Portada: "HE DICHO", Antología poética,
Rafael Mendoza, El Salvador.
Personalísima introducción
Reunimos aquí las más significativas
muestras de todo lo que hemos publicado, desde 1970, exceptuando colaboraciones
en periódicos y revistas que veníamos haciendo desde 1967. Hemos tratado de ser
rigurosos con la selección, empresa en la que ha sido difícil desestimar muchos
poemas que pudimos haber valorado más por aspectos emotivos que por los
parámetros de calidad que deben dictarnos las claves del oficio poético cuando
se realiza con seriedad, así como las circunstancias espaciales y temporales en
que dichos trabajos fueron producidos. Pese a tal propósito, es posible que
muchos poemas de los que aquí ponemos en manos de los lectores, hayan escapado
de esa autocensura.
Asumimos nosotros mismos la
introducción de esta primera antología nuestra, porque consideramos que en su
salida no necesita más apadrinamiento que el de la distinción que se nos hace
al decidirse su publicación por parte de la institución que nos brinda esa
oportunidad. Ya tendrán la suya quienes se interesen en estudiar nuestra obra,
tarea que les resultará más fácil porque aquí encontrarán, como suele decirse
en corros de intelectuales, “lo que se salva” de todo lo que he escrito dentro
de este género. Después de todo, el Rubicón de la responsabilidad literaria
como creadores lo cruzamos hace más de 40 años y “la suerte echada” no nos ha
sido adversa.
A falta de lo que pudo haber
aportado, acertada o desacertadamente, algún conocedor de esta materia y de
nuestra obra para cumplir con esta misión que nosotros nos hemos arrogado,
contamos, en abono a lo que fundamenta el párrafo precedente, con unos cuantos comentarios que sobre
nuestra producción expresaron a lo largo de estos años, compañeros mayores y
coetáneos del oficio, así como otra suerte de intelectuales (no exactamente
críticos) que se refirieron, en su momento, a algunos de nuestros libros. De
todas esas opiniones entresacamos los siguientes fragmentos:
“Los Muertos y Otras Confesiones, el libro
primicial de Rafael Mendoza, muestra a un porta auténtico... Podemos sin
equivocarnos situar los poemas recogidos en este libro, como una aportación
importante de las generaciones más jóvenes a la poesía escrita por otros poetas
de calidad de nuestro país. (...) El valor especialmente notable en las
composiciones de ‘Los Muertos y Otras Confesiones’, es una especie de
espontaneidad vivísima que está estructurada en versos rigurosos. Entremezclado
a esta aparente efusión lírica, se certifica un acento intelectual que ahonda y
aprehende los incentivos que el autor encuentra en la realidad...”
(Roberto Armijo. “El Universitario”,
Año VIII, N° 142. Diciembre de 1970)
“En la
expresión lírica de este escritor hay que señalar dos características
especiales: afán de ser sincero ante lo goza o padece, y fina ironía (a veces
convertida en amargura) ante lo que no tiene remedio inmediato. (...) Es
alentador encontrar en ‘Los Muertos y Otras Confesiones’, la vitalidad y la
audacia de un hombre (aún con aspecto de muchacho) que madura sin trabas frente
a su destino y su verdad.”
(Santiago Bairena , seudónimo de Claudia Lars.
La Prensa Gráfica. 1970)
“Hace
pensar, de verdad, y lleva el aletazo de la originalidad, este libro de poemas
de Rafael Mendoza: ‘Los Muertos y Otras Confesiones’... El poeta ve la vida primero con ironía, y
después con la certera puntería del cazador o del cirujano... Por eso es que en
Rafael Mendoza hay madera no sólo de poeta y de escritor, sino también de
sociólogo y de político...”
(Matías
Romero. El Diario de Hoy. Junio de 1971).
“Sus
poemas se parecen a su modo de andar: firmes y solitarios. Están llenos de
angina de pecho y cubiertos por la soledad de las catedrales...”
(José
María Cuéllar. La Pájara Pinta. 1971)
“Surgido
bajo el signo de los padecimientos, Mendoza tiene el coraje de sacarle partido
a la finura de la telaraña social, por lo que en la mayor parte de sus poemas
se siente la dosis de ironía. Hay además un empeño universal, productor del
despertar anhelante del hombre americano que no se inscribe en camarillas
porque aspira a realidades consecuentes, y por eso Mendoza escribe con fe en
que asumiendo el dolor de todos y la ironía de todos participa, en la medida de
lo posible, en superar el día que no le fue dado por uno que puede pasar lento,
o nebuloso, tal vez inadvertido pero firme para lograr el futuro que con amor
se espera...”
