jueves, 17 de diciembre de 2009

dos poemas de rafael gochez sosa

Rafael Góchez Sosa, El Salvador



Poema del retorno


He vuelto. Estoy aquí.

Respiro por la herida de esta noche,
por los huecos ladridos de mil perros, por la luna
vacía de los huérfanos,
por lo que está presente y sin embargo lejos.

He regresado. Vengo
a decir flores de olvido, la voz
desamparada en los ciclos del hambre,
el corazón
del agua para la sed viajera.
Vengo de allá, de donde mariposas resuelven
sus colores sobre el llanto.

Vengo del labio
donde el beso no llega porque perdió las huellas
del amor.

Vengo
del fuego negro y pordiosero que adivina
la sombra en el insecto. Vengo del húmedo
recuerdo que deja un crepúsculo
de invierno, de las uñas del miedo sobre la madrugada
y sus aires de viuda
solitaria, del ámbito del loco
que amanece
desnudo porque las ropas queman.

Vengo del vaso enfermo que la razón impone
para negar sonidos,
lluvias,
miel.Vengo...

Cuando me fui, cuando dejé las cosas
de frente contra el muro, todo era tan distinto,
tan personal, tan mío.

Mío el mar. Mi lámpara mi lámpara.
Mis coplas sólo mías. Mi pan era mi pan.

El muro
recogiendo carcajadas amaneció
en alcoholes sonámbulos
distantes del silencio.

Y me fui. La piedra supo alimentar cansancios.

Y conocí el desvelo con que gritan
los ciegos sus auroras. Llegué
al dolor, al carruaje tirado por dos ecos,
al teatro donde un hombre
decapita a su hermano, donde una madre
aborta; donde un poema vive, no se escribe.
Allí creció mi edad de ciervo atormentado. Allí
me nació barba de espuma. Allí supe
sabores en lágrimas
candentes. Allí apagué mi vanidad
deforme.

Hoy he vuelto.

Estoy aquí para enseñar
regresos,
para pedir perdón a los abuelos, para ofrecer
y compartir mi cena, para hablar
por la herida que me sangra,
para sembrar
la luz y cosechar estrellas.
©Rafael Góchez Sosa
(De Voces del silencio, 1967)





Explicaciones desde la banca de un parque


Muchos de los que me leen
piensan
que soy un hombre raro, escéptico, pequeño dios.

No.
Soy un hombre común
como cualquiera.
Me citan para jurado en causas criminales.
Porto cédula de vecindad.
Como.
Defeco.
Doy mi voto en tiempo de elecciones.
No crean que me la paso sólo bebiendo.
No.
Tengo mujer e hijos.
Tengo empleo
y me han afiliado
al Seguro Social.
Soy como ustedes, un ser corriente.
Juego.
Fumo.
Me gustan las muchachas en minifalda.
Hay deudas
y anhelo sacarme el gordo
de la Lotería Nacional.

Ahora bien,
lo que pasa es que ciertas cosas penetran en mis venas y circulan.
Hacen que mi barba crezca blanca. Que
mis ojos lloren por los ciegos.
Y
si duermo, sueño que hay mucho amor en el mundo.

Sucede que cuando soy jurado
en causas criminales
no sé si condenar o absolver al reo.
Si leo los periódicos
me duele saber que han hallado
dos cadáveres en la Puerta del Diablo
o que anoche
hubo recogida de putas
o que en la madrugada alguien se desangró
frente al Hospital Rosales.

Y
resulta
que ya no duermo bien.
Y la digestión comienza a fallarme.

Sucede
que un poe
desapareció en mi tierra.

Los gringos
hunden barco con gas nervioso.
Onassis
cada minuto es más rico.
La guerra en Vietnam no termina.
Duvalier
mata patriotas en Haití.

Y vuelvo al librium.
Y el librium
no me hace dormir.

Esta, la pequeña diferencia. La pequeña.

Pero soy ciudadano corriente.
Buen marido, buen padre de familia.
Hasta voy a misa.
Ah, también toso y tengo algo de viejo verde.
©Rafael Góchez Sosa
(De Poemas para leer sin música, 1971)

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