martes, 22 de diciembre de 2009

poemas de roxana méndez

Roxana Méndez,El Salvador










Realidad






Cuando nos vemos solos y el cuarto donde estamos
nos parece tan frío, tan lleno de humedad,
siempre nos enternece soñar con lo pasado
y buscar la celeste flor de la inmensidad...
Y nos vemos los ojos, infantiles y puros,
y nos vemos las manos cargadas de caricias,
y el jardín del hogar es grande como el mundo
y es hermosa la noche y es extensa la vida...

Que tristes son las horas de esta tarde en mi alma:
se caen las palomas de su rumbo en el cielo,
no hay astros suspendidos en la profunda nada,
mi voz es lluvia lenta que humedece mi anhelo...
Cuánta mar que se aleja perdido en mi nostalgia
y cuánta playa oscura, monótona y desierta...
Qué tristes son las horas de esta tarde en mi alma...
Cuánta voz en la sombra... y cuántas aves ciegas...
Estos días no dicen de mi eterno cansancio,
no dicen del silencio donde mi voz se esconde,
solo hablan del olvido con sus lentos letargos
y del rostro al que le hablo por siempre y no responde...

Hablan de invierno oscuro, de vientos que marean,
hablan de luz herida por puñales de hombre...
Nada dicen del canto donde mi voz es bella
y del sol que, aún niño, vuelve a decir mi nombre...
Cuando nos vemos solos que triste es descubrirse
con los ojos ausentes mirando el horizonte..








El Último






I
Una figura errante camina en la incerteza
nadie lo reconoce, es un eco maldito.
El pasado se torna parte de su belleza
y se esconde en la grieta que dejaron los siglos.

Camina sin ser visto por los ojos que observan
un horizonte gris que se repite siempre.
Fantasmales siluetas dominan las aceras
y él las llama a todas y nadie se detiene.

El camina desnudo por un sendero hermoso
lleno de transparentes y lúgubres espectros.
Tiene una indescifrable expresión en el rostro.

Se descubre de pronto parte de su silencio
y vuelve su mirada a su fatal destino.
La canción del olvido late en su pensamiento.





II
Imposible se vuelve la canción del olvido
junto a la niebla fría que se forma en su calma.
Imposible la gota de rocío que cae
sobre el gélido invierno que se interna en el alma.

No se escucha el gemido de su lucha inminente,
tampoco el de la sangre que se ahoga en el agua
el color del abismo que se pierde al poniente
ni el inmenso y severo clamor de mil campanas.

Solamente la verde oscuridad del bosque
bajo algunos gorriones que suspiran al alba
se queda junto al viento presintiendo presencias
de seres que se posan en las frondas más altas.

Imposible se vuelve la canción del olvido
cuando la marcha fúnebre de la aurora no pasa.
Imposibles las hojas del otoño ya ido.
Imposible el silencio que llena la mirada.

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