DE
LAS PRECARIEDADES DE UN PAÍS
LLAMADO
ANDRÉ CRUCHAGA
Hace
más de una década que sigo muy de cerca la poesía del poeta salvadoreño André
Cruchaga. Incluso ya he escrito un prólogo para su libro Travesía de la
muerte, poemario que proclamaba inscrito en el surrealismo por la manera de
desarrollar los temas y la imaginería onírica; pero con técnicas que el propio
autor ha ido hilvanando a lo largo de su extensa producción poética.
El
surrealismo trata los temas tabús y, entre ellos, la muerte que encontramos en
el libro citado y en otros poemarios. Pero en este Precariedades que
vamos a abordar la intención de André es bien distinta. Ya lo dice desde el
título: «voy a tratar las cuestiones precarias que asolan a mi país». El poema «Resinas» a mi entender resume desde
el principio toda una declaración de intenciones que se desarrollarán a lo
largo de este poemario que Cruchaga titula Precariedades:
Por
si fuera poco, mi oficio no tiene que ver solo
con
las palabras y las alas rotas de las mortajas,
sino
con ese desvarío de la trementina en pleno bosque.
El oficio del
poeta André Cruchaga va más allá de la simple estética y ahonda en la ética.
Eso sí, sin ignorar los hallazgos expresivos de tantos años y renunciando a
cualquier programa político prefijado. De esta manera, se mantiene en la avant
garde. De hecho André Bretón define el surrealismo como un movimiento que
se alimenta del inconsciente, de la libertad y del amor, sin tener, en
principio, un interés estético o moral en sus producciones.
Y hablando de Precariedades,
el Diccionario de la RAE establece que la palabra hace referencia a la situación que viven los
trabajadores sujetos a unas condiciones de trabajo por debajo del límite
considerado como normal, especialmente cuando los ingresos económicos que se
perciben por el trabajo no cubren las necesidades básicas de una persona. Por
otra parte, dadas las tremendas crisis económicas y sociales en Europa y el
empobrecimiento acelerado de la clase media se afirma que ha surgido una nueva
clase social a la que se denomina el precariado. ¿Y qué ocurre, entonces en
Centroamérica? No es exactamente a lo que alude el poeta André Cruchaga, sino
extiende el significado a ese vivir en precario de toda la población de
su país, aunque, eso sí, no hace ninguna alusión a lugares concretos de El
Salvador. También se refiere a ese país interior entre el subconsciente y el
duermevela.
Así
pues, André Cruchaga indaga, ya no en un subconsciente en abstracto, sino en uno
colectivo de todo un país; claro está, partiendo del propio de un sujeto lírico
que no se deja caer en consignas partidistas, sino que con una expresión
irreemplazable, llega a hacer que los poemas consecuentes rocen la llamada
poesía comprometida.
En
El Salvador, se han tenido poetas de esta índole. Ejemplo de ello es la
denominada «Generación Comprometida» que por los años cincuenta inició con
poetas latinoamericanos exiliados en el país, como Miguel Ángel Asturias. El
seguimiento en el tiempo por poetas como Ítalo López Vallecillos y un segundo
grupo que tuvo origen en la Facultad de Derecho de la Universidad de El
Salvador con poetas como Roque Dalton, entre otros. La generación comprometida
en sus diferentes momentos ha tenido gran influencia en otros grupos literarios
en el tiempo, tanto para ahondar en la realidad salvadoreña, como por su
interés de renovar la estética y progreso literario. Y, según mi criterio,
André Cruchaga es un digno representante. Veamos el poema «Precariedades» que
le da título al conjunto:
Como el libro de la noche, las
precariedades juntas echadas a la tierra de la respiración. Nos duele la piel
frente a la turbiedad de las aguas amoratadas por el vértigo. Entre las viejas
consignas del alma la boca de cartones y el filo amarillo de las sombras.
Siempre hay frío en esta soledad de la sangre, mientras un pez de hierro
sostiene las compuertas. Aquí, el cascajo que se siente en los calcañales y
entre las manos: se llora por el sinfín cuando ya se han marchitado los ojos.
