lunes, 29 de diciembre de 2008

Nunca se agotarán las preguntas_David Escobar Galindo

David escobar Galindo, El Salvador





__________Nunca se agotarán las preguntas*



Preguntar es una función fundamental de la vida. Si no tuviéramos el constante impulso de preguntar no seríamos sujetos de aprendizaje cotidiano, ni tampoco existiría la filosofía, que es la pregunta mayor, la que arranca del cuestionamiento sobre el ser. Esa pregunta perpetua es la mejor comprobación de que somos seres fundamentalmente libres, y también seres ilimitadamente creativos. Preguntar es querer saber, pero también querer remozar lo sabido. Y esta última convicción me la alimenta la relectura de un libro póstumo de Pablo Neruda —uno de los ocho libros inéditos que dejó el poeta chileno al morir, allá entre las turbulencia del septiembre golpista de 1973—. Ese libro se llama justamente “Libro de las preguntas”, y se publicó, junto a sus siete compañeros de orfandad, el 29 de enero de 1974, en Buenos Aires, con el sello de la Editorial Losada, que había publicado toda la obra de Pablo. En el orden establecido por el mismo Neruda para sus ocho obras finales, el “Libro de las preguntas” ocupa el sitio número cinco.

Las preguntas de Neruda se manifiestan en pareados —dos versos sin rima, casi todos de nueve sílabas, eneasílabos, una de las formas favoritas del poeta— marcados por el sello a la vez libre y enigmático de la poesía que está en plena posesión de sí misma. El poeta Neruda, a la altura del tiempo en que escribió este libro, es decir, en los primeros tramos de su octava década de vida, ya no tenía nada que esconder. Su relación amorosa —y por ende inequívocamente afectiva, en esa zona de la madurez en la que tienden a convivir sin límites artificiales la armonía y el conflicto—; su relación amorosa con la palabra, digo, podía darse el lujo pleno de la sencillez provocadora y provocativa, y en estas “preguntas” esa es la constante más visible. El poeta pregunta por lo que se le ocurre, como un niño revivido sin reservas; y, al ser un niño, el poeta es más poeta que nunca, pues asume su condición de pensador interrogante sin hacer caso de los límites artificiosos que impone la lógica autoritaria de la “adultez”.

“Si he muerto y no me he dado cuenta/ a quién le pregunto la hora?” “Dónde puede vivir un ciego/ a quien persiguen las abejas?” “Por qué los árboles esconden /el esplendor de sus raíces?” Morir, imaginamos, es una forma eficiente de escapar de la tiranía del tiempo; entonces, el hecho de querer preguntar la hora es indicativo de que todavía no hemos muerto; aquí la pregunta es en verdad una respuesta, de profundidad gratificadora. El ciego no es necesariamente el que no ve: más ciego es el que se niega a verse a sí mismo como depositario de dulzura. El poeta no pregunta, pues, por un sitio para vivir, sino por un sitio para ver lo fundamental, que es el depósito apetecible de sí mismo. Anhelo, angustia y tarea de plenitud. Lo esencial se organiza en los trasfondos del ser. Todos somos tributarios de nuestras raíces, y cuando el poeta se pregunta por qué los árboles las esconden, en realidad se hace una autocuestión.

Y el poeta —o el pensador, que en este caso viene a ser lo mismo— reconoce, además, que en la interioridad más profunda está el verdadero esplendor. Significativo, sobre todo porque tal reconocimiento proviene de un poeta declaradamente materialista, aunque tales declaraciones de principios ideológicos al uso de entonces –está visto, ya en claridad de perspectiva— son de catecismo, no de corazón. Y esto último vale más para 2008 que para 1973, desde luego. Al haber caído el “socialismo real” en 1989 y al estar en vías de demolición en estos días el “neoliberalismo irreal”, volvemos inevitablemente a la raíz de las preguntas esenciales sobre el ser humano, su vida y sus sociedades. El porqué y el cómo del cambio acelerado de los tiempos serían hoy las grandes cuestiones…

Neruda nos dejó un legado de gran caudal, y por eso muchos se asustan y se apartan. Reconocer lo esencial de un poeta, independientemente del volumen de su legado, es la tarea que deja más réditos de descubrimiento. Fue Neruda, siempre, un gran preguntador, aunque con insistente frecuencia se disfrazara de olímpico respondedor. Cosas de su tiempo, marcado por las fantasías ideológicas que parecían estrellas de futuro y que ahora sólo son opacas piedras de museo. Al revisar —y, por ende, al revivir— textos como el “Libro de las preguntas” uno se da cuenta de que la poesía, que como arte es un cuaderno infinito de preguntas abiertas, se ha vuelto más útil que nunca en este mundo en tránsito de globalización, es decir, en trance de interiorización. Por eso me animaba a decir, en un escrito anterior, que esta época, la de la mundialización expansiva, es esencialmente lírica, en contraste con la época anterior, la de la bipolaridad abusiva, que era ostentosamente épica.

Tiempo de preguntas podríamos llamar justamente al presente. En los momentos de transición —y éste es uno de ellos, en el sentido más entrañable de la palabra—, el ánimo cuestionador toma la iniciativa para el reacomodo de lo real. Ahora mismo, nada parece estar a salvo de ser cuestionado, ni siquiera aquellas presuntas verdades consagradas por el imperio de la experiencia, y nadie parece hallarse a resguardo del examen de conciencia, ni siquiera los que tradicionalmente se han vestido con la aureola de lo intangible. Alguien debería animarse a escribir —sobre la huella de Neruda y ya en el aura de esta época— el Libro de las Preguntas del ser humano en trance global. Las preguntas básicas en su nueva atmósfera.

El ayer nunca se agota, el hoy nunca se consuma, el mañana nunca se anticipa. Vivimos en el dominio de Heráclito, que postulaba el “Panta rei” —todo fluye, todo cambia, nada permanece— como clave filosófica del ser, y por ende del vivir. De ahí que nunca podríamos responder de la misma manera las mismas preguntas. Lo permanente es lo más fluido que existe, y en el alma humana se halllan instalados los más finos espejos de la mutación.

David Escobar Galindo


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*”Nunca se agotarán las preguntas”. Artículo del poeta David Escobar Galindo, publicado originalmente en La Prensa Gráfica, el sábado 27 de de diciembre de 2008. El Salvador, América Central

martes, 23 de diciembre de 2008

Cartas escritas cuando crece la noche_Claudia Lars

Claudia Lars, El Salvador






____________Cartas escritas cuando crece la noche
[Fragmento]

I
El tiempo regresó —en un instante—
A la casa donde mi juventud
Quiso comerse el cielo.
Lo demás bien lo sabes...
Otros llegaron con sus palabras
Y sus cuerpos,
Buscándome dolorosamente
O dejando la niebla del camino
Entre mis pobres manos.
Lo
demás es silencio...
Hoy tengo tus poemas en mis lágrimas
Y el deseado mensaje —tan tuyo—
Entra en mi corazón con mil años de ausencia.
Lo demás es poseer este milagro
Y sentirme a orillas del Gran Sueño
Como una rosa nueva.
"Dame tu mano al fin, eternamente"...




II
Busco tu voz en cada letra de los poemas
que para mí escribiste.
Tu amada voz dormida en su entierro!...
El contorno de un rumor toma vuelo y entonces
La recobro, despierta.
Sintiéndome más encendida que un diamante
Y con tu voz en el aire fresco
Me atrevo a decir, saludando al mundo:
"¿Quieren iluminarse
Con esta plenitud?"





III
Pude haber vivido cerca de ti
Suavemente
Y encender tu lámpara y sentarme
En el ancho sillón oloroso a tiempo.
Pude cortar una rosa
Y ponerla en tu escritorio
O bordar a media tarde
Un enjardinado mantel.
Ocurrió lo contrario:
Lejos anduve y sola
-Tremendamente sola-
porque no quisiste acompañarme.
Pero en idas y venidas por esos caminos,
¡Qué bien me enseñaron a conocer quién soy!






IV
En el círculo de palabras y palabras
Tu silencio era más poderoso que cualquier sonido
Yo lo habitaba sin protestas
Entrando valientemente en sus distancias
Como patinadora sobre el hielo.
¡Ah, tu silencio mío!
¡Ah, mi sutil planeta inexplicable!
¿Era un espacio vivo
O tan solo el nombre de esta obstinación?
Al fin, después de todo...
-No falta un después en cada momento-




V
Si en la hora más quemante de mi vida
Yo hubiera encendido, por lo menos,
La orilla de tu corbata...
Todo sería distinto!
Pero no lo permitiste
—¿Recuerdas?—
Y entonces fui, como jamás lo he sido
Una desesperada.
Guardo tu palidez esquiva
Y los ojos que no iban a entregarse
Aunque acabara el mundo.
Después algo me hiere no sé dónde
Y me ahogo y respiro soledades
Y estoy metida hasta los huesos
En un laberinto
¿Cómo logré salvarme?
Porque yo olía a flor
-En la hora más ciega de mi vida-
Y lo único que deseaba intensamente
Era caer sobre tu cuerpo como una flor.






VI
Si todo fuera distinto
Yo no tendría un largo viaje en los ojos
Y en esta soledad
Versos y versos...
Si todo fuera distinto
Yo sería a tu lado una dicha completa
Y la mitad de tu alma.






