domingo, 22 de enero de 2012

TRES SONETOS DE DAVID ESCOBAR GALINDO


David Escobar Galindo, El Salvador




EDAD, SONETO V





Liso rumor de tierra en que navego
como hacia inmensidad de mar interna:
sorda en la sien la luz de la linterna,
mientras la sombra ofréceme su fuego.

Qué denso amor de tierra es este apego
a la dulzura que me desgobierna:
y es que reflejo soy de la caverna
donde otros hombres callan sin sosiego.

Nadie escapa de ser su propia herida,
y ese río es de todos, tierra adentro,
tierra adentro del agua desvivida.

¡Ah iracunda ficción en que me encuentro,
disgregando la llama conocida
al hundirme sin brújula en su centro!

De: Las máscaras yacentes, 1984





DIOS TRABAJA CONMIGO




Dios es de pronto un dios tan fatigado
que cabe en la prisión de mis membranas.
Lo oigo asomar por todas las ventanas,
en busca de la luz, alucinado.

Yo, en mis ciegos trabajos afanados,
lo dejo solo todas las mañanas.
Y Él se tiende a soñar con las lejanas
fantasías que Él me ha enseñado.

Cada mañana escribo las profanas
Reflexiones del tiempo. El café helado
Queda junto a la máquina. Ya hay ganas.

Ganas de ser, de decir, de oír. Y al lado,
Dios que está adentro —preso en mis membranas—
Absorbe mi fatiga, resignado.

De: Dios interior, 1995





SI TÚ ME DICES VEN…
“si tú me dices ¡ven! Lo dejo todo…”
Amado Nervo




Si tú me dices ¡ven! no dejo nada,
me voy detrás de ti con todo en vilo
—sin miedo, sin reserva, sin sigilo—,
como el rebaño tras la madrugada.

Con esa sola, inmemorial llamada,
ya todo en mi esperanza está tranquilo:
canta la brisa, enciéndese el pabilo,
y el corazón olvida su coartada.

Y ya seguro de que no vacilo,
es como una marea ilusionada
este impulso del ser, tenso en el hilo.

Y ante el imán de voz y de mirada,
Si tú me dices ¡ven! No importa el filo
Que tenga que cruzar sobre una espada.

De: Árbol sin tregua, 1996