lunes, 9 de diciembre de 2013

FRAGMEMTOS DE LA NOVELA "De seudónimo Clara "

Nora Méndez, El Salvador




NORA MÉNDEZ





FRAGMENTO
“DE SEUDÓNIMO CLARA”, CAPÍTULO VIII.



Me duele la cabeza. Logro distinguir ese dolor en medio de otros menos físicos. Mi cuerpo se ha vuelto un cuarto a oscuras.  Alguien  vino y me apagó la luz, además, me ató  a la oscuridad, me dejó ciega y paralítica. No tengo puntos de referencia, si me muevo pienso que caeré o tropezaré. El poder reside en el mundo de las percepciones.  En la vida todo debe tener sentido, pero yo he vivido antes así, es decir, sin sentido, sin luz. Me estoy acostumbrando de nuevo. No puedo hacer nada. No puedo. Quizá he muerto y este tiempo sea un trámite necesario para llegar a algún lado. ¿Adónde llegaré? Me han quitado la luz como al pobre que no tiene dinero para pagarla, como al perro del hortelano castigado, como al loco que no sabe dormir, porque no tiene sentido. Me quema algo por dentro,  es como si me hubiesen puesto fuego en la sangre. ¿Llevo cuántos siglos ardiendo? Soy la bruja que escapó del caldero, la dragona escupe fuegos en los buses, la que los quema y grita Patria o Muerte Venceremos. Hoy mis alas están replegadas como las de un vampiro, y me siento de cabeza meditando un mundo que miro desde la única lumbre que me queda: las ideas. Estoy llorando de nuevo, me sorprende el dolor. Lo  curioso  es que veo luz a través de mis lágrimas. Despierta una sensación, es el dolor, que me asegura  “estás viva”. Es terrible arañar una misma cosa todo el tiempo, un túnel inconcluso y oscuro. Puedo miro sin mirar y sé que es un túnel, una caverna donde lucho por mantener el fuego. El cuarto de peluche, el cuarto frío, el frigorífico, el Polo Norte. Ahora mismo estoy con Santa Claus y todos los juguetes que no me trajo cuando niña. El cuarto de peluche es una metáfora macabra de las mentes criminales que asesoran a mi ejército mediocre para desmoralizar a la tropa de rebeldes muchachos guerrilleros. Un cuarto suave para golpear con fuerza, para cegar el golpe y que los gritos mueran en aquella tersedad de tinieblas tapizada por fuera con cuartones de madera barata. Un cuarto de peluche en otro contexto sería el cuarto inofensivo de una niña Barbie y no, el de una niña Frankenstein. Tropiezo. He caído de mi cabeza a un gancho, en esto que realmente es un cuarto frío donde mi cuerpo blanco cuelga como una res que será destazada. ¿Habrá más cuerpos que el mío? No huelo nada, no toco nada, sigo amarrada a lo oscuro, no puedo oler, tocar ni ver, eso me hace triplemente sola, vulnerable. No tiene sentido. Mi voz interna taladra, luego vienen los gendarmes a taladrarme de a dos o tres a la vez. Soy una res que va a ser destazada, me siguen serruchando y parten mi carne, una y otra vez y sigo aquí.  La que debiese estar aquí es Clara, pero se ha ido. Sólo por momentos logro sentirla y ser feliz, pues ella sabe qué hacer, siempre lo supo. Yo en cambio lloro, me gusta ver la luz a través de mis lágrimas, escribir mis recuerdos. Pero hoy no puedo. No tengo manos ni papel, y aunque los tuviera no los vería, solo tengo el polvo que se acumula en los objetos, en la memoria.  Me gusta la luz. Me puse Clara por eso y por aquel personaje de La Casa de los Espíritus. Me da miedo la oscuridad. De chiquita mi hermana me apagaba la luz de la sala y yo tenía que correr hasta mi cama gritando. Mi hermana fue el primer torturador. ¿Quién sigue, quién  me va a torturar hoy? 


Carátula de Novela



Fragmento De seudónimo Clara, Capítulo VIII.



Me han traído alimentos. Estoy en un nuevo capítulo de esta obra terrorífica. Tomo –ofuscada- lo que me ofrecen, ingiero el alimento con la venda puesta,  mientras escucho al hombre que los ha traído y que no me grita. Me cuenta que sus padres le decían de pequeño que leer engrandece a los hombres. ¿Qué tan noble será leer las declaraciones de gente drogada y corrompida por el dolor? Da igual, él está aquí por alguna razón que yo desconozco y no precisamente por haber nacido para el mal. Éramos al fin y al cabo dos seres enfrentados por las circunstancias. Pero no somos iguales. Ellos me tienen contra mi voluntad, pues trabajan para una institución que por dinero los obliga a comportarse como bestias. Me tiene aquí porque derribo a diario cajas telefónicas y postes, es decir, son guardianes del dinero del Estado, que es del pueblo, que a su vez los mantiene, pero cuidan ese dinero porque es de otros, los ladrones que pagan su mal ejemplo. Los dueños del planeta y de una maldad ciclópea, arraigada justamente a la derecha donde yo coloco bombas.  Mis causas, en cambio, son otras,  tal vez menos claras y hasta estúpidas, pero otras. No me reclutaron a la fuerza, yo estoy luchando contra ellos porque así lo he decidido. Estoy  porque hay gente pobre, más que yo y mi madre, además, yo busco la forma de cambiar tanta injusticia. No sé ni me importa cómo se irán a leer estas gestas revolucionarias de aquí a mil años, yo y otros entramos por puro amor y no por odio de clase. Él es pueblo, como al pueblo que digo querer salvar y eso me jode, pues no puedo odiarle. Me pide que le escriba una carta para una de sus novias a la que no ve en semanas. A lo mejor sigo soñando. No me saca la venda para hacerlo, así que escribo las palabras de memoria, termino apurada el panfleto amoroso con su aprobación y regocijo. Pienso en el amor, pienso en mi madre y abuela. ¿Qué habrá pasado con ellas?

