sábado, 25 de febrero de 2012

TRES POEMAS DE RICARDO LINDO*


Ricardo Lindo, El Salvador





LOS ABUELOS JUDÍOS




El vino de mi sangre guarda un caudal de judíos españoles
que echaron los Reyes Católicos hace ya cinco siglos,
y se fueron a Holanda, donde quizás,
en pequeños cuartos oscuros,
tallaron diamantes tras gruesas lupas misteriosas,
y traficaron con ellos por los caminos de Europa.
Así adquirieron la llave de los mares,
y llegaron a las islas del Caribe
que tienen palmeras por anclas,
y bajo el sol inmenso del trópico
instalaron un candelabro de siete brazos que venía en sus baúles.
Hay entre mis pasados rabinos de negras barbas rizadas,
y lentas madres sumisas que leían la Biblia a la luz de las velas,
y jamás hablaron bien el español.
Vieron abrirse el canal de Panamá,
y en una noche oscura vinieron aquí los abuelos,
y el mapa de sus manos tenía todos los horizontes.
Así vieron sus almas de errantes el puerto de la Unión,
mientras se balanceaban los barquitos de los pescadores,
y conocieron el sabor de las pupusas y el chiloso curtido,
y visitaron la lluvia del platanar,
y tomaron café bajo un techo de lámina,
pero no se asombraron, como los salvadoreños, del ferrocarril,
porque ellos ya lo conocían.
A lomo de mula vinieron, y a lomo de barco,
y conservaron siempre el viejo candelabro,
y aquí hicieron su vida.
Cuando ellos fallecieron fueron aquí enterrados,
dieron sus flores sus cuerpos,
fueron semilla ajena sembrada en tierra nuestra
en el pequeño huerto del cementerio azul.
Yo no tengo un candelabro de siete brazos
ni conozco oraciones en hebreo o en yidish,
pero tengo sus fotos en un gran libro
que ni siquiera está estampado en cuerpo.





XIV




—Ven —dijo.
Su rostro emanaba dulzura, pero al llegar al cuarto se volvió agrio y amenazador.
—Es indispensable —dijo.
Ella sintió que no era indispensable, sino cruel e inútil.
—Sí —dijo ella—. Es indispensable.
—No tengas temor— dijo él.
—No tengo —dijo Ana temblando





XXXII



Del ramaje del árbol
de las generaciones,
despaciosos se alarga
el tiempo.
Ceniza gris se vuelve el aire claro
y fantasma la mano
que tocaba las músicas
del alto balcón en sombras.
El oro que un pintor hizo aureola
y el chillido del ave que volaba,
y el horno de los panes,
conocimiento son,
u olvido.
Marfiles,
líneas que delimitan lo fugitivo,
mapas de astros,
caminos de los mares,
se hunden en el espejo de la luna.
Tiempo leve del vino
los restituyen un rato en duda y sombra.
Y después,
pasa el tiempo,
aquel que nadie escucha.

*Los tres poemas de Ricardo Lindo, han sido tomados del libro: “Oro, pan y ceniza. Imprenta y Offset Cuscatlán, San Salvador, El Salvador, 2001.

domingo, 19 de febrero de 2012

TRES POEMAS DE CLAUDIA HÉRODIER


Claudia Hérodier, El Salvador





IDEOLOGÍA




Ventana hecha de cualquier cosa
y para cualquier hombre.
Tú me das al mundo en archipiélago de nombres,
y me quitas un ojo
y otro ojo me robas.
Me dejas ciega en mi pobreza de pobre.
Ventana de un mundo que se ordenó en desorden.
Caos de mi palabra en tu angustia torpe.
Ciérrate ante mi. Verte no quiero,
ventana del mundo. Deja que el mundo llegue
y tome: del mar, sus aguas,
del camino, la vereda, el monte…
de la piedra ¡el golpe!
Ventana del mundo: retírate.
Deja que el hombre sea hombre.
Ancla tu ancla en tu silencio oscuro
que oscuridad esconde.
No quieras ser sus ojos,
ni su voz ¡menos su nombre!

Septiembre 30/74 S.S.




CIUDAD: SAN SALVADOR




Ésta es mi ciudad. Hay olor
de gente por todos lados.
Un olor atropellante
que galopa sobre las aceras
-y, aunque no haya aceras, galopa lo mismo-.
Olor que crece sin decrecer nunca
y va en su ascenso dejando rastro.
Olor que asume para sí mismo
un especial olfato.
Ésta es mi ciudad: un olor.
Olor que te absorbe y te ras
de mano en mano.
Como poder entonces decirnos
Como poder entonces decirnos





AH ... LA VIDA DE MI PAÍS



No. No es nacer.
Ni siquiera dormir.
Es soñar. Inquirir. Preguntar.
No llegar hacia la puerta.
Ni siquiera abrir una ventana.
No. No es nacer.
Es gemir. Llorar. apenas sonreír.
Y seguir y seguir y seguir…
Llorar. Gemir. Tragar. Callar.
Esputar la sangre.
Morir.

Enero 15/75 S.S.