viernes, 28 de junio de 2013

“APUNTACIONES SOBRE LA NARRATIVA DE MAURICIO VALLEJO MARROQUIN Y OTROS CUENTOS”

Alfonso Velis Tobar




“APUNTACIONES SOBRE LA NARRATIVA DE
MAURICIO VALLEJO MARROQUIN Y OTROS CUENTOS”
                                             Por Alfonso Velis Tobar, MA.
Carletón University, Ottawa, Canadá.
Poeta, escritor, investigador de literatura.
         

          Edgar Mauricio Vallejo Marroquín1958-1981), ante todo poeta, narrador, cantautor salvadoreñoEscritor de ideales revolucionarios,  incorporado a la lucha de los 70s, murió en aras por la justicia y la libertad; un escritor con afán de conformar, con su temática creadora, una conciencia nacional de participación liberadora. Mi objetivo en este estudio, es hablar sobre las generalidades estilísticas y estéticas de su narrativa, que se le conoce hasta hoy, que hemos logrado rescatar, después de que fuera secuestrado y desaparecido para siempre en 1981 por aquellos escuadrones del mal.

Mauricio Vallejo, pudo haber sido, el buen narrador, el buen poeta, de no haber sido asesinado por escuadrones de la muerte, por mentes que planeaban el mal, desaparece durante una época de mucha violencia y sangre en el país. Sus relatos,  a veces narrados con deliciosa ternura y crudos en el hablar; más, que todo, evocan el vivir social, momentos trágicos de nuestra historia. Pero sus relatos en sí,  son amenos y testimoniales, reflejan la idiosincrasia del pueblo y de sus gentes más humildes; o más bien bravos personajes.  Todos sus breves relatos inmediatamente nos introducen en la vida de una sociedad en crisis, violenta, enmarcada en serios problemas sociales y políticos. Nos introduce inmediatamente en la vida de la década de los 70 a los 80s, un periodo de violencia revolucionaria en el país. Mauricio Vallejo Marroquín, poeta muy alegre, joven, con dotes artísticos,  fue  un joven con mucha pasión e imaginación para hacer literatura. Vallejo se deja influir a propósito, por escritores, como él mismo, dice amaba a Salarrué,  Juan Rulfo y otros escritores,  como Kafka, poetas como Neruda, Roque, José Martí, gustaba mucho de los cuentos breves del guatemalteco Augusto Monterroso. Vallejo quería imitar en grande a los grandes,  y en su temática suele recoger tradiciones, leyendas.

          Estamos en torno a los relatos, de Vallejo,  ya inmersos en su lectura,  los cuales, fácilmente nos identifican un escenario político, enmarcado en los meros días  de vivir un proceso revolucionario en 1979, la lucha armada se recrudece mas, es época de secuestros y de escuadrones de la muerte. En las narraciones de Vallejo surgen anécdotas en ese ambiente, tenso y de angustia, nos  ubica en un sistema de injusticia social,  semifeudal, donde se impone, empezando con la violencia institucional que el estado le da al pueblo, pero en sus relato, usualmente, se mescla lo religioso entre las tradiciones y las creencias populares, el consumismo, el miedo, la inseguridad, la alienación, la publicidad,  dentro de un sistema, donde a sus pies crece el hambre; y la corrupción gubernamental,  en medio de un crimen organizado, por los intereses criados, de las familias oligarcas de este país, que manejan el poder político y económico, manteniendo al pueblo en la ignorancia y en la negación de programas sociales que erradiquen la injusticia, la pobreza y vivir con mas dignidad humana.  Aun cuando con nuestro gobierno revolucionario de Farabundo Martí, es una esperanza que comenzó hacerse muy difusa, pero nuestra misma esperanza se pierde la confianza, con el teatro político que nos dan los héroes de ayer. Pero ya expusimos que Vallejo es un escritor dotado de una precoz imaginación plástica, aguda, con  ingenios para crear ficción; que dice mucho de lo nuestro y de la vida nacional.

