EL MICROCUENTO Y SU
AFÁN SUGERIDOR, EL JUEGO DE LO ONÍRICO A LA REALIDAD EN JORGE CANALES.
Mientras subía y subía, el globo lloraba al ver que se
le escapaba el niño.
MIGUEL SAIZ ÁLVAREZ
Jorge Canales (El Salvador, 1957)[1] una de las voces
relevantes de la poesía y el microcuento actual, ha merecido importantes
reconocimientos dentro y fuera de El Salvador. En este haz de textos Canales
despliega en una especie de escalera ininterrumpida, en ascenso, un proceso que
culmina en la síntesis, que es la máxima incandescencia a la que puede aspirar
un escritor auténtico. El libro es una antorcha fulminante y un reverbero de
fuegos concentrados, único en su juego y rituales, audaz con su encantamiento,
encantador con sus jadeos verbales en el que además están expresadas con
objetividad situaciones concretas y mecanismos psíquicos del escritor frente a
su entorno. El microrrelato —ya entrando en materia— obedece a la estética de
la pos-vanguardia, escritura que, a su vez, deviene del universo del
simbolismo: la misma es un laboratorio de expresión con incursiones arriesgadas
y fecundas en nuevos territorios, tal la apreciación de Selena Millares (Del simbolismo al surrealismo: las prosas
de las vanguardias hispánicas, Madrid, 2013). Es digno reconocer que el
microrrelato, fue el semillero del boom latino americano. Más allá, sin duda,
de cualquier aspiración estética y estilística, vemos en el libro, no la mera
obsesión por el lenguaje, ni siquiera la experimentación radical, sino la
comunicación y la comunión con los demás. Es en realidad, una poesía narrativa
que busca un interlocutor más que una torre de marfil que guareciera al poeta-narrador
del resto del mundo. Me parece que su objetivo esencial es reflejar el estado
de cosas de la realidad, sin soslayar sus sentimientos y emociones.
Si retrocedemos en el tiempo, y para
ilustrar desde dónde viene el trabajo de Jorge Canales, debemos detenernos en
algunas acotaciones que hace Irene Andres-Suárez[2] el origen del microrrelato
de lengua española se remonta al movimiento estético modernista, caracterizado
por una tendencia general hacia la depuración formal, conceptual y simbólica
que afectó a todos los géneros literarios. Heredera del simbolismo y parnasianismo
europeo, la estética modernista preconizó, entre sus principios, la búsqueda de
la esencialidad y la renovación del lenguaje, lo que favoreció la astringencia
textual, fundamental para la formación y desarrollo de la narrativa
hiperbreve. Pero tal género no se desarrolló sino en la vanguardia. En
Hispanoamérica, acota Andres-Suárez[3], el movimiento
vanguardista adoptó diversas corrientes: el simplismo del peruano Alberto
Hidalgo, el creacionismo del chileno Vicente Huidobro, el estridentismo del
mexicano Manuel Maples Arce, el ultraísmo del argentino Borges y el nadaísmo
del colombiano Gonzalo Arango.
Desde luego hay figuras totémicas en este
género. Los más próximos en términos geográficos los encontramos en México: Las
figuras totémicas de la tradición mexicana son José Arreola (Confabulario,
1952) y Augusto Monterroso (Obras completas (y otros cuentos), 1959,
y La oveja negra y demásfábulas, 1969). Ambos presentan una fuerte
inclinación al fragmentarismo y a las formas hiperbreves, así como a la
reescritura de los motivos canónicos de la tradición. No en balde, la ironía
verbal y situacional y la parodia genérica y específica son constantes[4] que en Jorge Canales se
dan con maestría.
Existe un narrador en tercera persona que
observa y le da vida al curso de los acontecimientos, ensimismado en dejar
constancia de realidades habituales del ser humano en el contexto social.
Tomemos para el caso, el microrrelato «EL LOCO II», que literalmente dice: «En
el Parque Colón, el loco arrastra latas, desprecios y muecas. Entre espectros
de voces desova respuestas cíclicas, hastío de infatigables relojes y telarañas
rotas. Cuerdo, perdió la luz de las manos; loco, encontró los pies para andar
los laberintos de sus fantasmas.» Modo que combinado
con un ocasional uso del
singulativo o iterativo siempre en un periodo sumamente limitado de la
narración, permite que los personajes asuman momentáneamente proporciones
exageradas o aspectos inusuales. En el caso de «Cosas del hambre», el
autor nos plantea la vida tal cual se manifiesta, y no el mero concepto de
vida, que nos ubicaría en un plano excesivamente diverso. Microcuentos hilvana
una inconfundible indagación en la naturaleza humana, subyugante que deriva en
asombro; hay una exaltación a la clarividencia y a la precisión alucinante del
lenguaje.
