sábado, 19 de abril de 2025

UN MUNDO DE ASEDIOS Y DESPOJOS EN LA OBRA JORGE CANALES

 



UN MUNDO DE ASEDIOS Y DESPOJOS

EN LA OBRA JORGE CANALES

 

 

 

nos observan de reojo,
nos acusan de irrealistas delirantes

MARTHA KORNBLITH

 

 

En El Salvador, supongo que también en otras partes del planeta, a menudo se les da poco valor a los logros de una persona, de ahí la sentencia de Jesús, que el poeta Canales la retoma y la hace suya… «nadie es profeta en su propia tierra» en Lucas 4:24 y Mateo 13:57. Jesús, reitero, utilizó esta expresión para referirse a la dificultad de ser aceptado en el propio lugar de origen. Dicho lo anterior como referencia: «Nadie es Poeta en su Tierra» de Jorge Canales Ed. Universitaria, El Salvador, 2021) quiero comenzar este periplo, recordando dos versos de Frank Kermode: «No se espera de los críticos, como se espera de los poetas/ que nos ayuden a hallar el sentido de nuestra vida.» Donde las contradicciones históricas nos permitan encontrar un punto de inflexión entre memoria y tiempo, redivivo. El poeta adopta conscientemente su propia expresividad iluminativa y la trasciende a través de su instrumento de trabajo: la palabra. Sabemos que el proceso de creación es complejo en sí mismo, en un país con perennes convulsiones pero que está ahí en las convicciones espirituales del poeta. Y lo es más cuando desde la brevedad hay que hacer visible al lector, la acción y el suceso que se narra. Sin duda es un proceso intrincado de creación, a este respecto. David Lagmanovich, dice: «cinco factores que condicionan tanto el proceso de creación como el resultado textual: el autor siente un impulso, una urgencia que responde a la necesidad de contar algo utilizando un modelo de narración caracterizado por la concisión y la autonomía. Y añade que la razón última y la finalidad fundamental en este proceso es la alegría de la creación, es decir, un autor escribe microrrelatos porque procura experimentar y transmitir con la mayor intensidad posible el placer que proporciona la literatura” (“El microrrelato hispánico…» 88-91). En la brevedad, el mundo ficcional es sumamente complejo. Pero ello, siempre nos permite el asombro y, consecuentemente, la reflexión. Hablamos de un texto, estrictamente referencial, siguiendo la línea de Van Dick y Chico Rico. Por lo mismo se requiere de un lector competente, un destinatario que tenga la capacidad de armar su propio correlato. El discurso poético-narrativo así lo demanda.

La narrativa breve, llámesele microrrelato o microcuento, minicuento, minificción, requiere de tanta pericia, como la necesaria en las obras extensas. Al igual que Guillermo Siles, prefiero el concepto por el que él opta: microrrelato, debido a su aparente neutralidad y generalidad para abarcar esta enorme variedad de formas discursivas. La tradición literaria de este género en particular, me atrevo a decir, que es sumamente reciente en descubrirse, no así en cultivarse. (Dolores Koch, 1981). De ello da cuenta cuando aborda a tres escritores hispanoamericanos (Torri, Arreola y Monterroso). (Dolores Koch, “El micro-relato en México: Julio Torri, Juan José Arreola, Augusto Monterroso y Avilés Fabila”, Hispamérica, 30 (1981).

Asintiendo que no es un género canónico, los gérmenes de este lo encontramos en la robustez del modernismo, con Darío (1988, Azul). El poema en prosa conviene decirlo, para teóricos y críticos contemporáneos, no es otra cosa que una obra narrativa en pequeño y como tal, tiene sus características definitorias y ficcionales. Podemos afirmar que los referentes remotos con los cuales nos encontramos en los microrrelatos de Jorge Canales, son los poetas del modernismo hispanoamericano. Claro que aquí caben Lugones y Velarde, Gutiérrez Nájera y Martí, sólo para mencionar a los más representativos. Recordemos que el modernismo fue el que refundó y consolidó estas nuevas formas expresivas, que luego abanderó la vanguardia y la posmodernidad.

