Alfonso Velis Tobar
Presentación de
Bitácora
(el
Canto del mar),
en la poética
de Mauricio Vallejo Márquez”
Por Alfonso Velis Tobar
Carleton University MA
Poeta e investigador
Esta es una poesía imaginativa, simbólica, es una metáfora que
compara la vida misma con el mar y la muerte que siempre ronda en cada esquina
de la historia de nuestra patria. Y es
el mar que canta, con todas sus bondades, con todos sus tormentos, sus grandes
tragedias, misterios, con toda la felicidad que un día bajo hasta tus zapatos.
En un subconsciente el poeta personaje que habla en forma omnisciente dialoga
con el mar, su magia, su mirada
romántica, el estero a lo lejos, el beso aquel en el mar a la novia
aquella, el mar para verlo, tocarlo,
sentirlo, con cierto miedo o regocijo
placentero y contarnos en secreto.
Según mi análisis de lo
que esta lectura analítica de Bitácora (el canto del mar), como “meta textos” saben
llenar el gozo espiritual, de incertidumbres o quejas. El poemario Bitácora de Mauricio Vallejo Márquez, es el canto del mar, el mismo mar
que sabe flagelarnos la vida. El mar que
alivia el hambre o nos deslumbra con sus muertes. De su presencia, de
encantarnos con su salida del sol al amanecer. Para partirnos el corazón de los
humanos o el lamentar de sus enojos; los
cataclismos sociales que nos puedan sorprender con una marejada, el mar
asombra entre los problemas históricos, la economía del imperio por las nubes,
ya quieren enmudecernos en nuestro
lenguaje y ya nos están haciendo hablar
ingles. Los sueños mismos se nos vuelven frustraciones, pero hay esperanzas
para un día como hoy con esta poesía a flor de piel. Bitácora es todo un canto simbólico del mar, el poeta califica la
visión de mundo que nos manifiesta su
lenguaje conversacional, sencillo, coloquial, popular, de la calle, recogido
desde la misma boca de la gente. Este
poemario evoca simbólicamente a todos nuestros muertos, a nuestros
desaparecidos, dentro de un esquema violento, de paréntesis histórico lleno de
terror y sangre; siempre hay una lucha
de clases. Para el poeta los muertos y desaparecidos por el enemigo del mal,
dentro de un sistema injusto, represivo, de violencia y corrupción
institucional en contra de los sueños utópicos del pueblo; como que si los
muertos fueran ellos, navegantes que murieron en un naufragio y ese naufragio
podría ser también una metáfora de la guerra civil y sus tragedias. Según mi
interpretación el poemario, es el sueño de un
idealismo que guarda el espíritu de un poeta como Mauricio Vallejo Márquez, se
refleja en su visión imaginaria, simbolizado en el mar de la vida. Mas no por
ello deja de ser realista en su expresión poética, que tiene cierto ritmo, lenguaje decantado,
humano en sus retratos, imagen frente a la realidad que enfrentamos, todos en
distintas maneras de percibir el mundo. Este que nos rodea con dolores o
alegrías. El Capitán, es el carácter principal,
es ficticio, imaginario, será siempre el guía en la barca y el timonel
del horizonte frente a sus manos. Que se vale incluso del astrolabio para
llevar los rumbos que pueden perderlo, y perderlo como a un pequeño guijarro en
las selvas montañosas del mar en su gran inmensidad de las olas que chocan a
los cielos, allá en los bajos fondos y limites de sol con el mar..
Según el autor, conversando un día a la
distancia me decía, que los textos que conforman el poemario Bitácora fueron escritos hace unos
años, mas no por ello pierden su visión de
mundo social que se identifica, con el presente y como producto de un
pasado histórico que nos duele a los ojos, de un pasado que desde la época de
la conquista nos pertenece, es el rescate de nuestra identidad nacional para
construir un buen futuro con las experiencias de un pasado histórico que nos ha dejado muchas
heridas desde la misma invasión española históricamente. Evoca el poeta su
soliloquios: “Sino
fuera por usted /mi Capitán/ no habría palabra ni vida/ para contar de aquella
tormenta/ que a pasos quedó lejana”.
