domingo, 23 de febrero de 2025

EL CIELO DIVIDO COMO CERTIDUMBRE DE REALIDAD Y EXPRESIÓN DE LA TEMPOREIDAD HUMANA

 

Perfil del tiempo, Salvador Dalí.


EL CIELO DIVIDO COMO CERTIDUMBRE DE REALIDAD Y EXPRESIÓN DE LA TEMPOREIDAD HUMANA

 

 

 

 

En el cielo que más su luz recibe
estuve, y vi unas cosas que no puede
ni sabe repetir quien de allí baja;

DANTE

 

Las palabras no valen más que

como mediadores entre la virtualidad del

pensamiento y la realidad de la acción. Y

hasta se puede afirmar que son las

palabras las que hacen real el

pensamiento, aun no siendo ellas todavía

más que una acción virtual.

LOUIS LAVELLE

 

Miladis Hernández Acosta, (1968, Guantánamo, Cuba), Poeta y ensayista con una vasta obra poética publicada, además de múltiples reconocimientos. Su obra ha sido objeto y merecedora de artículos diversos dentro y fuera de su país. Dicho esto, la idea de este correlato es transitar dentro de las dimensiones que encierra su discurso poético. Nuestra poeta expresa la identidad de su «yo poético» mediante un lenguaje que nos descubre, que la poesía funda la escritura autobiográfica más auténtica, dado que «pretende acercarse de la forma más directa posible a la identidad vital y espiritual de una conciencia individual»; su tono, siempre está aquí, de frente y no del otro lado del espejo. Su discurso más allá de los diversos matices viene a ser una representación de la escritura confesional y a su vez, lo distópico como nos lo sugiere el título del libro. Desde luego éste constituye un mérito, una verdadera escritura que rebasa los límites de las circunstancias bajo las cuales escribe la poeta este viaje a través de un cielo divido. Una voz íntima y robusta destinada al vuelo nos envuelve con su magia y arden hasta que sangra la magia de la palabra.

Contrario a lo que postula el maniqueísmo (desde la perspectiva religiosa) evidencia el aserto de que en general, la concepción monista de la realidad siempre ha dado por sentada la imposibilidad de que puedan ser reconciliables elementos apriorísticamente opuestos como el bien y el mal, la vida y la muerte, la conciencia y la inconsciencia. Esta actitud puede ser considerada como un claro ejemplo de lo que Jacques Derrida llama logocentrismo —concepto clave de la deconstrucción—, esto es, la búsqueda, de un centro generador para cualquier cosa. Adentrarnos en la visión maniquea del mundo, la cual es hoy muy actual y, desde nuestro punto de vista, ha sido utilizada para manipular a la masa. Traigo a cuenta esta referencia porque adentrarnos en la visión maniquea del mundo, es hoy muy actual y, desde nuestro punto de vista, ha sido utilizada para manipular a la masa, a un pueblo en virtud del Paraíso infierno, donde se usurpa la esperanza, la necesidad de creer en un futuro promisorio. La poeta lo avizora, lo construye y deconstruye, a partir de la visión que tiene del país que le robó sus sueños, su vida. Y en consecuencia a la imposibilidad de acceder a una sociedad más humana en el sentido más profundo del concepto.

 

Un vamos hacia la pérdida. Llegar a la yerma desventaja. ¿Congelación o huellas? Monturas para acercarnos a la desobediencia. Tenemos que expulsar las espinas o compadecernos. Grietas del ayer o de esta noche con líquidos mortales. Una puerta hacia la cueva. Un ante-paso. Letrero con sentido inverso o una engrosada fila de mujeres bellas. Aves de distintas manadas donde morir es esa coalición en la cueva o ese golpe que damos en las alturas para luego ir en retroceso. Morir es ese frío agujero donde entra una última conversación o las palabras divididas ¿Ruinas o sucesiones en el ojo incauto? Excitación que día a día se antepone. Vasijas. Un nardo. Un turbante. Una luna muerta.  La muñeca grita. Voy como antes con ese fiero níquel en la lengua. Voy en seguida o más tarde a morder el póstumo hueso del exterminio o esa luna ya muerta en cuarto creciente. (Poema Observatorio)