(Francisco
Morales Santos, “La Tarde”, Guatemala. Mayo de 1973).
“Mendoza trabaja su poesía con oficio, con
responsabilidad. Busca un mayor ahondamiento en la verdad social, en la vida de
nuestro pueblo. Su personalidad es temperamental, de apariencia arrogante, al
par que ingeniosa y de mucha sensibilidad para las artes.”
(Luis Melgar
Brizuela, en LITERATURA SALVADOREÑA, 1977)
“Su poesía, elaborada
con inteligencia, y enmarcada en la gran
vertiente de la poesía de Roque Dalton, se destaca por su fuerza
expresiva y por el dominio de todos sus elementos: ritmo, ideas, estructuración. Profundamente
creativo, Mendoza tiene ya una larga obra de calidad dentro de la poesía
centroamericana.”
(Manlio
Argueta, en POESIA DE EL SALVADOR, 1983)
“… la vida cotidiana puede estar más próxima a la poesía
de lo que podría pensarse. Leo el más reciente libro de Rafael Mendoza, el
viejo, “Poemas para Morir en una Ciudad Sitiada por la Tristeza” (San Salvador,
Ediciones Palo Verde, 2004), y lo confirmo: este poeta ha conseguido estar más
próximo del asfalto y del desencanto que transpira San Salvador que muchos
cronistas en su diario enfrentarse con la ciudad y sus fantasmas.. Construye
usando las palabras como ladrillos, la angustia como andamio. No tiene miedo de
mirar a la muerte con los mil rostros con los que cruza por la urbe caótica y
demente que es hoy la capital. Como un Cristo en pleno Vía Crucis, hay una
ternura, inevitable en sus palabras”.
(Carmen González Huguet. Diario El Mundo. Octubre de 2004).
“Aquí
en Panamá muchos recordamos todavía aquella ocasión en que Rafa dijo (no leído,
como es la costumbre), ese gran poema titulado ELEGIA A MEDIA ASTA ante un
público académico que terminó de pie, profundamente conmovido. Muchos
conocíamos la tragedia de El Salvador, pero no la habíamos sentido. Recuerdo que en esa ocasión, su compatriota
Payín Moreno, interpretó otro poema de Mendoza que hablaba de los volcanes y
los explotados de su tierra. Eran tiempos de solidaridad con la patria de
Farabundo y también con sus poetas y sus músicos.”
(Mariana McPherson. Texto en
solapa de “PARTES DE GUERRA”. Panamá, 2005).
“Rafael
Mendoza es un poeta lírico. A pesar de una disposición generacional en El
Salvador en contra de toda expresión poética que no se afincara, de una u otra
manera, en alguna forma de militancia política, Mendoza, quien nació en 1943,
es antes que nada y sobre todo, un poeta lírico (…) Pero Mendoza es un mejor
poeta, en un sentido político y en cualquier otro sentido, cuando se acerca a la
condición humana desde su propia experiencia. Esta vena personal, más sensible
y persuasiva, se manifiesta con mayor seguridad en sus sonetos…”
(Jorge Avalos,
Periódico Digital EL FARO, El Salvador, 2007)
“La trayectoria
poética de Mendoza ha pasado por la ira, por la rebelión de la poesía, como una
necesidad vital de expresar el sentimiento colectivo de un país pequeño, pero
con grandes injusticias, que de tan grandes desbordaron todo lo imaginable (...)
Esto se puede ver en Los muertos y Otras
Confesiones, Los Derechos Humanos y en Los Pájaros, por ejemplo. (...) En
su conjunto, Querido Homo Sapiens es
una declaración de principios, y al mismo tiempo un poema de amor para ese
hombre al cual se dirige —tú, yo, todos los que habitamos el planeta—, capaz de
lo más hermoso y de lo más abyecto, al que le pide que despierte y se vea
introspectivamente.(...) Por su contenido, Querido
Homo Sapiens es un libro necesario para estos días en que el hombre,
estupefacto frente al rumbo que ha tomado el mundo y sorprendido por los
mercaderes del templo, es presa fácil del conformismo y el palabrerío. En lo
formal es un libro donde la palabra alcanza un alto grado de transparencia, se
modula y se va abriendo paso como el agua.”
(Francisco Morales
Santos. Presentación del libro “QUERIDO HOMO SAPIENS”. 2008)
“Mendoza, como muchos otros poetas de todos los tiempos y
diferentes geografías, sabe limar las asperezas que le dejan los filos de la
denuncia y el dolor de sus conciudadanos, cultivando el soneto. (...) Alta
muestra de esa práctica es su libro ‘ENTENDIMIENTOS’,
con el que Mendoza obtuvo, a una muy temprana edad, la maestría de lo lírico.”