El poeta Vallejo se queda pensando, luego todo loquito, sabe asociar
el mar con sus ancestros, sus seres más queridos, desde los abuelos y
los nietos del jaguar, su rugido y su sentido mágico. Y es el mar que sabe
callar en la oscuridad, como murmurar ante los asombros de la vida social y de
la historia triste que hemos vivido. Así canta el poeta: “Antes este mismo mar lo navego mi madre/ y los
abuelos y sus padres/ y los padres de sus padres / aserraron el horizonte/
apenas audaces/ ante lo inmenso/ y
llegó la muerte/ antes jamás imaginé al mar murmurar/ canciones
de hambre/de dolor”.
El llanto de una proa por las noches, el estero
lúgubre, los muertos ante la historia, que murieron para que vivan otros. El
capitán, es una especie de héroe mítico, simbólico, el Capitán, es valiente “inmarcesible ante los vientos”. El
capitán es el héroe que se sacrifica, amante de la vida tormentosa, del fuego
apacible en su reposo. Pero con todo un corazón inmenso, el mar no cesa ante
las tormentas. El
mar gime de dolor de ola en ola, es cuando la luna suelta sus aretes de la
noche estrellada y se cuaje y quiera encubarse de bonanza con el mar. Y quiera
la luna como disipar así sus penas. Espíritu que sabe embarcarse en un
atardecer. La luna de nuevo se balancea en el cielo. Se recuerdan los rincones
del antaño. De repente se evoca a sus muertos que poco a poco van empañando los
ojos de la historia. Y que es sino la Bitácora, imagen objetiva, especie de
pequeño armario cilíndrico que esta fijo a la cubierta de una embarcación junto
a la rueda del timón y lleva montada una
aguja imanada a fin de que siempre se mantenga horizontal a pesar de los
balances del buque ante el vaivén de las mareas, como se dice en las
enciclopedias. El buque sin puente de
mando y guarda en el interior de la
Bitácora el llamado “cuaderno de Bitácora” y se registra de todo lo que
aconteces desde la tripulación misma hasta los destinos que el mar sabe darnos.
Su objetivo es marcar siempre el norte. La
Bitácora lleva el registro del navegante, sus peripecias, situaciones
apacibles o violentas con las olas y las tormentas. Como repito es una poesía
conversacional, pues hay un dialogo constante del poeta entre el mar, los vientos, la luna, la muerte
y la vida misma en sus destinos. Y un día se puede morir en el mar. Sin que
nadie nos de socorro y el mar se lo traga o lo chupa a uno de un tan solo
soplido. Para morder su pecho o cortarle las uñas de la imaginación y el sueño
con sus arpones de muerte al acecho. Pero con el mar de la vida llena de púas,
más que de espinas y rosas rosadas. Y es el mar quien lo grita, nos conforta el
tedio. Arropa nuestros huesos entre sus
alas de felino que duerme. Y la mar
junto a la proa que grita en boca del poeta Vallejo, pero: “el mar asesino/ ahora hermano de los vientos/
tierno felino que duerme/ que sueña/ somnoliento empuja el barco a otras
costas”. Es un espíritu desesperado
que siempre canta tenso de elogios y angustias sufrientes, así exaltado habla
el poeta :
“Capitán, nuestro Capitán ha tomado el timón/ como David/ vende al océano/ lo
enmudece/acalla el pecho de agua/ y reposa entre la tormenta mis días el timón/
quieto/la marea fragua el viento/ y recoge el cielo en su seno/ Capitán la
noche no me deja verte / pero enaltecido has dominado el mar / como los días en
que caminaste sobre ellas/ y la tripulación canta / mas la noche apenas se cambia el vestido”
Es la imaginación del poeta de ver al mar mismo que
quiere alcanzar a la luna, más se hace lo imposible, no puede el mar llegar
hasta ella y la desea; por eso el mar
desata sus tormentas y es la imagen de la luna y el mar en eterna marea sus
encantos. Es el mar mismo que evoca los momentos de navegación, el mar y sus
asombros. Y los ojos del mar quedaron en los ojos de la esposa, de canciones y
anhelos, vino la imagen del hijo y un tan solo abrazo inundo las horas. Pero si
el mar así es en su teatro diario con la vida humana. “Que triste es el mar/
en la lejanía está siempre callado/ y solo/ nadie habla con él/ a pesar de que
siempre cuenta secretos/ y regala cada cuando un poco de sí/ su tristeza puede
llegar a ira pero nunca rosará la risa/ así es el mar triste muy triste/ apenas
reposa en sus cantos/pero no alivia su tristeza” y pensar que el mar se mira algunas veces muy embravecido.
