sábado, 6 de marzo de 2010

Viajar de la ceniza. Nuevo libro publicado por André Cruchaga con prólogo de María Eugenia Caseiro

Carátula de: Viajar de la ceniza

Ilustración de la poeta y pintora Susana Giraudo, Argentina
Edición: Español-francés








Prólogo






“Todo poema auténtico, nace de la emoción, del sentimiento, de los valores sustentados por el poeta en su trance de materializar la vida interior: los gozos o los desgarramientos, sin que ello, necesariamente linde con lo trivial.”
André Cruchaga



André Cruchaga, orfebre de la poesía, posee una extensa trayectoria en este arte que practica desde los catorce años. Ha participado en diferentes certámenes nacionales y eventos literarios en su país natal, El Salvador, y publicado más de una decena de libros. Cruchaga, es poeta de la experiencia, sabe observar desde dentro, percibir emanaciones, respetar los cánones de la estética y encontrar esencia aún en lo mortecino o lo apagado. Su poesía intimista, llena de encrucijadas, es discurso persuasivo en que emergen espontáneamente una gama de impresiones, de sentimientos que unidos al desasosiego y la impotencia para subvenir a las aves quejumbrosas por la sed bajo las frondas del camino, nos sumergen en un mar de poesía distintiva tras la huella de su propia voz, elocuente voz que sale de la concepción inmediata de la idea, y que en la memoria, intenta escudriñar más allá del entendimiento, hacerse parte de cada perspectiva, mano que se extiende a palpar la textura de la conciencia para acarrear sobre sus espaldas el peso de la incertidumbre y volcarlo en elucubraciones que terminan por desbordarse en cataratas de imágenes y de buena poesía retórica.


“Su voz tiene la proximidad del horizonte
Y la geometría circular del espejo;
La ternura se hizo en ella con nombre y apellido,
El tiempo le dio las lecciones del sueño
Y el diáfano rumor de su vocación materna.
Todo fue luz; y el hábitat, una parábola.
De la angustia supo hacer un jardín;
Del hambre, un viaje de entendimiento.
Ahora, sin embargo, está en el umbral
De su propia sombra:
Sólo ella sabe, despierta o dormida
Del leve cielo de los cirios…”



“Viajar de la ceniza” trabajo que certeramente comienza su autor con una cita de Hugo Lindo, es un cuadernillo, como él mismo le ha nombrado, de poemas elegíacos que rayan la hipocondría del ser que vive encadenado, un viaje al interior de la conciencia germinando en un proceso de deslumbramiento de ésta (el yo poético), ante la percepción de una muerte que no da tregua, y una vida en la que ya no puede vivirse sin sentirse aprisionado por la angustia de sus corolarios. Es todo un vía crucis de sacudidas por las que atraviesa el ser golpeado y zaherido, un abatirse y debatirse en presencia de la muerte, esa muerte materializada, cuando nos habla especialmente de su madre, y que “será siempre, ráfaga del viento en sus sienes” y ha de moverle a plantearse continuas interrogantes que articulen la garra de un espectro sobre su garganta.
“¿Qué fue del arco iris? ¿Dónde está la memoria?
¿Acaso el olvido borra la historia?”


Es a veces esa muerte, la que camina con zapatillas de seda y ronda el misterio en cada paso, quien le intimida en continuo acercamiento y aún sabiendo que ha de imponerse con el beso eterno que nada ni nadie puede detener, siente incontenible, la frustración de no haber podido predecir.


“Era la muerte la que venía;
Soplaba entre la rama de los árboles,
Golpeaba con su nudo las ventanas,
Besaba con su frío la carne.”



Poeta de recursos, Cruchaga encuentra la frescura de la imagen a pesar de lo exhausto que puede parecer el tema tratado, y como buen artesano de la palabra que sabe utilizar los elementos líricos y afinarlos en cada transcurso en el poema, hace de éste un aliado con la misma destreza conque repercute el carácter de sus conmovedoras reflexiones.

“En la puerta del pecho, la madera suelta su voz;
Sin detenerse, el espejo de los pájaros…”

En este viajar de la ceniza, nuestro autor esgrime sus cuitas empleando una suerte de enumeración casi iterativa a lo largo de los textos, que a veces se convierte en arenga recriminatoria en un continuo germinar de imágenes que le obliga a mostrar, partiendo de tantas miradas como espejos tiene su alma horadada, no tanto lo nefasto de la muerte, sino las estrías de su propio pensamiento, desde una atmósfera fatigosa de sobrellevar, y donde el sujeto lírico es voz insistente o rayo que no cesa, y llegado a este punto me viene a la mente el soneto 6 de Hernández, cuyo verso final resume las desazones de este trabajo de Cruchaga: “¡cuánto penar para morirse uno!” Quizás haya otro denominador común en estos pasajes de Viajar de la ceniza y “aquel rayo”, y es el gusto del autor por el lenguaje depurado sin el abuso de las figuras léxicas, pero esto sería entrar en materia de comparaciones y no ha sido otra mi intención que la de acercar un poco la lámpara sobre el pozo de mis propias elucubraciones al entrar en un pequeño análisis del trabajo poético de Cruchaga en estas elegías que han traído a mi memoria las penas hernandianas.

Entonces, el hombre que fluye en el tiempo, atado a ese tiempo y entre las divergencias que conciben lo indefectible y lo cotidiano, sabe que su destino es ciertamente la inexistencia, que sus trabajos son de un fruto que no ha de prevalecer en lo particular…

“Toda la vida fue para este fin de áspero pantano.
Todo el fuego para este desvelo
En que, al fin, mudas de semblante”


...y que su luz de pensamiento ha de terminar en la total ignorancia.

Mañana seré lámpara enterrada”

Lo hemos visto en este verso, que podría ser la columna de todo el poemario, y que forma parte del poema Lamentaciones de mi madre, donde hábilmente el poeta pone en boca de esa voz (ya memoria) de su madre, las palabras adecuadas para mostrar su propia frustración ante la muerte (aquí vuelvo a recordar, ahora a Calderón con los admirables monólogos de Segismundo), poema que dado el orden cronométrico que el autor ha querido conferirle al cuadernillo, se encuentra como el número once, pero que bien puede encabezar el trabajo. Aquí otra muestra del mismo texto:

“Incierto es el amor en la intemperie.
Es la noche o el día creciendo en espejismos.
La vigilia del azogue me impide la sonrisa.”


Y termina esa voz de su madre, que es su propia consciencia diciendo:

“Si la desolación es una aljaba con saetas,
Esta muerte es más atroz que cualquier tortura.”


Sin embargo, y a pesar de que la inconsciencia es el enemigo más temido, por ello el colocarla en voz de la madre muerta, la falta de conocimiento del futuro, que hablando de la muerte es todo un hecho, no cuenta con suficiente eficacia para detener la esperada continuidad, y en esa urgencia de sosiego, mientras encuentra la esperanza, el poeta sondea el dolor y lo va sombreando a base de códigos, de mecanismos que lo develan a partir de su lírica proverbial con la que nos arrastra:

“Uno se queda siendo dueño de nada.
No sirven las ventanas ni las manos”

“De la vida a la muerte sólo hay un paso:
Un goce sutil con muchas estaciones,
Un estar y olvidar que se ha vivido”

Cruchaga se aleja constantemente de lo habitual y simple para escuchar con el oído pegado la intuición y articular el poema con limpieza, concediendo un sagrario a sus estrategias semánticas que son consecuentes y muy variadas.

