Alfonso Velis Tobar
“APUNTACIONES SOBRE LA NARRATIVA DE
MAURICIO VALLEJO MARROQUIN Y OTROS
CUENTOS”
Por Alfonso Velis Tobar, MA.
Carletón University, Ottawa, Canadá.
Poeta, escritor, investigador de literatura.
Edgar Mauricio Vallejo Marroquín1958-1981), ante todo poeta, narrador,
cantautor salvadoreño. Escritor
de ideales revolucionarios, incorporado
a la lucha de los 70s, murió en aras por la justicia y la libertad; un escritor
con afán de conformar, con su temática creadora, una conciencia nacional de
participación liberadora. Mi objetivo en este estudio, es hablar sobre
las generalidades estilísticas y estéticas de su narrativa, que se le conoce
hasta hoy, que hemos logrado rescatar, después de que fuera secuestrado y
desaparecido para siempre en 1981 por aquellos escuadrones del mal.
Mauricio
Vallejo, pudo haber sido, el buen narrador, el buen poeta, de no haber sido
asesinado por escuadrones de la muerte, por mentes que planeaban el mal,
desaparece durante una época de mucha violencia y sangre en el país. Sus
relatos, a veces
narrados con deliciosa ternura y crudos en el hablar; más, que todo, evocan el
vivir social, momentos trágicos de nuestra historia. Pero sus relatos en
sí, son amenos y testimoniales, reflejan
la idiosincrasia del pueblo y de sus gentes más humildes; o más bien bravos
personajes. Todos sus breves relatos
inmediatamente nos introducen en la vida de una sociedad en crisis, violenta,
enmarcada en serios problemas sociales y políticos. Nos introduce
inmediatamente en la vida de la década de los 70 a los 80s, un periodo de
violencia revolucionaria en el país. Mauricio Vallejo Marroquín, poeta muy
alegre, joven, con dotes artísticos, fue un joven con mucha pasión e
imaginación para hacer literatura. Vallejo se deja influir a propósito, por
escritores, como él mismo, dice amaba a Salarrué, Juan Rulfo y otros escritores, como Kafka, poetas como Neruda, Roque, José
Martí, gustaba mucho de los cuentos breves del guatemalteco Augusto Monterroso.
Vallejo quería imitar en grande a los grandes,
y en su temática suele recoger tradiciones, leyendas.
Estamos en torno a los relatos, de
Vallejo, ya inmersos en su lectura, los cuales, fácilmente nos identifican un
escenario político, enmarcado en los meros días
de vivir un proceso revolucionario en 1979, la lucha armada se recrudece
mas, es época de secuestros y de escuadrones de la muerte. En las narraciones
de Vallejo surgen anécdotas en ese ambiente, tenso y de angustia, nos ubica en un sistema de injusticia
social, semifeudal, donde se impone,
empezando con la violencia institucional que el estado le da al pueblo, pero en
sus relato, usualmente, se mescla lo religioso entre las tradiciones y las
creencias populares, el consumismo, el miedo, la inseguridad, la alienación, la
publicidad, dentro de un sistema, donde
a sus pies crece el hambre; y la corrupción gubernamental, en medio de un crimen organizado, por los
intereses criados, de las familias oligarcas de este país, que manejan el poder
político y económico, manteniendo al pueblo en la ignorancia y en la negación
de programas sociales que erradiquen la injusticia, la pobreza y vivir con mas
dignidad humana. Aun cuando con nuestro
gobierno revolucionario de Farabundo Martí, es una esperanza que comenzó
hacerse muy difusa, pero nuestra misma esperanza se pierde la confianza, con el
teatro político que nos dan los héroes de ayer. Pero ya expusimos que Vallejo
es un escritor dotado
de una precoz imaginación plástica, aguda, con
ingenios para crear ficción; que dice mucho de lo nuestro y de la vida
nacional.
Habría mencionar que Mauricio, admiraba
mucho a Salarrué y quería imitarlo en su estilo de narrar, sobre todo en
aquellos sencillos cuentos, plasmados de
inocencia e ingenuidad infantil, que con maestría Salarrué supo plasmar con ilusión y fantasía
de niño, pintar el ambiente rural del
paisaje salvadoreño, la idiosincrasia tradicional del mundo que evoca y sus
gentes muy humildes e ingenuas; la inocencia social va con las manos, tal como son los pobres humildes de esta
tierra. De los que Sal arrué hace un retrato de ellos, a veces caricaturesco.
