Dina Posada, El Salvador
____________Dina Posada entre el preludio y la plegaria del orgasmo
Dina Posada, El Salvador en 1946. Estudió periodismo y psicología. Trabajó en el diario La Prensa Gráfica de El Salvador. Libros: Hilos de la noche, 1993 y Fuego sobre el madero, 1996. Es cofundadora y directora editorial del portal Palabra Virtual (Antología de la poesía Hispanoamericana). Su poesía, ampliamente comentada y parcialmente traducida al inglés, francés, sueco e italiano, reúne ensayos críticos, artículos y conferencias publicados en España, Suecia, Italia, Francia, Canadá, Estados Unidos, México, Perú, Centro América y Panamá. Aparece en diversas antologías, entre ellas: Mujeres en la literatura salvadoreña, 1997; Voces sin fronteras, 1999; Voces Nuevas, 2000; Mujer, desnudez y palabras, 2002; Poésie salvadorienne du XX siècle, 2002; Stigar/Senderos, 2003; El monte de las delicias, 2004; Trilogía poética de las mujeres en Hispanoamérica, Pícaras, místicas y rebeldes, 2004; Mujer, cuerpo y palabra 2004; Poetas en blanco y negro, 2006.
Tuve conocimiento de Dina Posada, a través del poeta René Chacón quien tuvo la generosidad de acercarme algunos poemas de ella. Dina es una poeta irreverente e incendiaria, capaz de derribar muros con su palabra; tras el “aleteo de un grito”… no sólo deja caer sus plumas, sino también, la sangre herida del vértigo: esa que desafía “toda verdad” en una sociedad cuya peculiaridad evidente es la doble moral. La poesía de Dina destila fuego y armonía; su luz está trocada por ese arcano quemado de los párpados, por ese latir del agua en la piel, por esos destellos de geométricos lazos. Hace arder de gozo la palabra con estilo decantado, propio de una mujer que viene trabajando los cauces mágicos del tiempo y la delicada forma de los pétalos y las raíces.
A decir del poeta Jorge Carrol, “… a Dina Posada le es dado concebir vivencias necesarias a los días futuros. Ella condiciona las leyes primordiales de la situación humana hasta sus últimas consecuencias. Es dueña de infinitos matices y posee, en consecuencia, por entero, la verdad y el error. Dina, como lo demostró en Fuego sobre el madero, construye su poesía sobre la revisión de sus días, sobre su pasado y su futuro, sobre la superación de cada una de sus palabras, quizá para poder decir: "el poema es siempre punto de referencia y de exigencia con relación a las formas de la conducta." En su poesía, el lenguaje es el más eficaz de sus instrumentos y sus formas más evolucionadas, son consecuentes de la libertad y de la conjunción solidaria de su voluntad de ser Dina. El poema es siempre para Dina Posada un punto de referencia y de exigencia. Por tanto, el poema se ofrece vivo a la torva desnudez que cada uno de nosotros acepta. Como hecho poético, no queda supeditado a la capacidad de percepción de quiénes somos sus patéticos testigos. Dina nos tiende la mano más allá de la obsecuencia y la amistad, ella que ha plantado un árbol como una mirada, y que bajo su sombra ve a este puto y maravilloso mundo que vivimos y destruimos e inventamos día tras día y noche tras noche…” [1]
Poesía erguida en su plena conciencia, visible por la desnuda esbeltez: así son los caballos del alfabeto traspasando todo límite: humana forma rompiéndose y libertándose hasta hacerse tangible en el infinito del papel. Pocas veces he leído poesía sin tapujos y desembarazada, desinhibida y alucinante como la carne blanca de la luz que soberana se eleva a ventanas y cornisas. Poesía abrasadora y personal. Este elemento, su yo que se extrapola, es lo que torna más desnudo y goteante su iluminado estertor. Así, nos dirá: “Ajeno a mis pensamientos/ huiste a un casto silencio /…Hoy / que sedienta mi sangre te busca / ni a golpes ni a ruegos / te insinúas / enajenado prosigues / riguroso y oprimido y largamente oscuro / como pasillo de convento desolado /… Tú / ángel de dura delicia / apático orgasmo rebelde/ erizado temblor / pólvora vulnerable /… regresa a mí / y aniquílame”, [2]