De pronto dice algo que me saca de la locura. Me está hablando de mi padre, de mis abuelos. Habla como si los conociera de un tiempo lejano, cuando mi padre era pequeñito. Vivían entonces por el Cinelandia, en una casa con grandes balcones, quizás fueron vecinos con este policía. La familia es la carnada que utilizan todo el tiempo para volverte al piso, para patearte el alma, para ahogarte el pensamiento, para electrocutarte la más mínima esperanza, para asfixiarte y quitarte la luz, esa luz que está en tu cerebro y que nadie más mira, la cual es necesaria destruir con la niebla. Pero yo no quiero a mi papá, tampoco quiero tanto que se diga a esos abuelos. Se jodieron los cuilios.

Mi padre. No puedo preguntarme por mi padre. Es algo que nunca he hecho. Es como el abismo o la piscina para grandes, donde mi abuela y mi madre me dijeron “nunca.” Una vez inventé uno, un padre, para calmar a la sociedad colegial que lo aclamaba. En mi cuento de hadas, mis padres se divorciaban y yo era la víctima a la que todas mis amigas abrazaban y convidaban panes y sodas en el recreo. ¡Gracias, papi! Algo me diste, un poco de comida y efímera fama. ¡Mis abuelos!, sí, es cierto, me diste a mis abuelos pero más bien mis abuelos ya estaban, vos no me los distes, sólo los trajiste. Son buenos pero medio sádicos, me atormentan horrores con toda la lista de modales cívicos y sociales. Mis abuelos, que al igual que mi madre prefieren, a mi hermana, son parte de un árbol genealógico plagado de enemigos, que a lo mejor  en algún momento tendré que dinamitar. 

Fragmento De seudónimo Clara, Capítulo VIII. 
*Este segmento de la novela ha sido proveído por la autora de la novela.

domingo, 3 de noviembre de 2013

HALLAZGOS DE RAFAEL LARA MARTÍNEZ: POLÍTICA DE LA CULTURA DEL MARTINATO

Carátula- Rafael Lara Martínez




HALLAZGOS DE RAFAEL LARA MARTÍNEZ:

POLÍTICA DE LA CULTURA DEL 

MARTINATO[1]



Por César Ramírez Caralvá



El libro consta de las siguientes partes: Crónica de encuentro con el “Pulgarcito de América” y sus anexos: 1 El Salvador de Gabriela Mistral; 2 El Salvador, Pulgarcito de América de Julio Enrique Ávila;  3 El Pulgarcito de América Alfonso María Landarech; 4 “Hotel Fraternité” de Hans Magnus Enzensberger; 5 Carta de agradecimiento del padre de Sandino a Maximiliano Hernández Martínez; la segunda parte se titula : “Armas y Letras”: principios de “la política de la cultura” del martinato, que tiene un apéndice: Historia del hecho a la conciencia Martínez en 1955; Salarrué en Costa Rica (1935) Indigenismo en pintura y disemi-nación de la política cultural del martinato; finalmente:  Política de la Cultura Martínez y el Indigenismo.
La importancia de este documento es inaugurar el debate sobre la política cultural y sus interpretaciones entre sinergias y antagonismos ideológicos, además la construcción de una política oficial a partir del martinato.
La figura de Roque Dalton con su libro: Historias prohibidas del Pulgarcito es el motivo de investigación sobre la autoría de  esa frase, una generación de salvadoreños le atribuyó a Dalton ese calificativo, pero el genuino autor fue Julio Enrique Ávila (El Salvador, Pulgarcito de América) la lectura daltoniana contrasta con la interpretación del contenido ideológico de su vida y en el trabajo se dedica a construir un arsenal conceptual contra los poderes militares, oligárquicos y eclesiales, para este objetivo usa la ideología marxista contra el régimen autoritario. No obstante Roque Dalton omite al verdadero autor, ese es el hallazgo y la discusión propuesta en el libro de Lara Martínez, condición que revela la importancia literaria en el imaginario salvadoreño… ¿arma ideológica o revisionismo literario?, en realidad podíamos aceptar cualquier cosa que se opusiera a los militares en esos años de oscuridad y represión.
En el capítulo: “Armas y Letras”: principios de “la política de la cultura” del martinato encontramos trascendentales hallazgos en la línea cultural oficial,  si anoto “oficial” es debido a que antes de éste régimen no existe un impulso hacia la aglutinación de los conglomerados de: letras, pintura, historia e indigenismo como parte estructural gubernamental, esta situación connota un ideario manifiesto: “La fundación de una nueva Patria con su Historia, Arte y Gobierno,  diferente a todo lo anterior” y un ideario oculto: “la eliminación de la Patria étnica, afrosalvadoreña y sus tradiciones, Historia y Sociedad” no existirá más una nación original con sus características: pluriétnica,  pluricultural, multilingüe, sino una República de proto-europeos mestizos.
El contexto de los hallazgos es finales de los años veinte y los años treinta, justo en el ascenso del fascismo en Europa que tiene como estructuras diseminadoras a la Teosofía, de la cual muchos intelectuales hacen gala, pero bajo una interpretación tropical y desnaturalizada.
Las anotaciones de Lara Martínez son trascendentales, puesto que muchos conceptos de estos autores clásicos en nuestra literatura aún son divulgados sin ningún cambio, este defecto es la tradición de aceptar sin crítica, ni análisis histórico todo argumento oficial, de tal manera que los autores son elevados a los altares culturales, a semejanza de “santos” donde se prohíbe identificar fallos en sus opciones políticas como parte de un contexto del ascenso del militarismo en nuestra nación; debemos destacar que ésta crítica a los autores salvadoreños y su apoyo a la dictadura nos coloca entre las opciones a juzgar: “su obra o su personalidad”, en la primera podemos celebrar su trascendencia literaria, artística etc., pero en la segunda, podemos condenar su opción por el fascismo y su visión excluyente.
Estas duras expresiones corresponden a realidades concretas a mencionar: no se reconoce constitucionalmente a la etnia salvadoreña ni sus derechos; en segundo lugar la  historia sobre los acontecimientos históricos donde grupos étnicos y afrosalvadoreños participan a favor de la independencia es negada, sirvan estos elementos para indicar que estas exclusiones tienen su origen en el martinato, hasta la fecha la historia oficial no reconoce estos acontecimientos.
Es cuestión de la ciencia aportar pruebas y análisis, de ahí la importancia de los hallazgos mencionados.
Dos componentes más del texto (1): Salarrué en Costa Rica (1935), el martinato instaura el premio nacional denominado: “El Salvador”, que otorga a Salvador Salazar Aurrué, es una acción que no tiene nada de ingenuo, el objetivo era una sutil propuesta de alianza entre el arte y la visión de un gobierno militar, es un acto diplomático que busca impulsar el indigenismo –en imagen,  no en derechos, ni en cultura étnica, ni etnohistoria-  junto a intelectuales favorables al régimen, pero guardan un notable silencio ante la matanza de 1932 y la negación de derechos constitucionales y (2) Martínez  y el indigenismo: Describe un evento olvidado de la relaciones exteriores de El Salvador, el Informe presentado al Gobierno de El Salvador por la delegación salvadoreña en el Primer Congreso Interamericano de Indigenistas en Pátzcuaro, Estado de Michoacán, República de México (14-24ABR940), demuestra el olvido gubernamental de la antropología salvadoreña y sus conexiones con áreas creativas y la política cultural… éste evento más parece una condición para maquillar la imagen dictatorial del martinato que un acto académico, mientras en México desde esa época avanza con la fundación de la Escuela Nacional de Antropología e Historia y el Instituto Indigenista, en nuestra nación el régimen no realiza el menor esfuerzo para crear algo similar, develando su visión de un indigenismo pictórico e inofensivo; debemos destacar un estudio mencionado en este tema, realizado por Leonhard Schultze-Jena condenado al olvido durante ochenta años, este antropólogo alemán investiga la lengua nahuat y nos permite conocer los mitos pipiles, que Lara Martínez rescata en su libro: Pipiles de Izalco… hasta hace un par de años… así la Antropología e Historia fueron excluidas de las materias académicas oficiales, quizás porque en ellas reside la vocación de la nación y el legado de los pueblos originarios a quienes en pleno siglo XXI aún se les niegan sus derechos.
El libro de Lara Martínez se convierte en el primer libro que abre un debate sobre las escuelas de intelectuales y sus tendencias ideológicas, antes de este documento los textos solo son identificados por la belleza de su prosa o verso, también apertura la polémica  sobre los autores en el contexto histórico, situación crucial debido a que la Historia implica las grandes tendencias sociales de las épocas. El documento identifica que además del ascenso del militarismo en la nación, los intelectuales de la época apoyaron decididamente al hombre que realizó la ruptura constitucional vigente desde 1886 y callaron la feroz represión de 1932.
Debemos agradecer al autor la dedicación de esta investigación y su contribución hacia la comprensión de nuestra cultura en el siglo XX, también a la Universidad Don Bosco por publicar tan valioso documento.
Finalmente: ¿existe un contrato político entre la cultura y el poder? La Historia demuestra que si, las variantes culturales de los años treinta nos remiten a la Alemania fascista, Rusia comunista, España franquista etc. la cultura tiene en esas naciones y otras, un marcado silencio de los opositores y ello nos conduce a otro parámetro, ¿es tarea del Estado promover la cultura en su beneficio o la cultura es libre de la política oficial?... desde mi punto de vista debemos entender la cultura como expresión independiente que no debe radicar en los altares del gobierno, anotemos que Roque Dalton solo fue publicado oficialmente post-morten.
La respuesta es la independencia cultural, los autores deben ser respetados por su obra.
En el martinato existe una coincidencia de los autores con el régimen, ese es el hallazgo.
Durante estos años del Siglo XXI solo las universidades han tomado la iniciativa de construir nuevos marcos teóricos, así se abren nuevos caminos para las ciencias y una nación más tolerante e incluyente.
Gracias por publicar esta obra, gracias a Rafael Lara por su valioso estudio.