“Ella jamás duerme fuera del ámbito humano;
Lo que es su vida lo irradia en la noche:
Impone su dominio en la luna de los huesos”

Atisba en cada metáfora y parece trasponerse y sobrepasar el sosiego sin interrupciones, encontrar la elipsis y revelarla.

“Casa sola ya. Sombra callada;
Sin ningún habitante, salvo el silencio”


Esa cognoscencia de lo sagrado de la escritura le anima en los intervalos en que pareciera caer desde las cumbres de sus pensamientos, donde pudo ser muy probable que se apagara la voz y se notase el cansancio de ese aletear en lo mismo, y hasta bajar la guardia y perder la partida, pero se sabe cierto, conocedor de cada torcedura, por ende hábil y consciente, entonces echa garra a la esperanza, a la evocación de un anillo de continuidad.

El sujeto lírico resurge a pesar de la muerte. De lo contrario, ¿qué objeto tendría una poesía como la suya, que se convierte en facultad y planteamiento del dilema?. Si no hay disyuntiva, y solamente un plano en que morar mientras la vida pasa y la razón nos ha de abandonar, si por mucho que luchemos, todo ha de ser en vano, entonces, ¿por qué la insistencia en el concepto cíclico de la vida? Aquí estos versos que nos devuelven, con gran sutileza, a lo simbólico del reemplazo.


“Parte de ti se queda en las vigas de esta casa;
En la faz del dintel;
Tu voz viva en la memoria, aunque estés muerta.
Aquí dejas tu alma que nos mira
Como la llave íntima de la conciencia.
Tu adiós tiene la dulzura de la espera”

André Cruchaga tiende un puente en donde estuvo colocada una barrera, y en estos últimos versos, pareciera vivir en la clave de la idea del retorno, motivo por el cual no se entrega totalmente a la desesperanza….

“En este mundo donde los brazos acarician
La piedra oscura de la muerte.”
“¡Hoy estás toda de nuevo, como un surtidor
De la caricia!”

Finalmente, el arraigo, el apego, imperan en el tierno corazón del hombre con toda su raigambre, y la voz del poeta triunfa, se deja escuchar con nuevos arpegios y ocurre el rescate milagroso de la fe, la imagen que elude la apostasía y se aferra de nuevo la raíz en una suerte de epitafio en donde la madre, a pesar de su partida, sigue siendo ese eje que mueve el mundo.

“Mi madre mira desde arriba,
La propia emancipación del calendario.”

*****************



Viajar de la ceniza de André Cruchaga es un trabajo digno de consideración a la hora de una lectura reflexiva. Sus poemas son poemas nacidos de la experiencia, brotados desde el dolor íntimo, como el propio autor expresara al ponerlos en mis manos, y nombrarme la primera depositaria de los mismos.

Innegablemente he disfrutado tanto de su valor literario como humano, y quise corresponder a su confianza y a su gran autenticidad como poeta, hombre sensible y luminoso, devolviendo con estas líneas que ciertamente brotaron de la admiración causada por la lectura de sus versos, una pequeña fracción de la emoción y el sentimiento impregnados a todo lo largo de su obra.


María Eugenia Caseiro
Miembro de la Academia Norteamericana de la Lengua Española,
Miembro de la Academia de Historia de Cuba












Préface

« Tout poème authentique naît de l’émotion, des sentiments et des valeurs exprimées par le poète au moment de matérialiser sa vie intérieure, ses joies et ses déchirements sans que cela ne devienne banal. »
André Cruchaga


André Cruchaga, véritable orfèvre de la poésie, a effectué un long parcours dans cet art qu’il pratique depuis l’âge de quatorze ans. Au Salvador, son pays d’origine, il a participé à différents concours nationaux et événements littéraires et il a publié plus d’une dizaine de livres. Cruchaga est un poète de l’expérience, il sait observer de l’intérieur, percevoir les effluves, respecter les canons de l’esthétique et même dévoiler l’essence qui gît dans l’inerte ou les choses éteintes. Sa poésie intimiste, à la croisée de tous les chemins, est un discours persuasif duquel émerge toute une gamme d’impressions et de sentiments qui, unis au désarroi et à l’impuissance ressentie face aux oiseaux qui paillent assoiffés sous la frondaison, nous submergent dans une mer de poésie à la recherche des traces laissées par sa propre voix. Une voix éloquente qui, dans la mémoire, essaie de scruter au-delà de la compréhension pour se fondre dans toutes les perspectives, telle une main qui s’ouvre, palpe la texture de la conscience et porte tout le poids de l’incertitude pour la transformer en rêveries dans une avalanche d’images et de poésie rhétorique.



Sa voix approche des confins de l'horizon
Et possède la géométrie circulaire du miroir;
La tendresse en elle a pris nom et prénom,
Le temps lui a donné les leçons du sommeil
Et la rumeur diaphane de sa vocation maternelle.
Tout a été lumière; et l'habitat, une parabole.
De l'angoisse elle a su faire un jardin;
De la faim, un voyage de compréhension.
Maintenant, cependant, elle est au seuil
De son ombre :
Elle seule sait, éveillée ou assoupie
De la légèreté céleste des cierges


L’auteur de «Viajar de la ceniza» commence son ouvrage sur une fine citation de Hugo Lindo. Son œuvre est, selon ses propres mots, un recueil de poèmes élégiaques qui effleure l’hypocondrie de l’être qui vit enchaîné, un voyage au centre de la conscience qui germe dans un processus d’éblouissement (du moi poétique), devant la perception d’une mort sans répit et d’une vie qui ne peut désormais se vivre sans être prisonnier de l’angoisse de son inévitable corollaire. C’est un chemin de croix que traverse, secoué, l’être malmené et mortifié qui parfois se laisse abattre et parfois se débat face à la mort, cette mort qui se matérialise, surtout lorsque qu’il nous parle de sa mère, et qui toujours sera « la rafale, le vent qui bat contre mes tempes » et qui le pousse à s’interroger sans cesse, telles des tenailles spectrales qui enserrent sa gorge.

Qu’en est-il de l'arc-en-ciel ? Et la mémoire, où est-elle ?
L'oubli efface-t-il l'histoire ?


C’est parfois cette mort chaussée de ballerines de soie, semant le mystère à chacun de ses pas, qui l’intimide de sa présence ─ qui se fait pressante ─, et même s’il sait qu’elle s’imposera par son ultime et irrémédiable baiser, il ne peut réprimer la frustration de n’avoir pu la prédire.

C’était la mort qui approchait :
Elle soufflait dans les branches des arbres
Frappait les fenêtres de ses bras noueux
Embrassait la chair de sa terrible froidure


Poète de ressources, Cruchaga sait trouver, malgré l’austérité d’un tel sujet, la fraîcheur des images ; et comme tout bon artisan des mots qui sait manier les éléments lyriques pour en affiner chaque poème, il s’en fait un allié avec l’habileté dont regorgent ses émouvantes réflexions.

