domingo, 10 de mayo de 2015

CÉSAR RAMÍREZ, UN MUNDO DE JUEGOS Y DESCUBRIMIENTOS

Portada de Trino y uno, César Ramírez, 
escritor salvadoreño




CÉSAR RAMÍREZ,
UN MUNDO DE JUEGOS Y DESCUBRIMIENTOS




E
l escritor salvadoreño César Ramírez, (El Salvador, 1955) nos entrega hoy, su libro “TRINO Y UNO”(2015), tres libros: “Dios juvenil: el hallazgo”, “Llegué a Madrid desde Lisboa” y “Mis notas del Siglo XIX: José Bustamante y Guerra”.
            El primer libro, o sea “Dios juvenil…”, es una especie de “Paraíso perdido”. “En mi interior esa poderosa fuerza luchaba con mi intelecto, mi conocimiento era pensar en un mundo animado, siempre observando, conociendo, con las infinitas respuestas infantiles”. (Pág.8). Esto, por su parte es comprensible. Ignacio Iriarte (Argentina) dice que: “La diferencia radical entre la óptica del viejo y la del niño o el adolescente es que el primero ha descubierto su finitud, mientras que al comienzo de su vida la ignoraba; entonces veía por delante posibilidades tan múltiples y tan vagas que le parecían ilimitadas; el futuro en que las proyectaba se dilataba al infinito para acogerlas.”
         Del yo narrador, al narrador testigo, César nos cuenta sus periplos devocionales, esos ritos sociales que los adultos nos imponen: el rigor católico y la veneración de ciertas estampitas para que no crezca lo maléfico en la conciencia. La literatura siempre es un arte de caza: el personaje descubre lo sagrado a partir de esa vivencia cotidiana en el colegio. La historia se puede leer como una representación de nuestra sociedad tercermundista, ultra-católica y, por consiguiente, conservadora. Esta historia es posible en cualquier país de Centro América, pero posible también en otros ámbitos fuera de nuestro continente. “En nuestros países somos sumamente recatados, y rara vez (por no decir nunca) hablamos las cosas directamente.”
La versatilidad de César (El narrador) nos muestra el manejo de diversos tiempos narrativos, tipos de narradores y varias técnicas, propias de este género. Del pasado, como búsqueda, nos encontramos con San Agustín; del presente, la comprensión de la vida y su negación; del futuro, un alma en permanente diálogo interno y su conocimiento de una sociedad decadente y autoritaria.
          En el primer libro, César, reseña muy bien el camino, su camino, los caminos de su escritura: 1) el universo colegial; 2) los sueños y las realidades; 3) La construcción y destrucción de la vida, ascendiendo hasta su delicia absoluta, hasta su desaparición representativa; 4) El destino juvenil, fin del caos y su Dios juvenil. Es decir, el narrador personaje se abre así, a la dimensión real-irreal de los sueños y las aspiraciones. El Universo es un camino; el segundo supone una realidad a menudo  hipertrofiada;  el tercero, deshumanización en la visión orgánica de Ortega y Gasset, y el cuarto, parece la síntesis de la búsqueda, lo que en definitiva tiene sentido.
       Al final, la vida es historia de otra historia o si se quiere, imágenes que nos recuerdan y sobreviven a la memoria y sus implicaciones morales y políticas. César, desde la infancia que recuerda, nos comparte también a una serie de personajes, amigos de colegio, imbuidos en ese mundo de preguntas y respuestas. Aunque más de preguntas. Amadeo y Chusín, son esos seres que deambulan en nuestra realidad y que representan otra realidad dentro de la realidad expresada.
         La ficción que nos narra César Ramírez, encierra un simbolismo histórico: el hecho de vivir y estudiar en ese tipo de instituciones condicionará enormemente la vida del narrador y sus consecuentes encrucijadas.


