sábado, 19 de abril de 2025

UN MUNDO DE ASEDIOS Y DESPOJOS EN LA OBRA JORGE CANALES

 



UN MUNDO DE ASEDIOS Y DESPOJOS

EN LA OBRA JORGE CANALES

 

 

 

nos observan de reojo,
nos acusan de irrealistas delirantes

MARTHA KORNBLITH

 

 

En El Salvador, supongo que también en otras partes del planeta, a menudo se les da poco valor a los logros de una persona, de ahí la sentencia de Jesús, que el poeta Canales la retoma y la hace suya… «nadie es profeta en su propia tierra» en Lucas 4:24 y Mateo 13:57. Jesús, reitero, utilizó esta expresión para referirse a la dificultad de ser aceptado en el propio lugar de origen. Dicho lo anterior como referencia: «Nadie es Poeta en su Tierra» de Jorge Canales Ed. Universitaria, El Salvador, 2021) quiero comenzar este periplo, recordando dos versos de Frank Kermode: «No se espera de los críticos, como se espera de los poetas/ que nos ayuden a hallar el sentido de nuestra vida.» Donde las contradicciones históricas nos permitan encontrar un punto de inflexión entre memoria y tiempo, redivivo. El poeta adopta conscientemente su propia expresividad iluminativa y la trasciende a través de su instrumento de trabajo: la palabra. Sabemos que el proceso de creación es complejo en sí mismo, en un país con perennes convulsiones pero que está ahí en las convicciones espirituales del poeta. Y lo es más cuando desde la brevedad hay que hacer visible al lector, la acción y el suceso que se narra. Sin duda es un proceso intrincado de creación, a este respecto. David Lagmanovich, dice: «cinco factores que condicionan tanto el proceso de creación como el resultado textual: el autor siente un impulso, una urgencia que responde a la necesidad de contar algo utilizando un modelo de narración caracterizado por la concisión y la autonomía. Y añade que la razón última y la finalidad fundamental en este proceso es la alegría de la creación, es decir, un autor escribe microrrelatos porque procura experimentar y transmitir con la mayor intensidad posible el placer que proporciona la literatura” (“El microrrelato hispánico…» 88-91). En la brevedad, el mundo ficcional es sumamente complejo. Pero ello, siempre nos permite el asombro y, consecuentemente, la reflexión. Hablamos de un texto, estrictamente referencial, siguiendo la línea de Van Dick y Chico Rico. Por lo mismo se requiere de un lector competente, un destinatario que tenga la capacidad de armar su propio correlato. El discurso poético-narrativo así lo demanda.

La narrativa breve, llámesele microrrelato o microcuento, minicuento, minificción, requiere de tanta pericia, como la necesaria en las obras extensas. Al igual que Guillermo Siles, prefiero el concepto por el que él opta: microrrelato, debido a su aparente neutralidad y generalidad para abarcar esta enorme variedad de formas discursivas. La tradición literaria de este género en particular, me atrevo a decir, que es sumamente reciente en descubrirse, no así en cultivarse. (Dolores Koch, 1981). De ello da cuenta cuando aborda a tres escritores hispanoamericanos (Torri, Arreola y Monterroso). (Dolores Koch, “El micro-relato en México: Julio Torri, Juan José Arreola, Augusto Monterroso y Avilés Fabila”, Hispamérica, 30 (1981).

Asintiendo que no es un género canónico, los gérmenes de este lo encontramos en la robustez del modernismo, con Darío (1988, Azul). El poema en prosa conviene decirlo, para teóricos y críticos contemporáneos, no es otra cosa que una obra narrativa en pequeño y como tal, tiene sus características definitorias y ficcionales. Podemos afirmar que los referentes remotos con los cuales nos encontramos en los microrrelatos de Jorge Canales, son los poetas del modernismo hispanoamericano. Claro que aquí caben Lugones y Velarde, Gutiérrez Nájera y Martí, sólo para mencionar a los más representativos. Recordemos que el modernismo fue el que refundó y consolidó estas nuevas formas expresivas, que luego abanderó la vanguardia y la posmodernidad.

El microrrelato de Jorge Canales, obedece a la estética de la pos-vanguardia, escritura que, a su vez, deviene del universo del simbolismo: la misma, es un laboratorio de expresión con incursiones arriesgadas y fecundas en nuevos territorios, tal la apreciación de Selena Millares (Del simbolismo al surrealismo: las prosas de las vanguardias hispánicas, Madrid, 2013.) Es digno reconocer que el microrrelato, fue el semillero del boom latino americano. Más allá, sin duda, de cualquier aspiración estética y estilística, vemos en el libro, no la mera obsesión por el lenguaje, ni siquiera la experimentación radical, sino la comunicación y la comunión con los demás. Es en realidad, una poesía narrativa que busca un interlocutor más que una torre de marfil que abrigara al poeta del resto del mundo. Me parece que su objetivo esencial es reflejar el estado de cosas de la realidad, sin soslayar sus sentimientos y emociones.

Los versos y relatos de Jorge Canales, nos muestran su poder de síntesis, e incluso el poder de la fantasía, de otro lado, la película es diferente porque su contenido tiene tácitas implicaciones sociales y políticas, como es el caso de la «Condena»: «El poeta fue condenado por maldecir la palabra. Lo exiliaron al infierno de la palabra.» Ahí, es el lector el que tiene que hacer sus propias inferencias a partir de cuatro palabras Clave, como son: condenado, exilio, infierno y palabra. Cada palabra, entonces, nos da la posibilidad de múltiples interpretaciones. Además, es pertinente señalar que, en este caso, la escritura de Jorge Canales se libera de las ataduras tradicionales del verso y la narrativa tradicional; con ello nos da una visión diferente de la creación literaria, es decir, una manera diferente de ver la realidad. Su originalidad lo sitúa fuera de los límites, al margen de escuelas y canon. «Lo que nos encontramos en (Canales), no es una representación de la realidad sino una ficción como la realidad creada por Baudelaire en sus poemas, y las cuales se convierten en una realidad dentro del poema.»

La palabra por naturaleza es demoledora y arma crítica para desatontar este mundo de perversión y alienaciones. Estos poemas y estos microrrelatos, algo así como fusión de fronteras, (poetizar la narración y viceversa), rompe con los límites genéricos, tal como lo hicieron en su momento, poetas como Jaime Sabines, Juan Gelman, Roque Dalton, Nicanor Parra, Ernesto Cardenal, Roberto Fernández Retamar. En este contexto, Jorge Canales recurre reiteradamente al tema de la locura, y «puede (como dice Abraham Andreu Gómez, en El genio creativo: radiografía de poetas a través de la locura), que el «genio» sea un «estado de enfermedad mental», como dijo Poe o que la locura sea «lo más sublime de la inteligencia». Puede que los poetas se parezcan a ese albatros de Baudelaire al que «sus alas de gigante le impiden volar». O puede que el único impedimento sea que el poeta, a veces, coquetea con la locura. «La locura y el gran ingenio son casi aliados / y tenue es la frontera que marca sus condados», escribía John Dryden tras la restauración inglesa. Un pareado que aplaude Michael Drayton al escribir esto sobre Kit Marlowe: «Pues conservaba esa sutil demencia / Que es de un poeta idónea pertenencia».