VII
Si llegaras por esa puerta
Tal vez te extrañaría mi pelo gris-azul,
Con reflejos plateados.
Le pongo un suave tinte _por supuesto_
Pero no creas que me engaño.
Envejecer es un problema.
Sin embargo,
Yo no envejezco entristeciéndome.
Si regresara con lo vivido hasta el domingo
Que al lado tuyo se hizo viernes,
Creo que volvería a ser la misma amorosa
Y que de nuevo te daría
Un rato tremendo.





VIII
El tiempo...
¿Qué es el tiempo?
Para mí no ha pasado
Desde aquellas noches de lunas amarillas,
Cuando me llevabas a las reuniones de los sábados...
Me sentí joven al leer tus poemas
Y me dio vergüenza experimentar esa delicia.
Con un gajo de sueños juveniles
Caí en profundo sueño.
Hoy me burlo del tiempo
Y hasta le hago cosquillas
En las barbas.
Así, medio jugando,
Voy a meterlo por un mes
En el armario.
_____________________
De Cartas escritas cuando crece la noche. Obras Escogidas, Tomo II, Complación, prólogo y estudio de Matilde Elena López. Editorial Universitaria, El Salvador, 1974. Leer otros poemas de Claudia Lars en Arte Poética-Rostros y Versos.

domingo, 21 de diciembre de 2008

Un poema de Luis Chávez

Luis Chávez, El Salvador





Kathrine Michelle.



Mein Kind
heute will ich dich malen,
dich erkennen
musikalisch, wie Noten
im Pentagramm meiner Tage.

Du, die Fortsetzung
meines Seins, mein Blut,
ich weiss nun,
dass ich deine Gedanken
nicht verwalten darf,
nicht das berühren
was von dir
in mir lebt.

In deiner Weise,
deiner Art
wirst auch du enteilen,
flügge werden,
und Tag um Tag,
mehr und mehr,
einer Gazelle gleichen,
lernen, und ganz in dir
deine Träume hegen,
auch wagen
etwas zu verneinen,
wissend,
dass es meine Erwartungen
hemmen würde.

Kathrine Michelle,
Du, wie der Möwe Flug,
wie der Sterne-Glanz
ein Leuchten, dass mich
von meiner Last befreit,
stärkender Trunk
der mich erlöst,
mich auf allen Wegen leitet.

Du, mein Lebenselixier,
( oder Lebenssaft )
mein täglich Brot,
Gesang,
der sich in Worte kleidet.
der den Satz,
in Zärtlichkeit verwandelt
in meinem,
dir gewidmeten Gedicht.
Originaltext ( in spanisch )Luis Antonio Chavez
übersetzt von Hildegard Rasch




KATHERINE MICHELLEA
ti, hija, en tus dos años de vida



Hija
hoy te dibujo
en el pentagra
made mis días
porque sé que eres
la prolongación
de mi sangre
y comprendo
que no debo
gobernar tus ideas
que son volutas en ti
a medida aprendes
a volar por ti misma
porque cada día
eres cual gacela
que aprende por sí misma
a acariciar sus sueños
a decir no
aunque sepas
que te traerá
desaliento.

Katherine Michelle
gaviota-estrella
luz que aminora mi carga
brebaje en esta ansiedad
que me acompaña
savia-alimento
voz convertida en verbo
frase-ternura
tú eres mi poesía…
Luis Antonio Chávez
(10:00 a.m. 13 de septiembre de 2008)

viernes, 19 de diciembre de 2008

Imagen de mi madre en dos instantes_Irma Lanzas

Irma Lanzas, El Salvador. (Fotografía: René Chacón Linares)





______________Imagen de mi madre en dos instantes

I

El alba que se duerme en la azucena
se despierta más blanca en tu caricia,
tu beso es el instante en que se inicia
el latido de miel de la colmena.

Tu seno es caracol donde madura
una canción de amor enternecida,
ánfora donde vibra conmovida
la harina musical de tu ternura.

Tu corazón es mar sin dimensiones
en donde se desnuda con la brisa
un alegre velero de emociones.

Y en tu cielo de dulces claridades
vas dibujando siempre con tu risa
un camino cuajado de bondades.

II

Madre: en el incensario de mi verso
con aroma de estrellas te perfilas,
que me basta asomarme a tus pupilas
para mirar de cerca el universo.

¿Qué luna milagrosa se ha quedado
prendida en el cristal de tu garganta?
En ella, la oración que se levanta
es un río de amor iluminado.

En ti nace más clara la campana…
Mi corazón es siempre un nuevo niño
cuando escucho tu voz cada mañana.

Y al entreabrirse el surco de tu esencia,
es un nido de azúcar tu cariño
que me entrega su dulce florescencia.
___________________
Leer más de Irma Lanzas en Arte Poética-Rostros y Versos y en Álbum Nocturno, entre otros sitios virtuales.

lunes, 15 de diciembre de 2008

De la casa de mi padre_Claudia Hérodier

Claudia Hérodier, El Salvador






___________________De la casa de mi padre


Yo era feliz en la casa de mi padre.
Ahí los pájaros sobaban mis delicias
Y el verde de los campos
Se adentraba en las aldeas
Hasta hacer de mí, parte de sus tonos.
Era una más y alguien era,
Lozana, fuerte, pequeña, recia.

Cuando a las tardes la luz
Derramaba sus adioses sobre todo lo que existe,
Solía a despedirla a los sembrados
Viéndola resbalar sobre las tejas,
Quedarse prendida un rato en las paredes
Caleadas y escaparse, feliz y juguetona,
Por sobre las lomas buscando las grandes aguas.
Aguas grandes dadoras de nostalgias, de frío,
De terror y de muerte.

Por aquellas aguas vinieron los padres
De mis hijos con sus colores extraños
Y largos rayos de luz sobre sus cabellos.

¡Caía la noche sobre la casa de mi padre!
17.VII.1992


_____________________
Del libro: Traición a la palabra. Colección: “juntas llegamos a la palabra”, El Salvador, 2002.



lunes, 8 de diciembre de 2008

Oda a Centroamérica_Francisco Gavidia

Francisco Gavidia, El Salvador





__________ODA A CENTROAMÉRICA
[Fragmento]


Centro América duerme
silenciosa e inerme.
El sueño del olvido de los mundos:
Sus pueblos son estériles llanuras,
Zarzales infecundos.
Temerosas y agrestes espesuras
Que hincha de negra savia el egoísmo
Por esta selva lúgubre y sombría,
Su horrible paso en las tinieblas guía
Leñador infernal, el despotismo.

Ved el cuadro, que aviva
En la conciencia pública extenuada
El rayo de una lumbre fugitiva;
Ved extender la Historia
Su acusador legajo
¿Qué véis? El crimen coronado arriba.
¿Qué véis? El crimen inconciente, abajo.
Los tiranos, la plebe,
Todos, los primidos, los que oprimen,
Todo pasa y se mueve
En un sudario fúnebre de nieve
Que de gotas de sangre siembra el crimen.

¡Oh, Patria! ¡Oh, Centro América!
Necesitáis con vuestras propias manos
Levantar vuestra lápida mortuoria
Que gravita en la tierra como un monte
E interrogar después el horizonte
Para encontrar el rumbo de la gloria.

No: no habían pensado
Los PRÓCERES augustos,
Cuando hace medio siglo proclamaban
Tu santa libertad y tu grandeza
En el noble estandarte desgarrado
Ni en el pueblo cobarde y maniatado
Sobre cuya cabeza
Su huella sepulcral dejará un día
Como estampa de sangre
El pie de la cobarde tiranía

No; la vehemencia que cual fuego abraza,
La indignación terrífica y solemne;
La sagrada iracundia
Con la que anatematiza y amenaza
La palabra de truenos de Barrundia.

La calma pensativa
Con que en la soledad de la noche
cuando alzan los espíritus el vuelo
Y los perfumes suéltanse del broche
Y el pensamiento se encamina al cielo;
Cuando tiende profunda sobre el orbe
La sombra, como trémulo palacio
su triste inmensidad de terciopelo;
Cuando, ¡oh natura!, tu suspiro exhalas
Y los ámbitos cruzan del espacio
Misteriosos enjambres
De almas errantes de impalpables alas;
La calma pensativa, inmensa lucha,
Del genio soberano,
Con que el gran Valle en el silencio escucha
Misterioso y profundo.
Inclinado a las simas de la ciencia;
Cual forja el porvenir, la Providencia,
Para este corazón del Nuevo Mundo;

La fuerza poderosa con que escruta
El espíritu inmenso de Delgado
Del corazón la misteriosa ruta,
Cuando extiende la diestra
Sobre el pueblo a sus pies arrodillado
Que espera sus palabras para erguirse
Y lanzarse al fragor de la palestra.

a espada, luminosa cual Idea
Con que Francisco Morazán, sondea
Donde su rayo el patriotismo fragua,
Para escalar las escarpadas cumbres
En que el laurel florece de la gloria
Y llevar por la mano a la victoria
El furor a las bravas muchedumbres;
Las épicas y ardientes aventuras,
Con que un día el coloso,
Gloria de El Salvador, hijo de Honduras,
Padre de Centro América glorioso;
Ensordeció los ámbitos del Istmo,
Surgiendo, como un león, con la bandera
Del derecho, trasunto de Mavorte;
Con sus huestes ardientes y bravías,
Luminosa cohorte,
Detrás de esas azules serranías
En que flotan las nieblas, hacia el norte;
El que sembró llanuras y montañas
Con victorias y hazañas,
Dando asunto a las rústicas familias
Para animar de noche sus vigilias
Con el nombre del héroe en las cabañas;

Toda esa fulgurante llamarada
Que cual gloriosa bruma
Está flotando, oh Patria, en tu memoria,
Los héroes de los triunfos de la espada,
Los héroes del triunfo de la pluma,
Que han tejido de triunfos nuestra historia;
Obra providencial, santo legado,
¡Oh! no eran para un pueblo esclavizado
Sobre cuya cabeza
Su huella sepulcral dejará un día
Estampada con sangre
El pie de la cobarde tiranía.