El microrrelato de Jorge Canales, obedece a la estética de la pos-vanguardia, escritura que, a su vez, deviene del universo del simbolismo: la misma, es un laboratorio de expresión con incursiones arriesgadas y fecundas en nuevos territorios, tal la apreciación de Selena Millares (Del simbolismo al surrealismo: las prosas de las vanguardias hispánicas, Madrid, 2013.) Es digno reconocer que el microrrelato, fue el semillero del boom latino americano. Más allá, sin duda, de cualquier aspiración estética y estilística, vemos en el libro, no la mera obsesión por el lenguaje, ni siquiera la experimentación radical, sino la comunicación y la comunión con los demás. Es en realidad, una poesía narrativa que busca un interlocutor más que una torre de marfil que abrigara al poeta del resto del mundo. Me parece que su objetivo esencial es reflejar el estado de cosas de la realidad, sin soslayar sus sentimientos y emociones.

Los versos y relatos de Jorge Canales, nos muestran su poder de síntesis, e incluso el poder de la fantasía, de otro lado, la película es diferente porque su contenido tiene tácitas implicaciones sociales y políticas, como es el caso de la «Condena»: «El poeta fue condenado por maldecir la palabra. Lo exiliaron al infierno de la palabra.» Ahí, es el lector el que tiene que hacer sus propias inferencias a partir de cuatro palabras Clave, como son: condenado, exilio, infierno y palabra. Cada palabra, entonces, nos da la posibilidad de múltiples interpretaciones. Además, es pertinente señalar que, en este caso, la escritura de Jorge Canales se libera de las ataduras tradicionales del verso y la narrativa tradicional; con ello nos da una visión diferente de la creación literaria, es decir, una manera diferente de ver la realidad. Su originalidad lo sitúa fuera de los límites, al margen de escuelas y canon. «Lo que nos encontramos en (Canales), no es una representación de la realidad sino una ficción como la realidad creada por Baudelaire en sus poemas, y las cuales se convierten en una realidad dentro del poema.»

La palabra por naturaleza es demoledora y arma crítica para desatontar este mundo de perversión y alienaciones. Estos poemas y estos microrrelatos, algo así como fusión de fronteras, (poetizar la narración y viceversa), rompe con los límites genéricos, tal como lo hicieron en su momento, poetas como Jaime Sabines, Juan Gelman, Roque Dalton, Nicanor Parra, Ernesto Cardenal, Roberto Fernández Retamar. En este contexto, Jorge Canales recurre reiteradamente al tema de la locura, y «puede (como dice Abraham Andreu Gómez, en El genio creativo: radiografía de poetas a través de la locura), que el «genio» sea un «estado de enfermedad mental», como dijo Poe o que la locura sea «lo más sublime de la inteligencia». Puede que los poetas se parezcan a ese albatros de Baudelaire al que «sus alas de gigante le impiden volar». O puede que el único impedimento sea que el poeta, a veces, coquetea con la locura. «La locura y el gran ingenio son casi aliados / y tenue es la frontera que marca sus condados», escribía John Dryden tras la restauración inglesa. Un pareado que aplaude Michael Drayton al escribir esto sobre Kit Marlowe: «Pues conservaba esa sutil demencia / Que es de un poeta idónea pertenencia».

