domingo, 10 de marzo de 2019

ME AHOGO, ME AHOGO, ME AHOGO

Roger Guzmán, El Salvador



ME AHOGO, ME AHOGO, ME AHOGO
Roger Guzmán




¡Qué edificante espectáculo hemos dado nosotros
Con nuestras llagas, con nuestros dolores!
Nicanor Parra, Poemas y Antipoemas.



VOMITO.
Vomito hombres
que vomitan a otras maquinarias y a otros fetos.
Vomito la tormenta
que se alimenta con los pedazos del cielo que se desmoronan.
Vomito un desierto y hastiado me rasgo la garganta,
vomito cielos que enseguida se caen,
vomito tormentas
que agrietan al horizonte,
lo pintan de gris.
Pero me he rasgado la garganta
y lo mancho con mi sangre.

(No me duele nada,
quizá algún día me dolió algo
pero ahora el dolor me aburre).

Vomito sobre mi madre y ella me acaricia.
Me molestan sus manos y la golpeo con todas mis fuerzas.
Da un grito
de placer,
de nuevo vomito.
Muchas mujeres vienen a acariciarme.
Les canto un rap a sus traseros,
golpeo sus traseros,
gimen,
el cielo se desploma y las aplasta.
Vomito un paisaje tropical,
más mujeres vienen a acariciarme.
Mi madre ríe con una lágrima.
Busco a mi padre.
Vomito a muchos padres.
Se esfuman.
Las mujeres persisten y gustan de los golpes.
Los hombres se asesinan entre ellos.
Las máquinas hipnotizan a las personas.
Las máquinas reproducen mujeres y hombres más perfectos.
Los hombres matan a las mujeres.
Los hombres buscan mujeres porque las necesitan.
Se matan.
Las máquinas escupen fuego,
yo escupo fuego.
Todos decidimos quemar al mundo con nuestra saliva.
Queremos quemarnos.
Tenemos que llevar a las brujas a la hoguera.
Ellas también vomitan.
Nos rasgamos la garganta.
Intentamos gritar.
Nadie nos escucha.
Somos dragones.
Las brujas vomitan.
Las montañas vomitan.
Las máquinas vomitan.
Los hombres vomitan.
Somos dragones.
Las palabras queman.
Nuestros ojos queman.
Tenemos frío.
Tanto fuego nos ha dado frío.
Vomito gente.
Me vacío de tanto vomitar y del vómito vuelvo a levantarme.
Vomito el océano y me lo trago.
Decido comerme a mi madre.
Decido hartármelo todo.
Regurgito.
Le doy un beso a mi novia.
La alimento.
Me alimento de ella.
Beso a otros hombres y a otras mujeres.
Los vomito.
Huele a vómito y ceniza.
La ceniza mojada me permite formar figuras.
Hago una escultura en forma de perros,
Perros con rabia.
Otra de gente perseguida por los perros.
Otra de cerdos revolcándose entre el vómito de todos.
Se me sale el vómito aunque estoy distraído.
Me rasgo la garganta.
Construyo al mundo con las cenizas y la humedad.
Mi vómito es la sopa primigenia.
Todos escupen fuego y me evaporo.
Me quedo en el aire
y desde el aire vomito.
Soy vomitado.
Soy ceniza.
Fuego.
Soy el aliento de todas las cosas.


ME DESPRENDO de mi mundo y caigo.
Quiero flotar en el abismo oscuro de pequeños puntos de luz,
quiero flotar,
solamente.
Pero caigo
y las gentes de abajo me ven y creen que soy el cielo
o una bola de fuego suspendida en el espacio.
A mi lado otros caen.
Nadie allá abajo puede ver que el cielo está arriba de nosotros.
Nadie sospecha que pronto nos estrellaremos contra ellos.
Creo que caigo,
pero quizá son los de allá abajo los que caen hacia nosotros.
Hay un abismo horizontal que nos separa.
Hay muchos abismos verticales a mi lado.
Pero yo quería flotar
en aquel abismo más allá del cielo,
con muchos puntos de luz que flotan,
que no caen,
que no responden a leyes de manzanas caídas,
ni a teorías acerca de una gran explosión.
O tal vez si.
Tal vez todos nos dirigimos a un mismo punto,
tal vez todo se dirige a un mismo punto
para chocar unos contra otros,
la vaca con el perro,
el cerdo con el hombre,
las aves,
las aves,
las aves quizá puedan luchar contra la gravedad,
pero se cansarán,
o podría suceder que en su lucha por esquivar a todo el que caiga
alguien que venga detrás de otro las tome por sorpresa y pueda golpearlas y las hiera.
Quizá nada pueda salvarse.
Quiero ver hacia el cielo.
No puedo voltear.
Me acerco a toda velocidad a mi destino.
Los de abajo son una réplica de los que caemos.
Realmente son ellos los que caen, son ellos,
porque detrás hay una boca gigante que los vomita.
Pero por qué siento que soy yo el que cae.
Qué me sostiene.
Quiero ver hacía atrás.
Lo logro.
La boca gigante está detrás de mí.
También está frente a mí.
Soy yo quien cae.
Me estrellaré contra un espejo.
Me estrellaré contra mí.
Huele a vómito.
Huele a carne quemada.
Me estrello.
Me sumerjo en el espejo.
Voy hacia la boca gigante allá abajo.
Me hundo.
Ya no soporto.
Me ahogo.
Me ahogo.
Me ahogo.