Parafraseando a Flannery O’Connor puedo afirmar que El principio del conocimiento humano se da a través de los sentidos, y el escritor empieza donde empieza la percepción humana. El escritor atrae por medio de los sentidos, y no se puede atraer a los sentidos con abstraccionesPara la mayoría de la gente es mucho más fácil expresar una idea abstracta que describir un objeto que está viendo realmente. Pero el mundo nuestro está lleno de materia, lo tangible, que es lo que los escritores que empiezan están poco dispuestos a tratar. Están interesados principalmente en las ideas abstractas (…) en lugar de todos esos detalles concretos de la vida que hacen real el misterio de nuestra situación en la tierra («Naturaleza y finalidad de la narrativa», en El negro artificial y otros escritos, Madrid, Ediciones Encuentro, 2000, p. 285.) Jorge Canales, diestro en estos menesteres lo sabe. Su acuciosidad lo lleva a abordar los grandes temas sociales que aquejan al ser humano: la inequidad social, económica, cultural, por ejemplo, con un lenguaje absoluto, lindando a veces en lo mejor de la greguería de Gómez de la Serna, o Luis Buñuel. Su lenguaje onírico nos muestra la crueldad y una intensa carga anticlerical, Véanse poemas como «La calle Arce» y «La Loca». Su ímpetu creador le permite explorar situaciones nuevas y ello le atribuye un alto grado de originalidad. Como el caso de André Gide, Canales permanece fiel a los auténticos impulsos de su experiencia creadora.

Tanto sus poemas como sus microrrelatos poseen rasgos sobresalientes, tal la marcada atención al detalle, al matiz, siempre significativos y reveladores. Bastará leer unos cuantos textos (para el caso, «El loco II» y «Cosas del hambre»), de Jorge Canales, para repensar la importancia del detalle en la narración o el poema. De esta forma, con gran precisión narrativa y sin prisa, construye las situaciones, los personajes y su concreto y particular entorno.

Existe un narrador en tercera persona que observa y le da vida al curso de los acontecimientos, ensimismado en dejar constancia de realidades habituales del ser humano en el contexto social. Tomemos para el caso, el microrrelato «EL LOCO», que literalmente dice: «En el Parque Colón, el loco arrastra latas, desprecios y muecas. Entre espectros de voces desova respuestas cíclicas, hastío de infatigables relojes y telarañas rotas. Cuerdo, perdió la luz de las manos; loco, encontró los pies para andar los laberintos de sus fantasmas.» Modo que combinado con un ocasional uso del singulativo o iterativo siempre en un periodo sumamente limitado de la narración, permite que los personajes asuman momentáneamente proporciones exageradas o aspectos inusuales.

En el caso de «Nadie es Poeta en su Tierra», el autor nos plantea la vida y todos los espejos doloridos del tiempo, la realidad humana y sus entramados sociales, y no el mero concepto de vida, que nos ubicaría en un plano etéreo. Tiene, además, este libro, la virtud de registrar todos aquellos textos que han sido ganadores en certámenes literarios en España. Su calidad es innegable y, por supuesto, irrefutable.

Jorge Canales, maestro en estos menesteres, aborda con prodigiosa versatilidad los diferentes temas de la vida en sociedad, lo trágico y lo onírico, tanto desde el plano de la poesía como en este género del microrrelato. Cada poema o prosa tiene como referente una realidad que muchas veces pasa desapercibida por el ojo común. El poeta juega con las palabras y les da vida, las remite a un mundo luminoso, las habita con su sangre. Técnicamente, maneja con maestría tanto la «autodiégesis» e incluso la «metadiégesis» como la omnisciencia (en ocasiones selectiva, siempre invisible, que le permite penetrar y profundizar en una variedad de personajes); es además muy hábil combinando «diégesis» y «mimesis», con el fin de esconder o remarcar puntos de vista, esclarecer momentos o significados, graduar la información, mantener el suspenso o el misterio, e impedir que el lector se acomode en una sola posibilidad, en un tiempo preciso o en un espacio o situación predeterminada. Su dominio de los recursos narrativos le posibilita crear estructuras novedosas, donde nada es previsible (siempre hay giros imprevistos y profundidades sorprendentes, tal el microrrelato «El Poeta»). En este sentido, me recuerda «Continuidad de los parques», de Julio Cortázar. Es como si voláramos en un espacio desamparado y, luego, en algún punto, otra vez el desamparo, como en el «Viaje redondo», de Arqueles Vela, o incluso, algunos textos de José Emilio Pacheco, de Juan Emar, Vallejo, Felisberto Hernández.

Otro de los microrrelatos geniales de este libro y que apoya mi tesis anterior es: «ALMAS EN PENA», el cual dice textualmente: «Una niña exiliada de las vísceras de una marginal era ala de su madre Mercedes Locura.  Juntas volaban con sus ojos endemoniados. La calle, como siempre, se burlaba de sus cabelleras atormentadas por la intemperie. La niña llevaba en su laberinto una mueca con vestido de roturas y remiendos. Maldecía la eternidad del desprecio. Maldecía la miseria atrapada entre el fastidio y el cemento de la calle congelada.»Como vemos, en este minicuento, la brevedad sin embargo encadena perfectamente las imágenes de personajes y desarrollo de la acción condensada, con un lenguaje, además, preciso. Surge —según los estudiosos de este género— de la adaptación de los medios expresivos de otros géneros, a través del tamiz de la estética posmoderna; por tanto, parodia, ironía y fragmentación son rasgos notables en ella. Y agregaría, tal lo dicho por don Juan de Mairena, «la prosa no debe escribirse demasiado en serio. Cuando ella se olvida del humor —bueno o malo—, se da en el ridículo de una oratoria extemporánea.»(Citado por Selena Millares).

Como es menester, un poeta comprometido con su oficio, piensa en el tema de la muerte, (no como herencia quevediana, ni como mero enigma, sino como fenómeno que deviene de los problemas estructurales de nuestro país), tal el caso de Jorge Canales. Los textos poéticos, aquí, funcionan como el intermezzo de la obra en conjunto. Y es justamente un poema, «El loco», como una especie de manifiesto, el que nos adentra en el libro: «El que siembra pájaros en sus amaneceres sin puertas/ y dibuja fantasmas en la risa.» Canales concibe la escritura como un acto de libertad, “sin puertas”. El yo lírico, aquí, está circunscrito a las circunstancias, el que cuenta «cuenta charcos de sangre en la calle». Canales, describe la existencia y, al hacerlo, lo hace con absoluta convicción y profundidad. Es la objetivación del mundo, esa realidad que nos devuelve al mundo real. Esas fotografías residuales de la vida.