Parafraseando a Flannery O’Connor puedo afirmar que El principio del conocimiento humano se da a través de los sentidos, y el escritor empieza donde empieza la percepción humana. El escritor atrae por medio de los sentidos, y no se puede atraer a los sentidos con abstraccionesPara la mayoría de la gente es mucho más fácil expresar una idea abstracta que describir un objeto que está viendo realmente. Pero el mundo nuestro está lleno de materia, lo tangible, que es lo que los escritores que empiezan están poco dispuestos a tratar. Están interesados principalmente en las ideas abstractas (…) en lugar de todos esos detalles concretos de la vida que hacen real el misterio de nuestra situación en la tierra («Naturaleza y finalidad de la narrativa», en El negro artificial y otros escritos, Madrid, Ediciones Encuentro, 2000, p. 285.) Jorge Canales, diestro en estos menesteres lo sabe. Su acuciosidad lo lleva a abordar los grandes temas sociales que aquejan al ser humano: la inequidad social, económica, cultural, por ejemplo, con un lenguaje absoluto, lindando a veces en lo mejor de la greguería de Gómez de la Serna, o Luis Buñuel. Su lenguaje onírico nos muestra la crueldad y una intensa carga anticlerical, Véanse poemas como «La calle Arce» y «La Loca». Su ímpetu creador le permite explorar situaciones nuevas y ello le atribuye un alto grado de originalidad. Como el caso de André Gide, Canales permanece fiel a los auténticos impulsos de su experiencia creadora.

Tanto sus poemas como sus microrrelatos poseen rasgos sobresalientes, tal la marcada atención al detalle, al matiz, siempre significativos y reveladores. Bastará leer unos cuantos textos (para el caso, «El loco II» y «Cosas del hambre»), de Jorge Canales, para repensar la importancia del detalle en la narración o el poema. De esta forma, con gran precisión narrativa y sin prisa, construye las situaciones, los personajes y su concreto y particular entorno.

Existe un narrador en tercera persona que observa y le da vida al curso de los acontecimientos, ensimismado en dejar constancia de realidades habituales del ser humano en el contexto social. Tomemos para el caso, el microrrelato «EL LOCO», que literalmente dice: «En el Parque Colón, el loco arrastra latas, desprecios y muecas. Entre espectros de voces desova respuestas cíclicas, hastío de infatigables relojes y telarañas rotas. Cuerdo, perdió la luz de las manos; loco, encontró los pies para andar los laberintos de sus fantasmas.» Modo que combinado con un ocasional uso del singulativo o iterativo siempre en un periodo sumamente limitado de la narración, permite que los personajes asuman momentáneamente proporciones exageradas o aspectos inusuales.

En el caso de «Nadie es Poeta en su Tierra», el autor nos plantea la vida y todos los espejos doloridos del tiempo, la realidad humana y sus entramados sociales, y no el mero concepto de vida, que nos ubicaría en un plano etéreo. Tiene, además, este libro, la virtud de registrar todos aquellos textos que han sido ganadores en certámenes literarios en España. Su calidad es innegable y, por supuesto, irrefutable.

Jorge Canales, maestro en estos menesteres, aborda con prodigiosa versatilidad los diferentes temas de la vida en sociedad, lo trágico y lo onírico, tanto desde el plano de la poesía como en este género del microrrelato. Cada poema o prosa tiene como referente una realidad que muchas veces pasa desapercibida por el ojo común. El poeta juega con las palabras y les da vida, las remite a un mundo luminoso, las habita con su sangre. Técnicamente, maneja con maestría tanto la «autodiégesis» e incluso la «metadiégesis» como la omnisciencia (en ocasiones selectiva, siempre invisible, que le permite penetrar y profundizar en una variedad de personajes); es además muy hábil combinando «diégesis» y «mimesis», con el fin de esconder o remarcar puntos de vista, esclarecer momentos o significados, graduar la información, mantener el suspenso o el misterio, e impedir que el lector se acomode en una sola posibilidad, en un tiempo preciso o en un espacio o situación predeterminada. Su dominio de los recursos narrativos le posibilita crear estructuras novedosas, donde nada es previsible (siempre hay giros imprevistos y profundidades sorprendentes, tal el microrrelato «El Poeta»). En este sentido, me recuerda «Continuidad de los parques», de Julio Cortázar. Es como si voláramos en un espacio desamparado y, luego, en algún punto, otra vez el desamparo, como en el «Viaje redondo», de Arqueles Vela, o incluso, algunos textos de José Emilio Pacheco, de Juan Emar, Vallejo, Felisberto Hernández.

