sábado, 26 de febrero de 2011

AMADA LIBERTAD:en “la otra esquina de la tristeza” guerrillera


Amada Libertad, poeta salvadoreña



AMADA LIBERTAD:
en “la otra esquina de la tristeza” guerrillera



RAFAEL LARA MARTÍNEZ



“Si la guerra le otorga una función social a la poesía, ese mismo conflicto se encarga también de aniquilarla.”
William López


Ante todo existe la ausencia, la angustia y el vacío, la página en blanco. Es eso lo que la letra intenta colmar. Sin embargo, la tarea parece tanto más difícil cuanto que “en el camino de la flor (=la poesía)” se ha interpuesto la necesidad de exalta la voz popular, así como la acción armada. Esta tarea del compromiso literario no es necesariamente un hecho portentoso. Es cierto que gracias a ese papel político la poeta logra justificar plenamente la función marginal que la experiencia poética posee en nuestra sociedad capitalista (pos)moderna.
Estás tatuado en mis pasos
(…) te nombro aquí
en esta opaca distancia
(…)
te nombro Pueblo.
O bien,
Eso necesita de la mano que dicta (=de la poeta)
una consigna al pueblo.
Sin embargo, ese acto de invención del pueblo por medio de la poesía desemboca en una guerra, la cual Libertad no la juzga sólo en términos de una liberación nacional por venir. Lo real de la guerra, antes de la trascendencia de una mañana, es la presencia de un dolor, el cual además de “padecer de pueblo”, convida la demencia. “Tenés razón al decir que soy loca” declara esa sincera convicción que retrasa su propia enfermedad a la lucha armada. La omnipresencia de la guerra, apostada a la vera del camino que conduce al arte, hace que la primera tinta provenga de la sangre y de la tormenta.
Esta tormenta (=guerra) ha mojado
hasta e rincón más escondido
de mis desdentados recuerdos
(…) lluvia (=poesía) nocturna
que desinfecta la noche.
(…) no ha dejado de llover
aún sigue sangrando la palabra.
Aunque esta materia prima de la poesía podría extenderse en la denuncia, lo cierto es que el armamento acarrea consigo los elementos del desastre de la escritura. Quintana-Libertad reafirma la paradoja; si la guerra le otorga una función social a la poesía, ese mismo conflicto se encarga también de aniquilarla.
Un pájaro de lata ofende al cielo
(…)
decapita el canto del “Dichosofuí.
¿Quién más es el hace cantora, el Dichosofuí, sino la poeta misma que su canto mutilado en el frete de batalla? Es esta conciencia de los límites que la guerra le impone al pueblo y a la escritura, lo que hace de la poesía de Libertad un verdadero suplemento literario de esa diaria confrontación armada, de la década de los ochenta. Y si algo resulta sorprendente de la tenaz preocupación creadora de la poeta, es el hecho de que todo miedo al agotamiento de su facultad imaginativa sea mayor que el temor por la muerte.
Yo vengo a ofrendar mi sangre
a rociarla (…)
esparciéndola en cada frente marchita.

La decadencia del arte representaría un proceso de deterioración más peligroso aun que la propia muerte. Y esto por una simple razón. “Ser-guerrillera” significa poseer una clara conciencia de “ser-para-la-muerte”, del sino sacrificial, casi morboso, el cual se adquiere desde el momento en que se entona la consigna, “¡Revolución o Muerte!”; empero, lo que no puede aceptarse es que un sino trágico semejante se le depare también a la escritura. La poesía trasciende el cuerpo cuyo destino, puesto que la revolución resultó imposible, es la ofrenda, ¿Acaso no debería considerar un grave problema que la alternativa o, mejor dicho, que el interlocutor imaginario de la Revolución se llame la Muerte?
Ana Guadalupe Martínez: “transcribo parte del poema que fue nuestro aliciente ese día”:
El partido

Si no vienes a dar
el corazón, la vida,
no te molestes en entrar
porque en tu entrada comienza tu salida

Si tú vienes a buscar
un lecho, la ocasión mullida
no te molestes en entrar
donde la flor (=el poema) más bella es una herida.