 

Ahora bien, la revolución trajo consigo un estado casi de culto y los problemas por los cuales se erigió, con el devenir se agudizaron e invalidaron inclusive la realidad nacional. En principio se tiende a idear una idea de futuro, a menudo muy remoto para el pueblo como la coyuntura dentro de la cual habrán desaparecido los obstáculos: esos esquemas plantados hasta la saciedad en la conciencia están lejos de ser un esquema cristiano como el llamado a instaurar el Reino de Dios sobre la tierra. Nada más falso, por supuesto. Ese pensamiento utópico que se implantó en su país estaba destinado a que la gente pensara en términos de un tiempo futuro, pero esa utopía no llegó ni estuve al alcance de todos. Si miramos alrededor nuestro con los ojos abiertos vemos solo esas condiciones de miseria, de explotación. ¿Dónde está el reino prometido, el Paraíso prometido en medio de un país que parece más un infierno? En realidad, la revolución nunca instauró una sociedad más justa, mas bien nunca se alejó del infierno precedente por lo que tenemos otro infierno de postergación. No se puede, entonces, tocar el cielo, vivir en el Paraíso sino en una especie de vórtice, mismo que la poeta rompe en este libro. El silencio roto, no alienado para conquistar la libertad. La poeta desmitifica, precisamente el mito y las falacias que lleva consigo el concepto.

 

¿El mal o el bien te fortifican?

 Reducida fuga o presa que se antepone

O se pronuncia. Exalta el templo

O distorsiona en agonía.

¿Cuál reclamo o novena frente?

¿Cuál retroceso de un fallecido?

¿Musgos o espejos? Llamar un familiar.

¿Cómo orientarme en la fosa?

¿Ser un oprimido?

¿Cómo extraen el oro o el cascajo?

¿Quién hace las inhalaciones?

¿Quién conmigo se deteriora?

Lápidas. Masa neutralizada. Un cielo.

Todas nuestras vidas

Idas o dispuestas.

¿Quién de un lado a otro

¿Hace a solas las divisiones?

¿Cuál cesárea o anestesia?

¿Cuál inminencia? Legrado.

¿Casa o carrusel?

Canario con fiebre amarilla

En angosta jaula.

Mi nombre es lo que queda.

Mi nombre auspicia las separaciones.

¿Sombra o Ley?

(Extradición: Fragmento, poema III

 

«Al cielo divido», no es el cielo de Dante, en éste según se deduce del viaje que emprende con Beatriz que gozan de la paz y beatitud, algo que dista mucho del viaje que emprende nuestra poeta. Pero, al igual que él, pienso desafiar esos simbolismos, esas cosas que se encierran en el corazón para avanzar en este tránsito contundente de imágenes. Así, todo poema constituye un templo, en el cual está encerrada, el alma del poeta. Una obra, está orientada a un interlocutor, representa un acto bilateral (poeta-lector); y se determina por aquel a quien pertenece y por aquel a quien está destinada, aunque el sujeto a quien va dirigida sea impersonal. En este punto debemos acotar que cada palabra expresa a «una persona» en relación con la otra y es esta última la que hace real (depositaria) del pensamiento, tomando en cuenta que el contexto afecta lo que se dice o quiso expresar el poeta. Por otro lado, el poema es una entidad humana y como tal no se reduce a mero artefacto estético. Alrededor de su obra bien intencionada y depurada, hay una convicción de compromiso con la palabra.

Cuando hablo de certidumbre de realidad, en la poesía de nuestra poeta, me refiero al génesis de su poesía, a los temas que la hacen posible y que se realiza y concreta en el poema, asumiéndola como realidad histórica. En esta concepción dinámica y trascendental de la realidad, se fusionan todos esos microuniversos de nuestro entorno. Así nos lo advierte la poeta que los ve como «Una galería de ancianos famélicos/ Unos siervos o un cerco despuntando/ Luz cerrada que ha forjado la agonía». Ante lo inhóspito, ella lo dice «Sólo quiero resguardar la fuga». Asumir la realidad, supone una liberación, aunque la misma sea dolorosa y suscite el desarraigo, la duda, el amargor hacia lo que no se desea regresar. Por ello y en clave, la poeta nos lo dice: «Tener luego que volver/ A la entrada de la casa/ Para que la luz o la muerte/ Sigan haciendo de las suyas.» Constantemente la poeta hace alusión a «jaula» en sus poemas. Una manera muy sutil y capital de denuncia hacia lo que percibe su conciencia, su palabra garantiza la existencialidad de su realidad, tanto como la realidad de los otros. Su palabra desmonta el mito y hurga en ese ámbito de las ideas. De hecho, su poesía es de ideas lúcidas, una respuesta personal derivada del dogma al que está sometida toda una sociedad.