(Constantino
Santamaría Plá, Presentación de “CARTÓN DE SONETOS”. 2010).
“Para
algunas personas, ser poeta, hacer
poesía es algo ligero, pues se tiende a desvalorizar la importancia que
la poesía tiene, y aquí recuerdo a José Martí, quien cataloga a quienes así categorizan la poesía
como cortos de vista mental y la destaca como más necesaria a los pueblos que
la industria misma, ya que en ella está el deseo y la fuerza de la vida. (...)
Rafael Mendoza, es de los que luchan no un día sino toda la vida y su obra
poética es historia y vida en la literatura salvadoreña para nutrir la
memoria y el futuro posible que hoy trabajamos”.
(Marisol Briones. Febrero 2010).
La atención a que llaman algunas de
esas opiniones recae en algo importante para una valoración literaria que a
alguien se le antojara hacer: la ironía que hemos usado frecuentemente en gran
parte de nuestros libros como recurso estilístico; Manlio Argueta, en el
fragmento que de él incluimos, señala además otras características de nuestra
poesía que, al menos, valdría la pena corroborar por lo determinantes que son.
Sin embargo, a pesar
de que el tono irónico, sarcástico, demoledor, ha sido constante en nuestra
obra y reconocido por diversos escritores, no se registran estudios o análisis
dirigidos especialmente al caso “Los Pájaros”, “Los Derechos Humanos” y
“Homenaje Nacional”, tres libros nuestros en que ese recurso es aplicado con
diferentes “moldes”. En efecto, si en “Los Pájaros” adoptamos la parábola, como
composición literaria; en “Los Derechos Humanos”, nos valimos de los postulados
que contiene la Declaración Universal de esos derechos para ridiculizar su
incumplimiento; y en Homenaje Nacional, nos dejamos dominar por un sarcasmo
expresado “a la salvadoreña”, lo cual, aplicado a un libro que trata de nuestra
propia realidad, no podía ser de otra manera. El único juicio analítico que, al
menos sobre “Los Pájaros”, pasó por una imprenta, es el que Luis Melgar
Brizuela hizo como presentación de ese libro hace veinticuatro años. Son
relevantes en esa presentación los siguientes conceptos:
“El
Salvador narrado y (d)enunciado como un universo de pájaros: tal es el código
poético que guía al lector en el hallazgo de tantas sorpresas como tiene este
pequeño libro de alto voltaje (...) La lógica que hila el conjunto de las
treinta y dos micro-historias se va develando página tras página, instaurando
una significación coherente pero también única. Como en un país redescubierto,
de lo viejo conocido brotan sorpresas: las blancas palomas aquí no son símbolos
de la paz sino de la explotación; y el grajo es reivindicado como símbolo del
trabajo y de la lucha por la libertad (...) Otro lote de sorpresas se encuentra
en la ironía, ya señalada por la crítica como un rasgo fuerte en la poesía de
Mendoza (...) Resulta sintomático que este “nuevo” libro de Rafael Mendoza haya
esperado más de dieciséis años para salir a volar de mano en mano (...) Impacta
que hoy, en 1987, tengan la misma frescura e igual o mayor vigencia...”
Lo que sí suscitó
escasos comentarios en tertulias y periódicos fue que los poemas de “Los
Pájaros” hubieran sido presentados como
parábolas. Varios de ellos aparecieron en páginas literarias locales impelidos
por el triunfo que habían obtenido en el Certamen Permanente de la Asociación
de Estudiantes de Derecho (1). En uno de esos comentarios el doctor José Salvador Guandique, se
refirió a la discusión que sobre el poemario había él sostenido con el doctor
José Luis Escamilla, quien opinaba que no se trataba de parábolas sino de
alegorías. En respuesta publicamos una aclaración sobre las características de
cada una de esas formas literarias, que en resumen se distinguen por un
elemento que ninguno de los comentaristas había analizado: en la alegoría lo
que se da es una representación simbólica de la idea que se desea comunicar,
por eso se relaciona más con la metáfora, porque su medio de expresión son imágenes, figuras o símbolos. En la parábola ocurre algo muy diferente:
hay una intención de llevar al lector una enseñanza moral, pero que debe ser
descubierta por aquél en virtud delcontenido mismo. Y esta característica
distingue también a la parábola de la fábula, forma ésta a la que también quisieron
algunos asimilar a “Los Pájaros” por tener animales como
personajes, lo cual no viene al caso porque la característica de la fábula es
la moraleja que se expone al final de la narración; la enseñanza, por tanto, va
incluida. En la parábola, por el contrario, como ya hemos explicado, la
enseñanza debe deducirse, evocarse o “adivinarse” para que el sentido de su
contenido “se cierre” (de ahí lo parabólico, el rodeo de la idea); pero,
¡cuidado! en el caso de la adivinanza, su sentido sólo se cierra cuando es revelada la respuesta.