Otro de los microrrelatos geniales de este libro y que apoya mi tesis anterior es: «ALMAS EN PENA», el cual dice textualmente: «Una niña exiliada de las vísceras de una marginal era ala de su madre Mercedes Locura.  Juntas volaban con sus ojos endemoniados. La calle, como siempre, se burlaba de sus cabelleras atormentadas por la intemperie. La niña llevaba en su laberinto una mueca con vestido de roturas y remiendos. Maldecía la eternidad del desprecio. Maldecía la miseria atrapada entre el fastidio y el cemento de la calle congelada.»Como vemos, en este minicuento, la brevedad sin embargo encadena perfectamente las imágenes de personajes y desarrollo de la acción condensada, con un lenguaje, además, preciso. Surge —según los estudiosos de este género— de la adaptación de los medios expresivos de otros géneros, a través del tamiz de la estética posmoderna; por tanto, parodia, ironía y fragmentación son rasgos notables en ella. Y agregaría, tal lo dicho por don Juan de Mairena, «la prosa no debe escribirse demasiado en serio. Cuando ella se olvida del humor —bueno o malo—, se da en el ridículo de una oratoria extemporánea.»(Citado por Selena Millares).

Como es menester, un poeta comprometido con su oficio, piensa en el tema de la muerte, (no como herencia quevediana, ni como mero enigma, sino como fenómeno que deviene de los problemas estructurales de nuestro país), tal el caso de Jorge Canales. Los textos poéticos, aquí, funcionan como el intermezzo de la obra en conjunto. Y es justamente un poema, «El loco», como una especie de manifiesto, el que nos adentra en el libro: «El que siembra pájaros en sus amaneceres sin puertas/ y dibuja fantasmas en la risa.» Canales concibe la escritura como un acto de libertad, “sin puertas”. El yo lírico, aquí, está circunscrito a las circunstancias, el que cuenta «cuenta charcos de sangre en la calle». Canales, describe la existencia y, al hacerlo, lo hace con absoluta convicción y profundidad. Es la objetivación del mundo, esa realidad que nos devuelve al mundo real. Esas fotografías residuales de la vida.

Por otra parte, en la escritura de Jorge Canales está presente la historia del país. Su narrativa poética, de cara con la realidad, se reviste entonces de un tono trágico, desmitificador.  Canales asocia el contexto político social con la oscuridad y la tristeza que suscitan las tumbas y sus muertos. Siendo, a mi juicio, otra forma de tiranía, tan cruel como los lamentos del abandono, o la sangre que abriga las calles.

«La anciana», es un poema conmovedor y demoledor. Es la ciudad y el sufrimiento de su gente. La niebla y su mar terroso, la fotografía rota, arrancada de la conciencia. Pero las calles de San Salvador son así, una lágrima perennemente hundida en la conciencia, una hechicería de desvanes zurcidos por la inclemencia, por la indiferencia, el menosprecio, restos delirantes de la historia. La deixis personal, local y temporal nos sitúa de inmediato en una elocución polifónica y por lo mismo, también testimonial.

Uno regresa del mercado («Rituales del pan») es otro microrrelato insobornable. Leer este poema-relato, nos hace pensar en la historia salvadoreña; inmediatamente nos remite a la construcción de una tradición patriótica: la dignidad o el hambre, desarmado, sólo con los sueños. Resulta interesante, constatar cómo se configura la fraternidad que autoriza al «yo» a decir «nosotros», a hablar apropiándose de la voz del colectivo, es decir del pueblo. «La poesía llama a la fraternidad y da sentido al cúmulo de acontecimientos que se suceden».

Otro de sus poemas, reflejo hostil de nuestra patria, es «La vida es una flecha», la cópula no es por la vertiginosidad, la metonimia nos ayuda a entender aquí el objeto con la materia, lo insólito del mundo en sólo ese objeto: «A las doce de la noche. / Con sus guadañas de odio/ Las jaurías de la muerte/ Cercenaban las puertas/ Las abrían al terror. / En el llanto de la sangre/ Las súplicas, impotentes, se ahogaban.» Estos versos como vemos nos remontan a un momento de nuestra historia. Aún la siento en la piel. Aun esos hechos zarandean mi conciencia. Con todo, lo grandioso de la existencia, son los sueños, acotaba Neruda.