 

Voy transformándome por escasos montajes.

Ideologías de los semejantes o ancianos muertos

Van por esa calle

Con molares o cuadros rotos

Hablo o golpeo desde esa jaula severa

Estrecheces o reducción sobre esos canales

Que aseguran haberme dado por viva

Como quien hiere o se planta

No seré ese convite ciego ni esa lágrima

Limaduras o persecuciones

Recordar otras fragancias

Broqueles o tácticas suramericana

Vías para cruzar la amazona o perderme

Para conquistar a los perros

Aplástame por el centro

Formas de aplastar o llamar la atención

Recelo de construir o cargar con los tablones

Hierros o cruces

Cementerio de abetos o pinos

Para ser sepultado

Identidad del ser

Llorado

Cuán ajeno puedo ser

Cuánto cuesta mapear los huesos.

Fragmento del poema «Contorsiones»

El cielo aquí, me remite a paraíso (utopía), pero es la metáfora del entorno, del «yo poético»; nuestros pueblos (lo digo en plural), con sus problemas humanos y sociales en donde se institucionaliza la injusticia. Digamos, entonces, que lo que nos plantea la poeta es la máxima concreción de una realidad abstraída, internalizada que a su vez se constituye en ultimidad poética histórica. La poesía siempre supone al ser humano real, concreto, haciéndola más suya, más íntima en cuanto producto de la conciencia. Resulta que este cielo con el determinante «divido», nos reduce el ámbito y nos limita, si se quiere, nuestro correlato. Claro que, en «Al Cielo divido» hay más sustantivación e individualización con una riqueza propia y peculiar. En el fondo me parece que existe aquí una distopía. Y acoto: «el estado actual de ese modelo de discurso no hace otra cosa que subrayar un triunfo general del pesimismo que no permite habilitar una razonable parcela de porvenir que conquistar. Se podría decir de otra manera: vivimos un presente donde parecen haberse cumplido parcialmente muchas de las distopías más influyentes del siglo XX. »

Si convenimos que la utopía articula sueños, la distopía nos ofrece la distorsión de ese sueño, el escenario distópico se mantiene desde dentro y fuera de la insularidad: la idea de pérdida de libertad, el entorno grotesco, en muchos casos decadente y que se profundiza desde la visión del exilio respecto al país de origen. El cielo divido se metaforiza, la realidad y sus elementos constitutivos se convierten en «residuos simbólicos» y ello afecta el imaginario de la poeta e incluso la manera de ver al mundo. Convengamos que vista así la poesía, ésta se ve forzada al desarraigo, al extrañamiento y al enajenamiento. Las alas son un recurso reiterado que Miladis Hernández Acosta, utiliza en sus publicaciones para salir, supongo de ese paisaje que no es propicio para el encantamiento. Su ya dilatada obra manifiesta siempre un compromiso con la realidad humana y en la dimensión existencial e histórica. Hay en su poesía una afirmación contundente de las afectaciones que emergen del exilio y que subyacen como coordenadas de su poética. Su voz poética en este contexto traza líneas maestras que signan el tono de su poesía y su perspectiva de búsqueda.