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(1) Un año antes obtuvo
también primer lugar nuestra obra “Los Muertos y Otras Confesiones”; y
el año anterior a ese, el poemario “Palabrotas con Dolor”, obtuvo
el segundo lugar en el
mismo
certamen.
En esa amena
discusión –así lo hicimos ver en su momento- apoyamos nuestros argumentos en los
estudios de Lessing (2). Sólo el gran catedrático que fue el licenciado Saturnino Frances
Beroiz, Director de la Escuela de Letras de la UES en aquellos años, la única
persona a quien yo había mostrado ese libro antes de que fuera premiado, estaba
de acuerdo con nuestra posición. Es más, el nos pronosticó que esas parábolas con alas tenían todas las probabilidades
de ganar en aquel certamen, por representar en ese momento un tipo de expresión
poética completamente nueva en nuestro medio.
No podemos dejar el tema de la
ironía que, como señala Melgar Brizuela es “un rasgo fuerte” en nuestra poesía,
sin traer a cuenta la relación (no similitud, aclaro) que varios analistas
encontraron y siguen encontrando entre la poesía de Roque Dalton y la nuestra,
criterio basado obviamente en lo irónico que les caracteriza, pero más
propiamente en el tono “jodedor”, típicamente salvadoreño, que es aún más característico tanto en
ambas. El escritor y bibliotecario Eduardo Salvador Cárcamo hizo un análisis
sobre esa relación en un artículo que se nos perdió entre cajas y paquetes almacenados
durante los años
del conflicto. También el poeta
guatemalteco Alfredo Saavedra dejó constancia de lo mismo en un artículo
que, lamentablemente, se nos extravió por la misma causa. También en
la opinión de
Manlio Argueta que hemos
incluido antes se establece esa relación que, obviamente, no se
refiere a una “vertiente” de ideas o temas sino de estilo. Sin embargo, aunque
se nos relaciona por sarcásticos, el Roque que más admiramos no es el de “Poema
de Amor” sino el de aquellos epitáficos alejandrinos suyos que son recordados
por todos sus admiradores a la hora de verle como un poeta con la más alta
sensibilidad: “Cuando sepas que he muerto no pronuncies mi nombre...” Nosotros lo pronunciaremos siempre con el
respeto y el reconocimiento que nos llevaron a escribir los poemas a él
dedicados que han sido incluidos en esta obra.
Así como la crítica
local –exceptuando los articulistas ya mencionados- desatendió no sólo la
novedad de “Los Pájaros”, tampoco dio cuenta de otros libros nuestros
publicados con anterioridad,
los que, si
bien no innovaban
en
cuestión de estilo, sí lo hicieron en cuanto a temática y
manejo de la versificación. Es lo que sucedió con “Los Derechos Humanos” y,
posteriormente, con “Entendimientos”. Que eso sucediera con el primero de
ellos, no es extraño, por su contenido y su estilo; pero en el caso del segundo
no cabía excusa. Se le ignoró, me parece, porque quizá pareció inconcebible que
un autor acostumbrado a blandir porra o
maza en sus libros anteriores, viniera con este poemario esgrimiendo florete.
A propósito de “Entendimientos”,
consideramos que el comentario que de este libro nuestro hace el amigo español
Constantino Santamaría (véasele arriba), es demasiado generoso, pero si de
alguna opinión especial quisiéramos hacer que emerja el valor de ese conjunto
de sonetos, preferimos lo que nos dice en una postal
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y crítico literario. Uno de los más destacados y
respetados representantes de la ilustración
alemana. Curiosamente muchos de sus
estudios y escritos se caracterizan por un estilo irónico
y provocador, propenso al debate.
de 1978 Mauricio
Jiménez Larios, escultor salvadoreño radicado en España. Juzgue el lector las
palabras del compatriota :
“Querido Rafael: Este fin de semana he regresado de Soria
y estuve recordando tu poema de Machado. Tienes el hilo espiritual profundo.
