Antonio Arroyo Silva
prólogo
PRÓLOGO
DE ANTONIO ARROYO SILVA
AL LIBRO
“ABRA DE PANES Y PECES”
Por Antonio Arroyo Silva
Cuando
siete poetas se reúnen en el espacio exiguo de un libro de poemas, apenas sin
motivo ni causa aparente, con la luz de un aprecio o de una admiración
recíproca que conforma el número simétrico del siete, entonces, nos parece que
surge la sinfonía perfecta—sabemos— a partir de pequeñas imperfecciones que nos
hacen humanos y, por tanto, poetas. De ahí este libro titulado Abra de panes y
peces, que sirve de pequeña bahía, ensenada o fondeadero en el amplio mar por
donde navega la poesía. Porque lo que parece aislarnos, realmente nos comunica.
Nos
encontramos, pues, ante esa imperfección perfecta de las voces disímiles en
este pequeño punto cardinal de un país extraño llamado Poesía. Digo esto porque cuando los poetas se han congregado en
torno a afinidades electivas o estéticas siempre hubo alguno que reclamó el
liderazgo para sí y se produjeron escisiones, guerras y desamores mutuos, hasta
el punto de que todos quedaron divididos y múltiples incluso dentro si mismos
[permítame, Lady Kodima, tal licencia borgeana]. Homo sum, humani nihil a me
alienum puto, decía Terencio, pero, aunque de las acciones humanas no nos sean
ajenas, ¿qué pasaría si se juntaran las obras de algunos y se pusieran a
dialogar entre ellas, dentro de un libro? Ya no importa el tamaño de cada cual,
el mayor peso, la valoración individual. Ahora importaría el efecto que los
poemas de cada uno de los poetas recogidos en este volumen proporcionarán al
conjunto, independientemente de las individualidades que lo constituyan.
Independientemente del país de procedencia: ver la poesía como un constante
exilio. O su envés de esperanza: ver un mundo sin fronteras.
Por
un momento, no obstante, mi máquina analítica se detiene a contemplar y
entresacar características en tal valiente colectánea tras atenta lectura. Y se
aprecia una propensión a alargar el verso y salirse de los caireles de la
tradición métrica, sin perder la memoria literaria, sin morir en el intento. De
esa manera, el libro puede ser ensenada, agujero o paraíso, perdido o
encontrado. Encontrado y vuelto a perder. Una abra. Son siete poetas: cuatro
cubanos en el exilio (Juan Calero Rodríguez, Claudio Lahaba, Eduardo Vladimir
Fernández y Arlen Regueiro Mas), un español (Juan Carlos Mestre), un
salvadoreño (André Cruchaga) y un
argentino (Héctor Berenguer).
Aparte
de lo apuntado anteriormente, esa versatilidad del verso, me encuentro con
cierta tendencia al narrativismo que, entre la influencia de la literatura
norteamericana—con el tamiz y la mirada de Gelman y otros poetas
hispanoamericanos—y la memoria socio-literaria cubana han ido definiendo la
poesía de Juan Calero, de Arlén Regueiro, de Claudio Lahaba y de Eduardo
Vladimir Fernández, con mayor o menor fortuna, pero siempre en continua
renovación y evolución y asumiendo el riesgo que implica verterse en la cultura
del país de acogida o crear una poesía fronteriza entre lo cubano y lo
exterior. Y, en todos los casos, vivir en el poema ese dolor que supone el
exilio interior o exterior. Muchos efectos por una misma causa, como muestra
del drama de todos los cubanos, se hacen eco en versos convulsos y discursivos,
muchas veces luminosos y reventadores de sintaxis al uso. Pero,
simultáneamente, descubriendo que las fronteras realmente no existen, pues son
cepos y cárceles. ´
Juan
Calero tan doliente
Y
tan imaginativo.
Es
Lahaba discursivo
Con
un verso disidente
—la
batalla de su mente
No
se libra en un Bailén.
Mas
detrás vienen Arlen
Con
versículo preciso
Y
Vladimir a Narciso
Echándolo
del Edén.
Héctor
Berenguer es un poeta argentino de Rosario. Poesía como interrogación, pero
también como pérdida de identidad o, más bien, como lucha constante contra ese
yo cuyo fin es desaparecer del poema y de la creación. Poesía escrita que vive
en los otros y transciende el papel para asumir la memoria que va más allá de
todo planteamiento antropocéntrico. Poesía siempre inconclusa, como el mar de
Valery, siempre renovándose. Hay mucho dolor por la muerte, pero el
planteamiento de la misma roza con la filosofía oriental o, más bien, con la
percepción de poetas como Octavio Paz y Borges: la brillantez del día de uno y
la noche del otro.