«Bajo la poesía se oculta (subyace) la personalidad de la poeta, su desgarro y alborozo, sus aspiraciones y relaciones con el mundo físico y la realidad suprasensible. Para expresar lo inefable, la poeta procurará recuperar cada una de sus vivencias porque en cuanto producto de una época, seguidora y renovadora de alguna corriente o línea de pensamiento, hace de su arte la expresión más profunda de lo vivido, lo sentido, lo soñado o querido, lo perdido, lo velado, lo vedado.» La escritura suele ser un arte de circularidad y ruptura en donde múltiples situaciones definen el complejo universo literario de la poeta. En su repertorio poético a menudo dotado de su territorialidad insular, encontramos una especie de diálogo transtextual que nos remiten a caminos inusitados de búsqueda, al tiempo que avivan su memoria para repensar los micromundos que habita. Intensidad y fuerza orbitan en su palabra. Ya Marcelo Pagnini nos dice: «El aspecto fundamental distintivo del mensaje poético se reconoce hoy en día con criterio bastante parecido, en la ambigüedad, que es precisamente la cualidad fluida, evocadora, del símbolo. En realidad, en virtud de este aspecto, el lector se hace partícipe de la fenomenología artística, y de su tiempo y en gran parte se debe a este margen sugestivo (en cierto sentido ad libitum) el que la obra pueda vivir fuera de su autor y de su tiempo para convertirse en íntima posesión de cada uno de los lectores». En todos los contrarios de la existencia, el vivir y el morir, la plenitud y el vacío.

 

[He aquí la mujer

Consumida por las ruinas que entran por la carretera

Puedo divisar que nos estamos muriendo o naciendo

Yo sólo giro hacia el hueco o hacia el tubo de humo

Sin más gloria que esa montaña de yerbas muertas

Después gritar que estamos encaramados

Uno sobre otros en ese nicho de tropical bandera.

 

He aquí los niveles o la involución

¿Miseria o grito?

Acaso una posible llovizna inmensa

Hongos o momias extintas

Cortaduras o cenizas. Estruendo o bisutería

Provinciana. Digo que me quedo en el Sur

Fragmento del poema de: «Santiago de Cuba a Guantánamo»

 

En el ensayo «Constantes temáticas en la poesía cubana: el tema amoroso en dos colecciones poéticas de Lucía Muñoz Maceo», publicado por la Universidad de Granma, Granma, Cuba.(Ver al respecto referencias bibliográficas), se dice: «En la creación poética de las mujeres cubanas se observan regularidades y rupturas que han hecho del proceso de la escritura un acto de continuidad, donde, a pesar de las evidentes diferencias formales instituidas por generaciones y movimientos literarios, es posible definir una noción de cubanidad y a la vez de feminidad que funden, sin que sean necesariamente visibles, las raíces de la identidad con las de la espiritualidad femenina. El hilo conductor se mantiene invariable en autoras de diferentes estilos o etapas y en las que el pasado y el presente históricos, la pasión, la nostalgia, la política, y sobre todo, sus vivencias humanizadas en cada realidad, resultan la génesis de temáticas comunes que apuntan hacia el doble reconocimiento de quiénes son como mujeres y escritoras americanas.»

          Por su parte, Reina María Rodríguez, en su ensayo, «Poesía cubana: tres generaciones», expresa entre otras cosas que: «…tiempo de éxodo, de pérdidas (como el suicidio de Ángel Escobar hace ya catorce años, y de Raúl Hemández Novás). “La nave que se hunde, siempre / da náufragos; y todos los náufragos son huérfanos/ y creen en los augurios / esas supersticiones que tienen los deseosos / pueden hacerlos llegar a otra costa, a una costa cualquiera: / calafatear otro barco y hacerse, / de nuevo, a la mar…hasta que la nave que cuidan sin melindres vuelva a hundirse. / Son además, tercos. No volverán a construirla / una nave y otra son la misma / porque tienen paciencia y orgullo, y saben que siempre fueron náufragos, que siempre fueron huérfanos…» Esta experiencia que es común del exilio es quizás clave para entender la poesía de Miladis Hernández Acosta porque marca un destino personal y geográfico, por ello, la escritura de esta poeta hay que verla en este horizonte de tiempo histórico. Memoria y esperanza siempre o casi siempre están entrelazadas: D. Pedro Laín Entralgo en «La Espera y la Esperanza, historia y teoría del esperar humano», no dice: «San Agustín descubrió para siempre la esencial conexión que existe entre la memoria y la esperanza Una y Otra constituyen, en último extremo, la expresión de la temporeidad humana; y la llamó “peculiar” porque en la realidad del hombre se entraman  de modo unitario y misterioso su visible y vívida temporeidad y su invisible y adivinada eternalidad, su tránsito terreno y su permanencia espiritual.» Más allá de la cita, la poeta nos muestra desde su perspectiva a un pueblo vencido, reducido, pero con ganas de resistir los embates que propicia el opresor desde su posición de poder.