Au seuil de la poitrine, le bois libère son chant
Sans s'arrêter, le miroir des oiseaux dans la poitrine


Dans ce voyage à travers les cendres, l’auteur déploie sa peine par le biais de réitérations tout au long du texte, répétitions qui parfois se transforment en douleureuse exhortation créant ainsi des images qui l’obligent à dévoiler – à partir des multiples facettes et miroirs de son âme trouée – non seulement le visage délétère de la mort mais les stries de sa propre pensée. Dans une atmosphère lourde et éprouvante, le sujet lyrique devient voix insistante, éclair sans fin. Rendu à ce stade, le sonnet 6 de Hernández me revient en tête, sonnet dont la fin résume bien les tourments qui affleurent dans ce travail d’André Cruchaga : « Combien d’efforts pour finalement mourir ! ». Il existe peut-être un autre dénominateur commun entre ces extraits de Viajar de la ceniza et cet « éclair », et c’est le goût de l’auteur pour un langage épuré qui serait exempt de figures lexicales trop abondantes. Mais mon intention n’est pas ici de m’aventurer sur le terrain des comparaisons mais plutôt d’éclairer le puits de mes propres divagations en amorçant une brève analyse du travail poétique de Cruchaga à travers ses élégies qui m’ont rappelé les déchirements de la poésie de Hernández.

L’homme qui vogue à travers le temps, attaché à ce temps, et qui traverse les divergences qui donnent naissance à l’indéfectible et au quotidien, sait que son destin ne peut être que la non existence et que son œuvre est issue d’un fruit qui ne pourra subsister sous sa forme particulière…

Toute une vie tendue vers ce limon ultime
Tout ce feu pour cette âpre veille
Où, finalement, tu changes d’expression


...et que sa pensée lumineuse s’achèvera dans l’anonymat total.

Demain je serai lampe sous terre

Ce vers tiré du poème « Lamentations de ma mère », qui pourrait être la colonne vertébrale de tout le recueil et où le poète reprend habilement la voix de sa mère (devenue mémoire) afin d’exprimer sa propre frustration face à la mort (je me rappelle ici Calderón et les admirables monologues de Segismundo), ce poème est le onzième dans l’ordre chronologique que l’auteur a voulu donner au recueil mais il aurait aussi bien pu être placé au début de l’œuvre. Un autre exemple tiré du même texte :
Incertain est l'amour sous l’intempérie
C'est la nuit ou bien le jour qui se gonfle de mirages
La vue du parc me garde de sourire

Et c’est avec ces mots que s’achève la voix de sa mère, qui se trouve à être sa propre conscience :

Si la désolation est un carquois de flèches
Cette mort est plus atroce que toute autre torture

Cependant, malgré le fait que l’inconscience soit l’ennemi le plus craint, la transposer dans la voix de la mère décédée n’arrive pas à mettre fin à l’espérance, sans doute à cause de l’ignorance de ce que nous réserve l’avenir, en particulier face à la mort. Dans cette urgence d’une trêve, alors qu’il retrouve l’espoir, le poète sonde sa douleur et la nuance en recourant à des codes et des mécanismes qui la révèlent avec sa lyrique proverbiale.

Au bout du compte, nous ne sommes maîtres de rien.
Inutiles sont désormais les fenêtres et les mains :

De la vie à la mort il n’y a qu’un pas :
Une jouissance subtile garnie de saisons
Exister et oublier ce que l’on a vécu

Cruchaga s’éloigne sans arrêt du coutumier et des choses simples pour prêter une oreille attentive à l’intuition et ainsi articuler le poème avec clarté, sacrifiant l’autel à ses stratégies sémantiques variées.

Elle ne dort jamais ailleurs que dans l'enceinte humaine
Ce qui est sa vie elle l'irradie dans la nuit :
Elle impose son règne dans la lune des os


L’intuition jaillit de chacune de ses métaphores, semble se permuter et aller au delà de la sérénité, sans ruptures, pour trouver l’ellipse et la dévoiler.

Maison seule déjà. Ombre laconique
Sans habitant, mis à part le silence


Ce pouvoir de reconnaître le caractère sacré de l’écriture l’aiguillonne dans les moments où sa pensée semble tomber dans le plus profond des abîmes, là où peut s’éteindre la voix et où s’observe l’épuisement de toute cette agitation intérieure, jusqu’à baisser la garde et perdre la partie. Mais le poète ne doute pas, connaisseur de chaque fracture, et donc habile et conscient ; il saisit l’espoir à pleines mains face à l’évocation d’une heureuse continuité.

Le sujet lyrique élève sa voix, malgré la mort. Sinon quel but aurait une poésie comme la sienne, qui pose un aussi lourd dilemme ? S’il n’existe aucune autre alternative que celle de rester là pendant que la vie passe et que la raison nous abandonne, que tout est vain même si nous luttons, alors pourquoi insister sur le caractère cyclique de la vie ? Les vers qui suivent nous ramènent avec une grande subtilité au symbolisme du renouvellement.

Une partie de toi demeure dans les poutres de cette maison
Gravée dans le linteau
Ta voix fuse dans la mémoire, malgré que tu sois morte
Tu laisses ici ton âme qui nous regarde
Comme la clef intime de la conscience
Tes adieux ont la douceur de l'attente


André Cruchaga tend un pont sur lequel il y avait une barrière et, dans cette strophe, il semble vivre avec l’idée du retour, ce qui lui permet de ne pas sombrer totalement dans le désespoir…

Dans ce monde où les bras caressent
La pierre osbcure de la mort


Aujourd'hui tu es là toute entière, frondaison d’étreintes
Et de caresses!


En conclusion, l’enracinement et l’attachement dominent le cœur tendre de l’homme avec toutes ses assises, et la voix du poète triomphe, laissant entendre de nouveaux arpèges d’où surgit le sauvetage miraculeux de la foi, l’image qui se soustrait à la désertion et qui replonge ses racines dans un épitaphe dans lequel la mère, malgré son départ, demeure l’axe autour duquel tourne le monde.

Ma mère regarde depuis là-haut
L’émancipation du calendrier

*****************



Viajar de la ceniza d’André Cruchaga est un travail digne de considération lors d’une lecture réfléchie. Ses poèmes sont des poèmes nés de l’expérience, surgis d’une douleur intime, comme l’exprima l’auteur lui-même en les remettant entre mes mains.

J’ai pu apprécié sa valeur littéraire autant qu’humaine, et j’ai voulu rendre justice à sa confiance et sa grande authenticité de poète, d’homme sensible et lumineux, en lui rendant à travers ces lignes issues de l’admiration causée par la lecture de ses strophes, une petite partie de l’émotion et du sentiment qui imprègnent toute son œuvre.