¡Oh, centroamericanos,
Despertad ya de la tremenda calma!
Y en vez del negro y gélido vacío
Que lleváis del pecho,
Poned en él un corazón y un alma
Formados por la audacia y el derecho.
¡Oh, centroamericanos!
No acabará la esclavitud si pronto
No os tomáis de las manos
Ni avanzáis en unión estrecha y fuerte,
Poniendo un sólo pecho como hermanos;
A ver si hiere a un pueblo de esa suerte
El destino que forja los tiranos
O si ellos en la empresa hallan la muerte
Sí, un pueblo yace en el tremendo sueño
Del baldón y el olvido
En que se hunden lo oscuro y lo pequeño,
Cuando el ánimo pobre y abatido
Vive esperando con vigor escaso,
Que le trae un camino
El ademán de loco del destino
O la brújula imbécil del acaso.
________________
Leer más de Francisco Gavidia en: Arte Poética-Rostros y Versos y en Álbum Nocturno.

domingo, 7 de diciembre de 2008

Dina Posada entre el preludio y la plegaria del orgasmo

Dina Posada, El Salvador





____________Dina Posada entre el preludio y la plegaria del orgasmo









Dina Posada, El Salvador en 1946. Estudió periodismo y psicología. Trabajó en el diario La Prensa Gráfica de El Salvador. Libros: Hilos de la noche, 1993 y Fuego sobre el madero, 1996. Es cofundadora y directora editorial del portal Palabra Virtual (Antología de la poesía Hispanoamericana). Su poesía, ampliamente comentada y parcialmente traducida al inglés, francés, sueco e italiano, reúne ensayos críticos, artículos y conferencias publicados en España, Suecia, Italia, Francia, Canadá, Estados Unidos, México, Perú, Centro América y Panamá. Aparece en diversas antologías, entre ellas: Mujeres en la literatura salvadoreña, 1997; Voces sin fronteras, 1999; Voces Nuevas, 2000; Mujer, desnudez y palabras, 2002; Poésie salvadorienne du XX siècle, 2002; Stigar/Senderos, 2003; El monte de las delicias, 2004; Trilogía poética de las mujeres en Hispanoamérica, Pícaras, místicas y rebeldes, 2004; Mujer, cuerpo y palabra 2004; Poetas en blanco y negro, 2006.

Tuve conocimiento de Dina Posada, a través del poeta René Chacón quien tuvo la generosidad de acercarme algunos poemas de ella. Dina es una poeta irreverente e incendiaria, capaz de derribar muros con su palabra; tras el “aleteo de un grito”… no sólo deja caer sus plumas, sino también, la sangre herida del vértigo: esa que desafía “toda verdad” en una sociedad cuya peculiaridad evidente es la doble moral. La poesía de Dina destila fuego y armonía; su luz está trocada por ese arcano quemado de los párpados, por ese latir del agua en la piel, por esos destellos de geométricos lazos. Hace arder de gozo la palabra con estilo decantado, propio de una mujer que viene trabajando los cauces mágicos del tiempo y la delicada forma de los pétalos y las raíces.

A decir del poeta Jorge Carrol, “… a Dina Posada le es dado concebir vivencias necesarias a los días futuros. Ella condiciona las leyes primordiales de la situación humana hasta sus últimas consecuencias. Es dueña de infinitos matices y posee, en consecuencia, por entero, la verdad y el error. Dina, como lo demostró en Fuego sobre el madero, construye su poesía sobre la revisión de sus días, sobre su pasado y su futuro, sobre la superación de cada una de sus palabras, quizá para poder decir: "el poema es siempre punto de referencia y de exigencia con relación a las formas de la conducta." En su poesía, el lenguaje es el más eficaz de sus instrumentos y sus formas más evolucionadas, son consecuentes de la libertad y de la conjunción solidaria de su voluntad de ser Dina. El poema es siempre para Dina Posada un punto de referencia y de exigencia. Por tanto, el poema se ofrece vivo a la torva desnudez que cada uno de nosotros acepta. Como hecho poético, no queda supeditado a la capacidad de percepción de quiénes somos sus patéticos testigos. Dina nos tiende la mano más allá de la obsecuencia y la amistad, ella que ha plantado un árbol como una mirada, y que bajo su sombra ve a este puto y maravilloso mundo que vivimos y destruimos e inventamos día tras día y noche tras noche…” [1]

Poesía erguida en su plena conciencia, visible por la desnuda esbeltez: así son los caballos del alfabeto traspasando todo límite: humana forma rompiéndose y libertándose hasta hacerse tangible en el infinito del papel. Pocas veces he leído poesía sin tapujos y desembarazada, desinhibida y alucinante como la carne blanca de la luz que soberana se eleva a ventanas y cornisas. Poesía abrasadora y personal. Este elemento, su yo que se extrapola, es lo que torna más desnudo y goteante su iluminado estertor. Así, nos dirá: “Ajeno a mis pensamientos/ huiste a un casto silencio /…Hoy / que sedienta mi sangre te busca / ni a golpes ni a ruegos / te insinúas / enajenado prosigues / riguroso y oprimido y largamente oscuro / como pasillo de convento desolado /… Tú / ángel de dura delicia / apático orgasmo rebelde/ erizado temblor / pólvora vulnerable /… regresa a mí / y aniquílame”, [2]

La voz se alza desde su materia y al parecer, “en caótico preludio/…las lenguas en pacto remueven hondo combate”. El existir a fondo es eso: gastarse en la infinitud de la travesía como guerreros; asir el mar y vivirlo en cada poro hasta desliar los barcos de la música, tibios temblorosos en la boca. Dina ha sido conciente al escribir este tipo de poesía; pero ella no se calló y dejo fluir, desnuda, la oleada de sus anchos ramajes. En el siguiente poema, la poeta abierta al braceo de la trementina expresa: “Es tu lengua/ acierto de vigilia/ dejándose llevar/ por el lascivo/ inquieto/ travieso/ viento moreno/ de mis muslos/…Hebra de agua tibia/ descubriendo/ mis pechos despiertos/ piruetea con la gana/ que el espejo refleja/ en una marejada/ de pulsos agitados/… Lápiz de filo diligente/ perfilando mi abertura/ que se explaya/ enardece/ y grita/ soltando su vena/ salpicando los sentidos/… Voluntad de labios/ sometiendo/ labios a su voluntad/ Anzuelo que pesca/ sujeta/ y/ vuela/ con mi carne/ al punto preciso/ donde el resuello/ dice/ que termina/ y/ la quietud/ clama/ por nacer” [3]

Con ese “Lápiz de filo diligente”, el horizonte de su carne se abre sin límites hasta salpicar los sentidos de ese magma tibio, chorreando de gemidos en la luna. “Cinta abismal” es un poema rotundo, pleno donde cada jadeo se vuelve un tornado y el sumo de la lluvia una aventura airosa. En ese momento intrépido, de creación pura, uno se olvida del mundo y de este reino comparable a las piedras y las máquinas. Aquí no hay palabras, y sin embargo, es la palabra aquí la que sutilmente nos lleva de la mano por los chirridos dibujados del sueño.

La poesía erótica es de la más difícil de tratar, porque si no se precisan bien los límites del lenguaje, la imagen y la metáfora se puede caer en la vulgaridad y, entonces, no hay poema ni poesía. A fin de precisar el concepto, veamos lo que nos dice esta definición: “Erótica es un término colectivo de raíces griegas y latinas (nominativo plural de erotikon, εροτικον, y de eroticum y carente por tanto de plural él mismo) con el que se ha designado al conjunto de objetos relacionados de alguna manera (en general representativa) con la pasión amorosa humana, especialmente cuando está enfocada hacia sus aspectos físicos y sensuales.”[4] Hay quienes se asustan cuando se aborda el erotismo en la poesía, menos que en la pintura quizá porque dicho tema ha sido tratado desde siempre. Así tenemos a Giulio romano, Agostino Carracci, Tiziano, Rembrandt, entre otros.

En su ir y presentir, la poeta advierte que: “El tiempo crucifica/ el callado río de mi [su] infancia/… de la herida descienden/ azoradas lunas fecundas/ que a compás de pausas/ devastarán el rosa de mi vientre/… lo advierte mi vulva/ conjugando leyes fulminantes/ en todo mi [su] cuerpo” [5] es un error creer que la poesía erótica es la mera exaltación de la sensualidad o, peor reducirla al ligamiento carnal. La poesía de Dina Posada es más que eso: desvela desde esa concepción la naturaleza humana. Y es consciente de su delicada consumación. Nada es ausencia en su río de destellos. Todo es posible menos los grises cuando el cielo gime. En la poesía de Dina Posada el universo resulta un espejo perfecto sin que los ojos se cierren en la noche. Ella nada teme; su poesía superó la esclavitud de los dogmas y prejuicios.

