CUERVO IMPOSIBLE
Cuando un poeta utiliza leyes, costumbres
y tradiciones milenarias para poner título a sus libros como: “Ars Morendi” (el arte del bien morir), uno se extraña
que el título siguiente sea “Cuervo imposible”. Huguín y Munin, cuervos
asociados con el dios Odín de la
mitología nórdica (dios de la sabiduría,
guerra y muerte; dios de la magia, poesía, victoria y caza) Este poeta le
roba los cuervos al mencionado dios de la mitología para darnos un novedoso y
escalofriante título de su último libro, donde transfigura con su gran
capacidad, el lenguaje de sus antecesores y contemporáneos; imágenes y
metáforas que el poeta transformó en su
estilo de vida y escritura.
La escritura de André Cruchaga, para mí, y muchos otros poetas es una de las más
representativas poéticas centroamericanas en la actualidad. Tiene la genialidad
de los consagrados, de expresión combativa y múltiples añoranzas. El acto de
creación: el deseo de inventar la aproximación más delicada a la materia erótica
(unas veces), pues en ella está la
génesis de todas las cosas. En otros textos, el escenario es diferente:
transgrede los absolutos y desazones de la vida cotidiana. Su poesía no tiene diferencias respecto de los grandes del
Surrrealismo como, René Char u otros
exponentes de dicho ismo, (No en su acorde,
sí en contenido). Sus poemas poseen múltiples aristas para su
interpretación, (propias de su estilo)
que nos llevan el aliento con el suyo a un asentimiento de su conjunto
expresivo y vital…La fatalidad siempre está ahí, y, a menudo, lo lleva a
estados de implenitud.
Muchos son los comentaristas que se
encaprichan en el decir de los poetas latinoamericanos que se arrastran tras
las letras europeas. Lamentablemente en algunos aspectos es así; larga es la
lista de poetas de este nuevo continente, que fueron y son geniales precursores
de movimientos poéticos; algunos poetas de este nuevo mundo como Vicente García Huidobro padre del
Creacionismo (teoría estética general).
Fue el primer movimiento de vanguardia nacido en Latinoamérica (antropológico y humanista) que arrastró
y dictó pautas a los poetas extranjeros de muchas campanillas.
Basta leer un poema Cruchaguiano para aquilatarlo de gran voz innovadora, de un
misterio de otredad ante la extraña presencia de sentimientos profundos, que
estremecen al lector. Este poeta
podríamos decir que tiene semejanza con el poeta chileno Huidobro que movió, —ya
lo dije—, los
cimientos de la poesía europea. También podemos advertir las influencias que el
poeta ha tenido en especial de la poesía surrealista francesa, pero su entraña
poética ha sido potenciada por lo latinoamericano. Es una de las voces más prolíficas de la
poesía salvadoreña.
André
Cruchaga presenta en este libro que nos ocupa un lenguaje más apacible,
repleto de añoranzas donde destaca el recuerdo de: “vos y yo” recurso que
florece como las rosas en mi jardín donde se enquista el alma dolorida del
poeta. “Vos y Yo” van juntos pero respiran diferentes aires de desesperanzas, ausencias, lejanías; en ese
“Vos y Yo”, participan los imborrables recuerdos de
dulzuras y llamas; el poeta es “Un hombre
en llamas” por ello su lectura–escritura va
saturada de emoción y rebeldía. Su poesía es huérfana y dolorosa, de
aflicciones que a la postre le resultan en fertilizantes para su trabajo de
hondura y de envidiable fecundidad. En la escritura de André Cruchaga, por lo demás, reaparece —insisto— la carga
significativa de los elementos asociados a la angustia desde el yo
experiencial, a veces por la incertidumbre y el descreimiento.
Él es un creador incansable, se vuelve
mago insustituible destejiendo atmósferas por entre la trama del cosmos, va a
la vanguardia de muchos poetas. Es, sin duda, de personalidad introvertida. La
obra poética de Cruchaga es
sustancial y coherente, difícil a veces de comprender por el fondo y trasfondo
de su ser: deviene de sus propias conmociones.
