domingo, 23 de diciembre de 2018

CUERVO IMPOSIBLE







CUERVO IMPOSIBLE





      Cuando un poeta utiliza leyes, costumbres y tradiciones milenarias para poner título a sus libros como: “Ars Morendi” (el arte del bien morir), uno se extraña que el título siguiente sea “Cuervo imposible”. Huguín y Munin, cuervos asociados con el dios Odín de la mitología nórdica (dios de la sabiduría, guerra y muerte; dios de la magia, poesía, victoria y caza) Este poeta le roba los cuervos al mencionado dios de la mitología para darnos un novedoso y escalofriante título de su último libro, donde transfigura con su gran capacidad, el lenguaje de sus antecesores y contemporáneos; imágenes y metáforas que el poeta transformó  en su estilo de vida y escritura.
      La escritura de André Cruchaga, para mí, y muchos otros poetas es una de las más representativas poéticas centroamericanas en la actualidad. Tiene la genialidad de los consagrados, de expresión combativa y múltiples añoranzas. El acto de creación: el deseo de inventar la aproximación más delicada a la materia erótica (unas veces), pues en ella está la génesis de todas las cosas. En otros textos, el escenario es diferente: transgrede los absolutos y desazones de la vida cotidiana. Su poesía no tiene  diferencias respecto de los grandes del Surrrealismo como, René Char u otros exponentes de dicho ismo, (No en su acorde, sí en contenido). Sus poemas poseen múltiples aristas para su interpretación, (propias de su estilo) que nos llevan el aliento con el suyo a un asentimiento de su conjunto expresivo y vital…La fatalidad siempre está ahí, y, a menudo, lo lleva a estados de implenitud.
      Muchos son los comentaristas que se encaprichan en el decir de los poetas latinoamericanos que se arrastran tras las letras europeas. Lamentablemente en algunos aspectos es así; larga es la lista de poetas de este nuevo continente, que fueron y son geniales precursores de movimientos poéticos; algunos poetas de este nuevo mundo como Vicente García Huidobro padre del Creacionismo (teoría estética general). Fue el primer movimiento de vanguardia nacido en Latinoamérica (antropológico y humanista) que arrastró y dictó pautas a los poetas extranjeros de muchas campanillas.
      Basta leer un poema Cruchaguiano para aquilatarlo de gran voz innovadora, de un misterio de otredad ante la extraña presencia de sentimientos profundos, que estremecen al lector.  Este poeta podríamos decir que tiene semejanza con el poeta chileno Huidobro que movió, ya lo dije, los cimientos de la poesía europea. También podemos advertir las influencias que el poeta ha tenido en especial de la poesía surrealista francesa, pero su entraña poética ha sido potenciada por lo latinoamericano.  Es una de las voces más prolíficas de la poesía salvadoreña.
      André Cruchaga presenta en este libro que nos ocupa un lenguaje más apacible, repleto de añoranzas donde destaca el recuerdo de: “vos y yo” recurso que florece como las rosas en mi jardín donde se enquista el alma dolorida del poeta. “Vos y Yo” van juntos pero respiran diferentes aires  de desesperanzas, ausencias, lejanías; en ese “Vos y  Yo”,  participan los imborrables recuerdos de dulzuras y llamas; el poeta es “Un hombre en llamas” por ello su lectura–escritura va  saturada de emoción y rebeldía. Su poesía es huérfana y dolorosa, de aflicciones que a la postre le resultan en fertilizantes para su trabajo de hondura y de envidiable fecundidad. En la escritura de André Cruchaga, por lo demás, reaparece —insisto— la carga significativa de los elementos asociados a la angustia desde el yo experiencial, a veces por la incertidumbre y el descreimiento.
      Él es un creador incansable, se vuelve mago insustituible destejiendo atmósferas por entre la trama del cosmos, va a la vanguardia de muchos poetas. Es, sin duda, de personalidad introvertida. La obra poética de Cruchaga es sustancial y coherente, difícil a veces de comprender por el fondo y trasfondo de su ser: deviene de sus propias conmociones.
