente de cáncer después de dejar perdurable influencia sobre la Generación Comprometida; Matilde Elena López (1919), quien desarrolló una destacada labor docente y ensayística, autora del poemario Los sollozos oscuros, y Claribel Alegría (1924), más conocida por su obra narrativa, quien ha publicado: Aprendizaje, Pagaré a cobrar y otros poemas, Sobrevivo, Suma y sigue, La mujer del río Sumpul, Y este poema rio, Variaciones en clave de mí, Umbrales, Luisa en el país de la realidad y Saudade. Aunque nacida en Nicaragua, es una de las escritoras salvadoreñas con un trabajo poético extenso y consistente.
Roque Dalton es el poeta salvadoreño más conocido a nivel internacional. Ganó el primer lugar en el certamen Casa de las Américas con Taberna y otros lugares (1969), un hito en la poética nacional. Anteriormente había sido finalista del mismo certamen con El turno del ofendido. En 1970 renunció a sus labores en el Comité de Colaboración de dicho instituto y en 1973 ingresó clandestinamente a El Salvador, donde se integró a las filas del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP). Un grupo de miembros de esa organización lo asesinó el 10 de mayo de 1975. Cinco años antes, en Barcelona había publicado Los pequeños infiernos, con palabras de José Agustín Goytisolo; y en 1974, en México, Las historias prohibidas del Pulgarcito. Sus Poemas clandestinos circularon en San Salvador a partir de 1980 precisamente así: clandestinos y reproducidos en hojas mimeografiadas. Un libro rojo para Lenin apareció en Managua, en 1986, y Un libro levemente odioso, en México, en 1988. Referente obligado de una generación que creció a la sombra del personaje literario y político, Dalton ha sido para muchos poetas salvadoreños ese "paisano inevitable" que Darío fue para los nicaragüenses. De sus contemporáneos, José Roberto Cea incursionó en poesía con Los días enemigos; Casi el encuentro; Códice liberado, con el que ganó el segundo accésit del Premio Adonais, Madrid (1966); Todo el códice, primer finalista del Premio Leopoldo Panero (1967), Náufrago genuino, Mester de picardía, Misa-mitin, Los herederos de Farabundo y Los pies sobre la tierra de preseas. Nacido en Izalco, localidad con una fuerte presencia de hablantes del nahuat, Cea reivindica en su obra la raíz de la identidad indígena
En los cuarenta nacieron Alfonso Quijada Urías (1940), Francisco Andrés Escobar (1942), Rafael Rodríguez Díaz (1943), David Escobar Galindo (1943), Rafael Mendoza (1943), Dina Posada (1946), Ricardo Lindo (1947) y Alfonso Hernández (1948-1988). Con Sagradas escrituras (1969) y El otro infierno (1970), Alfonso Quijada Urías logró sendas menciones honoríficas en el certamen de Casa de las Américas, aunque fue Los estados sobrenaturales y otros poemas, en 1971, el libro que tuvo mayor impacto sobre la poesía salvadoreña. De este grupo, sin embargo, Escobar Galindo es quien tiene una trayectoria más destacada. Dueño de una indudable maestría en el uso del verso clásico, y con una obra torrencial de gran calidad que le ha granjeado numerosos premios internacionales, es autor de los poemarios Extraño mundo del amanecer, Destino manifiesto, Sonetos penitenciales, Las máscaras yacentes, El libro de Lilian, Doy fe de la esperanza, Cornamusa, Guijarros de humedad, Devocionario y El jardín sumergido, entre otros; amén de incursionar con éxito en la novela, el teatro y de publicar desde 1985 un cuento semanal en La Prensa Gráfica, Escobar Galindo también participó en la comisión negociadora que firmó los acuerdos de paz en 1992. Es rector de la Universidad "Dr. José Matías Delgado". Los demás poetas siguieron muy diversas trayectorias vitales: Rafael Mendoza estudió Derecho, Letras y se dedicó a la publicidad, sin abandonar la poesía. Ha publicado Los muertos y otras confesiones, Confesiones a Marcia, Testimonio de Voces, Los derechos humanos, Entendimientos, Los pájaros, Sermones, Homenaje Nacional, Elegía a Media Asta y Poemas para morir en una ciudad sitiada por la tristeza. También fundó, en 1966, el grupo Piedra y Siglo, del cual formaron parte Ricardo Castrorrivas, Jorge Campos, Luis Melgar, Chema Cuéllar Uriel Valencia, Jonathan Alvarado Saracay y Ovidio Villafuerte, así como la página La iguana en flor.
