viernes, 20 de enero de 2012

TRES POEMAS DE EUGENIO MARTÍNEZ ORANTES


Eugenio Martínez Orantes+, El Salvador




AÍDA




La primera brasa que tuve
se llamaba Aída.
Tenía el pelo alegre
como un trigal sembrado en una perla,
y unos ojos de fiesta donde el cielo
nacía diariamente.

(Ella fue la culpable de que yo empezara
a escribir garabatos sobre las espaldas
de lejanas estrellas)
...los dos éramos hijos de mecánicos,
los dos éramos hijos
de esa clase de hombres sudorosos
que aman la paz y aman el trabajo
y que al acariciar manchan de grasa.

La primera brasa que tuve
se llamaba Aída.
Los dos creíamos
que la vida era
un juego azul carente de final,
...Yo recuerdo que nunca nos pusimos
a pensar en la guerra y en sus muertos
ni en los países grandes que conservan
sus deudos con cañones y con tanques.
Nunca hablamos de eso. Ni del hambre
que roe y que taladra los estómagos
y aúlla en las esquinas de los barrios.
Los dos éramos niños todavía.
Ella fue un liriosol entre mis manos,
un venado de fuego saltando por mi frente
un canarioazucena
bañando mi costado de músicaperfume.

Han pasado los años.
Aída es una flecha cruzando mi recuerdo.
Yo estoy como los árboles:
enraizado a la tierra,
frente a los huracanes,
con los brazos cubiertos de frutos
y de trinos;
esperando el fulgor de un nuevo día.




SÍ SEÑORITA, LOS TRACTORES...




Sí, señorita,
los tractores son las arma
que nosotros necesitamos urgentemente.

Hasta ahora, los hombres
Hemos querido conquistar el mundo
a fuerza de golpes,
de puñales y ametralladoras.
Consulte usted la historia.
Está llena de sangre,
de cadáveres,
de gargantas que gritan contra el odio.
Todas las hojas de los calendarios
están de luto, señorita,
como si el único
motivo que nos tiene en la tierra
fuera el de asesinar a nuestros semejantes.
Es terrible, señorita, terrible totalmente.

Cuando usted, frente a un espejo,
se pinta las mejillas y los labios,
cuando espera el autobús para ir a la oficina
o cuando está
frente a una máquira de escribir,
cuando escucha a Beethoven
o lee a Neruda,
cuando ríe, bosteza o suspira;
en cualquier parte del mundo
está muriendo un hombre y otro y otro y otro.
Los está matando el odio,
la guerra, la miseria.
...Los días corren por las calles
mostrando el esaueleto
bajo la carne rota.
Los mendigos
penetran a las cafeterías y los bares
como hormigas hambrientas.
Da lástima, dolor, rabia,
el contemplar los rostros dolorosos
de los niños
que antes de aprender a leer y escribir,
aprendieron
-porque la vida les enseñó con golpes-¬
a pedir una limosna en nombre de sus dientes

Es terrible, señorita, demasiado terrible.
Por eso
Yo
afirmo corvencido:
Los tractores son las armas
que nosotros necesitamos urgentemente.





EN ALGÚN LUGAR DE ESTE PEQUEÑO PAÍS




En algún lugar de este pequeño país,
hay una mujer a quien yo amo.
La amo, porque tiene panales en la boca y la mirada:
su presencia es un río, arrastrando
dulces cantos rodados hacia el mar de mi anhelo;
y su voz tiene la suavidad del vuelo de un pájaro,
recorriendo los cielos en la búsqueda de una estrella lejana;
porque su pecho es un nido de gorriones,
que vibran, se agitan y se expresan
con palpitantes llamas de pasión.
En algún lugar de este país,
de sólo, veintiún mil kilómetros cuadrados.
y entre varios millones de mujeres,
hay una sola mujer a quien yo amo.
La amo, porque tiene una dulce sonrisa de virgen antigua,
y me hace recordar a Miguel Ángel y a Leonardo.
Afirmo que la amo, porque puedo pasar horas enteras,
años, siglos, milenios, admirando su rostro, su perfil,
en un silencio eterno, sin principio ni fin.
La amo porque mi soledad se vuelve fiesta
con sólo recordar que ella existe.
Cuando camina por las calles y va de un lugar a otro;
cuando trabaja, canta, ríe o charla con alguna persona,
yo suelo estar pensando en ella, amándola segundo tras segundo.
La amo porque ella es torrente de vida,
erupción de lava jubilosa,
bosque lleno de mariposas de todos los colores y tamaños,
viento transformándose en canción,
mar con gigantescas olas de ternura.
Muy especialmente, la amo
porque, sobre todo lo bello,
etéreo, irreal y onírico que tiene,
ella es, simplemente, una mujer de carne y hueso.

San Salvador, mayo 22, 1981.

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