viernes, 9 de noviembre de 2012

LA RARA BIBLIOTECA DE PAPÁ

Alfonso Velis Tobar





LA RARA BIBLIOTECA DE PAPÁ




(Alfonso Velis Tobar)


        


La Biblioteca de don Toño no estaba al alcance de las manos de los niños que iban y venían en aquella casona de amplia sala, corredores con marcos de caoba, puertas con azulejos de colores. Usualmente la tenía en un lugar muy alto, pero había un estante de mucha variedad de libros. Algunos de ellos parecía que no los habían tocado de años, tenían mucho polvo, otros envueltos en plástico o periódicos. Aunque sus favoritos libros en el dormitorio, comenzando con la Santa Biblia que la tenía en la cabecera de su cama y debajo de su almohada. Libros colocados en una especie de alacena, la que había mandado a construir con el carpintero vecino del barrio don Miguel Gallegos.  Don Toño muy amante de las buenas lecturas, de filosofía, literatura, libros de profesiones, oficios de mayordomos y capataces de los ricos mayores.  Poseía libros, por lo menos raros en ese momento para Alfonso Garibaldi y sus hermanos que a temprana edad, de seis años, parecían muy extraños, misteriosos por las mismas historias que contaban y que se guardaban. Había de todos los temas, desde libros de leyes, de matemáticas, que también eran su predilección, hasta los más sofisticados libros de literatura de retorica y lingüística, fueran leído por don Tono, un autodidacta,  que no saco pero ni el sexto grado, porque su padre alcolico don manuel,  dijo que era hora de ayudar a la familia y lo puso a aprender oficios. Desde aprendis de Carpintero hasta de albañilería y el mismo construyo esta casona, que compro con el dinero que gano como peon de los gringos,  en las esclusas  del canal de  Panama. Asi era un “Handy man”, eso que saben hacer de todo;pero tenia la caracterisitica de ser un gran  lector de muchos Almanaques y revistas que le llegaban por correo como, la Revista Life and Read Diges. Libros sobre viajes, de aventuras, enciclopedias, de ciencia, de esoterismo, de astrología, de oratoria, de religión, de administración de empresas, de contabilidad, libros para aprender oficios como: el buen oficinista, el arte culinario, el buen constructor de casas. “el arte de labrar la madera”. A don Toño, le encantaba la geografía, tenía varios Atlas del mundo. Libros que Alfonso Garibaldi,  sus hermanos, tuvieron la facultad de esculcarlos, hojearlos con admiración y encantos, con libertad desde los primeros años de infancia, aunque Alfonso Garibaldi todavía no sabía leer,  pero los hojeaba con mucho agrado, especialmente aquellas ilustraciones con los bellos y grotescos grabados de Dore que le fascinaban a Alfonso Garibaldi, quien estaba ancioso de leerlos un dia, uno por uno, que pronto sera mañana.

         Una de las tantas mañanas en que su papá, ya se había ido a su trabajo de la Alcaldía, donde trabajaba como Tesorero Municipal para llevar las cuentas de los impuestos de la comunidad, de los registros de cedulas de identidad personal y vialidades, impuestos del gobierno; de casualidad su mamá no se encontraba en casa, pues posiblemente andaba de visita en alguna de sus vecinas de enfrente, la chus sanatana, o donde sus tías Trine, Juanita o Zoilita. Alfonso Garibaldi, encontrándose solo, ya que sus hermanos mayores Toñito anda oyendo doctrina donde el cura Cea en el convento y Fide anda jugando con la Chave y la Bessy  y la Xenia Quiteño, siempre están  jugando Yax con una pelotita o no se sabe si andan  por la escuelita Francisco Menéndez. Entonces Alfonso Garibaldi aprovechando que nadie estaba en casa, arrastró como pudo una mesa, tomó un banquito de madera, lo colocó sobre la mesa y subiendo sobre él, se puso a esculcar con mucha curiosidad uno por uno los polvosos libros en lo alto del estante sobre la puerta principal del dormitorio. Entonces Alfonso Garibaldi, pudo ver más de cuatrocientos libros mal distribuidos; unos debidamente empastados y desvencijados otros, entre grandes y pequeños. Así al encontrarse aquel escondido tesoro de fantásticas  ficciones y fantasías escondidas, con cierto encantamiento Alfonso Garibaldi , empezó a hojear a toda prisa, uno por uno aquellos libros, temeroso de ser sorprendido por su padre o su madre, pues fácilmente podía desbarrancarse de aquella mesa en la cual había sobrepuesto otro banquito para pararse con todo cuidado con el afán de alcanzarlos y verlos muy tranquilamente con gozo y aprendiendo con el cuidado de no caerse. Porque tampoco era un cipote pendejo era muy vivo.  En eso estaba cuando  lo sorprendió de repente, con las manos en la masa, como decimos,  Beto Zetino, el “Patarisca”, considerado de la familia, diciéndole, qué hacía encaramado sobre la mesa. Alfonso Garibaldi se asustó, ante su repentina presencia, pidiéndole que le ayudara a bajarse de aquella mesa, que no hacía ninguna travesura, que solo estaba tratando de alcanzar algunos libros para verlos, pues le gustaba mucho ver los grabados y los dibujos a colores de algunos de ellos, los grandes pintores y artistas y sobre todo las historias ilustradas de dibujos que tenían, las muchas historietas de santos y héroes de la historia y entre las tiras comicas se encontraban las perchas archivadas del pato donald y sus amigos.