Pareciera que hubieses paseado por aquí y visto el sol iluminar entre los olmos
a la ciudad y sus alcores…”
Tener la capacidad de
despertar ese tipo de impresiones con unos cuantos versos, y mas si han sido
capaces de captar esencias de otros sitios o sentimientos ajenos, como lo
logran nuestros “Entendimientos”, es lo que a mi me permite sentir la
satisfacción de que en nuestro peregrinar por “el estrecho camino” de la
versificación más exigente no hayamos andado en vano ni caído en lo trivial de
la métrica solo por gastarla. Porque si hay algo que siempre nos ha parecido
tan importante en un poema como su propio valor literario, es el efecto que
causa en quien lo lee.
Otra experiencia
relacionada con lo que acabamos de afirmar, trata de dos compañeros que, según
nos lo hicieron saber, se decidieron a escribir poesía después de leer un poema
nuestro, cada cual en diferente tiempo y lugar. Y lo curioso de esto es que se
trató del mismo poema. Pero la confesión que más nos ha emocionado acerca de
ese “efecto poiesis”, es de una compañera que ya había comenzado a cultivar su
poesía cuando topó con la nuestra; se trata de Carmen González Huguet, notable
sonetista que ha sido premiada en casi toda el istmo centroamericano por su
pulcro, sonoro y culto lenguaje poético; ella expresa esa opinión en una nota
muy reciente, de la que seleccionamos este fragmento:
“...Confieso
que la primera vez me leí el libro de cabo a rabo y sin respirar. Me encantó.
Su autor había sabido captar los rasgos más definitorios de la obra de cada
poeta y con ellos armar un soneto nuevo. Me gustaron especialmente los
dedicados a Sor Juana y a Miguel Hernández, poetas que ya ocupaban un lugar
destacado en mi altar personal a la poesía. Luego, aquel poemario de Rafael
Mendoza me llevó a degustar a otros autores. Nada sabía, hasta que él me lo
descubrió, de Joaquín Pasos, por ejemplo. (...) nunca olvidé aquellos “Entendimientos”
que leyera en mi adolescencia y que, a mi entender, deberían llamarse “Encantamientos”,
tal es la magia que encierran”.
Carmen fue también la única persona
que se refirió a nuestro libro “Poemas para Morir en una Ciudad Sitiada por la
Tristeza”, como ya habremos podido
ver en uno de los comentarios que hemos dejado atrás. Pero no creemos ser los
únicos que soportamos la indiferencia de compañeros de oficio y encargados de
páginas dedicadas al arte y la literatura. En los últimos años ha sucedido lo
mismo con obras de otros compañeros. Y volviendo al caso nuestro, peor suerte ha
corrido el libro “Este Mal de Familia” que compartimos con Mezti Súchit Mendoza
López y su hermano Rafael Francisco. Siendo ese libro el primero en Centro
América y buena parte del continente, en el que un padre comparte parte de su producción poética con
la de sus hijos. Nadie fue capaz de advertir ni de reconocer tal novedad. La
crítica literaria, en nuestro país, se quedó en el siglo pasado, registrada en
páginas literarias, artículos y una que otra revista de literatura en que
metían mano verdaderos entendidos.
Nos parece que esta introducción se
ha extendido un poco más de lo que pensábamos que iba a exigirnos. A la fecha
en que se preparó esta antología, quedan inéditos tres poemarios nuestros; no
sabemos cuando llegarán a publicarse, si es que eso llega a darse por esfuerzo
personal o ajeno, ni cuantos más alcanzaremos aún a producir. El puente que nos
sostiene sobre la corriente de los años va perdiendo resistencia. Esto de
escribir poesía comenzó en nosotros como una necesidad vital. No obstante, la
atendimos sin pretensiones de cosecharla en grande, mas con el celo de que al
menos unos cuantos racimos se salvaran en la vendimia. Ahora, cuando cobramos
conciencia de que estamos aproximándonos a un otoño ineludible, lo único que
celebramos como obreros de la palabra es la satisfacción de haber podido
realizar este oficio con esmero, exigencia y entusiasmo, pese a lo modesto que
pueda parecer o al menosprecio que siga recibiendo de parte de materialistas y
consumistas de nuestro tiempo. Selle pues esta antología esa celebración en
buena hora y gracias a la buena voluntad de sus editores, con los siguientes
versos prestados:
“Llevo este oficio humilde con la hermosa
tristeza de sentírmelo por dentro
como una mano que anudase años.
Cuatro paredes de palabras casi
una celda una cárcel un asilo
monje recluso anciano soy su huésped.
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
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Y se sonreirán los que promueven
luces triunfos parábolas azules
los que prefieren mejorar la rosa…”
(“La Poesía”.
Leopoldo de Luis. México. Marzo de 1978)
San Salvador, 24 de
febrero de 2011.
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