[1] Presentación del libro: Política de la Cultura del Martinato de Rafael Lara Martínez, Jueves 13OCT013, Universidad Don Bosco, Campus Antiguo Cuscatlán, presidido por el Dr. José Humberto Flores.





César Ramírez Caralvá




JÚBILO EPISTEMOLÓGICO (INTIMISSIMUN)




Por César Ramírez Caralvá





Debería ser obligación estudiar a los clásicos griegos: Sócrates, Platón, Aristóteles para reconocer el destino de la humanidad. Comprendo la gravedad de estas afirmaciones así como el desprecio de muchas personas por la filosofía singular de nuestra América Latina y mucho más de nuestra nación centroamericana.
El concepto no sería una traslación mecánica a una época remota de hace cuatro mil años, sino comprender las bases de nuestra sociedad en las ciencias y artes, de igual forma las nuevas escuelas de crítica a estas materias históricas, así obtendríamos al menos una visión de “Gran Angular” sobre nuestra existencia.
Estos conceptos filosóficos son indigentes, destinados a grupos marginales usualmente eruditos, que se deleitan con un raro placer, observar y proponer caminos olvidados por la sociedad del siglo XXI, senderos que toda persona puede alcanzar con un poco de voluntad, pero la consciencia parece una materia subversiva cuando rechaza el consumo, la adicción tecnológica, el ruido mediático y más aún cuando pide renunciar al modelo de éxito de Hollywood.
Hace unos años en Estados Unidos se formaron grupos de lectura lenta, este concepto refiere a grupos de personas que se reúnen a escuchar lecturas de viva voz, similares a: conversatorios, recitales, lecturas de autores, los cuales recobran un sentido olvidado por los medios de comunicación masiva: “el contacto directo entre emisor y receptor”, aunque parece un acto arqueológico o una acción jurásica, la pequeña reunión provoca una conjunción de voluntades o un signo de comprensión entre autores y lectores, de tal manera que el mensaje de la obra provoca el denominado: “júbilo epistemológico”… “y en este júbilo reside, entonces, lo que hoy podríamos designar como identificación”… “La resonancia de una y otra con la forma de una identidad es lo que hace surgir el “Júbilo epistemológico, mientras que su discrepancia, en cambio, provocará el extrañamiento” –Poética,  Aristóteles–.  
Estos conceptos tienen vigencia, excepto que ahora se sustituye el hallazgo del conocimiento por la compra de objetos que imitan el conocimiento, como la tecnología; las personas no crecen en conocimiento, sino en ansiedad por el siguiente modelo material, el abismo se profundiza y las personas evaden la conversación directa porque no tienen ningún hallazgo personal que comunicar, es la miseria filosófica y quizás de la humanidad, sin júbilo epistemológico. Esto es parte de la teoría de la creación artística, la Poética tiene tres conceptos: poiesis, la mímesis y la katharsis… es una valiosa fuente de interpretación antigua.



martes, 3 de septiembre de 2013

¡QUE NO LE QUITEN EL SUEÑO MONSEÑOR!

