LA
RENOVACIÓN POÉTICA
EN
LA PLUMA DE ANDRÉ CRUCHAGA
Por
Luis Antonio Chávez
Escritor
y periodista
“Creo en ti, alma mía, el otro
que soy yo no debe humillarse ante ti,
ni tú debes ser humillado ante otros”
Walt Whitman
Ver la viga en el ojo
ajeno, es querer recoger la cosecha donde ni siquiera sembramos la semilla. En
Cuervo Imposible, de André Cruchaga (Teseo Editores 2019), dan ganas de
acaparar el fruto y seguir leyéndolo, sobre todo por presentar una serie de
aristas que trataré de descifrar, aunque ello implique madrugar para tomar aire
y a la luz de una vela hallar respuesta a esas líneas impregnadas de
sortilegios, acertijos, parábolas…
José Lezama Lima, al
referirse al bregar poético, reseña: “se
sabe que hay un camino para la poesía que sirve para atravesar ese desfiladero,
pero nadie sabe cuál es ese camino”. (1)
Mientras que Walt Whitman
(Citado en la selección hecha por Wolfon Leandro de Hojas de Hierba, palabras
dichas por el poeta en 1855), lo dice así: “el
poeta señala el camino que va de la realidad al alma”, es decir, “establece un puente entre el mundo de la
materia y el de los espacios infinitos del alma”. (2)
Para cuando escribo estas
líneas lo hago consciente de que muchos estarán al atisbo de que me deslice,
pero aclararé que en mi escrito intento hilvanar todo un aparataje, como lo
escribiera Roland Barthes:
“En
la poética moderna, la palabra es el tiempo denso de una gestación más
espiritual, durante la cual el “pensamiento” es preparado instalándolo al azar,
es decir, ninguna palabra es densa por sí misma, sino que es apenas un signo de
una cosa y mucho más”, acota Barthes. (3)
Lo que quiero decir es
que el auténtico poeta va siempre un paso adelante, encontrándonos con versos
oníricos, iconoclastas, herméticos o avezados –según el marco conceptual del
lector de poesía–, pues las constantes lecturas logrará que le encontremos
similitudes con los escritos de otros hacedores del arte.
Neruda, en Residencia en
la tierra, plasma: “¿Ahora bien, de que
está hecho este rugir de palomas que hay entre la noche y el tiempo, como una
barranca húmeda? Ese sonido ya tan largo”…
En tanto André Cruchaga,
responde: “Después de todo/ casi te palpo
en la gota de rocío,/ en el sonido invisible de mis pies/ en el silencio, que
de pronto/ es el único instrumento que nos sirve/ para desnudarnos”, terminando
el poema así: “Para saberlo hay que
colgar del alero/ nuestra propia respiración”… (P.18-19)
Haremos un apartado para
poner en la ventana al poeta André Bretón, máximo exponente del Surrealismo (escuela
surgida entre los años 1920-1940), la cual proviene de la escuela del Dadaísmo,
tendencia literaria que propugnaba por el anti–arte, contrario a la visión del
vate parisiense que no niega el arte sino que busca la construcción positiva
del mismo. (4)
Bretón se decantó por el
Surrealismo al considerarlo como el medio para unificar lo consciente con el
subconsciente, es decir: unir lo racional con la fantasía (sueños), y la
fantasía con una realidad absoluta o “sub–realidad”. (5)
Una de las
características de esa escuela es valerse de las imágenes literarias lo mismo
que de las metáforas para obligar al lector a hacer interpretaciones que lo
lleven a explorar su propio subconsciente, caracterizándose ésta por la
yuxtaposición de palabras que no están relacionadas entre sí por la lógica si
no por la psicología, o sea que el escritor crea imágenes e historias oníricas
que desafían la lógica. (6)
Aquí surge la interrogante:
¿qué tiene que ver Bretón en la poesía de André Cruchaga?, la respuesta es que las
influencias literarias son necesarias para crecer en un ámbito donde existen
trampas entre los mismos hacedores del arte poético, pero cuando se nace con un
carisma no hay Tsunami que nos afecte.