Mauricio parece lograrlo en su libro que dejo sin título, lo llama LA PALAZON, que mas delante
comentamos. Mauricio quiere escribir con cierto aire indigenista, es que
viéndolo bien, Sal arrué, en el
fondo era amante del espíritu indigenista. Por ello se dice que en sus
narraciones Mauricio, se ve influenciado fuertemente por Salarié, se nota en
algunos de sus diálogos y escenas del paisaje costumbrista. Otro ejemplo, de
Vallejo en querer imitar a Sal arrué, en el habla de sus personajes, lo vemos
en la narración novelesca que llama: “Balta” luego la abordamos. Aunque yo le
siento las situaciones y suspensos que plantea Juan Rulfo en sus cuentos, pero Vallejo quería
acercarse a esas formas de expresión
espiritual desde Salarié, me insistía, lo leía mucho, para captarle su tono y en parte lo intenta cuando lo imita en el uso
del lenguaje, a su modo. En síntesis Vallejo crea en la mayoría de su
relatos utiliza, un estilo de jerga costumbrista, del habla salvadoreña, de
ambiente rural, lenguaje urbano, de contenido político y estampas que describe
tiene huellas de un realismo social o realismo crítico al mismo tiempo. Casi todos sus personajes tienen una manera
de hablar muy peculiar. Mauricio sabe
hacer uso, de un lenguaje coloquial, popular, de la calle, para decirlo así en
lenguaje salvadoreño.
·
“BALTA”, novelita breve, 1980.
Hacia los años de 1980, pude conocer entre los amigos de
Mauricio, un tiraje
de mimeógrafo, una narración corta que titula
“BALTA”, una novelita breve
diría, apenas 23 páginas, en
folleto mimeografiado para esos tiempos
eran comunes los cateos de las patrullas militares por barrios y colonias, casa
por casa, retenes en los caminos, podías andar en la lista negra. ¡Dios me
guarde! Si te llegaban a encontrar un libro o una señal subversiva, ahí mismo
te podían matar frente a la familia. Vallejo, secuestrado, lo más seguro
torturado por el enemigo de clase, asesinado,
desaparecido desde un 4 de Julio de 1981, no se volvió a saber de aquel
joven alegre, pero al mismo tiempo, por instantes sonriente y muy triste en su
semblante. “Balta” es una narración que inmediatamente nos ubica a principios
de 1980, en los meros violentos días, en que el pueblo
a través de la voz de monseñor Romero hablaba desde catedral reclamando y
pidiendo a los soldados, en nombre de Dios y de este sufrido pueblo, un cese a
la represión. Ese mismo ano Monseñor fue
sacrificado. Es una
narración amena, rica en giros lingüísticos y expresiones folklóricas en dichos
y apodos. El personaje principal “Balta”,
es alguien de ideas políticas, un activista subversivo, un “compa”
revolucionario, alguien muy rebelde que lucha por los intereses del pueblo. Y se
trata de la pequeña historia de un cipote en un país pequeño como El Salvador o
más bien la historia imbuida de un País Pequeño en un Cipote Pequeño de El Salvador. Es una narración con
sentido testimonial, desarrolla trama
social. Narrada en
primera persona, hay un narrador principal imbuido dentro del relato mismo, que
se inicia con un monologo interior del mismo Balta, un “compa” que corre herido después de
participar, en una manifestación, viviendo enfrentamientos, con la
policía. La narración marca
históricamente una época de violencia social en el país, una lucha de guerra y
muerte, lucha de clases sociales, a
vencer o hasta morir, contra un sistema de
opresión; hay enfrentamiento armado entre los grupos guerrilleros que
habían surgido hacia los primeros años de los 70s, se siente la represión
militar, la injusticia social, el irrespeto a los derechos humanos, es tiempo
de organizaciones populares, obreros y campesinos, estudiantes y profesionales
que reclaman una vida mejor, pero el régimen fascista, con el ejército y
escuadrones solo sabían dar muerte, ejercían terror en contra del pueblo. Por esa época
de los 70s a los 80s para los escritores jóvenes entre los que andamos, siempre
apoyando la causa y la cultura popular y una guerra por la liberación nacional.