Julio Iraheta Santos, El Salvador.
Imagen cogida de Artepoética




¡QUE NO LE QUITEN EL SUEÑO   MONSEÑOR!


                                       A la memoria de Monseñor
                                       Oscar Arnulfo Romero




Los católicos de derecha  
Iscariotes por valores antirreino de Dios
lo quieren a usted   Monseñor  
con los santos de derecha a la derecha
junto a la pléyade de beatos y santones
que siempre entregaron sus rodillas y posaderas
a los sistemas de los poderosos
Las izquierdas rosadas
entendidas sobre los nuevos tiempos
y adaptables a las coyunturas presentes
para tener su pedazo de pastel
lo quieren light 
para que el emperador
llegue montado en la bestia apocalíptica
a posar junto a su tumba 
para los medios mundiales
acompañado por los Herodes subalternos
mientras globaliza guerras
con sus halcones de caza
con música de arpas de fondo
para demostrar que no sólo
gobierna las entrañas de la tierra
sino también el fuego del cielo
¡Que no le quiten el sueño   Monseñor!


Julio Iraheta Santos      22-3-2011


lunes, 19 de agosto de 2013

"HE DICHO", Antología poética de Rafael Mendoza

Portada: "HE DICHO", Antología poética,
Rafael Mendoza, El Salvador.




Personalísima introducción




            Reunimos aquí las más significativas muestras de todo lo que hemos publicado, desde 1970, exceptuando colaboraciones en periódicos y revistas que veníamos haciendo desde 1967. Hemos tratado de ser rigurosos con la selección, empresa en la que ha sido difícil desestimar muchos poemas que pudimos haber valorado más por aspectos emotivos que por los parámetros de calidad que deben dictarnos las claves del oficio poético cuando se realiza con seriedad, así como las circunstancias espaciales y temporales en que dichos trabajos fueron producidos. Pese a tal propósito, es posible que muchos poemas de los que aquí ponemos en manos de los lectores, hayan escapado de esa autocensura.

            Asumimos nosotros mismos la introducción de esta primera antología nuestra, porque consideramos que en su salida no necesita más apadrinamiento que el de la distinción que se nos hace al decidirse su publicación por parte de la institución que nos brinda esa oportunidad. Ya tendrán la suya quienes se interesen en estudiar nuestra obra, tarea que les resultará más fácil porque aquí encontrarán, como suele decirse en corros de intelectuales, “lo que se salva” de todo lo que he escrito dentro de este género. Después de todo, el Rubicón de la responsabilidad literaria como creadores lo cruzamos hace más de 40 años y “la suerte echada” no nos ha sido adversa.

            A falta de lo que pudo haber aportado, acertada o desacertadamente, algún conocedor de esta materia y de nuestra obra para cumplir con esta misión que nosotros nos hemos arrogado, contamos, en abono a lo que fundamenta el párrafo precedente,  con unos cuantos comentarios que sobre nuestra producción expresaron a lo largo de estos años, compañeros mayores y coetáneos del oficio, así como otra suerte de intelectuales (no exactamente críticos) que se refirieron, en su momento, a algunos de nuestros libros. De todas esas opiniones entresacamos los siguientes fragmentos:

            “Los  Muertos y Otras Confesiones, el libro primicial de Rafael Mendoza, muestra a un porta auténtico... Podemos sin equivocarnos situar los poemas recogidos en este libro, como una aportación importante de las generaciones más jóvenes a la poesía escrita por otros poetas de calidad de nuestro país. (...) El valor especialmente notable en las composiciones de ‘Los Muertos y Otras Confesiones’, es una especie de espontaneidad vivísima que está estructurada en versos rigurosos. Entremezclado a esta aparente efusión lírica, se certifica un acento intelectual que ahonda y aprehende los incentivos que el autor encuentra en la realidad...”

            (Roberto Armijo. “El Universitario”, Año VIII, N° 142. Diciembre de 1970)


            “En la expresión lírica de este escritor hay que señalar dos características especiales: afán de ser sincero ante lo goza o padece, y fina ironía (a veces convertida en amargura) ante lo que no tiene remedio inmediato. (...) Es alentador encontrar en ‘Los Muertos y Otras Confesiones’, la vitalidad y la audacia de un hombre (aún con aspecto de muchacho) que madura sin trabas frente a su destino y su verdad.”

 (Santiago Bairena , seudónimo de Claudia Lars. La Prensa Gráfica. 1970)


            “Hace pensar, de verdad, y lleva el aletazo de la originalidad, este libro de poemas de Rafael Mendoza: ‘Los Muertos y Otras Confesiones’...  El poeta ve la vida primero con ironía, y después con la certera puntería del cazador o del cirujano... Por eso es que en Rafael Mendoza hay madera no sólo de poeta y de escritor, sino también de sociólogo y de político...”
(Matías Romero. El Diario de Hoy. Junio de 1971).

           
            “Sus poemas se parecen a su modo de andar: firmes y solitarios. Están llenos de angina de pecho y cubiertos por la soledad de las catedrales...”