María Eugenia CaseiroMiami, le 7 mai 2006
Miembro de la Academia Norteamericana de la Lengua Española,
Miembro de la Academia de Historia de Cuba




Traducción de los poemas: Valérie St-Germain
Traducción del prólogo por Julie Couvrette
Traducciones bajo la supervisión de Daniela Trottier



domingo, 28 de febrero de 2010

poemas de raúl contreras

Raúl Contreras, El Salvador
Fotografía: 100 Escritores salvadoreños de Roxana López de Portillo








PRESENCIA DE HUMO
[Fragmento]







OCULTO FUEGO








Más allá de la línea, donde avanza
La oscuridad, brilla el oculto fuego.
Un áspero subir y un rumbo ciego…
¿A qué delirio la obsesión me lanza?

El valle, ¡siempre el valle!, en lontananza
Refleja mi espejismo. Qué sosiego
Para esta fe de elevación. Qué riego
De estrellas fijas en la luz que danza.

La altura corre hacia el abismo. ¿Y luego?
Más allá de la línea, en la bonanza
De la plenitud, ¿qué alcanzaré si llego?

Tal vez, desde mi pozo de esperanza,
El áspero subir baje a mi ruego.
Que sólo brilla lo que no se alcanza.








CAUCE DE SED







Cauce de sed donde encontré acomodo
Para mi vocación de enredadera.
¿Cómo llamarle lluvia a lo que era
Augurio de rosal sobre mi lodo?

Mínima parte que buscaba el todo,
Dejé volar mis pájaros de cera.
No pude detener la primavera,
Pero en mi sangre le labré un recodo…

Ansia pura del Ángel, prisionera
En mi cauce de sed. ¿Hallaré modo
De huir con el presagio que no espera?

¡Si, por la gracia del rosal que podo
Hasta el azul de la raíz, pudiera
En cada espina devolver mi lodo!








PRESENCIA DE HUMO








¿En qué ignorada vid, en qué repliegue
Del mísero terrón perdí aquel zumo
Que ardía sin arder? Presencia de humo
Distante ya para el amor que llegue…

Qué poco podré dar a quien entregue
Mi saldo de ilusión. Tengo, a lo sumo,
El rescoldo de ayer con que perfumo
Mi medialuz cuando la luz me ciegue.

Tal vez bajo el telar de la llovizna,
Mi mano débil cogerá la brizna
Que el viento hace lanzar junto a mi toldo.

Tal vez… Y en esta noche que me incuba
Veré en mi cepa madurar la uva
De aquella vid. Porque guardé el rescoldo.

De: Presencia de humo. Impreso en los Talleres del Departamento Editorial del Ministerio de Cultura del Ministerio de Educación de El Salvador, 1959

sábado, 27 de febrero de 2010

poemas de ricardo martell caminos


Ricardo Martell Caminos, El Salvador


NÁUFRAGO




Hoy que me queda sólo un mástil muerto
sobre el dolor de envilecida arena,
añoro la onda azul que fue tan buena
y que se evaporó al azul abierto.

Y siento la nostalgia de aquel puerto
donde canté inspirado en una pena
y até mi corazón con fiel cadena
al cruel coral de un sonreír incierto.

¿Dónde encontrar el rumbo hacia el regreso
para llegar hasta el rosado beso
que tuvo la inconstancia de las olas?

Heme aquí sin espacios cardinales,
Sin ángeles, sin rosas, sin puñales,
Para llenarme el pecho de amapolas.





SIN FE, SIN ESPERANZA, SIN AUREOLA





Por la vereda azul que va al ocaso
me voy siguiendo tu angustiada huella.
Muere la luz y la primera estrella
besa el constante ritmo de mi paso

¿Dónde el rosado mármol de tu brazo?
Bajo ¿qué clima estás regando aquella
dulce manera de mirar tan bella?
¿A quién ofreces hoy tu íntimo vaso?

Aunque no pierde frescura mi constancia
aunque en las vueltas del camino siento
que entre los dos se agranda la distancia…

¡Mas, si he de hallar herida la corola,
prefiero regresar sin sol, sin viento,
sin fe, sin esperanza, sin aureola!






CANCIÓN DE LLUVIA Y PÁJARO




Se alegra el corazón oyendo el fino
canto de lluvia nueva en el tejado.
Huele a belfo, a corral y a camino
bajo la tarde azul recién mojado.

Suaves brochazos de un morado-vino
semidiluido en verde-anaranjado
pintan la lejanía donde un trino
florece en el frescor recién brotado.

¡Canción de lluvia y pájaro! Sonrisa
de mirto que sacude blanda brisa
para que sus rocíos tornasolen.

¡Está el alma tan cerca de las cosas,
que viendo revolar las mariposas
se siente el corazón de miel y polen!


De: “Media luz, Dirección de Publicaciones, Ministerio de Educación de El Salvador, 1980.

miércoles, 24 de febrero de 2010

poemas de alberto quiñónez


Alberto Quiñónez, El Salvador






Selección






*****



¿Cómo saber que el ayer está encerrado en el mausoleo del tiempo?
cómo saberlo
si no crecieron alhelíes en las heridas enterradas
si el basalto fulminó la caritativa memoria de las arterias
si el reloj arrastra reminiscencias de soles antaños
¿Cómo saberlo?

Ayer noche nos preocupó la muerte
y bordé con mis venas un camino hacia mi propia alma
que se frustró en la niebla como un famélico estropajo sin nombre
pero ya alguien había hecho un festín con la luz y con la llama
Y me encontré solo
con una multitud que celebraba el nacimiento de mis años de condena
mientras quemaban mis manos
y un bufón contaba la historia de mis dedos pulgares.

Sé que soy culpable
que cierro los ojos para no oírme pronunciar tu nombre
que desciendo a las aguas para lavar la sangre que hice a la medida de tu sangre.

Ahora estoy solo
y en cada amanecer el sol está tejido de tristeza.
No hay desayuno para el hambre de las puertas
No hay camino que nos quite la distancia
No hay palabra que nos traiga de regreso
a la presencia de un inefable corazón que no hemos visto.

Mas qué será dentro de 3 ó 4 días de este corazón muerto hace siglos

La vida sufre el yugo de la vida
con las cadenas del tiempo y el espacio aprisionando la decadencia de su carne
sumergida en los seísmos de una muerte anunciada
y se hunde en un promontorio de infancias muertas
de pequeñas cruces trabajadas a la luz de cerrojos y candados.

Fuimos sólo un sueño
una lastima
el coito gangrénico de algún dios
primera y última conjugación del verbo.









*****





Mi infancia fue la herida concertada por partituras de tempestades brutas
un pesebre golpeado despiadadamente fue testigo
brillaba un sol magro
en un cielo gris de grises nubes
en un cielo gris que perdió su sangre en el primer intento de acallar a la muerte.

Esos días se perdieron entre una multitud de memorias amarillentas
no sé qué le sucedió a las cosas
qué sucedió con la risa
con la voz del aire golpeando las hojas del castaño.
Qué pasó con el canto, con el trino
con las marcas dejadas sobre las huellas del arado
y mi madre que plantó tierra, ojos y tormentos en la tierra
mis manos siemprevivas, siempre lirios intermitentes entrecortados
las grietas vegetativas para el arrepentimiento de los cristales
y los nidos de llagas que se comen entre sí en el epicentro de los miembros.

