Alfonso Velis Tobar,
poeta, narrador, ensayista y crítico salvadoreño.
ENSAYO
“Lectura Analítica
de “SIETE
HISTORIAS DE CUSCATLÁN”, Primer Lugar
en la Rama de Poesía de los Quintos Juegos Florales Centroamericanos, León,
Nicaragua, 2006. Poética del Salvadoreño Luis Melgar Brizuela.
Por Alfonso Velis Tobar
MA. Carleton University
Canadá- El Salvador.
Aquí desde el corazón de América,
nuestra hermosa tierra El
Salvador, diminuto país, que debido a sus álgidos problemas sociales de injusticia social, lo convierten en una tierra llena de
violencia. Esta es la visión del mundo
que refleja el corpus poético de “Siete
Historias de Cuscatlán”, del poeta salvadoreño Luis
Melgar Brizuela, que resultó ganadora del Primer Lugar en la Rama de
Poesía de los Quintos Juegos Florales Centroamericanos, celebrado en la tierra
de Rubén Darío, León, Nicaragua
en 2006. El Salvador, conocido en la
época Precolombina como “CUSCATLAN”, que significa “Tierra
de preseas o lugar de joyas y collares”, según la Toponimia Náhuatl.
País de bellísimos paisajes,
volcanes, sierras y montañas. Cuscatlán
es leyenda y realidad contrastante, “donde “el hombre es
decididamente alegre o inconmensurablemente triste –como dice el
poeta Pedro Geofroy Rivas-, bondadoso
hasta el candor o cruel hasta el sadismo o la locura, opresor implacable u
oprimido sin esperanzas”. Toda
esta situación se apodera con dolor y
esperanza del espíritu del poeta Brizuela quien refleja un espacio
referencial en torno a la cruenta guerra
civil entre los años de 1970 a 1992 en El Salvador.
Desde el plano extraliterario,
es la relación individuos y nación, podemos afirmar, que la literatura, la poesía (exigencia
indispensable del alma), donde la idea de patria prevalece como reflejo de lo
que históricamente acontece en ella, desde más de cinco siglos atrás. El autor
sintetiza desde la conquista misma en relación
a los problemas sociales, la
constante lucha de clases que hasta hoy se vive, la crisis de identidad del país,
y junto al manoseo constante del imperialismo. Historias prohibidas, ocultadas
por el poder y el odio con la idiotez política que nos ha gobernado. Somos
testigos del espanto, la psicosis del
terror, los estados de sitio y ley
marcial, experiencia de zozobra constante entre los designios de la
vida y la muerte y de infelicidad insegura que la dictadura militar implantó durante esa
época revolucionaria en el país. Donde
también tenemos héroes y mártires que han entregado sus vidas al luchar por la
justicia social, por la democracia, el
respeto a los Derechos humanos y por el rescate histórico de nuestra
Nacionalidad Salvadoreña. Entre el
entorno de nuestra vida cultural estas historias exploran temas que
desmitifican la realidad, una realidad
violenta, sangrante, entonces por ello “La marea de la patria subió
tanto / que el barco de la patria empezó a zozobrar” [1] a
naufragar en un creciente enfrentamiento
de lucha de clases y con esa marea de desestabilización económica y
desintegración social en que estamos inmersos hasta el presente. Para aclarar
mi juicio, oigamos a Brizuela que en su
historia primera: “Y decretaron
muerte a los profetas”, expresa su sentir: “hubo en este país
un incendio de odios y de luchas de clases y de clases de lucha que durante
doce años (1979-1992) hicieron una pira de cadáveres setenta veces siete por
miles y millones de lagrimas, exilios,
de derrumbes, desfloración de prados y cosechas y aldeas arrasadas”. Entre estas dolorosas
historias identificamos la postura moral de personajes que se jugaron la vida
alzando su voz y que ya tienen que ver
con la historia del pueblo que se escribe: “Entonces la voz de unos profetas se
expandió / como regueros de luz / diciendo a los impíos / ¡Negociad el poder y
devolvedle al pobre / el derecho a la mesa y a la escuela”, la realidad
objetiva está presente, pues la
masacre de los Jesuitas de la UCA y dos humildes domésticas,
masacre en el alma mater, ejecutada cínicamente bajo tutela militar de la Fuerza Armada, caso
conocido a nivel internacional. Asesinatos
ocurridos en los meros
días de la Ofensiva de Noviembre 1989
entre los fuegos la guerra civil:
“Así que llegaron a la casa de paz / de seis esclarecidos sacerdotes y
a la de dos empleadas domesticas / varios hombres soldados a la exacta medida /
de sus nombres de guerra: Satanás, Pilijay, Maldito, Salvaje, / Lagarto.