Es por eso que como poeta. Pero desde
niño soné toda la noche la primera vez que supe contemplar con asombros el mar,
su reventazón, sus olas gigantescas tragándose mis ojos. El poeta conversa con
el mar y le cuenta sus secretos desde la infancia misma y con cierto sentido de
maravilla y trances espirituales en que cae el espíritu del poeta: “Cuando ando niño
el mar fue inmenso/ meditabundo y tan húmedo /arropaba la arena con confianza/
mientras yo hurtaba algunas prendas/ siempre quise un trozo de mar/ pero cuando
lo lleve a casa/ se ahogó y a borbotones murió/ no sin antes quejarse”
En sus naufragios simbólicos para el poeta son
testigos el sol, la luna, las estrellas, que se reflejan como espejos en el
océano: “aquí estoy dibujando un pez en la arena/ como
redención del océano/ que en su silencio/ me reclama no habitado”. Y
el poeta imagina a su hijo en reverencia con el mar, así lo mira, lo compara
con el canto y el rio de la vida y son los ríos que van a dar a esta mar de la
vida. ¡Que es el morir sino querer seguir vivir! Una noche toda llena de murmullos, una noche
de luciérnagas fantásticas. En el mar, ser y no saber nada y luego ir contra
los vientos, como una barcarola que va sin rumbo cierto. Y es un espanto de
estar mañana muerto, uno no sabe nada ante la muerte que te reclama y como se
viene tan callando la muerte ante los golpes
que nos da la vida. Y uno quisiera que nadie, ningún
cristiano sufriera dolor, ni muerte violenta. Ojos claros serenos los del
mar. Pero a veces el mar nos mira con
ira o siente compasión de nosotros mismos. Entonces el poeta aclama gritándole
o como diciéndole al oído del mismo mar: “nadie pregunta por las gentes/ habitan entre sus muros por
horas/ ante los cantos excelsos a Dios/ yo guardé sus manitas en mis manos/
arropé sus risas en mi alma/ mas ahora no sé qué mar navega”.
Su hijo es otro tripulante más ante
los designios de la muerte y anda a la deriva con los mares que le deparan la
vida misma. Es también el canto del mar, donde resalta la imagen de su compañera, su
amada, que tal pareciera que ni se comprenden, como seres extraños en la vida. El poeta evoca al padre, su héroe, que murió
desaparecido por los escuadrones de la muerte y por el amor que profesaba a los pobres fue
desaparecido. Y pide sus regresos y la historia es tan cruel que nos arrebata
hasta la vida de nuestros seres. El mar es como una tumba que guarda muchos
desaparecidos. Y es cuando el poeta casi blasfema y reclama y pide a: “Dios acuérdate de
mí y de mis laderas anchas/ y llenas de mi padre/ pues él seguro pide por mí
/ hasta que regrese/ y viejos discurramos en nuestra tierra/
verde y augusta/ con la miel y los corderos/ largos y hermosos como el mar/ y
las olas de esta noche nívea”.
Todo poeta sabe hablar con su Dios, con sus Dioses que
imagina o inventa sus mitos. Luego en sus angustias invita, pregunta, dialoga y
arrulla a solas con el mar, le canta, le da miedo, le advierte: Vamos a dormir / un
esfuerzo camaradas que ya la noche / fue
costosa y se guardó las risas de los muelles / dejó en el olvido los rostros de
madres/ mujeres e hijos / que de tanto lustre se extinguieron/ y a yerro del
mar llamaban/ mas la noche/ está aquí y no le tengáis desprecio/ vamos a
dormir” A fuerzas de llantos y gritos de júbilo, el poeta se ve
alejarse de las esperanzas de la vida con tal de naufragar en ella y así evoca desesperado
todo lo que rodea a su espíritu. “Allá tan lejos/ en un mar sin brújula/ zarpó la felicidad/ en
la noche / llevaba atento su timón / y sin palabras/ huía de tierra/ adiós/
adiós mi tierra”.