Olvidé el amor que subió al cadalso de las paternidades del desprecio
de crines desdentadas y profusas comisuras que colgaban de un rostro vuelto sangre de
ceniza
y un altar de ridículas beldades y serenidades tan leves como las costuras de un suspiro
la manera de no querer que la noche venga
y sepulte vivas las alas de una niñez adormecida con el hartazgo de segar todas las
inmolaciones posibles.
Porque a tientas he salvado el rigor de los escaños
las escaleras interminables de una herida interminable
y el extracto de vidrio aun más vidrio
y el extracto de alma con su rostro orinado por el tiempo.







*****





Y vine al mundo
ciego de las venas y las manos
como una fuente donde reverberan manojos de sangre ennegrecida
sin la esperanza de un riñón que pueda enrojecer la sangre.

Hoy he abierto mis alas descarnadas en el pináculo del mundo
y ha sido frustrante caer y no dejar de caer
llegar a un horizonte de oropeles mutilados
saberse nimio junto a la suciedad de las uñas
sentir quillas y nudos en la garganta tibia.
Consolarse a solas
porque el alma está condenada a un silencio más eterno
condenada a no palpar esta ausencia sólo comparable a sí misma
ausencia de la edad y del momento
ausencia de nuestra voz calmando la híspida conciencia.

Nos salva esta manera de estar tristes
este odio mutuo contra los espejos.







*****






En algún día caerá la deshora de mi muerte
mostraré mis ópalos contra barlovento
un cajón saldrá al encuentro de las calles
Al fin ha muerto!
Al fin ha muerto!
Mi madre, compungida, romperá en lágrimas de carne
y mi sangre se irá con el viento
seré menos que luz herida por negros párpados de tiempo.






*****





Me hubiera gustado venir al día con un poco más de suerte
sin importarme el zapato, la congoja y esta manera lapidaria de crecer,
esta hora donde la sed y el cilicio trepanan la carne
y el desaliento se come el amor que queda en cada ser vivo de la ciudad
un tergiverso mar de sed me lanza
fuera, hacia el límite craso de lo concreto
y soy
estéril, fugaz y cognoscible
como un balido de cordero.

Un poco más de suerte
y no la vida
entonces me ocuparía del líquido que arde en el corazón de cieno
trataría de quitar de vuestros hijos el vendaje que la ceguera elaboró sobre sus manos
intentaría no marearte con el acorde de mis músculos que se rompen
que se desligan como tiernas raíces en el hambre ebria de un hombre setecientas veces
ebrio
podría construir en tu regazo la ternura de nuestra primera sangre
y despreciar el cáliz hecho para mí, para la consagración de las desgracias
y la condenación de las constelaciones en su despreciable eternidad quejumbrosa.

Mas no tuvo razón la palabra soñada
no tuvo razón el delirio en consonancia con el sueño
porque no hay suerte
tal es algo aprendido en los interiores de la luz
y yo odio el polvo
(soy parricida)
odio sus miles de brazos que buscan la sensibilidad de mi sangre
su palabra que me designa como heredero de lo cautivo, como hijo suyo,
como herrumbre en el metal de hoces que no siegan,
como liquen en la copiosa hecatombe de las canteras.
Odio el polvo que hace sus nidos en las coyunturas inamovibles de las lámparas
donde mi herida se abre en relámpagos, voluciones y destellos
y se nutre y multiplica en los crematorios de la viña del señor
y muere
resucitando el ayer anciano
al que aun le palpita el corazón grotesco.







****





Y vine al mundo
ciego de las venas y las manos
como una fuente donde reverberan manojos de sangre ennegrecida
sin la esperanza de un riñón que pueda enrojecer la sangre.

Hoy he abierto mis alas descarnadas en el pináculo del mundo
y ha sido frustrante caer y no dejar de caer
llegar a un horizonte de oropeles mutilados
saberse nimio junto a la suciedad de las uñas
sentir quillas y nudos en la garganta tibia.
Consolarse a solas
porque el alma está condenada a un silencio más eterno
condenada a no palpar esta ausencia sólo comparable a sí misma
ausencia de la edad y del momento
ausencia de nuestra voz calmando la híspida conciencia.

Nos salva esta manera de estar tristes
este odio mutuo contra los espejos.