Seguidamente el poeta consistente con su imaginario poético nos declara: «Miradas de silencio y miedo/ Bajo luciérnagas muertas/ Cicatrizaban cruces negras/ En la memoria de las paredes/ De esos cuartuchos de adobe y esperanzas.» En efecto, su libro Antológico, tanto como otros trabajos suyos —poseen, a pesar de sus diferentes entonaciones, una misma coherencia interna que pone de manifiesto lo que esa poesía tiene de inevitable suspicacia, su movimiento en un sentido unívoco, lo que posee de destino necesariamente con resonancias cósmicas.

 La obra de Jorge canales, (prosa y verso), como vemos en este libro, y en otros de su autoría, es esencialmente dolorosa y a la vez de sanación: sus profundas certidumbres lo alejan de cualquier escepticismo. La política y lo político, alcanzan en el poeta, la raíz esencial de su infinito. Muchos de sus personajes se mueven entre los laberintos de la chatarra y remolinos de un bosque de abandonos.

«Nadie es Poeta en su Tierra» es un libro indispensable en la literatura salvadoreña. A través de él contemplamos (no con parsimonia) y no desde afuera, las explosiones múltiples que diseminan el sentido por todas las grietas y fisuras de la realidad nuestra; nos interpela permanentemente para hacernos entrar en ese mundo grotesco y pervertido; nos sacude interiormente abriendo un abismo donde incluso la propia convicción se ve amenazada porque sabemos de lo que el poeta habla. Porque es posible la memoria aun con tanta desesperanza, porque de una u otra manera los recuerdos y pensamientos se agolpan, porque le dan contenido al corazón, porque aquí no hay vaguedades sino sentidas reflexiones.

Lo interesante de esta obra de Jorge Canales es la realidad punzante que nos muestra, poeta testigo de los vacíos y de este mundo que se ha vuelto despiadado y que suscita angustias estrafalarias como una casa deshabitada o un traje hueco. El hedor de lo inhóspito dispara tumbas asfixiantes, nos salpican las imágenes horribles que bracean en el agua: el dolor, la ruina, la vida y su nublada agonía. En «El niño, la mariposa y el grillo», no dice: «Bajo la mesa del barrio marginal juega un niño con una mariposa y un grillo. Su madre le canta mientras embolsa miserias de cocaína. Su padre llega borracho, la insulta y golpea. El niño, entre lágrimas y sollozos, libera la mariposa y decapita al grillo».

Tenemos, pues, en este libro del poeta Jorge Canales, motivos suficientes para repensar la realidad y la escritura: Una literatura que no se vincula al ser humano carece de construcción de memoria. Leo y veo al poeta con esas grietas doloridas, extendiéndose en su mirada. Entonces, todo se hace transitable, aun el pájaro que se duele sobre una estatua. Celebro con absoluta complacencia, la mirada creadora del poeta Jorge Canales, su pensamiento vanguardista, su búsqueda de la libertad, a través de la escritura. Su fuente de conocimiento será siempre la realidad histórica y moral de este país, tal como lo señala Enrico Mario Santi. (El laberinto de la soledad, Octavio Paz.) En su creación literaria encontramos esa necesidad de romper con las monotonías del yo poético, para instalarse con su alma vibrante en el narrador testigo que desata las aguas esenciales de los agujeros históricos. El gozo de leer a Jorge Canales es inmenso. Siempre es necesario leer y repensar su mundo poético-narrativo en presente, no en pasado. A diferencia del niño que dejó de liberar luciérnagas, (El niño y las luciérnagas), el poeta, siempre desatará ese bello ímpetu de los pájaros a la hora de exorcizar el mundo con su vuelo.

 

André Cruchaga


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