jueves, 5 de marzo de 2009

Entre maletas y desvanes de un poeta-Carlos Cañas Dinarte

Carátula de La Maleta en el desván
___Entre maletas y desvanes de un poeta___
Por Carlos Cañas Dinarte


Todos llevamos maletas polvorientas, flores viejas, muertos insepultos, miradas del tiempo y otras cosas tangibles e intangibles en ese desván que somos los seres humanos. De vez en cuando, se nos ocurre sentarnos a revisar ese cúmulo de objetos, sensaciones, pieles y recuerdos para rememorar a una persona que ya sólo mora en nuestras brumas, para revisar cuánto tiempo ha pasado desde un acontecimiento o tan sólo para saber cuán viejos somos en la medida en que ya sólo pensamos en la nostalgia, el ensueño, la muerte y el olvido que nos acecha a cada vuelta de esquina.

Pero hay quienes no se quedan en ese mero esfuerzo mental, sino que hacen obra a partir de esos baúles mentales, repletos de anécdotas e imágenes de otros tiempos. Hay quienes pueden asumir eso y rendirle un tributo al primer amor, al amigo fallecido, al camarada asesinado, a la patria alejada y lejana, a la búsqueda de uno mismo en un río de China, en un desierto de Australia o en un tren suramericano que hace escalas donde sólo la literatura y la fantasía son capaces de llegar.

Y dentro de esos privilegiados por la palabra se encuentra Carlos Ernesto García, quien en su poemario La maleta en el desván evoca y resurge desde la semilla de maíz guanaco que es su etapa infanto-juvenil para recorrer grandes trozos de su vida y hacernos reflexionar sobre nuestros propios tránsitos por el mundo, nuestros momentos de felicidad, nuestros espacios de dolor y angustia y nuestros ensueños de cara a un futuro vital que cada vez se hace más y más estrecho.

De El Salvador hacia el mundo, las palabras de Carlos Ernesto nos abren la puerta a ese microcosmos del poeta que es el planeta mismo, un lugar para acechar y ser acechado, para escapar y ser exiliado, para cazar y ser cazado, para vivir y ser muerto de cualquiera de las casi infinitas maneras en que los humanos sabemos despachar a nuestros congéneres para que tengan la rara percepción de observar las flores desde las raíces.

Las palabras construyen realidades y en estos poemas hacen las veces de catalizadores de todo ese cúmulo de experiencias, sentimientos y pensamientos que el poeta ha ido acumulando en su maleta de viaje desde hace más de tres décadas, cuando ya los dedos de la violencia se cerraban sobre la garganta geográfica de la patria salvadoreña hasta la fecha, hasta ahora que pasea su campesino ser aburguesado por las calles de Europa, en busca creciente del intelecto que aún se le niega a la población de esta pequeña porción de una Centroamérica que siempre inventa nuevos problemas para no salir del asombro y la miasma, de la expiración y la indiferencia.

Frente a eso, la maleta de Carlos Ernesto no puede ser vista como un viejo objeto tirado en el desván, sino como una invitación palpitante a recorrer el pasado, para apreciar el presente y visualizar algo nuevo entre las brumas de ese futuro que parece que nunca llega, pero que en un cerrar de ojos ya ha transcurrido y se nos ha vuelto parte de ese tiempo anhelado y lejano, al que buscamos en procura de claves que nos ayuden a ahogar un grito, a solventar una angustia o a evocar una caricia, porque lo que la piel ha disfrutado no se borra jamás, aunque quizá se nos ocurra negar y renegar de nuestras palabras más adelante. Así, la maleta y el desván aún tienen nuevas andanzas que vivir y recorrer, porque los vientos ya soplan y huelen a mares, a tierras y a cielos distintos.

Carlos Cañas-Dinarte

Poemas del libro de poesía “La maleta en el desván”
De Carlos Ernesto García
Santa Tecla, El Salvador, 1960
MARCHA DE LA UNIDAD

A los que cayeron en San Salvador
el 22 de enero de 1980.


Todo estaba bien.
Hasta que llegaron ellos
con sus bombas lacrimógenas
los disparos del G-3
las capturas indiscriminadas
las avionetas fumigando
los cadáveres contra las cunetas
y las mujeres en desespero
que entre la multitud
buscaban la mirada combativa
de sus hijos.

Todo estaba bien.
Salvo usted General.
Salvo usted que dio la orden
todo estaba bien
General.

CIUDAD DE HIERRO
Ahora sé que eres vulnerable.
Que pueden tocar tu corazóny derrumbarte.
Sé que no sólo es abatible
el verde en la montaña
el árbol en la sierra.
Sino también túciudad de hierro
donde apenas sí germinan
las hojas de la hierba.
Hong Kong, China, 2008.

BOULEVARD DEL EJÉRCITO


Arrastran sus cuerpos por el pavimento.
Intentan que alguien abra la puerta
pero nadie hace nada.
El conductor del autobús
con la mirada fija y perdida
es un sujeto indiferente.
El resto de pasajeros
sólo curiosea por las ventanillas
haciendo tímidos comentarios en voz baja.
Como queriendo decir:
Es un cálido día manchado de sangre.

El tráfico avanza lentamente
esperando que los cuerpos zigzagueantes
se retiren del camino
hasta colocarse moribundos en la acera.
Algunas mujeres lloran
imaginando quizá a sus hijos o maridos.
Los más pequeños
no pueden evitar imitarlas
y también lloran.
La confusión es enorme
Son muchos los cuerpos que ruedan
y se mueven a duras penas
producto de las heridas.

A lo lejos resuenan pequeñas detonaciones.
El tránsito recupera poco a poco
su monótona normalidad.

A los costados
entre los arriates verdes
se ven banderas rojas
colgadas de las ramas
o sujetas a las vallas metálicas
de una fabrica de zapatos.
Detrás de un barril oxidado
un niño que se esconde
me mira fijamente.
Sus ojos me persiguen
atravesando el cristal de mi ventana
Preguntando qué haré ahora
que lo he visto todo.

Pasados los años
lo encontré con su voz muda entre la multitud
por la calle Corrientes o cerca del Notre Dame
oculto tras los marsupiales en Melbourne
vagando descalzo por Chongqing
a media noche y sin rumbo fijo.
Y continúo petrificado sin el valor suficiente
de gritar al chófer del autobús que abra la puerta
para que aquel niño pueda subir y se salve.

MI PEQUEÑO BURGUÉS


Se levanta temprano.
Revisa las noticias en la prensa extranjera.
Bebe su café.
Procura que el traje
haga juego con los zapatos
la camisa
los calcetines.

Visita librerías.
Por encima de Kokoschka o Kandinski
aprecia de Hopper
los cuadros en que eternizó los bares
las mujeres desnudas en habitaciones solitarias
y las ciudades en las que todo es silencio.

En las madrugadas
se deja llevar por el clavicordio
en que se ejecuta la Toccatta y fuga de Bach
mientras el Bushmill quema la garganta.

Prefiere las salas de cine alternativo
donde una noche
se dejó atrapar por la grandeza
de Aléxander Nevsky
y los incombustibles besos
de Bogart a la Bergman
en Casablanca.

Lee con verdadera pasión a Grossman.
Se desvela con la poesía
en la que tarde o temprano
siempre aparece el campesino
que llevo dentro.


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Carlos Ernesto García, poeta salvadoreño radicado en España. Leer más de este poeta en: Arte Poética-Rostros y Versos.

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