Por otra parte, en la escritura de Jorge Canales está presente la historia del país. Su narrativa poética, de cara con la realidad, se reviste entonces de un tono trágico, desmitificador.  Canales asocia el contexto político social con la oscuridad y la tristeza que suscitan las tumbas y sus muertos. Siendo, a mi juicio, otra forma de tiranía, tan cruel como los lamentos del abandono, o la sangre que abriga las calles.

«La anciana», es un poema conmovedor y demoledor. Es la ciudad y el sufrimiento de su gente. La niebla y su mar terroso, la fotografía rota, arrancada de la conciencia. Pero las calles de San Salvador son así, una lágrima perennemente hundida en la conciencia, una hechicería de desvanes zurcidos por la inclemencia, por la indiferencia, el menosprecio, restos delirantes de la historia. La deixis personal, local y temporal nos sitúa de inmediato en una elocución polifónica y por lo mismo, también testimonial.

Uno regresa del mercado («Rituales del pan») es otro microrrelato insobornable. Leer este poema-relato, nos hace pensar en la historia salvadoreña; inmediatamente nos remite a la construcción de una tradición patriótica: la dignidad o el hambre, desarmado, sólo con los sueños. Resulta interesante, constatar cómo se configura la fraternidad que autoriza al «yo» a decir «nosotros», a hablar apropiándose de la voz del colectivo, es decir del pueblo. «La poesía llama a la fraternidad y da sentido al cúmulo de acontecimientos que se suceden».

Otro de sus poemas, reflejo hostil de nuestra patria, es «La vida es una flecha», la cópula no es por la vertiginosidad, la metonimia nos ayuda a entender aquí el objeto con la materia, lo insólito del mundo en sólo ese objeto: «A las doce de la noche. / Con sus guadañas de odio/ Las jaurías de la muerte/ Cercenaban las puertas/ Las abrían al terror. / En el llanto de la sangre/ Las súplicas, impotentes, se ahogaban.» Estos versos como vemos nos remontan a un momento de nuestra historia. Aún la siento en la piel. Aun esos hechos zarandean mi conciencia. Con todo, lo grandioso de la existencia, son los sueños, acotaba Neruda.

Seguidamente el poeta consistente con su imaginario poético nos declara: «Miradas de silencio y miedo/ Bajo luciérnagas muertas/ Cicatrizaban cruces negras/ En la memoria de las paredes/ De esos cuartuchos de adobe y esperanzas.» En efecto, su libro Antológico, tanto como otros trabajos suyos —poseen, a pesar de sus diferentes entonaciones, una misma coherencia interna que pone de manifiesto lo que esa poesía tiene de inevitable suspicacia, su movimiento en un sentido unívoco, lo que posee de destino necesariamente con resonancias cósmicas.

 La obra de Jorge canales, (prosa y verso), como vemos en este libro, y en otros de su autoría, es esencialmente dolorosa y a la vez de sanación: sus profundas certidumbres lo alejan de cualquier escepticismo. La política y lo político, alcanzan en el poeta, la raíz esencial de su infinito. Muchos de sus personajes se mueven entre los laberintos de la chatarra y remolinos de un bosque de abandonos.

«Nadie es Poeta en su Tierra» es un libro indispensable en la literatura salvadoreña. A través de él contemplamos (no con parsimonia) y no desde afuera, las explosiones múltiples que diseminan el sentido por todas las grietas y fisuras de la realidad nuestra; nos interpela permanentemente para hacernos entrar en ese mundo grotesco y pervertido; nos sacude interiormente abriendo un abismo donde incluso la propia convicción se ve amenazada porque sabemos de lo que el poeta habla. Porque es posible la memoria aun con tanta desesperanza, porque de una u otra manera los recuerdos y pensamientos se agolpan, porque le dan contenido al corazón, porque aquí no hay vaguedades sino sentidas reflexiones.

Lo interesante de esta obra de Jorge Canales es la realidad punzante que nos muestra, poeta testigo de los vacíos y de este mundo que se ha vuelto despiadado y que suscita angustias estrafalarias como una casa deshabitada o un traje hueco. El hedor de lo inhóspito dispara tumbas asfixiantes, nos salpican las imágenes horribles que bracean en el agua: el dolor, la ruina, la vida y su nublada agonía. En «El niño, la mariposa y el grillo», no dice: «Bajo la mesa del barrio marginal juega un niño con una mariposa y un grillo. Su madre le canta mientras embolsa miserias de cocaína. Su padre llega borracho, la insulta y golpea. El niño, entre lágrimas y sollozos, libera la mariposa y decapita al grillo».

Tenemos, pues, en este libro del poeta Jorge Canales, motivos suficientes para repensar la realidad y la escritura: Una literatura que no se vincula al ser humano carece de construcción de memoria. Leo y veo al poeta con esas grietas doloridas, extendiéndose en su mirada. Entonces, todo se hace transitable, aun el pájaro que se duele sobre una estatua. Celebro con absoluta complacencia, la mirada creadora del poeta Jorge Canales, su pensamiento vanguardista, su búsqueda de la libertad, a través de la escritura. Su fuente de conocimiento será siempre la realidad histórica y moral de este país, tal como lo señala Enrico Mario Santi. (El laberinto de la soledad, Octavio Paz.) En su creación literaria encontramos esa necesidad de romper con las monotonías del yo poético, para instalarse con su alma vibrante en el narrador testigo que desata las aguas esenciales de los agujeros históricos. El gozo de leer a Jorge Canales es inmenso. Siempre es necesario leer y repensar su mundo poético-narrativo en presente, no en pasado. A diferencia del niño que dejó de liberar luciérnagas, (El niño y las luciérnagas), el poeta, siempre desatará ese bello ímpetu de los pájaros a la hora de exorcizar el mundo con su vuelo.

 

André Cruchaga


miércoles, 2 de abril de 2025

UNA BANDERA DE PLUMAS ANTE EL ARDOR Y REBELIÓN DE LAS PALABRAS O EL RESPONSO DE UN LOCO QUE SIEMBRA PÁJAROS

 

Jorge Canales


UNA BANDERA DE PLUMAS ANTE EL ARDOR Y REBELIÓN DE LAS PALABRAS

O EL RESPONSO DE UN LOCO

QUE SIEMBRA PÁJAROS

 

 

Es la hora en que las ventanas se escapan de la casa para ir a encenderse

al extremo del mundo donde va a despuntar nuestro mundo.

RENÉ CHAR

 

Los espejos mienten para volver a mirarse
En nuestros ojos.

