ALEXANDRA ESTUPINIÁN, EL SALVADOR
YO NO SE,
Pero a veces creo que los perros,
saben de la sustancialidad del mundo.
Los miro echarse por las noches suspirando;
Mirando a la nada
como embrujados por un conjuro de muertes.
Solitarios y silentes
Se contraen en un nidal de cometas;
Ebrios de su existencia, se lloran la historia
siempre tras la sombra de una estrella;
Aúllan de repente sin motivo
o se clavan en alguna mano amistosa.
Vive en cada fibra de sus ojos errantes
la mágica tristeza del invierno,
el doloroso amor de la violencia…
Van de repente, vienen en sus huellas
Nunca se adivinan, lamen el tiempo
Y husmean el aire;
Se inmovilizan,
Huyen y aman
Y repentinamente, se pierden
Para absorber la inmensidad.
A VECES, LA VERDAD…
(Verano 2005)
A veces la verdad es un pacto de luz
Tirado a las jaulas de la oscuridad:
Y sabe muy bien de ciertas casas,
donde el sufrimiento rebalsa por las ventanas
y el salario no compra la cura;
Donde las encuestas no llegan a niños
que solo conocen del surco que deja el arado;
Donde los proyectos sociales del aparentar
quedan pendientes de aprobación.
A veces la verdad es un grito amarillo
sin la bendición del eco:
Y sabe muy bien de ciertos ángeles que se prostituyen,
en anónima voz que se apaga con golpes;
De esquinas donde las manos de Dios
limpian el auto de algún funcionario;
De calles donde las piedras hablan
de conciliación sin horizontes.
A veces la verdad es un silencio oscuramente vacío
como una mirada sin beso:
Y sabe de ciertas monedas
manchadas con la miseria de la explotación,
húmedas de lagrimas a donde no llegan las donaciones.
Sabe de justicias, que nos ignoran la herida
cuando el tiempo desliza el filo de su lentitud,
en la metalúrgica región del dinero.
A veces la verdad;
Mira el mundo rayado o amordazada desde un rincón;
pero nunca se rinde en constante lucha
y se convierte en la paz interior nuestra,
Como un nudo en la garganta
Cuando estamos cansados de odiar.
La verdad se hace firmamento de sonoros puños alzados.
No tiene miedo a decir,
No tiene miedo a nacer,
No tiene miedo a llorar…
Anda descalza sobre el asfalto caliente
O desnuda en las noches de frío.
Esta hecha para surgir eternamente,
Como la lluvia subiendo desde la tierra;
Porque la verdad no ama el silencio en los ojos
si no, la luminosidad en las palabras desde adentro.
LA HORA DEL ÍNDIGO.
(Verano 2005)
Por favor digan que no tenía cuentas atrasadas,
Y que la gente nunca me puso etiquetas;
Que siempre me gusto ocultarme en la lluvia
Para no ser descubierta por mis errores.
Digan que quise cobijarme con el olor del olvido
Para nacer en el vuelo del mar;
Que fui todo lo que desee, y más de lo que nunca supe,
Que era un principio inacabado y un final eterno.
Digan que me ame tanto, que quise morir.
ASUNTOS CANINOS.
(Verano 2005)
(Verano 2005)
YO NO SE,
Pero a veces creo que los perros,
saben de la sustancialidad del mundo.
Los miro echarse por las noches suspirando;
Mirando a la nada
como embrujados por un conjuro de muertes.
Solitarios y silentes
Se contraen en un nidal de cometas;
Ebrios de su existencia, se lloran la historia
siempre tras la sombra de una estrella;
Aúllan de repente sin motivo
o se clavan en alguna mano amistosa.
Vive en cada fibra de sus ojos errantes
la mágica tristeza del invierno,
el doloroso amor de la violencia…
Van de repente, vienen en sus huellas
Nunca se adivinan, lamen el tiempo
Y husmean el aire;
Se inmovilizan,
Huyen y aman
Y repentinamente, se pierden
Para absorber la inmensidad.
A VECES, LA VERDAD…
(Verano 2005)
A veces la verdad es un pacto de luz
Tirado a las jaulas de la oscuridad:
Y sabe muy bien de ciertas casas,
donde el sufrimiento rebalsa por las ventanas
y el salario no compra la cura;
Donde las encuestas no llegan a niños
que solo conocen del surco que deja el arado;
Donde los proyectos sociales del aparentar
quedan pendientes de aprobación.
A veces la verdad es un grito amarillo
sin la bendición del eco:
Y sabe muy bien de ciertos ángeles que se prostituyen,
en anónima voz que se apaga con golpes;
De esquinas donde las manos de Dios
limpian el auto de algún funcionario;
De calles donde las piedras hablan
de conciliación sin horizontes.
A veces la verdad es un silencio oscuramente vacío
como una mirada sin beso:
Y sabe de ciertas monedas
manchadas con la miseria de la explotación,
húmedas de lagrimas a donde no llegan las donaciones.
Sabe de justicias, que nos ignoran la herida
cuando el tiempo desliza el filo de su lentitud,
en la metalúrgica región del dinero.
A veces la verdad;
Mira el mundo rayado o amordazada desde un rincón;
pero nunca se rinde en constante lucha
y se convierte en la paz interior nuestra,
Como un nudo en la garganta
Cuando estamos cansados de odiar.
La verdad se hace firmamento de sonoros puños alzados.
No tiene miedo a decir,
No tiene miedo a nacer,
No tiene miedo a llorar…
Anda descalza sobre el asfalto caliente
O desnuda en las noches de frío.
Esta hecha para surgir eternamente,
Como la lluvia subiendo desde la tierra;
Porque la verdad no ama el silencio en los ojos
si no, la luminosidad en las palabras desde adentro.
LA HORA DEL ÍNDIGO.
(Verano 2005)
Por favor digan que no tenía cuentas atrasadas,
Y que la gente nunca me puso etiquetas;
Que siempre me gusto ocultarme en la lluvia
Para no ser descubierta por mis errores.
Digan que quise cobijarme con el olor del olvido
Para nacer en el vuelo del mar;
Que fui todo lo que desee, y más de lo que nunca supe,
Que era un principio inacabado y un final eterno.
Digan que me ame tanto, que quise morir.
3 comentarios:
Me sorprende la versatilidad, esa mezcla entre muchos temas pero con un fin determinado, no son esos poemas echados al aire donde no se puede coger ninguno de su basta, porque al final no dicen nada y los poetas creyendo que conceptualizar los trabajos ya son dioses; me gusta la mano amiga, esa que probee con inteligencia, la que deja al lector satisfecho. Felicidades.
Un placer conocer tu blog.. me quedo enlazado a tu espacio para poder regresar con mas frecuencia.
Bellos poemas..
Un gusto leerte..
Un abrazo
Saludos fraternos..
Algunas veces vale la pena
detenerse en la bloguesfera,
acercarse a una ventanita
de ella, limpiar con nuestro
pañuelo y ver al interior
de la casa, donde Alexandra
Estupinián nos deleita con
dos de sus excelentes textos.
Felicidades,
Frank Ruffino.
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