Teresa Moncayo, España
UNA MIRADA
A LA POESÍA DE ANDRÉ
CRUCHAGA
(Travesía)
Teresa
Moncayo,
Universidad
de Cádiz, España
La poesía de André
Cruchaga, requiere distintas lecturas y tantas versiones..., (según desde la
óptica de quien lee). Pero el escritor sólo ofrece una referencia. En el
sentido de los versos oscuros, se decía de Góngora hasta que admitieron que era
un poeta impresionante con unas dotes para el uso de la metáfora y la
simbología que dejaron a muchos con esa envidia ¿sana? Creo que su poesía está
basada en la claridad de pensamiento y se apoya en unas líneas a veces
difíciles de "descifrar". Pero escritas con tanta hondura, con tanta
rabia y con tan buenos deseos de que todo cambie y, sobre todo, utiliza unos
vocablos también (a veces), rebuscados que nos da la impresión de querer
hermosear lo expresado. No es una poesía lineal, simple y basada sólo en la
forma. Desde luego que no. Porque dice mucho en poco y, traspasa más, por esa
forma y fondo que nos incita a pensar (más de la cuenta). Y es bueno
"provocar" la reacción del lector. De lo contrario estaría hueca y no
lo está.
Cruzo los versos de André
Cruchaga y quiero traspasarlos de esa coraza de obscuridad para ver un atisbo
de luz. Pero ese es su refugio. Vivir en la carcasa de un paraíso roto (aún
reverdecido). Una mañana de oleajes que chocan contra sus huesos. Pero aún así,
sigue el curso trazado en el remoto escenario de una metáfora. Ignoro si bajo
sus pies crece la hiedra o sólo el alquitrán como sustancia viscosa y negra de
petróleo. Porque a veces, sus versos, destilan diversas mezclas de roca y
túneles y resinas..., sonidos de ecos arrinconados más allá de las penumbras.
Cerca de las pulsaciones de una ciudad que dormita y muere. André Cruchaga mantiene
en su poesía la imagen de un país gris que le provoca por dentro y nos
sorprende los albores obscurecidos en medio de la tormenta de fuego, los
andenes de asfalto cubiertos de luces que no son sino espejos de una silueta,
las ráfagas que empuja al viento y tambalea la quietud del alma, los párpados
cansados de descubrir las muertes en el lecho, los pozos llenos de cadáveres
esperando ser enterrados en el estiércol, el horizonte dudoso de cualquier
cielo. Y busca cubrirlo de arboleda, de música, de pájaros, de campanarios
alegres, de amaneceres risueños, de veredas verdosas, de alientos limpios que
volteen la obscuridad, de soplos de hojarascas, de almas con luz.”
Los versos de André son
un diálogo incontaminado, a pesar del ambiente con sustancias tóxicas..., (perjudiciales
para los seres vivos). Son como una esencia purificadora que "lucha"
contra los agentes abrasivos causantes del deterioro social... Los
poetas simbolistas que cita (con los rostros cubiertos por las sombras), se
me antoja, mudos por la realidad. Baudelaire estaba imbuido en su
"universo artístico" (lejos de la realidad). También Rimbaud,
preocupado de la musicalidad de sus rimas. Sólo Lautréamont, nos dejó unos
versos desgarrados donde definía al hombre como "esa bestia
salvaje"... y, Éluard, autor de: "La desesperación no tiene
alas"... Encontré unos versos de Gómez-Correa que es como un manifiesto
desesperado; encontrar al fin la inocencia en una noche sin término/ sin pensar
en el día que no volverá/ Ni en el gavilán que no logrará despertarte. También
se le puede adjudicar, como una exaltación sutil ante un sueño..., la
diferencia es que los versos de Cruchaga están asentados en la tierra.
Lo más grandioso de André
Cruchaga, es la capacidad para definir los sentimientos. Domar a las palabras,
traerlas a su terreno..., y hacer de ellas una composición hermosa. Alcanzar
esa maestría en el ARTE de la palabra; unirlas hasta conseguir el significado
exacto del sentimiento. Las emociones poderosas, el inevitable conflicto
interior y, la coloreamos, en base a nuestros principios. La construimos con
nuestro filtro personal y la sometemos a según qué estado de ánimo..., nos
introducimos en el laberinto de las palabras (en el sentido de que no es un
lugar de fácil acceso y, menos, de fácil tránsito...) y, la usamos como
herramienta simbólica, como un camino que nos permite vivir la experiencia
auténtica y que representa el universo de cada uno.