RAÚL HENAO

 

 

 

La poesía en su valor más universal nos conduce siempre a los ámbitos de la memoria, sin negar los tiempos de silencio, o esa búsqueda de horizontes esperanzados, mismos que abren las ventanas del alma, y que bullen como un rictus en el ojo húmedo de la página. En su ensayo, La poesía entre el silencio y el pecado, la escritora Ana Blandiana,[1] expresa: «me refiero a la evolución de la poesía como un ideal, concebido como una intensificación del poder de sugestión, en el que decir lo menos posible para sugerir lo más posible puede convertirse en no decir nada para sugerirlo todo. Un ideal absurdo en la medida en que implica, para su cumplimiento, la desaparición de la poesía. Y un ideal, también, que, por mucho que quiera acercarse a él, ningún poeta alcanzará nunca, porque ninguno aceptará renunciar a sus palabras. El sufrimiento y el arte del poeta consisten en vivir en el filo entre esas palabras y la nada.» veamos qué es lo nos dice Jorge Canales: «Soy el loco que un día se irá abrazado con la palabra locura / después de esperar la muerte sólo para darle la hora.» (Canales: EL LOCO, 2025). En este poema hay una aspiración de anulación, una escena casi de sepultura.

La obra que aquí nos ocupa posee diferentes tonalidades, desde la ironía y la crítica social hasta cierto intimismo. Es en todo caso, una poética versátil, sus palabras resuenan con intensidad, la emoción que solo se ve en poetas comprometidos con el oficio de ser poetas. Resulta un riesgo leer desde la superficialidad, hay que oír a lo subterráneo, a lo que no dice literalmente el poema: tomemos el poema dedicado a Ovidio Villafuerte, dos versos son contundentes: «Se leía la palabra lucha / pero era difícil no incinerarse con el sol.» resulta que el poeta en cuestión era un soldado de la lucha, no un perro faldero del capitalismo. Aspiración y experiencia frente al oprobio. La poesía de Jorge Canales siempre resulta una suerte de conciencia radical, donde lo múltiple y lo mutable convergen. Así él le otorga existencia plena al poema.

Las diversas construcciones que el poeta realiza, resultantes de su interacción con el entorno, con sus vivencias, constituye la parte fundacional del poema, es decir, los espacios imaginarios en la poesía que nutre y desemboca en «experiencia vital» Las tensiones que suscita el tiempo, el entorno, la inmersión en el mundo de los sueños (casi como un enclaustramiento), los descensos, ascensos, en el momento de la escritura, es lo que le da a la poesía y al poeta una perspectiva unívoca. Estos imaginarios (espacios psicológicos) se organizar al punto de constituir la experiencia del poeta. Canales capta a través de su poesía la esencia de este tiempo de cambios y retrocesos políticos y los nuevos desafíos a los que la sociedad debe responder. La palabra en él es pertinente y oportuna: «Despiden los grafitis su voz ahumada / sobre las paredes descascaradas de miedo. / No respiraré más su aroma de leyenda / para distraer el mal de hambre / palpitante en estas palabras de nadie.» Canales: LA GARCA, 2025). Machado, Goethe y Cernuda comparten un ideal: el deber que tiene el poeta de exponer, en conceptos claros, la luz del poema. El poeta Canales va en esta línea, conocer de las circunstancias y la precariedad de un país.

Sentimientos e imaginarios, como elementos tensionales, conforman esos espacios que a continuación, procuro delinear. Generalmente para el poeta hay un lugar mítico, todo aquel bagaje que deviene de su infancia como elemento acumulador y nutriente en la conformación del poema y una poética; también, el espacio (dentro de ese imaginario) que ocupa el entorno como referente de escritura; y, finalmente, lo íntimo y cotidiano como especies individuales. Así tenemos, en palabras de A. Colinas, que «la mejor poesía no es la que refleja la realidad, sino la que la trasciende». El poeta parte, como refiere (Susana A. Fernández), en sus versos, de una realidad concreta, porque su propósito es desvelar el significado último de dicha realidad. Conocer el contexto en el que se escribe es importante, porque tras la poesía existe una realidad a la que el poeta debe responder y transgredir y ello no disminuye la dimensión estética del poema. El lector a su vez debe descifrar los mensajes subversivos, esos que el poeta desea transmitir, como es el caso en Silueta de un sueño: «Muchas veces, la saliva del grito / lucha bajo sudor de cartones y latas de esperanza. /Una anciana arropa sus uñas con arcilla de cebolla. / (Canales: SILUETA DE UN SUEÑO, 2025).

Según Jaeger, citado por María Araceli Laurence[2] en Análisis comparativo del mito de Prometeo según Esquilo y Hesíodo en la tragedia como poética alcanza su mayor fuerza popular al ejercer sobre los espectadores una viva impresión ya que concentraba el destino del hombre en el breve e impresionante curso de los acontecimientos que se desarrollan frente a los ojos y oídos de los espectadores. «En una historia trágica como es una dictadura la relación entre el poeta y la historia es infinitamente más fuerte que en la sociedad de consumo que tiene otra problemática e ignora la poesía, mientras que el poeta se queda indiferente ante ella aun cuando no puede permanecer indiferente ante el sufrimiento. En general, para el poeta o el artista, el dolor es una materia prima infinitamente más valiosa que la felicidad y el bienestar.» la poesía entonces no viene desde lo alto ni de un milagro sino de la comunión con lo que sucede y que se trasmite a través de sentimientos y emociones. Veamos al respecto lo que el poeta nos expresa: Viene uno / con heridas / de palabras oscuras / ensalivadas por fieras / o quizá demonios / y es tristeza / y sobran sonrisas vacías / y dagas necrofílicas / en los labios de estas noches. Canales: UN SUEÑO SOBRE EL PECHO, 2025). La poesía puede ser un arma contundente para despertar o lavar conciencias, pero no para limpiar un Sistema, dado que el poder es una bestia magnífica, tal como lo expresa Michel Foucault[3] convengamos entonces que «la literatura y la historia tienen en común la materia prima que es la memoria».

Solo atendiendo a esas circunstancias se podrá contextualizar un poemario como «Izando la bandera con una pluma», escrito en un período muy particular, determina su importancia en la trayectoria del poeta Jorge Canales. Solo atendiendo a ello se podrá contextualizar un poemario como el que nos ocupa, donde las palabras poseen un poder amenazante, una acumulación de realidades, esa liturgia que se consagra en el espíritu humano: «Duele está calle de tinta y palabras... / nadie entiende la conversación de un loco con nadie. / Nadie ve las manos vacías del mendigo sin nadie. / Nadie siente la sed de un arbusto de nadie / ni la tristeza de los días con nadie.» (Canales: LLUVIA YSAL, 2025). Nosotros como bien lo expresa Juan Manuel Roca en Biografía de Nadie[4] «El ángel del barrio con las alas estropeadas / recorre el techo de las casas limpiando residuos» …