Como la Mazacuate, la Golondrina, el Papo cosa poética, y los de la Pagina literaria los
Cinconegritos, Revista Taller. Para entonces poesía y revolución era nuestra
meta de militancia y no había que quedarse aislado, había que integrarse,
conciencia de ubicarte y luchar por el pueblo, aunque arriesgaras tu vida
misma. Era tu forma de conciencia social revolucionaria y en mi caso la
mantengo hasta hoy, siempre que vaya por el bien y la felicidad de mi pueblo.
Sobre todo poner la imaginación y la palabra, la literatura al servicio del
pueblo y por el pueblo con un sentido antiimperialista, te arriesgabas al
colaborar en el trabajo. Yo lo hacía con los otros dos Alfonso, por entonces,
cosa ya de la historia. Fue la década cuando conocí a Mauricio Vallejo
Marroquín, Miguel Joaquín Meza, Hueso Mixco y Horacio Castellanos Moya, Roger
Lindo, Nelson Brizuela, compañeros de conciencia social revolucionaria. Pero
oigamos a Mauricio, en boca de uno de sus personajes de su novelita:
“Me vi
entonces manchado de sangre pero seguí corriendo. Me tentaba con la mano y
sentía como lodo. Miraba ya como si tuviera una telita en los ojos. Entonces me
agarraron Erasmo y Mauricio y me fueron arrastrando. Iba de apedreador en la
actividad y en mi mochila cargaba una "papa" y dos "jugos".
Cuando me hirieron corría adelantito de la esquina del Ministerio de Educación,
ya para cruzar por la plaza de la iglesia de San José, la quemaron. Por Sears
se había quedado Francisco cubriendo la retirada con una "escoba".
Pensé que me iba a quedar en el camino”.
“Una hondilla llevaban para toda
la hora que tardan en llegar hasta el Lago de Llapango. !Plas! Se soltaban
cuereta y piedra de las manos, y la piedra se iba de pájaro gris picoteando el
aire en busca del blanco. Virados salían lagartijas y cantiles escabulléndose
entre la hojarasca sobre los bordos.
- Espérate... que le voy a tirar
a aquel aguacate. -Está verde. -No le hace, lo que no mata engorda- y se reía Balta.
Balta se reía por cualquier cosa. -Dale pues, el otro tiro es mío.-Si quieres
tiras con mi cachan flaca.
-No, porque siempre me pego en
los dedos.
-Pajero.Cipote pulsudo el Balta.
Medio canoso por marca de familia. Canas las tías, canas la abuela, canas los
primos, canas el papá, canas los hermanos.
Cabellos de color exprimido por la historia del país.”
En esta narración de Vallejo, se
muestra esa forma graciosa en usar el lenguaje en boca de sus personajes, como
Balta, expresiones como: “en mi mochila cargaba una "papa" y dos
"jugos". Cuando me hirieron”, psicológicamente, se nos ubica en
una sociedad en violencia, todos andamos en la caza de todos, de sálvense quien
pueda, contra esta clase de ley y orden que da miedo, como decía en uno de mis
poemas de esos días y la guerra, que amordaza el pensamiento, que no respeta la
libertad de expresión, ni mucho menos respeta los derechos humanos, ni la vida,
ni la dignidad humana, reprimiendo con descaro al pueblo; todo eso se siente,
en los relatos de Vallejo, momentos de participación revolucionaria, pasajes y
temas imbuidos en los problemas nacionales del país.
OTROS RELATOS DE
MAURICIO VALLEJO MARROQUIN: “LA PALAZÓN”.
Al seguir los rastros de su
narrativa, quiero abordar “LA PALAZÓN”, encontrado en la Revista Literaria Salvadoreña la “Pájara
Pinta”, de Segunda Época, Número 1,
Mayo, 1979. Pág. 6. UNO de
sus libros del compañero que dejara inéditos a la hora de su muerte: LA
PALAZON, libro que calza el mismo título de su cuento La Palazón que abre la
lectura. Cada uno de sus textos, presentan una trama marcada, diálogos y
acciones concretas.