Los arquetipos no sólo
existen en las historias fantásticas con acciones de dioses y héroes en la
antigüedad o, en las narraciones donde predominan los elementos imaginarios,
también existen en los sueños y, a veces, en la realidad. La poesía de André
Cruchaga está llena de esa verdad, de esos héroes anónimos que deambulan por un
espacio tétrico resaltado por el poeta en sus versos. Está llena de esa verdad
que ahonda en su alma y en la respiración a modo de pulsaciones. Está llena de
un sentimiento que traspasa la coraza y la epidermis más sensible. Porque
Cruchaga escribe con devoción y fuerza, con pasión y delicadeza y, con un valor
añadido que le hace grande, en el sentido de intenso y perceptible. Aunque el
escenario de su vida sea un "elemento" real (demasiado evidente).
Hay que reverenciar sus
poemas. Tanto por cómo siente, por cómo los expresa, por cómo escribe. Sus
versos son como estallidos, como pulsaciones o como pequeños truenos que se
adentran en la piel y en los poros y recorren todo el ámbito corporal para
establecerse en el corazón. La comprensión de los versos es rápida a pesar de
los conceptos (representación mental de los hechos), que nos descubre nuevos
significados y lo hallamos en forma de reliquia de gran valor que hay que
venerar. Rebosantes de humanidad, de temple, de desgarro social entre la
realidad y el deseo. Resiste ante los esqueletos humanos y los manicomios que
no son sino parte del tránsito diario.
Los versos de André
Cruchaga, están hechos de unas fibras sensibles, perturbadoras, tiernas,
melancólicas y llenos de una rabiosa verdad que arrastra a ese mundo hondísimo
para hallar en él, otro subterráneo aún más hondo, más perfilado, más cautivo,
más lleno de horror, si cabe, más ultrajado, más devorador, más decrépito (decadente).
Con una intensidad de recuerdos bellos que se ahondan en las sombras. Pero sus
versos sacan también a la luz, esa misma claridad que se filtra por cada hueco
estrecho, por cada espacio ínfimo, por cada rendija de pared. Y será ese
resplandor quien desheche a la oscuridad que, ahora parece eterna.
Aunque en el interior de
las palabras muera el poeta, queda el significado en la memoria. Igual que,
muerto un pájaro, siempre tendremos su canto. Porque la esencia de todo no se
establece en los vocablos que se usen para expresar lo que sentimos, es nuestra
posición frente a qué o a quién. Son pocos quienes conocen la intrahistoria
porque se halla escondida bajo la historia que todos ven, aquella que, los más
superficiales, contemplan. Pocos descienden a los infiernos y, por lo tanto,
pocos saben de los sufrimientos ajenos, de aquella masa de humanos que deambulan
en las sombras, agazapados en el olvido de la memoria de la mayoría. Porque es
más cómodo, pasar la vista por encima de los problemas, inhibirse de las
carencias de los otros, de esa decadencia que los asalta cada día y los rompe,
y los mata y los fusila, y los abandonan. Sólo lo perciben los grandes humanos,
los más sensibles, los más capaces de exponerse en contra de todo. Los hay
servilistas que hacen uso del hermetismo para no ser señalados por las esferas
del poder. Porque los cadáveres no son aquellos que apuestan por la
continuación del sistema, no. Son los otros, aquellos que en un susurro
intentan clamar al cielo una ayuda que no les llega. No todos son poetas y, por
lo tanto, no tienen acceso a esas palabras más o menos adornadas (como el canto
de un pájaro) para decir lo que él nos cuenta. Los otros sólo son tipos que
deambulan por calles oscuras sobre otras obscuridades (para no contradecir las
normas). Sólo el poeta nos trasmite cómo sufren, cómo sienten, cómo mueren...,
y estamos abiertos a sus mensajes en forma de versos.