      “La obra Cruchaguiana”,  nació y se hizo con él y se me antoja hablar de los poemas contenidos  en este maravilloso libro que podría ser un “cuervo Blanco” (si hubiese uno)… donde  no sólo ronden los rumbos vitales del hombre, sino la creación artística del decir que camina hacia lo oculto e inesperado en un ritmo de trabajo intelectual activo, ávido lector de clásicos y folletines, de  movimientos poéticos, revistas, periódicos, etc., a través del tiempo; por ello, sus poemas acusan épocas de crisis, o estancamiento, de soledad y evocación, de improviso el poeta se siente huérfano  de humanidad y lo inunda la melancolía.  Como en su juventud, lleva la llama del camino de ese cuerpo suyo que nació con la vitalidad de la hierba y se abre al mundo de los poetas. Entran por sus sagaces pupilas, escritores, poetas, filósofos, filólogos, filántropos, entre tantos sabios…
      El desasosiego erótico toca su corazón de tiempos pasados y en el presente conserva ese impulso, quemándose cada vez en el fuego que lo calcina, “el desnudo de una mujer, dice, es la más estimulante, bella, incomparable escultura de toda la humanidad”… pero ojo, André Cruchaga, es  poeta de compromiso por la palabra y testimonio de sus múltiples y a menudo caóticas vivencias, su imaginación desbordante y espíritu le agitan las neuronas hasta estallar y transgredir al límite la palabra; esa pasión por la vida que lo quema, lo lleva una y otra vez fuera de la tierra y lo hace revivir como el ave Fénix. “Toda cosa no es sino el límite de la flama a la cual debe su existencia”. Esa llama objetiva, ese fuego, factor único de inspiración, trabajo y creatividad.
      Emocionantes recitaciones de sus poemas le llegan de diferentes partes del mundo con voces contemporáneas y de antaño que le quitan la respiración, e inesperadamente, con ellas deviene el sueño y ensueño, con el reiterado dejo de la pasión que le quita el peso de la orfandad. De nuevo la luna y su brillo, otra vez la desnudez y el milagro de Dios en su belleza, el poeta desde su memoria, cabalga muchos itinerarios, se baña en las tempestades, se olvida de todo, se rapa, expande el suspiro y escribe, sin cansancio, como escriben los poetas… ¡A Dios Gracias!...
      Buena parte de los poemas de André Cruchaga son de una belleza apesadumbrada, se desenvuelve entre prosa-verso. Él lleva la exaltación de sus noches de ensueño y sobresalto. Maestro de universidad y profesor rural en los inicios del ejercicio de la docencia. Su obra arrostra esa opaca luz de la patria que se desangra en medio de tanta violencia, dramática oscuridad por sus calles vencidas. Su corazón va herido, él cruza con zapatos de clavos y los malolientes pantanos de la desesperanza: la tierra desolada de su infancia y de toda una vida. Se puede escuchar a menudo al yermo labrador acuciado por la hambruna. Entra a la caverna y sale ileso, febril, insaciable, luminoso, porque sus extravíos son misterio.
      La cosmogonía de André Cruchaga gravita en un escenario de pesimismo existencial, extremadamente agobiante. Su poesía, parte en verso; otra en prosa, nos acerca a lo cíclico, es decir, que a través del texto poético-narrativo, (polifonía, espiral, voces, ecos, diálogo, monólogo), nos conduce a escenarios insólitos de su origen, al tiempo. Lo erótico-amoroso es sólo un recurso para darle rienda suelta a sus pulsiones y a los entramados del discurso poético.
      André Cruchaga, pues, trasciende la palabra con sus desasosiegos. Su orfandad se asemeja con el grito de la humanidad: su poesía es toda una experiencia de vida trágica, predestinada, sí, a trascender en medio de las miserias del mundo. Pero, contra todo fatalismo está la Esperanza y el fogón de su escritura.



Elena Muñoz de Latorre
Escritora chilena.
Licenciada en Filosofía, Historia Literatura.
Universidad de Concepción, Chile