Alfonso Velis Tobar
JOSÉ MARÍA CUÉLLAR EN EL TIEMPO
Publicado
por: Tres Mil 11 octubre, 2014 en Suplemento Tres Mil | 3000 Deja un
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Días de infancia y juventud de
José María Cuéllar
Alfonso
Velis Tobar
Poeta,
investigador y ensayista
M.A
Carleton University
Chema
Cuellar, nació a la media noche en Ilobasco (“Lugar de las Helotaxcas”) el 8 de
abril de 1942, en el Barrio de los Desamparados, pueblo de tribus Lencas en el
antiguo, después ocupado por los Yaquis o Pipiles, en el departamento de
Cabañas, pueblito, famoso por la confección artesanal de sus muñequitos de
barro, alegres, picarescos en colorido formal en sus gestos. Chemita
Cuellar, quien en décadas más tarde
sería un poeta muy popular en El Salvador. Poeta que deja su estela de lucha de
esperanzas. Fue de un hogar humilde donde vivió toda su infancia. Chema
Cuellar, de ambiente campesino. Alma poética donde renacerán más tarde versos
que emanan de su espíritu para su pueblo natal, y preocupado en su poesía por
reflejar los problemas sociales, humanos. Aquí vemos que amorosamente
evoca su tierra natal, canta en uno de sus poemas: “Ilobasco de arcilla
donde las expresiones florecen en el barro/ Un barrio donde las calles son música,
/donde se labran los jarrones de tierra blanca, / los porrones sedientos de
sombra / los cantaros asperjados de colores. Allí nació la afición a las cosas
pequeñas: a dibujar calendarios en la trompa de los gorriones”.
Con
el tiempo la ausencia, la nostalgia de la distancia y el recuerdo de donde
crecemos, nacemos y soñamos en el patio de la casa, donde ronda nuestra alma de
niño: “Ilobasco de barro hasta mis huesos, / hasta mi corazón desnudo / llega
tu voz sencilla con su primer latido” (“Mitología del pueblo”) Así canta más
tarde en comunión con la realidad de la vida, temas identificados a lo
cotidiano del hombre, su mundo, sus luchas por los pobres. Una voz impregnada
de lo mítico, de las leyendas, las supersticiones, las creencias o supercherías
que brotan en la imaginación del pueblo; poco a poco su poesía va convirtiéndose
en una voz rebelde, sus lecturas, su participación, su compromiso revolucionario cada vez más intenso, nos
juntamos siempre en la misma onda, preocupados por promover la cultura,
manifestarnos en contra de los problemas que aquejan, por alcanzar con ese
espíritu siempre una literatura en el
sentido de conformar una conciencia nacional de participación
liberadora: En mi ciudad / el cadejo silva a la una de la mañana/ y el cura sin
cabeza/ toca la puertas de los malcasados, / en mi ciudad pasa la carreta bruja
por la ronda/ y la iglesia sigue pintada / con la leche de la cabra bendita”
(Ciudad 1950)
Cabe
decir que su poesía, encuentra el tema identificado con el dolor social y los
problemas políticos; y refleja todo ello su poesía y su temática. Una poesía de
delicada armonía lírica su melodía expresiva, calmada, contemplativa, solemne a
veces, a lo bucólico, cuando en sus inicios toca la naturaleza. Eso lo notaran
amigos lectores, cuando lean su antología dentro de este estudio, poesía que
refleja realismo crítico social, testimonial; poesía transparente de expresión
popular. La mayor parte de su poesía pude recogerla en periódicos y revistas en
que Chema Cuellar entre 1962 a 1967 publicaba sus poemas en el Diario de hoy en
sus domingos.