 

La sed de lo humano. Sed inmortal. Sed de ese espejo o esas nubes que dan pena. Déjenme preguntar o estabilizarme. He pensado en ese muerto que velan en un cuarto obscuro. He pensado que antes estuvo en una ambulancia. Me reconozco en una esquina como un hecho imprevisto. Yo subí con la ley del hielo. Sujeta a los flancos endebles de una hermandad sin futuro. Yo subí viendo pasar a los muertos desde este umbral confiscado por la muerte. Somos todos los que somos y no lo que pudimos haber conseguido. Cuál es el ansia para abrirles paso a las bestias que tragan los sables blancos con que los hemos heridos.

Yo crecí desechando a un falso enemigo. Lo único cierto es contenerme o abrirme frente a un falso enemigo. He pensado en esa sed por lo humano. Yo misma doy la sed por lo humano.  Yo misma me vuelo la cabeza pensando en cómo sobrevivir cuando ese enemigo irredento baje conmigo.

Fragmento del poema: «Cioran. Cirrus»

Sus poemas son deslumbrantes porque nos marcan o señalan esa travesía y continua luz en desarrollo. La poeta Hernández Acosta entiende que la poesía está hecha de vidas y,  al mismo tiempo, de todos esos elementos que emergen frente a nuestros ojos. No hay, pues, contradicción al afirmar que como ser humano está dotada, «por una parte, de fuerzas y facultades naturales, que existen como tendencias y capacidades. Por otra parte, como ser natural, corpóreo, sensible, objetivo, es un ser sufriente, condicionado y limitado…» Para la poeta el regreso a casa supone, la poesía como camino, después de haber descifrado los enigmas y redimir todo lo pasado como diría Friedrich Nietzsche. Siguiendo un poco el pensamiento Max Scheler, la poeta se revela en su singularidad de ser humano destacando las múltiples paradojas del mismo, lo abisal dentro de la incertidumbre para emanciparse. Ella abraza «el oxímoron de la totalidad infinita». Desde la poesía, Miladis Hernández Acosta, se torna visionaria y buscadora de esa pérdida vital: anhelante y voraz para racionalizar la vida real.

          Darle una mirada a la poesía de Miladis Hernández Acosta, es hacer un viaje intenso que media entre la poesía tierra adentro y la del exilio, un viaje entre Baudelaire y toda esta visión que nos provee de otra sensibilidad, es relacionar su figura poética con lo contemporáneo y postcontemporáneo. Hay una zona, pues, que debe estudiarse desde el interior de sus mutaciones, justamente porque desencaja con la tradición y el cielo dividido al cual se enfrenta; juventud y madurez dan paso a un fuerte estilo que la poeta ha sabido delinear en este rico devenir evolutivo. Detrás de su poética hay un foco de espiritualidad sustancial, unificadora de sus vivencias de interioridad humana que le permite mostrarnos una realidad externa. Si bien la vida es compleja, ella, supera eso de que «la vida es tan horrible que sólo se la puede soportar evitándola.» La poeta la habita, convoca, la hace suya y la transforma en cada verso. La vive a la sazón con todos sus significados posibles. Octavio Paz diría que la suya es auténtica poesía en movimiento y que «oscila entre los dos polos más significativos de la historia: el pasado y el futuro.» El yo poético en su principio ético se abre a la realidad para hacerse cargo de ella como realización humana y poética.

 

El cadáver sabe derrumbar las tapias y guarnecerse ¿Hay un croquis de los calabozos? ¿Hay ponzoña o apatía sobre el clavel? Muertos expatriados en el reflector. ¿Cuál es el grado de violencia? Duda para lanzarse al terraplén. Inexperta abeja en la matriz ¿Roca o cuba visceral o guarida del sedoso riesgo? Recojo los cascajos absurdos. Recojo los nidos infecundos ¿Violación o ayuno separador? Reproducción –réplica- o cicatriz. Raíz medular de alta frente. Palabra que reservo para escapar de las prebendas. Con nociva bravura me cercenan las sienes ¿Cuál fetiche con los ruines y las aniquilaciones? ¿Cuál levadura o secuela?