Acorralado. / Soldaditos de plomo / con nombres del reino de la noche”. Subrayo con
énfasis esta historia (un tanto prosaica) pero de un valor conceptual, testimonial por su denuncia: “Así fue como un noviembre de huracanes / la sangre
de seis mártires profetas / - seis hombres que en verdad / eran siervos del
Hombre-Quetzalcóatl, / también llamado el Cristo- / vino con el vino de Dios /
a mojar esta tierra de dolor y esperanza / para que el día de mañana
escribiéramos bien / el sueño de la patria”.
Y así en su
recuento van apareciendo otros mártires que simbolizan los miles de muertos
masacrados por aquel régimen fascista
que con asesoría militar del Imperialismo, atizó
con más
fuego y sangre, con dólares de muerte (engendrando corrupción) haciendo la guerra al pueblo, pueblo que se tuvo que armar,
se organizó
y quien por condición moral supo también
declarar la guerra al enemigo, creando el heroico frente Farabundo Martí que
supo luchar hasta última hora de 1992
por la liberación nacional. La
segunda historia “Un Profeta Mayor Alzo
su muerte”, se refiere al caso del
crimen que encendió la mecha de la revolución de los 80s, el asesinato de Monseñor “Oscar Arnulfo Romero”, que
conmovió al mundo entero, ocurrido el 24 de marzo de 1980 en la
Capilla de la Divina Providencia en San Salvador. Ejecutado con la
autoría intelectual de los sátrapa de la oligarquía, los militares y la complicidad de los Judas y Pilatos de
la misma Iglesia Católica
Salvadoreña, que en su división
interna, habían obispos a favor de los
conservadores ricos (Aparicio y Quintanilla),
donde también
otros tomaron la “Teología de la liberación” (el jesuita Rutilio Grande, obispo Rivera y Damas, Monseñor Romero y más valientes
sacerdotes que cayeron, buscando por
vías cristianas, el mejor bienestar de los pobres: “Cuando la guerra que les cuento comenzaba a ponerse
/ color de Apocalipsis, / convirtiendo su báculo en micrófono / salió al atrio
el obispo mayor, / de nombre Oscar Mestizo / y con palabra como espada de fuego
/ se enfrento a las fieras de turno / a los dragones del mercado libre / a los
lobos de la fuerza armada / a las víboras de la prensa amarilla / a los Herodes
del gobierno / y a los Poncio – Pilatos de la Embajada y el Pentágono”. Todos fueron como lobos y hienas que se lanzaron contra aquel
cordero de Dios inmolándolo con el martirio. Monseñor
Romero voz de los sin voz.
El texto tercero “Historia de un rico bueno
llamado Enrique”, alusión al
patriota Enrique Álvarez Córdoba, un patriarcas más de la Oligarquía salvadoreña,
con la diferencia, que fue un rico justo,
sin ambiciones de poder. Oligarca que supo acatar el precepto bíblico de
Cristo: es más fácil, que un camello pase por el ojo de una aguja y no un rico
entre al reino de los cielos. Pero Quique Álvarez Córdoba supo con
humanismo de conciencia proletaria, quien a pesar de haber sido alimentado con
cuchara de oro, supo romper ese
precepto, fue “un hombre muy rico de esta tierra que logró pasar el ojo de la aguja atravesando el llanto de los pobres”, como dice el poeta, por ello fue sentenciado a
muerte por los mismos patriarcas del dinero, quienes siempre quieren manejar
los destinos de este sufrido país: “Era un hombre de familia oligárquica
/ señor de latifundios y ganados / y se llamaba Enrique”. --A quien
como dice el poeta-- “el hambre de los pobres le punzaba los ojos / y el
dolor de los niños le encarrujaba el alma”.