domingo, 21 de febrero de 2010

Un instante para recordar de dónde venimos*-David Escobar Galindo

David Escobar Galindo, El Salvador


Un instante para recordar de dónde venimos*



Por David escobar Galindo




Los salvadoreños venimos de donde asustan, como se dice en términos coloquiales. De múltiples experiencias que asustan. Y estamos aquí, aún necesitados de reconocer y reconocernos el mérito de haber cruzado correntadas bravas y saltado sobre pedreros calcinantes. En los años ochenta del pasado siglo, hizo erupción el más destructor de los volcanes —o polvorines, que en este caso es lo mismo—: la guerra fratricida. Y cuando digo fratricida, y lo vengo diciendo desde hace años, sé que muchos gestos se tuercen, por eso de significar con el calificativo que fue una guerra entre hermanos. Pues sí, lo fue. Y así como la sangre derramada por violencia es la más negra de todas, aunque se la quiera colorear con cualquier tinte de heroísmo, la sangre de origen, es decir, la fuerza de la consanguinidad nacional, acaba por imponer su poder, si las cosas se desenvuelven con la naturalidad que deben tener, como fue nuestro proceso de negociación para la paz, una vez que la guerra —con el dolor visible de los pertinaces guerreros— se agotó a sí misma.
En 1979, los signos del conflicto bélico interno inminente ya estaban en la atmósfera nacional. Eran sensibles para cualquiera que no buscara esconderse en alguno de los distintos mecanismos de negación instalados tradicionalmente en el ambiente. A la luz de esa sensación de inminencia, emprendí un proyecto poético en forma de soneto. Y el primero de ellos fue escrito el 6 de agosto de aquel año: “Igual que en el soneto de Quevedo/ miré los muros de la Patria mía,/ y en lugar de la justa simetría/ sólo hay desorden, crápula, remedo.// Muros en que sus huellas deja el miedo,/ huellas que son la sangre en agonía,/ del que muere atrapado en pleno día/ y del que vive agonizando quedo.// Y ante los muros arde el pensamiento,/ porque no hay más atroz requisitoria/ que la que urge la patria mal vivida./ ¡Con la sed del amor en el aliento/ limpiemos estos muros de su escoria,/ mas no con muerte, no, sino con vida!”
Pero la guerra ya no era de ninguna manera evitable. Varios sonetos después, el del 15 de julio de 1980 dice: “Que entre el aire en las cámaras selladas./ Que el poder del jazmín venza los cactos./ Y sobre tantos cuerpos putrefactos/ se derramen las auras estrelladas.// ¡Manos que hablen con fuerza de miradas!/ Porque es tiempo, país, de humanos pactos:/ de las claras ideas con sus actos,/ del amor con sus manos trasegadas.// ¿O es que ha muerto el calor de la cultura/ con que desde un pasado entumecido/ comulgamos en aire y quemadura?// Ya bastante, país, la sangre ha fluido;/ y si te dejas ser común hechura,/ no aliente vencedor si no hay vencido”. He transcrito este soneto porque quedó ahí mi arraigada convicción de que la mejor solución, siempre, es la solución sin vencedores ni vencidos, como fue la nuestra.
Los primeros sonetos de la serie, bajo el título “Sonetos penitenciales”, fueron publicados en 1979; luego, 15 de ellos en la Revista Estudios, del Centro de Estudios Jurídicos correspondiente a julio-agosto-septiembre de 1980, cuando era presidente del Centro el doctor René Fortín Magaña y Director del Consejo de redacción el doctor Luis Nelson Segovia; la tercera edición se hizo también en 1980; la cuarta en la revista Nivel, de México, en 1981; la quinta, aumentada a 66 sonetos, en 1982. En ésta hay una nota inicial del autor que dice: “Este es un libro obsesivo, visceral y creciente (…) Quedan en él —queden, si acaso— algunas verdades tumultuosas y hurañas, y sobre todo, mi amor hincado y vivo por la tierra volcánica y florida donde se desarrolla —con la torpeza ideológica que caracteriza a este siglo repetitivo y emasculado—un drama de época: un terrible drama de época. Y quede también —si acaso—la esperanza después del drama”. Sí, la esperanza después del drama, que es lo fundamental. Pese a la sordera selectiva que caracteriza siempre en casos como éste al mundo exterior. Quedó dicho en un soneto atípico del 26 de agosto de 1981: “Abran Le Monde/ Oigan la BBC/ Miren 24 Horas/ Ahí están las salpicaduras// sobre las baldosas/ Las cabezas en sacos de yute/ Los niños con ojos/ de yeso// Pero el anónimo heroísmo/ cotidiano/ de los sobrevivientes/ jamás/ será/ noticia.” Y desde luego, la culpa interior y necesariamente interiorizable, lo que en otro lenguaje se llamarían causas estructurales, en un soneto también heterodoxo del 6 de noviembre de 1981: “Caminás, Patria, de la mano de tus sombras./ Los días —de alguna manera hay que llamarlos—/ se han acelerado como locomotoras ofendidas/ que salen aullando por la soledad de los descuajes:// y uno sólo puede subirse a los trenes mutilados/ si se avienta al peligro de la mutilación./ Somos, además, forasteros en el primer conocimiento/ de esta excursión al fondo del aire que creíamos respirar,// y era basura de alma,/ azufre de semejantes,/ llovizna de oscuridad:/ de ahí se desprendían —pavos reales— las sombras,/ espantadas por el fuego vicioso de la ley;/ y entonces me di cuenta de que —¡todos!— te habíamos amarrado los pulgares”.
Y, en el último soneto de la serie, del 17 de abril de 1982, el canto a la sabiduría vital, existencial y trascendental del pueblo salvadoreño, que convirtió los terrores, estragos y angustias de la guerra en palanca para la paz necesaria y construible: “No temas al silencio —te decía—,/ ni al ruido demencial. —No temas: alza/ lo que puedas del lodo que te embalsa,/ y sigue así, adelante, con el día.// No temas —te decía—la osadía,/ ni el oscuro turbión que te descalza;/ la cierta voz no temas, ni la falsa,/ que venas hay, y pese a la sangría.// Te decía: —No temas al acoso,/ no vayas en las sombras a perderte,/ como flor en las manos del tortuoso.// No temas —te decía— al viento fuerte…/ —¡Y vos, país, callando laborioso; /y vos, país, más fuerte que la muerte!
Pues sí, venimos de dónde asustan, y hemos trascendido sustos incontables. Que no se nos olvide esa capacidad de trascendencia, que es la que mejor representa la confianza en el futuro.

Tomado de La Prensa Gráfica. Edición del sábado 21 de noviembre de 2009.



sábado, 20 de febrero de 2010

tres poemas de vicente rosales y rosales

Vicente Rosales y Rosales, El Salvador







Blasfemia







Mi vida ha sido un largo pecado; tú lo hiciste;
Yo que lo vivo siento
Horror… ¡Tú debes estar más triste!
Tú más triste, Señor, porque lo has creado;
Quien peca tiene el arrepentimiento,
¡Y el arrepentimiento no es pecado!

Tú pecas, pues, dos veces, porque siembras espinas
En mi vida: el mal. Después en mí lo sientes
Y lo sufres hasta en mi pensamiento:
Y si después de todo te arrepientes,
Purgas mi solo mal, pero el mal que originas
Se queda en ti como un remordimiento
Nunca jamás purgado
Ni con el dolor ni con el sufrimiento,
¡Porque el remordimiento sí es pecado!

Yo te pido perdón porque he pecado,
Yo espero tu perdón porque te infiero
Culpas que, si las he justificado,
Ha sido por lo mucho que te quiero.
©Vicente Rosales y Rosales







Queja en futuro imperfecto







Si no creaste otras cosas en tu sabiduría
Un futuro imperfecto más te atormentaría
Si yo no hubiera sido,
Mi vida no sería
Bajo los astros soplo de la tuya, Señor,
¡Cuánta fe faltaría!

Pero tú bien quisiste
En la iglesia de siglos de tu labor increada,
Angustiar esta llama de mi lámpara triste
Que casi no ardió nada

Alargar esta llama que mi carne consume,
Y ponerme muy hondo de este aliento
La intimidad del alma que en apenas perfume
De tu presentimiento.

Tus manos filotécnicas en su alquimia incompleta
Ungen siempre un encanto sobre todas las cosas;
Das al mundo grotesco su ilusión, un poeta
Cuya vida en tus áureas balanzas milagrosas
Fluctúa con el peso sideral de un planeta
Y un manojo de rosas.

Si yo no hubiera sido,
¡Qué tristeza no habría
En un alma dolida de ti mismo, Señor;
Cuánta fe faltaría,
Qué hondo anhelo de olvido,
Qué gran forma de amor!
©Vicente Rosales y Rosales







Mediodía







El día hincha sus llamas,
Buscan acribillados la sombra algunos asnos;
Y por entre las ramas
Levantan las cabezas y botan los duraznos.

Niños desherados de hambre y de sed maltrechos
Se acercan al pomar casi maduro.
Una niña harapienta muestra en parte los pechos
Y al ver que hurgo y deploro sus harapos deshechos
Se cubre con las manos el tesoro más puro.

Mi corazón se dora como un durazno. Siento
Deseos de ser árbol y darme en largos frutos
Y que me utilizaran en un ciento por ciento
Estos niños desnudos que por el desaliento
Viven entre las patas y el humor de los brutos.

El día allá en el fondo de un gran calor resuella;
Sobre un sonoro yunque desespera un martillo.
Dos niños comen tierra; la niña que es muy bella
Me ofrece desde lejos un durazno amarillo.
©Vicente Rosales y Rosales

sábado, 13 de febrero de 2010

poemas de vilma osorio


Vilma Osorio, El Salvador



***
Esta noche huele a pasado,
pasado en frasco pequeño.
Las historias frotan el pecho
El aceite de mirra es escaso,
porque los detalles están gastados
y han perdido la fragancia.
El por qué se ha evaporado
y solo queda la etiqueta.
Esta noche brilla el sol
y es hora de embalsamar las historias



***
Un silencio ensordecedor
perturba los laberintos
que inundan la crisis de ignorar
por qué existo.
Y si no existo, quién escribe en este momento
molinos de insurrección
contra todos y todo
y a la vez, pasiva.
Sin voz.