        Habría mencionar que Mauricio, admiraba mucho a Salarrué y quería imitarlo en su estilo de narrar, sobre todo en aquellos  sencillos cuentos, plasmados de inocencia e ingenuidad infantil, que con maestría  Salarrué supo plasmar con ilusión y fantasía de niño, pintar el ambiente  rural del paisaje salvadoreño, la idiosincrasia tradicional del mundo que evoca y sus gentes muy humildes e ingenuas; la inocencia social va con las manos,  tal como son los pobres humildes de esta tierra. De los que Sal arrué hace un retrato de ellos, a veces caricaturesco. Mauricio parece lograrlo en su libro que dejo sin título, lo llama LA PALAZON, que mas delante comentamos. Mauricio quiere escribir con cierto aire indigenista, es que viéndolo bien, Sal arrué,  en el fondo era amante del espíritu indigenista. Por ello se dice que en sus narraciones Mauricio, se ve influenciado fuertemente por Salarié, se nota en algunos de sus diálogos y escenas del paisaje costumbrista. Otro ejemplo, de Vallejo en querer imitar a Sal arrué, en el habla de sus personajes, lo vemos en la narración novelesca que llama: “Balta” luego la abordamos. Aunque yo le siento las situaciones y suspensos que plantea Juan Rulfo en sus cuentos, pero Vallejo quería acercarse a esas  formas de expresión espiritual desde Salarié, me insistía, lo leía mucho, para captarle su tono y en parte lo intenta cuando lo imita en el uso del lenguaje, a su modo. En síntesis Vallejo crea en la mayoría de su relatos utiliza, un estilo de jerga costumbrista, del habla salvadoreña, de ambiente rural,  lenguaje urbano,  de contenido político y estampas que describe tiene huellas de un realismo social o realismo crítico al mismo tiempo.  Casi todos sus personajes tienen una manera de hablar muy peculiar.  Mauricio sabe hacer uso, de un lenguaje coloquial, popular, de la calle, para decirlo así en lenguaje salvadoreño.



·       “BALTA”, novelita breve, 1980.
    