En la cuarta historia “Tuvimos
¡Ohuaya! Un poeta profeta”, se relaciona al caso del asesinato del
poeta salvadoreño Roque Dalton García (1935-1975), conocido como
militante de la revolución salvadoreña, ejemplo de intelectual revolucionario
en Latinoamérica. Asesinato debido a la
actitud retrograda de uno de los primeros grupos clandestinos de ultraizquierda
(ERP) que en la década de los 70s pregonó la muerte (craso error como han manifestado años después sus
asesinos), un poeta muy solidario con la Revolución Cubana, un hombre
visionario, que rompió los cánones, orientando la brújula de la poesía
salvadoreña contemporánea del siglo XX a niveles latinoamericanos, a nuevas formas estéticas, ideológicas,
en el uso del lenguaje y la metáfora, con
actitud avasalladora y en una época
difícil que le tocaría enfrentar.
Poeta que supo crear una poesía
con lucidez, con desenfado y con espontaneidad coloquial, dando dolores de cabeza contra los
depredadores del mal, la opresión, la
injusticia y con el sueño socialista; es decir dar su vida por la causa
proletaria, como el único camino de salvación,
realizando su militancia política con honestidad y postura moral dentro
de una realidad compleja, de riesgos, de valentía política que lo lleva a
sufrir cárcel y exilios durante los 60s
por el régimen militar del coronel José María Lemus, porque hasta hoy sus “Sus poemas fueron piedras de escándalo
/ racimos de la ira / manzanas de la guerra; / porque asumió con gozo y con
coraje el decir la verdad/ ante los torreones del poder y el miedo”. Ese
fue Roque Dalton García “el pregonero poeta de la guerra/ que regreso a
luchar / después de tanto exilio y tantos sueños”. Roque Dalton al igual que el poeta Alfonso Hernández
(1948-1988) que cayó combatiendo,
soñando un futuro luminoso para la patria, ellos son patriotas que no se entierran nunca: “en mayo lo
mataron, equivocadamente / un día de la madre dejaron su cuerpo sin sembrarlo/
sobre la madre tierra. Sus huesos y sus versos / no cupieron en una tumba: / se
fueron expandiendo con sed de enredaderas/ con vocación de ramos, / por los
cuatro costados de este país que tanto amó / regándolo con libros y con
sangre”.
No olvidemos que en nuestro análisis partimos del
texto literario, una poesía
exteriorista, de verso libre, y en algunos instantes lirico, escrita a la manera de crónicas poéticas. Fuentes que vamos interpretando
desde un espacio referencial, la patria.
En este caso debemos partir del contexto social, cultural, económico y
político que enmarcan los textos poéticos de Brizuela dentro de un marco histórico real.
Temática histórica del pasado que tiene que ver con las luchas
del presente en los 80s, como lo muestra el texto quinto “Oración-Elegía
por 1932”, se refiere a sucesos
que se producen dentro del marco de la lucha de clases que lleva al pueblo a un
levantamiento insurreccional de indígenas, obreros campesinos, acaecido en 1932, dejando según los
analistas, un doloroso saldo de 30 mil muertos, masacrados en el occidente del
país, a manos del criminal régimen del General Maximiliano
Martínez(1898-1966), quien mandó por esa época a fusilar a Farabundo Martí ( 1893-1932), conocido líder que encabezó, junto a
otros tal levantamiento, Farabundo Martí es símbolo hasta hoy de la revolución
salvadoreña. Martínez asesinó a otros
patriotas, impuso una dictadura militar
de 13 años en el poder sembrando silencio. Brizuela en su arrebato lirico, pero pensado con lógica, estilo ritual en
rasgos de poesía indigenista, aclama a los Dioses míticos Pipiles Quetzalcóatl,
Ometeotl y Tezcatlipoca, el del Espejo Humeante y al Justo Juez de la Noche, bajo esta invocación: “El general y sus
tropas de asalto dieron timón atrás / al barco de la patria / por los esteros
del miedo / dorando los mares del imperio. / Fue cuando el crac mundial de las
finanzas / en virtud del desorden con que rigen el mundo / los hijos del negro
Tezcatlipoca, / el del Espejo Humeante”. / (…) “Por eso te pido
Ometeotl Eterno / ten compasión del indio y de la india que aun / no ven su
aurora / que aun andan mendigos por las calles del tiempo / con su prosapia a
cuestas / añorando la tierra de preseas / donde bajo el azul de un cielo de
cobalto / el venado cruzaba los montes y los ríos”.