Después
de la lectura de este poema me viene a la memoria lo que nos dijo Isaac de Vega,
narrador canario miembro del llamado movimiento Fetasiano, una aportación de
Canarias a ese realismo mágico hispanoamericano. Le preguntábamos por un cuadro
que su amigo Rafael Arozarena le había regalado el día anterior y estaba
apoyado a la pared y sin colgar de la alcayata. Con cierta técnica indigenista
representaba a un mexicano vestido de blanco apoyado en un muro blanco
parduzco. El personaje sesteaba, cubierto su rostro con el típico sombrero
charro. El mundo alrededor en llamas. Ante nuestra pregunta don Isaac nos
respondió sin que aparentemente viniera a cuento que le gustaría estar en una
cárcel para ver mejor la realidad. Se llora sin fin cuando ya se han
marchitado los ojos, dice Cruchaga. Y cómo también concluye en el poema
antes citado «Si algo pervive en el poema, es la trinchera de claridad/ hacia
el prójimo encadenado al calvario del hambre». Ni Isaac de Vega ni Cruchaga
hablan de abandono sino de ese cerrar los ojos para ver
rilkeano. Cada uno a su manera asumen el mito de la caverna de Platón para
observar un mundo caótico. Dice, precisamente nuestro poeta en «Indagación de
la caverna» que
En
dicho claustro el cruce de sueños como un cántaro
dolorido;
sube la palabra y desvela su hipnosis
y
la hoja de supersticiones,
y
la sucesión de infusiones del tiempo.
En
la novela Fetasa de Isaac de Vega se preconiza una suerte de viaje a la
semilla tan como Carpentier o Scott Fitzgerald: no la muerte, sino un
des-nacer. En André Cruchaga es la muerte y las causas de estas los leitmotiv
de su poemario Precariedades. «Mañana, tal vez, —sobre la piedra del
féretro—, el adiós nos muerda con su último resplandor», apunta en el poema
«Siempre intemperie».
En
«Lenguajes oscuros» André habla de la dificultad de expresar esa realidad que vive,
carente de toda humanidad. Esto le afecta no solo al ánimo y al asombro sino a
su manera de expresarla. Decía Wittgenstein de la imposibilidad de expresar la
realidad, lo mismo Juan de Yepes respecto a la comunicación con Dios. Tanto el
poeta místico como Cruchaga optan, por caminos opuestos, por esos lenguajes
oscuros para comunicar esas incertidumbres.
Hay
lenguajes más oscuros que las ventanas al pie del humo.
Uno
se acostumbra a beber tanta indigencia alrededor
de
los prostíbulos, entretanto se desnuda lo irrisorio; y lo banal,
adquiere
categoría de canasta básica.
Más adelante, en
el poema «Estertor del follaje» dice que
En
la oscuridad de la escritura,
el
susurro y el aullido de algún perro a lo lejos.
En
la poesía de André Cruchaga (en toda) siempre están presentes esos andamios
del absoluto, cuya metáfora tiene como referente el instinto. El instinto
de vivir y el instinto de escribir. El poeta no se mueve por una serie de
conocimientos previos sino por una experiencia de vivir y también de leer. El
poeta argentino Roberto Juarroz decía en una larga entrevista que el poeta ha
de guiarse por la intuición (instinto) para construir el poema y el mencionado
Juan de Yepes que sin bien saberlo haciéndolo bien. Desde el siglo XVI hasta
bien entrado el siglo XX los grandes poetas se reafirman en cuando a una verdad
referente a la escritura poética: el instinto, la intuición son lo mismo. Y
esto lo sabe muy bien nuestro poeta Cruchaga. No hay programas políticos, ni
incitación a la rebelión ante el horror, como en los miembros de esa generación
de los cincuenta. La muerte, el temor, la barbarie, el silencio, la
incertidumbre la injusticia son más que suficientes y más eficaces ante las
conciencias de los lectores. Un lugar en
donde Nada es en los diminutos peces de la garganta, nada reptar contra la
ponzoña; el insomnio se prolonga como una lenta serpiente y es feroz el imán
roto de su himno […] Un lugar donde los pájaros, el cielo azul del cielo
siempre babean: ¿esperanza, esperanza continuamente frustrada?
Como dice Cruchaga al final del poemario:
sin
ningún imaginario, sin algo que les cubra su silencio.
esta
tormenta de medianoche que embrutece,
al
final me quedo con esa sensación de trote o de fracaso.
Nadie
podría expresarlo mejor que el propio poeta, desde un exilio de la página
interior y el furor de la página en blanco en donde funda un país llamado André
Cruchaga en contra de ese otro país que su arte poética denuncia y muestra
desde lo más hondo del espíritu humano, con desgarro y sapiencia.
Precariedades
es un libro de extensión
media, compuesto por unos 128 poemas (yo diría fragmentos). En el poemario se
alternan poemas en verso libre con otros en prosa poética, sin que ello altere
lo más mínimo el ritmo del conjunto. El ritmo y el tono se logran en virtud de
varios elementos propios de la poética de André Cruchaga: la progresión
ascendente y descendente de las imágenes, muchas de ellas de hechura onírica;
la técnica contrapuntística del paréntesis y palabras en cursiva que hacen la
función de otras voces, aparte de la del sujeto lírico.
Ahora les toca a ustedes poner sobre la mesa de la lectura sus propias precariedades.
Por Antonio Arroyo Silva
Gáldar, 28 de diciembre
de 2022.