***
Sin identidad.
Sin ningún reflejo en el espejo.
Con huella digital transparente.
Carente de latidos,

colmada de fantasmas que atraviesan la
espalda
y se mofan de mi aspecto borroso,
de mi risa forzada.



***
Amanezco, encarno a la luna.
El menguante no perturba.
El creciente invade
el espacio
saturado de negrura,
negrura teñida de verde
de verde pálido,
de pálido cielo.
Y soy la inexistencia viviente,
viviente leyenda, leyenda ceniza.
En el espejo se congelan los reflejos.
Los reflejos de madrugada
meditabunda.


***
Quiero:
un eco
una mano
un roce
un destello
quiero


***



Hoy desperté dormida:
con el velo del sol y la cara ensombrecida de pájaros rapaces

ayer todo era verde
(y sigue siendo verde)

el beso de la nube desintegra el aliento
no existe calma, solo delirios ciegos
obscenos
que despojan de lunas la noche

las preguntas, la furia, el pan
saturan de veneno la garganta

los amantes son cadáveres
ruidos
sonrisas que duelen en exceso

y el sol está desnudo

(los pájaros desistieron)







***
[Ayer, trituré las raíces de tu imagen
y la piel reclamó tus manos tétricas]

[Mis labios recobraron la memoria]

La boca seca
el recuerdo musgo
de tu voz muerta

Regresaste del misterio verde y estabas llorando
tu vientre salpicó un rostro
(eran muchos quizá)

Seguiste llorando, me acerqué
tus brazos desaparecieron
el espejo estaba sucio, demasiado borroso
Respiraste
tu aliento explotó los cristales
deseaba limpiar los vestigios y aparecieron mariposas aplastadas

Ahora entiendo tu locura por las mariposas
tu obsesión por el vino
el rencor de tus dientes
Te convertiste en niña y tenías brazos, un antifaz, una camisa de fuerza.
gritaste.
Hoy, eres la veterana de la esquina
de un lugar desconocido
rindes tributo a las mariposas
ya no las aplastas. Te cansaste, se cansaron.

Cada tarde buscas un espejo
en el reflejo miras el cielo
la luna se apodera del espejo

Te fuiste, no estás. No hay cielo, no hay mariposas, no hay reflejo.

02/03/06








***

Carnadas valientes se resisten
se retuercen, se encogen
Los gritos, las señales de humo:
se deslizan.
La corriente no parpadea
Un efecto, ¿un triunfo?
No
Hay burbujas
Aguijoneadas por algas osadas

No importa la metáfora ni la denominación
Pero, ¿quién les sacia la sed, alivia los vacíos o, por lo menos,
tapa la boca de los anhelos?

¿quién calma los rugidos de sus estómagos?
Ni siquiera jugar a los dragones,
ni siquiera recoger latas huecas

¿qué necesitan?
Todo
¿qué reciben?
Lo único que tienen

Niños cometa, ojitos carrousell
Un chocolate es el tesoro, una moneda el mapa; pero no lo encuentran,
se les deshace con un no
Comen grillos, piensan que son camarones
Y qué más da

qué más da.
02/02/2004

poemas de claudia maría jovel

Autor de la fotografía:Alonso Muñoz







Amaneceres







Cuando el día empieza a nacer,
y el sol ofrece sus primeros rayos;
me gustaría mucho tiempo permanecer
mirando con afán los arroyos,
que lleva muy dentro en sus entraña
las lágrimas y el sudor de la montaña.

queriendo olvidar el tormento,
para no sentirte tan herida;
envidiar el ave que vuela
libre en el firmamento,
y gritarle porqué...
Y es por eso lo que lo lamento.

Si... Luz divina del día
luz que alumbra el sendero;
amanece en la tierra mía,
para amarte, como la noche al lucero.

Caminábamos por la ruta escogida,
seguros de llegar pronto al final.
Nos burlamos hasta del más mísero gusano,
logramos penetrar mil barreras,
descubrimos cielos,
encarcelamos temores,
dejamos plasmados nuestros poemas

Cantamos, Cantamos
y cantando le pusimos flores a la muerte,
y no nos siguió.


Mi poesía con esperanza
con amor,
con odio
busca contribuir con versos
en el caminar seguro de la
historia.







Retrato de mi pueblo







Calles soladas y tristes,
empedradas y un poco de adoquín;
se oye el cantar de telares,
y las varas de hilo tendidas al sol.

Se escuchan llantos y gritos,
y sonoras carcajadas también,
que encierran en su eco
un grande y silencioso misterio.

Es un pueblo del urdidor,
Es el pueblo del tejedor,
él prepara, compone y forma su destino;
aunque lleva en su corazón
tristezas y hambre de verdad.

Su tierra es fértil y bondadosa;
dá buena milpa, dá buenos hijos,
podemos sentir su dulce miel
al ver sus abejas forjar su propia historia.








Bajo la sombra de un amate






Un día de brillante sol,
bajo la sombra de un frondoso amate;
conocí la historia de la vida,
encontré la verdad en este mundo de mentira.

Vi reflejada en un pequeño lugar de la patria
la esperanza viva de un amanecer de paz.
Se pensaba mucho en lo demás
en el hambre, en el frío, en la tristeza,
en ver el sueño de un pueblo realizado.

Habían miles de preguntas,
unas ni siquiera tenían respuestas.
Sin embargo,
bajo la sombra de un viejo amate,
cuando le sol brilla en todos su esplendor;
la confianza en la vida
era la mayor ilusión.


_____________________

Claudia María Jovel nació el 15 de Enero de 1969 en San Sebastián, San Vicente. Estudió Licenciatura en Economía en la Universidad de El Salvador, UES. Escribió poesía y cuento. Su obra permanece inédita. Algunos escritos han sido publicados en el suplemento Tres Mil del Periódico Colatino. Actualmente se está recopilando su trabajo literario para una edición impresa .Ella es una poeta mártir desaparecida el año de 1989. [René Chacón]

sábado, 6 de febrero de 2010

poemas de eleazar rivera


Eleazar Rivera, El Salvador
Fotografía tomada del blog "Literatura, Arte y Política"







Recuento de la ausencia




a Rosa y Helmut





Seis años después del adiós, resulta difícil sentarse a ver la televisión y olvidarse de todo. Resulta difícil sacudir los escombros sin pensar en el duelo de los años; y es que aquí, el tiempo no es tiempo. Las horas son grises. El reloj tiene la pausa del inanimado: se detiene; se añeja y nos martilla. Reviso los pasos, las espinas, los espejos. Con el hígado en una mano y un puñal en la otra, no hay más que el diario personal del que se desviste en la página en blanco para sangrar hasta la última palabra.

Repito: aquí el tiempo no es tiempo, es la farsa más grande que hemos inventado.
©Eleazar Rivera






Escombros





Heme aquí con la simple pretensión del aire. En el pecho de una voz sin carne. En la explosión de un juego sin palabras. En la ebriedad mágica de un paisaje. Camino del ritual sin sombra. Crepúsculo milenario de un naufragio. Paraje de la última estación de un poeta. Heme aquí con los faroles del desenfado. Con el desdén de auroras y volcanes. Con la luz suspirando en cada beso. Con los cuervos de universos apagados.

