jueves, 8 de noviembre de 2012

“DE LAS PEQUEÑAS HOGUERAS A LOS GRANDES

Alfonso Velis Tobar





“DE  LAS PEQUEÑAS HOGUERAS A  LOS

GRANDES

FUEGOS INCENDIARIOS”

Poesía de Alejandro Masis




Por Alfonso Velis Tobar
Carleton University  MA.
         
       


Estas son reflexiones de lo que una lectura poética, en su análisis expresivo nos produce, su manera de abordar la realidad, de manifestar  lo inverosímil del tiempo, los golpes y asombros de la vida misma. Para mí la poesía es vida, sueño indispensable del alma. En su reflejo cotidiano de nuestro tiempo, la poesía es el sentir espiritual, la realidad social, junto al sabor de las amarguras o las esperanzas humanas. Lo digo a propósito, de este libro “Las Pequeñas Hogueras” de Alejandro Masis, es el  oficio de la palabra, poeta urbano, demiurgo, contemplativo de la realidad. Poesía que brota, se rehace y renace dentro de la eterna y sagrada locura del poeta, que desde esas pequeñas hogueras se viene ardiendo a grandes fuegos incendiarios, en un país de historias prohibidas, que nos llevan del diario terror, de los ámbitos de la locura misma, hasta los desencantos mismos de la esperanza;  desde los hechos más sentidos, de la imaginación y del miedo. Aquí predomina una poesía exteriorista, el paisaje físico urbano, como espejo roto, la realidad resquebrajada, lo grotesco, el llanto social. Mi país solo es historias de sufrimientos y tristezas. Oigamos al poeta que errante deambula por sitios y avenidas, que recuerdan a un San Salvador, callado, quieto y con lagrimas que gotean sangre con la historia. Que ha padecido violentos terremotos, dejado a escombros y se ha levantado de los suelos, inundado por los inviernos sociales y del hambre. Es el caminar de un quijote en medio de esta jungla infernal. El poeta hace una metáfora, de cada circunstancia de la vida, y cuenta algo. Viene la imagen de amigos y poetas que dejamos de ver distanciados por el tiempo. Que nos han dejado una huella de solidaridad por la vida, por las utopías del sueño. Y ahí está “Camilo, sudoroso, tangible, copado por la gente/ rodeado de muchachos y muchachas/ con quienes celebra y colorea el espíritu de la vida. / de momento se distrae viendo los automotores que inundan la calle. Pero luego retoma el lápiz/y continua con el apunte de los ramajes/ que desbordan el arriate/ frente al mercado cuartel.” (p.36)  (…) “En mi habitación solo tengo/Un cuadro del pintor Efraín Vásquez/ Que él me obsequio un día / en que lo patio un duende de la magnanimidad”. (p.64)
        En todo caso la poesía tiene magia,  la imagen de una realidad, engañosa, sofisticada,  el falso progreso que empaña los ojos, de colores las pesadillas, la alienación, la enajenación, la publicidad,  rótulos en ingles, nos están destruyendo nuestra identidad, deformando nuestro lenguaje ( y la Academia salvadoreña de la Lengua que hace), es insoportable este grado de norteamericanización que estamos padeciendo, sociedad neo colonizada, dolarizada por una economía dependiente del imperio, patria vendida por los amos del poder.  Aquí todo mundo trata de abrirse campo, de querer salvarse de este fuego incendiario que nos quema,  saturado por el consumismo, el pragmatismo, el poder económico, el periodismo amarillista,  la explotación, la miseria arañando la mirada, ante el teatro de la vida en que nos duermen los políticos de turno y sin sus épicas glorias alcanzadas, que pregonan el dogmatismo con la ideologización misma o la burocracia; una desintegración social en que vivimos, de caóticos colapsos económicos: ¿”En que siglo permitiste / que te involucraran en la farsa / y te usaran como ábrete – sésamo de la impunidad? / En tu nombre también / se hizo salir el sol al revés / y la mentira paso a ser dama de honor / que nos sentaron a la mesa / Los explotadores, los estafadores con su protocolo barato / continúan invocándote como a una diva / Te usan contra el mayor cinismo / Profanan, como si nada, la cuna del milagro/ La poesía debe agradecerte/ la claridad que nos das, y que nos sirve/ para reivindicar la esperanza en una frase/ Pero en la piel conservamos/ las cicatrices del herraje/ y las huellas de los guijarros/ como evidencia contra la lucha del anatema.”