Una narración ingeniosa,
testimonial, con situaciones de angustia, tal como sucede con Nicasio y la
Rosa, personajes que se ven obligados a oír del enemigo castrense, se siente la
represión, se oyen los balazos, sienten el dolor de perder a su perro,
asesinado de un balazo en la cabeza por la guardia o los soldados, al momento
que eran acechados por el enemigo, hay un lenguaje popular, escrito con realismo
social. Y así otros relatos como: “Un no sé quién vivía” y “En la sangre navega el pez”, cuyas trama hace pensar el estado de crisis social y económica, del
crimen organizado de la calle, la inseguridad, como entonces se vivía y como
hoy la tensión contra las maras que te pueden sacar hasta los hígados de una
estocada en cualquier esquina:
“Toño no halló qué hacer. Aún pensaba en llegar y no en que nadie sabe
por dónde lo ponen al brinco triángulo lamiendo espalda y dejando quieto, o
manos arriba ponerle cordoncitos. Los otros dos miraban triste sosteniendo su
cuchillo. -¡Nombre, no me jodan! No traigo…
-Sacátelo cabrón.
-Nombre, de veras no traigo… ¡Por Dios, no me joda mano!
-¡Agárralo bien Lencho! –Gritó temblando la punta del corvo en el
ombligo de Toño- Y no te movás porque ya sabés”.
Luego otros relatos de La
Palazón, como: “CHIPES AL SOL” y “A LILO CABRERA
LO VIERON TRISTÓN”. Y luego vistos en nuestra lectura analítica. El primero,
“CHIPES AL SOL”, y otro que versa: “A LILO CABRERA LO VIERON TRISTÓN”. Ambos cuentos tienden a la crónica, cierta
trama política de fondo, el problema social, el pánico y la muerte de fondo. Es
interesante “CHIPES AL SOL”,
porque está elaborado con ingenio creativo, no obstante dotado de cierto
surrealismo, más cerca de la fantasía que de lo fantástico, aunque se me oiga
raro, a la manera de una fabula
testimonial. Cómo es eso que “Dos chancletas muy pobres,
que no tienen ni petate en que caer muertas,
toman vida humana todas muy chicas de pie, filosofan, se sienten
abandonadas, juzgan aspectos de la realidad que los circunda. Dos chancletas
sucias de hule y boca de pato debajo de
los garrobos por el basural. Chancletas que por casualidad son presa de una
muchacha que anda mirujiando hombres y con los pies chuñas les echa el ojete y
de dos zancadas se las clavo, o sea que se las puso, por la necesidad misma de
andar en “shuñas”, descalza dándose su tropezones. Es un cuento escrito, con
sentido de humor, y del grotesco, pero con fantasía astuta e ingenua sagacidad.
En otra de sus narraciones “A LILO CABRERO LO VIERON
TRISTÓN”, trata
de un común personaje del pueblo que vendía a gritos en las calles y las
plazas, chicles, dulces, y garrapiñadas de maní y de coco; y además era cantor,
pues Lilo Cabrero no quería sentirse triste y por eso cantaba todo el tiempo: “Lilo vendía chicles y cantaba para no
aburrirse, para no ser triste./ -Estaba sentado/ San Pedro en el sol,/ Con el
calzón roto/ Y de fuera enseñando un coyol”. Lilo Cabrero, quién apaga un ojo para comerse
la mitad de su tristeza, entonando canciones del folklore. Hay un lenguaje
cotidiano en boca del vulgo y una actitud de lucha, reflejan sus personajes; se
encuentra siempre el vox populi en su trama. Otros conocidos Cuentos: “CHALATENANGO
NARIZ DE MANGO”, “PIN PIRULINO”, “SIETE CUENTOS Y UN PECADO”, que suenan títulos jocosos, los conozco solo por
referencias y de los que andamos en su búsqueda.
En Vallejo hay
ese narrador con sus giros y construcciones en el manejo de los diálogos,
lenguaje que usa con perspicacia, burlándose del sistema y de los aristócratas
y vende patrias. Vallejo, si bien es cierto, no profundiza a veces en el
carácter psicológico de los personajes, el quiere contar, desahogarse, un leve
respiro del momento revolucionario se vive; autor y personaje inmerso en la
práctica, consecuente, que significa, el oficio de la poesía, de su militancia,
cuenta, la circunstancia de jugarse la vida, de lo que sucede en torno suyo.