Las historia seis y siete,
respectivamente “Un Mitote llamado Independencia” y “Tierra de
Cacahuatales, Tierra de Bálsamos”, marca la historia de un país colonizado, alude
el final de la Monarquía Española, por
el movimiento emancipador de
Independencia de 1821 en Centroamérica, quien durante el sometimiento colonial
fuera gobernada por peninsulares, encomenderos
y criollos pudientes. Quienes, alzaron su voz anticolonial en un momento,
motivo de persecución, cárcel y sentencias. Pero fueron Criollos que por sus
mismos intereses creados apoyaron la independencia. Claro algunos de estos
“próceres” (entre ellos algunos curas cristianos y civiles), tenían buenas intenciones, como Pedro Pablo Castillo, a favor de la causa popular y de las
comunidades indígenas; otros pensaban en sus bienes hereditarios, el poder,
luego manejar los recursos de la patria:
“Los criollos de la América Central / nacidos de españoles y
herederos/ de tres siglos de corona real / plantaron en sus sienes para
entonces / el gorro frigio de la emancipación: / empuñaron antorchas para hacer
su camino / y proclamaron suya desde entonces / la cintura de Abbia-Yala
(América)” (…) “si los criollos de
blanca tez y herencia colonial decían: / ¡Libertad, Igualdad, Independencia!/
los indios y mestizos aplaudían mirando, / agitando las enormes raíces de
miseria y despojo”. Fue la oligarquía criolla, para decirlo así, los que soñaron la “Independencia” en su provecho, el pueblo
trabajador siguió lo mismo sin su independencia, siempre históricamente
sometido a los amos mayores, luchas que tienen que ver, con las presentes
luchas del pueblo. Pues una vez decretada la independencia los criollos
hicieron de las suyas para mantener sus privilegios, se olvidaron de los
sectores proletarios, manteniéndonos en
sumisión, represión, marginación social, cultural, miseria y explotación hasta los perennes
días: “Pero he aquí que la sequia continuo de frente y de perfil / en el
rancho, en la milpa: los señores del mando, / doctores de la ley, patrones del
añil y del bálsamo,/ no curaron la herida / de los trescientos años de saqueo y
mentira / antes bien mantuvieron con hambre y reprimidos / a los hijos del maíz
y del barro / les recetaron viejos impuestos con discursos nuevos / negociaron
su pompa y su esplendor con el país del Norte, / alianza de la que el pobre –
pobre no comería ni un rábano”. Esta misma historia refiere
los despojos de la burguesía criolla,
en el arrebato de las tierras
indígenas, al declarar el Supremo gobierno de turno (de Mariano Prado), la famosa “Ley de Extinción de los
Ejidos Comunales”, acción que
ocasionó un grito de protesta y un furioso levantamiento de los pueblos
indígenas, Santiago y San Juan Nonualco, acaudillados por el indio Anastasio
Aquino en 1833, quien se rebeló contra los
terratenientes criollos, añilera por entonces, quien se autorizaba con descarado derecho la
usurpación inaudita de las tierras indígenas, con el fin de introducir por ambición de riqueza, el café (“grano de oro”) y convertirse con el tiempo, en oligarquía
cafetalera e industrial: “Así fue
poco más tarde, en 1833, / de los montes del centro de su tierra humillada /
bajaron los Nonualcos, / los nietos del jaguar y del quetzal / en rebelión
bravía / a luchar por su raza y por su historia/ bajo el mandato de Anastasio
Aquino / el rey de los nonualcos, / repudiando los símbolos antiguos y los
nuevos / del gran depredador, / del siempre engarzador de mentiras.”