.         Poesía de aires “folklóricos”, pues vienen a memoria, personajes populares, donde se rescatan los apodos como: “Teyo”, “Mandrake”, “Chocoyo”, la “Descarnada”, el “Medico brujo”, el “Anima sola”, “Poco pelo”. El poeta hace memoria de sitios nocturnos, antros del vicio, del sexo, cafés donde se reúne el populacho: la “Conga” de la Pepa Ortiz, el “Boat and bock”, el “Bar de las Nalgonas”, los “Frijolitos Carlota”, el original “Café Margot”, “El Bella Nápoles” donde se reúnen los poetas y pintores y periodistas o vendedores ambulantes y otros como la “Praviana”, El “Faro”. Así como los lumpen que vagan por barrios, avenidas, locatarias de los mercados, los voceadores del periódico, los mecapaleros de las plazas. El poeta describe hasta la vendedora de frutas que deambula chillándole las tripas del hambre chorreando sudor a mares por la ciudad. Poetas, amigos que deambulan por San Esteban, El Calvario, Callejón el Zurita y el parque Gerardo los Barrios. “Allí donde vivía Toruño/ Como quien va para el Zurita/ A cuadra y media de la zapatería de Chentino / Entre el pasaje Vasconcelos y la Pensión las Margaritas/ Donde muere la segunda calle/ a mano izquierda/está la cantina que regenteaba la mama Lola”. La mama Lola venia de un mundo esquilmado por la codicia/ansiaba una vida que no existe/y que no vería ni con el violento sueño/ De erigir una nación nueva”. (p.71) Es el pueblo mismo quien reza su grito por la vida y el ánimo de vivirla en  su retrato. Hasta lo erótico del amor que siente el poeta se evoca: “Eres la amante clandestina / o nodriza que durante los desvelos / nos entrega su emancipador pezón / Nos seduces y esclavizas / Nos empujas a la agonía y al delirio / Y  finalmente nos redimes con tu cósmico telar” (p.20)  En algunos de sus poemas, percibe la esquizofrenia, la angustia, la zozobra y la tensión rondando, anda la desnudez, la mendicidad basallando, el crimen organizado, esperando en una esquina, las maras acechando con la muerte tenebrosa. Mañana las noticias sensacionales y es tu país el más violento en record criminales del mundo. Es la necesidad del poeta de expresarse, con esa fuerza vital muy difícil de explicar en el proceso creativo de la poesía en su visión de mundo que evoca. Una calle donde el abuelo supo aserrar con su ingenio, el árbol de la vida. “Aquí donde esta calle asfaltada se prolonga fue mi casa. / Aquí  estuvo el abuelo aserrando el conacaste/ y sin darse tregua labrando la cornisa de caoba y la alacena de cedro”. (P.13)
          Por ejemplo duele ese deambular de la poetisa Lilian Serpas, por calles, plazas del centro de San Salvador, el estado aquí no protege a sus poetas ni artistas, en el pasado los ha perseguido, exilado, encarcelado, los ha matado con sus maquinas represivas,  los ha secuestrado, desaparecido y ni  los pensiona, como hacen en los países verdaderamente civilizados;  poeta quien vivía su locura, sus cigarros en la mano, sus uñas largas, amarillas como de bruja, por la nicotina, hablando sola, sentándose a escribir en un banco del Parque Bolívar, sus lucidos poemas metafísicos, pues ella había perdido la razón o la tenia mas lucida que nosotros: “Cuando yo diga Lilian / me estaré refiriendo a ti Lilian Serpas, / insigne hacedora de versos de mi país / que soportaste el más absurdo dolor/ y la más injustificada tortura / por la esquizofrenia / a que te redujo la gran alegoría de la vida. (…) vagando por San Salvador / y de nuevo verte aparecer cada tarde  / por la esquina noroeste del Mercado Cuartel con tu angustia por delante y la muerte en tu costado como sello”.  Textos que traen al recuerdo los peligrosos días enemigos, los días de infancia, sus fantasías, el nido del hogar, donde dejamos la nostalgia y esa alegría inocente de la vida, donde el padre y la madre, supieron también soñar largamente: “mi padre y mi madre debieron haber soñado largamente / mientras sus miradas se unían bajo las maquilishuat/ Se aferrarían entonces a la senda irrealizable / recogida de una novela famosa o de la música/ De seguro lo afecto alguna circunstancia de la época/ y para no agobiarse pensarían en mi presencia/ como en una pincelada dulce sobre las penurias del solar” ( …) Ellos se habrán amado así / Pero no les resulto más que un aprendiz de  nada / que del solar solo tiene recuerdos / y que apenas sabe escribir historias como ésta”. (p.15)
        En cada uno de  sus catorce textos, hay objetividad cuando habla. Poemas de un fuero conversacional, elucubraciones en monólogos interiores, de una conciencia social, grito individual ante el clamor de las tragedias. Poemas anecdóticos, circunstanciales, costumbristas, ocasionales. Masis sabe rescatar hasta las comidas populares, pero más no por ello de ser folklóricos,  dos de sus textos dejan sensación “testimonial” de una época violenta de nuestra historia, de personas que cayeron, fueron secuestradas, que defendían sus derechos justos en una sociedad insegura, de amenazas, envidias de lucha entre clases sociales a muerte, al acecho de los escuadrones del mal, del miedo en cada esquina de la muerte y sálvense quien pueda a esta clase de ley y orden que da miedo. En estos poemas discurre lo simbólico del lenguaje mismo, lo virtual de su costado humano, sincero, llano en sus conceptos,  escritos sin gran pompa, sencillo en el hablar,  lenguaje coloquial, popular.  