Roger Guzmán, El Salvador
ME AHOGO, ME AHOGO, ME AHOGO
Roger Guzmán
¡Qué
edificante espectáculo hemos dado nosotros
Con nuestras llagas, con nuestros dolores!
Nicanor Parra, Poemas y Antipoemas.
VOMITO.
Vomito hombres
que vomitan a otras maquinarias
y a otros fetos.
Vomito la tormenta
que se alimenta con los
pedazos del cielo que se desmoronan.
Vomito un desierto y
hastiado me rasgo la garganta,
vomito cielos que enseguida
se caen,
vomito tormentas
que agrietan al horizonte,
lo pintan de gris.
Pero me he rasgado la
garganta
y lo mancho con mi sangre.
(No me duele nada,
quizá algún día me dolió
algo
pero ahora el dolor me
aburre).
Vomito sobre mi madre y
ella me acaricia.
Me molestan sus manos y la
golpeo con todas mis fuerzas.
Da un grito
de placer,
de nuevo vomito.
Muchas mujeres vienen a
acariciarme.
Les canto un rap a sus
traseros,
golpeo sus traseros,
gimen,
el cielo se desploma y las
aplasta.
Vomito un paisaje tropical,
más mujeres vienen a
acariciarme.
Mi madre ríe con una
lágrima.
Busco a mi padre.
Vomito a muchos padres.
Se esfuman.
Las mujeres persisten y
gustan de los golpes.
Los hombres se asesinan
entre ellos.
Las máquinas hipnotizan a
las personas.
Las máquinas reproducen
mujeres y hombres más perfectos.
Los hombres matan a las
mujeres.
Los hombres buscan mujeres
porque las necesitan.
Se matan.
Las máquinas escupen fuego,
yo escupo fuego.
Todos decidimos quemar al
mundo con nuestra saliva.
Queremos quemarnos.
Tenemos que llevar a las
brujas a la hoguera.
Ellas también vomitan.
Nos rasgamos la garganta.
Intentamos gritar.
Nadie nos escucha.
Somos dragones.
Las brujas vomitan.
Las montañas vomitan.
Las máquinas vomitan.
Los hombres vomitan.
Somos dragones.
Las palabras queman.
Nuestros ojos queman.
Tenemos frío.
Tanto fuego nos ha dado
frío.
Vomito gente.
Me vacío de tanto vomitar y
del vómito vuelvo a levantarme.
Vomito el océano y me lo
trago.
Decido comerme a mi madre.
Decido hartármelo todo.
Regurgito.
Le doy un beso a mi novia.
La alimento.
Me alimento de ella.
Beso a otros hombres y a
otras mujeres.
Los vomito.
Huele a vómito y ceniza.
La ceniza mojada me permite
formar figuras.
Hago una escultura en forma
de perros,
Perros con rabia.
Otra de gente perseguida
por los perros.
Otra de cerdos revolcándose
entre el vómito de todos.
Se me sale el vómito aunque
estoy distraído.
Me rasgo la garganta.
Construyo al mundo con las
cenizas y la humedad.
Mi vómito es la sopa
primigenia.
Todos escupen fuego y me
evaporo.
Me quedo en el aire
y desde el aire vomito.
Soy vomitado.
Soy ceniza.
Fuego.
Soy el aliento de todas las
cosas.
ME DESPRENDO de mi mundo y
caigo.
Quiero flotar en el abismo
oscuro de pequeños puntos de luz,
quiero flotar,
solamente.
Pero caigo
y las gentes de abajo me
ven y creen que soy el cielo
o una bola de fuego
suspendida en el espacio.
A mi lado otros caen.
Nadie allá abajo puede ver
que el cielo está arriba de nosotros.
Nadie sospecha que pronto
nos estrellaremos contra ellos.
Creo que caigo,
pero quizá son los de allá
abajo los que caen hacia nosotros.
Hay un abismo horizontal
que nos separa.
Hay muchos abismos
verticales a mi lado.
Pero yo quería flotar
en aquel abismo más allá
del cielo,
con muchos puntos de luz
que flotan,
que no caen,
que no responden a leyes de
manzanas caídas,
ni a teorías acerca de una
gran explosión.
O tal vez si.
Tal vez todos nos dirigimos
a un mismo punto,
tal vez todo se dirige a un
mismo punto
para chocar unos contra
otros,
la vaca con el perro,
el cerdo con el hombre,
las aves,
las aves,
las aves quizá puedan
luchar contra la gravedad,
pero se cansarán,
o podría suceder que en su
lucha por esquivar a todo el que caiga
alguien que venga detrás de
otro las tome por sorpresa y pueda golpearlas y las hiera.