Fragmento del poema: Coacción o trazo agitador

 

La poesía como creación y producto de la sensibilidad, es, en mi opinión, expresión de la temporeidad humana. Heidegger lo explica muy bien en su obra «Ser y Tiempo». El «Dasein», existencia, tan dinámica como la vida misma. Acaso símbolo del dinamismo, interrelación de la poesía con su misterio discursivo y trascendente. «…historicidad se refiere al conjunto de circunstancias que a lo largo del tiempo constituyen el entramado de relaciones en las cuales se inserta y cobra sentido algo, es el complejo de condiciones que hacen que algo sea lo que es: puede ser un proceso, un concepto o la propia vida.» La poesía supone una recuperación de la memoria, es más, siempre se escribe desde la memoria al presente como vivencia, los recuerdos que son la manera auténtica de haber sido. Así, Heidegger se refiere a una reapropiación del ente del «Dasein» que este ya es al asumir y hacer suya una de las posibilidades heredadas, un retomarse a sí mismo del «Dasein» que permite adelantarse hasta su más propio poder‐ser (horizonte abierto por su haber-sido). Dicho de otra manera, la poeta relaciona de manera audaz el texto con las circunstancias y su mismidad.

 

Avanzar sin ritos ni duelos. Adoratorio o cadena.  Preserva la petición de descifrar cuál corriente inhalas en la galera. Invierte la discordia o los remos del intercambio. La víctima se acopla en el bote. En el hundimiento de la lengua.  Insecto que apabulla enalteciéndose en la llaga. Crueldad para acudir al rodeo. Imposición de yacer o morder la ventana. Ley de Dios en horda vigorosa. Avanzar o convertirte en un inepto con  el liquen de la intransigencia. Inmunidad de no adaptarse a la galera. Víctima por desfigurar. Avanzar cuando cualquiera te intimida o te encarcela.

Fragmento del poema: «Procedimientos para entender a George Orwell, Segundo Paso»

           

Carlos Bousoño de la mano de D. Dámaso Alonso, nos dice: «nuestra representación interior de las cosas posee un aspecto triple: un aspecto conceptual, un aspecto sensorial y el aspecto constituido por nuestra reacción subjetiva frente a ellas (sentimientos, etcétera), aspectos, los tres, que se corresponden con nuestro triple modo de captar una realidad cualquiera, viendo lo que ella tiene de común con otras realidades de su género; 2~, lo que tiene de distinto, de único; lo que esa realidad es para mi desde el punto de vista de mi subjetividad.» Contrario al lenguaje común, en la poesía se nos produce la impresión de contemplar el contenido anímico tal como es, en su aspecto particular, sin forzar o invalidar la realidad vista desde dentro por la poeta. Para sus lectores este haz de poemas constituye un testimonio de su condición confesional, es parte de su memoria como necesidad de aprehender la totalidad de la realidad y de sí misma. El sentimiento siempre es un medio de búsqueda de su propia identidad con la identidad del mundo. En la articulación de sus poemas la extrañeza y los desasosiegos se conjugan para revelarnos las circunstancias de su poética.

 

Tal vez pueda arrasar esa celda cerrada.

Torbellino de cierva milenaria. Extranjera

Del agua. Ya quisiera yo reflejarme

O ir a sacar las estrellas de un río bajo

O los últimos glaciales de esa última mitad

Que aún debo protagonizar

Con espliego de un oro viejo

Todas las cosas que deben llegar

A mí. Yo que no soy culpable

De las ruinas. Ni antesala

Ni ninguna derrota. Caimán que protesta

Noche furtiva o inicua herida del hombre

Donde toda palabra o acción

Se malinterpreta ¿Cascabel o llanto?

Canción que se penaliza

Gladiolo o rocío de corsario viejo

Entre patria o vida

O antiguo lecho putrefacto.