Un poeta es como cualquier hombre, pero cualquier hombre no es un poeta, dijo Raúl González Tuñón[5] alguna vez. La producción del poeta Jorge Canales (1957) va más allá de su intensidad textual, el poeta responde a una precariedad de la sociedad y a una actitud, cuya clave reside en la escritura misma: «escritura del verbo —del génesis— o escritura del silencio —del suicidio—», pero escritura consciente, como del desbordamiento, del infinito. En este sentido, la poética de Canales representa un intento de equilibrio, «un pulso con algunos límites de ese marco: con lo silencioso, lo invisible, lo primigenio y lo que se manifiesta externo, inasible y foráneo.» «El abandono es una sombra omnipresente / en los poros y cabellos de las paradojas. / Este calabozo es testigo de mi muerte. / La única aliada es la locura.» (Canales: LIL MILAGRO, 2025). El poema en cuestión lleva necesariamente a un poema de Chema Cuéllar, Hoy huele mal esta celda y se siente la humedad en el aire. / Las paredes desnudas. Al ras del suelo. / Cuando me puse la camisa, estaba helada como si la muerte se hubiera / Detenido a descansar[6]

El espejo roto (tal uno de sus poemas) lo lleva a arterias de silencio por analogía a la anulación, a la muerte. implica la posibilidad de no ser, el sinsentido en el discurso del entendimiento humano. Se impone el habla del fenecimiento, lo simbólico, la referencia para el interlocutor. Al estallar el mundo en añicos cambia todo en una intrincada visión del mundo actual. El lenguaje nos permite acceder a ese conocimiento que el poeta esboza, a veces a la impotencia del sentido, es decir a la hegemonía del sujeto vista desde las palabras y las cosas, lo que nombra el poeta no está separado del mundo.[7] Hay por el contrario una ligazón con la que se construye la ficción y la realidad. … «desde cadáveres de espejos, / transeúntes de la desesperación, / sogas listas para ahorcar la muerte.» (Canales: LECTURA URBANA, 2025). Está, pues, la literatura como espejo, o los espejos en la poesía que usualmente denotan profundidad y complejidad en el mensaje. En otros casos puede servir como metáfora del tiempo y la memoria. Asimismo, se emplea para simbolizar dualidades y contrastes, como la diferencia entre apariencia y realidad, vida o muerte. En otros casos nos su uso nos permite explorar la belleza y la vanidad.

          La construcción del poema (de versos) que el poeta Canales realiza demanda una concreción programática y pragmática, clave del enigma de este poemario. A ratos encontramos una fractura entre lenguaje y realidad, quizás por el ámbito en los que el poeta transita, lugares donde se despliega la vista en toda su magnitud; imágenes, metáforas, comparaciones dan fe de ello. Solo entonces caemos en la cuenta de que frente a nosotros hay una verdad con grietas a la que debemos apelar. Tenemos que la escritura «el oficio es infernal.» el poeta en su marcha puede vislumbrar y plasmar a partir de las palabras lo aparentemente irrepresentable, inexpresable. En este sentido dejemos que el poeta nos de fe de su indagación existencial, misma que le da sentido a su obra. «Rostros de niños / cubiertos con máscaras de telarañas / buscan infructuosamente un arcoíris. / Con corazón de sueño: / tinta y palabra alzan su voz / frente a la muerte.» Canales: MÁSCARAS DE TELARAÑAS, 2025). Más allá de lo aquí expresado están los instantes meditativos del poeta y los modos definitivos de su expresión.

 

 

 

 

André Cruchaga,

Barataria, El Salvador, 06.03.2025.



[1] Puede leerse el artículo completo en https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=4092634

[2] María Araceli Laurence. Análisis comparativo del mito de Prometeo según Esquilo y Hesíodo. Fuente: ucm.es Espéculo. Revista de estudios literarios, Universidad Complutense de Madrid.

 [3] Michel Foucault. El poder, una bestia magnífica. (Sobre el poder, la prisión y la vida). 1. Edición, Siglo Veintiuno Editores, 2012. Traducción de Horacio Pons.

[4] Juan Manuel Roca. Biografía de Nadie (Antología personal), Visor, Madrid, 2016.

[5] Juan Gelman en prólogo a LA ROSA BINDADA. Puede verse en el siguiente enlace: file:///C:/Users/andre/Documents/La%20rosa%20blindada%20-%20Raul%20Gonzalez%20Tunon.pdf

[6] José María Cuéllar. Poesía reunida. Editorial Universitaria, El Salvador, 2016.

[7] Foucault, 1999


martes, 1 de abril de 2025

EL MICROCUENTO Y SU AFÁN SUGERIDOR, EL JUEGO DE LO ONÍRICO A LA REALIDAD EN JORGE CANALES.

 

Jorge Canales


EL MICROCUENTO Y SU AFÁN SUGERIDOR, EL JUEGO DE LO ONÍRICO A LA REALIDAD EN JORGE CANALES.

 

 

 

Mientras subía y subía, el globo lloraba al ver que se le escapaba el niño.

MIGUEL SAIZ ÁLVAREZ

 

 

 

Jorge Canales (El Salvador, 1957)[1] una de las voces relevantes de la poesía y el microcuento actual, ha merecido importantes reconocimientos dentro y fuera de El Salvador. En este haz de textos Canales despliega en una especie de escalera ininterrumpida, en ascenso, un proceso que culmina en la síntesis, que es la máxima incandescencia a la que puede aspirar un escritor auténtico. El libro es una antorcha fulminante y un reverbero de fuegos concentrados, único en su juego y rituales, audaz con su encantamiento, encantador con sus jadeos verbales en el que además están expresadas con objetividad situaciones concretas y mecanismos psíquicos del escritor frente a su entorno. El microrrelato —ya entrando en materia— obedece a la estética de la pos-vanguardia, escritura que, a su vez, deviene del universo del simbolismo: la misma es un laboratorio de expresión con incursiones arriesgadas y fecundas en nuevos territorios, tal la apreciación de Selena Millares (Del simbolismo al surrealismo: las prosas de las vanguardias hispánicas, Madrid, 2013). Es digno reconocer que el microrrelato, fue el semillero del boom latino americano. Más allá, sin duda, de cualquier aspiración estética y estilística, vemos en el libro, no la mera obsesión por el lenguaje, ni siquiera la experimentación radical, sino la comunicación y la comunión con los demás. Es en realidad, una poesía narrativa que busca un interlocutor más que una torre de marfil que guareciera al poeta-narrador del resto del mundo. Me parece que su objetivo esencial es reflejar el estado de cosas de la realidad, sin soslayar sus sentimientos y emociones.

Si retrocedemos en el tiempo, y para ilustrar desde dónde viene el trabajo de Jorge Canales, debemos detenernos en algunas acotaciones que hace Irene Andres-Suárez[2] el origen del microrrelato de lengua española se remonta al movimiento estético modernista, caracterizado por una tendencia general hacia la depuración formal, conceptual y simbólica que afectó a todos los géneros literarios. Heredera del simbolismo y parnasianismo europeo, la estética modernista preconizó, entre sus principios, la búsqueda de la esencia­lidad y la renovación del lenguaje, lo que favoreció la astringencia textual, funda­mental para la formación y desarrollo de la narrativa hiperbreve. Pero tal género no se desarrolló sino en la vanguardia. En Hispanoamérica, acota Andres-Suárez[3], el movimiento vanguardista adoptó diversas corrientes: el simplismo del peruano Alberto Hidalgo, el creacionismo del chileno Vicente Huidobro, el estridentismo del mexicano Manuel Maples Arce, el ultraísmo del argentino Borges y el nadaísmo del colombiano Gonzalo Arango.

Desde luego hay figuras totémicas en este género. Los más próximos en términos geográficos los encontramos en México: Las figuras totémicas de la tradición mexicana son José Arreola (Confabulario, 1952) y Augusto Monterroso (Obras completas (y otros cuentos), 1959, y La oveja negra y demásfábulas, 1969). Ambos presentan una fuerte inclinación al fragmen­tarismo y a las formas hiperbreves, así como a la reescritura de los motivos canónicos de la tradición. No en balde, la ironía verbal y situacional y la parodia genérica y específica son constantes[4] que en Jorge Canales se dan con maestría.

Existe un narrador en tercera persona que observa y le da vida al curso de los acontecimientos, ensimismado en dejar constancia de realidades habituales del ser humano en el contexto social. Tomemos para el caso, el microrrelato «EL LOCO II», que literalmente dice: «En el Parque Colón, el loco arrastra latas, desprecios y muecas. Entre espectros de voces desova respuestas cíclicas, hastío de infatigables relojes y telarañas rotas. Cuerdo, perdió la luz de las manos; loco, encontró los pies para andar los laberintos de sus fantasmas.» Modo que combinado con un ocasional uso del singulativo o iterativo siempre en un periodo sumamente limitado de la narración, permite que los personajes asuman momentáneamente proporciones exageradas o aspectos inusuales. En el caso de «Cosas del hambre», el autor nos plantea la vida tal cual se manifiesta, y no el mero concepto de vida, que nos ubicaría en un plano excesivamente diverso. Microcuentos hilvana una inconfundible indagación en la naturaleza humana, subyugante que deriva en asombro; hay una exaltación a la clarividencia y a la precisión alucinante del lenguaje.

Un microcuento es un cuento breve en el que la carga narrativa, más que mostrarse con palabras, tan solo se insinúa, sugiere y, es el lector quien debe no solo completar la información con su conocimiento del mundo sino incluso trazar sus posibles significados, el desarrollo de la historia narrada o desenlace del conflicto.[5] En éste debe imperar la concisión, la sugerencia y la precisión extrema del lenguaje, desecha lo innecesario; a menudo hace uso de la elipsis, lenguaje con doble sentido, desenlaces rápidos, concisión, intertextualidad, síntesis reveladora y condensada. En el microrrelato no se trata de narrar en pocas palabras sino simplificar; el humor y la ironía son elementos sustanciales y recurrentes. Por lo general el microcuento requiere que la sucesión de hechos use formas verbales en pretérito.[6]

En virtud de lo dicho, son muchas las vidas del cuento en las que los diversos cultores del mismo han sabido amoldarse a circunstancias cambiantes para seguir estructurando u organizando modos de pensar y producir realidades o alternativas a la narrativa dominante. Estos microcuentos son admirables por la libertad que ejerce el autor, prosa rica conceptualmente hablando y sobre todo, por los elementos referencial o alusión, suspicacia que convierte en eco. Además de ello Canales recurre en muchos casos al absurdo, al no sentido de las cosas o realidad tal el caso: «En un bosque: las mariposas son mariposas, los búhos son búhos y las orquídeas son orquídeas. En la asamblea: las ratas son tacuazines, los gusanos son serpientes y los perros son gatos.» (Canales: Faunadiversidad, 2025); en otros, al humor, visto como furor, sarcasmo que a su vez es manifestación del absurdo: Aterrorizado por morir, se aterrorizaba vivir. Un día no le importó morir...decidió vivir.» (Canales: Decisión, 2025).

«El menú», como Canales intitula a este haz de microcuentos es una compilación de historias más complejas y personales, reflexiona sobre diversos acontecimientos de la condición humana; nos comparte una mirada lucida sobre distintos aspectos cotidianos y redescubre en detalle lo que deambula en la calle con detalles que tienen que ver la psicología, personas, animales. Es un apasionado de los dilemas que delatan sensaciones de desamparo y espejismos que abaten al ser humano en sociedad, además de plantarse frente a las formas restrictivas de la escritura, del lenguaje que nos impone la cultura dominante. Los microcuentos de Canales encarnación de lo vital, la política y estética; desde lo cotidiano apuntala las contradicciones de un mundo que ronda su memoria; si nos atenemos a la verdad, lo único cierto es el absurdo, pues la vida está llena de un desorden revelador y sórdido. Su obra caracterizada y arraigada en lo existencial delata un manejo sintáctico robusto y rastrea como es debido «el abismo de las apariencias ocultas», su lenguaje de concisión busca conscientemente el espejo como espacio silencioso e inevitable. Escribe: «No creo en Satanás vociferó, Juan, con martillo en mano. Seguidamente, cayó a sus pies una lluvia de fragmentos del espejo.» (Canales, El espejo, 2025).

Según Larrea O, María Isabel[7] en el microcuento hay que destacar tres elementos: la brevedad, la transtextualidad y el fragmentarismo para lograr la comprensión de este, su carácter narrativo incompleto y abierto, y su ficcionalidad. Un lenguaje preciso, muchas veces poético, su final abrupto e impredecible, pero abierto a muchas interpretaciones. La brevedad, su carácter abierto, fundado en diversas estrategias y juegos retóricos. El uso de la paradoja, de la alegoría, de la fábula o de la parábola, las construcciones retóricas, metalepsis, elipsis, juegos de lenguaje, entre otros son propias para el conjuro. Desde luego hay textos que inciden en una textualidad altamente connotativa, como es el caso de «CELINA Y CAROLINA»:  «Estaba en una esquina de la Calle Arce, enredada con rituales de coyotes. Tenía catorce girasoles en sus pechos y mil abusos bajo su falda. Cuando transaba sus encantos, el grito: ¡Fuera de mi cuadra zorra!  trastornó su cara angelical de madreselva. En su retirada, en silencio, escupía maldiciones. No debía alzarle la voz a su madre.» (Canales, 2025).

«El Rey de los perros era un perro escuálido con lengua grande. En una jaula tenía su jauría de muchas razas. La mayoría eran callejeros, ciegos, mudos o sordos con caninos, orejas, ojos y lenguas grandes. Odiaban a los animales que no admiraran a su rey. Una vez identificados, los destrozaban al primer ladrido del amo. El rey, después, les repartía huesos dependiendo de su raza y les cerraba la jaula.» (Canales, 2025). En estos microcuentos de Canales, en consecuencia, su poder inferencial está activado desde las diversas relaciones textuales y transtextuales y que están en consonancia con todos los puntos de significación del texto: título, referencias con el contexto cultural del título, continuidad del relato supuesto después del también, supuesto diálogo, hipótesis y conjeturas a partir de los signos (Rey, perros, jaula, jauría, raza, odio, amo, polisemia de las palabras, etc.

Además de lo planteado vivimos tiempos en el que la comunicación es breve de ahí la importancia del relato corto o microcuento; conviene decir que las características similares entre cuento y microcuento son según Pacheco y Barrerra Linares[8]: Narratividad, ficcionalidad, afán de brevedad, unicidad de concepción y recepción, intensidad de efecto, economía, condensación, rigor y uso de marcos y de esquemas de acción. Con respecto a sus características hay algunas que se consideran definidoras de esta forma literaria junto a otras que no lo son tanto o que provocan más discusión. Una de ellas es la brevedad. La extrema brevedad es uno de los objetivos primordiales de un escritor de microcuentos y como consecuencia de esta, surgen otras características como la minuciosidad a la hora de elegir las palabras y la importancia del título. Canales, muy conocedor de estas características del género, nos dice: «En la oficina había un gato. No utilizaba las garras para matar, le bastaba la lengua.» (Canales: EL GATO, 2025).

Si observamos, a la brevedad se suma el ritmo ágil y la precisión del lenguaje en el microcuento, lo que predispone al lector a una mayor participación en la construcción del sentido. El microcuento, de naturaleza eminentemente elíptica, no puede perder tiempo en dar explicaciones al lector y, en su rapidez, se resiste a la lectura fugaz y desechable propia de los textos de consumo rápido del mundo que vive de su presente histórico. De igual manera responde a un modo contestatario de cuestionar la realidad contemporánea,[9] más allá de lo aparentemente inconcluso, tal como los muestra esta paradoja. «Convencido de no sufrir más, por falta de alimentos; un día decidió, con alegría, comer menos.» (Canales: DIETA, 2025). Cada microrrelato deviene de situaciones concretas, la temática pretende ejemplificar algunas situaciones fundamentales de una realidad oscura y turbulenta, sin omitir las tendencias actuales de dicho género, tal como lo acota Leticia Bustamante Valbuena Bustamante[10] investigadora. Los hay fantásticos, insólitos, alógicos o del mundo caótico, transculturales, parasimbólicos.

Y para finalizar este recorrido, es oportuno expresar lo siguiente: La consolidación del microrrelato en el escritor Jorge Canales como género literario o, si se prefiere, como forma literaria diferenciada, se asienta sobre diversos agentes que han intervenido de manera decisiva en su canonización, han favorecido su difusión y han propiciado la investigación de su historia y de su conceptualización teórica. Contrario a lo que pueda creerse, la obra de Canales en este género es la muestra de una renovación de la literatura salvadoreña, gestación acaso de una nueva modernidad.

 

 

André Cruchaga,

Barataria, El Salvador, 04.03.2025



[1] Jorge Canales (Santa Ana, 1957). Biólogo, químico y docente de la Universidad de El Salvador. Autor de 20 poemarios, en los que destaca «Atrapados», publicado en Argentina y Cuba y «Nadie es Poeta en su Tierra».

[2] Para tal menester, puede consultarse en: https://letrasdechile.cl/2019/11/14/breve-recorrido-historico-por-el-microrrelato-hispanoamericano1/

 [3] breve-recorrido-historico-por-el-microrrelato-hispanoamericano.

[4] Lagmanovich, David (2006). El microrrelato. Teoría e historia. Palencia: Me­ menos cuarto.
– (2010). «Brevedad con B de Borges’: En Pollastri, Laura (ed.). La huella de la clepsidra. El microrrelato en el siglo XXI. Buenos Aires: Katatay. 185-206.

 [5] Crisanto Pérez Esain. “El principal presupuesto de un microcuento es su afán sugeridor”

https://www.udep.edu.pe/hoy/2015/07/el-principal-presupuesto-de-un-microcuento-es-su-afan-sugeridor/

[6] ARRÁEZ BETANCORT, R., JENSEN CASADO, E. y PASCUAL PÉREZ, C. Aceleración y postmodernidad en el microrrelato. En ESTEBAN ORTEGA, J. (eds.) La aceleración: velocidad, cultura y comunicación en los aspectos urbanos contemporáneos. Valladolid: Universidad Europea Miguel de Cervantes, 2011.

[7] Larrea O, María Isabel Estrategias lectoras en el microcuento Estudios Filológicos, núm. 39, septiembre, 2004, pp. 179-190 Universidad Austral de Chile Valdivia, Chile

[8] Pacheco, C. y Barrera Linares, L. (Comp.).(1993). Del cuento y sus alrededores. Caracas: Monte Ávila.

[9] Larrea O, María Isabe en Brasca, Raúl. 1973. "Los mecanismos de la brevedad: constantes, variables y tendencias en el microcuento". http://cuentoenred.org/cer/numeros/no_1/pdf/no1_brasca.pdf

[10] Bustamante Valbuena, Leticia. UNA APROXIMACIÓN AL MICRORRELATO HISPÁNICO: ANTOLOGÍAS PUBLICADAS EN ESPAÑA (1990-2011). (Tesis doctoral), Universidad de Valladolid, FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS DEPARTAMENTO DE LITERATURA ESPAÑOLA Y TEORÍA DE LA LITERATURA Y LITERATURA COMPARADA.


viernes, 7 de marzo de 2025

TRENES: AMANECER EN LA MEMORIA, O LA SEDUCCIÓN DEL SUEÑO

 



TRENES: AMANECER EN LA MEMORIA,

O LA SEDUCCIÓN DEL SUEÑO

 

 

 

 

Tan cierto como gratificante resulta hacer este recorrido bajo los auspicios de la patria de la poesía, en este caso, de la poesía de Juan Ramón Jiménez Simón, contenida en su poemario: “La Memoria del Expreso”, estructurado en tres momentos íntimos, emocionales: procedencia, destino, entrada.  De entrada, el poeta me hace una acotación: “Tenemos en común la estación de ferrocarril de Alcázar de San Juan (Ciudad Real), importante nudo ferroviario antaño, y un mismo tren (el catalán). Eva es de Barcelona (residente en Sevilla) y yo de Sevilla (mi familia es de Toledo, soy hijo de padres toledanos que emigraron a Sevilla). Ambos hemos viajado "en el catalán" (hacía el trayecto Sevilla - Barcelona, y viceversa) infinidad de veces en nuestras infancias. Yo me bajaba (subía) en Alcázar de San Juan, y ella iba de paso en el tren.”

             Por mi parte, recordé los míos, los de la infancia; pero también, aquel Transiberiano que describe Pablo Neruda en “Las uvas y el viento”, (Ed. Nascimento, 1954); o el “Tren de todas las tardes”, de Juan Ramón Jiménez, en su viaje a Cádiz (Diario de un poeta recién casado, Cátedra, 2017); “El barco ebrio” de Arthur Rimbaud, de “horizontes que se hunden, como las cataratas” de inquietantes parajes; e incluso, el tren de Ágatha Christie, tan misterioso como intrigante. El tren nos permite navegar en tierra firme, como una exacta prolongación de la vivencia. Vientos inefables han llevado al poeta a transitar por la memoria dando rienda a los albedríos del camino.  “El silbido del tren subió mis ganas”, dice el poeta, para dar paso a su sueño y destino.