Los versos de André Cruchaga
sí ven la luz..., a pesar de haber nacido entre las sombras. Son los conceptos
lo que le hacen diferente; el idioma lleno de resplandor a pesar de la
siniestralidad. Es la locura de un entorno (con enfermedad prolongada) lo que
enaltece a sus poemas. Los alientos tupidos que buscan una atmósfera limpia
aunque camuflada en la hojarasca, pero esa limpidez existe, seguro. Sólo hay
que descubrirla en la otra imagen (Naturaleza), con su azul pleno, luciérnagas,
libélulas, búhos e, incluso, el ala siniestra del cuervo que se posa en las
ramas, toma un aspecto menos demencial, menos trágico. Conviene escabullirse de
ese escenario mórbido y hallar la claridad que inunde los sentidos, la belleza
no estática sino viva alrededor del poeta.
Sus versos siempre me dejan esa estela cierta de
maravillosa escritura (a pesar de lo contradictorio del sentido del poema). Indiscutiblemente,
André Cruchaga es más que un poeta. No muchos tienen el don de llegar a esa
altura intelectual rompiendo esquemas para ahondar en la Naturaleza Humana
donde el sentido racional, aún dentro de lo irracional, cobra especial interés
y coherencia. Un bravo!, es poco. Sólo el reconocimiento de la sociedad y el
mejor de los premios podrían hacerle justicia. Porque aflora en cada verso el
sufrimiento de un país con coraje, valentía y dolor. Y porque sus poemas son
parte de la esencia de todos aquellos hombres y mujeres que cada día, han de
ver mutilados sus sueños y rotas sus ilusiones. Relatar estos hechos con el
rigor y la hondura con que lo hace el poeta y desde un prisma real y con la
fuerza con que queda reflejada la historia, eso, ha de tener sin duda una
respuesta.
Me llevaría toda la vida
leyendo sus versos, de día y de noche, siempre. Sólo pararía de vez en cuando
para calibrar los verbos, para analizar los adjetivos, para investigar las
metáforas. Y luego seguiría por esos caminos muertos, por ese verde reventado,
por esa calzada llena de humanos abandonados a su suerte, por esos árboles de
cenizas, por esas aceras soñolientas, por ese bosque obscurecido, por ese
cuarto húmedo, por esas figuras muertas, por esos alambrados que suplen a las
fronteras y, acumularía (igual que él), ese desgarro que nace del alma y que me
hace ser infeliz porque otros lo son.
"Profundidades
inmensas"..., así son los versos de
André Cruchaga, llenos de esa hondura que nos traspasa porque cada vocablo está
constituido de una sensibilidad nueva a pesar del desgarro que caracteriza a toda
su poesía. "La noche como un solo camino" es inmensamente evocador;
la noche porque es noche, o la noche porque es la única referencia?...,
"las calles como una sola noche" ahí sí va implícito lo tétrico en el
sentido de oscuridad absoluta, sin un atisbo de luz. Sólo en él se halla la
claridad, ese fulgor infinito con la precisión y lucidez necesaria para crear
unos versos brumosos; ahí está el arte, dejar afuera la ambigüedad, la
borrosidad, la bruma..., y desde su claridad surgen los versos colmados de
negrura. Quiero decir que, parten desde dentro de su luminosidad. Los crea, les
da forma, les da belleza, coherencia, pasión, fuerza, vigor, ternura, valor y,
ese sentido de realidad y de coherencia; con un fondo profundo y una forma
impecable. Llena de metáforas que no son sino un lenguaje más cuidado,
perfectamente revelado. Pero qué grande es la poesía de André Cruchaga, capaz
de despertar los sentidos y emborracharlos de realidades, de actos sublimes, de
flores, de caminos, de cielos, de borrascas, de lluvias, de asfixia, de
heridas, de abandono, de muertes. Nos trasmite todo lo que es posible trasmitir
con la palabra y aún así, quedamos esperando más y más, hasta completarnos,
hasta llenarnos, hasta colmarnos. Jamás absorbí tanto de un poeta. Jamás
descubrí tanta fuerza, tanta pasión, tanto sentimiento, tanto talento. Y sigo
leyendo y más descubro, porque cada vez hay una intención nueva que me
sorprende, que me absorbe, que me inquieta...