De ahí que nos advierte con pálpito esclarecedor que: “Pronto se romperá la cadencia/ que sostienen mis días lunares/ encanecerán mis venas/ mi talle tendrá voz/ de verano acabado/… cálidos destellos/ llevarán el paso a mis horas/… —no agobies el gesto/ mi universo rebasa/ los límites de mi cuerpo—/… Despéñate en el tiempo/ que me bebe/ muerde esta vida/ que me corre sin freno/ reparte tus dedos/ en la plenitud de mi tacto/ La lumbre de mi lento atardecer/ será faro de recios brazos/ en las arrugas de tu aliento” [6] La poesía de Dina Posada es una verdadera doctrina del erotismo; éste está descrito como un proceso cuyo centro es la pareja. Dicho de otra manera su poesía puede verse como metafísica de la sensualidad. También constituye, en el plano ideológico, ruptura contra los valores patriarcales de nuestra sociedad. Con su poesía, Dina concede de nuevo importancia a la vida en este mundo y en esta época; ya no es una poesía pecaminosa. La vida no es el sufrimiento, y la represión o la castración mental, sino exaltación de la belleza en su más genuina y desnuda expresión.

En Diálogos de amor (1535), de León Hebreo (.1460-1530), me llama poderosamente la reflexión que hace en sus Diálogos de Amor III: " Filón: El deleite sensual es pasión en el ánima sensitiva, como el amor sensual es también pasión de ella, sino que el amor es la primera de sus pasiones, y la delectación la última y fin de ese amor. Pero el deleite intelectual no es pasión en el entendimiento que ama. Y si consientes que en los entes intelectuales hay amor que no es pasión, conviene que también concedas que en ellos hay delectación sin pasión, la cual es el fin del amor de ellos, y más perfecta y abstracta que el mismo acto amoroso." [7] Como esto es neoplatonismo puro, debo refutarlo a la luz de estos días, porque en el deleite intelectual si que hay pasión, ya no digamos en ese ente sensitivo que nos provoca el amor sensual. Afirmo que en el acto amoroso, no obstante siguiendo un poco a Hebreo, que “en el mundo hay tres grados en la hermosura: el autor de ella, ella y el que participa de ella”. [8] Dina Posada la crea y recrea a partir de su conocimiento y sensorialidad y, por supuesto, participa de ella en cada poema. Suyo es el relámpago de cada palabra; el fuego es memoria y ardido asedio toda la llama que la devora y aspira. Existir es hundirse y subvertir las aguas de la propia polución de los peces mientras arrecia la ola y llega el reposo y la palabra última de lo que ha sido el asombro.

Quien se desnuda así nace y se ve latiendo en el espejo. Se calla la luz en la desmesura. De ahí la necesidad de mirarse después, testamentar y rubricar en el cristal, la niebla de los ojos, la humedad onda de dos cuerpos. “Porque fuiste reto desmedido/ a esta alegría / que no me terminaba de nacer / y no teniendo a la vista / otra vida / sino la que desgastan / mis pasos y mis horas / te designo albacea / de mi último suspiro” [9] Por eso el gozo es insepulto y vive y enrumba la vida. No cabe duda que Dina Posada sabe agitar el aliento y urdir sin vacilar el finísimo espacio de la audacia. Vuelo y anhelo incendian la poesía. Es libertad de pensamiento conquistado y así la entrega y eleva como la trementina.



Al final de todo este periplo poético que también es la vida desde el poema, quedan: “Puertas borradas/ resbalosas fechas/ líquida ciudad/ vaciándose en mi vacío”/… “Con palabras/—dice la poeta— estoy poblando una estación/ para abreviar/ la distancia sin salida” [10] esa salida que no es otra más que la rotundidad de seguir en la enramada del alfabeto. La poeta es consciente que El color de su voz es un riesgo/ y una espiral que la lanza/ al suburbio de los proscritos… Y aunque quisiera coger/ el timón del olvido/—acota— ha de seguir en la acechanza trazando su vital expectación en la corriente de su alma que el viento humedece. En summo grado, como suele decirse, Dina Posada gana perfectamente el Imperio mayor de la luz con papel y pluma: esa fosforescencia es el todo del poeta después de caminar y sofocar los armarios de su alcoba…




André Cruchaga
Barataria, 05.XII.2008

______________________

[1] Jorge Carrol en Festival de Poesía de Medellín, Colombia. Pueden ampliarse sus datos bibliográficos visitando el siguiente sitio web www.poeticas.com.ar/Directorio/Poetas_miembros/Dina_Posada.html
[2] Poema “Plegaria al orgasmo.
[3] Poema “Cinta abismal”
[4] Véase: Portal de
Wikipedia
[5] Poemas “Lunas de sangre”
[6] Poema “Climaterio”
[7] Aspie, Susan. Antología de la poesía renacentista. Plaza y Janés, Barcelona 1986. También puede consultarse la pag. 331 de la edición realizada por la Editorial Aguilar
[8] Aspie, Susa, Oc cit,
[9] Poema “Testamento”
[10] Poema “Gotas de polvo” y “La incógnita”

domingo, 9 de noviembre de 2008

Este mal de familia

Ilustración: Carátula del libro: Este mal de familia






ESTE MAL DE FAMILIA

de

Rafael Mendoza, Mezti Súchit Mendoza López
y Rafael Mendoza López

Los mismos genes con distintos versos.

·

Será en la Sala Nacional de Exposiciones,
Parque Cuscatlán, por gentil colaboración
de su Directora, Licda. María Cristina Orantes,
el sábado 15 de noviembre
a las 4:00 de la tarde, en punto.


No deje asistir y apoye a nuestros poetas


De carne y hueso_Claudia Hérodier

Claudia Hérodier, El Salvador.





_________________________De carne y hueso



La paz en el país
No es como la pintan
Los pintores,
Tampoco es como la dicen
Los poetas.

—La paz, en el país,
Debería de ser unamuniana:
Tener carne
Y tener hueso
Y caminar y llorar y gritar;
Reclamar su hora. ¡Reclamar!

—Carne, no de luz,
Sino de carne;
Carne que alimento necesita,
No palabras;
Que requiere de la historia
Un nuevo giro,
Y del presente,
El que se piense en el mañana.
—Hueso. Hueso es todo.
Con huesos se han hecho
Hasta las gradas.
Huesos blancos que en la tierra
Fertilicen la palabra
Y, sobre ella,
Son las llaves y la puerta
Y la aldaba y las ventanas.
—Materia ósea,
Estructura viva
Aunque caleada,
Base de aquello que hoy somos,
De eso que se fue
—ojos que calcinan
Su pupila entre las llamas—.
Hueso de la paz,
Que no es como la dicen
Y la pintan,
Porque aquí, se quiera o no,
Es una paz que clama
Por ser unamuniana.
Enero de 1993.
Santa tecla, El Salvador.
De: Traición a la palabra, El Salvador, 2002.
______________________
Claudia Hérodier, además de tener estudios de música y filosofía es poeta. Leer más de ella en: Arte Poética-Rostros y Versos, Álbum Nocturno, Diván del Escriba, etc.

martes, 4 de noviembre de 2008

Historia de Escuelas Digitales en El Salvador

César Ramírez, El Salvador





______________Historia de Escuelas Digitales en El Salvador


César A. Ramírez A.*


Origen del proyecto


Hace muchos años, como en los cuentos, una llamada de Mónica Ricardez activó mi espíritu de investigación y trabajo.

A fines de los años ochentas y principios de los noventas, nuestra nación vivió la transición de la guerra a la paz. Fueron años crudos de violencia, exilio, lealtad, amor al prójimo e inicio de la paz en El Salvador.

Cabe mencionar que nuestra amistad transcurre por varias décadas.Una mañana del año 2002, inicié la colaboración para un estudio especial, aquello era prácticamente un experimento, pero mi experiencia en desarrollo sustentable de muchos años, impulsó mi voluntad a la ejecución de un proyecto de amplio beneficio social. En nuestro caso el añejo sentido de trabajo desde los años noventa implicaba una investigación y un buen trabajo en equipo. Así me dediqué a investigar algunas best practice de otras naciones para aplicarlo a El Salvador. Dediqué mucho tiempo en investigar, cabe mencionar que todos los artículos estaban en inglés o francés, para ello tenía mis conocimientos académicos, aparte que en mi viejo colegio católico el latín fue una delicia obligada, debo explicar que fue en México donde mi voluntad se tensó al extremo, con lecturas de diversas escuelas sociológicas y antropológicas, donde los maestros (as) nos obligaban a leer esos idiomas, acción que agradezco. Más de alguna persona dudó de mis traducciones, pero el equivocado no era yo.Mi ingreso a la empresa de telecomunicaciones, junto a la experiencia adquirida en las ONG, facilitó el proyecto: brindar conectividad a los centros escolares.Al inicio, la investigación nos llevó hacia puntos muertos de experimentos realizados en Oceanía, La Polinesia, donde se estructuraron proyecto de brindar a los centros escolares computadoras y conectividad, para centros escolares aislados, ahí coincidieron la iniciativa privada junto a la empresa de telecomunicaciones. Con estas lecturas y la voluntad de iniciar un proyecto de Mecenazgo similar a Responsabilidad Social Empresarial, surgió la primera versión de Escuelas Digitales en El Salvador.