        Hacia los  años de 1980, pude conocer entre los amigos de Mauricio, un tiraje de mimeógrafo, una narración corta que titula  “BALTA”, una novelita breve diría,  apenas 23 páginas, en folleto mimeografiado para esos tiempos eran comunes los cateos de las patrullas militares por barrios y colonias, casa por casa, retenes en los caminos, podías andar en la lista negra. ¡Dios me guarde! Si te llegaban a encontrar un libro o una señal subversiva, ahí mismo te podían matar frente a la familia. Vallejo, secuestrado, lo más seguro torturado por el enemigo de clase, asesinado,  desaparecido desde un 4 de Julio de 1981, no se volvió a saber de aquel joven alegre, pero al mismo tiempo, por instantes sonriente y muy triste en su semblante. “Balta” es una narración que inmediatamente nos ubica a principios de 1980,  en los meros violentos días, en que el pueblo a través de la voz de monseñor Romero hablaba desde catedral reclamando y pidiendo a los soldados, en nombre de Dios y de este sufrido pueblo, un cese a la represión. Ese mismo ano Monseñor fue sacrificado. Es una narración amena, rica en giros lingüísticos y expresiones folklóricas en dichos y apodos. El personaje principal “Balta”, es alguien de ideas políticas, un activista subversivo, un “compa” revolucionario, alguien muy rebelde que lucha por los intereses del pueblo. Y se trata de la pequeña historia de un cipote en un país pequeño como El Salvador o más bien la historia imbuida de un País Pequeño en un Cipote Pequeño de El Salvador.  Es una narración con sentido testimonial, desarrolla  trama social. Narrada en primera persona, hay un narrador principal imbuido dentro del relato mismo, que se inicia con un monologo interior del mismo Balta,  un “compa” que corre herido después de participar, en una manifestación, viviendo enfrentamientos, con la policía.  La narración marca históricamente una época de violencia social en el país, una lucha de guerra y muerte, lucha de clases  sociales, a vencer o hasta morir, contra un sistema de  opresión; hay enfrentamiento armado entre los grupos guerrilleros que habían surgido hacia los primeros años de los 70s, se siente la represión militar, la injusticia social, el irrespeto a los derechos humanos, es tiempo de organizaciones populares, obreros y campesinos, estudiantes y profesionales que reclaman una vida mejor, pero el régimen fascista, con el ejército y escuadrones solo sabían dar muerte, ejercían terror en contra del pueblo. Por esa época de los 70s a los 80s para los escritores jóvenes entre los que andamos, siempre apoyando la causa y la cultura popular y una guerra por la liberación nacional. Como la Mazacuate, la Golondrina, el Papo cosa poética,  y los de la Pagina literaria los Cinconegritos, Revista Taller. Para entonces poesía y revolución era nuestra meta de militancia y no había que quedarse aislado, había que integrarse, conciencia de ubicarte y luchar por el pueblo, aunque arriesgaras tu vida misma. Era tu forma de conciencia social revolucionaria y en mi caso la mantengo hasta hoy, siempre que vaya por el bien y la felicidad de mi pueblo. Sobre todo poner la imaginación y la palabra, la literatura al servicio del pueblo y por el pueblo con un sentido antiimperialista, te arriesgabas al colaborar en el trabajo. Yo lo hacía con los otros dos Alfonso, por entonces, cosa ya de la historia. Fue la década cuando conocí a Mauricio Vallejo Marroquín, Miguel Joaquín Meza, Hueso Mixco y Horacio Castellanos Moya, Roger Lindo, Nelson Brizuela, compañeros de conciencia social revolucionaria. Pero oigamos a Mauricio, en boca de uno de sus personajes de su novelita:
“Me vi entonces manchado de sangre pero seguí corriendo. Me tentaba con la mano y sentía como lodo. Miraba ya como si tuviera una telita en los ojos. Entonces me agarraron Erasmo y Mauricio y me fueron arrastrando. Iba de apedreador en la actividad y en mi mochila cargaba una "papa" y dos "jugos". Cuando me hirieron corría adelantito de la esquina del Ministerio de Educación, ya para cruzar por la plaza de la iglesia de San José, la quemaron. Por Sears se había quedado Francisco cubriendo la retirada con una "escoba". Pensé que me iba a quedar en el camino”.
“Una hondilla llevaban para toda la hora que tardan en llegar hasta el Lago de Llapango. !Plas! Se soltaban cuereta y piedra de las manos, y la piedra se iba de pájaro gris picoteando el aire en busca del blanco. Virados salían lagartijas y cantiles escabulléndose entre la hojarasca sobre los bordos.
- Espérate... que le voy a tirar a aquel aguacate. -Está verde. -No le hace,       lo que no mata engorda- y se reía Balta. Balta se reía por cualquier cosa. -Dale pues, el otro tiro es mío.-Si quieres tiras con mi cachan flaca.
-No, porque siempre me pego en los dedos.
-Pajero.Cipote pulsudo el Balta. Medio canoso por marca de familia. Canas las tías, canas la abuela, canas los primos, canas el papá, canas los hermanos.    Cabellos de color exprimido por la historia del país.”
      
        En esta narración de Vallejo, se muestra esa forma graciosa en usar el lenguaje en boca de sus personajes, como Balta, expresiones como: “en mi mochila cargaba una "papa" y dos "jugos". Cuando me hirieron”, psicológicamente, se nos ubica en una sociedad en violencia, todos andamos en la caza de todos, de sálvense quien pueda, contra esta clase de ley y orden que da miedo, como decía en uno de mis poemas de esos días y la guerra, que amordaza el pensamiento, que no respeta la libertad de expresión, ni mucho menos respeta los derechos humanos, ni la vida, ni la dignidad humana, reprimiendo con descaro al pueblo; todo eso se siente, en los relatos de Vallejo, momentos de participación revolucionaria, pasajes y temas imbuidos en los problemas nacionales del país.





OTROS RELATOS DE MAURICIO VALLEJO MARROQUIN: “LA PALAZÓN”.   


          Al seguir los rastros de su narrativa, quiero abordar “LA PALAZÓN”, encontrado en la  Revista Literaria Salvadoreña la “Pájara Pinta”, de Segunda Época, Número 1,  Mayo, 1979. Pág. 6. UNO de sus libros del compañero que dejara inéditos a la hora de su muerte: LA PALAZON, libro que calza el mismo título de su cuento La Palazón que abre la lectura. Cada uno de sus textos, presentan una trama marcada, diálogos y acciones concretas. Una narración ingeniosa, testimonial, con situaciones de angustia, tal como sucede con Nicasio y la Rosa, personajes que se ven obligados a oír del enemigo castrense, se siente la represión, se oyen los balazos, sienten el dolor de perder a su perro, asesinado de un balazo en la cabeza por la guardia o los soldados, al momento que eran acechados por el enemigo,  hay un lenguaje popular, escrito con realismo social. Y así otros relatos como: “Un no sé quién vivía” y “En la sangre navega el pez”, cuyas trama hace pensar el estado de crisis social y económica, del crimen organizado de la calle, la inseguridad, como entonces se vivía y como hoy la tensión contra las maras que te pueden sacar hasta los hígados de una estocada en cualquier esquina:

“Toño no halló qué hacer. Aún pensaba en llegar y no en que nadie sabe por dónde lo ponen al brinco triángulo lamiendo espalda y dejando quieto, o manos arriba ponerle cordoncitos. Los otros dos miraban triste sosteniendo su cuchillo. -¡Nombre, no me jodan! No traigo…
-Sacátelo cabrón.
-Nombre, de veras no traigo… ¡Por Dios, no me joda mano!
-¡Agárralo bien Lencho! –Gritó temblando la punta del corvo en el ombligo de Toño- Y no te movás porque ya sabés”.

       Luego otros relatos de La Palazón, como: “CHIPES AL SOL” y “A LILO CABRERA LO VIERON TRISTÓN”. Y luego vistos en nuestra lectura analítica. El primero,  “CHIPES AL SOL”, y otro que versa: “A LILO CABRERA LO VIERON TRISTÓN”. Ambos cuentos tienden a la crónica, cierta trama política de fondo, el problema social, el pánico y la muerte de fondo. Es interesante “CHIPES AL SOL”, porque está elaborado con ingenio creativo, no obstante dotado de cierto surrealismo, más cerca de la fantasía que de lo fantástico, aunque se me oiga raro,  a la manera de una fabula testimonial. Cómo es eso que “Dos chancletas muy pobres, que no tienen ni petate en que caer muertas,  toman vida humana todas muy chicas de pie, filosofan, se sienten abandonadas, juzgan aspectos de la realidad que los circunda. Dos chancletas sucias de hule y boca de pato  debajo de los garrobos por el basural. Chancletas que por casualidad son presa de una muchacha que anda mirujiando hombres y con los pies chuñas les echa el ojete y de dos zancadas se las clavo, o sea que se las puso, por la necesidad misma de andar en “shuñas”, descalza dándose su tropezones. Es un cuento escrito, con sentido de humor, y del grotesco, pero con fantasía astuta e ingenua sagacidad.

         En otra de sus narraciones “A LILO CABRERO LO VIERON TRISTÓN”,  trata de un común personaje del pueblo que vendía a gritos en las calles y las plazas, chicles, dulces, y garrapiñadas de maní y de coco; y además era cantor, pues Lilo Cabrero no quería sentirse triste y por eso cantaba todo el tiempo: Lilo vendía chicles y cantaba para no aburrirse, para no ser triste./ -Estaba sentado/ San Pedro en el sol,/ Con el calzón roto/ Y de fuera enseñando un coyol”.  Lilo Cabrero, quién apaga un ojo para comerse la mitad de su tristeza, entonando canciones del folklore. Hay un lenguaje cotidiano en boca del vulgo y una actitud de lucha, reflejan sus personajes; se encuentra siempre el vox populi en su trama. Otros conocidos Cuentos:CHALATENANGO NARIZ DE MANGO”, “PIN PIRULINO”, “SIETE CUENTOS Y UN PECADO”, que suenan títulos jocosos, los conozco solo por referencias y de los que andamos en su búsqueda.

En Vallejo hay ese narrador con sus giros y construcciones en el manejo de los diálogos, lenguaje que usa con perspicacia, burlándose del sistema y de los aristócratas y vende patrias. Vallejo, si bien es cierto, no profundiza a veces en el carácter psicológico de los personajes, el quiere contar, desahogarse, un leve respiro del momento revolucionario se vive; autor y personaje inmerso en la práctica, consecuente, que significa, el oficio de la poesía, de su militancia, cuenta, la circunstancia de jugarse la vida, de lo que sucede en torno suyo.