Aquí en este terruño de Cuscatlán se da la vida por una
idea donde la tragedia histórica aflora sentimientos por la patria que se ama
intensamente, historia vilipendiada desde un pasado que nos pertenece,
arrebatado con la cruz y la espada, con
el saqueo e implantación de una cultura colonizadora (y hoy neo colonizadora)
desde la invasión misma de la Conquista Española a Goathemala y Cuscatlán desde
1524 en Centroamérica, por el Clan de los Alvarado y otros que en nombre
de la corona impusieron un sistema
obsoleto, feudalislista, manejado con el
tiempo por los nuevos amos de hoy, cómplices de la dependencia económica, del grado de norteamericanización y la
dolarización que padecemos. Esta séptima
crónica poética reza con sentimiento
trágico: “Era un 8 de junio de 1524 cuando por occidente, / por la
mar del sur. / Llegaron más o menos 300 blancos / y unos 5000 indios a ellos
sometidos. Vinieron en son de guerra a la comarca/ de muy variadas preseas / al
señorío de Tecpan Izalco / y al señorío de Cuscatlán, / donde crecían con
bendición de Tlálot / los balsamares y los cacahuatales / saturando de aromas
el trajinar de los nativos.”
En
conclusión estas son Siete Historias de las tantas historias prohibidas que
cuentan del calvario de sangre y despotismo institucional que ha vivido nuestra
patria hasta el presente. “Siete Historias de Cuscatlán”, de Luis Melgar Brizuela, obedecen a esa
visión de crear una “POESIA DE RESISTENCIA”, dentro de una cultura popular, bajo una toma de conciencia social siempre de
participación liberadora. Aquí se manifiesta el reflejo de una literatura de carácter
“subversivo”, desde las trincheras de la poesía misma en una “cultura de
resistencia”, que según las nuevas
teorías de la estética materialista caracterizan “un espacio de conflictos
ideológicos y políticos entre dominantes estructuras de poder”[1]
(Grabes, 131), en Centroamérica en particular aquí en El Salvador, Guatemala y
Nicaragua, focos de beligerancia política juzgados desde los 50s, región
inmersa en perennes conflictos sociopolíticos, donde predomina como espejo
de nuestro tiempo una literatura de protesta (poesía,
narrativa) de testimonio que no está exenta, ni es indiferente, aun después de
la posguerra, a la crisis social
que hoy enfrentamos en otra dimensión
histórica, contra nuevos patriarcas del
poder y su gloria de privilegios y sus corrupciones de turno. Y aunque todo tiene
su precio estipulado, honores, conciencia de morir, y por el precio de la
felicidad de otros venga tantas veces esa muerte dolorosa. Uno de esos pudiste
haber sido tú entre “setenta veces siete que por miles murieron”, como
dice Brizuela, aquellos que heroicamente cayeron para que otros sigamos
viviendo. Nuestros muertos guardan un espíritu épico del pasado en sus
memorables vidas que ofrecieron y que serán siempre semillas de floración para
mañana.AVT/03/2012
[1]- Según concepto
teórico del escritor alemán Grabes,
Herbert, citado por Werner Mackenbach en su “Introducción” a
“Intersecciones
y “Transgresiones:
propuesta para una historiografía literaria centroamericana” F&GEditores,
Guatemala, 2008)
Alfonsovelistobar@gmail.com / Coordinador, fundador, Taller Literario “Alfonso Hernández”, poeta mártir de la revolución salvadoreña. Canadá, El Salvador, Centroamérica. Marzo, 2012.
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