“La
obra Cruchaguiana”, nació y se hizo
con él y se me antoja hablar de los poemas contenidos en este maravilloso libro que podría ser un “cuervo Blanco” (si hubiese uno)… donde no
sólo ronden los rumbos vitales del hombre, sino la creación artística del decir
que camina hacia lo oculto e inesperado en un ritmo de trabajo intelectual
activo, ávido lector de clásicos y folletines, de movimientos poéticos, revistas, periódicos,
etc., a través del tiempo; por ello, sus poemas acusan épocas de crisis, o
estancamiento, de soledad y evocación, de improviso el poeta se siente huérfano de humanidad y lo inunda la melancolía. Como en su juventud, lleva la llama del
camino de ese cuerpo suyo que nació con la vitalidad de la hierba y se abre al
mundo de los poetas. Entran por sus sagaces pupilas, escritores, poetas,
filósofos, filólogos, filántropos, entre tantos sabios…
El desasosiego erótico toca su corazón de
tiempos pasados y en el presente conserva ese impulso, quemándose cada vez en
el fuego que lo calcina, “el desnudo de
una mujer, dice, es la más estimulante, bella, incomparable escultura de toda
la humanidad”… pero ojo, André
Cruchaga, es poeta de compromiso por
la palabra y testimonio de sus múltiples y a menudo caóticas vivencias, su
imaginación desbordante y espíritu le agitan las neuronas hasta estallar y
transgredir al límite la palabra; esa pasión por la vida que lo quema, lo lleva
una y otra vez fuera de la tierra y lo hace revivir como el ave Fénix. “Toda cosa no es sino el límite de la flama
a la cual debe su existencia”. Esa llama objetiva, ese fuego, factor único
de inspiración, trabajo y creatividad.
Emocionantes recitaciones de sus poemas
le llegan de diferentes partes del mundo con voces contemporáneas y de antaño
que le quitan la respiración, e inesperadamente, con ellas deviene el sueño y
ensueño, con el reiterado dejo de la pasión que le quita el peso de la
orfandad. De nuevo la luna y su brillo, otra vez la desnudez y el milagro de
Dios en su belleza, el poeta desde su memoria, cabalga muchos itinerarios, se
baña en las tempestades, se olvida de todo, se rapa, expande el suspiro y
escribe, sin cansancio, como escriben los poetas… ¡A Dios Gracias!...
Buena parte de los poemas de André Cruchaga son de una belleza
apesadumbrada, se desenvuelve entre prosa-verso. Él lleva la exaltación de sus
noches de ensueño y sobresalto. Maestro de universidad y profesor rural en los
inicios del ejercicio de la docencia. Su obra arrostra esa opaca luz de la
patria que se desangra en medio de tanta violencia, dramática oscuridad por sus
calles vencidas. Su corazón va herido, él cruza con zapatos de clavos y los
malolientes pantanos de la desesperanza: la tierra desolada de su infancia y de
toda una vida. Se puede escuchar a menudo al yermo labrador acuciado por la
hambruna. Entra a la caverna y sale ileso, febril, insaciable, luminoso, porque
sus extravíos son misterio.
La cosmogonía de André Cruchaga gravita en un escenario de pesimismo existencial,
extremadamente agobiante. Su poesía, parte en verso; otra en prosa, nos acerca
a lo cíclico, es decir, que a través del texto poético-narrativo, (polifonía, espiral, voces, ecos, diálogo,
monólogo), nos conduce a escenarios insólitos de su origen, al tiempo. Lo
erótico-amoroso es sólo un recurso para darle rienda suelta a sus pulsiones y a
los entramados del discurso poético.
André Cruchaga, pues, trasciende
la palabra con sus desasosiegos. Su orfandad se asemeja con el grito de la
humanidad: su poesía es toda una experiencia de vida trágica, predestinada, sí,
a trascender en medio de las miserias del mundo. Pero, contra todo fatalismo
está la Esperanza y el fogón de su escritura.
Elena Muñoz de Latorre
Escritora chilena.
Licenciada en Filosofía, Historia Literatura.
Universidad de Concepción, Chile