Otros dirían que los
escritos de André Cruchaga se perfilan como una poesía anárquica por cuanto
dista mucho de las modas, encontrándonos –si se quiere– rasgos del poeta
Stéphane Mallarme, uno de los poetas “Malditos”, quien hizo de la literatura un
objeto, usando como herramienta las adjetivaciones al centrar su trabajo en la
aniquilación del mismo lenguaje”. (7)
Por su parte Arthur
Rimbaud –para citar a dos de los “Poetas malditos”– enfoca sus escritos en la
modernización de la poética a través del estilo, convirtiéndose en arte sólo
por referencia a la intención de la poesía. (8)
En el caleidoscopio
literario de André Cruchaga hay una voz acompañando el devenir de los tiempos, tal
como lo hizo el poeta cubano Nicolás Guillén, autor del Songoro Cosongo: “En el ojo profundo duermen palmeras
exorbitantes/ y el grito se nos sale como una gota de oro virgen”, escribe
Guillén.
Roberto Fernández Retamar
también aporta a los conocimientos poéticos: “La poesía hispanoamericana de los últimos años se articula en dos
goznes: modernismo y vanguardismo; ambos son seguidos por dos grandes momentos
en el que andar hacia adelante es sustituido por un movimiento hacia adentro,
de ahí que parezcan detenciones (pero) no lo son”. (9)
Tras poner en la palestra
escritores de la talla de Lezama Lima, Whitman, Bretón, Rimbaud, Mallarme,
Nicolás Guillén, Roberto Fernández Retamar y el incomparable Neruda, intentaré hilvanar
cada escrito de André, esperando que el lector ponga la vista en el espectro
metafórico para que haga sus propias valoraciones.
Iniciaré con la palabra
Surrealismo para desmenuzar cada verso en el enfoque central, eso creará un
ambiente –no conspirativo– pero tampoco afable para ver los escritos del poeta
chalateco, ello sin forzar al lector a quedarse con la idea sino que vaya en la
búsqueda de su propio marco conceptual.
Al leer el cóctel de
imágenes literarias que nos pone en bandeja André Cruchaga observamos que éstas
dejan un sabor agradable a la retina, por eso me traslado al submundo urgido de
la pluma del poeta llevándonos a la etapa que salvará la metáfora del olvido.
En Cuervo Imposible hay
una obra mesurada, alejada de prejuicios, es decir, aquí se rompe la forma para
darnos una voz más atrevida, y aunque a veces se lean versos con un toque
apocalíptico –no es pecado hacerlo– nos apoyamos en la misericordia literaria
para acceder a cada acertijo oliente a aserrín o al frío que dejan los rieles
de la historia.
“Hoy
vivimos otras secuelas del mismo rostro:/ …nos limitamos a saltar sobre el
peligro en las calles,/ sin volver la vista a los paraísos perdidos de la
infancia,/ al ala donde cuelga la ventana del horizonte”, escribe
André, y culmina: “Son días funestos:/ en
cada acera hay chimeneas de cuervos en busca de carroña…/ ¿Hacia qué bosque
debemos dirigir nuestras plegarias y vigilias,/ el escapulario de viaje de la
brisa…” (Pág. 24)
Le daremos vuelta al
calendario cuyas hojas amarillentas dan cuenta de golpes de estado, terremotos
y guerras a las cuales acudimos sin permiso alguno, pero que dejaron hondas
huellas, cuya cimiente tardará en sanar.
“¿Qué hacemos con los
recuerdos,/ sino suculentas pesadillas,/ pastores eternos de la hojarasca del
sepia”… (P.33)
André Cruchaga domina con
gran soltura el verso de largo aliento, cuyas formas reflejan su espíritu
rebelde (No evade la realidad, aunque para el común de los mortales, lo
parezca), donde la voz intuye, explora, se oxigena, sangra, y renace para dar
un soplo de esperanza.
Cruchaga nos escribe: “Detesto sentir cadáveres flotando en las
entrañas, / y que las termitas/ del tiempo desgarren el sosiego en trocitos; /
debajo de los huecos desplomados del polvo, / quizá valga la pena/ escribir una
elegía a la hoguera hecha añicos”… (P.38)
Una de las
características del trabajo impreso en el libro Cuervo Imposible es que posee una
serie de simbologías encerradas en cursivas, paréntesis y guiones que, para el
común de los lectores, han sido puestas de forma antojadiza.
“–Hemos
vuelto mudo el arco iris:/ de pronto el blanco y negro/ nos representa como
fondo de cine mudo,/ como una habitación/ amarga de cadáveres”, escribe André,
para después agregar; “–Vos y yo, que sin codicia, creímos en la risa;/ ahora
se nos dan/ raciones diarias de desvelos y sollozos...”.
(P. 40), plasma el poeta desencantado por haber creído en un proyecto.