El camino hacia el proyecto

Después de meses de investigación, factibilidad y estructuración del proyecto, teníamos una versión preliminar con objetivos, presupuesto y resultados probables. Concepto: Brindar conectividad a las escuelas públicas, legalizar el proyecto por medio de un Convenio de Cooperación Tecnológica, construir una alianza educativa, documentar avances del uso de Internet, facilitar el acceso tecnológico e integrar comunicaciones a estudiantes de escuelas públicas, con una duración de 4 años cada etapa (dos años gratis y dos con un subsidio).

Previo a la fase final, se realizó una investigación con los potenciales beneficiarios, en este caso, visitamos el Ministerio de Educación, la respuesta fue fría y distante, la percepción de las autoridades era simple, ellos consideraron que “vendíamos” un proyecto comercial, que obligaba a las escuelas a incorporarse a un proyecto lucrativo.Pero existió una pequeña ventana junto a un proyecto de apadrinamiento de escuelas llamado FUNDAEDUCA, en el cual coincidimos plenamente con Ana Marta Valladares, ella era la coordinadora de este proyecto y desde un inicio se involucró activamente con nosotros. Ella proporcionó un listado de 12 centros escolares con los cuales podríamos iniciar una cooperación de conectividad, puesto que donar computadoras era un costo que pondría en dificultad la iniciativa en su conjunto. Nos reunimos con los 12 Centros Escolares y se les explicó el concepto.Con la aceptación de los centros escolares, unido a la investigación de los datos técnicos que incluyeron el costo real del servicio de conectividad: velocidad 128 kbps, para un enlace dedicado y una red lan de 10 o más computadoras, aquél experimento cobraba coherencia.

En realidad nos inspiraban algunos proyectos de conectividad para todas las Escuelas Públicas de El Salvador, considerando que el beneficio para los jóvenes estudiantes sería fabuloso, pero también conocimos los límites de nuestra realidad.Con el proyecto terminado, nos reunimos con el Presidente de la empresa y nuestra Directora institucional de aquellos años (2002-2003): Dominique Saint-Jean y Michell Gallardo. La reunión en realidad fue tensa, con una fuerte defensa versus señalamientos de inconsistencias en diversos puntos, al final nuestro ánimo estaba en punto de eclosionar, con una mezcla de tristeza porque la iniciativa se aproximaba a la ruina, creímos que ahí terminaba todo. Para nuestra sorpresa al despedirnos después de unas 2 horas en la puerta de la presidencia, Dominique nos dijo: “bueno, espero que sea un buen proyecto”… entonces regresó mi espíritu de su lejanía y frialdad, para encontrar el tibio aliento de la esperanza.

En noviembre de 2002 se firmó el primer Convenio de Cooperación con el Ministerio de Educación y en marzo de 2003 un acto público con los Directores, para que en Octubre de 2003 se realizara el Primer Congreso de Escuelas Digitales, se publicó un libro con las experiencias y reseñas internacionales del proyecto, junto al sitio WEB: www.escuelasdigitales.com.sv en dicho evento participó André Cruchaga gran poeta salvadoreño, quién en su discurso en la página 6 de aquél histórico documento, reseñó su participación.

América Móvil apoya proyecto educativo

De ahí en adelante la nueva administración de América Móvil avaló e impulsó la Segunda, Tercera, Cuarta, Quinta y Sexta fase del proyecto, anotando que en cada fase se realiza anualmente un Encuentro de Trabajo y un Congreso para evaluar los avances de cada Centro Educativo. Cabe destacar el apoyo del Director Ejecutivo Alberto Davison de Telecom en El Salvador hacia el proyecto Escuelas Digitales, 2003-2008.

Sinergia de proyectos educativos de América Móvil

Al proyecto se han unido otras iniciativas educativas como: Avance Digital (donación de computadoras) $73,832; Becas a la Excelencia Educativa $20,250; Ayúdame a llegar (Bicicletas) $112,196; y Mochila Digital Claro (OLPC XO) $467,500.

Presidente Antonio Saca entrega OLPC XO

El 08 de octubre de 2008, se realizó la entrega de 2,500 OLPC laptop para niños de escuelas públicas, a esta última acción asistió el Presidente de la República Antonio Saca, junto las autoridades del Ministerio de Educación y ha sido una acción reseñada por organismos internacionales, en este momento 90 centros educativos gozan de la conectividad a Internet.

Resultados

Un portal digital: www.escuelasdigitales.com.sv junto a 6 encuentros de trabajo y 6 congresos, más de 80 mil jóvenes estudiantes beneficiados, 89 centros educativos y el Museo de los Niños Tín Marín, una alianza educativa con el Ministerio de Educación, documentación de avances de cada centro educativo. En el año 2008 se proporciona un enlace dedicado de 256 kbps para una red lan de cada centro escolar y el monto acumulado en servicios del proyecto Escuelas Digitales es $1,578,052 (Un millón, quinientos setenta y ocho mil, cincuenta y dos Dólares de los Estados Unidos de América).


Epílogo

Escribir es un reconocimiento y agradecimiento para la empresa Telecom, como ciudadano y como parte de esta corporación me siento muy orgulloso de pertenecer a esta gran iniciativa.

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*César Ramírez, escritor, antropólogo, periodista cultural.

sábado, 27 de septiembre de 2008

Añoranza del verano-Miren Eukene Lizeaga

Fotografía de Miren eukene Lizeaga, País Vasco




__________________Añoranza del verano



La arena
Antes cubierta de cuerpos al límite del anonimato
Cuerpos hablantes permutando sus voces
entre conversaciones abiertas al viento
que las desplaza en el ausente silencio del mediodía
Cuerpos tumbados
inmóviles ¿durmientes? bajo un sol cercana y caliente

La orilla
Que mil pies recorrieron el largo de su forma
para dejarse azotar por la agonía de una ola
que mil pies trasgredieron su frontera
para sumergirse en el aguaen la burbuja de una ola bravía
en la bonanza llana de la mar calma

Hoy
con la complicidad de un sol distante
el mar cubre esa arena
un mar frío e imperioso
recuperando un territorio que considera suyo
un mar y una arena que en el vaivén de la marea
arrastran sus secretos
allá donde ninguno podamos descifrarlos
_________________________
Leer de Miren Eukene Lizeaga en: Arte Poética-Rostros y versos.

domingo, 14 de septiembre de 2008

La senda sin rumbo_Miren Eukene Lizeaga

Ilustración: Senda






_____________La senda sin rumbo

Obligó a su cuerpo a sentarse en la cama, para asegurarse de que algo bien sólido lo sustentaba. Quería volver pronto a la realidad, por muy ingrata que fuera, la pesadilla que aún lo dominaba lo retenía dentro de su inespecífico terror.

Todavía sentía en sus manos el olor a tierra mojada encogiéndose bajo su presión. Haciéndose pequeña hasta desaparecer y obligarle a escalar el racimo de negros nubarrones que parecían ofrecer nuevas sendas para sus pies. ¡Estaban tan cerca!, tan a su alcance estas montañas de redondeadas crestas gris azulado, que se rindió al convite, descalzo, y acariciando, casi, si acogida.

Pero una vez dentro supo que en este otro espacio todo era desconocido. Supo que nunca alcanzaría las, tan ansiadas, últimas crestas. Sus pies se hundieron y solo veía el color del viento repartiendo sobre su cuerpo gamas de grises que nunca había visto. En su caída intentó alzar los brazos por aferrarse a algo, ni eso pudo, porque a sus brazos, como al resto de su cuerpo, los guiaba una fuerza que no era la suya. Era una desesperación sabedora que había alguna salida, pero no la conocía. Así, en este moverse sin caminar a ningún lado, se encontró tumbado y boca abajo. Lo supo porque frente a él se erguían afilados picos cubiertos de nieve y temió que la voluntad que lo regía permitiera su brusca caída. Pero no fue así, sino que suave como la serpiente que se desliza sobre tierra, recorrió él también las gélidas agujas.

En lo que creyó ser su primera inhalación, desde que estaba en aquella senda sin rumbo, sin dirección ni sentido, sintió que no era tan solo la suya, porque la vio en la redondez de la cresta que integraba su ahora redondeado y gris azulado cuerpo. Fue corta la conquista, porque la exhalación se mudó en son de lluvia, y su cuerpo, fragmentado ahora entre las transparentes gotas, alcanzó una velocidad, que él, solo podía atribuir a los huracanes. Luego todo fue blanco, blanco el suelo que se acercaba, blancos sus pies, sus manos, y sus ojos, mezclados entre los miles de copos que danzaban entre el cielo y la tierra.

Ahora que estaba totalmente despierto, pensó que no fue tan cruel su sueño, porque le había dejado un poso de esperanza, siempre había alguna salida, aunque aún no la conociera. Inmóvil de nuevo en la cama, esperó la llegada de la enfermera, hoy iba a estrenar su nueva silla de ruedas.
_____________________
Leer más de Miren Eukene Lizeaga en: Arte Poética-Rostros y Versos.

domingo, 7 de septiembre de 2008

María Antonieta Flores y la constancia de sus paredes_André Cruchaga

Ilustración: Carátula del libro: Índigo.






