Escritores de izquierda a derecha: Carlos Clará, Mauricio Vallejo-Márquez
y César Ramírez Caralvá
Bitácora: Mauricio Vallejo
Del mar prisionero en la memoria del Capitán
Caralvá
El
libro tiene dos prólogos: Mar cual tierra
firme de Edgar Quisquinay y Bitácora del mar en la poética de
Alfonso Velis.
Edgar
escribe: “… es un canto simbólico del mar, el poeta califica la visión del
mundo que nos manifiesta su lenguaje conversacional, sencillo… y Alfonso: “..
Se intuye de entrada el deseo de: “trocar ese mar en tierra firme…”
Esas
palabras insignias, preludian mi lectura náutica.
Navegamos
con un Capitán al frente, el horizonte cautivo de azul palpita en infinito
movimiento, las olas, la distancia,
mientras acontece aquella tormenta lejana, emergen de la profundidad peces
disfrazados de palabras: vida, recuerdo, madre, padres, abuelos, un niño,
hambre, “los han matado a todos”, “Al sol que llora por la noche”…
Un
puente en la distancia se instala en la proa, cuando el marino anota en su
bitácora datos de aquella lejanía, así acompañamos el viaje trascendental.
“Antes
este mismo mar lo navegó mi madre
Y
los abuelos y sus padres
Y
los padres de sus padres
Aserraron
el horizonte
Apenas
audaces
Ante
lo inmenso
Y
llegó la muerte…”
El
mismo mar de generaciones anteriores: la revolución, la justicia, la realidad
de una nación que orienta su destino en la mar democrática… un sueño navegable
en otra realidad deseada, ese instante evoca otras poesías, otros libros, la
asociación urgente de voces con tonos similares, como la de Pablo Neruda, Carta en el Camino:
“Pero
tampoco puedo
Olvidar
a mi pueblo.
Voy
a luchar en cada calle,
Detrás de cada
piedra.”
Como nuestro
navegante anota:
“ No me vi
escribir estas líneas
Pálidas que a tinta
van llorando
Para exhortar el
nombre de mis muertos…”
Mauricio Vallejo Márquez, Luis Chávez, Caralvá y Julio Iraheta Santos
Entonces
transitamos entre los conceptos cada vez más olvidados de este mundo que ignora
aquél mar de memoria, el delicado canto de los nombres, sus imágenes, el tono
del atardecer con los seres queridos en una patria conquistada a fuerza de
personas que dedicaron más que su vida, la vida que nos acompaña.
Hablamos
de triunfos, un timón de mando que elige combatir desde la historia,
abandonando la tierra firme, así construyen en el mar nuevos cultivos para
estas generaciones, como un padre que toma de la mano al infante:
“tomado de la
mano de mi Capitán
Ocultaba el
llanto de un niño
Sin saber que mi
padre
Me daba la mano
Y dejaba calmo
el mar”
En
la distancia sin límite, el horizonte arrasa
la mar desde el cielo, la vecindad se transparenta en las personas queridas, un
mar lleno de familia con encuentros en otra costa, con su nombre ahora pronunciado entre
nosotros.
La
bitácora refiere un poderoso sentido del destino, comprende caminos y el
conocimiento de otra vida disfrazada de muerte, el sitio donde no se engaña a
nadie, donde el conocimiento elimina el infinito.
Así
Bitácora nos habla de éxitos, la tormenta derrotada, las noches más profundas
rendidas con un nuevo sol, donde la nave llega a nuevos puertos con aquella
alegría del desafío victorioso. Una melodía emerge de aquella Atlántida
sumergida, me evoca una canción:
“Recuerdo el mar
Soñe estar aquí
Y no recuerdo
despertar”
Palabras
de Gustavo Cerati, no solo cantan un recuerdo, parece que es parte de Bitácora
cuando un navegante vence la noche del olvido y no desea despertar para estar
aquí.
Ahí
estaremos con nuestros recuerdos, con la bitácora diaria para vencer ese mar
del olvido, que intenta robarnos la alegría de conservar los dignos ejemplos de
nuestros seres queridos, que en su lucha contra el mal, se lanzaron al mar para
entregarnos esta nueva realidad que compartimos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario