UN MUNDO DE ASEDIOS Y DESPOJOS
EN LA OBRA JORGE CANALES
nos observan de reojo,
nos acusan de irrealistas delirantes
MARTHA
KORNBLITH
En El Salvador, supongo que también en
otras partes del planeta, a menudo se les da poco valor a los logros de una
persona, de ahí la sentencia de Jesús, que el poeta Canales la retoma y la hace
suya… «nadie es profeta en su propia tierra» en Lucas 4:24 y Mateo
13:57. Jesús, reitero, utilizó esta expresión para referirse a la
dificultad de ser aceptado en el propio lugar de origen. Dicho lo anterior
como referencia: «Nadie es Poeta en su Tierra» de Jorge Canales Ed.
Universitaria, El Salvador, 2021) quiero comenzar este periplo, recordando dos
versos de Frank Kermode: «No se espera de los críticos, como se espera de los
poetas/ que nos ayuden a hallar el sentido de nuestra vida.» Donde las
contradicciones históricas nos permitan encontrar un punto de inflexión entre
memoria y tiempo, redivivo. El poeta adopta conscientemente su propia
expresividad iluminativa y la trasciende a través de su instrumento de trabajo:
la palabra. Sabemos que el proceso de creación es complejo en sí mismo, en un
país con perennes convulsiones pero que está ahí en las convicciones
espirituales del poeta. Y lo es más cuando desde la brevedad hay que hacer
visible al lector, la acción y el suceso que se narra. Sin duda es un proceso
intrincado de creación, a este respecto. David Lagmanovich, dice: «cinco factores que condicionan tanto el
proceso de creación como el resultado textual: el autor siente un impulso, una
urgencia que responde a la necesidad de contar algo utilizando un modelo de
narración caracterizado por la concisión y la autonomía. Y añade que la razón
última y la finalidad fundamental en este proceso es la alegría de la creación,
es decir, un autor escribe microrrelatos porque procura experimentar y
transmitir con la mayor intensidad posible el placer que proporciona la
literatura” (“El microrrelato hispánico…» 88-91). En la brevedad, el mundo
ficcional es sumamente complejo. Pero ello, siempre nos permite el asombro y,
consecuentemente, la reflexión. Hablamos de un texto, estrictamente
referencial, siguiendo la línea de Van Dick y Chico Rico. Por lo mismo se
requiere de un lector competente, un destinatario que tenga la capacidad de
armar su propio correlato. El discurso poético-narrativo así lo demanda.
La narrativa breve, llámesele microrrelato
o microcuento, minicuento, minificción, requiere de tanta pericia, como la
necesaria en las obras extensas. Al igual que Guillermo Siles, prefiero el
concepto por el que él opta: microrrelato, debido a su aparente neutralidad y
generalidad para abarcar esta enorme variedad de formas discursivas. La
tradición literaria de este género en particular, me atrevo a decir, que es
sumamente reciente en descubrirse, no así en cultivarse. (Dolores Koch, 1981). De ello da cuenta cuando aborda a tres
escritores hispanoamericanos (Torri,
Arreola y Monterroso). (Dolores Koch,
“El micro-relato en México: Julio Torri, Juan José Arreola, Augusto Monterroso
y Avilés Fabila”, Hispamérica, 30 (1981).
Asintiendo que no es un género canónico,
los gérmenes de este lo encontramos en la robustez del modernismo, con Darío
(1988, Azul). El poema en prosa conviene decirlo, para teóricos y críticos
contemporáneos, no es otra cosa que una obra narrativa en pequeño y como tal,
tiene sus características definitorias y ficcionales. Podemos afirmar que los
referentes remotos con los cuales nos encontramos en los microrrelatos de Jorge
Canales, son los poetas del modernismo hispanoamericano. Claro que aquí caben
Lugones y Velarde, Gutiérrez Nájera y Martí, sólo para mencionar a los más
representativos. Recordemos que el modernismo fue el que refundó y consolidó
estas nuevas formas expresivas, que luego abanderó la vanguardia y la
posmodernidad.
El microrrelato de Jorge
Canales, obedece a la estética de la pos-vanguardia, escritura que, a su vez,
deviene del universo del simbolismo: la misma, es un laboratorio de expresión
con incursiones arriesgadas y fecundas en nuevos territorios, tal la
apreciación de Selena Millares (Del
simbolismo al surrealismo: las prosas de las vanguardias hispánicas, Madrid,
2013.) Es digno reconocer que el microrrelato, fue el semillero del boom
latino americano. Más allá, sin duda, de cualquier
aspiración estética y estilística, vemos en el libro, no la mera obsesión por
el lenguaje, ni siquiera la experimentación radical, sino la comunicación y la
comunión con los demás. Es en realidad, una poesía narrativa que busca un
interlocutor más que una torre de marfil que abrigara al poeta del resto del
mundo. Me parece que su objetivo esencial es reflejar el estado de cosas de la
realidad, sin soslayar sus sentimientos y emociones.