Juan
Carlos Mestre, poeta español. Es uno de los poetas más valorados en España e
Hispanoamérica. Su visión creativa y envolvente lo lleva más allá de lo poético
y entra en la poesía visual. Por otro lado, conocidas son sus acciones en pro
de la Humanidad y por encima de las fronteras y cárceles que el poder le tiende
a la misma. Poeta consciente del expolio que el imperio español causó en
América; pero también nos habla de la enfermedad consecuente y represora que
este imperio dejó allí, al mismo tiempo que ese extrañamiento ante el paisaje
que Mestre asume como propio. Hay que destacar ese punto de partida en que
Mestre se inscribe en el pensamiento poético de Ezra Pound. A mi entender, de
los tres elementos que proclamaba el poeta norteamericano (melopea, fanopeia y
logopeia), Mestre destaca sobre todo en las dos últimas. Esa música y silencio
de la palabra que proclamaba Valente no es propio de Mestre, su intención es
conquistar el haz y el envés de una hoja en blanco y llenar esos espacios e
instantes de pensamiento poético. La poesía de nuestro autor se revela en la
sintaxis del verso, pero, sobre todo, en la progresión de la imagen que tiende
a lo visual no a través de la palabra en sí sino por medio de una imaginación
que linda con lo pictórico.
Capítulo aparte merece el
poeta salvadoreño André Cruchaga. Si bien, como Mestre, parte de la progresión
ascendente o descendente de la imagen, es de destacar su técnica del
contrapunto, las palabras entre paréntesis y en cursiva. Poesía-pensamiento. A
veces recuerdan las acotaciones de Lorca, a veces se presienten las
iluminaciones de René Char, esa línea tan frágil entre la luz y la sombra. El
molino de Char se afianza en el espacio físico del poema de Cruchaga y la
sintaxis es la semántica del texto.
También es poesía
testimonial de sí misma y contra lo otro externo, el poeta a veces me [se]
rehúsa [rehusó] a la mudez de los nudos del calendario. Hábil juego de palabras
entre su rebeldía patente que implica rehusar y la vuelta de tuerca que supone
el usar de nuevo lo que rechaza torcerle el cuello al cisne (la mudez de la h
muda). El espacio-tiempo de la página como el lugar e instante del ritual donde
el sacrificio-renacimiento de esas "palabras resignadas". Junto a
esto, el tema de la embriaguez que procede, quizás, del poeta Claudio
Rodríguez. El poeta, más allá del Pensamiento, se reconoce más allá de la
propia idea y entra en un estado donde todos los sentidos se conectan para
edificar de nuevo el mundo en el poema por medio de la imagen, más allá de la
falsa puerta del día, el canon del absurdo al costado del sueño.
Esas imágenes tan potentes
no hacen que el poeta se evada de la Realidad, sino, como decía anteriormente,
la instauran aunque con el dolor y el riesgo de perderse en el abismo de la
nada. El poeta y su papel de Sísifo reinterpretado por Albert Camus. Por
último, esa insistencia en el tema de la caverna me hace pensar en una revisión
de los planteamientos platónicos lejanos a aquellos que hicieron los pensadores
cristianos. Mucho de presocrático también hay aquí, sobre todo en ese
tratamiento de un verso cuyas ya no son las mismas porque fluyen. Precisamente
por esto, también se percibe que con acierto el pensamiento poético de André
Cruchaga hace una revisión de las vanguardia: Petrificamos acaso los fuegos del
artificio? ¿A quién le resarcimos la alegría? Esas son las palabras resignada
que combate, que a su vez pertenecen a los hombres e intelectuales resignados a
un sistema que nuestro poeta también combate con toda la fuerza de su verso.
Queridos
lectores todos: no pretendo que lean con el corazón, pues los ojos del corazón
solo miran la esperanza de la paz del vivir cotidiano; pero sí que fondeen las
naves de su entusiasmo en esta ensenada o abra y naden entre sus peces y sus
panes.
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Antonio
Arroyo Silva (1957). Santa Cruz de La Palma, España. Destacado poeta canario y
Licenciado en Filología Hispánica. Ha sido colaborador de revistas literarias
nacionales y extranjeras.
OBRA
PUBLICADA: Las metamorfosis (1991). Esquina Paradise (2008), Caballo de la luz
(2010), Symphonia ( 2012), No dejes que el arquero (2012), Sísifo Sol (2013) y Poética de Esther Hughes.
Primera Aurora (2015). Mis íntimas enemistades (2016). Las plaquettes Material
de nube (2012), Un paseo bajo los flamboyanes (2012). En ensayo, La palabra
devagar (2012). Ha participado en varias antologías internacionales.
Fuente:
www.palabrasescritaspordentro.com/2016/09/una-antologia-necesaria-prologo-de.html