La voz se alza desde su materia y al parecer, “en caótico preludio/…las lenguas en pacto remueven hondo combate”. El existir a fondo es eso: gastarse en la infinitud de la travesía como guerreros; asir el mar y vivirlo en cada poro hasta desliar los barcos de la música, tibios temblorosos en la boca. Dina ha sido conciente al escribir este tipo de poesía; pero ella no se calló y dejo fluir, desnuda, la oleada de sus anchos ramajes. En el siguiente poema, la poeta abierta al braceo de la trementina expresa: “Es tu lengua/ acierto de vigilia/ dejándose llevar/ por el lascivo/ inquieto/ travieso/ viento moreno/ de mis muslos/…Hebra de agua tibia/ descubriendo/ mis pechos despiertos/ piruetea con la gana/ que el espejo refleja/ en una marejada/ de pulsos agitados/… Lápiz de filo diligente/ perfilando mi abertura/ que se explaya/ enardece/ y grita/ soltando su vena/ salpicando los sentidos/… Voluntad de labios/ sometiendo/ labios a su voluntad/ Anzuelo que pesca/ sujeta/ y/ vuela/ con mi carne/ al punto preciso/ donde el resuello/ dice/ que termina/ y/ la quietud/ clama/ por nacer” [3]
Con ese “Lápiz de filo diligente”, el horizonte de su carne se abre sin límites hasta salpicar los sentidos de ese magma tibio, chorreando de gemidos en la luna. “Cinta abismal” es un poema rotundo, pleno donde cada jadeo se vuelve un tornado y el sumo de la lluvia una aventura airosa. En ese momento intrépido, de creación pura, uno se olvida del mundo y de este reino comparable a las piedras y las máquinas. Aquí no hay palabras, y sin embargo, es la palabra aquí la que sutilmente nos lleva de la mano por los chirridos dibujados del sueño.
La poesía erótica es de la más difícil de tratar, porque si no se precisan bien los límites del lenguaje, la imagen y la metáfora se puede caer en la vulgaridad y, entonces, no hay poema ni poesía. A fin de precisar el concepto, veamos lo que nos dice esta definición: “Erótica es un término colectivo de raíces griegas y latinas (nominativo plural de erotikon, εροτικον, y de eroticum y carente por tanto de plural él mismo) con el que se ha designado al conjunto de objetos relacionados de alguna manera (en general representativa) con la pasión amorosa humana, especialmente cuando está enfocada hacia sus aspectos físicos y sensuales.”[4] Hay quienes se asustan cuando se aborda el erotismo en la poesía, menos que en la pintura quizá porque dicho tema ha sido tratado desde siempre. Así tenemos a Giulio romano, Agostino Carracci, Tiziano, Rembrandt, entre otros.
En su ir y presentir, la poeta advierte que: “El tiempo crucifica/ el callado río de mi [su] infancia/… de la herida descienden/ azoradas lunas fecundas/ que a compás de pausas/ devastarán el rosa de mi vientre/… lo advierte mi vulva/ conjugando leyes fulminantes/ en todo mi [su] cuerpo” [5] es un error creer que la poesía erótica es la mera exaltación de la sensualidad o, peor reducirla al ligamiento carnal. La poesía de Dina Posada es más que eso: desvela desde esa concepción la naturaleza humana. Y es consciente de su delicada consumación. Nada es ausencia en su río de destellos. Todo es posible menos los grises cuando el cielo gime. En la poesía de Dina Posada el universo resulta un espejo perfecto sin que los ojos se cierren en la noche. Ella nada teme; su poesía superó la esclavitud de los dogmas y prejuicios.
De ahí que nos advierte con pálpito esclarecedor que: “Pronto se romperá la cadencia/ que sostienen mis días lunares/ encanecerán mis venas/ mi talle tendrá voz/ de verano acabado/… cálidos destellos/ llevarán el paso a mis horas/… —no agobies el gesto/ mi universo rebasa/ los límites de mi cuerpo—/… Despéñate en el tiempo/ que me bebe/ muerde esta vida/ que me corre sin freno/ reparte tus dedos/ en la plenitud de mi tacto/ La lumbre de mi lento atardecer/ será faro de recios brazos/ en las arrugas de tu aliento” [6] La poesía de Dina Posada es una verdadera doctrina del erotismo; éste está descrito como un proceso cuyo centro es la pareja. Dicho de otra manera su poesía puede verse como metafísica de la sensualidad. También constituye, en el plano ideológico, ruptura contra los valores patriarcales de nuestra sociedad. Con su poesía, Dina concede de nuevo importancia a la vida en este mundo y en esta época; ya no es una poesía pecaminosa. La vida no es el sufrimiento, y la represión o la castración mental, sino exaltación de la belleza en su más genuina y desnuda expresión.
