Fotografía tomada del blog "Literatura, Arte y Política"
Recuento de la ausencia
a Rosa y Helmut
Seis años después del adiós, resulta difícil sentarse a ver la televisión y olvidarse de todo. Resulta difícil sacudir los escombros sin pensar en el duelo de los años; y es que aquí, el tiempo no es tiempo. Las horas son grises. El reloj tiene la pausa del inanimado: se detiene; se añeja y nos martilla. Reviso los pasos, las espinas, los espejos. Con el hígado en una mano y un puñal en la otra, no hay más que el diario personal del que se desviste en la página en blanco para sangrar hasta la última palabra.
Repito: aquí el tiempo no es tiempo, es la farsa más grande que hemos inventado.
©Eleazar Rivera
Escombros
Heme aquí con la simple pretensión del aire. En el pecho de una voz sin carne. En la explosión de un juego sin palabras. En la ebriedad mágica de un paisaje. Camino del ritual sin sombra. Crepúsculo milenario de un naufragio. Paraje de la última estación de un poeta. Heme aquí con los faroles del desenfado. Con el desdén de auroras y volcanes. Con la luz suspirando en cada beso. Con los cuervos de universos apagados.
Todo es efímero. Efímero el mar, la colmena y el cántaro. Efímera la hebra de árboles sin pájaros. Efímera la vela y la noche. Efímero el cometa y el hangar de las plumas rotas. Efímero el humo y el libro de las palabras asesinas. Efímero el aliento y el suspiro. Todo es efímero frente a la risa cobarde de la muerte.
No más vestidos con barrotes. No más cadenas sin memoria iluminada. No más signos para códices sin sangre. No más vendimia. No más sortilegio de palabras muertas.
Heme aquí, con la perra que lame mis heridas. Astro sin el eco de párpados alados. Cordero sin su hostia. Heme aquí, en el navío descalzo de un profeta. En la penumbra de un violín sin alas. En el infinito de una imagen tenebrosa. Con la cotidiana miseria de embotellar sonrisas.
©Eleazar Rivera
Postulado de irreverencia
Este minuto pasa golpeando. Son exactamente las horas del desconcierto. Tiembla. Esta ciudad hiede. No puedo detenerme en esta talega de desmesuras. Mi diario personal cierra lentamente sus ojos. El tambor de las epifanías luce su exangüe listón. Una bestia se postra en la entrada al infierno. Esta barca perdió sus remos en algún lugar del mar Egeo. Ulises es una sombra imaginaria con alas rotas en el último suspiro. Yo sé que se detiene el vaivén intermitente del pecho frente a la penumbra oscura de la ceniza.
Humano. Terriblemente humano. Dueño de todos los cepos, de todos los grilletes, de todos los barrotes. Mi pasaporte tiene una herida; un puñal le cortó la identidad.
Esta sonrisa tuya, no es más que una burla que me restregás en el rostro. Este escarnio tuyo, sin tentarse el hígado porque ya lo tenés cristalizado de tanta borrachera. Este destierro no es para mí. No te conozco; pero, sé que existís. En algún lugar tenemos que encontrarnos. Te invitaré a un café, a una charla, a un verso triste. Vos vas a insistir que te acompañe. No. No pertenezco a la congregación de tus desvelos. No soy tu pan diario. Puedes irte a la hora que te convenga. Puedes celebrar las misas y los novenarios que necesités para ser excomulgada. Yo seguiré aquí, palpitando como corazón que delata su último paraje.
©Eleazar Rivera
Recuento de la ausencia
a Rosa y Helmut
Seis años después del adiós, resulta difícil sentarse a ver la televisión y olvidarse de todo. Resulta difícil sacudir los escombros sin pensar en el duelo de los años; y es que aquí, el tiempo no es tiempo. Las horas son grises. El reloj tiene la pausa del inanimado: se detiene; se añeja y nos martilla. Reviso los pasos, las espinas, los espejos. Con el hígado en una mano y un puñal en la otra, no hay más que el diario personal del que se desviste en la página en blanco para sangrar hasta la última palabra.
Repito: aquí el tiempo no es tiempo, es la farsa más grande que hemos inventado.
©Eleazar Rivera
Escombros
Heme aquí con la simple pretensión del aire. En el pecho de una voz sin carne. En la explosión de un juego sin palabras. En la ebriedad mágica de un paisaje. Camino del ritual sin sombra. Crepúsculo milenario de un naufragio. Paraje de la última estación de un poeta. Heme aquí con los faroles del desenfado. Con el desdén de auroras y volcanes. Con la luz suspirando en cada beso. Con los cuervos de universos apagados.
Todo es efímero. Efímero el mar, la colmena y el cántaro. Efímera la hebra de árboles sin pájaros. Efímera la vela y la noche. Efímero el cometa y el hangar de las plumas rotas. Efímero el humo y el libro de las palabras asesinas. Efímero el aliento y el suspiro. Todo es efímero frente a la risa cobarde de la muerte.
No más vestidos con barrotes. No más cadenas sin memoria iluminada. No más signos para códices sin sangre. No más vendimia. No más sortilegio de palabras muertas.
Heme aquí, con la perra que lame mis heridas. Astro sin el eco de párpados alados. Cordero sin su hostia. Heme aquí, en el navío descalzo de un profeta. En la penumbra de un violín sin alas. En el infinito de una imagen tenebrosa. Con la cotidiana miseria de embotellar sonrisas.
©Eleazar Rivera
Postulado de irreverencia
Este minuto pasa golpeando. Son exactamente las horas del desconcierto. Tiembla. Esta ciudad hiede. No puedo detenerme en esta talega de desmesuras. Mi diario personal cierra lentamente sus ojos. El tambor de las epifanías luce su exangüe listón. Una bestia se postra en la entrada al infierno. Esta barca perdió sus remos en algún lugar del mar Egeo. Ulises es una sombra imaginaria con alas rotas en el último suspiro. Yo sé que se detiene el vaivén intermitente del pecho frente a la penumbra oscura de la ceniza.
Humano. Terriblemente humano. Dueño de todos los cepos, de todos los grilletes, de todos los barrotes. Mi pasaporte tiene una herida; un puñal le cortó la identidad.
Esta sonrisa tuya, no es más que una burla que me restregás en el rostro. Este escarnio tuyo, sin tentarse el hígado porque ya lo tenés cristalizado de tanta borrachera. Este destierro no es para mí. No te conozco; pero, sé que existís. En algún lugar tenemos que encontrarnos. Te invitaré a un café, a una charla, a un verso triste. Vos vas a insistir que te acompañe. No. No pertenezco a la congregación de tus desvelos. No soy tu pan diario. Puedes irte a la hora que te convenga. Puedes celebrar las misas y los novenarios que necesités para ser excomulgada. Yo seguiré aquí, palpitando como corazón que delata su último paraje.
©Eleazar Rivera