En su tránsito, André
Cruchaga, va dejando estelas de palabras que no son sino asociaciones
subjetivas que viven en él. Porque no es sólo un poeta que describe sus
sentimientos en versos, sino un "guerrero" de la pluma capaz de
sublevar a todos los que lo leen. Se nota esa querencia hacia los verbos y esa
devoción pura hacia la manera de trasmitirlos. Lo que es una maravilla. Gracias
a la palabra escrita y gracias a esa capacidad innata en usarlas, apreciamos
toda esa larga trayectoria de sus sentimientos en forma de versos. Es una
suerte que ese don de la palabra haya recaído en él, en nosotros, y no es un
tópico. Porque no todos pueden cubrir grandes espacios de folios en blanco hasta
completar cientos de ellos. Y hacerlo de manera bella y coherente, para el
deleite de muchos. Proyectar en vivo cada paso, cada deseo, cada anhelo, cada
pasión, cada tristeza o alegría. Con toda la naturalidad que sólo los que
tienen acceso a la escritura, pueden hacerlo. Y son muchos, evidentemente. Pero
no todos son mágicos. No todos te emocionan, te desgarran, te provocan, te
sorprenden y te llevan por esas lindes reservadas para unos pocos. Aunque
existan campos abiertos para acoger a tantas manifestaciones, a tantas ideas
revestidas de mil maneras..., sólo unos pocos son capaces de penetrar en la
epidermis más sensible, sólo unos cuantos y, entre ellos, André Cruchaga. Por
esa hondura y por esas formas que, a veces, nos hace dar vueltas para ahondar en
su significado. Significado que hallamos, evidentemente, porque por encima de
esa naturaleza hermosa se encuentran los verbos más reconocidos por todos los
que amamos la poesía.
Me pierdo en su lenguaje,
en ese contexto de signos combinatorios, en esos símbolos y códigos con los que
designa al mundo exterior; sus relaciones, sus cualidades... En esas oraciones
construidas con su conjunto finito de elementos, en esa manera de invocarnos y
explicarnos sus sentimientos. Me pierdo por el uso adecuado de sus palabras,
sustantivos, verbos... Por cómo forma las ideas y pensamientos. Porque André
Cruchaga, no rompe el ritmo de la frase sino lo completa hasta hacerlo
explosivo. Hay una comparación de la evolución del lenguaje humano con el
origen evolutivo del canto de los pájaros, capaces de aprender nuevas
vocalizaciones y de reordenar sonidos básicos de su canto para trasmitirnos
distintos significados. Su capacidad para comunicarnos sus ideas y emociones,
André, sobrepasa en mucho la conducta lingüística de los humanos por el grado
de distinción de su lenguaje y rebasa todos los pronósticos, todas las teorías
y todos los códigos. Por lo que pasa a ser llamado un fenómeno comunicativo que
nos abre puertas y ventanas a la imaginación y al entendimiento.
En cada poema, el
asombro. Por mucho que lea sus versos, siempre existirá la sensación de la piel
erizada, de la angustia que asoma por cada juntura, de la sombra en constante
duelo. También del arcoíris asomando por la luz después de la tormenta. Y el
latido que se abre paso en las multitudes oscuras. Todo él es poema, su
actitud, su respirar, sus latidos, su voz, su aire. Y esa manera de
trasmitirnos la realidad, por cómo se interna en los sentimientos que no deja a
nadie indiferente, por la profundidad del mensaje, por la hondura de la emoción
y, posiblemente, porque le añade elementos inquietantes que no hacen sino
despertar nuestra conciencia.
Los ojos de la noche, de (André
Cruchaga) lo ven todo, tanto las maravillas dentro de su sombra como las otras
sombras de su subterráneo. Y los ojos, con su luz encendida, en la oscuridad,
captan las imágenes que pululan a su alrededor. A veces se distorsionan las
formas y, las líneas se tornan figuras idealizadas o distorsionadas o, en su
defecto, reflejan la verdadera realidad de lo que se visualiza..., y en ellas
afloran las siluetas dañinas, que no son producto de la imaginación, pero que
igual sobreviven en la claridad, por lo que no sólo en las sombras se integran
los efectos dañinos sino que también cabalgan junto a la diafanidad. Por lo que
el punto de luz (en las sombras), lo pone él, según su estado de ánimo, integra
la dulzura, la nostalgia, la energía. La esencia de lo que es y, eso, traspasa
en mucho a las sombras. Habitualmente integramos en la oscuridad lo dañino, las
tinieblas, la venganza, la muerte, la traición e, incluso lo diabólico. Pero
esa oscuridad sólo está "visible" para contrarrestar a la luz. Sé,
que su sombra está íntimamente ligada a la realidad de su país y la arrastra como
un torbellino llevándosela a su intimidad hasta el punto de que forma parte de
su vida, obviamente, sin quererlo. Y es hora de desterrarla de ese ánimo o,
asumirla como algo que no ha de vencer. No porque no lo desee sino porque está
fuera de su alcance.