En Diálogos de amor (1535), de León Hebreo (.1460-1530), me llama poderosamente la reflexión que hace en sus Diálogos de Amor III: " Filón: El deleite sensual es pasión en el ánima sensitiva, como el amor sensual es también pasión de ella, sino que el amor es la primera de sus pasiones, y la delectación la última y fin de ese amor. Pero el deleite intelectual no es pasión en el entendimiento que ama. Y si consientes que en los entes intelectuales hay amor que no es pasión, conviene que también concedas que en ellos hay delectación sin pasión, la cual es el fin del amor de ellos, y más perfecta y abstracta que el mismo acto amoroso." [7] Como esto es neoplatonismo puro, debo refutarlo a la luz de estos días, porque en el deleite intelectual si que hay pasión, ya no digamos en ese ente sensitivo que nos provoca el amor sensual. Afirmo que en el acto amoroso, no obstante siguiendo un poco a Hebreo, que “en el mundo hay tres grados en la hermosura: el autor de ella, ella y el que participa de ella”. [8] Dina Posada la crea y recrea a partir de su conocimiento y sensorialidad y, por supuesto, participa de ella en cada poema. Suyo es el relámpago de cada palabra; el fuego es memoria y ardido asedio toda la llama que la devora y aspira. Existir es hundirse y subvertir las aguas de la propia polución de los peces mientras arrecia la ola y llega el reposo y la palabra última de lo que ha sido el asombro.
Quien se desnuda así nace y se ve latiendo en el espejo. Se calla la luz en la desmesura. De ahí la necesidad de mirarse después, testamentar y rubricar en el cristal, la niebla de los ojos, la humedad onda de dos cuerpos. “Porque fuiste reto desmedido/ a esta alegría / que no me terminaba de nacer / y no teniendo a la vista / otra vida / sino la que desgastan / mis pasos y mis horas / te designo albacea / de mi último suspiro” [9] Por eso el gozo es insepulto y vive y enrumba la vida. No cabe duda que Dina Posada sabe agitar el aliento y urdir sin vacilar el finísimo espacio de la audacia. Vuelo y anhelo incendian la poesía. Es libertad de pensamiento conquistado y así la entrega y eleva como la trementina.
Al final de todo este periplo poético que también es la vida desde el poema, quedan: “Puertas borradas/ resbalosas fechas/ líquida ciudad/ vaciándose en mi vacío”/… “Con palabras/—dice la poeta— estoy poblando una estación/ para abreviar/ la distancia sin salida” [10] esa salida que no es otra más que la rotundidad de seguir en la enramada del alfabeto. La poeta es consciente que El color de su voz es un riesgo/ y una espiral que la lanza/ al suburbio de los proscritos… Y aunque quisiera coger/ el timón del olvido/—acota— ha de seguir en la acechanza trazando su vital expectación en la corriente de su alma que el viento humedece. En summo grado, como suele decirse, Dina Posada gana perfectamente el Imperio mayor de la luz con papel y pluma: esa fosforescencia es el todo del poeta después de caminar y sofocar los armarios de su alcoba…
____________Dina Posada entre el preludio y la plegaria del orgasmo
Dina Posada, El Salvador en 1946. Estudió periodismo y psicología. Trabajó en el diario La Prensa Gráfica de El Salvador. Libros: Hilos de la noche, 1993 y Fuego sobre el madero, 1996. Es cofundadora y directora editorial del portal Palabra Virtual (Antología de la poesía Hispanoamericana). Su poesía, ampliamente comentada y parcialmente traducida al inglés, francés, sueco e italiano, reúne ensayos críticos, artículos y conferencias publicados en España, Suecia, Italia, Francia, Canadá, Estados Unidos, México, Perú, Centro América y Panamá. Aparece en diversas antologías, entre ellas: Mujeres en la literatura salvadoreña, 1997; Voces sin fronteras, 1999; Voces Nuevas, 2000; Mujer, desnudez y palabras, 2002; Poésie salvadorienne du XX siècle, 2002; Stigar/Senderos, 2003; El monte de las delicias, 2004; Trilogía poética de las mujeres en Hispanoamérica, Pícaras, místicas y rebeldes, 2004; Mujer, cuerpo y palabra 2004; Poetas en blanco y negro, 2006.