Alfonso Hernández murió tras un combate el 10 de noviembre de 1988 en las faldas del volcán de San Salvador. Miembro del grupo armado Fuerzas de la Resistencia Nacional, encarnó el ideal del poeta guerrillero. Fundó, junto con los escritores Jaime Suárez Quemain, Rigoberto Góngora; Mauricio Vallejo padre, Humberto Palma, Jorge Mora San, Marvin y Geovani Galeas, Nelson Brizuela, David Hernández y Chema Cuéllar, entre otros, la revista La cebolla púrpura. Por su parte, La masacuata agrupó a Roberto Monterrosa, Manuel Sorto, Rigoberto Góngora y Rolando Costa.
Rafael Rodríguez Díaz y Francisco Andrés Escobar han desarrollado una extensa e intensa labor docente dentro del Departamento de Letras de la Universidad Centroamericana "José Simeón Cañas", UCA. El primero ha publicado Amor medieval y Oráculos para mi raza, además de animar peñas literarias, dirigir las revistas Taller de Letras y Papeles de la tertulia, y el programa Flor y canto de la radio YSUCA. Escobar ha escrito cuento, ensayo y teatro, además de sostener una intensa labor como docente, actor y director teatral. En 1995 ganó el Premio Nacional de Cultura, el galardón más importante que concede el estado salvadoreño. Ha publicado en poesía Petición y ofrenda y Solamente una vez. Dina Posada se destaca por una obra de profundo e irreverente erotismo. Reside desde hace más de veinte años en Guatemala y ha publicado Hilos de la noche y Fuego sobre el madero.
Nacidos en los cincuenta, Horacio Castellanos Moya (1957), David Hernández (1955) y Rafael Menjívar Ochoa (1959) han incursionado sobre todo en la narrativa. Junto con Castellanos Moya, Miguel Huezo Mixco (1954), Mario Noel Rodríguez (1955) y otros tres poetas publicaron La margarita emocionante (1979), en Editorial Universitaria. Huezo Mixco también ha publicado Pájaro y volcán, (UCA Editores, 1989) una antología de poetas combatientes. Maestro en el interior del país y poeta de preponderante vena lírica, André Cruchaga (1957) dio a la imprenta Enigma del tiempo, Roja vigilia y Rumor de pájaros. Jaime Suárez Quemain (1950-1980), dramaturgo, poeta y editor del periódico El Independiente, fue secuestrado y asesinado durante la peor etapa de represión de la guerra civil. Tras la firma de los acuerdos de paz, El Salvador entró en una etapa de crecimiento económico que se vio frenada posteriormente por la recesión. Esta etapa trajo una revitalización de la actividad cultural, pero el país aún arrastra un rezago enorme debido a múltiples causas, tanto económicas como políticas y sociales, que sería largo enumerar. El nuevo clima, sin embargo, ha permitido que surjan producciones más libres y voces nuevas. Quizá uno de los hechos más significativos de los últimos años ha sido la exploración de diversas identidades, lo que está contribuyendo a enriquecer el imaginario colectivo. Una de las manifestaciones de esto es el trabajo de un grupo creciente de escritoras que han comenzado a crear espacios propios y a definir una obra personal de mayor exigencia sin recurrir necesariamente a las instancias tradicionales, en su mayoría dominadas y dirigidas por los escritores, y sin supeditarse tampoco a unos cánones definidos también mayoritariamente por los hombres. Claudia Herodier (1950), licenciada en Filosofía, ha publicado Volcán de mimbre (1978), con el que ganó el segundo lugar en poesía en los Juegos Florales de Quetzaltenango, Guatemala; María Cristina Orantes (1955), hija de los escritores Alfonso Orantes y Elisa Huezo Paredes, publicó Llama y espina (2002); Carmen González Huguet (1958) ganó los Juegos Florales de Quetzaltenango, Guatemala, en 