Si habrá que poner un
calificativo, diré que André Cruchaga es de los poetas exquisitos, de esos
seres cuyo canto es un toque de asombro que seduce, pues sus escritos son
líneas impregnadas de vida, tanto así que a veces me pregunto si el vate
chalateco habrá bebido agua del mediterráneo, pues a veces –no siempre– le
encuentro similitud con la poesía lituana.
“(Podría
decir otras cosas negando esta ebriedad, / negando el nosotros sobreviviente, /
arrojar el nudo de la garganta a los pájaros, / aullar sobre la caligrafía
manchada de las paredes…/ pero no puedo./ después de todo,/ sigo habitando el
bajorrelieve de la humedad”. (P. 42)
Acotaré que, si las aguas
por las que navega André Cruchaga están habitadas por densos cardúmenes que
merecen ser estudiadas por aparte, no seré yo quien asuma ese rol, ya que para
ser catador de poesía se necesitan millas de vuelo, y mi objetivo sólo es
plantear algunas ideas poéticas sin caer en una verborrea que llame al sopor.
“Gritamos
cuando la fiebre de la noche puja en la garganta,/ cuando las sílabas han sido
cercenadas con hachas,/ cuando para vivir debemos cultivar el oficio de
masticar moscas,/… y suponer que los miedos sólo pueden ser clandestinos,/
cuando la boca enmudece/ carbonizada sobre los tiestos inverosímiles del
espejo”, dice Cruchaga. (P.47)
La brújula que guía la
pluma de André Cruchaga es una ruptura alejada de poses, pues se distancia de
la batucada “roba flash”, revistiendo sus escritos con una voz –como coraza- en
las imágenes literarias imantadas de ironía:
“Aquí
siempre la víctima pierde el honor y la mesa;/ menos mal que se nos ha dicho/
que vivimos en libertad y democracia,/ menos mal que el sistema funciona,/
aunque la parsimonia/ nos dé escalofrío, gangrena, osteoporosis, angina de
pecho; / menos mal que todos estos malabarismos son / para duplicar las
cuarenta noches que hemos vivido”… escribe el poeta en
alusión a los tiempos apocalípticos que vivimos (P. 49)
A veces me interrogo si
el poeta habrá pisado alguna vez las sandalias del Nazareno, al recrear versos
impregnados de religiosidad con parábolas difíciles de descifrar.
“Nos
sonríe la máscara de nuestro nombre, / el del santo patrono/ de los
escapularios sacado del vientre de las hostias… Al final, sólo me quedo con esa
sensación de vigilia, / el insomnio de lobo frente al quicio de la puerta, /el
toque de queda disuelto en el pecado”. (P.51-52)
Cruchaga pone ante los
ojos del lector anónimo un canto y lo vuelve cómplice de sus versos, pues la
realidad es un Zoom reflejando un complejo imaginario, el cual va adquiriendo
discurso propio, así, erguida la pluma, el sujeto atrapa a la palabra dándole
vida, cuyo resultado es un fluir de imágenes:
“Ya
no sé qué rumbo deben tomar nuestros sueños y los ajenos. / No hay lugar seguro
en las vigas de la luz; / la demencia se apoderó de todo el alfabeto. / Ahora
también nos persiguen los murciélagos, / la atarraya enfangada de las lámparas/
el puñado de lava que nos asfixia/ desde los cuatro puntos cardinales”.
(P. 54-55), escribe Cruchaga.
La apreciación justa de
una década plagada de masacres, secuestros, luto, dolor… tendrá su valor sólo
si nos distanciamos un poco dándole vuelta a la página de la historia y con
ojos fríos contemplamos las escenas mortecinas de esos tiempos con la
sensibilidad que eso provoca.
“¿Hacia
qué suerte de memoria nos llevan estas calles,/ acostumbradas a la carroña,…/
La calle, hoy, tiene su propio rostro:/ nos muerde su bramido de muerte,/ como
un nido de hormigas impunes en el despojo”. (P. 55)
En Cuervo imposible, el
poeta insufla vida propia a cada palabra, estructura el verso en cuyas líneas
hay toda una enciclopedia debido a las múltiples acepciones, y aquellas que
faltan las pone el lector, según su marco referencial, volviéndole cómplice de
las imágenes tachonadas de acertijos:
“Nada
es cierto, después de todo, cuando hastío y desgano/ juntan sus manos,/ cuando
la noche está cerca y crecen los coágulos/ de gritos en la orfandad,…/ voy de
rodillas y sin ungüento en la piel,/ para hacer menos dolorosa la espera”.