La
poesía de Chema Cuellar vive, se refleja desde niño un hogar de mucha pobreza,
y así desde muy pequeñito acompaña al trabajo a la par de su padre y su madre,
por las fincas que hay en los alrededores del pueblo; se familiariza en las
tareas agrícolas donde Chema Cuellar deja sus huellas por esos patios, por esas
veredas, los callejones a cuyos lados
saben crecer las flores amarillas, por todo el camino, entre los matochos
silvestres y frescos de verduras, de colores, donde pastorean los patachos de
animales; se recuerda agarradito de la
mano de su padre menos de cinco años. Y
así canta, nos cuenta más tarde el poeta hablando de su vida y su tierra de
infancia que lo vio nacer, será con el amor a su terruño que evoca: “Tengo
retazos de ese cielo, de esas calles/. El rumor de los ríos y el mugir de las
vacas/ iluminan mis recuerdos nublados por el transitar de un lugar a otro.
/Como saltimbanqui de la más oscura pobreza./ Si, aun me veo viajando desde
Cutuco a Tecoluca: desde el Plan de la Laguna a los cafetales de Santa
Ana./Pero no todo es juego junto a las polvaredas de los caminos y el ronco
llamado de los caracoles para recibir los frijoles y las tortillas, hay frío,
enfermedad y miseria”.
Se dice que cinco años tenía cuando muere su
padre Alfonso Cuellar, un duro golpe
para aquel niño: “cuando le falta su padre y su recuerdo “que dejo en mucha soledad a su madre Ángela
Peña. Los estudios primarios del poeta transcurrieron en forma irregular,
interrumpidos alguna vez, por la terrible situación económica en que se debate
su hogar. Ante aquella ausencia de su padre, duro golpe para un niño, como
recuerda más tarde, que viaja caminando a su lado por estos cafetales y
milpales cortando el maíz. A través de una conversación cuando andábamos de
farra, hablándome de su vida y de la mía que el sabia Se dice que su madre,
buscando mejor vida para sus hijos, abandonan la tierra de los muñequitos de
Ilobasco para radicarse en la villa de San Marcos que se une con la capital de
San Salvador por la elevación de una carretera pavimentada, como yendo hacia
una colina (donde el poeta encontraría décadas después la muerte yendo en su
motocicleta en 1981), camino lleno de curvas peligrosas, enlazando caseríos
hacia la ciudad capitalina. A lo lejos San Marcos es como un nacimiento navideño
sus caseríos como en una cumbre. En San Marcos departamento de San
Salvador, Chemita niño prosigue su
educación escolar en los salones de la escuelita “Ignacio Pacheco Castro” y
“Ana de Sevilla”, donde finaliza su Primaria en 1957. Posteriormente, con
esfuerzo prosigue sus estudios secundarios y superiores, y recibe su título de
Bachiller en Ciencias y Letras en el
Instituto Democracia en 1968. Más tarde se gradúa de Maestro de Educación
Primaria en la Normal de Maestros “Planes de Renderos” en 1969.
Además
el poeta siempre en busca del apoyo familiar a su madre y hermanos más
pequeños, desde muy joven tuvo la
necesidad de trabajar con el ánimo de sacar de la oscura pobreza a su familia
para subsistir. Y quizás cuando la necesidad vino más punzante, el poeta
Chemita Cuellar, dice que tuvo que trabajar empleado como fuera: picapedrero,
cadenero de topógrafo, cobrador de casas comerciales manejando una moto Vespa,
despachador de una gasolinera, portero de los Talleres Sarti, pegador de
recortes en el Diario de Hoy, estuvo de conserje en las oficinas de la Phelps
Dodge de Centroamérica. Cobrador de buses y hasta un día la hizo de panadero, para amasar el pan con
humilde, trasnochadora faena. Pero más que todo nació Chema Cuellar para su
destino de ser poeta que muriera para gloria del pueblo, nos ha dejado lo más
valioso, su poesía, su vida, poeta ejemplo para ejemplo nuestro. También
Chemita Cuellar durante algún tiempo
trabaja como maestro de escuela desde 1970s en adelante. Poco antes de su
muerte era colaborador en la Editorial de la universidad Nacional, responsable
de la Página Literaria “La Letra Viva” del periódico “Universitario”, donde de
vez en cuando publicaba nuestros poemas y artículos críticos de literatura,
allá por los años de 1979, son años de poesía, muchas lecturas políticas,
peligrosos días de poesía compartidos, días sangrientos de gran convulsión
estudiantil revolucionaria, ya habíamos desde 1975, sufrido la experiencia de
un 30 de julio en la masacre de estudiantes en la 25 Av. A la altura del
puente, cerca del hospital del Seguro Social, el ataque a mansalva del régimen
militar del coronel Molina, en contra de una manifestación de estudiantes
universitarios, armado hasta los dientes nos reprimió, quien acusaba a la universidad de ser el
santuario de la subversión. Pero había que andar haciendo literatura y
literatura revolucionaria, nuestra forma de conciencia social era la consigna y
exigencia del momento histórico que enfrentábamos. Era una década de
participación revolucionaria en diversas formas, días de poesía. Y veníamos
hablando de los oficios de Chema (mientras recuerdo que tiene la manía de
tocarse la barba y arreglarse los anteojos, eso sí, siempre sonriendo,
sobándose el bigote) Y quizás más que citar todos sus oficios, su especial
oficio de poeta presto a mañanera cada día para cantar con humanidad entera.