Los
versos
y relatos de Jorge Canales, nos muestran su poder de síntesis, e incluso el
poder de la fantasía, de otro lado, la película es diferente porque su contenido tiene tácitas implicaciones sociales y
políticas, como es el caso de la «Condena»: «El
poeta fue condenado por maldecir la palabra. Lo exiliaron al infierno de la
palabra.» Ahí, es el lector el que tiene que hacer sus propias
inferencias a partir de cuatro palabras Clave, como son: condenado, exilio,
infierno y palabra. Cada palabra, entonces, nos da la posibilidad de múltiples
interpretaciones. Además, es pertinente señalar que, en este caso, la escritura
de Jorge Canales se libera de las ataduras tradicionales del verso y la
narrativa tradicional; con ello nos da una visión diferente de la creación
literaria, es decir, una manera diferente de ver la realidad. Su originalidad lo
sitúa fuera de los límites, al margen de escuelas y canon. «Lo que nos encontramos en (Canales), no es una representación de la
realidad sino una ficción como la realidad creada por Baudelaire en sus poemas,
y las cuales se convierten en una realidad dentro del poema.»
La palabra por naturaleza es demoledora y
arma crítica para desatontar este mundo de perversión y alienaciones. Estos
poemas y estos microrrelatos, algo así como fusión de fronteras, (poetizar la
narración y viceversa), rompe con los límites genéricos, tal como lo hicieron
en su momento, poetas como Jaime Sabines, Juan Gelman, Roque Dalton, Nicanor
Parra, Ernesto Cardenal, Roberto Fernández Retamar. En este contexto, Jorge
Canales recurre reiteradamente al tema de la locura, y «puede (como dice Abraham Andreu Gómez, en El genio
creativo: radiografía de poetas a través de la locura), que el «genio» sea
un «estado de enfermedad mental», como dijo Poe o que la locura sea «lo más
sublime de la inteligencia». Puede que los poetas se parezcan a ese albatros de
Baudelaire al que «sus alas de gigante le impiden volar». O puede que el único
impedimento sea que el poeta, a veces, coquetea con la locura. «La locura y el gran ingenio son casi
aliados / y tenue es la frontera que marca sus condados», escribía John Dryden tras
la restauración inglesa. Un pareado que aplaude Michael Drayton al escribir
esto sobre Kit Marlowe: «Pues conservaba esa sutil demencia / Que es de un
poeta idónea pertenencia».
Parafraseando
a Flannery O’Connor puedo afirmar que El principio del conocimiento
humano se da a través de los sentidos, y el escritor empieza donde empieza la
percepción humana. El escritor atrae por medio de los sentidos, y no se puede
atraer a los sentidos con abstracciones. Para la mayoría de la
gente es mucho más fácil expresar una idea abstracta que describir un objeto
que está viendo realmente. Pero el mundo nuestro está lleno de materia, lo
tangible, que es lo que los escritores que empiezan están poco dispuestos a
tratar. Están interesados principalmente en las ideas abstractas (…) en lugar
de todos esos detalles concretos de la vida que hacen real el misterio de
nuestra situación en la tierra («Naturaleza y finalidad de la narrativa», en
El negro artificial y otros escritos, Madrid, Ediciones Encuentro, 2000, p.
285.) Jorge Canales, diestro
en estos menesteres lo sabe. Su acuciosidad lo lleva a abordar los grandes
temas sociales que aquejan al ser humano: la inequidad social, económica,
cultural, por ejemplo, con un lenguaje absoluto, lindando a veces en lo mejor
de la greguería de Gómez de la Serna,
o Luis Buñuel. Su lenguaje onírico
nos muestra la crueldad y una intensa carga anticlerical, Véanse poemas como «La calle Arce» y «La Loca». Su ímpetu
creador le permite explorar situaciones nuevas y ello le atribuye un alto grado
de originalidad. Como el caso de André
Gide, Canales permanece fiel a los auténticos impulsos de su experiencia
creadora.
Tanto sus
poemas como sus microrrelatos poseen rasgos sobresalientes, tal la marcada
atención al detalle, al matiz, siempre significativos y reveladores. Bastará
leer unos cuantos textos (para el caso,
«El loco II» y «Cosas del hambre»), de Jorge Canales, para repensar la
importancia del detalle en la narración o el poema. De esta forma, con gran
precisión narrativa y sin prisa, construye las situaciones, los personajes y su
concreto y particular entorno.