Tuve conocimiento de Dina Posada, a través del poeta René Chacón quien tuvo la generosidad de acercarme algunos poemas de ella. Dina es una poeta irreverente e incendiaria, capaz de derribar muros con su palabra; tras el “aleteo de un grito”… no sólo deja caer sus plumas, sino también, la sangre herida del vértigo: esa que desafía “toda verdad” en una sociedad cuya peculiaridad evidente es la doble moral. La poesía de Dina destila fuego y armonía; su luz está trocada por ese arcano quemado de los párpados, por ese latir del agua en la piel, por esos destellos de geométricos lazos. Hace arder de gozo la palabra con estilo decantado, propio de una mujer que viene trabajando los cauces mágicos del tiempo y la delicada forma de los pétalos y las raíces.
A decir del poeta Jorge Carrol, “… a Dina Posada le es dado concebir vivencias necesarias a los días futuros. Ella condiciona las leyes primordiales de la situación humana hasta sus últimas consecuencias. Es dueña de infinitos matices y posee, en consecuencia, por entero, la verdad y el error. Dina, como lo demostró en Fuego sobre el madero, construye su poesía sobre la revisión de sus días, sobre su pasado y su futuro, sobre la superación de cada una de sus palabras, quizá para poder decir: "el poema es siempre punto de referencia y de exigencia con relación a las formas de la conducta." En su poesía, el lenguaje es el más eficaz de sus instrumentos y sus formas más evolucionadas, son consecuentes de la libertad y de la conjunción solidaria de su voluntad de ser Dina. El poema es siempre para Dina Posada un punto de referencia y de exigencia. Por tanto, el poema se ofrece vivo a la torva desnudez que cada uno de nosotros acepta. Como hecho poético, no queda supeditado a la capacidad de percepción de quiénes somos sus patéticos testigos. Dina nos tiende la mano más allá de la obsecuencia y la amistad, ella que ha plantado un árbol como una mirada, y que bajo su sombra ve a este puto y maravilloso mundo que vivimos y destruimos e inventamos día tras día y noche tras noche…” [1]
Poesía erguida en su plena conciencia, visible por la desnuda esbeltez: así son los caballos del alfabeto traspasando todo límite: humana forma rompiéndose y libertándose hasta hacerse tangible en el infinito del papel. Pocas veces he leído poesía sin tapujos y desembarazada, desinhibida y alucinante como la carne blanca de la luz que soberana se eleva a ventanas y cornisas. Poesía abrasadora y personal. Este elemento, su yo que se extrapola, es lo que torna más desnudo y goteante su iluminado estertor. Así, nos dirá: “Ajeno a mis pensamientos/ huiste a un casto silencio /…Hoy / que sedienta mi sangre te busca / ni a golpes ni a ruegos / te insinúas / enajenado prosigues / riguroso y oprimido y largamente oscuro / como pasillo de convento desolado /… Tú / ángel de dura delicia / apático orgasmo rebelde/ erizado temblor / pólvora vulnerable /… regresa a mí / y aniquílame”, [2]
La voz se alza desde su materia y al parecer, “en caótico preludio/…las lenguas en pacto remueven hondo combate”. El existir a fondo es eso: gastarse en la infinitud de la travesía como guerreros; asir el mar y vivirlo en cada poro hasta desliar los barcos de la música, tibios temblorosos en la boca. Dina ha sido conciente al escribir este tipo de poesía; pero ella no se calló y dejo fluir, desnuda, la oleada de sus anchos ramajes. En el siguiente poema, la poeta abierta al braceo de la trementina expresa: “Es tu lengua/ acierto de vigilia/ dejándose llevar/ por el lascivo/ inquieto/ travieso/ viento moreno/ de mis muslos/…Hebra de agua tibia/ descubriendo/ mis pechos despiertos/ piruetea con la gana/ que el espejo refleja/ en una marejada/ de pulsos agitados/… Lápiz de filo diligente/ perfilando mi abertura/ que se explaya/ enardece/ y grita/ soltando su vena/ salpicando los sentidos/… Voluntad de labios/ sometiendo/ labios a su voluntad/ Anzuelo que pesca/ sujeta/ y/ vuela/ con mi carne/ al punto preciso/ donde el resuello/ dice/ que termina/ y/ la quietud/ clama/ por nacer” [3]
Con ese “Lápiz de filo diligente”, el horizonte de su carne se abre sin límites hasta salpicar los sentidos de ese magma tibio, chorreando de gemidos en la luna. “Cinta abismal” es un poema rotundo, pleno donde cada jadeo se vuelve un tornado y el sumo de la lluvia una aventura airosa. En ese momento intrépido, de creación pura, uno se olvida del mundo y de este reino comparable a las piedras y las máquinas. Aquí no hay palabras, y sin embargo, es la palabra aquí la que sutilmente nos lleva de la mano por los chirridos dibujados del sueño.