"Como una tinta que
tiembla ante la hazaña..." Sólo un prestidigitador de la palabra es capaz
de diluir esa tinta y hacer que su compuesto alcance esa proeza que nos
describe la realidad objetiva de ella y, la otra, subjetiva, la de él que se
funden en un abrazo hasta dar con el verso deseado, con la expresión
idónea hasta completar el poema. Cuántas sombras y heridas y ojos y sueños
hasta acabarlo? Por cuántos caminos ha de avanzar hasta hallar la forma, hasta
completar el fondo? No todo es cuestión de sombras y de espejos..., detrás está
el poeta, su asombro, su luz (aún dentro de lo oscuro). Está compuesto André de
arcoiris, cuyos tonos se asemejan a según qué ánimo, casi siempre los tonos
grises. Los claros se dejan ver escasamente. A veces se cruzan por en medio de
las palabras para no ser descubiertos, pero permanece la estela de luz en su
recorrido fugaz. Lo intuyo.
Es obvio que André es un
poeta que, (como él dice), "busca más allá de toda apariencia",
centrándose en un fondo demoledor, trágico y real. Su soledad coincide con el
alma de Schubert, angustiada, solitaria y dolorosa. Lo apreciamos en la
"Serenata", donde el músico despliega toda su magia y esas imágenes
en forma de música: Hay ternura y dolor en ese canto/ y tiene esa amorosa
despedida/ la transparencia nítida del llanto/ ¡y la inmensa tristeza de la
vida!. "Cada cual tiene su propia búsqueda". La de André, es el
sentido a la irracionalidad, al desamparo, a la brutalidad del hombre, al
abrazo roto, a los labios sellados por el miedo, a los fantasmas de la noche, a
los monstruos del día, a los amaneceres de sangre, al destierro interior, al
alma exiliada, a las páginas en blanco. Sus versos y su prosa que se entrelazan
para establecer el poema, para ahondarlo y liberarlo; son su desahogo de cada
día. Cada verso, un suspiro, cada poema un alivio. Así renace cada amanecer.
André no es un poeta como otros, no. Existen movimientos literarios y otros que
van a contracorriente ofreciendo una estética y una ideología fuerte sustentada
en el sufrimiento de los pueblos. André se identifica plenamente con ellos, Y
con el tiempo muchos seguirán su forma (porque su fondo es inaccesible), y
crearán escuelas como lo hicieron algunos clásicos.
André Cruchaga, es el
hilo de esa tinta que usa para denunciar la historia. Una manera de expandir lo
que ocurre en el país. Muchos poetas y escritores lo hicieron, obviamente, no
todos salieron ilesos. Por mi parte creo que, a la política ha de llegarse por
vocación para ayudar a los ciudadanos. Con el compromiso hacia la clase social.
Nunca para encumbrarse "salvadores de la Patria", donde el miedo
prevalece sobre otros sentimientos y que, forma parte de lo cotidiano arrancarle
los sueños para convertirlos en pesadilla. La política creo que es un
instrumento para lograr el bien de la sociedad y asegurarle una vida digna.
Pero aquellos que se implantan con un régimen sin ningún tipo de Orden Jurídico
y Legislación Vigente, implica, obviamente, el apoyo de la fuerza militar., que
son los encargados de ejercer la represión e imponer el terror violando todos
los derechos de los ciudadanos. Porque ya dejan de serlo. Para convertirse en
"objetos manipulados por el sistema". Por lo que los políticos se
ganan a pulso el descrédito de la población sumida en el miedo a ser
encarcelada o fusilada. Los que conforman la "casta del horror" y que
ejercen la tiranía son aquellos que se colocan la pancarta de "trabajamos
por los intereses del pueblo", un recurso desgastado por su uso. Y que son
los mismos que dicen fortalecer la democracia o el país. "El Salvador es
grande por su gente”, es pura demagogia cuando lo utilizan para conseguir el
apoyo electoral. Son las maniobras de aquellos que NO saben hacer política en
beneficio de sus ciudadanos y sí, sin embargo, tienen aprendido cómo
violentarlos, o quitarlos de en medio...
Teresa
Moncayo, Escritora.
Vejer
de la Frontera, España, 2016