           __ Cuidado con romperlos o maltratarlos - le recalcó Beto, el Patarisca – porque si el compadre Toño se da cuenta, se va enojar conmigo, pues bien sabe que Ud. todavía no sabe leer y quizás ni los entienda a su edad. Desde hace unos días que con mucha terquedad Alfonso Garibaldi venia jodiendo al Patarisca que le alcanzara los libros para verlos y quien de vez en cuando tomaba el libro de Mantilla y le enseñaba el abecedario y los números.

                   __Se los bajare, pero eso si cuídelos – dijo Beto Zetino sonriente.

                __ Si Beto, bájelos, le prometo que los voy a tratar bien, no tenga pena. Yo solo quiero ver los dibujos que tienen y las historias que cuentan.

          Luego minutos después Alfonso Garibaldi, le pidió de favor a Beto Zetino su amigo de confianza, quien subido sobre la mesa iba dándole uno por uno aquellos libros para ver de que trataban, quien por su misma curiosidad, también daba una rápida mirada a cada uno de ellos, leyéndolos, por lo menos sus títulos, mientras Alfonso Garibaldi iba colocándolos en el piso de ladrillos rojos iba haciendo un rimero inmenso, una percha de ellos, como si fuera un edicio de libros parados y balanceandose.  Pero ¿qué libro es ese  que esta  junto a ese otro de pasta descolorida ? – dijo Alfonso Garibaldi bastante ansioso de tenerlo en sus manos.

      –Cuentos de Barro de Salvador Salazar Arrué    -- dijo Beto Zetino-, bastante he oído hablar de este señor Salarrue al profesor de la escuela don Jorgito Velis y dice quien no haya leído  junto a sus otros “Cuentos de Cipotes”, “Cuentos de Barro”, “Oyarkandal” o Trenes y mejor dicho Cuentos de Barro,  puede hacer de caso que no ha leído cuentos tan sabrosos como estos cuentos de ingenuidad infantil, de inocentes maneras las gentes sencillas del pueblo son tratados por salarrue, , cuentos  hechos de puro barro de nuestra  tierra donde hemos nacido y amadosin ese aire que respiramos y la familia que amamos.
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     __ Por ahora solo estos nada más, dijo cariñosamente el Patarisca.

         _­­­­­_ Está bien, --- contesto Alfonso Garibaldi --, por ahora ayúdeme a llevarlos al estante del corredor para tenerlos a la mano.

Alfonso Garibaldi se refería a aquella hermosa colección de libros de lujo de la Editorial “Uteha” de fino empastado
 en color verde con letras muy grandes, que presentaban muchas ilustraciones que llamaban nuestra atención y encendían su imaginación a tan temprana edad. Eran seis lujosos libros. Y el primero que Beto Zetino le dio por ver en sus manos fue el de la “Divina Comedia” de Dante Alighieri que lo pasó desapercibido, luego vino El Paraíso Perdido de John Milton, después vinieron otros dos tomos de “Don Quijote de la Mancha” y dijo aquel instruido campesino:

      __ Este parece ser un buen libro porque muchas veces he oído hablar a su papá don Toño de este tal caballero Don Quijote y del que también le he oído decir a su papá de todas las aventuras de este señor lo bastante chiflado y Sancho el gordito que lo sigue en un burrito. Que es bien comelon y se comeria hasta un lechon. Parece ser que es un libro muy antiguo y famoso por lo mejor de todos los libros de España escrito por este señor don Miguel de Cervantes Saavedra en 1505 a quien todo mundo conoce.

  -- Páselo por favor, porque me gustan las ilustraciones, quiero verlo un ratito-- dijo Alfonso Garibaldi alargando en alto sus manos para tomarlo. Vio la esgrimía figura tísica de don Quijote montado en su Rocinante seco y achacoso, seguido por el gordito salchichón de Sancho Panza en su burrito. Mientras en la pagina veía que Don Quijote le cantaba y le dedicaba las más dulces y sensuales palabras a Dulcinea, su querer y a quien dedica todas sus aventuras y batallas en bien de la humanidad, bajo aquellos trazos finos con humor de Augusto Dore.   