L
legué a Madrid desde Lisboa, (segundo libro). Si bien al parecer es un libro de viaje, género poco difundido, aquí el narrador, hace una profunda recuperación de la memoria: “En cierto momento recordé Lisboa y Madrid, entonces escribí sobre ello…” Sueños, vigilias, la voz interior que se adentra en sus periplos existenciales, pasado y presente en el transcurrir del tiempo.
         Dentro del aparente diario de viaje se construye otra historia, el encuentro furtivo con el ser femenino representado en Susana y Francia. El narrador vive con una sensación de nostalgia, Dios de nuevo ya la Patria con banderas múltiples y distintos nombres.
       En el presente texto de César Ramírez, la historia se cuenta desde un narrador en primera  persona y es el que da cuenta del recorrido del protagonista de las vivencias y temporalidades. Con un estilo cinematográfico, rápido, pero intenso, nos hace partícipes de ciertos eventos de la pasa Guerra en El Salvador, es decir la historia, las luchas sociales que por entonces se libraron con estoicismo por la clase trabajadora. Hay otros momentos pausados que desandan el asfalto alternando las marcas de la realidad de San salvador con intensos pasajes extraños disparados desde su propia conciencia.
         Fernando Aínsa en “Del yo al nosotros: el desdoblamiento de la identidad” plantea: “Como individuo problemático que protagoniza la novela contemporánea pertenece a la categoría que Erich Fromm ha tipificado como aquél que es libre únicamente en el sentido de que ha conseguido quedarse solo, aislado, y que por eso se siente abrumado por una difusa inquietud y un insoportable sentimiento de dudas contradictorias. Su consuelo es la relación conflictiva que alimenta compulsivamente con el mundo exterior, sea a través de la proyección agresiva de su yo profundo en el mundo exterior, visión que tiñe la realidad a la que recrea, según su perspectiva o desdoblando su identidad, para ajustar sus fragmentos a esa realidad”…
        Sueño y felicidad están latentes, no sin cierto dejo de ironía. En voz del narrador leemos: “Mi patria ya no es un enorme ghetto, ahora se ha transformado en una enorme escuela, todos aprendemos, todos tratamos de comprendernos, los golpes de los antimotines son ahora democráticos, dicen que duelen menos que los Golpes Militares, mientras nos seguimos consolando con pequeñeces, mientras la realidad económica nos roba el sueño y los bancos legalmente se apropian de nuestras ganancias cada mes…” (Llegué a Madrid desde Lisboa, pág. 103)
        En la obra de César Ramírez, existe un sentido reverencial por la palabra y los sueños. A fin de cuentas, son ellos los que nos permiten cruzar las trincheras del destino, esas extrañas arqueologías de lo humano que tiene el delirio. Algunos personajes están diluidos, escueta su caracterización. Y ello, es porque al narrador le interesa esencialmente relatar, comunicar, ciertos sentimientos; lo que sabemos del narrador y de los personajes es a través de su actitud frente a la vida.
       Su interioridad se manifiesta bien por medio de un narrador en primera persona: pensamientos de él, o bien por medio del diálogo unidireccional. En definitiva, es una novela como arma histórica, protagonista que convoca y evoca las diversas tramas del país a través de su personaje. En una sociedad asfixiante, abundan aquí sus significados, sus dudas, sus huellas. El oficio está consumado en su calidad de protagonista.


E
n Mis notas del Siglo XIX: José Bustamante y Guerra, (tercer libro), César Ramírez ha ficcionado hechos históricos de 1811 y 1814. El énfasis de esta novela — según sus palabras— está en  las personas en la Historia o si lo prefieres la Historia en las personas que cuando se unen en un momento (historicidad) son leyendas.
       En fin, Bustamante no solo fue un combate naval en las costa portuguesa del Algarve, frente al Cabo de Santa María, donde se perdió uno de los mayores cargamentos de oro americano, (recuperado en 2007); también cambió la vida del Reino de Guatemala en los momentos insurreccionales de 1811 y 1814 en nuestra nación y en la pág. 256 puedes observar que él denuncia la trascendencia de 1814 con una Constitución y una República… (hasta ese momento inexistente) pero es la proclamación de un acontecimiento sin precedente…
        “La novela histórica es, por tanto, un género que posee unas características propias; características que es necesario conocer y dominar para resolver de forma eficaz la relación que se establece entre el lector y la narración, entre el pasado y el presente, entre la disciplina literaria y la disciplina histórica; entre la compleja realidad de un tiempo definitivamente perdido y la ficción reveladora, capaz de iluminar quienes ahora somos. Nosotros también somos ellos. Ellos también son nosotros. El pasado no está muerto; como el recuerdo, el pasado nos habita y nos moldea.” En este sentido, César Ramírez ha hecho un trabajo encomiable, nutritivo y esclarecedor. Desmitifica ciertos hechos que venían dándose por ciertos a lo largo de nuestra historia republicana.
          La novela histórica nos da sus aportes en la construcción de la identidad nacional. Este quizá sea el mayor aporte del escritor. Ya Margarita Carriquiry, en su ensayo de Identidad Nacional nos dice que: “Identidad, memoria, patrimonio: las tres palabras claves de la conciencia contemporánea, las tres caras del nuevo continente Cultura. Tres palabras vecinas, fuertemente connotadas, cargadas de sentidos múltiples que se convocan y apoyan unos a otros. Identidad remite a una singularidad que se elige, una especificidad que se asume, una permanencia que se reconoce, una solidaridad hacia sí misma que se pone a prueba. Memoria significa a la vez recuerdos, tradiciones, costumbres, hábitos, usos, y cubre un campo que va de lo consciente a lo inconsciente a medias.”
      “Toda colectividad nacional posee una determinada imagen de su pasado. Una imagen que, según la coherencia, la intensidad, la extensión con que ella sea apreciada, representa uno de los rubros fundamentales de ese consenso, de esa voluntad de convivir que tan esencial es a la fuerza de los pueblos” (Real de Azúa, 1969: 577). En la obra de César Ramírez, (ésta obra en comento y en El Salvador Insurgente 1811-1821), encontramos una profunda reflexión en torno al poder en todas sus formas (lo hegemónico, lo letrado, lo masculino, lo autoritario) aparece ligada a esta revisión del pasado y deconstrucción de sus mitos.
Con todo, y parafraseando a Margarita Carriquiry, aún falta que los más infelices sean los más privilegiados, y muchos sabemos y sentimos que esa es la gran deuda histórica que nos queda pendiente.


André Cruchaga
Barataria, 10 de mayo de 2015

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