Pájaro que debe cantar siempre con esa voz de especial significado en su
destino de poeta y escritor, pájaro
cantor juglar muy sensible de su tierra.
Chema
Cuellar siempre me daba algunos libros a menudo para leer, me recomienda otros poetas de su gusto, pues
yo ando con ánimos de devorar a poetas y escritores de todo el mundo; me da a
conocer sus poetas que más admiraba. Desde Neruda, Vallejo, Nazin Himet, Días
de Infancia de Claudia Lars, Salarrue, Chema Cuellar es de los poetas que
¡deberás! hicieron mandamiento de militancia revolucionaria. Acción en que
algunos poetas nuestros murieron, poetas combatientes dieron su vida, dejaron
su poesía, como testimonio de esta realidad; a ejemplo de poetas como Roque
Dalton, caso especial, Alfonso Hernández, “Gonzalo”, poeta caído en combate,
como lo fue Jaime Suarez, Mauricio Vallejo Marroquín, Rigoberto Góngora, Shamba
Silis, Lil Milagro Ramírez, Delfy Gochez, Arquímedes Cruz, Carlos Mauricio Ceballos, Alberto Zúñiga, Amada libertad,
creando una literatura de compromiso social, poesía de la vida, del misterio,
del amor, de las utopías, gloria de
sueños, encantos, una poesía esperanzadora, revolucionaria y de militancia. Escribíamos
también una literatura subversiva (entre lo lirico un tanto panfletaria era el
momento), planteamientos estéticos, afán de promover una literatura que refleje
nuestra realidad nacional, nuestra historia, en juego la imaginación misma al
servicio del pueblo. Hablando de Chema
Cuellar, la Dra. Matilde Elena López, “su bella prosa a la muerte de Claudia
Lars, es una de las páginas más conmovedoras que se hayan escrito”. Dejo
inédito el poemario “Lugares donde el viento le canta a las estrellas, poema
que Manlio Argueta público en su
antología de la poesía salvadoreña. Poemas sueltos, del cual he logrado
rescatar algunos textos. Para dar mejor testimonio de la persona de Chema
Cuellar, lo evocan las palabras de su
propia esposa Lilian que: “Chema era un hombre con gran sensibilidad social,
comprometido con la lucha social,
revolucionaria; de carácter
pasivo, pero a la vez iracundo contra toda clase de injusticia y/o discriminación
social; era una persona humilde, solidaria, bohemia, pero muy amoroso y
comprensivo con su familia. Era romántico, le gustaba cantar, dar serenatas o
leer poemas de Neruda, Bécquer, Miguel Hernández.” Compartía con su esposa el hábito de la
lectura y el gusto por la música clásica
y romántica. En fin Chema “Era un hombre sencillo que disfrutaba bañarse o
pescar en un rio, hacer caminatas, jugar futbol o simplemente conversar con la
gente humilde”.
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