         Este libro que vamos comentando “La Palazón”, donde tampoco abusa mucho de vocablos regionales,  pero habla como caracteriza el habla salvadoreña, acercándose a las tradiciones indígenas con admiración, rescate y reivindicación social; luego en otros temas, ironizando a cada instante los males de un sistema, inseguro. Hay relatos  que en su juego oral,  dejan un halito de humor social. Como en su relato corto “Danza de sangre”, donde Tomas, el peluquero, en las fiestas de San Nicolás Obispo, muriéndose de la goma, se ve obligado a bailar en una competencia con tal de ganarse la botella de aguardiente, es una narración jocosa, con cierta sutil picardía, con sentido del humor, llena de gracia y candor de las gentes creyentes y pueblerinas. Los cuentos de Vallejo son un material de tramas interesantes,  como: “Agua de ritual”, donde se invocan filtros de amor en rituales de luna tierna y ceder ante los hechizos de los ojos de venado, como vemos aquí están implícitas las supersticiones, las brujerías y los amuletos conquistan a la mujer de tus sueños. Y aunque no la llames por ningún tecomate. Aunque algunos de sus textos, los siento no del todo acabados, en cuanto a técnica narrativa que usa, es decir como que les falta un final, en otros se da por entendido, en cambio otros son modelo, dignos relatos de antología, como: “Caparazón de añicos”, “Cuando las cipotas cambiaron su risa”, “El mundo del lunar”,  “El bombillo de savia”, “Sangre de cada día”,  abordan estampas sociales, escenas políticas,  lenguaje costumbrista, callejero y popular, como “Sangre para descubrimientos”, donde dos personajes como José y Julio en diálogo de gran borrachera, hasta caer en el deliriun tremens en que viven de tanto chupar.  Grita Julio muy airado: “-… Verdad que cayó vergón, aunque… ni chillar me hizo las tripas. Ve… Vos ni hablás por empinar el codo. ¡Niña Inés!... niña Inés. Mire: ¿Por qué no nos regala otro vasito de agua? Sólo este poquito y nos vamos.
-¡Borrachos!”

        Luego otros cuentos: “Por ahí donde el zope duerme”, guarda cierto sentido fabulesco, tiene magia al poner a conversar, a una culebrita “La Vejuquilla” con un grupito de hormiguitas que van por el camino hacia Belém y regresan a Belem, caminos de Belem, Belem, Belem, y donde las peripecias del maishtrio Chico en no querer ir al dentista. Porque cree más en sus brujerías que curan; claro, vivimos en un mundo de sincretismo religioso, donde se alió lo mítico, lo indígena, con lo popular y la lengua colonizadora. En conclusión, Mauricio Vallejo es de los escritores que debemos rescatar a la historia, porque fueron de esos jóvenes poetas de los 70s, dentro de una generación revolucionaria, como lo fue “Alfonso Hernández”, y otros héroes,  entre los poetas combatientes, que se jugaron la vida misma, entre los avatares de la muerte misma, con un  sentido de utopía soñadora, dentro del quehacer de crear poesía, con sentido de militancia, bajo una  forma de conciencia social liberadora. Escritor de lucidos relatos, quien sabia sonreír ante una realidad de riesgos que le venadeaban la vida misma, sus enemigos de clase lo perseguían, era su destino, ante todo poeta, con su magia para encender fuegos violentos y estrellas con ocote de palabras que dolían, poeta que vivió dentro de un sentido de tragedia y de martirio. (AVT. 10/22/2012