Existe un narrador en tercera persona que
observa y le da vida al curso de los acontecimientos, ensimismado en dejar
constancia de realidades habituales del ser humano en el contexto social.
Tomemos para el caso, el microrrelato «EL LOCO», que literalmente dice: «En
el Parque Colón, el loco arrastra latas, desprecios y muecas. Entre espectros
de voces desova respuestas cíclicas, hastío de infatigables relojes y telarañas
rotas. Cuerdo, perdió la luz de las manos; loco, encontró los pies para andar
los laberintos de sus fantasmas.» Modo que combinado con un
ocasional uso del singulativo o iterativo siempre en un periodo sumamente
limitado de la narración, permite que los personajes asuman momentáneamente
proporciones exageradas o aspectos inusuales.
En el caso de
«Nadie es Poeta en su Tierra», el autor nos plantea la vida y todos los espejos
doloridos del tiempo, la realidad humana y sus entramados sociales, y no el
mero concepto de vida, que nos ubicaría en un plano etéreo. Tiene, además, este
libro, la virtud de registrar todos aquellos textos que han sido ganadores en
certámenes literarios en España. Su calidad es innegable y, por supuesto,
irrefutable.
Otro de los microrrelatos geniales de este libro y que apoya mi tesis
anterior es: «ALMAS EN PENA», el cual dice textualmente: «Una niña exiliada de las vísceras de una marginal era ala de su madre
Mercedes Locura. Juntas volaban con sus
ojos endemoniados. La calle, como siempre, se burlaba de sus cabelleras
atormentadas por la intemperie. La niña llevaba en su laberinto una mueca con
vestido de roturas y remiendos. Maldecía la eternidad del desprecio. Maldecía
la miseria atrapada entre el fastidio y el cemento de la calle congelada.»Como
vemos, en este minicuento, la brevedad sin embargo encadena perfectamente las
imágenes de personajes y desarrollo de la acción condensada, con un lenguaje,
además, preciso. Surge —según
los estudiosos de este género— de la adaptación de los medios expresivos de
otros géneros, a través del tamiz de la estética posmoderna; por tanto,
parodia, ironía y fragmentación son rasgos notables en ella. Y agregaría, tal
lo dicho por don Juan de Mairena, «la prosa no debe escribirse demasiado en
serio. Cuando ella se olvida del humor —bueno o malo—, se da en el ridículo de
una oratoria extemporánea.»(Citado por Selena Millares).
Como es
menester, un poeta comprometido con su oficio, piensa en el tema de la muerte, (no como herencia quevediana, ni como mero
enigma, sino como fenómeno que deviene de los problemas estructurales de
nuestro país), tal el caso de Jorge Canales. Los textos poéticos, aquí,
funcionan como el intermezzo de la
obra en conjunto. Y es justamente un poema, «El loco», como una especie de
manifiesto, el que nos adentra en el libro: «El
que siembra pájaros en sus amaneceres sin puertas/ y dibuja fantasmas en la risa.»
Canales concibe la escritura como un acto de libertad, “sin puertas”. El yo
lírico, aquí, está circunscrito a las circunstancias, el que cuenta «cuenta charcos de sangre en la calle».
Canales, describe la existencia y, al hacerlo, lo hace con absoluta convicción
y profundidad. Es la objetivación del mundo, esa realidad que nos devuelve al
mundo real. Esas fotografías residuales de la vida.
Por otra parte, en la escritura de Jorge Canales está presente la historia
del país. Su narrativa poética, de cara con la realidad, se reviste entonces de
un tono trágico, desmitificador. Canales asocia el contexto político
social con la oscuridad y la tristeza que suscitan las tumbas y sus muertos.
Siendo, a mi juicio, otra forma de tiranía, tan cruel como los lamentos del
abandono, o la sangre que abriga las calles.
«La
anciana», es un poema conmovedor y demoledor. Es la ciudad y el
sufrimiento de su gente. La niebla y su mar terroso, la fotografía rota,
arrancada de la conciencia. Pero las calles de San Salvador son así, una
lágrima perennemente hundida en la conciencia, una hechicería de desvanes
zurcidos por la inclemencia, por la indiferencia, el menosprecio, restos
delirantes de la historia. La deixis personal, local y temporal nos sitúa de
inmediato en una elocución polifónica y por lo mismo, también testimonial.
Uno regresa del mercado («Rituales del pan») es otro
microrrelato insobornable. Leer este poema-relato, nos hace pensar en la
historia salvadoreña; inmediatamente nos remite a la construcción de una
tradición patriótica: la dignidad o el hambre, desarmado, sólo con los sueños.