La poesía erótica es de la más difícil de tratar, porque si no se precisan bien los límites del lenguaje, la imagen y la metáfora se puede caer en la vulgaridad y, entonces, no hay poema ni poesía. A fin de precisar el concepto, veamos lo que nos dice esta definición: “Erótica es un término colectivo de raíces griegas y latinas (nominativo plural de erotikon, εροτικον, y de eroticum y carente por tanto de plural él mismo) con el que se ha designado al conjunto de objetos relacionados de alguna manera (en general representativa) con la pasión amorosa humana, especialmente cuando está enfocada hacia sus aspectos físicos y sensuales.”[4] Hay quienes se asustan cuando se aborda el erotismo en la poesía, menos que en la pintura quizá porque dicho tema ha sido tratado desde siempre. Así tenemos a Giulio romano, Agostino Carracci, Tiziano, Rembrandt, entre otros.
En su ir y presentir, la poeta advierte que: “El tiempo crucifica/ el callado río de mi [su] infancia/… de la herida descienden/ azoradas lunas fecundas/ que a compás de pausas/ devastarán el rosa de mi vientre/… lo advierte mi vulva/ conjugando leyes fulminantes/ en todo mi [su] cuerpo” [5] es un error creer que la poesía erótica es la mera exaltación de la sensualidad o, peor reducirla al ligamiento carnal. La poesía de Dina Posada es más que eso: desvela desde esa concepción la naturaleza humana. Y es consciente de su delicada consumación. Nada es ausencia en su río de destellos. Todo es posible menos los grises cuando el cielo gime. En la poesía de Dina Posada el universo resulta un espejo perfecto sin que los ojos se cierren en la noche. Ella nada teme; su poesía superó la esclavitud de los dogmas y prejuicios.
De ahí que nos advierte con pálpito esclarecedor que: “Pronto se romperá la cadencia/ que sostienen mis días lunares/ encanecerán mis venas/ mi talle tendrá voz/ de verano acabado/… cálidos destellos/ llevarán el paso a mis horas/… —no agobies el gesto/ mi universo rebasa/ los límites de mi cuerpo—/… Despéñate en el tiempo/ que me bebe/ muerde esta vida/ que me corre sin freno/ reparte tus dedos/ en la plenitud de mi tacto/ La lumbre de mi lento atardecer/ será faro de recios brazos/ en las arrugas de tu aliento” [6] La poesía de Dina Posada es una verdadera doctrina del erotismo; éste está descrito como un proceso cuyo centro es la pareja. Dicho de otra manera su poesía puede verse como metafísica de la sensualidad. También constituye, en el plano ideológico, ruptura contra los valores patriarcales de nuestra sociedad. Con su poesía, Dina concede de nuevo importancia a la vida en este mundo y en esta época; ya no es una poesía pecaminosa. La vida no es el sufrimiento, y la represión o la castración mental, sino exaltación de la belleza en su más genuina y desnuda expresión.