     _­­­_ Quiere pasarme ese otro que está a la par de ese de pasta azul. —dijo de nuevo Alfonso Garibaldi.

_ Quiero ver ...este otro...  –dijo Beto recalcando—Poemas de Rubén Darío, dicen que este poeta era muy genial  pero que murió de tanto chupar pero que bajo el alcohol hacía unos poemas que a cualquiera hacían llorar o reir y aunque estuviera en gran papalina. Y dicen que todo engolado hasta se miaba de las grandes verguetas que se ponía entre diplomáticos y fiestas de poetas. Pero vdicen que es uno de los poetas mas vergones de america. Asi hablaba veto patarisca; y seguía diciendo de Ruben Dario, pero sus poemas son muy hermosos. Dicen que Ruben Dario paso una vez en un carruaje aquí por Apaneca camino a Sonsonate. Y se saludaron con el alcalde y su abuelito don Venancio Tobar. Otro dia me cuenta eso le dijo Alfonso Garibaldy y paseme otro libro.

 Luego Beto Patarisca leyó otro  titulo,  Los “Cuentos de las Mil y una Noche”, parece ser un libro de varias historias orientales de fantasías, mágicas aventuras, de lámparas maravillosas y de alfombras que vuelan.  Y lámparas que al frotarlas te concede el duendo tus deseos y con condiciones. Y otro “Poesías Completas de Fray Luis de León”.  Y siguió leyendo otro y otro y otros siguieron saliendo títulos y mas títulos como “Curso de lingüística general”  de Alfredo Soucer. “Iris”, “El lirio Negro”, de Vargas Vila. “Quo Vadis” de Sienquievich. “Las Geórgicas” de Virgilio. “Los doce Cesares” de Suetonio. “Vida de los animales y la Poética” de Aristóteles.  Beto Zetino siguió leyendo en voz alta,  “Veinte mil leguas de Viaje submarino”, “Viaje a la Luna” de Julio Verne. “Jícaras Tristes” de Alfredo Espino. “La llamada de la selva”,  Colmillo Blanco, “El lobo del mar” de Jack London. “El arte de amar” de Ovidio, Elogio de la locura de Erasmo de Róterdam, “Corazón” de Edmundo de Amicis, La isla del Tesoro de Robert Louis Stevenson, El Contrato Social de Rousseau, María de Jorge Isaac, El Príncipe de Maquiavelo,  libros de “Algebra” de Baldor. De “Aritmética” y de geometría. Historias de Jesucristo con hermosas ilustraciones de sus escenas y alumbrando su corazón. “El Recurso del Método” de René Descartes, ese que le dio un golpe certero a la sin razón pero con la razón de la realidad.  Por quién doblan las campanas” de Hemingway, Leyendas Nacionales del profesor  Saúl Flores,  Robín Hood, poesías de Gabriela Mistral y “Tierra de infancia” de Claudia Lars. La guirnaldsa salvadoreña de Roman Mayorga Rivas, de los primeros canarios liricos del país. Sooter o tierra de preseas de francisco gavidia, El Mártir del Gólgota. Secuestro y capucha de Cayetano Carpio, El libro de los Rosacruces. También habían historietas de Superman, Marvila, los Titanes Planetarios, los Cuatro Fantásticos, Archie, la Pequeña Lulú. Tarzan de los monos, de Edgar Rice Burrows, Vidas de Santos, San Francisco de Asís, de San Pedro y San Pablo y Santiago. Y hasta el Pato Donald. Alfonso Garibaldi recuerda a sus primos el “Chele” Hugo Mata, Toñito su hermano mayor,   “Maquiavelo” Matamoros y el primo Luis tobar, el canecho, quienes solían llegar a hojearlos y sentarse a leer bajo el marco de la sala de aquella alta casona y eran tiempos en que llegaba la primas Alicia, a verse con el novio, Alicia ha sido reina de las fiestas agostinas es muy bonita con carita de muneca . Olvida eso. etc., etc.