Resulta interesante, constatar cómo se configura la fraternidad que autoriza al
«yo» a decir «nosotros», a hablar apropiándose de la voz del colectivo, es
decir del pueblo. «La poesía llama a la
fraternidad y da sentido al cúmulo de acontecimientos que se suceden».
Otro de sus
poemas, reflejo hostil de nuestra patria, es «La vida es una flecha», la cópula
no es por la vertiginosidad, la metonimia nos ayuda a entender aquí el objeto
con la materia, lo insólito del mundo en sólo ese objeto: «A las doce de la noche. / Con sus guadañas de odio/ Las jaurías de la
muerte/ Cercenaban las puertas/ Las abrían al terror. / En el llanto de la
sangre/ Las súplicas, impotentes, se ahogaban.» Estos versos como vemos nos
remontan a un momento de nuestra historia. Aún la siento en la piel. Aun esos
hechos zarandean mi conciencia. Con todo, lo grandioso de la existencia, son
los sueños, acotaba Neruda.
Seguidamente
el poeta consistente con su imaginario poético nos declara: «Miradas de silencio y miedo/ Bajo
luciérnagas muertas/ Cicatrizaban cruces negras/ En la memoria de las paredes/
De esos cuartuchos de adobe y esperanzas.» En efecto, su libro Antológico, tanto como otros trabajos suyos
—poseen, a pesar de sus diferentes entonaciones, una misma coherencia interna
que pone de manifiesto lo que esa poesía tiene de inevitable suspicacia, su
movimiento en un sentido unívoco, lo que posee de destino necesariamente con
resonancias cósmicas.
La obra de Jorge canales, (prosa y verso), como
vemos en este libro, y en otros de su autoría, es esencialmente dolorosa y a la
vez de sanación: sus profundas certidumbres lo alejan de cualquier
escepticismo. La política y lo político, alcanzan en el poeta, la raíz esencial
de su infinito. Muchos de sus personajes se mueven entre los laberintos de la
chatarra y remolinos de un bosque de abandonos.
«Nadie es Poeta en su Tierra» es un libro
indispensable en la literatura salvadoreña. A través de él contemplamos (no con parsimonia) y no desde afuera,
las explosiones múltiples que diseminan el sentido por todas las grietas y
fisuras de la realidad nuestra; nos interpela permanentemente para hacernos
entrar en ese mundo grotesco y pervertido; nos sacude interiormente abriendo un
abismo donde incluso la propia convicción se ve amenazada porque sabemos de lo
que el poeta habla. Porque es posible la memoria aun con tanta desesperanza,
porque de una u otra manera los recuerdos y pensamientos se agolpan, porque le
dan contenido al corazón, porque aquí no hay vaguedades sino sentidas
reflexiones.
Lo interesante de esta obra de Jorge Canales es la realidad punzante
que nos muestra, poeta testigo de los vacíos y de este mundo que se ha vuelto
despiadado y que suscita angustias estrafalarias como una casa deshabitada o un
traje hueco. El hedor de lo inhóspito dispara tumbas asfixiantes, nos salpican
las imágenes horribles que bracean en el agua: el dolor, la ruina, la vida y su
nublada agonía. En «El niño, la mariposa y el grillo», no dice: «Bajo la mesa del barrio marginal juega un
niño con una mariposa y un grillo. Su madre le canta mientras embolsa miserias
de cocaína. Su padre llega borracho, la insulta y golpea. El niño, entre
lágrimas y sollozos, libera la mariposa y decapita al grillo».
Tenemos,
pues, en este libro del poeta Jorge Canales, motivos suficientes para repensar
la realidad y la escritura: Una literatura que no se vincula al ser humano
carece de construcción de memoria. Leo y veo al poeta con esas grietas
doloridas, extendiéndose en su mirada. Entonces, todo se hace transitable, aun
el pájaro que se duele sobre una estatua. Celebro con absoluta complacencia, la
mirada creadora del poeta Jorge Canales, su pensamiento vanguardista, su
búsqueda de la libertad, a través de la escritura. Su fuente de conocimiento
será siempre la realidad histórica y moral de este país, tal como lo señala
Enrico Mario Santi. (El laberinto de la
soledad, Octavio Paz.) En su creación
literaria encontramos esa necesidad de romper con las monotonías del yo
poético, para instalarse con su alma vibrante en el narrador testigo que desata
las aguas esenciales de los agujeros históricos. El gozo de leer a Jorge
Canales es inmenso. Siempre es necesario leer y repensar su mundo
poético-narrativo en presente, no en pasado. A diferencia del niño que dejó de
liberar luciérnagas, (El niño y las luciérnagas), el poeta, siempre desatará
ese bello ímpetu de los pájaros a la hora de exorcizar el mundo con su vuelo.
André Cruchaga