María Antonieta Flores y la constancia de sus paredes



Nuestra destacada poeta y actriz Aída Párraga, (El Salvador, 1966) me ha traído generosamente el envío que también la prominente poeta, ensayista y docente, María Antonieta Flores (Venezuela, 1960) me enviara cuando Aída participó allá en el Festival de poesía de Caracas durante el mes de mayo de 2008. Ese envío es el libro: Índigo, editado por la Fundación para la cultura urbana, caracas, 2001. Pero además cuenta con otros títulos en su haber: El señor de la muralla, 1991; Canto de Cacería, 1995; Presente que no en ausencias, 1995; la deshojada luz de la tarde, 1999; y el ensayo: Sophya y Mitos de la pasión amorosa, 1997. Además es promotora cultural.

En el veredicto dado por Federico Pacanis, Kart Crispín y Rafael Arráiz Lucca, se dice que en este libro hay “una nueva entrega de una voz poética que viene expresándose con vigor y resistencia desde hace más de una década. Índigo puede considerarse expresión acabada de un proyecto estético que se conforma en la búsqueda de la claridad ontológica, que no elude los laberintos de la psicología profunda, y que se detiene con pertinencia en la sustancia de mitologías de carácter universal.

María Antonieta ha estructurado este libro Índigo en tres partes: Conocida, extranjera y desconocida. Índigo no es aquí sinónimo de la “Nueva era”, expresión acuñada por Nancy Ann Tappe. Tampoco creo que lo haya usado como característica para definir a las personas físicamente hablando. Índigo, pues, de entrada me intriga porque a través de un concepto se engloba toda una poética que tropieza con los pies en el granito y una “sequía en el asfalto de los ojos”. Poesía ontológica.

Por alguna extraña razón, en algún sitio, la poeta tiene sueños recurrentes, el estar aquí entre todos y tantos, perdiendo en el ir y venir, gastando sus zapatos en el aguacero, porque “en el sordo respirar de la intemperie, los vértigos arrecian y/ una boca siente el lento separarse de los labios, el intenso/ contracto de la carne.”…A ratos la poesía de María Antonieta desequilibra sobre todo cuando interroga o habla al sordo: ¿Vivimos en una sociedad de sordos, frente al clamor, a los anhelos? “pero quién te dijo que había sonidos?” Vivimos en un mundo vedado, pese a la “fugacidad de la noche” o al obligado estertor de la sangre, llevando “pétalos secos”.

De repente hace un quiebre y nos habla de “los cuerpos que se abrazan en los besos”, “de cerrar los ojos para no recordar…cerrase para no ver”, pues es mejor así a “respirar una mínima seguridad de nada”. Ese índigo no sólo custodia periódicos y revistas, sino al silencio que es constante en las paredes. Entiendo que María Antonieta, ha querido a través de este color: Índigo [colorante natural que se obtiene por síntesis orgánica; es un polvo muy fino, de color azul morado insoluble en agua y alcohol] mostrarnos las densas sutilezas de la vida, esa paz que no tenemos de manera permanente porque constituye una conquista diaria del ser humano. Por alguna razón nos transporta a la imagen de las rejas. Imagen terrible que supone la aniquilación del ser humano. Y claro, no sólo son rejas los barrotes que mantienen en prisión, las ciudades, los poblados, pese a la globalización, siguen siendo proclives al abandono, a la destrucción, al aniquilamiento. El silencio mismo cuando nos arrebata la palabra es prisión, andar en sigilo, contritos de dolor es también prisión del alma. De ahí que la poeta también se adentre en el intenso padecer del olvido sosteniendo el madero. Es decir, esa cruz que es padecimiento aunque a él converjan ángeles y escuchen la vigilia.

A menudo estamos llenos de soledades y obligados a callar. Luego las mudanzas se hacen costumbres. En la vida del ser humano no vale ni debe tener cabida la lástima, pues ésta —dice la poeta— “es un dolor recién parido”. Ante esta atmósfera de pérdida toca la búsqueda, pero la respiración es insuficiente para navegar sobre las aguas o encontrar la llave que nos abra la esperanza. Se gira en el mismo sitio y todos los sitios, al parecer, tienen esos declives de entuertos arcaicos.

En la segunda parte del libro: Extranjera, la poeta de inmediato nos ubica en su ámbito: del silencio, del estar obligada a callar. “El cuerpo —dice— va como si no yendo/ la boca no puede nombrar.” Y esto resulta terrible porque “un llanto se atesora en las gargantas”, en los cuerpos “bulle sangre” y también un “clamor de alas” que haga salir o traspase otros ojos sin detenerse. Por fin, “la boca se abre/ se abre/…/ una gota se destila hacia el recuerdo/ tiembla el esternón/…/ índigo regresando”…

Los recuerdos son crueles generalmente, no dejan que el olvido haga lo suyo. De ahí que la poeta vuelva reiteradamente al frío del desamparo. Y ello porque estamos sumergidos “en [una] tierra llena de piedras y frío, entretejidos por el humo perturbador de las hogueras, de la ciudades amuralladas como la tierra sitiada en la piel de los cipreses, en los nichos cuya compañía es habitual.

Esta segunda parte me deja con escalofríos. Es poesía cifrada, transida de lluvia y abandono. Extraviada. Aquí pasa, como en palabras de Juan Gelman que uno se juega la vida. Condenados al extravío uno busca incesantemente la libertad. La autora nos advierte, que es una “larga caminata”, hay abandono y desolación, los rostros se pierden entre otros rostros, la oscuridad acecha en medio de la calle, los ojos buscan puertas, ventanas… de nuevo hasta la lluvia nos parece una extraña mano en los hombros. En el penúltimo poema de esta segunda parte, María Antonieta nos dice: “sólo me hacía compañía en esta extraña costumbre [la del extravío, por supuesto]…/los cementerios/…de éste/los altos cipreses/…sus formas envolventes/los nichos/…caminaba junto a él y sólo pensaba en ti/ caminaba por él deseando tu presencia/…íntima/desnuda/…cementerio de San Pedro/…lejos estás/ y tránsfuga/… andando en el deseo”.

El libro en cuestión tiene su propia lógica y así, supongo se lo propuso la autora del mismo. Tres instantes de una realidad. Después del extravío pasan muchas cosas: pasar inadvertidos, ignorados, caminar en el anonimato, sin que a uno lo vean otros rostros puede ser la boca resignada de la existencia: “Los pájaros se desprenden de los pájaros/…tiemblas bajo los aleteos/ y la misericordia/…el alba y en silencio”… ¿Qué otras posibilidades tiene el ser humano frente a un cuerpo denso y oscuro? Seguramente muchas o ninguna, porque hasta la sonrisa, si que la hay, se torna mueca. La noche es un refugio; sus golpes sin duda no lo son.

De repente uno llega a la conclusión que no es de ningún lugar. El sentido de pertenencia queda a la deriva, ni siquiera la “esperanza tiene las rodillas nítidas” para transitar por esos vacíos de espeluznantes ataduras. “Las luces se van apagando/ porque no hace falta/… no vayas a creer que eso ha existido”. Tan espesa es la desnudez que hasta se niega la existencia y las posibilidades que la luz engendra. Vivimos en un mundo donde la nota común es esa sensación de ser desconocidos; desde las ventanas uno lanza susurros, “un quizás, un día”… las cosas sean mejores y no nos parezca mentira deambular por las calles, atónitos, descalzos y sin ilusiones…

Esta tercera parte que apenas he esbozado, la del sentirse desconocida, nos conduce por esos hilos del pecho que a jirones hacen saltar la nostalgia. La claridad es noche y los sueños un disfraza de los mismos. Hay una tentativa por salir de esa habitación del mundo, de esas sombras vívidas de la experiencia cotidiana; pero los ecos sobre la luz no se oyen, cruzan ahí, y como un río desalojan al viento. “Un perro te está ladrando/igual que en otra tierra”…”Miras y Callas”, “Pulsos de angustia te rompen”, las calles no te sueñan, porque sencillamente se es desconocida/o en los glaciales abanicos de la intemperie.

El tiempo transcurre. Parece un hilo de agua interminable. Así lo percibe la poeta en la desnudez de la madrugada, sobre un pedazo de piedra de compañía, tras el índigo del desorden. ¿Podré —interroga la poeta— por este campo de huesos antiguos?/ no alcanzaré nunca la historia de sus habitantes/ ¿Encontraré de nuevo los sonidos del amor? Pero resulta que la fe se ha vuelto parásita y de repente sólo es posible el silencio y aún éste es huidizo, cuando sólo se reciben ausencias y, entre “puertas de madera y de viento”, únicamente hay abandono y ausencias sosteniendo la respiración.