(P. 59), plasma el poeta.
Whitman nos interroga midiendo
qué tanto sabemos de la historia reciente así como de poesía, haciéndonos
partícipes de su canto: “¿Has practicado lo suficiente para aprender a leer?,
¿tan orgulloso te has sentido de captar el significado de los poemas? (10)
Lo anterior encuentra
respuesta en la pluma de André: “No se
necesita de un oráculo para entender el charco de sal en las pupilas…/ No hay
lugar seguro, sólo la carta de hollín pegada al paladar,/ la niebla
desparramada en todo el espejo de la calle,/ y el juego peligroso del albur,/
en manos de los prestidigitadores de turno,/ los que rompen con cópula desde la
infamia.”, refiere el poeta (P. 69-70)
En el trabajo poético desarrollado
durante varias décadas por el poeta André Cruchaga encontramos una sombra
cobijándolo en un arraigo que tiene implicaciones en el subconsciente,
vivencias acumuladas que interrogan, pero que responden al compromiso como
escritor:
“Sobre
el papel, la tinta manchada de las palabras,/ el sorbo de la nada en abandono,/
el largo camino de moscas sobre las piedras./ Siempre volvemos al mismo papel y
a la misma tinta:/ las aguas del recuerdo con sus intermitencias,…/ Respiramos
con el corazón hecho del mertiolate sobre la llaga,/ y desafiamos el reloj de
peces, el fuego del costado”… (P. 74)
Dicho en otras palabras
expondré que leer la poesía de André es toda una aventura, ya que su voz toma
fuerza a partir de las metáforas muy bien estructuradas, porque es una lírica
que escala peldaños en los nudos de la garganta y a través de la imagen va
soltando sus cuitas en el propio lenguaje del poeta, alcanzando así el
equilibrio que culmina con la publicación de las mismas en un libro cuya voz
deja de ser de él para fusionarse con los lectores ávidos de frases nuevas o
viejas, pero añejadas con el mejor vino.
“En
el fetiche del calendario se disuelven los días,/ aúlla el mar sobre las
rocas,/ -juntos el desvelo y el cenicero,/ oscurecen el aliento,/ la sangre derramada
en comunión con paredes desfallecidas,/ -a veces la ciudad se vuelve un
artefacto peligroso,/ en realidad,/ todo el tiempo hay sombras y suicidios,/
miedos acechantes,/ alcantarillas nos nutren de gritos,/ tropiezos y
equivocaciones/ como un alud de aves de carroña”. (P.84)
La escena se completará
cuando le añadamos a nuestro intelecto las respectivas interrogantes al espacio
que le tocó vivir a Cruchaga, pues guarda muchas llagas en la alacena, ello
coadyuvará a hacer menos pesada la carga y a comprender las razones del por qué
le canta a esos años nebulosos, pero que en un hecho promisorio le nacen las
preguntas que se aprestan a diluirse con el tiempo.
“Por
más que lo neguemos, siempre hemos sido escoria del poder,/ extrañas formas de
viento en la ventana,/ caminos quemados el uno al otro,/ desconocidos,
extraños, sospechosos;/ nuestra caries nos mete en peligrosos designios,/ en
causas de agua fatigada”… escribe Cruchaga. (P. 78)
Si queremos comprender
los escritos impresos en el libro Cuervo Imposible, debemos hacer una lectura
amplia, pues nos encontraremos con una multiplicidad de imágenes con sus raíces
que alimentan el acervo del poeta, cuyas líneas nos inducen a no quedarnos con
las simples metáforas, sino tener esa sensibilidad que nos despierta, por lo
que nos canta:
“Conozco
la oquedad que dejan las iglesias en los ojos,/ las palabras agonizantes,/
endurecidas en el agua,/ los designios cada vez mayores/ del cántaro roto de la
sinrazón,/ sumergido en la memoria”… plasma Cruchaga (Pág.