Un poema muy solidario, crudo es el de la Tina la que hacia pasteles, enchiladas, atol shuco, yuca con pepescas, cusuco horneado, moronga con fritada, huevos de iguana en alguashte, tamales “pishques”, sopa de patas y empanadas de plátano; una vendedora del mercado del puesto 26 de San Miguelito, organizada, pues era la líder de las locatarias de los mercados. Y el poeta sigue describiéndola con naturalidad, con odio  al sistema violento que lo desequilibra mentalmente: “callejón canas del barrio San Esteban/ Tina increíblemente humana/ repartía esperanzas y volantes/ hablaba de la reivindicación social/ creía en la fuerza del trabajo colectivo/ soñaba con la felicidad de los pobres. (p.55). Tina era una señora del mercado, organizada para velar por los derechos de su gremio y andaba siempre en la causa y aunque así la verguiaran más de alguna vez,  las autoridades del mal. Porque: “Tina nunca estuvo ausente de ninguna causa/Estaba en todo y en todos los lugares/ Valentina Córdova Martínez/ Líder de la Organización de las Señoras del  Mercado/ Esfumándose con las briznas del amanecer/ Fue secuestrada por la jauría polarizada/ Para desaparecer finalmente en la bruma/ Y dejar solo una sandalia memorable/ Sobre la acera de la Iglesia de Concepción”. (p. 55). Este elogio a la Tina, una valiente vendedora del mercado municipal  marca su simbolismo de protesta al medio represivo que se vive. Como ese otro poema en honor a Beto Clara, propietario de la Sastrería La Española. Y el maestro Clara: “También se obsesionaba comentando / pasajes de la historia política del país/ Le gustaba en especial contar anécdotas sobre los gobernantes/ Era antimartinista de corazón/ ¡Que babosadas ni que nada ¡exclamó un día! / De dónde esa paja de que el dictador amaba el vals / si lo único que sabía era matar / al extremo de contabilizar un fusilero por cada  músico de la regimental.” Poesía por instantes, sarcástico, irónico, su poema el soliloquio en el Zanjón Zurita y oigámoslo: “El sastre Clara rememoraba con pasión / las glorias de la Federación Regional de Trabajadores y se enorgullecía del sobrino / que decía tener entre los muchachos de Guazapa /En muchas ocasiones/ cuando la violencia alcanzaba el vecindario/ con la guardia nacional disparándole a los manifestantes/ él también pudo sentir/ el dolor de la sangre que bordeaba su puerta.” (p.22)
             El poeta lamenta la muerte violenta, bajo la presión de una dictadura militar, como el poema que titula “Ultima lectura del poeta desde la giba de fuego del verano”, donde la voz intercalada del poeta está presente: “Un escritor sentencio una vez / que en El Salvador el hecho de pensar/ es igual a cometer un crimen / ¿Y la poesía? Que con ese pensamiento / que solo puede medirse en miríadas por segunda luz”, poema en memoria de un héroe como lo fue  mi hermano Alfonso Hernández (1948-1988), Comandante “Gonzalo”, poeta y guerrillero al mismo tiempo, poeta que este ano de l2012, cumplirá 24 anos de haber caído, la poesía y la militancia cayó combatiendo contra la dictadura militar de este país, allá en el Frente guerrillero de Guazapa en noviembre de 1988 por querer una vida nueva, quien soñaba un futuro luminoso para este país. Entonces el poeta Masis con el recuerdo del amigo platica: “Pero tu vida no es una simbología/ Sino el camino de pólvora y de muerte/ Que escogiste en beneficio de los más débiles. / Por eso, aquí siempre habrá alguien esperando /tus palabras, tu gesto humano la poesía no constituye la liberación del pueblo/ pero por ella se entra al camino de la liberación”. (p.29)  Su otro texto “Toros de la tarde”, poema de temblores humanos, humor blanco, pequeño manifiesto de fuerza; lo grotesco del tiempo y lo animal de los humanos.  Hay cierto gozo en el uso del lenguaje, un hablar solidario y humano, poesía que vive la guerra del periodo revolucionario,  salen a luz algunas personas que militaban en  lucha por la justicia social, la libertad de este país, tienen cierta ironía y con el sarcasmo político de fondo y la imagen con la memoria de la muerte.   
            Incito al hermano Masis, siga escribiendo sin importar el qué dirán, tiene vena, como su otro hermano, el poeta bohemio Ulises Masis, poeta de los delirios, de gran  sensibilidad lirica y humana. Solo la poesía nos salva los instantes de la vida, en medio de esta jungla en constante batallar por la vida que ha tocado enfrentar entre los grandes fuegos incendiarios.  AVT/07/2012

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