sábado, 12 de diciembre de 2009

tres poemas de ivonne melgar

Ivonne Melgar, El Salvador









Otro San Salvador







¿Te acuerdas mamá?
de la foto en blanco y negro
en que mi hermana y yo compartimos
la plataforma de El salvador del Mundo.
Si la tienes junto a ti,
guárdala y mírala
como si te tragaras el aire que deja de pasar.

¿Te acuerdas mamá?
del Cristóbal Colon y del Palacio Nacional,
y de tu dulce voz en mi oído de niña
enseñándome los nombres
de las calles principales de San salvador.
Aprieta en tu memoria ese recuerdo,
porque el Palacio ya no es Palacio,
Cristóbal Colon ya no tiene cabeza
y ya no está tu voz para decirme dulcemente
cómo se nombran las calles destruidas de San salvador.

¿Te acuerdas mamá?
de nuestra Gilda cuando tenía seis años,
fuimos por ella al Hospital Bloom,
queríamos verla sana y sonriente:
tú compraste piñatas
yo partí mangos verdes.
Ahora mamá,
abraza fuertemente la sonrisa de mi hermana
y juntas digan una oración por la madre y la hermana
que no tuvieron fiesta,
que se quedaron esperando.
Porque la tierra se abrió
y se llevó las ansias.
Octubre de 1986.








Para un domingo electoral






Amigos de la patria grande
hecha de pedacitos incendiarios
gracias por la oración que busca mi recuerdo
sobre la tempestad de este domingo
desde el anaranjado rumiar de tu tranvía
bajo la excomunión del aire a medias
hijo de la ponzoña
mecánica
turbante.

Pero no me pronuncien como sortilegio
ni como pluma extraña.
No me asesinen victima del tiempo
cuando los noticiarios les devoren la calma
y le pongan color al blanco y negro
del vómito asesinado
que donde advierte el ojo de la historia
pone la bala enana
de su demencia agónica.

No se me vayan con la finta
para tratar de aminorar el miedo.
Que la guerra no es cosa de película
ni se acaba leyendo una noticia.

No acomoden mi nombre
en la escalera sucia del lamento
ni trituren la cera de los buenos augurios
si van a derretirla con mi sombra.

Porque quien salga ileso de esta furia
será deudor del diablo
maquilador robótico del yanqui
materia del confort sin descendencia.

Porque la espina irreparable del lisiado
fractura mi sonrisa
ninguna baja me regala triunfos,
Lo mismo si el soldado recoge una pensión
en las inmediaciones del parque Cuscatlán.
20 de marzo de 1988. San Salvador.







La sentencia del poema






No se cual es mi sitio
¿o acaso en esta cárcel
me pusieron los ruegos de mi abuela
y el augurio encendido de mi madre?

Cual es el verso de mi pluma famélica
donde poner la espina y la cadera
sin despertarme anónima.

Al menos una cripta de nostalgias valientes
o un pozo de palabras fecundadas por héroes diabólicos,
algo de misticismo para justificar mi desperdicio
o el llanto protagónico de una tragedia amable.

Díganme que no es cierto este silencio
exílienme de aquí
soy indocumentada en el suspenso
y visita indeseable de la resignación.

Necesito dormir este poema
y el sequito infernal de sus hermanos
que solo me han llevado del dolor a la ruina
inventando tutelas y prefacios.

Pero otra vez afuera
sin claveles
ni siquiera el pincel de una demora nocturnal me asiste
ni el péndulo sagrado de un porvenir incierto

Afuera
con esta voz amarga
inoportuna cargada de blasfemia
malbaratando letras
mientras la procesión de otras palabras
me decían la sentencia de este triste poema
–interminable…
2 de junio de 1988. México D.F.

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