Todo es efímero. Efímero el mar, la colmena y el cántaro. Efímera la hebra de árboles sin pájaros. Efímera la vela y la noche. Efímero el cometa y el hangar de las plumas rotas. Efímero el humo y el libro de las palabras asesinas. Efímero el aliento y el suspiro. Todo es efímero frente a la risa cobarde de la muerte.

No más vestidos con barrotes. No más cadenas sin memoria iluminada. No más signos para códices sin sangre. No más vendimia. No más sortilegio de palabras muertas.

Heme aquí, con la perra que lame mis heridas. Astro sin el eco de párpados alados. Cordero sin su hostia. Heme aquí, en el navío descalzo de un profeta. En la penumbra de un violín sin alas. En el infinito de una imagen tenebrosa. Con la cotidiana miseria de embotellar sonrisas.
©Eleazar Rivera





Postulado de irreverencia






Este minuto pasa golpeando. Son exactamente las horas del desconcierto. Tiembla. Esta ciudad hiede. No puedo detenerme en esta talega de desmesuras. Mi diario personal cierra lentamente sus ojos. El tambor de las epifanías luce su exangüe listón. Una bestia se postra en la entrada al infierno. Esta barca perdió sus remos en algún lugar del mar Egeo. Ulises es una sombra imaginaria con alas rotas en el último suspiro. Yo sé que se detiene el vaivén intermitente del pecho frente a la penumbra oscura de la ceniza.

Humano. Terriblemente humano. Dueño de todos los cepos, de todos los grilletes, de todos los barrotes. Mi pasaporte tiene una herida; un puñal le cortó la identidad.

Esta sonrisa tuya, no es más que una burla que me restregás en el rostro. Este escarnio tuyo, sin tentarse el hígado porque ya lo tenés cristalizado de tanta borrachera. Este destierro no es para mí. No te conozco; pero, sé que existís. En algún lugar tenemos que encontrarnos. Te invitaré a un café, a una charla, a un verso triste. Vos vas a insistir que te acompañe. No. No pertenezco a la congregación de tus desvelos. No soy tu pan diario. Puedes irte a la hora que te convenga. Puedes celebrar las misas y los novenarios que necesités para ser excomulgada. Yo seguiré aquí, palpitando como corazón que delata su último paraje.
©Eleazar Rivera





martes, 2 de febrero de 2010

poemas de alfonso velis tobar


Alfonso Velis Tobar, El Salvador
Fotografía: Salvador Juárez







VIEJO RECUERDO







Llegaste temprano al ron fraterno
a las revoluciones.
MARIO BENEDETTI






¡Que castaños ojos los de mi novia aquella!
Yo la buscaba entre las sombras de los barbascos
Y entre los frescos helechos yo la buscaba
Mi novia tan bonita como la chiltota
Pájaro que pasa como bola de fuego volando de repente
Me tiendo sobre la sierra sollozando
Libando están las aves
En la región montañosa de los vientos
El vuelo del colibrí ronronea
Su jade de colores extrayendo las mieles de la flor
Se ha herido mi alma
Mi corazón desmaya
Pensar que no volveré a ver ni a sentir aquellos besos
Aquella novia al tiempo perdida
Y cuando menos debemos sentirnos viejos
Piensa en la eterna juventud
Y prefieres los hondos recuerdos ¡aquellos!
A la llegada de los días del verano
Junto a la colina caminamos
Viendo la sierra el mar a lo lejos
Caminamos sin parar un momento
Acariciándonos al mágico instante
Soñando la gran marcha
¡Qué castaños ojos!
¡Los de mi novia aquella! ¡ hermosos!
Y donde quiera que ella se encuentre
Se inunden de felicidad sus difíciles instantes
Mi tan querida novia, ¡aquella!
Y me bese con los besos de su boca
Como dice el bíblico cantar
Y sin importarme hoy por hoy
Y me embriago en salud de aquel recuerdo
En esta dura soledad que me acompaña. Avt. 1980






EN LA NOCHE TE QUEDAS CALLADA






Qué escalofriante el infierno del que ama.
OTONIEL GUEVARA






Te quedas callada
Como árbol dormido
Canta el clarinero en su enramada
¡Mira las estrellas brillan
Allá en el fondo del cielo…!
Que suave eres a mis labios
Cae la noche
Como enorme tapado negro
Las estaciones de policía y las cárceles
En quejidos profundos
Y se oyen cantos
De rebeldía en la montaña
Y allá lejos se oye
El estallido de una bomba
Nos están apuntando
Hagamos suave el instante
Penetro en tus profundas primaveras
Ambos concedemos
A que caiga la noche
¡Yo en cambio llego a ti amor!
A tus ritos de amores encantado
Ambos llegamos al mismo hoyito
Como siempre amándonos esta noche
Y que transcurre en pánicos de muerte
No es tan fácil en medio de una guerra
Cada vez más jodida la cosa
Llenos de miedo cada día
Mira que vigilan tus pasos
Amenazan tu vida
En psicosis constante
¡Pensar mejor que un día nos vamos!
Del ala de una noche pende
Un quejido perpetuo
Mientras después de los fuegos
Duermes como liebre bajo la luna
Y pensar que hacer para mañana
Vaya ahora ¡Que haces verdugo!
¿ Por qué me pinchan los ojos?. Avt.1985






DE CORAZÓN LA POESÍA






Creo en la poesía mi Diosa cotidiana.
ROQUE DALTON







En todo caso las palabras me llevan de la mano
Me llevan al infierno al paraíso de mis utopías
A mis recónditos sueños de imaginación y fantasía
No tengo el dominio sobre las palabras
Ante la magia que contienen
Hay otras voces de magos poetas que ayudan
Es la poesía el gozo la nada el sufrimiento
El amor lo eterno del verbo
Que existe desde el principio del tiempo
Que esperaba despertar en sus hechizos
De todos los instantes el padecimiento
El hombre la sociedad la vida misma
La poesía es mi Dios mi religión el mito
Con la poesía se canta se baila se llora se queja
Se ama se entrega se juega la vida
Llegamos a la revolución por amor a la poesía
En todo caso el poeta alquimia de las palabras
Entre poetas y profetas hay una hermandad afín
Ante el origen y el futuro de la humanidad
Es todo caso el compromiso es con la poesía misma
Primero escribivivirla bien con obligación moral
Fieles a ella misma en su lenguaje total
integre siempre su voz a la lucha por la justicia
Es palabra Gillette de doble filo
Frente a la desigualdad y contra la opresión
Ante la libertad misma de la imaginación
Ella contra todos los males sociales
Es la Percatadora
La Catalizadora del vino de la vida
De la falsa modernidad que empaña los ojos
La Rastreadora de las apariencias del progreso
La alienación siempre de los poderosos
De la cual se lucran
Del consumismo y del dinero
Los poeta organilleros de las palabras
Caramba como te extraño
¡Oh poesía no puedo nunca echarte de menos!
¡Aunque no llegue a mi bolsillo
Un tan solo centavo con tu oficio..!
avt/02/09