TODO ME es familiar:
las personas y el olor a excremento en las esquinas,
el color de las paredes y el humo gris de los automóviles,
la paz permanente de la vida, es decir, la paz permanente de la muerte,
las multitudes,
los rebaños,
las cuatro paredes de mi habitación y la falta de hogar de algunos,
las guerras y los rumores de guerra,
las voces de los sin voz desde sus comodidades,
las voces de los sin voz que se arriesgan a ser silenciados,
el rostro hermoso de un bebé,
el cuerpo deseable de una mujer,
los hongos de mis pies,
el olor de mis axilas,
la fealdad de mis manos y del horizonte,
la aparente simpleza de las estrellas,
nuestra simpatía por los fanatismos,
las iglesias,
la política,
los deportes,
las rameras,
los cantos de sirena,
las salas de hospital,
las cárceles,
las subestimaciones,
las faltas de refugio,
todo,
todo,
hasta las profundidades o lejanías insondables,
hasta lo desconocido,
todo o casi todo,
excepto mi yo en el espejo,
excepto mi yo sin cuerpo
ni máscaras,
excepto mi vida
                           y mi muerte.


SI TODOS los gusanos fueran mariposas
si todos los gusanos no se alimentaran de gusanos,
si todos se alimentaran de carne al igual que de árboles
y de sus frutos y de sus hojas,
de los esfuerzos de los otros,
de sus esperanzas.

Si todos los gusanos fueran nada más que gusanos,
si las lombrices no fueran gusanos,
si los cerdos no fueran gusanos,
si no hubiera forma de arrastrarse por el cielo,
ni la necesidad de elevar plegarias.
Si todos los gusanos fueran orugas
o la imagen de una tortuga que nada
o el resplandor de una lágrima que quiere salir
o el rostro sonrojado por el deseo.
Si todos los gusanos fueran nada más que gusanos,
si la gripe no fuera un gusano,
si la lepra o el cáncer,
si el sida o la sobrevivencia,
si el arte o los que se pretenden artistas,
si todo el que decide negarse
o el que decide quedarse o huir,
si mi pene o tu vagina,
o los agujeros del tiempo.
Si el mundo entero,
nuestro universo entero,
no fuera un cementerio de mariposas.
Si todos lo gusanos fueran aves
o excrementos de dinosaurio
o automóviles
o heteromóviles
o máquinas de escribir
o de reproducción
o simples maquinarias para moverse.
Si nuestro mundo no fuera un cementerio de gusanos
alimentado por gusanos.
Si al morir no nos volviéramos un montón de gusanos.
Si la alegría no fuera un gusano que se alimenta de nuestras emociones,
si la tristeza no lo fuera,
si hasta lo más inhóspito
o el vómito o la mierda,
si el sentido o la dirección.
Si todos los gusanos fueran mariposas
y el reflejo del sol en la llovizna un conjunto de colores.
Si el vacío fuera el vacío y mi cuerpo mi cuerpo.
Si nuestras llagas,
si nuestros dolores.
Si nuestros mayores deseos
no fueran nuestros mayores temores.


_________________________
Roger Guzmán. San Salvador, El Salvador, 1981. Perteneció al "Taller de poesía de La Casa del Escritor" que impartió Rafael Menjívar Ochoa. Obra publicada: Un sitio sin lugar (Editorial Equizzero, poesía, 2010), Me ahogo, me ahogo, me ahogo (Proyecto editorial La Chifurnia, poesía, 2015), Óxido, pena y verdugo (Zeugma Editores, poesía, 2016) y Ay ay ay Uy uy uy (Proyecto editorial La Chifurnia, poesía, 2017).


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