(José María Cuéllar. La Pájara Pinta. 1971)


            “Surgido bajo el signo de los padecimientos, Mendoza tiene el coraje de sacarle partido a la finura de la telaraña social, por lo que en la mayor parte de sus poemas se siente la dosis de ironía. Hay además un empeño universal, productor del despertar anhelante del hombre americano que no se inscribe en camarillas porque aspira a realidades consecuentes, y por eso Mendoza escribe con fe en que asumiendo el dolor de todos y la ironía de todos participa, en la medida de lo posible, en superar el día que no le fue dado por uno que puede pasar lento, o nebuloso, tal vez inadvertido pero firme para lograr el futuro que con amor se espera...”

(Francisco Morales Santos, “La Tarde”, Guatemala. Mayo de 1973).

           
            “Mendoza trabaja su poesía con oficio, con responsabilidad. Busca un mayor ahondamiento en la verdad social, en la vida de nuestro pueblo. Su personalidad es temperamental, de apariencia arrogante, al par que ingeniosa y de mucha sensibilidad para las artes.”                         
                     (Luis Melgar Brizuela, en LITERATURA SALVADOREÑA, 1977)

                                                         
            “Su poesía,  elaborada con inteligencia, y enmarcada en la gran  vertiente de la poesía de Roque Dalton, se destaca por su fuerza expresiva y por el dominio de todos sus elementos:  ritmo, ideas, estructuración. Profundamente creativo, Mendoza tiene ya una larga obra de calidad dentro de la poesía centroamericana.”

 (Manlio Argueta, en POESIA DE EL SALVADOR, 1983)


            “… la vida cotidiana puede estar más próxima a la poesía de lo que podría pensarse. Leo el más reciente libro de Rafael Mendoza, el viejo, “Poemas para Morir en una Ciudad Sitiada por la Tristeza” (San Salvador, Ediciones Palo Verde, 2004), y lo confirmo: este poeta ha conseguido estar más próximo del asfalto y del desencanto que transpira San Salvador que muchos cronistas en su diario enfrentarse con la ciudad y sus fantasmas.. Construye usando las palabras como ladrillos, la angustia como andamio. No tiene miedo de mirar a la muerte con los mil rostros con los que cruza por la urbe caótica y demente que es hoy la capital. Como un Cristo en pleno Vía Crucis, hay una ternura, inevitable en sus palabras”.

(Carmen González Huguet. Diario El Mundo. Octubre de 2004).


            “Aquí en Panamá muchos recordamos todavía aquella ocasión en que Rafa dijo (no leído, como es la costumbre), ese gran poema titulado ELEGIA A MEDIA ASTA ante un público académico que terminó de pie, profundamente conmovido. Muchos conocíamos la tragedia de El Salvador, pero no la habíamos sentido.  Recuerdo que en esa ocasión, su compatriota Payín Moreno, interpretó otro poema de Mendoza que hablaba de los volcanes y los explotados de su tierra. Eran tiempos de solidaridad con la patria de Farabundo y también con sus poetas y sus músicos.”

(Mariana McPherson. Texto en solapa de “PARTES DE GUERRA”. Panamá, 2005).


            “Rafael Mendoza es un poeta lírico. A pesar de una disposición generacional en El Salvador en contra de toda expresión poética que no se afincara, de una u otra manera, en alguna forma de militancia política, Mendoza, quien nació en 1943, es antes que nada y sobre todo, un poeta lírico (…) Pero Mendoza es un mejor poeta, en un sentido político y en cualquier otro sentido, cuando se acerca a la condición humana desde su propia experiencia. Esta vena personal, más sensible y persuasiva, se manifiesta con mayor seguridad en sus sonetos…”
                                     
 (Jorge Avalos, Periódico Digital EL FARO, El Salvador, 2007)


            “La trayectoria poética de Mendoza ha pasado por la ira, por la rebelión de la poesía, como una necesidad vital de expresar el sentimiento colectivo de un país pequeño, pero con grandes injusticias, que de tan grandes desbordaron todo lo imaginable (...) Esto se puede ver en Los muertos y Otras Confesiones, Los Derechos Humanos y en Los Pájaros, por ejemplo. (...) En su conjunto, Querido Homo Sapiens es una declaración de principios, y al mismo tiempo un poema de amor para ese hombre al cual se dirige —tú, yo, todos los que habitamos el planeta—, capaz de lo más hermoso y de lo más abyecto, al que le pide que despierte y se vea introspectivamente.(...) Por su contenido, Querido Homo Sapiens es un libro necesario para estos días en que el hombre, estupefacto frente al rumbo que ha tomado el mundo y sorprendido por los mercaderes del templo, es presa fácil del conformismo y el palabrerío. En lo formal es un libro donde la palabra alcanza un alto grado de transparencia, se modula y se va abriendo paso como el agua.”

(Francisco Morales Santos. Presentación del libro “QUERIDO HOMO SAPIENS”. 2008)


            “Mendoza, como muchos otros poetas de todos los tiempos y diferentes geografías, sabe limar las asperezas que le dejan los filos de la denuncia y el dolor de sus conciudadanos, cultivando el soneto. (...) Alta muestra de esa práctica es su libro ‘ENTENDIMIENTOS’, con el que Mendoza obtuvo, a una muy temprana edad, la maestría de lo lírico.”

(Constantino Santamaría Plá, Presentación de “CARTÓN DE SONETOS”. 2010).


            “Para algunas personas, ser poeta, hacer  poesía es algo ligero, pues se tiende a desvalorizar la importancia que la poesía tiene, y aquí recuerdo a José Martí, quien  cataloga a quienes así categorizan la poesía como cortos de vista mental y la destaca como más necesaria a los pueblos que la industria misma, ya que en ella está el deseo y la fuerza de la vida. (...) Rafael Mendoza, es de los que luchan no un día sino toda la vida y su obra poética es historia y vida en la literatura salvadoreña para nutrir la memoria  y  el futuro posible que hoy trabajamos”.
 (Marisol Briones. Febrero 2010).


            La atención a que llaman algunas de esas opiniones recae en algo importante para una valoración literaria que a alguien se le antojara hacer: la ironía que hemos usado frecuentemente en gran parte de nuestros libros como recurso estilístico; Manlio Argueta, en el fragmento que de él incluimos, señala además otras características de nuestra poesía que, al menos, valdría la pena corroborar por lo determinantes que son.