Un microcuento es un cuento breve en el
que la carga narrativa, más que mostrarse con palabras, tan solo se insinúa,
sugiere y, es el lector quien debe no solo completar la información con su
conocimiento del mundo sino incluso trazar sus posibles significados, el
desarrollo de la historia narrada o desenlace del conflicto.[5] En éste debe imperar la
concisión, la sugerencia y la precisión extrema del lenguaje, desecha lo innecesario;
a menudo hace uso de la elipsis, lenguaje con doble sentido, desenlaces
rápidos, concisión, intertextualidad, síntesis reveladora y condensada. En el
microrrelato no se trata de narrar en pocas palabras sino simplificar; el humor
y la ironía son elementos sustanciales y recurrentes. Por lo general el
microcuento requiere que la sucesión de hechos use formas verbales en
pretérito.[6]
En
virtud de lo dicho, son muchas las vidas del cuento en las que los diversos
cultores del mismo han sabido amoldarse a circunstancias cambiantes para seguir
estructurando u organizando modos de pensar y producir realidades o
alternativas a la narrativa dominante. Estos microcuentos son admirables por la
libertad que ejerce el autor, prosa rica conceptualmente hablando y sobre todo,
por los elementos referencial o alusión, suspicacia que convierte en eco. Además
de ello Canales recurre en muchos casos al absurdo, al no sentido de las cosas
o realidad tal el caso: «En un bosque: las mariposas son mariposas, los búhos
son búhos y las orquídeas son orquídeas. En la asamblea: las ratas son
tacuazines, los gusanos son serpientes y los perros son gatos.» (Canales: Faunadiversidad,
2025); en otros, al humor, visto como furor, sarcasmo que a su vez es
manifestación del absurdo: Aterrorizado por morir, se aterrorizaba vivir. Un
día no le importó morir...decidió vivir.» (Canales: Decisión, 2025).
«El
menú», como Canales intitula a este haz de microcuentos es una compilación de
historias más complejas y personales, reflexiona sobre diversos acontecimientos
de la condición humana; nos comparte una mirada lucida sobre distintos aspectos
cotidianos y redescubre en detalle lo que deambula en la calle con detalles que
tienen que ver la psicología, personas, animales. Es un apasionado de los
dilemas que delatan sensaciones de desamparo y espejismos que abaten al ser
humano en sociedad, además de plantarse frente a las formas restrictivas de la
escritura, del lenguaje que nos impone la cultura dominante. Los microcuentos
de Canales encarnación de lo vital, la política y estética; desde lo cotidiano
apuntala las contradicciones de un mundo que ronda su memoria; si nos atenemos
a la verdad, lo único cierto es el absurdo, pues la vida está llena de un
desorden revelador y sórdido. Su obra caracterizada y arraigada en lo
existencial delata un manejo sintáctico robusto y rastrea como es debido «el
abismo de las apariencias ocultas», su lenguaje de concisión busca
conscientemente el espejo como espacio silencioso e inevitable. Escribe: «No
creo en Satanás vociferó, Juan, con martillo en mano. Seguidamente, cayó a sus
pies una lluvia de fragmentos del espejo.» (Canales, El espejo, 2025).
Según
Larrea O, María Isabel[7] en el microcuento
hay que destacar tres elementos: la brevedad, la transtextualidad y el
fragmentarismo para lograr la comprensión de este, su carácter narrativo
incompleto y abierto, y su ficcionalidad. Un lenguaje preciso, muchas veces poético, su final abrupto e impredecible, pero abierto a
muchas interpretaciones. La brevedad, su carácter abierto, fundado en diversas
estrategias y juegos retóricos. El uso de la paradoja, de la alegoría, de la
fábula o de la parábola, las construcciones retóricas, metalepsis, elipsis,
juegos de lenguaje, entre otros son propias para el conjuro. Desde luego hay
textos que inciden en una textualidad altamente connotativa, como es el caso de
«CELINA Y CAROLINA»: «Estaba
en una esquina de la Calle Arce, enredada con rituales de coyotes. Tenía
catorce girasoles en sus pechos y mil abusos bajo su falda. Cuando transaba sus
encantos, el grito: ¡Fuera de mi cuadra zorra!
trastornó su cara angelical de madreselva. En su retirada, en silencio,
escupía maldiciones. No debía alzarle la voz a su madre.» (Canales, 2025).
«El Rey de los perros era un perro
escuálido con lengua grande. En una jaula tenía su jauría de muchas razas. La
mayoría eran callejeros, ciegos, mudos o sordos con caninos, orejas, ojos y
lenguas grandes. Odiaban a los animales que no admiraran a su rey. Una vez
identificados, los destrozaban al primer ladrido del amo. El rey, después, les
repartía huesos dependiendo de su raza y les cerraba la jaula.» (Canales,
2025). En estos microcuentos de Canales, en
consecuencia, su poder inferencial está activado desde las diversas relaciones
textuales y transtextuales y que están en consonancia con todos los puntos de
significación del texto: título, referencias con el contexto cultural del
título, continuidad del relato supuesto después del también, supuesto diálogo,
hipótesis y conjeturas a partir de los signos (Rey, perros, jaula, jauría,
raza, odio, amo, polisemia de las palabras, etc.
