viernes, 25 de diciembre de 2009

poemas de jorge vargas méndez

Jorge Vargas Méndez, El Salvador



ARTS POÉTICA

Te miro a los ojos y me reencuentro y, como en el inicio:
tú, iconoclasta y posesiva; y yo, un fauno que llora liberado.
Pero nos encontramos
y con esa condena milagrosa me autogestiono, me asisto y resucito.

¡Oh pájara de nidales inescrutados!
¡Oh vina de uvos nutritivos y eviternos!
Sé que sólo tocándote en el espejo me vives
y me golpeas cuando crepitas,
por eso me retraigo y más de alguna vez te he negado.

Pero sé que también has hecho lo mismo.
Me miras a los ojos y te reencuentras
y te vienes a mi lecho con tus oropéndolas de metálica rebeldía
hasta vaciarte toda sobre mí
con ese himeneo que me enloquece,
que me toma y me posee.

Y entonces la duda queda descifrada:
tú nunca estuviste tan cerca de mí como ahora
y yo, nunca pude estar tan cerca de ti como ayer.
Por eso, te lo digo de nuevo aquí entre nos: esta amenaza
de estar juntos
jamás nació de los puñales.

Te miro a los ojos y me reencuentro;
me miras a los ojos y te reencuentras,
nos reencontramos.
¡Oh poesía, oh Sonoro Ocio Silencioso!

(Del libro inédito Sonoro ocio silencioso, 2005)




SOLEDADES

El mundo puede creer lo que quiera,
está en su derecho.
Yo afirmo que solitario quepo en mi santuario.

Solo eso de estar a solas
con mi rostro es ya un milagro,
una osadía o quizás
una bendición de dioses en embestida.
Aquí floto, me sumerjo, no fluye el hastío
donde la noche inerme se erosiona
y se confunde con el asco.
Tampoco la carcoma acude.

Terror es la tertulia donde se apoltronan los saurios,
Mágico es el tiempo que no sabe de déspotas,
luminaria cegada iniciándose en luz inaudita
es este instante que de tanto ansiar
no existe todavía.
Mi calcio por fin se renueva en este alfiler
que es la muerte en otros,
y sé que de un cadáver como este
la luz se prolonga, que aquí
un relámpago estalla, nacen otras estrellas
mientras una guitarra engendra una partitura
donde mi rostro se siente a salvo de tanta plaga.

¡Légamo detente, pues! ¿A dónde iría tu humedad
si de mi cuerpo se fuga el aliento?

(Del libro Desde este animal bulle la ternura, 1996)





A UNA MIRADA

Quisiera pronunciar su nombre
y llenar con sus letras este hondo vacío que me arremete.
Para decirle, quizás lentamente,
Que desdibuje la imagen de monstruo alado
que me ha levantado entre sus pupilas,
plétora de pulcritudes.

Porque soy lo más humano posible, porque
todo fue que me detuviera a contemplar la calcinada piedra
para rasgar su entristecido polvo
y llevármelo entre las costillas
hacia el más allá de mi país.
Esta piedra, piedra eterna, que me hiere con sus filos llenos de ponzoñas,
Cuando ebria la noche
se despeña desde sus espinas y me cae.

Todo fue eso, eso fue todo.

No me vea así, tóqueme,
Soy del mismo barro que hambrea los mediodías,
el que pide anticipos en la oficina,
el que camina la veinticinco hasta fundirse
con las aves que graznan sobre los alambrados,
el mismo que, como usted,
sueña una patria distinta haciendo piruetas de alegría
entre monumentos más hechos de carne y anhelo.

Quisiera pronunciar su nombre,
pero sin duda me encontraría con el mío,
odiando amorosamente este país, puteándolo con cariño,
mas siempre convencido de que sin él,
no tendría el soplo divino para que camine
y hable por sí solo
este poema.

(Del libro Desde este animal bulle la ternura, 1996)

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