            Sin embargo, a pesar de que el tono irónico, sarcástico, demoledor, ha sido constante en nuestra obra y reconocido por diversos escritores, no se registran estudios o análisis dirigidos especialmente al caso “Los Pájaros”, “Los Derechos Humanos” y “Homenaje Nacional”, tres libros nuestros en que ese recurso es aplicado con diferentes “moldes”. En efecto, si en “Los Pájaros” adoptamos la parábola, como composición literaria; en “Los Derechos Humanos”, nos valimos de los postulados que contiene la Declaración Universal de esos derechos para ridiculizar su incumplimiento; y en Homenaje Nacional, nos dejamos dominar por un sarcasmo expresado “a la salvadoreña”, lo cual, aplicado a un libro que trata de nuestra propia realidad, no podía ser de otra manera. El único juicio analítico que, al menos sobre “Los Pájaros”, pasó por una imprenta, es el que Luis Melgar Brizuela hizo como presentación de ese libro hace veinticuatro años. Son relevantes en esa presentación los siguientes conceptos:

            “El Salvador narrado y (d)enunciado como un universo de pájaros: tal es el código poético que guía al lector en el hallazgo de tantas sorpresas como tiene este pequeño libro de alto voltaje (...) La lógica que hila el conjunto de las treinta y dos micro-historias se va develando página tras página, instaurando una significación coherente pero también única. Como en un país redescubierto, de lo viejo conocido brotan sorpresas: las blancas palomas aquí no son símbolos de la paz sino de la explotación; y el grajo es reivindicado como símbolo del trabajo y de la lucha por la libertad (...) Otro lote de sorpresas se encuentra en la ironía, ya señalada por la crítica como un rasgo fuerte en la poesía de Mendoza (...) Resulta sintomático que este “nuevo” libro de Rafael Mendoza haya esperado más de dieciséis años para salir a volar de mano en mano (...) Impacta que hoy, en 1987, tengan la misma frescura e igual o mayor vigencia...”

            Lo que sí suscitó escasos comentarios en tertulias y periódicos fue que los poemas de “Los Pájaros” hubieran sido presentados  como parábolas. Varios de ellos aparecieron en páginas literarias locales impelidos por el triunfo que habían obtenido en el Certamen Permanente de la Asociación de Estudiantes de Derecho (1). En uno de esos comentarios el doctor José Salvador Guandique, se refirió a la discusión que sobre el poemario había él sostenido con el doctor José Luis Escamilla, quien opinaba que no se trataba de parábolas sino de alegorías. En respuesta publicamos una aclaración sobre las características de cada una de esas formas literarias, que en resumen se distinguen por un elemento que ninguno de los comentaristas había analizado: en la alegoría lo que se da es una representación simbólica de la idea que se desea comunicar, por eso se relaciona más con la metáfora, porque su medio de expresión son imágenes, figuras o símbolos. En la parábola ocurre algo muy diferente: hay una intención de llevar al lector una enseñanza moral, pero que debe ser descubierta por aquél en virtud delcontenido mismo. Y esta característica distingue también a la parábola de la fábula, forma ésta a la que también quisieron algunos asimilar  a  “Los Pájaros” por tener animales como personajes, lo cual no viene al caso porque la característica de la fábula es la moraleja que se expone al final de la narración; la enseñanza, por tanto, va incluida. En la parábola, por el contrario, como ya hemos explicado, la enseñanza debe deducirse, evocarse o “adivinarse” para que el sentido de su contenido “se cierre” (de ahí lo parabólico, el rodeo de la idea); pero, ¡cuidado! en el caso de la adivinanza, su sentido sólo se cierra cuando es  revelada la respuesta.

           
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(1) Un año antes obtuvo también primer lugar nuestra obra “Los Muertos y Otras Confesiones”; y
       el año anterior a ese, el poemario “Palabrotas con Dolor”, obtuvo el  segundo lugar en el  
      mismo certamen.




En esa amena discusión –así lo hicimos ver en su momento- apoyamos nuestros argumentos  en  los estudios  de  Lessing (2).  Sólo el gran catedrático que fue el licenciado Saturnino Frances Beroiz, Director de la Escuela de Letras de la UES en aquellos años, la única persona a quien yo había mostrado ese libro antes de que fuera premiado, estaba de acuerdo con nuestra posición. Es más, el nos pronosticó que esas  parábolas con alas tenían todas las probabilidades de ganar en aquel certamen, por representar en ese momento un tipo de expresión poética completamente nueva en nuestro medio.

            No podemos dejar el tema de la ironía que, como señala Melgar Brizuela es “un rasgo fuerte” en nuestra poesía, sin traer a cuenta la relación (no similitud, aclaro) que varios analistas encontraron y siguen encontrando entre la poesía de Roque Dalton y la nuestra, criterio basado obviamente en lo irónico que les caracteriza, pero más propiamente en el tono “jodedor”, típicamente salvadoreño, que es aún más característico tanto en ambas. El escritor y bibliotecario Eduardo Salvador Cárcamo hizo un análisis sobre esa relación en un artículo que se nos perdió entre cajas y paquetes  almacenados  durante   los  años  del conflicto. También  el  poeta  guatemalteco Alfredo Saavedra dejó constancia de lo mismo en un artículo que, lamentablemente, se nos extravió por la misma causa. También  en  la  opinión  de  Manlio Argueta  que  hemos  incluido antes  se  establece esa relación que, obviamente, no se refiere a una “vertiente” de ideas o temas sino de estilo. Sin embargo, aunque se nos relaciona por sarcásticos, el Roque que más admiramos no es el de “Poema de Amor” sino el de aquellos epitáficos alejandrinos suyos que son recordados por todos sus admiradores a la hora de verle como un poeta con la más alta sensibilidad: “Cuando sepas que he muerto no pronuncies mi nombre...”  Nosotros lo pronunciaremos siempre con el respeto y el reconocimiento que nos llevaron a escribir los poemas a él dedicados que han sido incluidos en esta obra.