Acompañan a este poemario, ilustraciones de Eva García Fernández, dándole rostro casi humano a su silbo de libertad. En su asombro, se reflejan candilejas y centellas que atraviesan el alba. Es, sin duda, la metáfora y sinécdoque del sinfín: designa, el ciclo biográfico, con partida y destino final. Símbolo, además, en una época del futurismo. Contrario al paroxismo de Robert Lowell, Antonio Machado que en su decir el tren era una placenta confiable, o Miguel Delibes que lo reivindica, y lo erige como santuario de sabias conversaciones, o Jorge Teillier y su poema “Los trenes de la noche”, o Augusto Monterroso, o Emilio Adolfo Westphalen, que hizo un parangón del ferrocarril con su muerte: "El tren se ha detenido en el silencio opaco y sin ecos de la noche anónima. Es la llegada a término - no se reanudarán ya más ni agitación ni bullicio ni carcoma", Juan Ramón Jiménez Simón, hace de él un exacerbado encuentro casi proverbial de la vida.

              Uno se imagina al poeta, seducido por los raíles de esos extraños adioses. Hay ahí, ecos audibles, resplandores y una aventura acumulada en su conciencia: el viaje a través de orillas lunares, rumores infinitos y numerosas vidas cuyo destino colma la vida de diferentes ropas. En él, desfila el tiempo y se nos muestra en ese “Rielar entre sombras”; a su vez, “el temple del desvarío, … cimbrea la nave del misterio, abrasando las brumas de espectros”. Juan Ramón, es fiel a su palabra exploradora, misma que nos lleva y nos adentra a una integración y memoria de símbolos. Son poemas intensos que rebasan la atmósfera metafórica de los ferrocarriles: desde el tiempo de la memoria, su interior, hondo, de matices. Nos sugiere, además, un cosmos y una utopía. Así, el poeta nos dice: “Entre la claridad pasajera/ y lo indiscernible postrero, / la estrella en su mapa informal/ declara sobre la vasta red/ la seducción de lo nuevo,” …

           Mientras nos seduce el sueño de las lejanías, y la memoria revive con pulcritud petrificada sus varios viajes, el poeta nos transparenta el espejo al punto de hacer cuerpo esa materia, a ratos inasible, a ratos melancólica e insólita. Es tan rico e intenso el sentimiento del poeta que uno queda atrapado, sin poder evitarlo, en su lectura.  Hay tanto asombro en la poesía de Juan Ramón, que uno se queda perplejo, como aquel pasaje de Gabriel García Márquez (Cien años de soledad) y el arribo del tren a Macondo: “El inocente tren amarillo que tantas incertidumbres y evidencias, y tantos halagos y desventuras, y tantos cambios, calamidades y nostalgias había de llevar a Macondo". El poeta desvanece los sentidos en sus recuerdos. A tal punto que las ausencias (las de la ambrosía amorosa y encantamiento), le ganan la tristeza, o lo empañan de vahos y destiempo.

Puede encontrarse en el discurso poético de Juan Ramón Jiménez Simeón, una imantación por la palabra, una resonancia vibrante y luminosa del tiempo ido. Le ha dotado, a su poesía, de un ritmo especial y ello le permite no caer ni el laconismo, ni en los excesos de la retórica. Por lo demás, comunica sus sentimientos y emociones con una indiscutible intuición de una realidad que le es propia. Su voz de hondo aliento resplandece en los umbrales de lo que perdura. La lectura hace posible una especie de catarsis, en el sentido aristotélico del concepto, pues nos implica emocionalmente con sus vivencias. Razón tenía Hans-Georg Gadamer cuando afirmaba que toda obra literaria constituye un diálogo entre pasado y presente. Ahora, me toca inferir sus desasosiegos, en clave, de sus textos pues que el poeta al recordar aquellas travesías en tren, le evoca un panteón, frío, por lo inerte de las criptas.  Por alguna razón el poeta se siente descorazonado, al punto de decir: “¡Triste y sublime/ sinfonía del desconcierto, / que ronda en torno a ella/ la muerte como el grito/ de la vida! “

            En el Canto segundo, su destino y “un escalofrío sin salida”. Veamos aquí como el determinismo se afinca en su alma. Paradójicamente, está presente, el vaivén del desconcierto: norte o sur, ramblas, vacíos llanos: “y una parada a otra sucede”. Asume el poeta esos vaivenes del fermento; en su tránsito hay sombras de luz, y noches rotas en el eje de la espera. Ahora estoy tan lejano, diría Claudio Rodríguez, “que nadie lloraría si muriese”.  Es menester en la obra de Juan Ramón, el uso de ideas y pensamientos que se contraponen: Distraía mis ojos/ en las penas de un gozo, / un vagón sobre otro,/ mientras el color yacía en la luz”.  Según esto, el poeta se goza en la pena, es decir en el sufrimiento. En el campo de los sueños y la poesía es posible. Igual que deslizarse esos trenes a través del bosque, o las despedidas que devienen en lágrimas.

             El binomio tren-vida, es la historia del sentimiento expresado en versos. Historia que presagia, en su unicidad poética, el eterno ir entre cardo y albahaca, entre sombras resurrectas que tiemblan en la carne: ecos y sueños, ahí, en su solemnidad de grito, de un tiempo que se nos escapa por su condición de inasible, o por su resonancia errabunda. Al final queda el misterio de la memoria y las nostalgias por la no consumación de lo anhelado.  De ahí que el poeta, trémulo, nos diga: “Poco importa el crepúsculo/ al viajero del banco azul, / si el sol es enemigo mortal/ de los tiempos seguidos/ que desaparecen en un consuelo.”

             La construcción poética de Juan Ramón Jiménez Simón, media sin lugar a duda, entre lo eterno y lo temporal; junto a ello, la perennidad espiritual que reelabora esa atmósfera trascendida: la memoria del Expreso. Su canto tercero lo define el poeta como la entrada, de nuevo a su historia de antaño. “Cuando el recuerdo del tiempo/ procede de una entrada, / soñando aquellos momentos,/ fuimos pioneros de antaño/ que por edad crecimos/ para que lleguen otros”… Es el viaje de la memoria, a voluntad de su alegre agonía, pero también el tránsito de su largo recorrido. Hurgar en la memoria es buscar el tiempo fenecido. A su vez, El uso de diferentes isotopías hace sustancial su contenido simbólico. “El lenguaje se anticipa siempre un poco a nuestro pensamiento, hierve un poco más que nuestro amor”, (Gastón BACHELARD, El aire y los sueños).

           La materia poética rebasa los límites de la palabra y la médula y los contornos de la memoria.  “Memoria del expreso”, es un imaginario espacial y progresivo del poeta que se alumbra recordando esos micromundos, a menudo resbaladizos, de lo que fue, pero igualmente de lo que será.

 

André Cruchaga,

Barataria, 16 de enero de 2019