Este libro que vamos comentando “La Palazón”, donde tampoco abusa mucho de vocablos
regionales, pero habla como caracteriza
el habla salvadoreña, acercándose a las tradiciones indígenas con admiración,
rescate y reivindicación social; luego en otros temas, ironizando a cada instante
los males de un sistema, inseguro. Hay relatos
que en su juego oral, dejan un
halito de humor social. Como en su relato corto “Danza de sangre”, donde Tomas, el peluquero, en las fiestas de San
Nicolás Obispo, muriéndose de la goma, se ve obligado a bailar en una competencia
con tal de ganarse la botella de aguardiente, es una narración jocosa, con
cierta sutil picardía, con sentido del humor, llena de gracia y candor de las
gentes creyentes y pueblerinas. Los cuentos de Vallejo son un material de
tramas interesantes, como: “Agua de
ritual”, donde se invocan filtros de amor en rituales de luna tierna y ceder
ante los hechizos de los ojos de venado, como vemos aquí están implícitas las
supersticiones, las brujerías y los amuletos conquistan a la mujer de tus
sueños. Y aunque no la llames por ningún tecomate. Aunque algunos de sus
textos, los siento no del todo acabados, en cuanto a técnica narrativa que usa,
es decir como que les falta un final, en otros se da por entendido, en cambio
otros son modelo, dignos relatos de antología, como: “Caparazón de añicos”,
“Cuando las cipotas cambiaron su risa”, “El mundo del lunar”, “El bombillo de savia”, “Sangre de cada
día”, abordan estampas sociales, escenas
políticas, lenguaje costumbrista,
callejero y popular, como “Sangre para descubrimientos”, donde dos personajes
como José y Julio en diálogo de gran borrachera, hasta caer en el deliriun
tremens en que viven de tanto chupar.
Grita Julio muy airado: “-… Verdad
que cayó vergón, aunque… ni chillar me hizo las tripas. Ve… Vos ni hablás por
empinar el codo. ¡Niña Inés!... niña Inés. Mire: ¿Por qué no nos regala otro
vasito de agua? Sólo este poquito y nos vamos.
-¡Borrachos!”
Luego otros cuentos: “Por ahí donde el zope duerme”, guarda
cierto sentido fabulesco, tiene magia al poner a conversar, a una culebrita “La
Vejuquilla” con un grupito de hormiguitas que van por el camino hacia Belém y
regresan a Belem, caminos de Belem, Belem, Belem, y donde las peripecias del
maishtrio Chico en no querer ir al dentista. Porque cree más en sus brujerías
que curan; claro, vivimos en un mundo de sincretismo religioso, donde se alió
lo mítico, lo indígena, con lo popular y la lengua colonizadora. En conclusión,
Mauricio Vallejo es de los escritores que debemos rescatar a la historia, porque
fueron de esos jóvenes poetas de los 70s, dentro de una generación
revolucionaria, como lo fue “Alfonso Hernández”, y otros héroes, entre los poetas combatientes, que se jugaron
la vida misma, entre los avatares de la muerte misma, con un sentido de utopía soñadora, dentro del
quehacer de crear poesía, con sentido de militancia, bajo una forma de conciencia social liberadora.
Escritor de lucidos relatos, quien sabia sonreír ante una realidad de riesgos
que le venadeaban la vida misma, sus enemigos de clase lo perseguían, era su
destino, ante todo poeta, con su magia para encender fuegos violentos y
estrellas con ocote de palabras que dolían, poeta que vivió dentro de un
sentido de tragedia y de martirio. (AVT. 10/22/2012
La palazón
Tino bajó volumen a su radio ladeando la
cabeza para asegurarse si eran cuetes o balazos los que apachaban el silencio.
El cucho de Nicasio espigó las orejas.
-¿Qué fue…?
Nicasio buscó el ruido con la frente. Se
compuso los anteojos y se limpió el sudor. Se apelotó un viento esculcando las
ramas. Callado se puso aquello. No hacía mucho que se había marchado el día.
Apenitas se habían colocado a distanciarse en las canciones, mientras la Rosa
echaba ceniza en las brasas.
-Ya no se oyó nada Tino ¿Cómo que fue allá
por la tarea de los Chihuis?
-¿Balazos?
-¿A saber? Pero aquí no pasa nada. Vos sabés
que las polainas. Como que ya ordenó la Rosa. Bueno. Ya se acerca el acueste…
-Sí. Quizás ya me voy. Como estás recién.