            Así como la crítica local –exceptuando los articulistas ya mencionados- desatendió no sólo la novedad de “Los Pájaros”, tampoco dio cuenta de otros libros nuestros publicados  con  anterioridad,  los  que,  si  bien  no  innovaban  en
cuestión  de estilo, sí lo hicieron  en cuanto a temática y manejo de la versificación. Es lo que sucedió con “Los Derechos Humanos” y, posteriormente, con “Entendimientos”. Que eso sucediera con el primero de ellos, no es extraño, por su contenido y su estilo; pero en el caso del segundo no cabía excusa. Se le ignoró, me parece, porque quizá pareció inconcebible que un autor  acostumbrado a blandir porra o maza en sus libros anteriores, viniera con este poemario esgrimiendo florete.  
           
            A propósito de “Entendimientos”, consideramos que el comentario que de este libro nuestro hace el amigo español Constantino Santamaría (véasele arriba), es demasiado generoso, pero si de alguna opinión especial quisiéramos hacer que emerja el valor de ese conjunto de sonetos, preferimos lo que nos dice en una postal

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(2) Gotthold Ephraim Lessing. (* 1729 , Kamenz (Sajonia); † 1781 ,Brunswick). Poeta,  pensador  
       y crítico  literario. Uno de los más destacados y respetados representantes de  la ilustración  
       alemana. Curiosamente muchos de sus estudios y escritos se caracterizan por un estilo irónico 
       y provocador, propenso al debate.

de 1978 Mauricio Jiménez Larios, escultor salvadoreño radicado en España. Juzgue el lector las palabras del compatriota :

            “Querido Rafael: Este fin de semana he regresado de Soria y estuve recordando tu poema de Machado. Tienes el hilo espiritual profundo. Pareciera que hubieses paseado por aquí y visto el sol iluminar entre los olmos a la ciudad y sus alcores…”

            Tener la capacidad de despertar ese tipo de impresiones con unos cuantos versos, y mas si han sido capaces de captar esencias de otros sitios o sentimientos ajenos, como lo logran nuestros “Entendimientos”, es lo que a mi me permite sentir la satisfacción de que en nuestro peregrinar por “el estrecho camino” de la versificación más exigente no hayamos andado en vano ni caído en lo trivial de la métrica solo por gastarla. Porque si hay algo que siempre nos ha parecido tan importante en un poema como su propio valor literario, es el efecto que causa en quien lo lee.

            Otra experiencia relacionada con lo que acabamos de afirmar, trata de dos compañeros que, según nos lo hicieron saber, se decidieron a escribir poesía después de leer un poema nuestro, cada cual en diferente tiempo y lugar. Y lo curioso de esto es que se trató del mismo poema. Pero la confesión que más nos ha emocionado acerca de ese “efecto poiesis”, es de una compañera que ya había comenzado a cultivar su poesía cuando topó con la nuestra; se trata de Carmen González Huguet, notable sonetista que ha sido premiada en casi toda el istmo centroamericano por su pulcro, sonoro y culto lenguaje poético; ella expresa esa opinión en una nota muy reciente, de la que seleccionamos este fragmento:

            “...Confieso que la primera vez me leí el libro de cabo a rabo y sin respirar. Me encantó. Su autor había sabido captar los rasgos más definitorios de la obra de cada poeta y con ellos armar un soneto nuevo. Me gustaron especialmente los dedicados a Sor Juana y a Miguel Hernández, poetas que ya ocupaban un lugar destacado en mi altar personal a la poesía. Luego, aquel poemario de Rafael Mendoza me llevó a degustar a otros autores. Nada sabía, hasta que él me lo descubrió, de Joaquín Pasos, por ejemplo. (...) nunca olvidé aquellos “Entendimientos” que leyera en mi adolescencia y que, a mi entender, deberían llamarse “Encantamientos”, tal es la magia que encierran”.

            Carmen fue también la única persona que se refirió a nuestro libro “Poemas para Morir en una Ciudad Sitiada por la Tristeza”, como ya habremos podido ver en uno de los comentarios que hemos dejado atrás. Pero no creemos ser los únicos que soportamos la indiferencia de compañeros de oficio y encargados de páginas dedicadas al arte y la literatura. En los últimos años ha sucedido lo mismo con obras de otros compañeros. Y volviendo al caso nuestro, peor suerte ha corrido el libro “Este Mal de Familia” que compartimos con Mezti Súchit Mendoza López y su hermano Rafael Francisco. Siendo ese libro el primero en Centro América y buena parte del continente, en el que un padre  comparte parte de su producción poética con la de sus hijos. Nadie fue capaz de advertir ni de reconocer tal novedad. La crítica literaria, en nuestro país, se quedó en el siglo pasado, registrada en páginas literarias, artículos y una que otra revista de literatura en que metían mano  verdaderos  entendidos.

            Nos parece que esta introducción se ha extendido un poco más de lo que pensábamos que iba a exigirnos. A la fecha en que se preparó esta antología, quedan inéditos tres poemarios nuestros; no sabemos cuando llegarán a publicarse, si es que eso llega a darse por esfuerzo personal o ajeno, ni cuantos más alcanzaremos aún a producir. El puente que nos sostiene sobre la corriente de los años va perdiendo resistencia. Esto de escribir poesía comenzó en nosotros como una necesidad vital. No obstante, la atendimos sin pretensiones de cosecharla en grande, mas con el celo de que al menos unos cuantos racimos se salvaran en la vendimia. Ahora, cuando cobramos conciencia de que estamos aproximándonos a un otoño ineludible, lo único que celebramos como obreros de la palabra es la satisfacción de haber podido realizar este oficio con esmero, exigencia y entusiasmo, pese a lo modesto que pueda parecer o al menosprecio que siga recibiendo de parte de materialistas y consumistas de nuestro tiempo. Selle pues esta antología esa celebración en buena hora y gracias a la buena voluntad de sus editores, con los siguientes versos prestados:

“Llevo este oficio humilde con la hermosa
tristeza de sentírmelo por dentro
como una mano que anudase años.
Cuatro paredes de palabras casi
una celda una cárcel un asilo
monje recluso anciano soy su huésped.
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Y se sonreirán los que promueven
luces triunfos parábolas azules
los que prefieren mejorar la rosa…”

(“La Poesía”. Leopoldo de Luis. México. Marzo de 1978)


San Salvador, 24 de febrero de 2011.


martes, 13 de agosto de 2013

POEMAS DE JUAN MIGUEL PÉREZ

Juan Miguel Pérez, El Salvador




TERTULIA UTÓPICA




A veces, al idealismo subyacente de mis poros
le da por columpiarse en los abismos del arcoíris,
sentarse y hacer burbujas con la aguja del ojo;
luego, como río que brota de las piedras,
como arte de magia, el suspiro sencillo
se acopla a las trampas ligeras del amor.