86)
Jacques Cousteau, a
través de sus investigaciones estudió la vida en los océanos, sorprendiéndose
de las maravillas marítimas, eso mismo nos lega el arte poético tras alcanzar
cierto clímax con las imágenes que asombran, o como dice Lezama Lima “que logran
guiarnos por la precisión de la poesía, colocándonos como en una especie
inaudita que nos mantiene en vilo”. (11)
Ante eso, André nos dice:
“Hay un río interno de remordimientos que
moja el entresueño, / cuartillas impregnadas de habitaciones,/… ¿Qué nos queda,
después, de esta piel gastada del agua, de tanto invierno de trabajar
ventanas,/de cada rocío/ que se ha ido acumulando como un escapulario/ de
campanas mudas?”. (P.112)
En Cuervo Imposible la
palabra pareciera ser un arrebato de emociones que proponen ráfagas de luz
vinculadas entre sí, y que, bajo su sombra, yace la suerte de lo existencial
para devolvérnosla –como en un lienzo de Dalí– una carretera integradora de un
todo, en un sentir atávico alimentado –como Kafka– del existencialismo.
¿Quién no ha sentido lo
gélido del alma cuando los recuerdos les atizan?, las paradojas nos llevan a
disimular el dolor que nos aqueja y vamos por el mundo desnudando la palabra: “Descalzo siento la sordidez de los
guijarros/ y la rigidez del suelo en el que camina Antígona/ y el rito ardiente
de las hormigas”, nos dice el poeta.
(Pág. 115)
Para algunos esa
carretera bifurca varios caminos donde el canto está enrumbado hacia la
intención misma de un discurso, pero será el consumidor de poesía quien tomará
la señal como un todo y descodificará el verso según la respuesta que mejor le
talle.
“Debo
suponer que no es suficiente el delirio,/ ni tener los dientes largos de lobo,/
ni buenos pedernales de próstata,/ ni apetitos indoblegables,/ por el
promontorio de asedios, pesadumbres, dolores,/ errata de equilibrista de
crepúsculos: -de pronto, todo fastidia. (Mueca el sexo vendado/ de los embudos,
la sospecha”… grita el poeta a deshoras (Pág. 116)
André tiene urgencia por
buscar nuevos y mejores derroteros, pues en este país cualquiera se siente
desesperado por los vacíos que se quedan en el alma; sin embargo, cuando se
puede atizar el fuego de la llama por vivir, está la metáfora cubriendo las
vivencias:
“Se
ahoga el tiempo y la última ala del paisaje./ Los pies, acaso fugaces/ como las
pupilas, como el aliento invisible de todas las huidas./ En medio de la calle
nos tortura el pavimento./ Gotea el evangelio”… (P.118)
En Cuervo Imposible, André
nos presenta una voz imantada de incertidumbre, de desazón y de muerte… de esperanza,
pero, sobre todo, de urgencia por decirlo todo y no quedarse con nada, por eso
es que a veces leemos –a manera de aclaración– textos escritos entre
paréntesis, con guiones o cursivas, como efectos secundarios que indican al
lector avezado o no, que es necesario un descanso.
“Hecha
trizas la esperanza se equivoca la carne: es abominable un país con lágrimas,
un país que no escupe su flema, ni asombra en los recuerdos que se tienen./ Mi
mala crianza me hace pensar sólo en los prostíbulos./ Deseo estallar en tanta
mueca vacía.” (Pág. 126)
Invito al lector a no
despegar la vista de los poemas de este poeta chalateco, mientras yo me deleito
con los versos impresos en la Vía libre, pues debo aprovechar el Cielo raso,
antes de irme por las Calles hasta quedarme degustando con sorbos de la mejor
chicha los escritos de André Cruchaga en un Hotel.
Luis Antonio
Chávez
Escritor y
periodista
Julio de 2019
(1)
Lezama Lima, Las eras imaginarias, Edit. Fundamento.
(2)
Wolfson, Leandro, cita a Whitman en la compilación de Bolsillo de la edición de
1855, (Edit. Crepar)
(3)
Barthes, Roland. Grado cero de la escritura. (Editorial Siglo XXI)
(4),
(5), (6), (7), (8) y (10): Caro, Laura, Surrealismo literario: características
y representantes (tomado de Internet)
(9)
Roberto Fernández Retamar: “Situación actual de la poesía hispanoamericana”,
impreso en la Revista Hispánica Moderna, año XXIV, No. 4, octubre de 1958, Pág.
325.
(10)
Wolfson, Leandro, notas escritas en la edición de Bolsillo citando a Walt
Whitman de la edición de 1855, en la Edit Crepar.
(11)
Lezama Lima, Las eras imaginarias, Edit. Fundamento.
RECUADRO
Título:
Cuervo Imposible
Autor:
André Cruchaga
Editorial:
Teseo Editores
Tiraje:
250