1999, y publicó Testimonio (1994), además del monólogo teatral Jimmy Hendrix toca mientras cae la lluvia (2004); Silvia Elena Regalado (1961) dirige la Unidad de Cultura "Roberto Armijo" de la Universidad Tecnológica y dio origen en 2002 a la colección "Juntas llegamos a la palabra" donde editó su libro Izquierda que aún palpitas, además de Traición a la palabra, de Claudia Herodier, Insumisa primavera, de Silvia Matus (1950), Atravesarte a pie toda la vida, de Nora Méndez (1967), Al costado del paraíso, de Eva Ortiz (1961), y Oficio de mujer, de Carmen González Huguet. Regalado publicó además Pieles de mujer (1995). Roxana Beltrán (1967) y Susana Reyes (1971) pertenecen también a esta generación. Susana tiene publicada Historia de los espejos (2004) y Nora, La estación de los pájaros (2004). Entre los poetas nacidos hasta 1973 las voces más importantes son René Rodas (1963), Otoniel Guevara (1967), Luis Alvarenga (1969) y Jorge Galán (1973). Rodas vive en Canadá desde hace muchos años, ha publicado Diario de invierno y Balada de Lisa Island. Guevara formó parte del taller literario Xibalbá, el cual integró a varios poetas jóvenes en los años ochenta. Publicó El Solar (1987); El violento hormiguero (1988); Lo que ando (1993); Lejos de la Hierba (1994); y Tanto (1996). Licenciado en Filosofía, Alvarenga publicó Otras guerras (1995) y Libro del sábado (2001) además de desarrollar una importante labor como investigador literario. Galán es Maestre de Poesía por parte de CONCULTURA y ha ganado los Juegos Florales de Quetzaltenango (2004). Publicó El día interminable (2004).
Desde sus inicios, la poesía salvadoreña encontró difusión en revistas y periódicos. Un país donde la producción editorial es menos que exigua no permite otra cosa. Han sido muy importantes las revistas El Papo, cosa poética; La cebolla púrpura, La masacuata, Abra, Taller de Letras, Papeles de la tertulia, Realidad, Cultura, Alkimia y Paradoxa, entre otras, además de los distintos suplementos culturales de los periódicos, como Latino Cultural, Tres mil, Astrolabio, La iguana en flor, Búho, y muchos más.
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(*) Artículo aparecido en Cuadernos Hispanoamericanos, n. 678, diciembre 2006.


(1) Carmen González Huguet. Poeta salvadoreña nacida en la ciudad de San Salvador en 1958.Después de su grado como bachiller inició estudios de Ingeniería Química, suspendiéndolos semestres después para dedicarse por completo a la literatura, campo en el cual obtuvo la pasantía en Educación Radiofónica, y la Licenciatura en Literatura por la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas. Ha ocupado varios cargos como investigadora literaria y catedrática universitaria. Entre los numerosos galardones obtenidos, se destacan la Mención de honor en el Certamen Nacional de Editores en 1989 con su poemario "Testimonio", el Premio de la Comisión Interamericana de Mujeres en 1987, el primer lugar en los Certámenes de San Miguel en 1988, Juegos Florales de San Salvador en 1993, Santa Ana en 1997, Ahuachapán en 1997, Primer premio en los Juegos Florales Hispanoamericanos de Quetzaltenango en 1999, con Locuramor y Premio Internacional Rogelio Sinán 2005 por su poemario Palabra de Diosa. Conserva inéditos varios poemarios y dos libros de cuentos. Actualmente se desempeña como catedrática de Historia del Arte, Redacción periodística y Literatura Hispanoamericana en la Universidad José Matías Delgado.

NOTA DEL EDITOR DE ESTE BLOG: La imagen como el texto, han sido tomados de la página virtual/Omni-bus.

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