La palazón
Tino bajó volumen a su radio ladeando la cabeza para asegurarse si eran cuetes o balazos los que apachaban el silencio. El cucho de Nicasio espigó las orejas.
-¿Qué fue…?
Nicasio buscó el ruido con la frente. Se compuso los anteojos y se limpió el sudor. Se apelotó un viento esculcando las ramas. Callado se puso aquello. No hacía mucho que se había marchado el día. Apenitas se habían colocado a distanciarse en las canciones, mientras la Rosa echaba ceniza en las brasas.
-Ya no se oyó nada Tino ¿Cómo que fue allá por la tarea de los Chihuis?
-¿Balazos?
-¿A saber? Pero aquí no pasa nada. Vos sabés que las polainas. Como que ya ordenó la Rosa. Bueno. Ya se acerca el acueste…
-Sí. Quizás ya me voy. Como estás recién.
-¡Pst! Hoy no se puede.
-Pues quizás me voy a ver la casa. No sea el diablo que vengan ésos, y allá mi mamá, la Anita y los bichos solos.
-Ya el cura avisó. Pero si de aquí se trata, no te preocupés mano.
-Sí. Ya me voy. No vaya a ser.
El chucho ladró con toda su alma. Tino sintió hondo.
Las piernas de la Rosa se miraban detrás de la cortina del excusado enrollándose en un calzoncito rojo. La casita nueva, seis horcones, cinco vigas, tambaleó con los ladridos.
El chucho ladró de nuevo y más preciso, y la Rosa pronunció más de tres veces el nombre de Nicasio. Por donde los Chihuis había incendio.
De la espesura verde los palos comenzaron a subir, a comerse el asombro. El chucho ladraba reculando hacia los pies de Nicasio. Verde seguían creciendo. Y así chiflaba el viento.
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-¡Puta!- Exclamó Tino macizando la cacha del corvo. Los estómagos y la espalda se erizaban, se les iba a entiesar la esquina de los labios.
Por  donde los Chihuis se oían el dolor tocando la inmensidad con la punta de las llamas. La palazón tomó forma. Verde se acercaba ahuellando incertidumbre.
El chucho corrió a encimarse sin dejar de ladrar. Moviéndose como boca de cocodrilo quiso morder, acabarse el mal solitito para regresar a los pies de Nicasio. Y fue un solo semillazo, tronó en su cabeza volándola a pedazos en chilguetes rojos y blancoamarillosos que caminaron por el patio en busca de caricia. Tino, quieto.
Como buscando a su mujer, Nicasio salió preciso a mirar por el excusado. De ahí se metió a la casa.
-No se preocupe mi Rosa.
Ya aquello estaba cercado. Las gallinas levantaban sus nahuas y se escurrían junto al gallo por los espacios que dejaba la palazón del infierno que iba engulle y engulle por la fuerza.
-¡Nicasio! ¡Nicasio! –gritaba desesperado Tino- Vení manito. Me joden estos hijos de puta.
La Rosa empujó a Nicasio señalándole con una mueca el lugar donde estaba el corvo. Afuera se oían carcajadas, las casqueadas, mochazón de plantas, y los gritos de Tino.
-¡Suéltenme… suél… tennnmmmme! ¡Nicasio Nicasio- Vení manito.
¡Nicasioooo! Quítame a éstos.
Nicasio se prensó fuerte a la mujer, la apretó con las ganas que da el miedo de ser el merito hijo de Dios, o ser piedra, o tejo por ahí tirado, pero no esa a merced de lo que no se quiere. No estar humillado esperando sacar un as pulsudo que nos libre del juego, no estar renegrito de los ojos machucados por el abrazo.
Tino ya sin fuerza gritaba, se estaba, se estaba ahogando en un llanto saltadito, gutural, brincador, el llanto de la muerte.
-¡Nicas… sio! ¡Niccc…kkgkgasssioooo!
¡Suel-ll-l-l-lttennmmmeee…hijos de…!
Silencio. La palazón chupaba a tino. Verde se había pintado aquello, verde como el gesto de la boca. Cuando los santos se esconden… así sentía la Rosa. Miraba a Nicasio afligida y descorazonada.
-FIFAFIFAFIFAFIFA! No hay San Pedro,
                                   Con el miedo.
                                  Miedo miedo. –Decían unas gringas
                                  Que como que eran el puro tino.
-Ni San Martín
Cachinfín sin fin.
 Ni Virgen de Candelaria
Decían otras.
-Ni San Bartolomé
Pereguéperegué.
Nicasio esculcó sus bolsillos. Las manos frías se amortajaban escogiendo papeles. Afuera danzaba la palazón bruja, y de miedo se acurrucaban las sombras.
Sobando fuerte la cintura de ella, desaforado se soltó hacia afuera.
-¡Yo tengo carnet! ¡A nosotros no!

Publicado en La Pájara pinta Mayo de 1979



Alfonsovelistobar@gmail.com / Coordinador, fundador, Taller Literario “Alfonso Hernández”,  poeta mártir de la revolución salvadoreña. Canadá, El Salvador, Centroamerica. Abril, 2013)

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