-¡Pst! Hoy no se puede.
-Pues quizás me voy a ver la casa. No sea el
diablo que vengan ésos, y allá mi mamá, la Anita y los bichos solos.
-Ya el cura avisó. Pero si de aquí se trata,
no te preocupés mano.
-Sí. Ya me voy. No vaya a ser.
El chucho ladró con toda su alma. Tino
sintió hondo.
Las piernas de la Rosa se miraban detrás de
la cortina del excusado enrollándose en un calzoncito rojo. La casita nueva,
seis horcones, cinco vigas, tambaleó con los ladridos.
El chucho ladró de nuevo y más preciso, y la
Rosa pronunció más de tres veces el nombre de Nicasio. Por donde los Chihuis
había incendio.
De la espesura verde los palos comenzaron a
subir, a comerse el asombro. El chucho ladraba reculando hacia los pies de
Nicasio. Verde seguían creciendo. Y así chiflaba el viento.
---
-¡Puta!- Exclamó Tino macizando la cacha del
corvo. Los estómagos y la espalda se erizaban, se les iba a entiesar la esquina
de los labios.
Por
donde los Chihuis se oían el dolor tocando la inmensidad con la punta de
las llamas. La palazón tomó forma. Verde se acercaba ahuellando incertidumbre.
El chucho corrió a encimarse sin dejar de
ladrar. Moviéndose como boca de cocodrilo quiso morder, acabarse el mal
solitito para regresar a los pies de Nicasio. Y fue un solo semillazo, tronó en
su cabeza volándola a pedazos en chilguetes rojos y blancoamarillosos que
caminaron por el patio en busca de caricia. Tino, quieto.
Como buscando a su mujer, Nicasio salió
preciso a mirar por el excusado. De ahí se metió a la casa.
-No se preocupe mi Rosa.
Ya aquello estaba cercado. Las gallinas
levantaban sus nahuas y se escurrían junto al gallo por los espacios que dejaba
la palazón del infierno que iba engulle y engulle por la fuerza.
-¡Nicasio! ¡Nicasio! –gritaba desesperado
Tino- Vení manito. Me joden estos hijos de puta.
La Rosa empujó a Nicasio señalándole con una
mueca el lugar donde estaba el corvo. Afuera se oían carcajadas, las
casqueadas, mochazón de plantas, y los gritos de Tino.
-¡Suéltenme… suél… tennnmmmme! ¡Nicasio
Nicasio- Vení manito.
¡Nicasioooo! Quítame a éstos.
Nicasio se prensó fuerte a la mujer, la
apretó con las ganas que da el miedo de ser el merito hijo de Dios, o ser
piedra, o tejo por ahí tirado, pero no esa a merced de lo que no se quiere. No
estar humillado esperando sacar un as pulsudo que nos libre del juego, no estar
renegrito de los ojos machucados por el abrazo.
Tino ya sin fuerza gritaba, se estaba, se
estaba ahogando en un llanto saltadito, gutural, brincador, el llanto de la
muerte.
-¡Nicas… sio! ¡Niccc…kkgkgasssioooo!
¡Suel-ll-l-l-lttennmmmeee…hijos de…!
Silencio. La palazón chupaba a tino. Verde
se había pintado aquello, verde como el gesto de la boca. Cuando los santos se
esconden… así sentía la Rosa. Miraba a Nicasio afligida y descorazonada.
-FIFAFIFAFIFAFIFA! No hay San Pedro,
Con el
miedo.
Miedo miedo.
–Decían unas gringas
Que como que
eran el puro tino.
-Ni San Martín
Cachinfín sin fin.
Ni
Virgen de Candelaria
Decían otras.
-Ni San Bartolomé
Pereguéperegué.
Nicasio esculcó sus bolsillos. Las manos
frías se amortajaban escogiendo papeles. Afuera danzaba la palazón bruja, y de
miedo se acurrucaban las sombras.
Sobando fuerte la cintura de ella,
desaforado se soltó hacia afuera.
-¡Yo tengo carnet! ¡A nosotros no!
Publicado en La Pájara pinta Mayo de 1979
Alfonsovelistobar@gmail.com / Coordinador, fundador, Taller
Literario “Alfonso Hernández”, poeta
mártir de la revolución salvadoreña. Canadá, El Salvador, Centroamerica. Abril,
2013)