Quizá nada pueda salvarse.
Quiero ver hacia el cielo.
No puedo voltear.
Me acerco a toda velocidad
a mi destino.
Los de abajo son una
réplica de los que caemos.
Realmente son ellos los que
caen, son ellos,
porque detrás hay una boca
gigante que los vomita.
Pero por qué siento que soy
yo el que cae.
Qué me sostiene.
Quiero ver hacía atrás.
Lo logro.
La boca gigante está detrás
de mí.
También está frente a mí.
Soy yo quien cae.
Me estrellaré contra un
espejo.
Me estrellaré contra mí.
Huele a vómito.
Huele a carne quemada.
Me estrello.
Me sumerjo en el espejo.
Voy hacia la boca gigante
allá abajo.
Me hundo.
Ya no soporto.
Me ahogo.
Me ahogo.
Me ahogo.
TODO ME es familiar:
las personas y el olor a
excremento en las esquinas,
el color de las paredes y
el humo gris de los automóviles,
la paz permanente de la vida, es decir, la paz permanente de la muerte,
las multitudes,
los rebaños,
las cuatro paredes de mi
habitación y la falta de hogar de algunos,
las guerras y los rumores
de guerra,
las voces de los sin voz
desde sus comodidades,
las voces de los sin voz que
se arriesgan a ser silenciados,
el rostro hermoso de un
bebé,
el cuerpo deseable de una
mujer,
los hongos de mis pies,
el olor de mis axilas,
la fealdad de mis manos y
del horizonte,
la aparente simpleza de las
estrellas,
nuestra simpatía por los
fanatismos,
las iglesias,
la política,
los deportes,
las rameras,
los cantos de sirena,
las salas de hospital,
las cárceles,
las subestimaciones,
las faltas de refugio,
todo,
todo,
hasta las profundidades o
lejanías insondables,
hasta lo desconocido,
todo o casi todo,
excepto mi yo en el espejo,
excepto mi yo sin cuerpo
ni máscaras,
excepto mi vida
y mi muerte.
SI TODOS los gusanos fueran
mariposas
si todos los gusanos no se
alimentaran de gusanos,
si todos se alimentaran de carne
al igual que de árboles
y de sus frutos y de sus
hojas,
de los esfuerzos de los
otros,
de sus esperanzas.
Si todos los gusanos fueran
nada más que gusanos,
si las lombrices no fueran
gusanos,
si los cerdos no fueran
gusanos,
si no hubiera forma de arrastrarse
por el cielo,
ni la necesidad de elevar
plegarias.
Si todos los gusanos fueran
orugas
o la imagen de una tortuga
que nada
o el resplandor de una
lágrima que quiere salir
o el rostro sonrojado por
el deseo.
Si todos los gusanos fueran
nada más que gusanos,
si la gripe no fuera un
gusano,
si la lepra o el cáncer,
si el sida o la
sobrevivencia,
si el arte o los que se
pretenden artistas,
si todo el que decide
negarse
o el que decide quedarse o
huir,
si mi pene o tu vagina,
o los agujeros del tiempo.
Si el mundo entero,
nuestro universo entero,
no fuera un cementerio de
mariposas.
Si todos lo gusanos fueran
aves
o excrementos de dinosaurio
o automóviles
o heteromóviles
o máquinas de escribir
o de reproducción
o simples maquinarias para
moverse.
Si nuestro mundo no fuera
un cementerio de gusanos
alimentado por gusanos.
Si al morir no nos
volviéramos un montón de gusanos.
Si la alegría no fuera un
gusano que se alimenta de nuestras emociones,
si la tristeza no lo fuera,
si hasta lo más inhóspito
o el vómito o la mierda,
si el sentido o la
dirección.
Si todos los gusanos fueran
mariposas
y el reflejo del sol en la
llovizna un conjunto de colores.
Si el vacío fuera el vacío
y mi cuerpo mi cuerpo.
Si nuestras llagas,
si nuestros dolores.
Si nuestros mayores deseos
no fueran nuestros mayores
temores.
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Roger
Guzmán. San Salvador, El Salvador, 1981. Perteneció al "Taller de poesía
de La Casa del Escritor" que impartió Rafael Menjívar Ochoa. Obra
publicada: Un sitio sin lugar (Editorial Equizzero, poesía, 2010), Me ahogo, me
ahogo, me ahogo (Proyecto editorial La Chifurnia, poesía, 2015), Óxido, pena y
verdugo (Zeugma Editores, poesía, 2016) y Ay ay ay Uy uy uy (Proyecto editorial
La Chifurnia, poesía, 2017).