A veces se resquebraja mi navaja,
pero busco piedras de afilar en los cisnes;
hay épocas y estaciones donde el pájaro no llega.
¿No lo crees así amor?
El pájaro quiere lluvia,
pero creo que a la lluvia la volvimos loca
e incluso así evade nuestro manicomio.

Leo el periódico y no encuentro tu noticia.
¿Acaso has huido del crimen?
¿Acaso has cerrado las nubes con smog
y todavía esperas el trueno de justicia?
¡Contéstame!, dime si este instante
te causa misericordia, los ríos te esperan
y los poetas con sus liras desafinadas.

Yo, soy parte de ti; es cierto, ¡ya no hay fábulas!, pero en este refugio te espero y te recreo una propia; ya no solloces, mejor déjame dormir una vez más entre tu pubis y despertar creyendo que el capitalismo, ha sido puesto en cuarentena; para que luego, sea eliminado como virus informático.





SUSURRO PERSONAL



A: Rebeca Henríquez

Sobre aquel momento de soledad, el susurro personal de los violines. 
Solo. Solamente el salitre de la lengua, razón de murmuraciones clandestinas;
atrás del espejo, la mirada tersa y despiadada de las tarántulas traspapeladas.

Sobrevivo al final de mecates, mientras los armadillos pasan desapercibidos. 

He vuelto a soñar con lo asible, mientras me embriagaba con el néctar de xana.

En esta bifurcación de trenes y olivos: la mutación desenfrenada del Maquilishuat,
la llamada de la aldaba escupida por la política, espacio reducido de la democracia.

Yo, penetro en el cauce, hundido como aquel guijarro gigante, pulpo sin tentáculos. 

Me niego a creer en el claroscuro de las libélulas, niego todo, menos mi silencio. 

En esta hospitalidad traslúcida del espasmo, la medicina de las gaviotas;
me permito volar, tal si fuera un cuervo despellejado por el ácido del cielo.

Escucho con prontitud
-a veces lejana-
la voz inasible de Natura embalsamada. 
Enciendo velas, candiles y poemas: solamente cuando solloza la verde Rebeca.





CONFESIONES





No sé, si ya he muerto en el lied hipnótico del líquido. 
Amarro la cuerda al mástil de la guitarra
y sostengo cada puchito de vértigo en mi mano.

Ahora lo sé, he fingido no morir por siempre, 
he fingido no estar y sin embargo estoy aquí. 

Hoy completo el círculo, confieso mis desdenes:
es la hora de poner el pecho en el comal etéreo,
es la hora de causar una herida a las páginas,
es la hora de sanar la herida a los tordos;
ya no es hora de acariciar las nubes y la lluvia.

También, no sé si llevo en mis costillas:
el hedor putrefacto de las ergástulas
o la fatiga de la escarcha bifurcada.

A veces, he tenido que beber de la herida 
y vomitar luego en el plato de la navaja.

En el pronto que duerme en el candelabro,
he guardado versos de campánulas frías;
he puesto gas sin refranes y fábulas dormidas
en el harapo volátil,
para que haga más grande la llama suicida.




LIBRE





Las manos flotan junto al estertor del líquido. 
Tratan de hundir mi góndola en su nebulosa
y así despellejar mis revestimientos carnales. 

Mis letras bogan junto a sus pálidos meñiques. 
Mis lágrimas caen como ácido sobre sus uñas. 

Traigo un cacaxtle lleno de vértigos
-un suéter impregnado de brizna-
y un alma invertida envuelta en añicos.
Dentro de cada trozo de mi piel...
Encontrarás fragmentos de mi Patria
que poco a poco cura sus heridas,
alimentándose de mi lucha
y de mis muertes constantes.

No sé si hoy
he construido mi propia ergástula en la tumba;
nada más sé
que cada güishte que duerme en mi espalda
canta un lied diferente y sana un poco mis vértebras.

Hoy libres alondras surcan la mar 
y su nido yace en el regazo del cielo.





RUMOR DE PÁJAROS




Somos seres de instantes muy sutiles.
Acaso como la luz de las luciérnagas.
André Cruchaga

Entre la ponzoña de las carnicerías,
el vuelo irreal de las aves, sigilo previo. 

Surcamos a veces dentro de los ixcanales
y nos volvemos a ver dentro de un espejo
que musita caídos y páramos con estridencia. 

A veces nos da por encerrarnos en la ergástula
y solo la caja de jade nos libera de nuestras cadenas.

Hemos vivido bajo el nido de angustia de la estirpe
y calcinamos nuestros ojos junto al abrojo de las sienes;
al fin y al cabo, somos bufones que erradicamos la congoja
y nos volvemos mimos cuando la naturaleza se ve perturbada.

Quizá ya nos aburrimos de la muerte
o la muerte ya se aburrió de nosotros;
no sé, tal vez por encima de los abruptos,
los talones del desparpajo de la guadaña
y la invitación de la Señora de la Noche 
para cenar raudales aletargados. 

Ya he bebido del pico de los abejarucos y desde el sinsabor de sus lanzas salivales, la marea que dicta sentencia como rumores de trenes, pájaros, luciérnagas, centellas y brumas que llevo en el pecho, como la estaca que flagela la noche de un vampiro, que chupa liras y arpas con desmesura.