Fragmento del poema: «Una página mayor»

 

En su poesía, Miladis Hernández Acosta, rompe el espejo de la vigilia como forma de resurrección de los recuerdos. Y lo expresa ella: «Angustia y fortaleza formando un nudo corrosivo en mi garganta. Sin poder gritar». En la conjunción de sus dos patrias, la concreción de su praxis poética desde la cual apela a la situación del ser humano. Esas zonas de realidad humana le dan sentido y coherencia a su poesía: ser e ideas, esenciales y purificadoras en las entrañas de su alma. En el reino de este mundo, rotos, los ríos profundos del cielo, el tiempo y sus variaciones, el mundo real orquestado por «furtivas alegrías», una poesía asimilada y construida desde la introspección, eficacia del lenguaje; en definitiva, una existencia histórica como prueba de vida en este cielo divido, acaso silabario con alas de musgo con sus ahogos tocando la tierra. «Tierra de todo y nada», como diría Enrique Lihn en «La musiquilla de las pobres esferas.» Hay en su poesía un viaje a Ulises y a Dante, un viaje con sus especificidades, esencial, configurado por su memoria, metonímico, intuido en la construcción y reconstrucción de su viaje poético. En su imagen de cielo y mundo, Paraíso-tierra, la gran antinomia, el vínculo de la imagen que se tiene (mental) y la imagen totalizadora de lo real. Toda esta realidad intuida se convierte finalmente en metáfora de su itinerario poético. «A final tal como lo expresa la poetallega la noche y todo comienza a encajar/ Porque en la noche conviven los alaridos/ La oscuridad no sana ninguna herida. Ni la palabra/ Que elegimos para poder despertar/ Sobre las ruinas que hemos construido.» Dentro de este fervor oscuro, lo que encontramos es «la realidad iluminada», su poesía. El horizonte de una poesía viva a voluntad de ese río interior que fluye y avanza como un «fenómeno luminoso». En esta poesía lírico-política Miladis pone sus propias convicciones para cumplir con su meta existencial espiritual no como «ciervo», sino en gran medida como proceso de lucha por la vida y la dignidad.

No olvidemos que la creación artística es una especie de autoanálisis de esos espacios de la memoria cuya poetización se vuelve catártica. Su poesía no obedece a ningún arrebato, sino a una especie de resistencia frente al progresivo desmán y caducidad del tiempo y de un sistema político, consustancial a las legítimas aspiraciones humanas. Ante lo insano, turbador, el cadáver, la madre muerta, la incertidumbre. En líneas anteriores expresé que la poesía de Miladis es de ideas, de ahí que coincida con Antonio López Eire. Él «concibe al emisor de un mensaje generando un texto emanado de una clara intencionalidad y adaptado a un contexto, a lo largo de un acto de habla con el que pretende cambiar la situación psíquica y mental o cognitiva del receptor y con ello influir decisivamente en su voluntad de acción.» Su poesía apunta siempre a la racionalidad en paralelo con una realidad caótica, contingente, voluble e intensa. A menudo percibo que el lenguaje le es insuficiente para darnos una imagen del ser desvalido, atrapado en la espiral de la muerte. Destaca en contraste a esta situación, la intensidad y sobriedad, la experiencia de primera mano, la impotencia radical frente al túnel de la pérdida.

Su escritura se debate, justamente, entre esa pérdida del Paraíso malogrado. Del cielo difuso y agotado, cada vez más extraviado y oscuro. Con realismo y vehemencia nos transmite el espejismo en el que sucumbió el país, su libertad. Toda su poética dibuja, delinea «una realidad sin verdad, sin libertad,» La relación de poesía y conocimiento conlleva desaparición y ausencia y activa en la poeta su postura ético-política. Estamos, entonces, ante una poesía que nos remonta a lo que fue, lo que fue y quiero. Pero techo y suelo siempre serán una utopía en este mundo. Su poesía es con toda propiedad una nueva mirada, o acaso, la misma mirada que revela con claridad esa huella de realidades y disidencias como otra forma de pensar el cielo, el paraíso, un país.

 

 

André Cruchaga,

Barataria (El Salvador, 22 de sept. de 2022.

 

 

 

 

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