Un coterráneo suyo, el poeta Vicente Gerbasi, nos dice: “pueden ver este castillo cubierto de hiedras/ de verde muy oscuro y solitario/ bajo los astros de los búhos,/ ni por qué mis ojos pueden detenerse/ a ver caer la nieve durante tanto tiempo,/ hasta que arropa todos los muertos/ y los deja allí con sus vestiduras./ de diferentes colores en el hielo.”… [Hay muchas maneras de estar muerto]. Y más adelante nos dice [“En mi padre el inmigrante”]: “Venimos de la noche y hacia la noche vamos.”… “Atrás quedan las tumbas al pie de los cipreses, / solos en la tristeza de lejanas estrellas. […]” por su parte, María Antonieta, en ese regresar y no volver, “trazada está la lejanía/ hasta donde la mirada alcanza/ el suspiro rompe la medianoche”…

¿Qué clamor nos dejará escapar de esa medianoche? Si la lobreguez persiste en este nuestro pequeño planisferio, si nosotros, seres humanos, no encontramos respuestas, ni somos respuestas pues el habla no se entiende: una centella fantasmal nos vence, la calle nos provoca pánico y pese a la resequedad de los labios, no hay a quien pedirle agua para refrescar los labios, ni quien asista en esta sequedad del barro, porque llueve dolor en los lirios del alma. Tanta es la degradación que no se sabe dónde está el cementerio de la ciudad, lugar último de las tribulaciones. En las horas que se viven, los muertos nos miran, ellos ya saben nuestro destino, nos susurran el camino. Entonces “se empieza a llorar”

María Antonieta ha hecho un largo recorrido a través de este su Índigo. Son versos cifrados: imágenes que viven y expirar, venidas del miedo sin paraguas y analgésicos. Ha sabido encerrar en cada palabra “un puñado de su tierra” que a su vez es la tierra de todos. Si bien hay toda una simbología oscura, al final, “el amor se abre paso/…/desde los corredores de tu sangre/…/contra los ojos que te miran.” Una luna azul “cruzando el recuerdo” “en un intento de no ser [sólo] recuerdo/ [sino] de ser la larga mirada de un despertar”…
Barataria, 06/07.IX.2008.
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Leer más de María Antonieta Flores y de André Cruchaga en Arte Poética-Rostros y Versos.


sábado, 6 de septiembre de 2008

Tarde en Manhattan:Una ciudad posible_André Cruchaga

Karla Coreas, El Salvador-USA (Firma autógrafos durante

la presentación de su libro: Tarde en Manhattan





Tarde en Manhattan: una ciudad posible


Cada poeta tiene sin duda una ciudad posible: quizá la de los sueños, quizá la de la vida cotidiana; quizá la que construye, en fin, con sus anhelos, la que va inventando tras los poros de la historia personal, al ritmo jubiloso de los días. Así se nos entrega Karla Coreas, [El Salvador, 1972] con su libro de poemas “Tarde en Manhattan, Urpi editores, 2008.

El poeta Luis Pérez Boitel, en el prólogo del mismo, nos enuncia cabalmente el tono del libro: “es un diario de viaje, una oración como salvoconducto por la distancia que tenemos entre nosotros, y frente a nosotros; llegar de un cielo a otro es realmente difícil, equidistante para un hombre común. La autora de estas páginas nos resuelve cualquier situación que nos aísle y nos golpee, pensar en su ciudad natal y ver que hay un mismo cielo a este lado del mundo, quizá sea la pregunta más palpable que reconozca el lector entre un poema y otro.” [Prólogo, pág.8]

El libro de Karla da inicio con un epígrafe de Alfonso Chase, que a su vez es una interrogante: “¿Qué puedo hacer si me he perdido en tu silencio/ y me respondes con el eco del viento y de las hojas?” Entre un poema y otro, la memoria va desatando recuerdos, como su “Fotografía con ausencia” o el mismo poema que da pie al libro: “Tarde en Manhattan”, donde “un farol —dice la poeta— sacude la arena de mis ojos”. Transitando por esas calles la atisba no sólo “la mirada gélida de los faroles”, sino la ternura engañosa de “la medianoche de esa ciudad”.

Hace años, bastantes años para ser exacto, llegó a mis manos a través de la Cooperación española, un libro muy hermoso que leí de un solo tirón (421 páginas ). Ese libro se intitula: “De amar y andar, de Jaime Delgado, Ediciones de Cultura Hispánica, 1977. Dicho libro comienza de la siguiente manera: “El conocido poema de Pablo Neruda —de cuyo primer verso tomo el título de esta obra— afirma que los libros nacen de [tanto amar y andar]. Ello quiere decir que el gran poeta chileno sabía bien que la creación artística no es hija solamente de la inspiración, sino también de la experiencia, de lo que el hombre vive y existe. Un largo camino amoroso, hecho al andar —según estableció don Antonio Machado—y amando lo que se anda, constituye la materia sobre la cual actúa la imaginación creadora, el gesto que permite alcanzar la alta cima del arte.”

Traigo a cuentas lo anterior, precisamente porque “Tarde en Manhattan” es eso: un libro amoroso y memorioso del andar, sea por “las noches de marzo”, como se camina la vida, sin que nadie convoque nombres. En estos tiempos, modernos o postmodernos, la poeta delira frente a las mariposas que posan su vuelo en las vitrinas, y no hay nada más sorprendente en ese paisaje urbano que queriéndolas asir, con todo y su respiración fría, los colores sigan intactos. Su delirio es una orquesta de indescriptible sed.

Ana Rossetti, en su poema “A QUIEN, NO OBSTANTE TAN DELICIOSOS PLACERES DEBO”, dice: “Y esa tan transparente neblina que su lengua/ extendió sobre mí…” expresa cabalmente el sentir y palpitar de la autora de “Tarde en Manhattan”. Hay poemas donde dibuja emociones grises que luego las desvía —no se queda en ellas— hacia ese escudo húmedo del pecho. La poesía de Karla, no es poesía grandilocuente ni está afectada por el hollín de lo ininteligible. Ella va destejiendo con naturalidad y pródigamente las sábanas de la emoción que son en esencia las que cuentan en la palabra. A la poeta “se le van abriendo las costuras de la memoria” sin argucias; y así florece su cuerpo y su fervor estremecido.

Esa bitácora del día a día la lleva a pensar y a sentir el verano nupcial en el West Side. Esta parte del libro la comienza con un verso de Roque Dalton. “Inútil todo lo demás. Te amo”. Es un verso contundente para todo ese caudal de emociones, para todo eso que está por venir que es precisamente el triunfo, la consumación de eso que se ama y que es parte de los desasosiegos del ser anhelado. Pero antes, la poeta ha estado en trance: ella escribe poemas de ausencia, de anhelos, de esperanza.

Entre sombras y encuentros hay un dejo de oscuros secretos propios del sentir humano; la poeta pareciera que respira las enredaderas de la melancolía como esos pájaros solitarios que entre las ramas esconden la ternura o, en todo caso, la resguardan. “Voy al encuentro de hoy” es ese estar atenta a los afanes tangibles, sin dejarse amilanar, porque qué otra cosa es vivir en ciudades tan inmensas, aunque allí ella quiera andar el mundo sin prisa —ese mundo amoroso con el amado— para conquistar aquel reino que uno siempre presupone de “húmedas planicies” y fuegos.

Entre los raros desasosiegos y las fotografías, la poeta dialogo consigo misma: de su pecho pareciera que nace la incertidumbre. Entre presencias y ausencias, el amor ejerce su piedra de locura. A veces la inseguridad abrasa las sienes y asciende hasta el vaho del horizonte sin que se pueda negar al pájaro roto del ensimismamiento. Luego, como recobrando la lucidez o sensatez que demanda la vida emerge la aceptación de ese otro ser, indispensable por lo demás para hacer un largo recorrido por las aguas del mar que no es otra cosa, sino las aguas de su alma, su ser interior.

Bien podría seguir con estas divagaciones respecto al libro que hoy nos entrega la poeta Karla Coreas: “Tarde en Manhattan”. Libro lleno de tiempo y pasión como deben ser los libros de poesía. Libro donde lejos de salir del amor se entra a él con la convicción y la gracia de una poeta conocedora de sus derroteros. Ella invoca, descubre, celebra esa fiesta de las mareas en estibor; luego pone en la mesa y abre las ventanas para que todas las palabras le rocen los poros. En cada verso deja sentir sus recuerdos, recuerdos que a veces la muerden o la estremecen porque “el olvido no existe”. Sin embargo para el cabal sentido del libro me quedo aquí, consciente que no soy versado en estos menesteres, sino mas bien en desdichas como bien lo anotó en su momento Cervantes.
Barataria, 05.IX.2008.
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viernes, 5 de septiembre de 2008

El poema:Memoria y tradición_André Cruchaga

André Cruchaga, El Salvador




El poema: Memoria y tradición de la palabra



El verso, dulce consuelo,
Nace alado del dolor.
JOSÉ MARTÍ



Dificil tarea es tratar que las palabras sean siempre luciérnagas fosforescentes, y llevadas al papel no dejen de sorprendernos y picoteen el alma de los lectores con su asombro. ...La poesía es como el viento, o como el fuego, o como el mar, acotaba en su momento José Hierro. Nunca la poesía, ha estado ajena a los hilos que mueven el alma del poeta, jadea en los espectros interiores de la conciencia, se hace de tiempo, humedad y sombras. La poesía es la poesía muy a pesar de los propios interiorismos o exteriorismos del poeta. Donde la noche pulula, donde el cáliz de la lluvia suelta su risa ahí está la poesía.