En Diálogos de amor (1535), de León Hebreo (.1460-1530), me llama poderosamente la reflexión que hace en sus Diálogos de Amor III: " Filón: El deleite sensual es pasión en el ánima sensitiva, como el amor sensual es también pasión de ella, sino que el amor es la primera de sus pasiones, y la delectación la última y fin de ese amor. Pero el deleite intelectual no es pasión en el entendimiento que ama. Y si consientes que en los entes intelectuales hay amor que no es pasión, conviene que también concedas que en ellos hay delectación sin pasión, la cual es el fin del amor de ellos, y más perfecta y abstracta que el mismo acto amoroso." [7] Como esto es neoplatonismo puro, debo refutarlo a la luz de estos días, porque en el deleite intelectual si que hay pasión, ya no digamos en ese ente sensitivo que nos provoca el amor sensual. Afirmo que en el acto amoroso, no obstante siguiendo un poco a Hebreo, que “en el mundo hay tres grados en la hermosura: el autor de ella, ella y el que participa de ella”. [8] Dina Posada la crea y recrea a partir de su conocimiento y sensorialidad y, por supuesto, participa de ella en cada poema. Suyo es el relámpago de cada palabra; el fuego es memoria y ardido asedio toda la llama que la devora y aspira. Existir es hundirse y subvertir las aguas de la propia polución de los peces mientras arrecia la ola y llega el reposo y la palabra última de lo que ha sido el asombro.
Quien se desnuda así nace y se ve latiendo en el espejo. Se calla la luz en la desmesura. De ahí la necesidad de mirarse después, testamentar y rubricar en el cristal, la niebla de los ojos, la humedad onda de dos cuerpos. “Porque fuiste reto desmedido/ a esta alegría / que no me terminaba de nacer / y no teniendo a la vista / otra vida / sino la que desgastan / mis pasos y mis horas / te designo albacea / de mi último suspiro” [9] Por eso el gozo es insepulto y vive y enrumba la vida. No cabe duda que Dina Posada sabe agitar el aliento y urdir sin vacilar el finísimo espacio de la audacia. Vuelo y anhelo incendian la poesía. Es libertad de pensamiento conquistado y así la entrega y eleva como la trementina.
Al final de todo este periplo poético que también es la vida desde el poema, quedan: “Puertas borradas/ resbalosas fechas/ líquida ciudad/ vaciándose en mi vacío”/… “Con palabras/—dice la poeta— estoy poblando una estación/ para abreviar/ la distancia sin salida” [10] esa salida que no es otra más que la rotundidad de seguir en la enramada del alfabeto. La poeta es consciente que El color de su voz es un riesgo/ y una espiral que la lanza/ al suburbio de los proscritos… Y aunque quisiera coger/ el timón del olvido/—acota— ha de seguir en la acechanza trazando su vital expectación en la corriente de su alma que el viento humedece. En summo grado, como suele decirse, Dina Posada gana perfectamente el Imperio mayor de la luz con papel y pluma: esa fosforescencia es el todo del poeta después de caminar y sofocar los armarios de su alcoba…
André Cruchaga
Barataria, 05.XII.2008
______________________
[1] Jorge Carrol en Festival de Poesía de Medellín, Colombia. Pueden ampliarse sus datos bibliográficos visitando el siguiente sitio web www.poeticas.com.ar/Directorio/Poetas_miembros/Dina_Posada.html
[2] Poema “Plegaria al orgasmo.
[3] Poema “Cinta abismal”
[4] Véase: Portal de Wikipedia
[5] Poemas “Lunas de sangre”
[6] Poema “Climaterio”
[7] Aspie, Susan. Antología de la poesía renacentista. Plaza y Janés, Barcelona 1986. También puede consultarse la pag. 331 de la edición realizada por la Editorial Aguilar
[8] Aspie, Susa, Oc cit,
[9] Poema “Testamento”
[10] Poema “Gotas de polvo” y “La incógnita”
Barataria, 05.XII.2008
______________________
[1] Jorge Carrol en Festival de Poesía de Medellín, Colombia. Pueden ampliarse sus datos bibliográficos visitando el siguiente sitio web www.poeticas.com.ar/Directorio/Poetas_miembros/Dina_Posada.html
[2] Poema “Plegaria al orgasmo.
[3] Poema “Cinta abismal”
[4] Véase: Portal de Wikipedia
[5] Poemas “Lunas de sangre”
[6] Poema “Climaterio”
[7] Aspie, Susan. Antología de la poesía renacentista. Plaza y Janés, Barcelona 1986. También puede consultarse la pag. 331 de la edición realizada por la Editorial Aguilar
[8] Aspie, Susa, Oc cit,
[9] Poema “Testamento”
[10] Poema “Gotas de polvo” y “La incógnita”
No hay comentarios:
Publicar un comentario