Daniel Euizábal, El Salvador
Carta de pájaros
La noche proyectada en cada lágrima
junto al hilo más débil del insomnio;
llega el día goteando su aluminio
junto al sol desgajado en cada rima.
La tarde es colegiala boina roja
con piernas de un amor que se eterniza;
me seduce a robarla así de prisa
en la foto del verso en que se aloja.
Ay, vida de mi vida voy cansado:
por gloria del amor, gloria del dolor
la infancia de vivir enamorado.
Ay, la orilla de un número enroscado
trae la carta salobre del dolor
y un silencio que escarba equivocado.
Los espejos del azar
¿Quién me empuja a trotar entre la hierba?
¿Tú, Amor eterno; soga que te escondes?
¿Tú la onda quemante que responde
al filo del trinar que tanto enerva?
¿Y quién me envía andar sobre las aguas?
¿ El enfado de un gen que se resiste,
la palabra de un dios que me reviste
o este miedo a morir entre las aguas?
No sé quién llama a las puertas del azar
con la fuerza de un fuego indivisible
porque canta con canto irredimible.
¡ Que alguien dance sobre un río hasta alcanzar
la ruta de una onda navegante
o el sino atormentado y desafiante!
Las criptas y los bronces
¿A quién espero en lo alto de esta noche?
-húmedas criptas y un gemir de bronces-.
Un latir de alas bulle en su derroche
y alguien grita y me habla desde entonces.
No es cenizas el grito que palpita,
no es mano amiga, no es el pan, ni abrigo;
es grito que conozco porque agita
la sola luz que tengo por testigo.
No hay norte ni sur, ni hay fronteras,
esa lumbre es un cosmos que delira
y es eje de la esencia porque gira.
Gira y no sé cómo aunque quisiera;
pero sé que pregunta por mi lira
y es trampa de un ayer que si me mira.
Rascacielos sobre el río
De noches y auroras voy herido
como un río que cruza un rascacielos;
no sé si hay sol o luna en mis desvelos
o si huyo tras el túnel presentido.
La muerte me cabalga a todas horas,
la vida es el cristal que se me incrusta;
quiero ver al jinete que me asusta
transpirando el cristal por lo que llora.
Emboscados de ira los silencios
y a punto de gritar con gran demencia
violentan a la nada y me dan vida.
Caballo de fuerza el ayer marchito
cabalga como nuevo y es un mito;
como un duende que juega con mi vida.
Carta de pájaros
La noche proyectada en cada lágrima
junto al hilo más débil del insomnio;
llega el día goteando su aluminio
junto al sol desgajado en cada rima.
La tarde es colegiala boina roja
con piernas de un amor que se eterniza;
me seduce a robarla así de prisa
en la foto del verso en que se aloja.
Ay, vida de mi vida voy cansado:
por gloria del amor, gloria del dolor
la infancia de vivir enamorado.
Ay, la orilla de un número enroscado
trae la carta salobre del dolor
y un silencio que escarba equivocado.
Los espejos del azar
¿Quién me empuja a trotar entre la hierba?
¿Tú, Amor eterno; soga que te escondes?
¿Tú la onda quemante que responde
al filo del trinar que tanto enerva?
¿Y quién me envía andar sobre las aguas?
¿ El enfado de un gen que se resiste,
la palabra de un dios que me reviste
o este miedo a morir entre las aguas?
No sé quién llama a las puertas del azar
con la fuerza de un fuego indivisible
porque canta con canto irredimible.
¡ Que alguien dance sobre un río hasta alcanzar
la ruta de una onda navegante
o el sino atormentado y desafiante!
Las criptas y los bronces
¿A quién espero en lo alto de esta noche?
-húmedas criptas y un gemir de bronces-.
Un latir de alas bulle en su derroche
y alguien grita y me habla desde entonces.
No es cenizas el grito que palpita,
no es mano amiga, no es el pan, ni abrigo;
es grito que conozco porque agita
la sola luz que tengo por testigo.
No hay norte ni sur, ni hay fronteras,
esa lumbre es un cosmos que delira
y es eje de la esencia porque gira.
Gira y no sé cómo aunque quisiera;
pero sé que pregunta por mi lira
y es trampa de un ayer que si me mira.
Rascacielos sobre el río
De noches y auroras voy herido
como un río que cruza un rascacielos;
no sé si hay sol o luna en mis desvelos
o si huyo tras el túnel presentido.
La muerte me cabalga a todas horas,
la vida es el cristal que se me incrusta;
quiero ver al jinete que me asusta
transpirando el cristal por lo que llora.
Emboscados de ira los silencios
y a punto de gritar con gran demencia
violentan a la nada y me dan vida.
Caballo de fuerza el ayer marchito
cabalga como nuevo y es un mito;
como un duende que juega con mi vida.
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