Fotografía: André Cruchaga
Diario de un poeta
Imagen sumergida en el fondo del agua:
Cadáveres en la tarde,
Nubarrones lentos, resbalando
Sobre las hojas impermeables del bosque.
Llueve sobre fotografías; los periódicos
Borran sus titulares: disparos, gritos…
Se teme a la ley y al hampa, a ambas hampas.
Las prisiones y los cines temen a la muerte;
Se duerme en casa dibujando puertas,
Esperando que la ciudad disuelva la niebla,
Aunque el smog tiene poderes fortísimos:
Sin llegar la noche cambia los rostros,
Levanta peste de perros hambrientos,
Alfombra las ventanas con piel de herrumbre.
Hombres anónimos figuran en los discursos:
Los delincuentes caminan a prueba de balas.
Llueve en estos días. No se sabe lo que será
Uno al salir a la calle. Jugar
A la lotería es jugar al luto del tiempo.
La vida prendida en candelabros, cultivando
Las partidas, el aleluya que un juez no pronuncia,
La carcajada del asesino
Sosteniendo en su taza de café una pistola.
El País tiembla en su cuarto oscuro.
Vienen sobre la tierra y se hunden en ella:
A nosotros, habitantes, nos invaden los relámpagos,
El río sin nombre del golpe,
El horizonte de secas cortinas,
La hora reducida a angustia:
Granizo de ráfagas sobre el césped,
Las puertas y las ventanas del sueño.
En un callado suspiro se traspasan los espejos.
Se necesitan alas verdes. Ser pájaro.
Ser mariposa. Esta tierra es sorda a los sueños,
A la inocente sed de los pabilos,
A la verdad transparente del espejo,
Pero no al ruido de la muerte,
No al crimen de espesas lianas,
No al martirio repugnante del sarcasmo.
Noche y soledad son amalgama de granito;
El aniquilamiento, sortija y laberinto.
Cada uno habita su propia cadena,
Cada cuerpo es sangre del día y la noche:
Tierra horadada por ciegas pistolas
O enajenados cuchillos donde habitan los puntos cardinales.
Cada uno es vida desvalida
Frente a otras vidas:
Grito y temor, sangre, carne, pulso sediento
Para romper las mordazas de piedra
De esta vigilia diluida
En el mapa de ataúdes sin fondo.
El País tiembla con sus pupilas destrozadas.
Este País, donde Lázaro, sueña sin cuerpo
Y el sudor se confunde con la orina…
Diario de un poeta
Imagen sumergida en el fondo del agua:
Cadáveres en la tarde,
Nubarrones lentos, resbalando
Sobre las hojas impermeables del bosque.
Llueve sobre fotografías; los periódicos
Borran sus titulares: disparos, gritos…
Se teme a la ley y al hampa, a ambas hampas.
Las prisiones y los cines temen a la muerte;
Se duerme en casa dibujando puertas,
Esperando que la ciudad disuelva la niebla,
Aunque el smog tiene poderes fortísimos:
Sin llegar la noche cambia los rostros,
Levanta peste de perros hambrientos,
Alfombra las ventanas con piel de herrumbre.
Hombres anónimos figuran en los discursos:
Los delincuentes caminan a prueba de balas.
Llueve en estos días. No se sabe lo que será
Uno al salir a la calle. Jugar
A la lotería es jugar al luto del tiempo.
La vida prendida en candelabros, cultivando
Las partidas, el aleluya que un juez no pronuncia,
La carcajada del asesino
Sosteniendo en su taza de café una pistola.
El País tiembla en su cuarto oscuro.
Vienen sobre la tierra y se hunden en ella:
A nosotros, habitantes, nos invaden los relámpagos,
El río sin nombre del golpe,
El horizonte de secas cortinas,
La hora reducida a angustia:
Granizo de ráfagas sobre el césped,
Las puertas y las ventanas del sueño.
En un callado suspiro se traspasan los espejos.
Se necesitan alas verdes. Ser pájaro.
Ser mariposa. Esta tierra es sorda a los sueños,
A la inocente sed de los pabilos,
A la verdad transparente del espejo,
Pero no al ruido de la muerte,
No al crimen de espesas lianas,
No al martirio repugnante del sarcasmo.
Noche y soledad son amalgama de granito;
El aniquilamiento, sortija y laberinto.
Cada uno habita su propia cadena,
Cada cuerpo es sangre del día y la noche:
Tierra horadada por ciegas pistolas
O enajenados cuchillos donde habitan los puntos cardinales.
Cada uno es vida desvalida
Frente a otras vidas:
Grito y temor, sangre, carne, pulso sediento
Para romper las mordazas de piedra
De esta vigilia diluida
En el mapa de ataúdes sin fondo.
El País tiembla con sus pupilas destrozadas.
Este País, donde Lázaro, sueña sin cuerpo
Y el sudor se confunde con la orina…
Barataria, 01.05.2007
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