        _  Ya no siga leyendo que me va a confundir con tantos títulos – dijo Alfonso Garibaldi lo bastante impaciente hablándole como con cierto enojos-   pues baje pronto ese de “ Las  Mil y una noche”, que me muero de las ganas de verlo o bien quisiera que me leyera después  uno de esos cuentos. Entonces Beto Patarisca muy entusiasmado hojeándolo rápidamente leyo “Aladino y la lámpara maravillosa”, “Alibaba y los cuarenta ladrones”. O mejor léame el poema de “Los ojos de los bueyes” del poeta Alfredo Espino, ese me gusta, no sé por qué? - Dijo Alfonso Garibaldi lo bastante impaciente y muy agitado y se quedo pensando: ¡Los he visto tan tristes,  que me cuesta pensar/como siendo tan tristes, nunca puedan llorar!... y Alfonso Garibaldi como imspirado se le olvidan los versos y como siguen. Ah asi ¡Siempre tristes y vagos los ojos de esos reyes/ que ahora  son esclavos! Yo no puedo pensar/ como, siendo tan tristes, nunca puedan llorar/ los ojos de los bueyes… se quedaba como recitando y haciendo senas, aclamado aquellos  ojos del sufrimiento y el dolor silencioso diría yo de subir la cuesta, de aguantar la puya desalmada del carnicero. –“!Que no se le vaya la piscucha Alfonsito que le puede caer en la frente uno de los libros!, dijo Beto Patarisca,  y mientras tanto  Alfonso Garibaldi  los cachaba con agilidad del zorro y guardameta pero siempre como sonando el momento.

_ Ah ya sé – dijo como pensativo Alfonso Garibaldi- recuerdo que papá nos ha contado a Toñito, a la Fide, a la Ethel y Miguelito, porque mis otros hermanos, la Margarita y Víctor Manuel todavía no habían nacido. Papa ha contado con toda gracia y donaire alguno de esos cuentos en la mesa del comedor, creo que ese de “Alibaba”, ladrón que guardaba un tesoro de joyas en una enorme cueva, refugio de los cuarenta ladrones y gritaba “Ábrete Sésamo” y entonces la enorme piedra de una cueva se abria, donde guardaban sus tesoros. Son cuentos muy bonitos, y llenos de astucia,  léame ya, usted, uno por favor. Leame ese de la Alfombra mágica. Si no le diré al tío Rafa  que me lo lea por la tarde cuando venga de trabajar. También me gusta ese de Robín Hood, quien les robaba a los ricos para dárselo a los pobres, por eso lo perseguía el rey para procesarlo y mandarlo hasta ahorcar. Se quedo hablando solo Alfonso con el libro entre sus manos. O el libro donde habla de Espartacus, luchador por los pobres de su tierra ante el poder de los romanos, que hacían  lo que querían con el poder de la corona.

          _ Bien antes de irme al trabajo le voy a leer una de estas historias, después cuando venga Rafailito en un rato de lugar puede leerle otro, si es que no viene a chenca y como solo así quiere vivir cuando agarra la zumba quien lo para. Pero por estos días ha dejado de tomar pues está trabajando en la Fany de los Salaverria. Dijo Beto “Patarisca”, tomando el libro lleno de ilustraciones, luego se bajo de la mesa donde estaba encaramado. Minutos después ambos acomodados en la mecedora de junco en la enorme sala de arco Beto Zetino leía para aquel niño sediento de las historias, el cuento de  “Simbad el marino”. Poco después se quedo hasta dormido, oyendo aquellas fantásticas aventuras de aquel héroe legendario que se lanzó a proa a los siete  mares en busca de países exóticos y extraños, encontrando pingues tesoros, joyas preciosas y luchando contra enormes animales.  Quedándole mayor curiosidad para cuando ya supiera leer bien y seguir en otro tiempo con Toñito, su hermano mayor,  quien era el más allegado a la lectura,  a grado que llegaría un dia a ser periodista,  para seguir esculcando aquel tesoro de libros, de  los  que ya había agotado gozando solo los ilustrados con fotos, grabados  dibujos que más le gustaban, de colores; así como los paquines, sin dejar de ver las historietas cómicas de los periódicos del Diario de hoy o las revistas. Del pato Donald, de Mandrake  el mago,  Trucutu, La mujer maravilla, Aunque Ud. no lo crea de Ripley y ver como charles atlas jalaba con su fuerza un carro y el vagon de un tren como símbolo del imperio, con el tiempo muy adolescente tomo el curso de charles atlas de tensión dinámica..   

       Pues ya Alfonso Garibaldi mas después cuando tuvo conocimiento de las letras, recuerda que sus lecturas eran   variadas y un tanto desordenadas, no había alguien que lo  guiara, más que solo su papá que lo inducía a la lectura, pero lo que más le atraían eran los libros de poesía, leer poetas y poetas y gustaba de las historias  con ilustraciones y  oír los poemas que su mamá  Margarita leía y declamaba para él y sus hermanos, pues le enseñó a recitar a Margarita mi hermana menor por las noches, a mi me los declamaba al oído. Todo pasaba como corriendo en el tiempo en la vida de aquella casa y sus vecinos, poesía por las noches en labios de su mama margarita,  los  juegos en la calle y las picardias de los niños soñando la vida o haciendo de la vida un sueño...Y con gran regocijo Alfonso Garibaldi imaginaba a su mama yéndose, recitando por toda la sala: ¡En este laberinto de la vida donde tanto domina la maldad! AVT.29/05/012.



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