Hay una parodia de sueños en el mar tormentoso de la muerte y
el simbolismo histórico que encierra el Cuaderno “Bitácora”, que Mauricio Vallejo Márquez, imagina su visión de mundo. De ahí ese simbolismo poético de cómo el mar evoca a nuestros muertos, a
nuestros desaparecidos, como si fueran navegantes que murieron en un naufragio,
es una metáfora del idealismo que tenemos nosotros, los comunistas, los
socialistas, laboristas. Los que amamos la poesía como luz de la vida. Y el
capitán será siempre nuestro guía que lleva su astrolabio para navegar en el
mar de nuestras vidas que fueron como
ríos a perderse en el mar. El poeta cierra su monologo en un canto lleno de
esperanzas en una mar que dejo malos sabores, frustraciones, lagrimas y llantos y dolores: “como si llorando estuviera y sus lamentos
rascaran la arena/ en una lágrima eterna/ se quema el mar/ como el cardo se ve
escarlata/ mas la noche cesa el incendio/ y otra vez el mar/ sin reposo es
hermano de la noche”.
El poeta Mauricio
Vallejo tiene magia en sus palabras, no las traiciona, a pesar de que su
espíritu no vivió la guerra, pues era un niño para esos cruentos días, pero oyó
las bombas a deshoras de la noche, supo o no sabía de los estados de sitio y de
leyes marciales en la calle, le concierne
la historia, la muerte de su padre, la tragedia de su madre y el arrullo
de su abuela, todo eso fluye con su
espíritu solidario con los patriotas del pueblo, los caídos en la lucha por alcanzar el pan.
Esta poesía de Vallejo, refleja cierta lucidez
de solidaridad humana. Sabe evocar el sentimiento simbólico, pues en una metáfora, que tiene relación con
la historia y la vida misma; que es tan
solo la realidad de esta humanidad, que ya luego se desploma ante los designios
del imperio mismo; y ante la falsedad de un sistema, injusto, subdesarrollado.
Imagen falsa en el progreso que engaña los ojos y que te irrita el alma.
Mientras el imperio es ave rapaz que sabe sacarnos los ojos, darnos sueños de
colores y vuelve nuestras entrañas un
destino indescifrable, nos barre a sus antojos. Quiere borrarnos nuestras
tradiciones, quiere eliminar nuestro lenguaje, imponerse. Si queremos de esta locura a la esperanza
alcanzar la fuerza feliz en la utopía misma de la vida nuestra, ante los ojos de la historia que nos toco
vivir y enfrentar. Ese mundo simbolizan estos textos donde el mar que sabe echar las proas, las
anclas de la vida. Ante el mar se queda el poeta sollozando en su canto final: “jamás mojé mis
pies/ni me hunté nunca de arena/ mas hoy soy parte del mar/ como mis padres de
la tierra/vivo en el mar/eternamente vivo en el mar/hoy soy el mar/soy una ola
sin destino con
los tumbos”. Aquí para ese
Capitán, héroe, para quien como “Navegante
no hay camino se hace camino al andar”
como dice el poeta Machado. Y la poesía,
que es como nuestro alimento más indispensable del alma, siempre me lo
digo yo que la amo tanto. Pues ella me ilumina todos los instantes. Bitácora es una poesía que nos llena de gozo, nos lleva de la mano, de recuerdos
imborrables, de terror, de querer
abrazar a los amigos que se perdieron en el mar
de nuestras vidas. Nuestros mártires del pueblo, los obreros y poetas
que cayeron, hijos virtuosos y bravos anónimos combatientes que cayeron en
nombre de la patria; y son los que dan a nuestra historia un crisol de glorias,
porque entregaron sus vidas un día, como otros
“Espartaco” o “Farabundo” de nuestro tiempo en la valiente tierra que nos vio nacer. De querer encontrar
un pueblo que tiene derecho un día a la felicidad y al retorno de la justicia
social. Bitácora será un cuaderno muy característico, no solo por su lenguaje cotidiano, sino por la
filosofía que encierra su tesis poética, dentro de una corriente estética de poesía existencial, imaginaria,
de realismo social; de una realidad punzante, que deja hondas heridas en
el alma; esta el arraigado sentimiento
de un pueblo que se niega a morir, que no quiere encallar en el mar violento de
nuestra historia. Y allá el mar tan azul sereno y dormido. Aquí en nuestra
tierra, donde el despertar es también el morir, ante una realidad inesperada que cada vez más nos
rasguña los ojos, día a día. Avt/09/12