Este es un lugar propicio
tan solo para el sacrificio
Aquí tienes que ser:
el último en comer;
el último en tener;
el último en dormir
y el primero en morir.
Las cárceles clandestinas de El Salvador (1978).
Pero, no solo es eso. No solo es que la Muerte exprese la alternativa o el
sustituto de la Revolución; más que conciencia de la victoria --- ¡Venceremos!--- es mórbido imaginario de la Muerte; es conciencia activa de la Muerte sacrificial, del cuerpo como ofrenda. Terror. Ya no la Muerte es sólo imagen especular exterior del hecho revolucionario, sino es también intimidad diaria del combatiente. Hay que estar siempre dispuesto al sacrificio. ¿Acaso no será la inmolación la Muerte más humana, la “muerte propia” a todo combatiente? La Revolución se vive entonces según una “institucionalización de la muerte (…) acompañada de un sistema de valores (…) compulsivos (…sacrificio, amor a la patria (o al pueblo), culto a los muertos en el campo de batalla)”.
El sujeto revolucionario es “el primero en morir”. Así, él la se constituye gracias a un imaginario cuyo revés y derecho lo ocupa la Muerto. Si la Revolución falla, reinará la Muerte; pero si acaso uno desea que triunfe también hay que estar dispuesto a enfrentar la Muerte. La omnipresencia de la Muerte de fine al sujeto revolucionario. ¿Acaso no su victoria depende de “repetir (una) historia” borgiana, la de Baltasar Espinoza en “El evangelio según San Marcos”, incluido en El informe de Brodie (1974)?
Los hombres han repetido siempre dos historias: la de un bajel perdido (…) y la de un dios que se hace crucificar.
Habría de añadir: con el objetivo de fundar un nuevo contrato social. O bien, para decirlo al ritmo de un clásico corrido de la Revolución mexicana:
Si mi sangre quieren, mi sangre les doy, por los habitantes de esta nación.
Esa es la exigencia de “El partido”. Hay que entregarse a la Muerte. Escuchemos a Amada Libertad declarar su destino:
(…) cantar
con una mordaza
en nuestras venas puestas
(…)
con cuánta agonía
sonreiremos
si nuestras heridas sangrando están
(…)
si la hora está por llegar.
¿Cuál “hora está por llegar”, la de la Muerte o la de la Revolución? ¿No será que el tiempo se extingue y que existe una urgencia por llegar “al toque”? “Nostalgia por la muerte”, así la llamaba el poeta mexicano Xavier Villaurrutia (1903-1950).
la minutera se está ahogando
en mi crepúsculo.
Y es que, a nivel de lo simbólico, no solo vivir y morir no se oponen ---- “estoy viva en muerte”---- sino que por el hecho de pertenecer a “una familia” o grupo de izquierda Quintana-Libertad ha firmado ya su acta de defunción anticipada.
quisiera gritarte
desde (...) mi tristeza
lo mucho que sufro
perteneciendo a una familia
(...)
que me ata a un ataúd.
Haciéndole eco y corrigiendo a Borges, Libertad nos repite que la inmolación es la única vía de la esperanza.
Abro veredas del sacrificio
para llegar a tu camino
(...)
no discrepa la agonía
ni (...) amanece el sol
(...)
Y pintan en el sacrificio
unas gotas de esperanza.
Vivir el amor a la Revolución, al amante de acuerdo al paradigma cristiano del vía crucis, Àno habrá de asegurarle, por simple lógica testamentaria, la única posibilidad de redención? A nivel de lo imaginario, el compromiso guerrillero es cita con la Muerte.
(...) de surcos alimento mi
sacrificio
(...)
te vivo
como
vía crucis.
Quizás porque el ser revolucionario se halla frente a la Muerte por fracaso (Revolución o Muerte!), o para asegurarle el triunfo (vienes a dar el corazón, la vida) en Quintana-Libertad la ausencia y la angustia, así como una tentativa de
restitución del abandono, el recuerdo y el amor, juegan un papel preponderante en la poesía.

**

En conclusión, sentada en la otra esquina de la tristeza, Quintana- Libertad declama la vigencia de un ideal dórico de la poesía, de acuerdo a la interpretación del cubano José Lezama Lima (191 0-1976). La poesía es areteia, es decir, privilegio de los mejores, ya que la poeta habla por el coro, por el pueblo diríamos ahora. Sin embargo, esa capacidad de ser portavoz de los otros solo es posible en la medida en que se esperaba de (la poeta) la inmolación. Sólo puede poetizar aquella a quien la sangre le ha dado rica sabiduría. La sangre posee aquí no un sentido de alcurnia o de descendencia familiar. Los poetas son “los obligados al sacrificio (…) los primeros en la inmolación.” El conocimiento intuitivo de ese ethos tradicional de la poesía convierte la escritura de Quintana-Libertad en un verdadero monumento literario de una revolución que no fue tal.

Material cortesía de Argelia Quintana para este espacio virtual.