¿Qué requisitos —me pregunta el poeta Piero De Vicari— debe tener un poema para ser considerado bueno? De momento resulta complejo responder a esa interrogante, porque va más allá de la retórica y las normas de la preceptiva. Hay poemas métricamente correctos y son un ataúd; por el contrario, existen poemas como enredaderas que pierden al lector en brisas de niebla sin ese fuego necesario que desnude el alma, que lo desvele de su carne: son zarzales donde no se pueden hurgar los días. En este sentido, y como tampoco la finalidad de estas digresiones es hablar de normas, las obviaré dado que para eso están los estudiosos de tal menester y los libros de preceptiva literaria.

Si las épocas cambian, también los gustos, la forma de hacer las cosas, de percibirlas y transmitirlas. Siempre ha habido afán en este sentido: qué poemas o qué poética es mejor que otra; o peor aún, qué poeta es mejor que otro. Uno nunca lo sabe o logra entender porque ello se mueve dentro del gran espectro de la relatividad. Sin duda los marcos referenciales, la cultura de cada lector juega papel importante para efectuar este tipo de cataciones. Tradicionalmente a un buen sector de personas les encantará la poesía rimada de corte clásico: llámese soneto, lira, himno, oda, romance, lira, redondilla, décima, etc; no tanto por la forma, sino por los efectos musicales que produce. Algunas veces —digo con énfasis, sólo algunas veces— los poemas con esta arquitectura caen en la pedantería del sonsonete.

Un poema gusta o no gusta. Esto es una realidad. Hay poetas que trascienden por un poema y también es verdad. Qué hay entonces en su interior, en ese camino de palabras donde las alucinaciones son patentes, qué hay en las aguas del poema para provocar, mover, los pájaros tirirantes del alfabeto y el misterio inquietante de la vida y los sueños. Es sencillo. Un poema se hace con piedras y viento, con ecos y ríos y sueños. Un poema se hace de tiempo, ternura y campanas. Un poema se hace del andar, de los platos rotos de la mesa, de la intemperie de la carne como un caudal de río… Encarna, a fin de cuentas, lo vital, la problemática del ser humano, lo idílico, transmitido en sentido revelador.

El arte del poema tiene que ver con el arte de la escritura: es la individualidad, esencia misma de la poesía. Esto me recuerda la “Teoría del duende” de García Lorca. “El buen poema es en sí mismo hermosura y no se presta a la despreocupación. La inspiración llega de la mano del trabajo. Podrá uno sentirse inspirado en un momento dado por cualquier circunstancia, pero ese numen es necesario expresarlo con palabras y es entonces cuando surge el problema: cómo plasmar sobre el papel un sentimiento que nos conmueve.” Un arte tan delicado como la construcción del poema demanda del poeta una buena dosis de dedicación y de conocimiento literario. Tanto el verso libre como el medido requieren de unos elementos mínimos: cadencia, ritmo interno y musicalidad implícita en cada verso.

En nuestra literatura tenemos poetas de inconfundible tesitura, entre ellos está Walt Whitman, “el poeta norteamericano rebelde a toda forma, que canta en lenguaje tierno y lleno de matices de lunas las cosas del cielo y las maravillas de la naturaleza, y celebra con desnudez primaveral y a veces con osadías paradisíacas las fuerzas rudas y carnales que actúan en la tierra, y pinta muy rojas las cosas rojas, y muy lánguidas las cosas lánguidas” [...]. (La Opinión Nacional, 28 de diciembre de 1881 - OC, XXIII, p. 128) Op. Cit. Andrés Olaizola.

Si bien hay diversos gustos, simpatías y antipatías frente a poéticas o autores determinados, lo cierto es que el punto central para que guste o no un poema y trascienda entre los lectores, es aquel que evidencia una auténtica construcción de la emoción, “donde la palabra cumple con su función de portadora de sentido”, o, como lo deja entrever Ángel Rama: “universo sobre el que se aplica la tarea descubridora, transformadora y creadora del hombre”, Op. Cit. Ioana Gruia. Otras veces el poema gusta por el manejo desaforado del verso y su clara oposición a las instituciones: llámese a esto academia, muy de moda ciertamente en tiempos de convulsión política, pero que después al pasar las coyunturas, bajan sus aguas termales. Evidentemente estamos en una situación muy compleja: hay poemas que gustan por la naturalidad, la sencillez, la brevedad caso de la poesía oriental, pero que muy bien se ha cultivado en Occidente. Tenemos para el caso lo que se ha dado en llamar la “poesía visual” la cual parece tener muchos cultores hoy en día. El valor propio de un poema también está en la novedad, en la armonía interior del texto. El poema es la sombra del poeta, reflejo ensimismado del espejo, libélula que roza las alas de la brisa.

Un poema se construye con palabras y emociones: toda exterioridad debe culminar en una experiencia sensible, “crear un poema significa reformular objetivamente la emoción”, para hacerla transferible y digerible al lector. La voz que habla en el poema es la voz de uno, pero es la de los demás, experiencias y emociones posibles del poeta y del lector. Un poema para el poeta constituye siempre una experiencia única que emerge de su conciencia y va hacia el otro en comunicación con ella y con el destinatario. En este sentido los aspectos, criterios, cualidades de un poema están en correspondencia con el gusto del destinatario; de lo que dice aquel hacia el otro en simbiosis plena. Resulta interesante al respecto recordar a Neruda. Él decía: "Si me preguntan qué es mi poesía debo decirles no sé; pero si le preguntan a mi poesía, ella les dirá quién soy yo". Es oportuno recordar para el caso también al poeta Huidobro —con sus años me sigue pareciendo el poeta más joven del planeta— él decía que “la verdad artística empieza allí donde termina la verdad de la vida.” Y esto es así porque el poema es el poeta, la eternidad de la noche, el eclipse de los días, el espejo de los sueños haciéndose palabra. Es a través de la palabra que se logra emoción, luz y oscuridad en imágenes y las correspondientes configuraciones del alma en sucesivos símbolos. La experiencia del poeta es percibida intuitivamente hacia los planos visibles de la interpretación. Poesía, en palabras de Juan Ramón Jiménez es “instinto cultivado”. “Un poema debe ser algo inhabitual, pero hecho a base de cosas que manejamos constantemente, de cosas que están cerca de nuestro pecho, pues si el poema inhabitual también se halla construido a base de elementos inhabituales, nos asombrará más que emocionarnos.”(Huidobro, Manifiestos)

Feijoo en “Cartas eruditas y curiosas”, acota que “el constitutivo esencial de la poesía” ha de buscarse «en el entusiasmo”; mas se trata del entusiasmo que se da en un «hombre de un gusto racional”. Esta idea ya la había expresado Feijoo en forma más sugestiva en el tomo primero del Teatro crítico universal, en el discurso titulado Paralelo de las lenguas castellana y francesa, “Quien quiere que los poetas sean muy cuerdos, quiere que no haya poetas. El furor es el alma de la poesía. El rapto de la mente es el vuelo de la pluma”. Op. Cit. “La actualidad de las reglas” de Russell P. Sebold.

En definitiva el valor de un poema, ya por su trascendencia para que guste o no, reside en la indisolubilidad del sentimiento y la razón. “Hay que sentir profundamente la idea, pensar con agudeza el sentimiento.” De otra manera no creo en el gran poema ni en el misterio poético, ni en la luz honda de las aguas que en el interior palpitan con sus dedos de heridas y estertor. El poema que gusta es porque se siente hondo, profundo en el alma: despierta el galope de las raíces, descarga ramas de trementina, incendia el tiempo sigilosamente, abre las esquirlas del sueño, dice en fin, el infinito que el otro sueña. Pensemos un momento en los “Sonetos de la muerte” de doña Gabriela Mistral: ahí está el sentimiento descarnado, en su más alta expresión. En otra vertiente, el “Poema 20” de Neruda, “Poema de Amor” de Roque Dalton. En los tres casos, —porque desde luego hay más—la trascendencia es indiscutible por cuanto cada poema expresa el sentimiento humano. Quién que es no ha tenido la experiencia de la muerte cerca, las desazones del amor o el compromiso político con la Patria y sus avatares, con su propia identidad?

Melville Cane en el libro “Making a poem” (1953) expresa: “Tengo la audacia... de escribir sencillamente, no para la presente hora, sino para la posteridad... El peligro yace en unas alusiones y un lenguaje que una generación futura no pueda comprender... Con igual cuidado hay que vencer una afición al vocabulario que está pasado de moda”… (Russell P. Sebold). El poema también es modernidad. Los temas pueden ser los mismos, pero tratados con el sol de cada amanecer. De lo contrario se cae en el desuso, lo arcaico y pasado de moda. Las aguas del instante no son las mismas, ni los senderos callan con las mismas sombras “cuando se pone el sol”.

Concluyo este periplo con Gabriela Mistral y Vicente Huidobro: Creo en mi corazón, el que yo exprimo/ para teñir el lienzo de la vida.... Que el verso sea —decía Huidobro— como una llave/ Que abra mil puertas./ Una hoja cae; algo pasa volando;/ Cuanto miren los ojos creado sea,/ Y el alma del oyente quede temblando. (Arte poética, Vicente Huidobro). Aquí está la clave de toda la trascendencia del poema. Hay que desnudar gota a gota y sin anestesia los espejos de la propia materia. Todo hecho externo, para el poeta debe terminar en una experiencia sensible, que a su vez evoque emociones susceptibles de ser aprehendidas por los lectores.

Barataria, 28/29/30.VII.2008
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