Además
de lo planteado vivimos tiempos en el que la comunicación es breve de ahí la
importancia del relato corto o microcuento; conviene decir que las
características similares entre cuento y microcuento son según Pacheco y
Barrerra Linares[8]:
Narratividad, ficcionalidad, afán de brevedad, unicidad de concepción y
recepción, intensidad de efecto, economía, condensación, rigor y uso de marcos
y de esquemas de acción. Con respecto a sus características hay algunas que se
consideran definidoras de esta forma literaria junto a otras que no lo son
tanto o que provocan más discusión. Una de ellas es la brevedad. La extrema
brevedad es uno de los objetivos primordiales de un escritor de microcuentos y
como consecuencia de esta, surgen otras características como la minuciosidad a
la hora de elegir las palabras y la importancia del título. Canales, muy
conocedor de estas características del género, nos dice: «En la oficina había
un gato. No utilizaba las garras para matar, le bastaba la lengua.» (Canales: EL
GATO, 2025).
Si observamos, a
la brevedad se suma el ritmo ágil y la precisión del lenguaje en el
microcuento, lo que predispone al lector a una mayor participación en la
construcción del sentido. El microcuento, de naturaleza eminentemente elíptica,
no puede perder tiempo en dar explicaciones al lector y, en su rapidez, se
resiste a la lectura fugaz y desechable propia de los textos de consumo rápido
del mundo que vive de su presente histórico. De igual manera responde a un modo contestatario de cuestionar la realidad
contemporánea,[9]
más allá de lo aparentemente inconcluso, tal como los muestra esta paradoja. «Convencido
de no sufrir más, por falta de alimentos; un día decidió, con alegría, comer
menos.» (Canales: DIETA, 2025). Cada microrrelato deviene de situaciones
concretas, la temática pretende ejemplificar algunas situaciones fundamentales
de una realidad oscura y turbulenta, sin omitir las tendencias actuales de
dicho género, tal como lo acota Leticia Bustamante
Valbuena Bustamante[10] investigadora.
Los hay fantásticos, insólitos, alógicos o del mundo caótico, transculturales,
parasimbólicos.
Y
para finalizar este recorrido, es oportuno expresar lo siguiente: La
consolidación del microrrelato en el escritor Jorge Canales como género
literario o, si se prefiere, como forma literaria diferenciada, se asienta
sobre diversos agentes que han intervenido de manera decisiva en su canonización,
han favorecido su difusión y han propiciado la investigación de su historia y
de su conceptualización teórica. Contrario a lo que pueda creerse, la obra de
Canales en este género es la muestra de una renovación de la literatura
salvadoreña, gestación acaso de una nueva modernidad.
André Cruchaga,
Barataria, El
Salvador, 04.03.2025
[1]
Jorge Canales (Santa Ana, 1957).
Biólogo, químico y docente de la Universidad de El Salvador. Autor de 20
poemarios, en los que destaca «Atrapados», publicado en Argentina y Cuba y «Nadie
es Poeta en su Tierra».
[2] Para tal menester, puede
consultarse en: https://letrasdechile.cl/2019/11/14/breve-recorrido-historico-por-el-microrrelato-hispanoamericano1/
[4]
Lagmanovich, David
(2006). El microrrelato. Teoría e historia. Palencia: Me menos
cuarto.
– (2010). «Brevedad con B de Borges’: En Pollastri, Laura (ed.). La
huella de la clepsidra. El microrrelato en el siglo XXI. Buenos Aires:
Katatay. 185-206.
https://www.udep.edu.pe/hoy/2015/07/el-principal-presupuesto-de-un-microcuento-es-su-afan-sugeridor/
[6] ARRÁEZ
BETANCORT, R., JENSEN CASADO, E. y PASCUAL PÉREZ, C. Aceleración y
postmodernidad en el microrrelato. En ESTEBAN ORTEGA, J. (eds.) La aceleración:
velocidad, cultura y comunicación en los aspectos urbanos contemporáneos.
Valladolid: Universidad Europea Miguel de Cervantes, 2011.
[7] Larrea
O, María Isabel Estrategias lectoras en el microcuento Estudios Filológicos,
núm. 39, septiembre, 2004, pp. 179-190 Universidad Austral de Chile Valdivia,
Chile
[8] Pacheco,
C. y Barrera Linares, L. (Comp.).(1993). Del cuento y sus alrededores. Caracas:
Monte Ávila.
[9] Larrea O, María
Isabe en Brasca, Raúl. 1973. "Los mecanismos de la brevedad:
constantes, variables y tendencias en el microcuento". http://cuentoenred.org/cer/numeros/no_1/pdf/no1_brasca.pdf
[10] Bustamante
Valbuena, Leticia. UNA APROXIMACIÓN AL MICRORRELATO HISPÁNICO: ANTOLOGÍAS
PUBLICADAS EN ESPAÑA (1990-2011). (Tesis doctoral), Universidad de Valladolid, FACULTAD
DE FILOSOFÍA Y LETRAS DEPARTAMENTO DE LITERATURA ESPAÑOLA Y TEORÍA DE LA
LITERATURA Y LITERATURA COMPARADA.
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